Primera Parte
1. ¿ Evolución o Creación?
Descubriendo el verdadero rostro del evolucionismo
(Versión 31-10-08)
Carlos Aracil Orts
Introducción1
Este artículo se justifica y surge como mi primera aportación al debate “Evolución versus Biblia”, que fue iniciado con la publicación en esta web del artículo de Don Javier Moreno titulado “Evolución “versus” Biblia, una disyuntiva equivocada”.
A fin de poder abarcar y ordenar debidamente mi respuesta a los temas tratados, en el artículo citado anteriormente, por Don Javier Moreno, me ha parecido conveniente que constara de dos partes completamente diferenciadas.
En esta primera parte –“Descubriendo el verdadero rostro del evolucionismo”– se enmarcaría el presente estudio que trata la problemática de la teoría de la evolución desde un punto de vista científico creacionista. Sin embargo, no ignoramos que la visión opuesta es la más aceptada entre los científicos, la más difundida y divulgada por todos los medios, y la que tan ampliamente está influyendo en nuestra sociedad, socavando en muchos casos la fe cristiana de jóvenes y adultos.
En la segunda parte –“Evolución o Biblia, un dilema a resolver por el cristiano”– se continuará el presente debate, abordándolo, sólo desde una perspectiva bíblica.
Cuando escribí la introducción al estudio “¿Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte?2 , no pretendí hacer tanto un alegato en contra de la teoría de la evolución, como una defensa de la fe en la Biblia como palabra de Dios y, en especial, en el Génesis, por ser este primer libro de la Biblia uno de los más denostados, criticados y desprestigiados, precisamente por los científicos y por todos aquellos que consideran infalibles e indiscutibles todos los postulados, hipótesis y afirmaciones de la ciencia.
En primer lugar, he de dejar absolutamente claro que estoy totalmente a favor de la ciencia en la medida que su acción redunde en un claro beneficio para la humanidad y mejore los ámbitos en los que se desarrolla la vida del ser humano. Por ejemplo, ¿Quién estaría en contra de que se investigue para encontrar las causas y los remedios para las múltiples enfermedades que existen, o para reducir la pobreza en el mundo, o para evitar y disminuir la contaminación de nuestro medio ambiente, etc. etc?
En segundo lugar, no es mi intención inmiscuirme en cuestiones y teorías científicas como la teoría de la evolución de las especies, puesto que no soy, ni intento equipararme a un científico que pueda hacer una crítica descalificadora de la misma, basado en razonamientos o argumentos de tipo científico. Por tanto, necesariamente, muchos de los argumentos que usaremos en este estudio serán de fuentes científicas cuya interpretación de los restos paleontológicos, que son las únicas pruebas que posee la teoría de la evolución, discrepe de la de los evolucionistas.
En tercer lugar, debo decir que la coherencia intelectual con mi fe cristiana me impele a rechazar, sin tapujos, complejos y medias tintas, la teoría de la evolución tal como la entienden la mayor parte de los científicos, del modo como se ha divulgado a través de los libros de texto, y tal como se han hecho eco los medios de comunicación dando por sentado que la citada teoría es un hecho ineludible. El respaldo científico, mediático y social que ha conseguido la citada teoría es de tal magnitud que, hoy en día, cualquier persona que se atreva a manifestar su posición en contra de la misma puede ser tildado, por lo menos, de ingenuo e ignorante. Como una breve muestra de la verdad y gravedad de lo que anteriormente hemos aseverado, permítasenos transcribir unos párrafos encontrados en la página 17, del libro titulado La evolución: ¿realidad o ficción?, de John Blanchard, Editorial Peregrino:
• En 1966, H.J. Muller, el célebre genetista, difundió un manifiesto firmado por 177 biólogos americanos en el que se aseveraba que la evolución orgánica de todos los seres vivos –incluido el hombre- a partir de formas primitivas, y en última instancia de materiales inorgánicos, es un hecho científico tan demostrado como la redondez de la Tierra.3
• Carl Sagan, el astrónomo conocido por su revolucionaria serie de televisión “Cosmos”, afirmó en una versión impresa del programa: “La evolución es un hecho no una teoría”.4
• Richard Dawkins, el zoólogo de Oxford en la cátedra Simonyi para difusión popular del conocimiento científico (y probablemente el ateo más famoso de Gran Bretaña), plantea esta cuestión con su habitual insolencia: “Se puede asegurar sin la menor duda que, si nos topamos con alguien que afirma no creer en la evolución, esa persona tendrá un problema de ignorancia, estupidez o desequilibrio mental (o de maldad, cosa que preferiría no pensar)”.5
Aclaremos qué afirma o defiende la teoría de la evolución, la que respaldan los científicos. Descubramos su verdadero rostro.
Primero de todo, y ante cualquier tipo de debate, necesitamos saber a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de la teoría de la evolución. No necesariamente se trata de la idea que tienen al respecto, las pocas o muchas personas no expertas en el tema, como es la opinión del que suscribe, ni, en principio, lo que cree la iglesia Católica o las iglesias evangélicas en general, sino que nos referimos a aquella teoría que es respaldada, casi sin fisuras, por la mayoría de los científicos, y que ha llegado a considerarse, en el siglo XXI, como un hecho incontrovertible, tan importante que el que se opone frontalmente a ella puede ser considerado ingenuo e ignorante, como hemos visto.
No negamos que los seres vivos y por tanto, las especies sufren mutaciones y cambios que dan lugar a especies modificadas, sino que lo que rechazamos es que la vida surja de la materia inerte, y ésta de la nada. La idea que de lo simple surja lo complejo. Esa idea de progreso, de que la vida asciende o proviene de lo inorgánico a lo orgánico, apareciendo por casualidad, hace millones de años, y que las especies derivan unas de otras, progresando continua y lentamente, haciéndose más y más complejas hasta culminar con el homo sapiens. Describimos a continuación esos postulados de la teoría de la evolución que nos parecen inadmisibles.
A) La vida surge de la materia inerte o no-vida, por generación espontánea. No hay intervención alguna de Dios.
Esta teoría afirma que toda la vida que conocemos en este planeta, tanto vegetal como animal procede no de una creación separada de las especies por un Ser inteligente al que llamamos Dios, sino de un antepasado común a todas las especies, que ha surgido por generación espontánea de la combinación química de la materia inorgánica, el cual a través de multitud de mutaciones azarosas y millones de años ha “dado a luz” todas y cada una de las especies que existen.
B) Todas las especies tanto vegetales y animales derivan unas de otras, evolucionando de lo más simple (un animal unicelular, protozoo o una simple molécula), a lo más complejo (el ser humano).
La afirmación de muchos científicos que todas las especies vivas, desde todo tipo de insecto, hasta los peces, reptiles, o mamíferos, como por ejemplo, los elefantes, pasando por las hortalizas, demás vegetales, la belleza y diversidad de las flores, las aves y el hombre, son sólo consecuencia del azar y la necesidad, sin que haya mediado la acción de diseño de un Ser inteligente y Creador, es absolutamente indemostrable e increíble, aunque, en principio, sea una mera hipótesis de partida.
Explicar cómo ha podido producirse el milagro de la vida, eliminando a Dios como causa primera, planteando la hipótesis de que toda clase de vida que se conoce, se ha originado, a lo largo de millones de años, mediante una multitud de mutaciones inteligentes que han progresado “con visión de futuro” para saber en cada momento hacia que especie deberían evolucionar, puede, quizá, ser un objetivo y tarea de la ciencia y de los científicos. Sin embargo, el resto de los mortales no deberíamos dejarnos influenciar hasta el extremo que pensemos que esa teoría es verdadera, y tiene más peso o solvencia, que el relato del Génesis, primer libro de la Biblia, considerando a éste como ingenuo, infantil e increíble, simplemente porque no está apoyado por la ciencia.
El evolucionismo es totalmente ateo.
El tipo de evolucionismo que preconiza y defiende la ciencia, es, pues, fundamentalmente ateo, porque sostiene la generación espontánea de la materia y de la vida, sin intervención alguna del Creador, que queda completamente descartado.
No creo equivocarme si afirmo que los creyentes en el Dios que nos revela la Biblia, de ninguna manera pueden aceptar la teoría de la evolución tal como es en realidad. Esta teoría es el apoyo y fundamento de los ateos. Por lo tanto, entre creyentes, la teoría tal como está formulada es rechazada categóricamente, porque prescinde totalmente de la existencia de un Creador. Y porque da una falsa idea de progreso y de orden que realmente no existen. Se trata de un sistema de creencia materialista, que considera la supervivencia del más fuerte y apto como base de la filosofía de la vida. Al contrario que el sistema creacionista que cree que todo orden viene de Dios y no sólo de la naturaleza y de los procesos naturales, y que hay que defender a los débiles.
Las especies se diversifican y varían pero no se transforman unas en otras.
Otra cosa muy distinta es que neguemos el hecho evidente de que las especies, sin duda, han experimentado cambios graduales desde que Dios las creó de forma separada, hasta el día de hoy. La diversidad es parte de la creación (Génesis 1:11-13; 20-26). La Biblia no niega la variación de las especies sino que hay textos que sugieren que eso mismo sucedería después de la Caída en el pecado de la primera pareja humana (Génesis 3:14, 17,18).
La diversificación posterior de las especies –a partir de las especies creadas por Dios- es un hecho evidente. Por procesos naturales o artificiales –cruces genéticos intencionados o no- ha llegado a haber una rica variedad de tamaños, colores y formas ya sea de vegetales o animales, incluso han surgido multitud de nuevas especies. Como ejemplo de esto, que llamaremos micro-evolución, podemos poner la variada cantidad de formas y tamaños que existen en la especie que conocemos como perro.
Sin embargo, lo que no admitimos es que esta micro-evolución o micro-variación que se produce en el marco de la especie o más exactamente de la raza o subespecie pueda dar lugar a la transformación de una especie en otra con características morfológicas totalmente diferentes. Las especies varían diversificándose, pero jamás provocando una macro-evolución, es decir, que, por ejemplo, un perro se convierta en un caballo, por poner un ejemplo más plausible de realizarse, que el de que se transforme en un león, o en cualquier otro tipo de mamífero totalmente diferenciado.
Llegado a este punto no estaría de más clarificar lo que entendemos por especie. Ante un grupo de organismos o individuos, solemos identificarlos como de la misma especie, cuando tienen una estructura, forma o apariencia semejante, similar o igual. Sin embargo, lo que realmente les identifica como individuos pertenecientes a la misma especie es su capacidad o posibilidad de cruzarse o reproducirse entre sí, y los distingue con otras poblaciones, precisamente por lo contrario. Por tanto, no en todos los casos se podrá afirmar, por la simple apariencia, que un organismo corresponde a una determinada especie, hasta que se averigüe la característica o cualidad citada. Realmente es posible encontrar en la naturaleza, grupos de organismos con caracteres morfológicos semejantes y que a simple vista son iguales pero que no son capaces de reproducirse entre sí, lo que indicaría, según esta definición, que se trata de una especie distinta.
Dios, indudablemente, no creó todas las especies vivientes que hoy en día existen sino un número limitado y básico de especies, proporcionándoles en su infinita sabiduría, una información en sus genes que pudiera dar lugar, con el tiempo, a la maravillosa diversidad actual. Lógicamente ese código genético implantado por el Creador a todos los seres vivos implicaba un diseño inteligente, capaz de prevenir que, por mutaciones fortuitas o intencionadas, pudiese llegar a haber especies degeneradas o deformes o monstruosas que se prolongaran en el tiempo, y se reprodujeran entre sí para producir lo no deseado por Su voluntad.
Por tanto, lo que rechazamos firmemente es la filosofía que subyace en la teoría de la evolución, Dios no existe, la vida se ha generado espontáneamente y ha evolucionado, de lo más simple, por ejemplo, un protozoo hasta los más complejo que es el hombre. Por otro lado, tampoco podemos estar de acuerdo con los que han intentado hasta el momento presente, conciliar el pensamiento evolucionista científico con la Biblia. Puesto que al aceptar la mayoría de los postulados de la teoría evolutiva, sacrifican la verdad revelada de que Dios creó separadamente, los vegetales, animales y al hombre, socavando, por tanto, el fundamento de la fe cristiana. Con esta abdicación o renuncia de las verdades bíblicas, se apoya y se defiende totalmente el pensamiento evolucionista, con la única diferencia que, en lugar de mantener a la sola Naturaleza como artífice y formadora de la vida, se introduce a Dios con el objeto que dirija todo el proceso evolucionista, creyendo que Él ha intervenido en algún momento de la historia de este planeta, para crear sólo algún tipo de vida inferior, y ha usado los mecanismos evolutivos como medio para llevar a cabo sus fines creadores. Esto contradice, igualmente la Revelación bíblica que afirma sin lugar a dudas que Dios realizó una creación separada de los vegetales, animales y el hombre.
Por citar sólo algunas incoherencias y contradicciones de la teoría de la evolución.
La ley de la biogénesis que sostiene que la vida sólo puede proceder de vida preexistente contradice frontalmente la premisa de la generación espontánea en que se fundamentan los evolucionistas para su teoría. Por supuesto, tampoco pueden probar que la vida surgiera, hace miles de millones de años, mediante combinaciones químicas de la materia en un caldo prebiótico en un entorno ambiental adecuado. Porque la molécula más simple que forma la vida, tiene una información en su código genético ADN, que hasta el momento, y con todos los avances de la ciencia, los científicos se han visto imposibilitados de reproducir en el laboratorio. La probabilidad de que una molécula proteínica que conforma la vida se desarrollara por azar es prácticamente nula, o sea, del orden de una entre 10161, según los expertos en probabilidad estadística.6
¿Cómo, pues, puede el azar crear las moléculas que necesitan un diseño inteligente? Y aun aceptando que la vida surgiera por azar, ¿Cómo puede surgir toda la complejidad de la vida de algo tan simple como una molécula, sin diseño inteligente, sólo por los mecanismos evolutivos?
¿No es condición indispensable para que todo el proceso de la evolución se inicie que se parta de la existencia de una forma de vida completa, para que tenga en sí misma la capacidad de reproducirse?
Por otra parte, el evolucionismo mantiene que de las formas simples de vida, como pueden ser todos los microorganismos, bacterias, algas, microhongos, etc., dieron lugar a organismos más complejos de forma gradual y progresiva. Por tanto, debemos preguntarnos: ¿Cómo pudieron formarse los nuevos órganos de forma gradual en las nuevas especies, y que estos fueran capaces de funcionar y ser operativos supliendo las necesidades básicas de supervivencia de esos nuevos descendientes evolutivos? La teoría evolutiva afirma que este proceso se realiza por pequeñas variaciones en el código genético, y través de cientos de miles o millones de años.
¿Cómo, por ejemplo, especies que precisan poseer órganos tan complejos como el ojo, o el oído, el olfato o cualquier otro que suponga una función vital, iban a poder sobrevivir sin que esos órganos, todavía incompletos por su estado evolutivo y por tanto incapaces de desempeñar su misión, cumplieran el objetivo funcional para el que estaban evolucionado?
Aún cuando ese plan evolutivo se fuera cumpliendo de manera “indefectible e infalible” como guiado por una inteligencia sobrenatural, a través de multitud de generaciones, ¿Cómo, en la corta duración de la vida que tienen tanto los vegetales como los animales, podrían irse acumulando las millones de micromutaciones, siempre progresivas, que serían necesarias para transformarse en una nueva especie, que debería superar a la primitiva en complejidad?
“¿Qué probabilidad hay de que las mutaciones aleatorias coincidan y coordinen la creación de tan solo una nueva estructura? Digamos que la formación del ala de un insecto precisa (muy por lo bajo) de tan solo cinco genes [...]. La probabilidad de que ocurran [simultáneamente] dos mutaciones inocuas es de una entre mil billones. A todos los efectos prácticos, no existe ninguna posibilidad de que las cinco mutaciones ocurran en el ciclo de vida de un solo organismo.”7
A continuación expondremos algunas razones más, de sentido común u objeciones que intentan mostrar lo increíble de la hipótesis evolucionista.
Más objeciones contra el evolucionismo ateo.
¿Cómo el hombre puede evolucionar de una simple molécula, hasta llegar por no se sabe que mecanismos azarosos a algo tan complejo y trascendente como es el ser humano?
¿Cómo es posible que todo sea consecuencia del azar, sin diseño inteligente, que las mutaciones genéticas, mediante la selección natural, hayan ido logrando con infinita sabiduría combinar los genes, aumentando constantemente la información, componiendo y combinando cada vez órganos más complejos y adecuados para cada función y especie?
¿Con qué mecanismos científicos cuenta la evolución para dar origen, en un primer momento, a lo que se conoce como la más ínfima partícula de vida, y, a partir de ahí, provocar que esa minúscula información (lo que ya implica una inteligencia y un diseño inteligente) contenida en esa chispa de vida tan elemental y simple, surjan todas las especies existentes?
Al parecer, fundamentalmente sólo existen dos mecanismos: las mutaciones genéticas y la selección natural expuesta por Darwin en su libro el origen de las especies.
La selección natural o supervivencia del más apto, aunque es un hecho, sirve mayormente para preservar las especies, destruyendo los organismos defectuosos. Las mutaciones o alteraciones de la información genética, frecuentemente son pérdidas o ligeras modificaciones del código genético.
Como evidencia nuestra experiencia, el transcurso del tiempo, aunque se combine con la selección natural y las mutaciones, es incapaz de producir ningún cambio determinante e importante que dé lugar a la transformación de las especies o macroevolución, sino que, por el contrario, fundamentalmente, conduce ineludiblemente al envejecimiento, deterioro y muerte de los organismos. Las microvariaciones genéticas, cuando son beneficiosas pueden llegar a formar otras subespecies dentro de una misma raza, pero en ningún caso transformarían una especie en otra totalmente distinta en lo que se refiere a sus caracteres morfológicos; como por ejemplo, que del perro surgiera el caballo, como expresábamos más arriba.
¿Cómo una pérdida o alteración de la información genética de una especie puede dar lugar a una macroevolución?
Todavía resulta más increíble e irracional creer que las mutaciones genéticas fortuitas son capaces de aumentar la información contenida en el código ADN, con tal inteligencia que conduzca, en progreso a una especie distinta y superior en complejidad. Esto sería un verdadero milagro, y por tanto, ya no estaríamos hablando de evolución.
Como ya expresamos antes, la experiencia de la vida diaria, sin necesidad de ser científico, nos demuestra que, con el transcurso del tiempo, todo lo que hay en este mundo tiende a deteriorarse, envejecer y morir o desaparecer. Esto, al parecer, tiene algo que ver con lo que enuncia la segunda ley de la termodinámica, es decir, que cualquier sistema cerrado va perdiendo orden, volviéndose más caótico, lo que significa un aumento de la entropía8 . Esta ley se opone frontalmente con la idea de la evolución que afirma que los cambios o mutaciones fortuitas dan lugar a un orden y una complejidad mayor. La objeción que hacen los científicos evolucionistas es que la Tierra no es un sistema cerrado porque recibe energía solar, pero esta energía aplicada al azar, sin un encauzamiento inteligente no puede crear un nuevo orden. Por eso, pues, creemos firmemente que las mutaciones, pueden alterar un código genético ya existente pero jamás producirán uno superior o más complejo, pues estaría totalmente en contradicción con la ley citada y con el sentido común. Por otra parte, las mutaciones no necesariamente resultan beneficiosas para la especie, sino que por el contrario, además de ser escasas, provocan en muchos casos una degradación o empeoramiento de la especie.
Los paleontólogos no han encontrado fósiles con formas transitorias o intermedias evidentes que prueben la macroevolución.
Una de las más importantes objeciones que se puede hacer a la teoría de la evolución es precisamente la que tiene que ver con las únicas pruebas que aporta, que no son otra cosa que los fósiles, cuyo estudio realiza la paleontología de forma prejuiciada, porque los interpreta siempre mediante la idea del evolucionismo predominante. La determinante objeción consiste en que no se han encontrado fósiles de formas intermedias o de transición entre la especies, de animales o vegetales, en las diferentes capas geológicas en que se distribuyen los fósiles hallados. Si el evolucionismo afirma que todas las especies provienen de un solo antepasado común a todas ellas, debería aportar multitud de fósiles donde se pudiera evidenciar que han existido alguna vez esas distintas especies intermedias capaces de generar a las que todos conocemos y que subsisten en la actualidad.
El evolucionismo postula que existe un proceso evolutivo, que comienza en una célula, o un elemento todavía más simple como un aminoácido o proteína como el antepasado común a toda la humanidad, e imagina que pequeños cambios producidos por mutaciones fortuitas del código genético, la selección natural, y millones de años, han llegado a formar la diversidad de especies que actualmente existen. Ello implica, por tanto, un mecanismo de transición gradual de una especie en otra, pasando por una multitud de formas intermedias hasta consolidarse en las definitivas.
No existen fósiles que demuestren ser cierta esta teoría, sino que por el contrario, se ha comprobado la aparición súbita de formas de vida complejas (sin ancestros) en las capas más profundas de la corteza terrestre. Como por ejemplo, los trilobites, que son un tipo de artrópodos (semejantes a las cucarachas de mar), cuyos organismos tiene una gran complejidad que nadie pone en duda, pues disponían también de ojos. Pertenecen a la Era Paleozoica (Era Primaria) del periodo Cámbrico. O sea que estos organismos tan complejos que aparecieron hace ya alrededor de 570 millones, no tienen antecesores en la capa más antigua (la inmediata inferior a la del periodo Cámbrico) correspondiente al periodo Precámbrico, en el que no obstante, también existían organismos vivientes de no despreciable complejidad, aunque microscópicos, como bacterias, algas, y microhongos.
Los evolucionistas han pretendido haber encontrado en el famoso fósil, llamado Archeopteryx, el eslabón intermedio entre reptil y ave. Sin embargo, cuando se estudió con detenimiento, y sin dejarse arrastrar por las ideas evolucionistas, se llegó a la conclusión, de que, aunque tenía algunas características de los reptiles como los dientes, sus alas y plumaje y aspecto general le tipificaban dentro de la especie ave. Por otro lado, el que un ave tuviera dientes no era nada nuevo, puesto que algunas aves del Cretácico también las tenían. No obstante, aun en el caso de que se admitiera que se tratase de un organismo intermedio entre reptil y ave, esto no probaría en absoluto que habría habido una transición de reptiles a aves a través suyo. Lo que ocurriría es que, a los únicos efectos de su clasificación, estaría considerado como un eslabón intermedio entre reptil y ave, pero en ningún caso eso demostraría su filiación evolutiva.
No obstante, mucha gente, ha visto en los libros de texto, de divulgación científica, etc., o algún otro medio, impresionantes gráficos que presentan series evolutivas, indicando las formas progresivas que van obteniendo determinadas especies fósiles encontradas. Estos dibujos pretenden mostrar la relación de parentesco y la progresión de formas para demostrar que la evolución es un hecho. Entre ellas citaremos la serie evolutiva del caballo de América del Norte, Europa y Asia, y la tan popularizada, de los simios que van irguiéndose hasta desembocar en los seres humanos tal como son hoy.
La serie evolutiva del caballo de América del Norte, Europa y Asia
Esta serie nos presenta a los équidos, desde el de tamaño más pequeño, como el de un zorro, y cuatro dedos en sus patas, y más antiguo del Eoceno, pasando por formas intermedias o algo mayores, con tres dedos en los periodos del Oligoceno, Mioceno y Plioceno, hasta llegar al Equus, de la época Pleistoceno y Cuaternaria, que coincide con el que conocemos actualmente, en tamaño y con sus patas en un solo dedo.
La evidente progresión de las formas, conectadas artificialmente a partir del postulado o premisa evolucionista, no prueba, en absoluto la relación filial o de parentesco, ni que unos procedan de los otros por evolución. El parecido entre ellos, que no negamos, no prueba el hecho mismo de la evolución. Se ha de tener en cuenta que la misma clasificación de los fósiles según su progresivo parecido ya es una interpretación, puesto que se pueden relacionar de muy distintas maneras. Por otro parte, en este caso puede tratarse de variaciones dentro de una misma especie, como, por ejemplo, son evidentes y pronunciados los distintos tamaños y caracteres morfológicos que existen dentro de la especie perro.
La serie evolutiva de los simios al hombre.
Primero de todo, aportaremos la definición de homínido según el diccionario de Internet:
“Los homínidos (Hominidae) son una familia de primates hominoideos, que incluye al hombre y sus parientes cercanos.”9
Lo que dice la teoría de la evolución es que a partir de un primate, antepasado común a varias especies, surgieron varias “ramas”, de las que derivaron los chimpancés, gorilas, orangutanes y el hombre, fundamentalmente.
Al respecto, lo único que podemos hacer por nuestra parte es remitirnos a las investigaciones realizadas, suponemos, por científicos, que no han sido condicionados por las hipótesis evolucionistas, y que afirman que “....no existe ninguna prueba verídica de la existencia de homínidos,” en el sentido de que sean criaturas que existan en un proceso intermedio entre simio y humano.
Para ello nos basaremos en dos fuentes distintas: en primer lugar, citaremos unos párrafos extraídos de un artículo de Internet titulado El fraude de los homínidos, e igualmente, y en segundo lugar, del libro titulado: La evolución: ¿realidad o ficción?, al cual, también, nos hemos referido con anterioridad:
"El fraude de los homínidos
“El fósil "Ramapithecus" fue considerado durante veinte años el primer ser en transición simio-humano, actualmente se le considera un mono de la clase "babuino". El "Hespeithecus" es un fósil de una dentadura que se consideró homínida durante catorce años hasta que se llegó a la conclusión que se trataban de dientes de un cerdo. En el famoso fósil llamado "Lucy" cuando sus defensores necesitaban una rótula para demostrar que Lucy andaba erguida tomaron una hallada a más de tres kilómetros y a distinta profundidad de donde se había hallado el fósil principal.
En realidad, nueve de los supuestos doce homínidos catalogados por los antropólogos son variedades extinguidas de simios-monos, no teniendo ninguna característica humana:
Pliopithecus, Proconsul, Dryopithecus, Oreopithecus, Ramipithecus, Australopithecus Robustus, Australophitecus Boisei y Australophitecus Afarensis ("Lucy"). Todos ellos han sido catalogados como errores por afamados paleontólogos, a pesar de ello siguen apareciendo como verdaderos en los libros.
Lo que sucede es que por lo general los paleontólogos han sido lentos para reconocer sus propios errores. Otros paleontólogos sin embargo, como el famoso David Pilbean, han tenido la gallardía de reconocerlo: "Deberíamos haber reconocido la poca solidez de nuestros argumentos originales y deberíamos haber sido más cautos, pero no lo fuimos. Tras 130 años de esfuerzos determinantes para confirmar el Darwinismo, todo lo que hemos conseguido es encontrar unos pocas y ambiguas muestras, lo cual es una significativa evidencia negativa ".10
A continuación transcribimos del libro titulado: La evolución: ¿realidad o ficción?, los siguientes párrafos muy clarificadores que forman parte del capítulo titulado:
“¿De las moléculas al hombre?11
Si presuponemos la existencia de la primera forma de vida –consideraremos eso en breve- el panorama evolutivo general incluye protozoos (organismos unicelulares microscópicos) que dan lugar a los primeros invertebrados (formas de vida sin médula espinal o columna vertebral); invertebrados que evolucionan hasta convertirse en peces; peces que pasan a anfibios; anfibios a reptiles; reptiles a pájaros y cuadrúpedos peludos; y cuadrúpedos peludos a mamíferos antropomorfos. Sin embargo, todo esto no son más que simples conjeturas sin pruebas sólidas; y lo mismo cabe decir del “capítulo final” de la historia evolutiva, cuando los mamíferos antropomorfos evolucionaron hasta convertirse en el Homo sapiens, la raza humana. Los evolucionistas han desplegado todos sus recursos a fin de demostrar este eslabón en particular, pero sus más reputados esfuerzos han devenido en estrepitosos fracasos.
• Desenterrado en Alemania en 1857, el hombre de Neandertal se pregonó como “el eslabón perdido” fundamental, pero las pruebas en contra que se han ido acumulando son tan abrumadoras que existe un consenso entre la mayor parte de los expertos en que “el Neandertal era un miembro de la familia humana por pleno derecho”.12
• Durante 40 años un conjunto de huesos descubiertos en Inglaterra en 1912, apodado como el hombre de Piltdown, se anunció a bombo y platillo como “el sensacional eslabón perdido”.13 Todo el mundo sabe que fue un fraude colosal, una calavera humana de 400 años en la que se encajó la mandíbula de un orangután.
• En 1922, un único diente desenterrado en Nebraska y al que se atribuía una edad de cinco millones y medio de años copó los titulares internacionales como prueba de un eslabón entre los monos y el ser humano, pero a los seis años se descubrió que procedía de un pecarí, un animal salvaje parecido a un cerdo que corrió la misma suerte —la extinción— que la teoría del hombre de Nebraska.
• El dueño original de una gran calavera descubierta en África oriental en 1959 fue bautizado como el hombre cascanueces. National Geographic lo aclamaría como una prueba de que el hombre desciende evolutivamente del mono, pero algún tiempo después sus descubridores se retractaron de sus extravagantes afirmaciones, y hoy día existe un consenso generalizado en que la calavera pertenecía a un simio ya extinto.
• En 1974 se bautizó a un pequeño esqueleto hallado en el gran valle del Rift, Etiopía, con el nombre de Lucy, y se le atribuyó una edad de al menos tres millones de años. Los medios acogieron a Lucy con entusiasmo, y se la publicitó como el primer simio que caminó erguido; pero hace tiempo que los expertos en este campo han desmantelado esta supuesta prueba.”
Por todo lo anteriormente expuesto, nos identificamos totalmente con la aseveración de que los esqueletos fósiles que se han encontrado con apariencia de homínidos no son realmente un estado intermedio entre los hombres y los simios. En mi opinión, o son lo primero o son lo segundo. Aunque a los científicos les parezca un pequeño salto pasar de simio a hombre, porque afirman que nuestro código genético es muy parecido, casi coincidente, con el de los primates citados, todos sabemos que realmente hay mucha diferencia incomparable entre una bestia y el ser humano. Éste tiene una consciencia que le permite conocerse a sí mismo, una conciencia que le proporciona la guía moral de lo correcto e incorrecto, de lo que está bien y de lo que no lo está. Hasta el extremo que ha recibido el apelativo de “animal religioso”, por su innegable dimensión espiritual. Qué diremos de su capacidad para las artes, la ciencia, sus distintos tipos de inteligencia, de proyectarse con su memoria hacia el pasado, planear el futuro, amar y odiar, etc.
Conclusión
Nos ha parecido conveniente terminar este estudio sobre la teoría de la evolución no con nuestras propias palabras sino citando literalmente unos párrafos obtenidos del libro ¿Evolución o Creación?14 , a modo de resumen de los argumentos presentados anteriormente, y que al tratarse de la opiniones de dos expertos investigadores, merezcan más crédito que la visión no científica del que suscribe.
“Las condiciones postuladas por la filiación evolutiva
Para afirmar que la paleontología impone la idea de evolución por filiación de las especies a partir de la vida rudimentaria o incluso a partir de la materia inorgánica (tesis habitual de los evolucionistas), seria necesario que pudiéramos verificar antes todas las condiciones siguientes:
1. Explicación verosímil de la aparición de la vida a partir de la materia, espontáneamente, sin intervención externa.
2. Presencia en las capas más antiguas de organismos rudimentarios de los que habrían surgido las formas ulteriores más complejas.
3. Aparición progresiva y continua de formas de vida a partir de lo simple hacia lo complejo, en sentido irreversible.
4. Presencia de formas de transición entre las especies, entre las familias, entre los géneros, etc.
5. Presencia de «series evolutivas» indiscutibles, en el seno de una misma familia por ejemplo, mostrando el paso progresivo de una forma a otra.
6. Explicación verosímil de posibles factores capaces de haber transformado ciertas especies y dejado intactas otras desde su primera aparición en las capas inferiores.
7. Demostración clara de las leyes naturales actuales que permiten ese transformismo; o, en su defecto, de la existencia de antiguos factores naturales capaces de haber actuado juntos para ocasionar esas transformaciones, y justificación de su desaparición.
Si uno de estos puntos es falso, la tesis evolucionista no puede pretender ser un hecho, ni siquiera una teoría muy probable.
Pensemos, por otra parte, que el punto 1, aparición espontánea de la vida, presenta problemas insalvables. La única explicación propuesta por los transformistas es la de la generación espontánea, que ya se creía por completo abandonada desde Pasteur, pero a la que deben recurrir los evolucionistas desesperadamente so pena de tener que admitir la noción de creación.
Un evolucionista como E. Guyénot reconoce que «es imposible imaginar la generación de una bacteria cuya estructura es compleja ya de por sí. De hecho, la práctica de la asepsia ha demostrado que tales génesis espontáneas no tienen lugar actualmente. ¿Por qué razón habrían sido posibles hace millones de años?»15 . En efecto, ¿por qué? La pregunta sigue en el aire.
El punto 6 no ha tenido mejor suerte. Los capítulos sobre biología muestran que todos los mecanismos invocados desde principios del siglo xix hasta nuestros días han sido incapaces de explicar esa supuesta evolución.
Algo similar ocurre con el punto 7. Dado que los evolucionistas no pueden proporcionar ni un solo ejemplo actual de transformismo, deberían al menos ser capaces de explicar por qué esas variaciones de gran alcance, que habrían originado las transformaciones de las especies, no se dan nunca en la actualidad, ni excepcionalmente. Ahora bien, deben reconocer su incapacidad siquiera para imaginar las posibles causas que quizá posibilitaron antaño lo que es imposible hoy día16 .
Pero, ¿y los demás puntos mencionados? ¿Han sido verificados ésos al menos? Como veremos no ha sido así y el árbol genealógico de las especies que figura —tan convincente en apariencia— en todos los libros escolares o en obras de divulgación, es más bien un producto intelectual, una reconstrucción arbitraria, que un puro y simple reflejo de los hechos.
Ciertamente —e insistiremos en ello— la paleontología revela que han desaparecido ciertas especies. Que fueron un poco —a veces mucho— diferentes a las nuestras y que en general se da una progresión de formas conforme se va ascendiendo en los diferentes estratos. Pero esas variaciones se pueden explicar perfectamente mediante otras hipótesis distintas a la de la filiación. Los hechos no apoyan la citada hipótesis y las leyes biológicas se oponen a ella.
Si la mayor parte de los paleontólogos insisten en afirmar que la evolución es un hecho, se debe probablemente a que, inmersos desde su juventud y a lo largo de sus estudios en un ambiente en el que se admite dicha teoría como un dogma indiscutible, acaban por no pensar ni siquiera por un momento en ponerla en duda. La presión social de tales ideas-fuerza acaba por imponerse a todos.”
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
2 En el menú Soteriología de la Web: www.amistadencristo.com, se presenta el artículo titulado ¿Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte?, el cual es el objeto de los comentarios que forman parte de este debate “Evolución versus Biblia”.
3 Muller, H.J.: “Is Biological Evolution a Principle of Nature that has been well established by Science?” (Documento de circulación interna, mayo de 1966).
5 Citado por Johnson, Phillip E: Darwin on Trial, p. 9(Monarch Publications). Existe versión en español: Proceso a Darwin (Portavoz, 1995). (N.E.).
6 Cf. Coppedge, James F.: Evolution: Possible or imposible?, Probability Research on Molecular Biology, pp, 110 ss.
7 Verbruge: Alive: An Enquiry into de Origen and meaning of Life, p. 13 (Ross House Books). Cita extraída del libro: La evolución: ¿realidad o ficción?, de John Blanchard, Editorial Peregrino.
8 Entropía termodinámica, una magnitud que mide la parte de la energía que no puede utilizarse para producir un trabajo; es el grado de desorden que poseen las moléculas que integran un cuerpo, o también el grado de irreversibilidad alcanzada después de un proceso que implique transformación de energía. (http://es.wikipedia.org/wiki/Entrop%C3%ADa_(termodin%C3%A1mica).
9 Definición de homínido según el diccionario de Internet: http://es.wikipedia.org:
10 Párrafos extraídos del “El Fraude de los Homínidos” (http://www.conoze.com/doc.php?doc=485)
11 páginas 13, 14, del libro titulado La evolución: ¿realidad o ficción?, de John Blanchard, Editorial Peregrino.
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