Carlos Aracil Orts
Carlos Aracil Orts es natural de San Vicente del Raspeig (Alicante), siendo en esta provincia española donde ha ejercido la profesión de Arquitecto técnico. En la actualidad compatibiliza el ejercicio de su profesión con el estudio de la Biblia y con la escritura de artículos relacionados con la misma.
Introducción breve de mi experiencia religiosa
Desde muy niño he creído en la existencia de Dios, aunque no de una forma muy consciente, pues no capté, en el hogar y en la escuela, una vivencia religiosa clara y auténtica, por lo que he vivido, alrededor de los primeros treinta años de mi vida, sin tener una relación de confianza y amistad en el Creador del universo.
Como supongo que les ocurre a muchas personas, la Biblia no me atraía en absoluto. No entendía casi nada de lo que me contaban que eran sus principales enseñanzas. Claro, que tampoco me propuse en ningún momento leerla y averiguar por mi mismo si era cierto todo lo que referían de ella.
¿Qué tenía que ver la vida y cruel muerte de Jesucristo con mi vida? ¿Cómo podía afectar a mi existencia el hecho de que hace unos 2.000 años, un hombre, sin duda, bueno, llamado Jesús, el Cristo, que decía ser enviado por Dios, hubiese realizado muchos milagros asombrosos, pero que muy pronto fue apresado por las autoridades y condenado a sufrir la muerte más denigrante, terrible y sanguinaria que se conocía, después de haberle infligido innumerables torturas y humillaciones?
¿Cómo podía un hombre ser concebido de una virgen, y, además, ser al mismo tiempo Dios?
No acababan aquí los misterios que me llenaban de perplejidad y de incredulidad durante esa época de mi vida, mi primera juventud. Hasta esa edad prácticamente nunca había acudido a la fuente de la Revelación que es la Biblia. Mis únicos conocimientos del tema fueron adquiridos, a través de los textos religiosos que se enseñaban en esa época de la década de los 50 hasta cerca del comienzo de la democracia en España.
El siguiente misterio, al que no era capaz de dar crédito fue el de la Santísima Trinidad que, por supuesto, enseñaba la iglesia Católica. En mi ignorancia llegué a pensar que quizá todos estos dogmas de fe misteriosos no eran más que invento de la tradición Católico-romana.
Aunque conocí el mensaje del evangelio de nuestro Señor Jesús hacia el año 1973 mediante la iglesia Adventista del Séptimo Día, y fui bautizado por inmersión en 1975, no encontré el reposo para mi alma. Esto se debió a que, por aquellos años, el adventismo basaba esencialmente su predicación, en la ley del Decálogo y en una próxima e inminente venida de Cristo en gloria. Aunque ambas doctrinas eran fuertemente proclamadas, se hacía especial énfasis en la obligatoriedad de guardar el reposo del sábado del cuarto mandamiento de la ley de Dios, de acuerdo a reglas y normas establecidas por Dios en el Antiguo Testamento para el pueblo de Israel. Puesto que esto no tenía nada que ver con el corazón del evangelio de la gracia de Dios, sutilmente, el creyente era imbuido de que su salvación dependía de la fe y de las obras que fuera capaz de tener o hacer. Como consecuencia, además de sufrir un desagradable sentimiento de inseguridad en la salvación y de culpabilidad, un legalismo frío y falto de amor, se estableció en mi relación entre mis hermanos y con Dios.
Después de 28 años de asistir a la citada iglesia, Dios me quitó el velo que me impedía gozar de su gracia, aquello que me impedía tener una relación más plena con Dios y Cristo. Ahora, aunque no formo parte como miembro de ninguna iglesia local, me considero miembro del cuerpo de Cristo, que es su iglesia universal, y me siento fuertemente atraído por la Palabra de Dios, y por todas sus enseñanzas, las cuales trato de obedecer y vivir con fe.
El conocimiento de la verdad de la Biblia me hizo más libre. Ahora, vivo por fe y siento que puedo confiar totalmente en las promesas de Dios, y por tanto, tengo seguridad en la salvación y paz en mi vida. Agradezco a Dios por todo ello y por la luz que me ha dado, la cual deseo compartir con otras personas.
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