Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

El Silencio de Dios

 

Versión 20-05-10

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Querido Alfonso, gracias por leer mi artículo "¿Son Adán y Eva personajes mitológicos?" y por preguntarme mi opinión respecto a por qué, aparentemente, permanece Dios en silencio en el mundo actual. También me dices que crees que tenemos ideas muy equivocadas de Dios. Si me concretases cuáles son esas ideas equivocadas que tenemos acerca de Dios, podríamos discutirlo mejor.
 
Usando tus propias palabras, haces un relato muy correcto y exacto, de lo que la misma Santa Biblia declara que “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quién asimismo hizo el universo;” (Hebreos 1:1,2). Aquí transcribo tus comentarios:

“Adán y Eva hablaban libremente con Dios. Noé hablaba con Dios, y también Abraham, Moisés, Natán, Isaías, Daniel, Oseas, Jonás, etc. etc.  

"Más adelante toda una nación (Israel) tuvo la oportunidad de ver a Dios en la persona de Su Hijo, así como los prodigios que realizaba cada día. “Había pueblos enteros donde no se oía un gemido de enfermedad en ninguna casa; porque Él había pasado por allí, sanando a todos sus enfermos.” (Deseado de Todas las Gentes, pág. 208)

"Y durante las décadas siguientes miles pudieron ver las manifestaciones tangibles de Dios a través de la actuación de los apóstoles y otros discípulos, cuando imponían sus manos y los enfermos quedaban instantáneamente sanados (Mc 16: 18, 19). Dios se manifestaba igualmente de manera muy elocuente cuando por el simple hecho de que la sombra de Pedro pasara sobre los enfermos, estos quedaban instantáneamente sanados (Hch 5:12-16).

"Sin embargo hoy en día no vemos manifestaciones tangibles de ese tipo. Si acaso nos parece que la mano de Dios actúa en algunas ocasiones, siempre es de una forma tan sutil que en el fondo siempre queda la posibilidad de que lo que hemos visto sea un mero proceso natural y no la mano de Dios. Por ejemplo, oramos por un enfermo y cuando al cabo de un tiempo preguntamos por él, quizás nos dicen: "parece que va mejor", y concluímos: "sin duda el Señor le está ayudando". Y si la enfermedad queda finalmente superada decimos: "Dios ha escuchado nuestras oraciones".(Alfonso) 

Todo esto a que te refieres arriba es verdad. En el cuerpo de este artículo, trataré de responderte, como Dios me dé a entender, a algunas cosas que te preguntas en los siguientes párrafos:

"Pero no vemos a los actuales "hombres de Dios" (pastores, sacerdotes, predicadores...) orar para que resucite un joven que se ha dejado la vida en el asfalto, por ejemplo. No los vemos ir a los hospitales de enfermos terminales, imponer sus manos y producir sanaciones instantáneas, como las que los judíos tuvieron oportunidad de ver. ¿Por qué? ¿Acaso merecían ellos más que nosotros el privilegio de ver la mano de Dios? ¿Merecían los apóstoles, por ejemplo, más que nosotros, ser testigos de esas manifestaciones? ¿No es acaso Dios injusto con este proceder?" (Alfonso).

El método de sanación mediante la imposición de manos fue un poder del Espíritu Santo dado exclusivamente a los apóstoles y que estos, a su vez, transmitieron a otros discípulos, para consolidación de la iglesia cristiana primitiva. Este tema lo trato ampliamente en el estudio bíblico “¿Qué es el bautismo del Espíritu?”1. El apóstol Santiago hace hincapié en que la oración ferviente del justo tiene mucho poder (Santiago 5:16 BJ, 1998). Debemos orar por la sanación de los demás y también por la nuestra “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” (Santiago 5:15). Si hay verdadera fe tanto en el que ora como en el que recibe la oración, Dios le sanará espiritualmente, y si es su voluntad, también lo sanará físicamente, “Y el Señor lo levantará”, pero no necesariamente, tienen que ocurrir ambas cosas, ni de forma inmediata y espectacular, sino mediante un proceso natural favorecido por Dios. Nunca los seres humanos le dicen al Creador lo que tiene qué hacer, sino que humildemente debemos aceptar su voluntad.

A continuación expresas que no puedes explicarte cómo podían tener tan escasa fe los apóstoles y discípulos de Jesús, aquellos que convivieron con Él durante más de tres años, y contemplaron sus innumerables milagros:

“Caminando sobre las aguas embravecidas, resucitando muertos, curando a ciegos, paralíticos, exorcizando a poseídos por el diablo, alimentando a multitudes cuando no tenía comida con qué hacerlo,  etc., etc., etc. Después de ser testigos directos de todas estas cosas, se negaron obstinadamente a admitir lo que vinieron a contarles las mujeres, de que Jesús había resucitado tal y como en repetidas ocasiones les había anunciado que sucedería (Mc 16: 14). Tomás incluso se negó a admitirlo cuando todos sus compañeros le dieron la gloriosa noticia de que habían visto al Maestro resucitado.

Esa cerrazón mental no la hubieran manifestado ni los propios paganos!!!!!” (Alfonso)

Sigues manifestando tu asombro y estupor que a pesar de que los discípulos, entre los que estaba también Tomás, presenciaron el mayor de los milagros, la resurrección de un muerto, Lázaro, aun fueron tardos en creer que era verdad la resurrección del propio Jesús. No obstante, el milagro de la resurrección de un muerto no fue novedoso pues ya el profeta Elías había sido el instrumento de Dios para resucitar al hijo de la viuda de Sarepta (1ª Reyes 17:17-24).

“No mucho antes de la crucifixión de Cristo, Tomás y los demás discípulos habían estado con Él en Betania y habían presenciado la asombrosa resurrección de alguien que llevaba ya cuatro días enterrado, y cuyo cadáver ya hedía por efecto de la descomposición (Jn 11: 39). Vieron a Jesús orar solemnemente a Su Padre, dando gracias por haberle escuchado (Jn 11: 41, 42) e inmediatamente después llamar a Lázaro para que saliera de la tumba. Habían visto el Poder de Dios manifestándose espectacularmente al resucitar a Lázaro, pero cuando murió Jesús quedaron convencidos de que Jesús no podría resucitar; ¿...? ¡...!, que no cumpliría la promesa que en repetidas ocasiones les había hecho de levantarse de la tumba al tercer día. Y para este tipo de personas, incrédulas hasta la saciedad, Dios quiso manifestarse de formas tan elocuentes, igual que antiguamente para los israelitas (de fe tan escasa como los apóstoles) que después de ver el mar partirse en dos para dejarles paso, a los pocos días estaban quejándose de que no tenían la comida de la que habitualmente disfrutaban en Egipto.
 
“¿Por qué fue Dios tan generoso en mostrarse a gentes tan escandalosamente faltas de fe, y no lo hace ahora? Y cuando digo ahora no me refiero a nuestro siglo XXI. Porque manifestaciones de Dios, en el sentido de los que pudieron ver los apóstoles, tampoco fueron visibles el pasado siglo XX, ni el XIX, ni el XVIII, ni el XVII, ni el XVI, etc. etc.
 
“En resumen, ¿por qué a Elena White no se le dio la facultad de imponer sus manos sobre los enfermos y que estos quedaran sanados? ¿Por qué no recibe este don ninguno de los hombres de Dios actuales, ni de los siglos pasados? ¿Por qué se oculta Dios actualmente? ¿O por qué no se manifiesta, en el sentido explicado, desde que murieron los apóstoles?
 
“¿Es posible que muchos de los milagros del NT sean narraciones simbólicas? Si así fuera, la incredulidad de los apóstoles ante la noticia de la resurrección de Jesús es "comprensible", puesto que se trataría de un fenómeno que nunca antes habían visto. Pero si Jesús realizó verdaderas resurrecciones, entonces la incredulidad de los apóstoles resulta absolutamente incomprensible.
 
“¿Te negarías tú, Carlos, a admitir que alguien esté viviendo con el corazón de otra persona? SERÍA UNA ACTITUD COMPLETAMENTE ABSURDA, PORQUE SABES QUE ESE TIPO DE COSAS YA SE HACEN. Pero no resultaría absurdo para alguien del siglo XVII, pongamos por caso, época en la que eso de sacar un corazón de alguien y conectárselo a otro no era más que CIENCIA-FICCIÓN.
 
“Igualmente, yo puedo ahora negarme a creer que alguien haya resucitado, y "estaría en mi derecho", porque nunca he visto tal cosa, ni tengo informes de que nadie lo haya visto. Pero es impensable esa actitud en los apóstoles, que ya sabían que "ESE TIPO DE COSAS SÍ PODÍAN SUCEDER, TAL Y COMO ELLOS MISMOS HABÍAN VISTO CON SUS OJOS". La incredulidad de los apóstoles ante la resurrección de Jesús apunta a que los milagros que relatan los evangelios, o muchos de ellos, pueden ser alegóricos. ¿No podrían ser igualmente simbólicos los personajes de Adán y Eva?
 
¿Cuál es tu visión sobre todo esto?” (Alfonso)

2. ¿Por qué Dios, hoy en día, permanece en silencio y, aparentemente no actúa de igual manera que en la antigüedad?

En la antigüedad, Dios eligió a un pueblo, Israel, y unos profetas, para revelarse a sí mismo, y en los postreros tiempos, nos ha hablado manifestándose por medio de su Hijo, “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder...” (Hebreos 1:3). Debemos tener claro que la máxima revelación de Dios a la humanidad, el desvelamiento del “misterio de la piedad” (1ª Timoteo 3:16) se realiza en los postreros tiempos (Hechos 2:17; 1ª Pedro 1:20).

1ª Timoteo 3:16: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”

A este periodo de tiempo, que se inicia con el nacimiento de Cristo, “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” (Gálatas 4:4,5), y que terminará al fin del mundo, se le denomina en la Biblia, los “postreros tiempos”.

Dios nunca ha pretendido convertirnos a Él mediante la realización de maravillosos milagros, hechos prodigiosos, o apariciones sobrenaturales de la Virgen María u otros famosos personajes de la historia. Todo lo contrario, Dios no nos pide que creamos sólo en lo que podemos captar con nuestros sentidos, eso no tiene ningún valor para Él. Dios nos demanda fe en lo que no podemos percibir por ningún medio físico.

Dios no nos ha abandonado a nuestra suerte sino que se ha revelado en su Palabra, por el testimonio de su Hijo y de sus apóstoles y discípulos. Él nos pide que veamos no con los sentidos sino con el espíritu, y que creamos que lo que Él ha hablado, a través de la Biblia, es verdad, porque “...sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonar de los que le buscan.”  (Hebreos 11:6). “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1). “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:14-16).

La mayoría de las personas de todas las épocas, no han tenido acceso a milagros o manifestaciones prodigiosas que supuestamente le hubieran ayudado a la fe, y, sin embargo, muchas de ellas, han ejercido fe en Dios mediante su Palabra. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.” (Romanos 10:17), y en ningún sitio, la Biblia declara que sin milagros no hay fe.

Ésta es la enseñanza que se desprende de la parábola de “el rico y Lázaro” que narra Jesús, recogida en el evangelio de San Lucas. En ella, se describe al rico que, una vez muerto, es sepultado, pero aparece en el Hades sufriendo tormento. A diferencia del rico, Lázaro, al morir, es trasladado por los ángeles a un lugar llamado “el seno de Abraham” donde recibe consuelo, en compensación por las penalidades que sufrió mientras vivía en el cuerpo. El rico, que pretende que sus cinco hermanos que todavía viven no sufran su misma suerte, ruega a Abraham para que envíe a Lázaro a la casa de su padre donde viven sus cinco hermanos, para que les testifique y así eviten ir a parar a aquel horrible lugar de tormentos. A continuación viene la moraleja o enseñanza de esta parábola, que se encuentra en Lucas 16:27-30:

Lucas 16:27-31: “Entonces le dijo [el rico a Abraham]: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
 
A los que objetan que Dios permanece en silencio y no hace milagros en la actualidad,  les sería aplicable esta enseñanza, la cual podríamos parafrasear de la siguiente manera:

“A Jesucristo y sus apóstoles tienen, además de a Moisés y los profetas. Si no oyen a Cristo y a sus discípulos, tampoco se persuadirán aunque se le apareciese alguien resucitado o presenciaran cualquier evento milagroso.” (Parafraseado por mí de Lucas 16:29,31).

“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gálatas 1:8,9).

La Revelación de Dios a la humanidad ha sido completada. Por tanto, de aquí al fin del mundo, Dios no hablará más, en el sentido de que no habrá revelaciones adicionales, ni más milagros para respaldar la fiabilidad de su Palabra. Sin embargo, proliferarán doctrinas espurias y falsas, doctrinas de demonios, acompañadas de grandes señales sobrenaturales, tratando de engañar si fuera posible hasta los escogidos de Dios (Mateo 24:24; Apocalipsis 13:13,14; 16:14). No obstante, Dios seguirá hablando por medio de su Palabra y de sus santos. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14).

Mateo 24: 24: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.”

Apropiándome del deber del atalaya (Ezequiel 2:16-21;33:7-9), me siento impulsado a dar la voz de alarma ante el peligro real que existe de que, mucha gente, basándose en eventos o manifestaciones sobrenaturales, sea engañada por el “príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.” (Efesios 2:2úp), al recibir y aceptar lo que es falso como verdadero, por el mero hecho que ello haya sido respaldado por un efecto prodigioso o sobrenatural. Por ese motivo, todo lo que se nos diga en materia de doctrina cristiana debe estar refrendado por la sola Biblia.

Isaías 8:19,20 (véase también Deut. 18:10-12;13:1-4): “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? 20 ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”

Al respecto, a fin de evitar que ninguna persona sincera sea engañada, es importante desenmascarar las diversas manifestaciones de Satanás y sus demonios, cuyo principal movimiento es el espiritismo, pero que hoy en día se camufla también bajo otros nombres que pretenden darle una apariencia científica, como por ejemplo, la parapsicología y todo tipo de fenómenos paranormales. El espiritismo pretende comunicarse con los espíritus de los muertos (ver Job 14:12; Eclesiastés 9:5,6,10). Esto es el gran engaño, pues los supuestos espíritus de muertos son en realidad espíritus de demonios.

1ª Timoteo 4:1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;”.

Nadie que crea en la Biblia como Palabra de Dios será engañado, si está atento a lo que nos dice Él a través de la misma. Necesitamos confiar más en la Biblia y menos en las declaraciones de las personas, aunque sean líderes religiosos de prestigio. Como humanos, ellos pueden inducir a errores, y por eso toda predicación debe cotejarse con la Palabra de Dios.

2ª Corintios 11:13-15: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 14 Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 15 Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.”

He aquí lo que declara Dios en su Santa Palabra, para que nadie pueda ser engañado, y se excuse diciendo que Él ahora está en silencio.

Apocalipsis 13:13,14: También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. 14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.

Apocalipsis 16:14-17: “pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. 15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. 16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.”

¿Acaso los milagros que hicieron Jesús y sus discípulos lograron convertir a más personas que la predicación del Evangelio del Reino?

El mayor milagro de todos los milagros y sobre el que está basada la fe del cristiano, es la resurrección de Jesucristo, y ésta fue vista por más de quinientas personas a la vez.  Pues San Pablo declara “...que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.” (1ª Corintios 15:5-8). Si la fe se obtuviera mediante los sentidos, dejaría de ser fe. Entonces, sí podríamos decir que Dios sería injusto con todos los otros que no han tenido ocasión de presenciar alguna manifestación sobrenatural. Inferimos, por tanto, que la fe y la salvación no se alcanzan mediante los sentidos físicos. “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8,9).

El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, y la justicia de Dios se revela por fe y para fe.

“...El evangelio [...] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; [..] (17) Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:16,17).

¿Qué quiere decir que “la justicia de Dios se revela por fe y para fe?

Este es un mundo injusto. Las injusticias han sido y son algo corriente en todas partes y en todas las épocas, ¿Cómo, pues, podemos ver y creer en la justicia de Dios aquí en este mundo? Sólo hay un camino: la fe en Dios. Si pretendemos ver la justicia de Dios con nuestros sentidos o con nuestro entendimiento de la realidad, nunca creeremos que Dios es justo y misericordioso a causa de todo el mal que prolifera en nuestro derredor, y en todo el planeta.

Si confiásemos plenamente que la Santa Biblia es Palabra de Dios no dejaríamos de creer lo que afirma el gran Apóstol Pablo en los siguientes pasajes:

Romanos 3:21-26: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

No me atrevo, a tratar de explicar las palabras de San Pablo, pues no creo que pudiera arrojar más luz sobre algo que él explica tan claramente. La justicia de Dios se manifiesta en su Hijo, Jesucristo, Él es nuestra justicia (Jeremías 23:5,6; 33:15,16; 2ª Corintios 5:21). Por eso San Pablo afirma: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.” (Romanos 3:22). No podemos dejar de repetirlo una y mil veces si fuese necesario, Sin fe es imposible ver que Dios es justo y tampoco podemos agradarle (Hebreos 11:6).

Al respecto, por si no ha quedado claro lo anterior, viene a propósito una valiente y profunda cita del gran Reformador Lutero, en su obra “De Servo Arbitrio” (La voluntad determinada):2

“El segundo factor es que la fe es “la confianza en las cosas que no se ven” (Hebreos 11:1). Por lo tanto, para que haya lugar a la “fe”, es preciso que todo aquello que sea objeto de la fe, esté escondido. Así Dios esconde su eterna clemencia y misericordia bajo la eterna ira, y su justicia bajo la injusticia, (1ª Samuel 2:6). Este es el más alto escalón (o grado) de la fe: creer que es clemente aquel que salva a tan pocos y condena a tantos; creer que es justo aquel cuya voluntad nos hace necesariamente condenables, dando la impresión, como se expresa Erasmo, de que se deleita en los tormentos de los infelices, y de que merece odio más bien que amor. Por lo tanto, si yo tuviera alguna remota posibilidad de comprender cómo es misericordioso y justo el Dios que muestra tan grande ira e injusticia, no tendría necesidad de fe. La fe en la vida es ejercitada en la muerte. (El resaltado en negrilla no está en el original)

En resumen: Dios siempre nos ha hablado a través de su Palabra. Él, en los tiempos antiguos llamó a un pueblo, Israel, e hizo grandes cosas y milagros por él, y ahora en el tiempo del fin, nos ha hablado a través de su Hijo Jesucristo, haciendo asimismo, prodigiosos milagros y señales, así que nadie tiene excusa, nadie puede decir que Dios permanece lejano, y no se ha implicado para salvar a este mundo, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (17) Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16,17)

No es cierto por tanto que Dios permanezca mudo, aunque lo parece, sobretodo para los que no tienen fe, no quieren creer, en el gran Salvador Jesús. Dios nos habla a nuestra conciencia, diciéndonos lo que hacemos bien y mal. Él ha enviado su Santo Espíritu al mundo para convencernos de la verdad, de la justicia y de pecado, pero la mayoría lo rechaza, despreciando así el ofrecimiento de la gracia de Dios. Además, en todas las épocas, ha habido testigos suyos, testigos de Cristo, que han predicado las buenas nuevas de salvación. Dios, por medio, de sus escogidos no ha cesado de llamarnos. El  texto citado de Hebreos 1:1, confirma que Dios no ha dejado de hablar desde que el mundo existe, pero los humanos nos hemos hecho sordos y ciegos para no oír ni ver.

3. ¿Por qué, hoy en día, Dios no hace milagros como en los tiempos del AT y NT?

Con respecto a tu siguiente párrafo que cito a continuación, te cuestionas por qué los pastores, sacerdotes, predicadores, y, añadiría yo, todo cristiano auténtico, que al estar consagrado a Dios, igualmente, se le demanda la total entrega de sí mismo a los demás, no se dedican a imponer las manos para hacer sanaciones milagrosas y resurrecciones de muertos.

“Pero no vemos a los actuales "hombres de Dios" (pastores, sacerdotes, predicadores...) orar para que resucite un joven que se ha dejado la vida en el asfalto, por ejemplo. No los vemos ir a los hospitales de enfermos terminales, imponer sus manos y producir sanaciones instantáneas, como las que los judíos tuvieron oportunidad de ver. ¿Por qué? ¿Acaso merecían ellos más que nosotros el privilegio de ver la mano de Dios? ¿Merecían los apóstoles, por ejemplo, más que nosotros, ser testigos de esas manifestaciones? ¿No es acaso Dios injusto con este proceder? (Alfonso)

Simplemente, te respondo que su misión no consiste en ir por ahí haciendo milagros, sino en predicar el evangelio del reino para que la gente acepte a Jesús y así pueda recibir la vida eterna. El propósito de esta vida es ser lo que Dios quiso que fuéramos, para alcanzar la vida eterna. ¿Qué más excelente finalidad puede haber en este mundo, que ser uno mismo, amando a los demás, dándose a los otros y tener como premio la vida eterna por la sangre de Jesucristo? La conversión de las personas a Cristo es la labor más importante de todas: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Marcos 8:36). Jesús testificó: “...antes si no os arrepentís todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:3).

Tu pregunta ¿es Dios injusto por haber hecho tantas señales sobrenaturales en tiempos de Jesús y sus apóstoles, y luego que murieron ellos, por dejar de manifestar su poder de la misma manera?

Te respondo con otra: ¿Es injusto Dios porque hizo muchos milagros para que reconocieran a Cristo como el Mesías enviado para la salvación del mundo, y para consolidar a la iglesia primitiva, y ahora ya no los hace, por lo menos, con esa espectacularidad, porque ya disponemos de toda la Revelación, y su iglesia está firme en Cristo, y Él nos manda que sólo vivamos y hagamos todo por fe? ¿Juzgaremos a Dios? ¿Nos atreveremos a mostrar a Dios lo que es justo o injusto?

¿Haremos como Tomás que necesitamos ver y tocar para creer, o protestaremos como los viñadores que trabajaron desde el inicio de la jornada hasta el final de la misma y recibieron el mismo sueldo que los que trabajaron apenas una hora? ¿Acaso tenemos envidia porque Dios fue igualmente bueno con los que trabajaron todo el día que con los que solo lo hicieron una hora?

Muchos, que presenciaron a Jesús realizar los milagros, como el de la alimentación milagrosa de cuatro mil personas (Mt 15:38, 16:10; Mr 8:9,20), y en otra ocasión, cinco mil (Mt. 14:21, 16:9; Mr 6:44; 8:19; Lc 9:14; Jn. 6:10), tampoco creyeron. Así lo denunció Jesús: “Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.” (Juan 6:26).

¿Haremos nosotros también como los judíos del tiempo de Jesús que todavía le pedían más señales prodigiosas para poder creer?

Juan 6:30,31: “Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.”

Jesús nos responde a todos así:

 Juan 6:27-30: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. 30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.

Juan 6:32-35: “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.  35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.”

Me pregunto ¿si los que vivieron junto a Jesús y a sus apóstoles y le vieron personalmente y contemplaron algún milagro de los que Él hizo, tuvieron ventaja real respecto a nosotros, que a diferencia de ellos disponemos de toda la Revelación y no sólo una parte?

Al respecto, Jesús testifica que no basta con ver para tener fe sino que es necesario ejercer confianza en la bondad y verdad de Dios: “Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.” (Juan 6:36).

4. Conclusión

Es cierto que la fe de los apóstoles y discípulos que convivieron con Jesús era escasa.  Creo que ellos no eran muy conscientes de quien era realmente Jesucristo y cual su misión. De ahí que nosotros, los que vivimos ahora, tenemos ventaja respecto a aquellos, porque poseemos una mayor perspectiva de la historia del mundo, y disponemos de toda la Revelación de Dios, la cual ellos, al principio, no tenían. No obstante, a partir de la muerte, resurrección de Cristo, los apóstoles y discípulos experimentaron una gran transformación, que se hizo especialmente evidente, poco después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando el Espíritu Santo, en cumplimiento de la promesa del Padre, vino sobre ellos (Lucas 24:36-49; Hechos 2:1-24). Simplemente, acordémonos del apóstol Pedro, que de negar a Cristo tres veces pasó a liderar a la iglesia primitiva, dirigiendo el famoso discurso de Pentecostés, en el que, en ese solo día, se añadieron a la iglesia del Señor “como tres mil personas” (Hechos 2:41). No obstante, Jesús les reprochó su incredulidad antes de su ascensión a los cielos (Marcos 16:12,13; Lucas 24:33-44), y les abrió el entendimiento para que comprendieran todo lo que estaba escrito sobre Él.

Marcos 16:12,13 ( Ver además: Mt. 28.16-20; Lc. 24.36-49; Jn. 20.19-23): “Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. 13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. 14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

Lucas 24: 33-44: “Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, 34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. 35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan. 36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. 38 Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. 40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. 43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos. 44 Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”

Ésta es la clave: Jesús resucitado les explicó la Palabra y “les abrió el entendimiento”: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; 46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Y vosotros sois testigos de estas cosas. 49 He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:45-49):”

La falta de fe de sus discípulos que convivieron con Cristo, en todo caso, sólo viene a demostrar lo que afirmábamos arriba, que la fe no se forma a través de los sentidos, o sea, a base de visualizar manifestaciones milagrosas, sino que la fe es un don de Dios (Efesios 2:8; Romanos 5:2; Hebreos 12:2: “puestos los ojos [espirituales] en Jesús, el autor y consumador de la fe...”), que se adquiere cuando la persona conoce la Revelación de Dios y la acepta como la Verdad, y consecuentemente la obedece viviendo coherentemente con la misma. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1). Implica, pues, la fe una verdadera conversión y orientación, sin titubeos, hacia la Verdad. Dudar que la Santa Biblia no es Palabra de Dios es hacer a Dios mentiroso, y negar a Cristo, la Palabra Encarnada.

Tito 1:21: “Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad, 2 en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, 3 y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador,”

Hebreos: 6:17-20: “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”

Aunque yo no soy ejemplo de nadie ni de nada, de lo único que puedo hablar es de mi experiencia. Aparentemente, yo acepté las Buenas Nuevas de Salvación en Jesús hacia los años 73-75, pero hasta que abandoné la iglesia Adventista del Séptimo día, después de veintiocho años de permanecer como miembro practicante, no he empezado a experimentar la paz y los frutos del Espíritu, que se derivan de una aceptación real y consecuente de la Palabra, y de sentirme justificado y santificado para Dios por medio de su gracia en Cristo (Romanos 5:1).

La fe, pues, es un proceso, que se acrecienta, al unísono que vamos descubriendo y asimilando y poniendo en práctica las grandes verdades que encierra la Palabra de Dios, la cual es nuestro principal alimento espiritual que constantemente nos va dando vida espiritual, y crecimiento “...a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:13úp-16)

Como hemos hecho en el cuerpo de este estudio, es nuestro deber advertir, que en los postreros tiempos, especialmente en nuestra época, cercana al fin del mundo, “...se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.” (Mateo 24:24). Desconfiemos, pues, de toda señal, manifestación prodigiosa o milagro, pues normalmente, no vendrá de parte de Dios “...sino del mismo Satanás [que] se disfraza como ángel de luz.” (2ª Corintios 11:14úp; Apoc. 13:13). Tampoco nos dejemos engañar por el espiritismo y los fenómenos paranormales que tanto abundan, pues “son espíritus de demonios que hacen señales...” (Apocalipsis 16:14). No es posible comunicarse con los espíritus de los muertos porque ellos nada saben “..y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.” (Eclesiastés 9:5úp.). Dios lo ha prohibido (Isaías 8:19-21; Deuteronomio 18:10-12; Lv. 19:31; 20:27) porque Él no quiere que seamos engañados por los demonios que se hacen pasar por los espíritus de los muertos.

Creamos que Dios es justo, y se ha revelado a la humanidad de diversas maneras y últimamente por su Hijo, Jesucristo. Dios no dejará impune a los que atentan contra la Verdad y hacen todo tipo de injusticias. (Romanos 8:18-25). Leamos por favor, la siguiente Palabra de Dios que nos advierte de detener con injusticia la verdad.

Romanos 8:18-25: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.”

Dios siempre nos ha hablado a través de su Palabra. Él, en los tiempos antiguos llamó a un pueblo, Israel, e hizo grandes cosas y milagros, y ahora en el tiempo del fin, nos ha hablado a través de su Hijo Jesucristo, haciendo asimismo, prodigiosas señales y milagros, así que nadie tiene excusa, nadie puede decir que Dios permanece lejano, y no se ha implicado para salvar a este mundo, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (17) Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16,17)

No es cierto por tanto que Dios permanezca mudo, aunque lo parece, sobretodo para los que no tienen fe, no quieren creer, en el gran Salvador Jesús. Dios nos habla a nuestra conciencia, diciéndonos lo que hacemos bien y mal. Él ha enviado su Santo Espíritu al mundo para convencernos de la verdad, de la justicia y de pecado, pero la mayoría lo rechaza, despreciando así el ofrecimiento de la gracia de Dios. Además, en todas las épocas, ha habido testigos suyos, testigos de Cristo, que han predicado las buenas nuevas de salvación. Dios, por medio, de sus escogidos no ha cesado de llamarnos. Observemos como el siguiente texto de la Epístola a lo Hebreos confirma que Dios no ha dejado de hablar desde que el mundo existe, pero los humanos nos hemos hecho sordos y ciegos para no oír ni ver.

Hebreos 1: 1-4: “1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.”

Si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:

carlosortsgmail.com

Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com

 

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*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1http://www.amistadencristo.com/miscelanea/bautismo_en_el_espiritu.php

2“La voluntad determinada” (“De Servo Arbitrio”) del gran Reformador, Martín Lutero.

 

 

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