Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Ciclo: Historia del cristianismo

Cuarta parte

La Iglesia Cristiana Medieval

 
(Conferencia Ámbito Cultural Corte Inglés de 09-05-11)

 

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

A modo de introducción y a fin de enlazar esta cuarta parte sobre la Iglesia Cristiana Medieval, que presentamos hoy, con la anterior conferencia –“3. La Iglesia cristiana hasta el emperador Constantino”–, haremos un breve resumen de la charla anterior a continuación.

En la pasada sesión del cuatro de abril, titulada –“La Iglesia Cristiana hasta Constantino”–, tratamos los tres primeros periodos de la historia de la Iglesia, del total de cinco en que dividimos la misma, a fin de poder estudiarla y entenderla mejor. A saber: 1º) La Iglesia primitiva (Desde Pentecostés, año 30, hasta el año 100 d.C). 2º) La Iglesia de los mártires - periodo romano antes de Constantino. (Desde el año 100 d.C. hasta el 311 d.C). 3º) La Iglesia constantiniana- o periodo constantiniano (Desde el año 313, edicto de Milán, abarcando el reinado de Constantino y de sus sucesores, Valentiniano, Teodosio y Justiniano, hasta la muerte de este último en el año 565 d.C).

Dijimos que la iglesia primitiva, la de los apóstoles, experimentó un rápido crecimiento numérico y expansión fuera de los límites de Palestina. Debido, principalmente, a que fue obra de Dios el poder del Espíritu Santo que recibieron los apóstoles en el día de Pentecostés del año 30 y sucesivos. Por otro lado, también gracias a las misiones de Pablo y de los otros apóstoles, treinta años más tarde se habían creado asambleas cristianas en Judea, en Samaría, en Siria, en Macedonia, en Grecia, en Egipto y hasta en Roma. Las persecuciones no lograron parar el fuerte ímpetu de los discípulos de Cristo, sino que por el contrario, se fortalecieron con las dificultades, y posteriormente la sangre de los mártires fue “semilla de nuevos cristianos”.

La primera cruel persecución fue la de Nerón, que en su periodo de reinado (54-68), incendió Roma, expuso a los cristianos a ser despedazados y devorados por las fieras, crucificó a muchos de ellos y los cubrió de resina y brea para que sirvieran de antorchas que iluminaran el Circo de su mismo nombre (hoy la plaza de san Pedro). En esta persecución, al parecer, murieron los apóstoles Pedro y Pablo. Varios emperadores se sirvieron de cualquier catástrofe para echar la culpa a los cristianos, pues causas justas para perseguirlos no había. Resulta también una ironía de la historia constatar [que] quien cometió tan grande injusticia contra los cristianos fue el imperio romano, el inventor del derecho.(1)

La fuerza imparable de la primera comunidad cristiana no había podido ser reprimida ni por la persecución inicial por parte del Sanedrín, ni por las diez persecuciones llevadas acabo por distintos emperadores del Imperio romano, que prosiguieron durante algo más de dos siglos. De estas diez crueles persecuciones que sufrieron los cristianos, ya citamos la de Nerón, y en este periodo sólo nos referimos, por limitaciones de tiempo, a la décima ó última, con la que culminó este espantoso periodo de los mártires, que fue la promovida por el emperador Diocleciano hacia los primeros años del siglo cuarto (año 303 d.C). Ésta fue la más cruel y terrible de todas, porque se calcula que bajo su reinado llegaron a morir por su fe unos 100.000 cristianos, muchos de los cuales pertenecían a las comunidades de las provincias del imperio (2). Entonces, fue cuando se hizo famosa la frase de Tertuliano en el cristianismo primitivo: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.

También hablamos de la etapa constantiniana de la Iglesia, que toma su nombre del emperador Constantino el Grande. Este periodo se caracteriza por la unión o simbiosis de la Iglesia con el Estado; y abarca, según unos, desde el año 313, edicto de Milán, con el reinado del emperador Constantino, continuando con sus sucesores, Valentiniano, Teodosio y Justiniano, hasta la muerte de este último en el año 565 d.C. Sin embargo, otros piensan que esta «era constantiniana», si nos atenemos a su citada característica fundamental, se prolongaría hasta que se produjo «la separación de la Iglesia y del Estado», lo que comenzó a principios del siglo XX. Aunque al principio, Constantino instauró la libertad de cultos, pronto derivó a una hegemonía de la religión cristiana sobre las paganas. El poder autócrata de la Iglesia por el que trataba de imponer sus creencias al pueblo era un fiel reflejo de su espíritu constantiniano. También en esta época proliferaron grandes herejías, como son, por ejemplo: arrianismo, nestorianismo, monofisismo, pelagianismo, etc.

Durante el citado periodo, la Iglesia primitiva pasó, de ser perseguida, primero por los judíos, y poco después, por los emperadores romanos, a convertirse en perseguidora de los paganos, y de todos aquellos que se oponían abiertamente a sus doctrinas. Esto ocurrió al adquirir poder secular y político concedido por Constantino a partir del siglo IV, y pocos años más tarde, por Teodosio, pasando a ser la religión del estado. Es oportuno en este momento leer una cita del teólogo católico, Dr. Antonio Bentué, licenciado en Teología católica en 1969, profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile:

“Y entonces la persecución comenzó a tener como víctimas a los antiguos “paganos”, destruyéndose sus templos e incluso a veces condenándolos a penas durísimas que incluían la muerte o, al menos, la incapacidad para acceder a cargos públicos en el imperio. Las herejías religiosas contra la fe católica oficial se convirtieron así en delitos sociales y políticos. Esa actitud de apoyo exagerado a la Iglesia llegó a su punto culminante con el emperador Justiniano, en el siglo VI, quien llegó a hacer clausurar la escuela filosófica de Atenas y a prohibir todo resquicio “pagano”, imponiendo obligatoriamente la instrucción cristiana a todas las familias, así como el bautismo como requisito para poder gozar de plena ciudadanía política, amenazando con la pena capital a los paganos y a los apóstatas o herejes, quienes quedaban excluidos de toda docencia.

Con este viraje en la relación del Imperio romano con el cristianismo, la gente se hizo masivamente cristiana, sin que ello les representara grandes dificultades, consiguiendo con ello ventajas económicas y políticas. De esta manera, como lo expresaba el Padre y ermitaño, San Jerónimo, “después de la paz constantiniana, la Iglesia creció en riqueza y en poder, pero se empobreció en virtudes”. (“Historia de las religiones” de Antonio Bentué. Págs. 191 y 192)

El principio constantiniano trajo la coerción. Esto se nota gráficamente en la filosofía de san Agustín (354-430 D.C.). El fue un gran “padre” de la iglesia, un campeón de la gracia de Dios, pero también él fue un completo constantiniano. En sus debates en contra de los Donatistas él usaba la parábola de la gran cena y el siervo de Lucas cap. 14, versículo 23, que dice así: “Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”. De aquí deducía que los hombres, al igual que hacia el señor de esta parábola, deben ser forzados a recibir la verdad de la Iglesia Católica para su propio bien. El justificaba su proceder argumentando que en el tiempo de los apóstoles, el cristianismo todavía no había recibido su poder completo y era incapaz de retener a algunos de sus seguidores (Jn. 6:65-69), pero ahora que poseía el poder del Estado, podría “forzar” a los hombres a venir a su redil.

Puesto que la salvación se consideraba sólo posible “dentro de la iglesia” y no fuera o separada de ella, el forzar a los hombres a entrar en la iglesia era la “salvación” de ellos, su propio bien. Esta filosofía autocrática era semejante a la de los sistemas totalitarios modernos como son el Nazismo, o el Comunismo, en lo que respecta a la restricción de las libertades individuales. La costumbre de quemar a los herejes fue el producto de esta filosofía.

De esta forma el “cambio constantiniano” produjo una iglesia estatal híbrida. Un sistema eclesiástico cuya estructura se iguala a la del Estado. Este sistema tenía el poder de obligar a los hombres y bajo pena de muerte, traerlos a su dominio totalitario. En la historia subsiguiente mientras que el poder político de Roma se debilitaba, la Roma eclesiástica surgía para tomar su lugar, hasta que el poder papal en el siglo octavo pudo coronar o destronar a reyes. A través de la era medieval este principio constantiniano sería la base para la muerte de un número incalculable de creyentes neotestamentarios, quienes se atrevieron a permanecer fieles a Dios.

El poder de la iglesia ya no era espiritual sino más bien, político, civil y militar. Esta iglesia apóstata ahora poseía dos “espadas”, la “espada del Espíritu” (supuestamente) y la espada del magistrado civil. Este sistema había renunciado a las armas espirituales habiéndolas cambiado por carnales.

Por el contrario, el cristianismo del Nuevo Testamento estaba basado en la eficaz predicación del Evangelio habilitada por el Espíritu, el poder regenerador del Espíritu Santo y la fuerza moral de la oración, la Sagrada Escritura, y las vidas piadosas, para efectuar la conversión de los hombres y para mantener una influencia preservadora en la sociedad. La verdad tenía que ser aceptada voluntariamente por la convicción y la fe personal.

Hasta aquí el resumen de la pasada charla.

En la sesión de hoy hablaremos del periodo medieval de la Iglesia. Aunque el cambio de la edad Antigua a la Media fue paulatino, tomaremos como comienzo y final de este largo periodo histórico de mil años de la Civilización Occidental, el comprendido entre el siglo V y el siglo XV. Marcando su inicio, la caída del imperio romano de Occidente (476), y su fin con la caída del Imperio Bizantino, o Romano de Oriente (1453), que coincide con la invención de la imprenta y el fin de la Guerra de los Cien Años. O bien, como final alternativo también puede tomarse el descubrimiento de América (1492). No obstante, dada la cantidad de eventos que sucedieron durante ese periodo de aproximadamente mil años, en la charla de hoy nos quedaremos a las puertas del cisma de Oriente.

Los historiadores suelen considerar la Edad Media dividida en tres etapas:

Trataremos de abarcar y destacar los principales eventos y características de las dos primeras etapas de la Edad Media, que son los siguientes:

En la próxima sesión, que se celebrará DM el 16 de mayo, hablaremos de los cismas de Oriente y Occidente y de la Reforma Protestante.

2. La Iglesia medieval.

Antecedentes religiosos

“A partir del siglo cuarto comenzaron a convocarse los llamados Concilios Ecuménicos. El primero de ellos fue provocado por la llamada crisis “arriana”, suscitada, hacia el año 320, por Arrio, presbítero de Alejandría. La tesis fundamental del “arrianismo” consiste en negar la divinidad eterna del Verbo de Dios, como segunda persona de la Trinidad y, por lo mismo, la divinidad de Jesús. Para Arrio, el Verbo, encarnado en Jesús, no es eternamente coexistente (engendrado del Padre) con el Padre, sino una “creatura”, superior a las demás, como una especie de “demiurgo” por medio del cual Dios lo ha creado todo. Esta tesis fue consiguiendo adeptos importantes entre teólogos y obispos, así como entre los fieles”. (3)

“El emperador Constantino, deseoso de acabar con esta polémica, encargó a Osio (c. 260—357), obispo de Córdoba, quien desde el 312 se hallaba en su corte y había intervenido en el síno­do de Alejandría, que procurara un arreglo. Como no fue posible,  se precisó la convocación, en el 325, del concilio de Nicea, presidido por Osio. En este concilio, que fue el primero ecumé­nico, el arrianismo fue condenado y Arrio, con los dos obispos que le apoyaron, partió para el destierro. […] [Sin embargo,] la condena de Nicea no significó el fin del arrianismo. Éste halló refugio en la propia familia imperial y se produjo una violenta reacción antinicena, apoyada por el emperador Constancio II (reinó 337—361). La jerarquía arriana, organizada en este período intermedio, se lanzó a una labor evangelizadora que dio sus frutos en el siglo V entre los pueblos germánicos, para extinguirse en el s. VII. (4)

“[Poco después del concilio de Nicea, en el año 330,] Constantino reconstruyó y amplió la ciudad griega de Bizancio (la actual Estambul), a la que cambió el nombre por el de Constantinopla y la convirtió en capital cristiana del Imperio, en sustitución de Roma, símbolo del paganismo. Con ello hizo bascular el centro político del Imperio hacia el este, suministrando una capital magnífica al futuro Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino), que en 1453, pasaría a ser la capital del Imperio Otomano. Y tras haber derrotado a los godos (332), el emperador falleció cerca de Nicomedia, en el año 337, mientras preparaba una campaña contra los persas”. (5)

“A la muerte del emperador Juliano el apóstata (361-363), que quiso en su año y medio de reinado volver al paganismo y a perseguir a los cristianos pero como no tuvo éxito, los sacrificios paganos fueron prohibidos, y en el año 391 todos los templos paganos quedaban cerrados al culto. Las fuerzas latentes del paganismo hicieron un esfuerzo supremo para sobrevivir, pero sucum­bieron definitivamente en el 392 por obra del emperador Teodosio, primer emperador cris­tiano. Incluso el culto privado a los dioses lares (domésticos, los de los hogares) fue prohibido y castigado.

“San Ambrosio, consejero del emperador, tuvo el tacto suficiente para que los paganos fueran respetados en sus personas y en sus cargos, pero muchos templos, en cambio, fue­ron derruidos y las estatuas de dioses y diosas, destruidas con pasión. Se pudo decir que los dioses pagaron por los hombres. El imperio romano desde entonces, se convirtió en un imperio cristiano y siguió sién­dolo hasta mediados del siglo xv en que su heredero, el imperio bizantino o romano orien­tal, sucumbió ante las fuerzas de los turcos otomanos.” (6)

“La autoridad suprema del obispo de Roma, que defendía ya San Cipriano, había empezado por ser efectiva en Italia desde que San Pedro fundó esta comunidad cristiana. El traslado de la sede imperial a Constantinopla, en tiempo de Cons­tantino, poco después del edicto de la concesión de la libertad de cultos, hizo que el obispo de Roma afianzara cada día más su autoridad primacial. Los obispos de las sedes orientales más importantes, Jerusalén, Alejandría, Antioquía y Constantinopla —más tarde, (379) sedes patriarcales—, en cambio, tuvieron del emperador mayor apoyo, pero ello conllevaba también mayor suje­ción y más intervención del mismo. La Iglesia oriental siempre estuvo más suje­ta al poder del emperador que la occidental”. (7)

2.1. Caída del Imperio Romano

Entre el siglo IV y V, el imperio romano perdió buena parte de su extensión en Occidente y quedó limitado a su parte oriental, o sea Bizancio. Esto fue como consecuencia de la invasión de los pueblos bárbaros, que empezó hacia el año 406, provocando su fraccionamiento y caída alrededor del año 476, cuando su emperador Rómulo Augústulo es depuesto, asumiendo su lugar Odoacro, el jefe de los hérulos, que puso fin a uno de los imperios más grandes de la historia. Hay que dejar claro que el imperio romano de Oriente, o sea, el llamado imperio romano bizantino continuó aún cerca de mil años, hasta que fue invadido por los turcos otomanos en el siglo XV (1453). Estos pueblos bárbaros (originarios de Escandinavia), visigodos, burgundios, vándalos, suevos, ostrogodos, francos, germanos, etc., se convirtieron al cristianismo, empezando algunos por el arrianismo, para, al final, pasarse la mayoría a la ortodoxia.

De estos pueblos, los visigodos fueron cristianizados por el obispo Ulfilas, pero el arrianismo arraigó en ellos hasta que pasaron a la ortodoxia en el 589. Burgundios y vándalos eran también arrianos. Los suevos, en el 408, eran en parte todavía paganos y estuvieron va­cilando entre el arrianismo y la ortodoxia hasta que, hacia el 560, optaron por esta úl­tima. Los ostrogodos, cuando en el 489 se apoderaron de Italia, practicaban ya el arrianismo, pero su rey Teodorico se esforzó para evitar roces con los católicos. Los fran­cos, en cambio, paganos, pasaron directamente a la ortodoxia en el 496 con el bautismo de su rey Clodoveo (del libro Historia de las religiones; (8)

Estas invasiones, al fraccionar el imperio romano, acentuaron la separación entre el occidente latinizado y el oriente griego, entre Roma y Bizancio, perjudicando la unidad de una Iglesia que ya estaba sometida a fuertes tensiones entre estos dos centros de poder. No obstante, los papas, por el hecho de ser obispos pertenecientes al Imperio bizantino, estaban teóricamente bajo la obediencia del emperador bizantino. Italia, para entonces, estaba en poder de los longobardos, más conocidos como lombardos, excepto unos pocos territorios que “los bizantinos consiguieron conservar bajo su control, como son la región de Rávena y Roma, unidos por un estrecho corredor que discurría a través de Perugia”. (9)

“En occidente, pasados los momentos de pánico de la invasión bárbara, la Iglesia latina es lo suficientemente fuerte para bautizar y asimilar a los invasores —como Clodoveo, rey de los francos, en el 496 (cuyo territorio corresponde, aproximadamente, a la Francia de hoy)— y convertirlos en nuevos protectores suyos. Esta amalgama entre el poder secular y el eclesiástico, prolonga, de alguna manera, la imagen del imperio perdido, creando cierta estabilidad y unidad política”(10).

2.2. La formación de los Estados Pontificios (S. VIII-756) y el actual Estado Vaticano.

Desde Constantino y durante toda la Edad Media, especialmente la época feudal (VIII-XII), la jerarquía eclesiástica católica acumula gran cantidad de propiedades y riquezas, que se irán acrecentando a lo largo de los siglos, con algunas fluctuaciones.

El Estado Vaticano actual es solo un pequeñísima fracción territorial de 44 hectáreas de superficie, -no llega a medio kilómetro cuadrado-, que ha logrado mantener la jerarquía eclesiástica romana, al perder en 1847 los restantes territorios italianos sobre los que tenía soberanía, conocidos históricamente como Estados Pontificios. Los cuales abarcaban el centro y norte de Italia por la costa este.

A continuación, veremos con más detalle la composición del Estado Pontificio, y cómo quedó reducido al actual Estado Vaticano. Seguiremos explicando cómo consiguieron los papas la soberanía de “Los Estados Pontificios o Estados de la Iglesia o en ocasiones Estados Papales, cuáles son sus orígenes, cuándo y cómo se constituyeron.

Origen y composición de los Estados Pontificios.

Como ya hemos dicho, “desde que se instituyó la sede episcopal de Roma, [es decir, desde Constantino en adelante], los fieles, y en mayor medida los emperadores cristianos, fueron donando a la Iglesia romana cuantiosos bienes territoriales, algunos de ellos constitutivos de importantes extensiones de terreno. Estas posesiones, más otras de carácter inmueble, vinieron a integrar lo que se conoció como Patrimonio de San Pedro, y estuvieron diseminadas por toda Italia e incluso fuera de ella” (11).

Más tarde, “Al producirse el derrumbamiento del Imperio romano de Occidente (476), la comunidad cristiana de Roma y su cabeza, el Papa, poseían amplios territorios extendidos por diversas regiones (Italia, Dalmacia, Galia meridional, África del norte) constituyendo el llamado Patrimonium Petri” (12).

Sin embargo, “sobre tal vasto [o extenso] conglomerado territorial el papado no se arrogaba por aquel entonces ningún título ni atributo de soberanía política. El proceso por el cual el Pontificado reivindicaría por espacio de más de un milenio el derecho a poseer un Estado propio, se iniciaría a mediados del s. VIII” (13), [cuando el Papa al verse amenazado por los lombardos, pidió ayuda al rey de los francos. De las negociaciones subsiguientes surgiría la promesa de éste, de donar al papado los territorios del Exarcado de Rávena y la Pentápolis una vez que hubieran sido rescatados a los lombardos].

El Estado Pontificio se constituiría, pues, por este “conglomerado de territorios, que básicamente ”abarcaban una gran franja que se extendía a todo el centro de Italia, desde la parte oeste, con capital en Roma, hasta la costa este del Mar Adriático, y a lo largo de la misma, en dirección norte, hasta llegar a la ciudad de Rávena. Estos territorios centro-italianos, cuya capital fue Roma, “se mantuvieron como un estado independiente entre los años 752 y 1870, bajo la directa autoridad civil de los Papas” (14).

 “En el año 847, el papa León IV ordenó levantar una gran muralla, de nombre «Leonina», para defender al Vaticano de los ataques sarracenos. Esta construcción transformó la zona de San Pedro en un recinto amurallado. Protegía la gran Basílica y sus tesoros, las iglesias menores, los monasterios, las casas del clero y de acogida de peregrinos, los huertos de los residentes. Al mismo tiempo, convertía a la ciudad en un distrito sui generis.

“La mayor parte de las anexiones al territorio del Vaticano se mantuvieron bajo poder del papado hasta 1797, año en que Napoleón Bonaparte se apoderó de este territorio, creando la República Romana.

“En 1801 el papa Pío VII recuperó parte de su poder, y en 1815 el Congreso de Viena, tras la caída de Napoleón, restituyó casi todas las antiguas posesiones al papado.

“En 1869 se celebró el primer Concilio Vaticano en el que se decretó el dogma de la infalibilidad del papa. Un año después, los Estados Pontificios se disolvieron definitivamente cuando el rey Víctor Manuel II los anexó al reino unificado de Italia, incluida Roma. La jurisdicción del papado quedó reducida al Vaticano, en el que cada uno de los sucesivos pontífices permaneció como prisionero voluntario en protesta. Este encierro voluntario continuó hasta 1929 cuando, en virtud del Tratado de Letrán entre la Santa Sede y el Reino de Italia –gobernado entonces por Benito Mussolini– se reconoció la soberanía y personalidad jurídico-internacional del Estado de la Ciudad del Vaticano. [La Santa Sede es, pues, el órgano de la Iglesia católica, que gobierna sobre el territorio físico que conforma el Estado Vaticano]. Se logró así la consolidación de la autoridad política del sumo pontífice.” (15)

No obstante, si queremos entender este proceso histórico necesitamos ahondar en la historia y analizarlo con algún detalle.

El clima político antecedente

Desde comienzos de siglo VIII, el papado se encontraba sometido a varias presiones: Por el este, la del emperador bizantino que se esforzaba por dominar la Iglesia de Roma intentando imponer por la fuerza su criterio, y desde dentro de Italia, por la del rey lombardo, Luitprando, que también quería intervenir en los asuntos de la Iglesia. Por otra parte, estaban los musulmanes, cuya influencia disminuyó desde su derrota en la batalla de Poitiers del año 732, ganada por Carlos Martel. Este era el mayordomo palatino del rey franco, una especie de ministro francés, a quien el Papa Gregorio III optó por pedir ayuda, a causa de esta situación comprometida por la que atravesaba(16). Aunque se estableció una buena relación, la ayuda esperada no llegó hasta poco después del año 751 en que se proclamó rey de los francos su hijo, Pipino el Breve (llamado así, posiblemente, por su baja estatura), después de confinar en un monasterio al último descendiente de Clodoveo, el joven Childerico III (de la dinastía Merovingia), convirtiéndose, de esta manera, en el fundador de la Dinastía Carolingia (17).

Pipino solicitó al Papa Zacarías que reconociera la nueva dinastía producto del golpe de Estado, hecho con su aquiescencia. El Papa delegó a San Bonifacio para coronar a Pipino (752), y en el 754 volvió a repetirse la ceremonia siendo el papa Esteban III (752-757), quien nombró rey a Pipino el Breve y a sus dos hijos Carlomán y Carlos (el futuro Carlos el Grande o Carlomagno) (18). A cambio de la bendición papal de su reinado, Pipino prometió al Papa “el exarcado de Rávena (territorio de la costa norte del Mar Adriático, que incluía Imola, Ferrara y Bolonia) y los derechos y localidades del ducado de Roma”, lo que cumplió definitivamente en el año 756, después de vencer al rey lombardo Astolfo (19). Esto constituyó las bases del futuro Estado Pontificio, que perduró hasta el año 1870 (20). Todos estos territorios situados en la Romaña y las Marcas (regiones del centro de Italia), que conforman la donación de Pipino al Papa no fueron restituidos al control de Bizancio, que los reclamaba como suyos. (21) A este respecto, y

Con el objetivo de justificar el traspaso de estos bienes del imperio bizanti­no a la Santa Sede, se fabricó la Donatio Constantini (Donación de Constantino), acta falsa en la cual se suponía que el emperador Constantino había hecho donación al papa Silvestre y a sus sucesores de los territorios del Imperio de Occidente. (22)

En realidad se trataba de un documento creado ex-profeso para la ocasión, pero suficiente para deslumbrar [al poco versado en letras] Pipino. (23)

Sin embargo, es, especialmente, a partir del siglo IX, cuando Carlomagno (reinado 768-814) concede a la Santa Sede, el Estado Pontificio (Roma y su ducado, el exarcado de Rávena y la Pentápolis: Rímini, Pésaro, Fano, Sinigaglia y Ancona. Venecia e Istria figuraban en el lote, pero se hallaban todavía en poder de los bizantinos). Desiderio, rey lombardo, ataca el Exarcado. Adriano I (772-795) pide ayuda. Carlomagno toma Pavía y se hace coronar emperador de los lombardos (corona de hierro, porque se dice que fue hecha con un clavo de la cruz de Cristo). En 774 hace más donaciones al Papa (Imola, Bolonia, Ferrara). En 781 desaparece el dominio bizantino en los Estados Pontificios. Se acuñan monedas con la efigie del Papa (24). Desde entonces Italia quedó repartida, entre tres soberanos: el papa, Carlomagno y el emperador bizantino (25).

Con la coronación de Carlomagno, emperador de Occidente (26) en Navidad del año 800, por el Papa, en Roma, se da inicio al Sacro Imperio Germánico Romano. Esto consolida fuertemente la supremacía del Papa, pontífice y soberano de Roma, pero causa la irritación de los bizantinos por considerar que Roma, al consagrar a un emperador franco, se había apartado de la verdadera tradición imperial romana que había heredado Constantinopla (Bizancio)(27). Los dos poderes serían ejercidos, el espiritual por el Papa y el temporal por el emperador, pero el equilibrio de estos dos poderes resultó difícil. Carlomagno, consideró que podía intervenir en los asuntos disciplinares eclesiásticos, como en la vida del clero y en las reformas monásticas, al igual que en las cuestiones doctrinales como, por ejemplo, la del “adopcionismo”(28) y la del “Filioque”(29) del credo; el Papa estaría relegado al servicio litúrgico -así se lo escribió el emperador al Papa León III (795-816). Pero la pronta decadencia carolingia, con el paso del siglo noveno, libró al papado de este influjo de modo especial con la actuación del Papa Nicolás I (858-867).

En adelante, es la Iglesia la que dirige la sociedad, y los poderes civiles están a su servicio. El Papa convertido en soberano pontífice de los estados pontificios, comenzó a querer ser, no sólo cabeza de la Iglesia sino del mundo. Y en el siglo XIII sometió incluso al poder real.

“En el 817, Luis el Piadoso confirmó al papa Pascual I (817-824) los territorios del Estado Pontificio. Se obligaba a no intervenir en sus asuntos internos, ni en las elecciones pontifi­cias, y se precisaba que la elección del nuevo Papa sería comunicada al emperador una vez hubiese sido consagrado. El papado obtenía, pues, la libertad ansiada y se reafirmaba su autoridad” (30), aunque esto no duraría mucho, pues poco después, el mismo emperador volvería a exigir al papa el control sobre la ordenación de obispos y de papas. Estas disputas por conseguir la supremacía del poder civil y eclesiástico, entre el emperador del Sacro imperio Romano Germánico y el papado, se prolongarían con algunos altibajos hasta que se desencadenó el llamado “conflicto o querella de las Investiduras” que enfrentó a papas y reyes cristianos entre 1073 y 1122, que luego veremos con más detalle cuando tratemos la Iglesia feudal.

“Pues bien, en Occidente, y a espaldas de la Iglesia de Oriente, se fue pasando, a lo largo de la edad media, de la unión entre poder temporal y poder eclesiástico a una concepción de la cristiandad como regida, en primer lugar por el Papa, de quien el mismo emperador y los reyes eran ante todo súbditos, según la doctrina de las “dos espadas”(31). Pero el poder imperial, que estaba de acuerdo en recibir la consagración de mano del Papa, no estaba muy conforme con sentirse súbdito suyo en lo referente a los propios derechos imperiales. Este conflicto, [que es una constante en la Edad Media] se agudizó sobre todo durante el papado de Gregorio IX (1227-1241), enfrentado al emperador Federico II, exigiéndole sumisión argumentando que Cristo Rey, el Hijo de Dios, había dado a Pedro todo el poder tanto sobre las cosas espirituales como temporales (32). Pero, aún estamos en el siglo IX, quedando  todavía cuatro siglos para llegar allí, en los cuales “la Iglesia va a atravesar un profundo periodo de decadencia, sobre todo en el llamado siglo de Hierro del Papado, por ser un siglo oscuro y nefasto como veremos. Tal vez la causa más directa de este declive sea la decadencia del Imperio carolingio; los Papas habían ligado estrechamente su actividad a la política europea, se habían convertido en figuras de primer orden de la vida política de su tiempo, y el lento disolverse de la obra de Carlomagno acarreó consigo la destrucción del poderío de los Papas, que pasan a ser víctimas y juguetes de los señores feudales italianos, tal como los Emperadores lo serán del feudalismo francés y alemán” (33).

Sin embargo, antes de hablar de los eventos más importantes que marcaron esta etapa, como son el citado siglo de Hierro (882-1046), que desembocó, en la Querella de las Investiduras, que fue un conflicto que enfrentó a varios papas y reyes cristianos entre 1073 y 1122, y que finalizó en la negociación del Concordato de Worms, necesitamos hablar de la Iglesia feudal.

La Iglesia feudal

 “Al poco de morir Carlomagno se inició la decadencia carolingia, con los «repartos» territoriales del imperio. [Su hijo Luis el Benigno o Ludovico Pío, que le sucedió en el trono, dividió el imperio en el año 817 entre sus tres hijos: Lotario, Pipino y Luis]. Esto causó el decaimiento de la autoridad suprema y la crisis de la sociedad: la disgregación feudal sucedió al orden imperial y la Iglesia pagó también las consecuencias. Al desvanecerse la autoridad soberana, se multiplicaron los peligros de anarquía y las amenazas de normandos, sarracenos y magiares. Las gentes, incapaces de defenderse por sí mismas, buscaron protección en la única fuerza que podía prestarla, la casta nobiliaria militar, detentadora en exclusiva del poder efectivo y real. Una red de relaciones vasallático-beneficiales de patrocinio y de servicio, que ligaban al hombre con el hombre, articularon la sociedad feudal” (34). Estas relaciones se producen entre el señor feudal y el siervo o vasallo, y puesto que estos son conceptos que se refieren al feudalismo, vamos a continuación a definirlo.”

“Se denomina feudalismo a la organización social, política y económica basada en el feudo que predominó en la Europa occidental entre los siglos IX al XV. Se trataba de propiedades de terrenos cultivados principalmente por siervos, parte de cuya producción debía ser entregada en concepto de arriendo al amo de las tierras, en la mayoría de los casos un pequeño noble (señor) nominalmente leal a un rey.(35)

“Feudo es el nombre con el que se designa la tierra que el señor otorga al vasallo en el contrato de vasallaje” (36). “Contrato por el cual los soberanos y los grandes señores concedían en la Edad Media tierras o rentas en usufructo, obligándose quien las recibía a guardar fidelidad de vasallo al donante, prestarle el servicio militar y acudir a las asambleas políticas y judiciales que el señor convocaba”. (37)

“El feudo consistía siempre en una porción de tierra que era posesión de un noble y que era entregada a un campesino, jornalero o siervo para ser trabajada. Sin embargo, esta entrega no era gratuita y por lo tanto el receptor debía devolver el favor a su dueño a través de la entrega de una parte de su cosecha, de servicios personales o de asistencia como parte del ejército personal del noble en el caso de que se desatara un conflicto bélico. Esta relación de dependencia  entre una y otra parte se conoce como vasallaje ya que el individuo que pasaba a estar bajo el dominio del noble era denominado vasallo”.(38)

“De esta manera, la unidad europea soñada por Carlomagno desapareció, pues estaba dividida en multitud de reinos, principados, ducados, etc. El cargo de emperador resultaba, salvo excepciones, nominal” (39).

“La Iglesia ocupó un lugar destacado en las instituciones de la Edad Media. Aunque fue la guía espiritual de la época, y a pesar de su poder e influencia, no pudo mantenerse al margen del feudalismo. Las estructuras eclesiásticas sufrieron también el impacto del feudalismo, haciéndose feudales. Era corriente entonces que el emperador o los señores feudales nombraran obispos y párrocos, y les otorgaran los bienes temporales tanto como los espirituales” (40). En este proceso, que le originó muchos problemas a la Iglesia, las altas jerarquías eclesiásticas, obispos y abades, grandes propietarios a su vez, entran en la jerarquía feudal, recibiendo feudos de manos de los señores nobles o del emperador. Esto implicaba que debían rendir juramento de fidelidad y convertirse en vasallos de personas ajenas a la Iglesia, y además, los prelados, armados y acompa­ñados de su hueste, debían intervenir en los conflictos bélicos de la época, a fin de defender a sus vasallos.

“Sin olvidar que muchos bienes de la Iglesia se convertían en feudos hereditarios íntegros o segregados del total, en unos casos por confiscación y en otros por voluntad de los mismos eclesiásticos. Un caso muy especial era el de aquellos obispos que dominaban sobre la ciudad en la que se asentaba su sede episcopal, obteniendo abundantes beneficios de las regalías, monopolios y derechos explotados señorialmente a través de sus delegados, influyendo en la vida urbana desde una posición de fuerza feudal y moral, acuñando incluso moneda y administrando como lo hiciera el rey o sus funcionarios” (41).

Dentro de [esta] crisis general que [tan negativamente] afectó a todo el clero entre los s. IX-XI, reviste un particular relieve la crisis que afectó al papado mismo, sobre todo en el s. X: tal periodo de crisis se denomina con frecuencia con las expresiones siglo de hierro del pontificado, siglo oscuro, siglo de plomo, etc. Entre los años 882 y 1046 se sucedieron más de 40 papas y antipapas, quienes, en gran parte, indignos y pertenecientes a las más poderosas familias romanas, llevaron consigo a la sede pontificia preocupaciones e intereses primordialmente temporales. (42)

“Como consecuencia de la falta de autoridad imperial, la Sede Apostólica quedó sin su protección e hizo que viniera a caer en manos de los inmediatos poderes señoriales: las facciones feudales dominantes en Roma. Clanes nobiliarios emparentados entre sí -la familia de Teofilacto, los Crescencios, los Tusculanos-  sometieron a una tiránica opresión la Sede papal, pretendiendo ejercer sobre ella abusos semejantes a los que cometían los señores feudales en sus «iglesias propias». El «patricio» Teofilacto, las «senadoras» Teodora y Marozia, el «príncipe de los romanos» Alberico dispusieron a su antojo del Pontificado, que fue ocupado incluso por adolescentes e individuos de nivel personal lamentable”.(43)

El "Siglo de Hierro" fue una época de masacres y asesinatos por el poder en el que los papas se sucedían unos a otros después de breves pontificados, causados muchas veces por los envenenamientos de los papas.

El periodo se caracteriza por el dominio absoluto que una saga familiar ejerce sobre los asuntos políticos y eclesiásticos en Roma. Algunas de las mujeres de esta saga, de turbia moralidad (de ahí la denominación 'pornocracia romana'), pondrán a la cabeza de la Iglesia de Roma a sus propios hijos o favoritos (44).

Desde nuestra perspectiva, no puede menos que sorprendernos el hecho de que el papa Esteban VI, por influencia de Lamberto de Spoleto, convocara el denominado “concilio de los cadáveres”, donde el cadáver del papa Formoso fue desenterrado y sometido a un proceso. Al respecto, es importante la descripción que hace de este siglo nefasto de la iglesia el teólogo católico P. Antonio Rivero LC, Profesor de oratoria y teología en el Seminario Maria Mater Ecclesiae de sao Paulo:

El papado en crisis

“Este siglo IX fue un siglo turbulento, y en muchas aspectos tristísimo. Pero como tratamos de conocer la verdad sobre nuestra madre Iglesia, tenemos que decir que sucedieron hechos escandalosos. Según parece, algunos papas en este siglo fueron envenenados, por ejemplo, Juan VIII y Marino I. Otro Papa, Formoso, desenterró el cuerpo del Papa Juan VIII, lo sometió a juicio, lo mutiló y lo arrojó en el Tiber; manos piadosas le recogieron y le enterraron en san Pedro. ¿Por qué hizo esto el Papa Formoso? Porque siendo papa Juan VIII le depuso de su sede episcopal de Porto, y su orgullo había quedado herido. Pero el mismo Papa Formoso no se salvó de ser procesado y profanado también, al final de su vida. Lo hizo otro Papa, Esteban VI, al que obligó el duque de Spoleto: sometió el cadáver del Papa Formoso exhumado a un juicio ignominioso, indigno y bárbaro; lo mutiló, cortándole los tres dedos con los que había bendecido, y arrojó su cuerpo en el Tíber, condenando su memoria y declarando nulos todos sus actos, incluidas las ordenaciones sacerdotales que había hecho. Estas y otras acciones hicieron aborrecible a este papa Esteban VI. Y el pueblo hizo justicia a su manera: por instigación de los sacerdotes que habían sido declarados nulos, lo detuvo y estranguló. Pero su cuerpo no fue profanado, sino que halló sepultura en las Grutas Vaticanas. El siguiente Papa, Teodoro II, rehabilitó la memoria de Formoso y dio sepultura a sus restos, tras repescarlos de las aguas del Tíber. También en el caso de la muerte de Teodoro se habló de veneno. El nuevo Papa Juan IX reunió un concilio en el que fueron excomulgados y exiliados los cardenales cómplices del asesinato de Esteban VI en el sínodo cadavérico”. (45)

“El dominio de la aristocracia prosiguió aún durante más de medio siglo y dio lugar a elecciones funestas que hicieron recaer la dirección —aunque a menudo fuera nominal— de la Iglesia en jóvenes inexpertos e irresponsables. El Imperio, desde la coronación de Otón 1(962), intervino para remediar estos males, empezando con la deposición antica­nónica del joven e indigno Juan XII (955-964). Una vigilancia estricta y el apoyo incondi­cional a los espíritus reformistas, mantenido por los otónidas, permitieron al papado salir de esta precaria situación (46).

Así, pues, durante este oscuro periodo la corrupción y la simonía de la jerarquía eclesiástica estuvieron a la orden del día:Los desórdenes de Roma se reproducían en la mayor parte de las iglesias de occidente. En efecto, emperadores, reyes y señores feudales disponían a su antojo las dignidades eclesiásticas, así como los señores de Roma (los clanes que formaban los distintos partidos de la nobleza) disponían del trono pontificio. Los inconvenientes eran los mismos: muy a menudo se concedían obispados a personas indignas.

Más aún, era cosa frecuente que a dichos obispados los pusieran en venta. El comprador, un laico a veces, para sufragar sus costes, vendía los curatos (o sea, las parroquias) y hasta los sacramentos. El comercio de las dignidades eclesiásticas y de las cosas santas constituía el crimen de simonía, así llamado, porque Simón el Mago, sectario judío, quiso comprar a los apóstoles el poder de hacer milagros. Por último, muchos sacerdotes estaban casados y atendían mucho más a sus asuntos de familia que a la dirección espiritual de los fieles. Sacerdote hubo que dio el curato en dote a su hija (47).

Este periodo nefasto desembocó, en la Querella de las Investiduras, que fue un conflicto que enfrentó a varios papas y reyes cristianos entre 1073 y 1122, que finalizó en la negociación del Concordato de Worms. Fue desencadenado por el Papa Gregorio VII y el Emperador del Sacro Impero Romano Germánico, Enrique IV, en donde ambos se disputaban la supremacía del poder (48), al pretender el emperador apropiarse de la autoridad de investir a los obispos.

"En líneas generales en Worms se acordó que el Papa nombraría en adelante a los obispos, pero éstos deberían hacer un reconocimiento al Emperador. Esto último era un gesto vacío, desde luego, ya que al ser nombrados por el Papa le serían fieles a éste, pero salvaba de maravillas las apariencias para el derrotado Emperador. También el Emperador debía restituir las propiedades en Italia, de las que se había apoderado en los años de guerra anterior" (49).

“A estos problemas internos se sumó una serie de conflictos y controversias con el alto clero de Bizancio. La Iglesia de Oriente tomó el nombre de Ortodoxa y desconoció la autoridad del Papa” (50).

3. Conclusión

En esta cuarta parte del ciclo sobre la historia del cristianismo he tratado la mayor parte del periodo Medieval de la Iglesia, reservando el final de este periodo, los Cismas de Oriente y Occidente, la Inquisición y la Reforma Protestante, para la última conferencia. Este periodo es el más largo de la historia de la Iglesia, pues abarca unos mil años, comprendidos entre el siglo V y el siglo XV. Aproximadamente, se inicia con la caída del imperio Romano de Occidente (476), y finaliza con la caída del Imperio Bizantino, o Romano de Oriente (1453), que coincide con la invención de la imprenta y el fin de la Guerra de los Cien Años. O bien, como final alternativo también puede tomarse el descubrimiento de América (1492). Durante ese periodo de aproximadamente mil años, la Iglesia, no cesa de adquirir poder político, religioso y riquezas, si exceptuamos pequeñas fluctuaciones. Pero, es, especialmente, a partir del siglo IX, cuando Carlomagno (reinado 768-814) concede a la Santa Sede, el Estado Pontificio (Roma y su ducado, el exarcado de Rávena y la Pentápolis: Rímini, Pésaro, Fano, Sinigaglia y Ancona. Venecia e Istria figuraban en el lote, pero se hallaban todavía en poder de los bizantinos).

Desde Constantino  la Iglesia se convierte en un sistema eclesiástico cuya estructura se iguala a la del Estado. Este sistema tenía el poder de obligar a los hombres y bajo pena de muerte, traerlos a su dominio totalitario. En la historia subsiguiente mientras que el poder político de Roma se debilitaba, la Roma eclesiástica surgía para tomar su lugar, hasta que el poder papal en el siglo octavo pudo coronar o destronar a reyes. A través de la era medieval este principio constantiniano de coerción sería la base para la muerte de un número incalculable de creyentes neotestamentarios, quienes se atrevieron a permanecer fieles a Dios.

El poder de la iglesia ya no era espiritual sino más bien, político, civil y militar. Esta iglesia apóstata ahora poseía dos “espadas”, la “espada del Espíritu” (supuestamente) y la espada del magistrado civil. Este sistema había renunciado a las armas espirituales habiéndolas cambiado por carnales. Todo lo  contrario, que el cristianismo del Nuevo Testamento, que estaba basado en la eficaz predicación del Evangelio habilitada por el Espíritu, el poder regenerador del Espíritu Santo y la fuerza moral de la oración, la Sagrada Escritura, y las vidas piadosas, para efectuar la conversión de los hombres y para mantener una influencia preservadora en la sociedad. La verdad tenía que ser aceptada voluntariamente por la convicción y la fe personal.

El feudalismo también afectó negativamente a la Iglesia, porque fue causa de corrupción de algunos prelados que se convirtieron en señores feudales. “Entre los siglos  IX-XI, reviste un particular relieve la crisis que afectó al papado mismo, sobre todo en el s. X: tal periodo de crisis se denomina con frecuencia con las expresiones siglo de hierro del pontificado, siglo oscuro, siglo de plomo, etc. Entre los años 882 y 1046 se sucedieron más de 40 papas y antipapas, quienes, en gran parte, indignos y pertenecientes a las más poderosas familias romanas, llevaron consigo a la sede pontificia preocupaciones e intereses primordialmente temporales”. (51)

En la próxima conferencia, quinta y última de este ciclo sobre la Historia del Cristianismo, completaré los eventos que sellaron la ruptura entre Occidente y Oriente, –Roma y Bizancio–, es decir, el Cisma de Oriente, la separación definitiva de la Iglesia de Bizancio y la Iglesia de Roma. Asimismo expondré el Cisma de Occidente, y la división de la Iglesia Cristiana debido al surgimiento de la Reforma Protestante, que se ha dado en llamar Protestantismo.

Continúa este ciclo conferencias sobre la “Historia del Cristianismo” en la quinta y última parte titulada: “5. Los Cismas y el Protestantismo”.

 

 

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Bibliografía consultada

En este primer apartado me limito a enumerar, a continuación, las principales obras y sus autores que he consultado a fin de asesorarme  para la redacción de este ciclo de conferencias sobre la Historia del cristianismo. Y en el siguiente apartado –“Referencias de la Bibliografía utilizada”– relaciono, mediante numeración entre paréntesis,  los diversos párrafos utilizados en cada conferencia,  con sus autores y obras correspondientes de las que han sido extraídos. En alguna ocasión, puedo haber omitido alguna referencia por  no  haber podido identificar la fuente original, debido a la multiplicidad de obras consultadas.

Alzate Montes, Fray Carlos Mario, O.P. Historia de la Iglesia Moderna
http://www.opcolombia.org/estudio/galicanismo.html

Baker, Robert A. Compendio de la Historia Cristiana. Casa Bautista de Publicaciones
http://ministeriomct.org/Materiales/SegundoSemestre/HistoriadelCristianismoI

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Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.

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Schultz, Samuel J. Habla el Antiguo Testamento. Un Examen Completo de la Historia y la Literatura del Antiguo Testamento.

Smith, Dr. William. Entre Los Dos Testamentos

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Wade, Rick. La pertinencia del cristianismo: Una apologética. www.ministeriosprobe.org

Zahner, R.C. El cristianismo y las grandes religiones de oriente.

Referencias de la Bibliografía utilizada

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) Rivero, Antonio, L.C. Profesor de oratoria y teología en el Seminario María Mater Ecclesiae de sao Paulo. “Breve historia de la Iglesia (Pág. 17)”. http://www.conoze.com/doc.php?doc=7860
(2)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 192).
(3)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 193).
(4) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 382-383). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(5) http://www.portalplanetasedna.com.ar/constantino.htm
(6) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 381). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(7) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 378). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(8) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 386). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(9) http://es.wikipedia.org/wiki/Lombardos
(10) Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 125). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989
(11) http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
(12) http://www.canalsocial.net/ger/ficha_GER.asp?id=8995&cat=historiaiglesia
(13) http://www.canalsocial.net/ger/ficha_GER.asp?id=8995&cat=historiaiglesia
(14) http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
(15) http://www.guiadelmundo.org.uy/cd/countries/vat/History.html
(16) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 401). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(17) El imperio de Carlomagno. http://www.portalplanetasedna.com.ar/carlomagno.htm
(18) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 401). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
 (19) Ibid.
(20) http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
(21) Ibid.
(22) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 401). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(23) http://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
(24) La Iglesia y el reino de los francos (Tema 12). http://www.rodin.org.mx/patrologia/hic/tema12.html
(25) El imperio de Carlomagno. http://www.portalplanetasedna.com.ar/carlomagno.htm
(26) La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondía a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ha sido considerado por ello un predecesor de la unidad europea.
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/carlomagno.htm
(27)http://www.iuscanonicum.org/index.php/derecho-eclesiastico/63-relaciones-entre-el-estado-y-la-iglesia/237-relaciones-entre-la-iglesia-y-el-poder-politico-entre-cesaropapismo-y-separacion
(28) El adopcionismo es la doctrina según la cual Jesús era un ser humano, elevado a categoría divina por designio de Dios por su adopción, o bien al ser concebido, o en algún momento a lo largo de su vida, o tras su muerte.
(29) «Creemos en un solo Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo ... que procede del Padre y del Hijo En la teología cristiana la cláusula filioque, o controversia filioque, hace referencia a la disputa entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa por la inclusión en el Credo del término latino filioque que significa: «y del Hijo».
http://es.wikipedia.org/wiki/Cl%C3%A1usula_filioque

(30) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 401). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(31 )Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 198).
Cf. Textos, n. 10.B/12. La doctrina de las Dos Espadas es el nombre con el que se conoce la teoría de la supremacía del poder espiritual (el del Papa) sobre el temporal (el del emperador), y que puede remontarse a finales del siglo V.
(32) )Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 199).
(33) Enciclopedia GER .Juan VIII, Papa.
http://www.canalsocial.net/ger/ficha_GER.asp?id=1804&cat=biografiasuelta

(34)La Iglesia ante el feudalismo http://textoshistoriadelaiglesia.blogspot.com/2009/01/la-iglesia-ante-el-feudalismo.html

(35) http://es.wikipedia.org/wiki/Feudalismo

(36) http://es.wikipedia.org/wiki/Feudo
(37) Diccionario de la lengua española - Vigésima segunda edición
(38) http://www.definicionabc.com/historia/feudo.php
(39) Rivero, Antonio, L.C. Profesor de oratoria y teología en el Seminario María Mater Ecclesiae de sao Paulo.

http://es.catholic.net/conocetufe/876/3032/articulo.php?id=20658

(40) La iglesia feudal. http://www.portalplanetasedna.com.ar/iglesia_feudal.htm
(41)La Iglesia en el feudalismo.

http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1060.htm
(42) Rivero, Antonio, L.C. Profesor de oratoria y teología en el Seminario María Mater Ecclesiae de sao Paulo. “Breve historia de la Iglesia”.

http://www.conoze.com/doc.php?doc=7860
(43) La Iglesia ante el feudalismo
(44) http://www.iglesiapueblonuevo.es/historia.php?pagina=124
(45) Rivero, Antonio, L.C. Profesor de oratoria y teología en el Seminario María Mater Ecclesiae de sao Paulo. “Breve historia de la Iglesia”.

http://www.conoze.com/doc.php?doc=7860
(46) (17) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 411). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(47) http://www.la-historia.com.ar/historia_edadmedia90.asp
(48)http://www.laguia2000.com/alemania/querella-por-las-investiduras

(49) http://ojoeternidad.blogspot.com/2005/09/querella-de-las-investiduras.html

(50) http://www.portalplanetasedna.com.ar/iglesia_feudal.htm

(51) Rivero, Antonio, L.C. Profesor de oratoria y teología en el Seminario María Mater Ecclesiae de sao Paulo. “Breve historia de la Iglesia”. http://www.conoze.com/doc.php?doc=7860

 

 

 

 

 

 

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