Debate abierto: Evolución versus Biblia
Versión 16-10-08
Antecedentes
Con el artículo de Don Javier Moreno, Licenciado en Filosofía y Teología, iniciamos “El debate evolución versus Biblia”, quedando invitados a participar en él, todos los que lo deseen y envíen un correo electrónico, con la aportación que les gustaría fuese publicada en esta sección.
Este primer artículo escrito por Don Javier Moreno se produce en respuesta al deseo que le expresé que quedaría muy complacido si pudiera darme su opinión respecto al estudio bíblico publicado en esta web titulado: “Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte”.
La idea de realizar este debate fue sugerida por Don José Luis Mira, Licenciado en Geografía e Historia. Aprovecho, desde aquí para agradecer a Don Javier Moreno su amabilidad al aceptar mi petición, y a Don José Luis Mira, por su magnifica idea, la cual espero sea bien acogida por la generalidad de los lectores de esta web, a los que agradeceré también todas sus aportaciones.
Carlos Aracil Orts
EVOLUCIÓN “versus” BIBLIA, UNA DISYUNTIVA EQUIVOCADA
(Aportación a un estudio de Carlos Aracil)
Javier Moreno, Licenciado en Filosofía y Teología
Querido Carlos:
Inicias tu estudio bíblico con un alegato en contra de la teoría de la evolución, para justificar a continuación que hemos de atenernos a la Biblia en su comprensión literal. Creo que es apresurado el descrédito global en que sitúas la teoría de la evolución. La evolución es sólo una “teoría científica”. Como tal, comporta una base de construcción conceptual, que es un elemento arbitrario, elegido, y por otro lado una apoyatura experimental. Si no hubiera tal confirmación experimental, en este caso los restos paleontológicos, ya no podría presentarse como ciencia. Creo que este apoyo existe, si bien no hay una correspondencia exacta entre todas y cada una de las afirmaciones o implicaciones de la teoría y los restos que se han estudiado. Quiero decir que la teoría siempre va más allá de lo que cabalmente puede demostrar. Pero esto ocurre con cualquier teoría científica. En el caso de la evolución, tratándose de una teoría típica del campo de la biología, su alcance es mucho mayor, pues se ha convertido, desde el siglo XIX, en una especie de paradigma que abarca todas las ciencias y aun determina la visión global del mundo. No sólo lo biológico sino también lo geológico y lo cosmológico se ven como un gigantesco proceso de diversificación, complejización y adaptación. Lo que el capítulo primero del Génesis atribuye a un tiempo de siete días, de medida humana ordinaria, la visión evolutiva lo extiende a un tiempo de muchos millones de años, medida que se escapa a lo que normalmente podemos concebir o imaginar. En este descomunal proceso se insertan incluso, en su últimísima etapa, todos los productos de la cultura humana, también la religión. En ésta se ha “evolucionado”, por ejemplo, de un fetichismo a un politeísmo, de éste a un henoteísmo y por fin al monoteísmo. La idea de progreso está presente en la política que precisamente se llama “progresista”…
Admito lo que de arbitrario y aun impuesto –algunos dirán que se trata de una “tiranía”– tiene este paradigma. Por cierto que los paradigmas son necesarios, si vamos a hacer caso al filósofo de la ciencia Thomas S. Kuhn (1922-1997), no en el sentido de que se mantengan por siempre sino, más bien al contrario, en cuanto que cada cierto tiempo (un tiempo que puede durar varios siglos), hay uno que domina –de acuerdo con él se elabora la ciencia en ese periodo– para después ser sustituido por otro, una vez que se ha comprobado el anterior como ya insostenible por la presencia creciente de “anomalías” experimentales inasumibles. Digo que, de todos modos, a pesar de la relatividad de los paradigmas y visiones del mundo, no me parece mal el paradigma evolutivo y no veo su alternativa.
Es verdad que el evolucionismo, particularmente el biológico, se ha desarrollado movido de hecho, en muchos de sus representantes, por una intención desacreditadora de la religión tradicional. Pero esto es resultado del “cientificismo”, visión reductivista según la cual sólo habría que admitir como verdadero o válido aquello que entra dentro del método científico, pretendiendo extrapolar dicho método a todos los ámbitos de la realidad. El cientificismo no respeta la amplitud y diversidad del saber humano, no distingue los “niveles”, como tú también señalas. De todos modos, hay una evolución que sí puede se integrada con los contenidos más genuinos de la tradición cristiana, aunque no con la Biblia entendida en su literalidad. Yo pienso que el relato del Génesis, poseyendo unos profundos contenidos teológicos, corresponde a una visión del mundo muy superada, la cual, vista desde la actualidad, es sin duda “ingenua”. En la Iglesia católica nos hemos hecho conscientes de los “géneros literarios” de la Escritura. Cada uno tiene su estilo, sus exigencias y su contexto. Hay una historia de la redacción, un a veces complicado proceso de formación de los textos tal como los poseemos en la actualidad. Quiero tan sólo preguntarte si tienes en cuenta que en los primeros capítulos del Génesis encontramos dos o tres documentos distintos (por la época, por los autores primitivos y en consecuencia de todo ello por el estilo) que fueron posteriormente engarzados unos con otros para resultar el texto actual. Difieren en gran medida el relato sacerdotal (hasta el capítulo 2 en el versículo 4a), que supone ya una cierta abstracción en la consideración del origen del hombre, hecho “a imagen” de Dios, a pesar del antropomorfismo evidente de los siete días, y el relato yavista (de 2,4b en adelante), más colorista, plástico e ingenuo, más antiguo también. Aunque reconozcamos en los libros de la Biblia una expresión del mismo Dios, por la inspiración, no podemos dejar de considerarlos como documentos humanos que son, porque esto último es lo evidente e inmediato, siendo lo primero una asunción de fe, que se puede admitir, como paso ulterior, siempre que de alguna manera se justifique dicha asunción con motivos racionales, es decir, comprensibles en principio por todos los humanos.
Dices que “también se necesita mucha fe para aceptar la teoría de la evolución”. Estoy de acuerdo. ¿Cómo de simples mutaciones al azar podría haber surgido la maravillosa complejidad de nuestro mundo? Para mí, el contemplar el gigantesco proceso de la evolución cósmica, planetaria y vital me lleva a reconocer una dirección inteligente, una presencia de Dios en todo el proceso, en toda la extensión del ser. El que haya una presencia de Dios no excluye que dicho proceso tenga sus causas naturales, más o menos discernibles: ahí está la labor de la ciencia. Y precisamente con la teoría de la evolución adquiere un sentido más preciso y cabal la quinta vía de Santo Tomás (expresada ya por los mejores filósofos de la Antigüedad): la del orden y finalidad en este mundo. Y no sólo aprecio en todo esto una inteligencia portentosa sino también una “paciencia” que sólo de naturaleza divina podría ser. Creo que es más digno de Dios, y mueve más a admiración y pasmo, una Creación que dura 13.700 millones de años que una que se hace apresuradamente en siete días: alguien podría decirnos que un dios que hiciera así las cosas sería un dios chapucero y estresado, como lo somos los pobres humanos. Efectivamente, con una evolución bien entendida, aparece más a las claras la grandeza de lo divino y la pequeñez de lo humano.
Creo que la ciencia y la religión han de integrarse, buscándose siempre síntesis fecundas. “Ciencia” no equivale sin más a “objetividad”, pero sí supone una tensión hacia ella: aunque no se da la “observación” pura, pues la observación y la experimentación siempre se realizan desde el prisma de unas concepciones teóricas discutibles y mejorables, no se pierde en la ciencia la referencia a la realidad constatable. En este sentido, no se hace ningún servicio a la verdad negando las aportaciones científicas. La religión, por su parte, es un saber eminentemente tradicional, cuyas afirmaciones han de ser con frecuencia reformuladas, aceptando los retos que plantean otros saberes. Creo que no es bueno el planteamiento apasionado y excluyente del “versus”, del “o lo uno o lo otro”. Es mejor el planteamiento del “y” ( aunque tiene el amargo inconveniente de que requiere más esfuerzo y acarrea encima la incompresión de muchos).
El intento de Teilhard de Chardin de encontrar una síntesis superior, que aunara los resultados de la ciencia y las convicciones de la religión, a pesar de las dificultades y de las críticas que ha recibido, me parece muy loable. Con unas palabras suyas, que reflejan un estilo de vida y de pensamiento que son también los míos, quiero terminar:
"Desconfiad especialmente de todo lo que aísla, de todo lo que rechaza y de todo lo que separa. Cada cual en vuestra línea de conducta, obrad y pensad en universal, es decir, en total."
Javier Moreno
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Nuevas aportaciones a este debate:
Primera Parte
1. ¿ Evolución o Creación?
Descubriendo el verdadero rostro del evolucionismo
(Versión 31-10-08)
Carlos Aracil Orts
Introducción1
Este artículo se justifica y surge como mi primera aportación al debate “Evolución versus Biblia”, que fue iniciado con la publicación en esta web del artículo de Don Javier Moreno titulado “Evolución “versus” Biblia, una disyuntiva equivocada”.
A fin de poder abarcar y ordenar debidamente mi respuesta a los temas tratados, en el artículo citado anteriormente, por Don Javier Moreno, me ha parecido conveniente que constara de dos partes completamente diferenciadas.
En esta primera parte –“Descubriendo el verdadero rostro del evolucionismo”– se enmarcaría el presente estudio que trata la problemática de la teoría de la evolución desde un punto de vista científico creacionista. Sin embargo, no ignoramos que la visión opuesta es la más aceptada entre los científicos, la más difundida y divulgada por todos los medios, y la que tan ampliamente está influyendo en nuestra sociedad, socavando en muchos casos la fe cristiana de jóvenes y adultos.
En la segunda parte –“Evolución o Biblia, un dilema a resolver por el cristiano”– se continuará el presente debate, abordándolo, sólo desde una perspectiva bíblica.
Cuando escribí la introducción al estudio “¿Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte?2 , no pretendí hacer tanto un alegato en contra de la teoría de la evolución, como una defensa de la fe en la Biblia como palabra de Dios y, en especial, en el Génesis, por ser este primer libro de la Biblia uno de los más denostados, criticados y desprestigiados, precisamente por los científicos y por todos aquellos que consideran infalibles e indiscutibles todos los postulados, hipótesis y afirmaciones de la ciencia.
En primer lugar, he de dejar absolutamente claro que estoy totalmente a favor de la ciencia en la medida que su acción redunde en un claro beneficio para la humanidad y mejore los ámbitos en los que se desarrolla la vida del ser humano. Por ejemplo, ¿Quién estaría en contra de que se investigue para encontrar las causas y los remedios para las múltiples enfermedades que existen, o para reducir la pobreza en el mundo, o para evitar y disminuir la contaminación de nuestro medio ambiente, etc. etc?
En segundo lugar, no es mi intención inmiscuirme en cuestiones y teorías científicas como la teoría de la evolución de las especies, puesto que no soy, ni intento equipararme a un científico que pueda hacer una crítica descalificadora de la misma, basado en razonamientos o argumentos de tipo científico. Por tanto, necesariamente, muchos de los argumentos que usaremos en este estudio serán de fuentes científicas cuya interpretación de los restos paleontológicos, que son las únicas pruebas que posee la teoría de la evolución, discrepe de la de los evolucionistas.
En tercer lugar, debo decir que la coherencia intelectual con mi fe cristiana me impele a rechazar, sin tapujos, complejos y medias tintas, la teoría de la evolución tal como la entienden la mayor parte de los científicos, del modo como se ha divulgado a través de los libros de texto, y tal como se han hecho eco los medios de comunicación dando por sentado que la citada teoría es un hecho ineludible. El respaldo científico, mediático y social que ha conseguido la citada teoría es de tal magnitud que, hoy en día, cualquier persona que se atreva a manifestar su posición en contra de la misma puede ser tildado, por lo menos, de ingenuo e ignorante. Como una breve muestra de la verdad y gravedad de lo que anteriormente hemos aseverado, permítasenos transcribir unos párrafos encontrados en la página 17, del libro titulado La evolución: ¿realidad o ficción?, de John Blanchard, Editorial Peregrino:
• En 1966, H.J. Muller, el célebre genetista, difundió un manifiesto firmado por 177 biólogos americanos en el que se aseveraba que la evolución orgánica de todos los seres vivos –incluido el hombre- a partir de formas primitivas, y en última instancia de materiales inorgánicos, es un hecho científico tan demostrado como la redondez de la Tierra.3
• Carl Sagan, el astrónomo conocido por su revolucionaria serie de televisión “Cosmos”, afirmó en una versión impresa del programa: “La evolución es un hecho no una teoría”.4
• Richard Dawkins, el zoólogo de Oxford en la cátedra Simonyi para difusión popular del conocimiento científico (y probablemente el ateo más famoso de Gran Bretaña), plantea esta cuestión con su habitual insolencia: “Se puede asegurar sin la menor duda que, si nos topamos con alguien que afirma no creer en la evolución, esa persona tendrá un problema de ignorancia, estupidez o desequilibrio mental (o de maldad, cosa que preferiría no pensar)”.5
Aclaremos qué afirma o defiende la teoría de la evolución, la que respaldan los científicos. Descubramos su verdadero rostro.
Primero de todo, y ante cualquier tipo de debate, necesitamos saber a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de la teoría de la evolución. No necesariamente se trata de la idea que tienen al respecto, las pocas o muchas personas no expertas en el tema, como es la opinión del que suscribe, ni, en principio, lo que cree la iglesia Católica o las iglesias evangélicas en general, sino que nos referimos a aquella teoría que es respaldada, casi sin fisuras, por la mayoría de los científicos, y que ha llegado a considerarse, en el siglo XXI, como un hecho incontrovertible, tan importante que el que se opone frontalmente a ella puede ser considerado ingenuo e ignorante, como hemos visto.
No negamos que los seres vivos y por tanto, las especies sufren mutaciones y cambios que dan lugar a especies modificadas, sino que lo que rechazamos es que la vida surja de la materia inerte, y ésta de la nada. La idea que de lo simple surja lo complejo. Esa idea de progreso, de que la vida asciende o proviene de lo inorgánico a lo orgánico, apareciendo por casualidad, hace millones de años, y que las especies derivan unas de otras, progresando continua y lentamente, haciéndose más y más complejas hasta culminar con el homo sapiens. Describimos a continuación esos postulados de la teoría de la evolución que nos parecen inadmisibles.
A) La vida surge de la materia inerte o no-vida, por generación espontánea. No hay intervención alguna de Dios.
Esta teoría afirma que toda la vida que conocemos en este planeta, tanto vegetal como animal procede no de una creación separada de las especies por un Ser inteligente al que llamamos Dios, sino de un antepasado común a todas las especies, que ha surgido por generación espontánea de la combinación química de la materia inorgánica, el cual a través de multitud de mutaciones azarosas y millones de años ha “dado a luz” todas y cada una de las especies que existen.
B) Todas las especies tanto vegetales y animales derivan unas de otras, evolucionando de lo más simple (un animal unicelular, protozoo o una simple molécula), a lo más complejo (el ser humano).
La afirmación de muchos científicos que todas las especies vivas, desde todo tipo de insecto, hasta los peces, reptiles, o mamíferos, como por ejemplo, los elefantes, pasando por las hortalizas, demás vegetales, la belleza y diversidad de las flores, las aves y el hombre, son sólo consecuencia del azar y la necesidad, sin que haya mediado la acción de diseño de un Ser inteligente y Creador, es absolutamente indemostrable e increíble, aunque, en principio, sea una mera hipótesis de partida.
Explicar cómo ha podido producirse el milagro de la vida, eliminando a Dios como causa primera, planteando la hipótesis de que toda clase de vida que se conoce, se ha originado, a lo largo de millones de años, mediante una multitud de mutaciones inteligentes que han progresado “con visión de futuro” para saber en cada momento hacia que especie deberían evolucionar, puede, quizá, ser un objetivo y tarea de la ciencia y de los científicos. Sin embargo, el resto de los mortales no deberíamos dejarnos influenciar hasta el extremo que pensemos que esa teoría es verdadera, y tiene más peso o solvencia, que el relato del Génesis, primer libro de la Biblia, considerando a éste como ingenuo, infantil e increíble, simplemente porque no está apoyado por la ciencia.
El evolucionismo es totalmente ateo.
El tipo de evolucionismo que preconiza y defiende la ciencia, es, pues, fundamentalmente ateo, porque sostiene la generación espontánea de la materia y de la vida, sin intervención alguna del Creador, que queda completamente descartado.
No creo equivocarme si afirmo que los creyentes en el Dios que nos revela la Biblia, de ninguna manera pueden aceptar la teoría de la evolución tal como es en realidad. Esta teoría es el apoyo y fundamento de los ateos. Por lo tanto, entre creyentes, la teoría tal como está formulada es rechazada categóricamente, porque prescinde totalmente de la existencia de un Creador. Y porque da una falsa idea de progreso y de orden que realmente no existen. Se trata de un sistema de creencia materialista, que considera la supervivencia del más fuerte y apto como base de la filosofía de la vida. Al contrario que el sistema creacionista que cree que todo orden viene de Dios y no sólo de la naturaleza y de los procesos naturales, y que hay que defender a los débiles.
Las especies se diversifican y varían pero no se transforman unas en otras.
Otra cosa muy distinta es que neguemos el hecho evidente de que las especies, sin duda, han experimentado cambios graduales desde que Dios las creó de forma separada, hasta el día de hoy. La diversidad es parte de la creación (Génesis 1:11-13; 20-26). La Biblia no niega la variación de las especies sino que hay textos que sugieren que eso mismo sucedería después de la Caída en el pecado de la primera pareja humana (Génesis 3:14, 17,18).
La diversificación posterior de las especies –a partir de las especies creadas por Dios- es un hecho evidente. Por procesos naturales o artificiales –cruces genéticos intencionados o no- ha llegado a haber una rica variedad de tamaños, colores y formas ya sea de vegetales o animales, incluso han surgido multitud de nuevas especies. Como ejemplo de esto, que llamaremos micro-evolución, podemos poner la variada cantidad de formas y tamaños que existen en la especie que conocemos como perro.
Sin embargo, lo que no admitimos es que esta micro-evolución o micro-variación que se produce en el marco de la especie o más exactamente de la raza o subespecie pueda dar lugar a la transformación de una especie en otra con características morfológicas totalmente diferentes. Las especies varían diversificándose, pero jamás provocando una macro-evolución, es decir, que, por ejemplo, un perro se convierta en un caballo, por poner un ejemplo más plausible de realizarse, que el de que se transforme en un león, o en cualquier otro tipo de mamífero totalmente diferenciado.
Llegado a este punto no estaría de más clarificar lo que entendemos por especie. Ante un grupo de organismos o individuos, solemos identificarlos como de la misma especie, cuando tienen una estructura, forma o apariencia semejante, similar o igual. Sin embargo, lo que realmente les identifica como individuos pertenecientes a la misma especie es su capacidad o posibilidad de cruzarse o reproducirse entre sí, y los distingue con otras poblaciones, precisamente por lo contrario. Por tanto, no en todos los casos se podrá afirmar, por la simple apariencia, que un organismo corresponde a una determinada especie, hasta que se averigüe la característica o cualidad citada. Realmente es posible encontrar en la naturaleza, grupos de organismos con caracteres morfológicos semejantes y que a simple vista son iguales pero que no son capaces de reproducirse entre sí, lo que indicaría, según esta definición, que se trata de una especie distinta.
Dios, indudablemente, no creó todas las especies vivientes que hoy en día existen sino un número limitado y básico de especies, proporcionándoles en su infinita sabiduría, una información en sus genes que pudiera dar lugar, con el tiempo, a la maravillosa diversidad actual. Lógicamente ese código genético implantado por el Creador a todos los seres vivos implicaba un diseño inteligente, capaz de prevenir que, por mutaciones fortuitas o intencionadas, pudiese llegar a haber especies degeneradas o deformes o monstruosas que se prolongaran en el tiempo, y se reprodujeran entre sí para producir lo no deseado por Su voluntad.
Por tanto, lo que rechazamos firmemente es la filosofía que subyace en la teoría de la evolución, Dios no existe, la vida se ha generado espontáneamente y ha evolucionado, de lo más simple, por ejemplo, un protozoo hasta los más complejo que es el hombre. Por otro lado, tampoco podemos estar de acuerdo con los que han intentado hasta el momento presente, conciliar el pensamiento evolucionista científico con la Biblia. Puesto que al aceptar la mayoría de los postulados de la teoría evolutiva, sacrifican la verdad revelada de que Dios creó separadamente, los vegetales, animales y al hombre, socavando, por tanto, el fundamento de la fe cristiana. Con esta abdicación o renuncia de las verdades bíblicas, se apoya y se defiende totalmente el pensamiento evolucionista, con la única diferencia que, en lugar de mantener a la sola Naturaleza como artífice y formadora de la vida, se introduce a Dios con el objeto que dirija todo el proceso evolucionista, creyendo que Él ha intervenido en algún momento de la historia de este planeta, para crear sólo algún tipo de vida inferior, y ha usado los mecanismos evolutivos como medio para llevar a cabo sus fines creadores. Esto contradice, igualmente la Revelación bíblica que afirma sin lugar a dudas que Dios realizó una creación separada de los vegetales, animales y el hombre.
Por citar sólo algunas incoherencias y contradicciones de la teoría de la evolución.
La ley de la biogénesis que sostiene que la vida sólo puede proceder de vida preexistente contradice frontalmente la premisa de la generación espontánea en que se fundamentan los evolucionistas para su teoría. Por supuesto, tampoco pueden probar que la vida surgiera, hace miles de millones de años, mediante combinaciones químicas de la materia en un caldo prebiótico en un entorno ambiental adecuado. Porque la molécula más simple que forma la vida, tiene una información en su código genético ADN, que hasta el momento, y con todos los avances de la ciencia, los científicos se han visto imposibilitados de reproducir en el laboratorio. La probabilidad de que una molécula proteínica que conforma la vida se desarrollara por azar es prácticamente nula, o sea, del orden de una entre 10161, según los expertos en probabilidad estadística.6
¿Cómo, pues, puede el azar crear las moléculas que necesitan un diseño inteligente? Y aun aceptando que la vida surgiera por azar, ¿Cómo puede surgir toda la complejidad de la vida de algo tan simple como una molécula, sin diseño inteligente, sólo por los mecanismos evolutivos?
¿No es condición indispensable para que todo el proceso de la evolución se inicie que se parta de la existencia de una forma de vida completa, para que tenga en sí misma la capacidad de reproducirse?
Por otra parte, el evolucionismo mantiene que de las formas simples de vida, como pueden ser todos los microorganismos, bacterias, algas, microhongos, etc., dieron lugar a organismos más complejos de forma gradual y progresiva. Por tanto, debemos preguntarnos: ¿Cómo pudieron formarse los nuevos órganos de forma gradual en las nuevas especies, y que estos fueran capaces de funcionar y ser operativos supliendo las necesidades básicas de supervivencia de esos nuevos descendientes evolutivos? La teoría evolutiva afirma que este proceso se realiza por pequeñas variaciones en el código genético, y través de cientos de miles o millones de años.
¿Cómo, por ejemplo, especies que precisan poseer órganos tan complejos como el ojo, o el oído, el olfato o cualquier otro que suponga una función vital, iban a poder sobrevivir sin que esos órganos, todavía incompletos por su estado evolutivo y por tanto incapaces de desempeñar su misión, cumplieran el objetivo funcional para el que estaban evolucionado?
Aún cuando ese plan evolutivo se fuera cumpliendo de manera “indefectible e infalible” como guiado por una inteligencia sobrenatural, a través de multitud de generaciones, ¿Cómo, en la corta duración de la vida que tienen tanto los vegetales como los animales, podrían irse acumulando las millones de micromutaciones, siempre progresivas, que serían necesarias para transformarse en una nueva especie, que debería superar a la primitiva en complejidad?
“¿Qué probabilidad hay de que las mutaciones aleatorias coincidan y coordinen la creación de tan solo una nueva estructura? Digamos que la formación del ala de un insecto precisa (muy por lo bajo) de tan solo cinco genes [...]. La probabilidad de que ocurran [simultáneamente] dos mutaciones inocuas es de una entre mil billones. A todos los efectos prácticos, no existe ninguna posibilidad de que las cinco mutaciones ocurran en el ciclo de vida de un solo organismo.”7
A continuación expondremos algunas razones más, de sentido común u objeciones que intentan mostrar lo increíble de la hipótesis evolucionista.
Más objeciones contra el evolucionismo ateo.
¿Cómo el hombre puede evolucionar de una simple molécula, hasta llegar por no se sabe que mecanismos azarosos a algo tan complejo y trascendente como es el ser humano?
¿Cómo es posible que todo sea consecuencia del azar, sin diseño inteligente, que las mutaciones genéticas, mediante la selección natural, hayan ido logrando con infinita sabiduría combinar los genes, aumentando constantemente la información, componiendo y combinando cada vez órganos más complejos y adecuados para cada función y especie?
¿Con qué mecanismos científicos cuenta la evolución para dar origen, en un primer momento, a lo que se conoce como la más ínfima partícula de vida, y, a partir de ahí, provocar que esa minúscula información (lo que ya implica una inteligencia y un diseño inteligente) contenida en esa chispa de vida tan elemental y simple, surjan todas las especies existentes?
Al parecer, fundamentalmente sólo existen dos mecanismos: las mutaciones genéticas y la selección natural expuesta por Darwin en su libro el origen de las especies.
La selección natural o supervivencia del más apto, aunque es un hecho, sirve mayormente para preservar las especies, destruyendo los organismos defectuosos. Las mutaciones o alteraciones de la información genética, frecuentemente son pérdidas o ligeras modificaciones del código genético.
Como evidencia nuestra experiencia, el transcurso del tiempo, aunque se combine con la selección natural y las mutaciones, es incapaz de producir ningún cambio determinante e importante que dé lugar a la transformación de las especies o macroevolución, sino que, por el contrario, fundamentalmente, conduce ineludiblemente al envejecimiento, deterioro y muerte de los organismos. Las microvariaciones genéticas, cuando son beneficiosas pueden llegar a formar otras subespecies dentro de una misma raza, pero en ningún caso transformarían una especie en otra totalmente distinta en lo que se refiere a sus caracteres morfológicos; como por ejemplo, que del perro surgiera el caballo, como expresábamos más arriba.
¿Cómo una pérdida o alteración de la información genética de una especie puede dar lugar a una macroevolución?
Todavía resulta más increíble e irracional creer que las mutaciones genéticas fortuitas son capaces de aumentar la información contenida en el código ADN, con tal inteligencia que conduzca, en progreso a una especie distinta y superior en complejidad. Esto sería un verdadero milagro, y por tanto, ya no estaríamos hablando de evolución.
Como ya expresamos antes, la experiencia de la vida diaria, sin necesidad de ser científico, nos demuestra que, con el transcurso del tiempo, todo lo que hay en este mundo tiende a deteriorarse, envejecer y morir o desaparecer. Esto, al parecer, tiene algo que ver con lo que enuncia la segunda ley de la termodinámica, es decir, que cualquier sistema cerrado va perdiendo orden, volviéndose más caótico, lo que significa un aumento de la entropía8 . Esta ley se opone frontalmente con la idea de la evolución que afirma que los cambios o mutaciones fortuitas dan lugar a un orden y una complejidad mayor. La objeción que hacen los científicos evolucionistas es que la Tierra no es un sistema cerrado porque recibe energía solar, pero esta energía aplicada al azar, sin un encauzamiento inteligente no puede crear un nuevo orden. Por eso, pues, creemos firmemente que las mutaciones, pueden alterar un código genético ya existente pero jamás producirán uno superior o más complejo, pues estaría totalmente en contradicción con la ley citada y con el sentido común. Por otra parte, las mutaciones no necesariamente resultan beneficiosas para la especie, sino que por el contrario, además de ser escasas, provocan en muchos casos una degradación o empeoramiento de la especie.
Los paleontólogos no han encontrado fósiles con formas transitorias o intermedias evidentes que prueben la macroevolución.
Una de las más importantes objeciones que se puede hacer a la teoría de la evolución es precisamente la que tiene que ver con las únicas pruebas que aporta, que no son otra cosa que los fósiles, cuyo estudio realiza la paleontología de forma prejuiciada, porque los interpreta siempre mediante la idea del evolucionismo predominante. La determinante objeción consiste en que no se han encontrado fósiles de formas intermedias o de transición entre la especies, de animales o vegetales, en las diferentes capas geológicas en que se distribuyen los fósiles hallados. Si el evolucionismo afirma que todas las especies provienen de un solo antepasado común a todas ellas, debería aportar multitud de fósiles donde se pudiera evidenciar que han existido alguna vez esas distintas especies intermedias capaces de generar a las que todos conocemos y que subsisten en la actualidad.
El evolucionismo postula que existe un proceso evolutivo, que comienza en una célula, o un elemento todavía más simple como un aminoácido o proteína como el antepasado común a toda la humanidad, e imagina que pequeños cambios producidos por mutaciones fortuitas del código genético, la selección natural, y millones de años, han llegado a formar la diversidad de especies que actualmente existen. Ello implica, por tanto, un mecanismo de transición gradual de una especie en otra, pasando por una multitud de formas intermedias hasta consolidarse en las definitivas.
No existen fósiles que demuestren ser cierta esta teoría, sino que por el contrario, se ha comprobado la aparición súbita de formas de vida complejas (sin ancestros) en las capas más profundas de la corteza terrestre. Como por ejemplo, los trilobites, que son un tipo de artrópodos (semejantes a las cucarachas de mar), cuyos organismos tiene una gran complejidad que nadie pone en duda, pues disponían también de ojos. Pertenecen a la Era Paleozoica (Era Primaria) del periodo Cámbrico. O sea que estos organismos tan complejos que aparecieron hace ya alrededor de 570 millones, no tienen antecesores en la capa más antigua (la inmediata inferior a la del periodo Cámbrico) correspondiente al periodo Precámbrico, en el que no obstante, también existían organismos vivientes de no despreciable complejidad, aunque microscópicos, como bacterias, algas, y microhongos.
Los evolucionistas han pretendido haber encontrado en el famoso fósil, llamado Archeopteryx, el eslabón intermedio entre reptil y ave. Sin embargo, cuando se estudió con detenimiento, y sin dejarse arrastrar por las ideas evolucionistas, se llegó a la conclusión, de que, aunque tenía algunas características de los reptiles como los dientes, sus alas y plumaje y aspecto general le tipificaban dentro de la especie ave. Por otro lado, el que un ave tuviera dientes no era nada nuevo, puesto que algunas aves del Cretácico también las tenían. No obstante, aun en el caso de que se admitiera que se tratase de un organismo intermedio entre reptil y ave, esto no probaría en absoluto que habría habido una transición de reptiles a aves a través suyo. Lo que ocurriría es que, a los únicos efectos de su clasificación, estaría considerado como un eslabón intermedio entre reptil y ave, pero en ningún caso eso demostraría su filiación evolutiva.
No obstante, mucha gente, ha visto en los libros de texto, de divulgación científica, etc., o algún otro medio, impresionantes gráficos que presentan series evolutivas, indicando las formas progresivas que van obteniendo determinadas especies fósiles encontradas. Estos dibujos pretenden mostrar la relación de parentesco y la progresión de formas para demostrar que la evolución es un hecho. Entre ellas citaremos la serie evolutiva del caballo de América del Norte, Europa y Asia, y la tan popularizada, de los simios que van irguiéndose hasta desembocar en los seres humanos tal como son hoy.
La serie evolutiva del caballo de América del Norte, Europa y Asia
Esta serie nos presenta a los équidos, desde el de tamaño más pequeño, como el de un zorro, y cuatro dedos en sus patas, y más antiguo del Eoceno, pasando por formas intermedias o algo mayores, con tres dedos en los periodos del Oligoceno, Mioceno y Plioceno, hasta llegar al Equus, de la época Pleistoceno y Cuaternaria, que coincide con el que conocemos actualmente, en tamaño y con sus patas en un solo dedo.
La evidente progresión de las formas, conectadas artificialmente a partir del postulado o premisa evolucionista, no prueba, en absoluto la relación filial o de parentesco, ni que unos procedan de los otros por evolución. El parecido entre ellos, que no negamos, no prueba el hecho mismo de la evolución. Se ha de tener en cuenta que la misma clasificación de los fósiles según su progresivo parecido ya es una interpretación, puesto que se pueden relacionar de muy distintas maneras. Por otro parte, en este caso puede tratarse de variaciones dentro de una misma especie, como, por ejemplo, son evidentes y pronunciados los distintos tamaños y caracteres morfológicos que existen dentro de la especie perro.
La serie evolutiva de los simios al hombre.
Primero de todo, aportaremos la definición de homínido según el diccionario de Internet:
“Los homínidos (Hominidae) son una familia de primates hominoideos, que incluye al hombre y sus parientes cercanos.”9
Lo que dice la teoría de la evolución es que a partir de un primate, antepasado común a varias especies, surgieron varias “ramas”, de las que derivaron los chimpancés, gorilas, orangutanes y el hombre, fundamentalmente.
Al respecto, lo único que podemos hacer por nuestra parte es remitirnos a las investigaciones realizadas, suponemos, por científicos, que no han sido condicionados por las hipótesis evolucionistas, y que afirman que “....no existe ninguna prueba verídica de la existencia de homínidos,” en el sentido de que sean criaturas que existan en un proceso intermedio entre simio y humano.
Para ello nos basaremos en dos fuentes distintas: en primer lugar, citaremos unos párrafos extraídos de un artículo de Internet titulado El fraude de los homínidos, e igualmente, y en segundo lugar, del libro titulado: La evolución: ¿realidad o ficción?, al cual, también, nos hemos referido con anterioridad:
"El fraude de los homínidos
“El fósil "Ramapithecus" fue considerado durante veinte años el primer ser en transición simio-humano, actualmente se le considera un mono de la clase "babuino". El "Hespeithecus" es un fósil de una dentadura que se consideró homínida durante catorce años hasta que se llegó a la conclusión que se trataban de dientes de un cerdo. En el famoso fósil llamado "Lucy" cuando sus defensores necesitaban una rótula para demostrar que Lucy andaba erguida tomaron una hallada a más de tres kilómetros y a distinta profundidad de donde se había hallado el fósil principal.
En realidad, nueve de los supuestos doce homínidos catalogados por los antropólogos son variedades extinguidas de simios-monos, no teniendo ninguna característica humana:
Pliopithecus, Proconsul, Dryopithecus, Oreopithecus, Ramipithecus, Australopithecus Robustus, Australophitecus Boisei y Australophitecus Afarensis ("Lucy"). Todos ellos han sido catalogados como errores por afamados paleontólogos, a pesar de ello siguen apareciendo como verdaderos en los libros.
Lo que sucede es que por lo general los paleontólogos han sido lentos para reconocer sus propios errores. Otros paleontólogos sin embargo, como el famoso David Pilbean, han tenido la gallardía de reconocerlo: "Deberíamos haber reconocido la poca solidez de nuestros argumentos originales y deberíamos haber sido más cautos, pero no lo fuimos. Tras 130 años de esfuerzos determinantes para confirmar el Darwinismo, todo lo que hemos conseguido es encontrar unos pocas y ambiguas muestras, lo cual es una significativa evidencia negativa ".10
A continuación transcribimos del libro titulado: La evolución: ¿realidad o ficción?, los siguientes párrafos muy clarificadores que forman parte del capítulo titulado:
“¿De las moléculas al hombre?11
Si presuponemos la existencia de la primera forma de vida –consideraremos eso en breve- el panorama evolutivo general incluye protozoos (organismos unicelulares microscópicos) que dan lugar a los primeros invertebrados (formas de vida sin médula espinal o columna vertebral); invertebrados que evolucionan hasta convertirse en peces; peces que pasan a anfibios; anfibios a reptiles; reptiles a pájaros y cuadrúpedos peludos; y cuadrúpedos peludos a mamíferos antropomorfos. Sin embargo, todo esto no son más que simples conjeturas sin pruebas sólidas; y lo mismo cabe decir del “capítulo final” de la historia evolutiva, cuando los mamíferos antropomorfos evolucionaron hasta convertirse en el Homo sapiens, la raza humana. Los evolucionistas han desplegado todos sus recursos a fin de demostrar este eslabón en particular, pero sus más reputados esfuerzos han devenido en estrepitosos fracasos.
• Desenterrado en Alemania en 1857, el hombre de Neandertal se pregonó como “el eslabón perdido” fundamental, pero las pruebas en contra que se han ido acumulando son tan abrumadoras que existe un consenso entre la mayor parte de los expertos en que “el Neandertal era un miembro de la familia humana por pleno derecho”.12
• Durante 40 años un conjunto de huesos descubiertos en Inglaterra en 1912, apodado como el hombre de Piltdown, se anunció a bombo y platillo como “el sensacional eslabón perdido”.13 Todo el mundo sabe que fue un fraude colosal, una calavera humana de 400 años en la que se encajó la mandíbula de un orangután.
• En 1922, un único diente desenterrado en Nebraska y al que se atribuía una edad de cinco millones y medio de años copó los titulares internacionales como prueba de un eslabón entre los monos y el ser humano, pero a los seis años se descubrió que procedía de un pecarí, un animal salvaje parecido a un cerdo que corrió la misma suerte —la extinción— que la teoría del hombre de Nebraska.
• El dueño original de una gran calavera descubierta en África oriental en 1959 fue bautizado como el hombre cascanueces. National Geographic lo aclamaría como una prueba de que el hombre desciende evolutivamente del mono, pero algún tiempo después sus descubridores se retractaron de sus extravagantes afirmaciones, y hoy día existe un consenso generalizado en que la calavera pertenecía a un simio ya extinto.
• En 1974 se bautizó a un pequeño esqueleto hallado en el gran valle del Rift, Etiopía, con el nombre de Lucy, y se le atribuyó una edad de al menos tres millones de años. Los medios acogieron a Lucy con entusiasmo, y se la publicitó como el primer simio que caminó erguido; pero hace tiempo que los expertos en este campo han desmantelado esta supuesta prueba.”
Por todo lo anteriormente expuesto, nos identificamos totalmente con la aseveración de que los esqueletos fósiles que se han encontrado con apariencia de homínidos no son realmente un estado intermedio entre los hombres y los simios. En mi opinión, o son lo primero o son lo segundo. Aunque a los científicos les parezca un pequeño salto pasar de simio a hombre, porque afirman que nuestro código genético es muy parecido, casi coincidente, con el de los primates citados, todos sabemos que realmente hay mucha diferencia incomparable entre una bestia y el ser humano. Éste tiene una consciencia que le permite conocerse a sí mismo, una conciencia que le proporciona la guía moral de lo correcto e incorrecto, de lo que está bien y de lo que no lo está. Hasta el extremo que ha recibido el apelativo de “animal religioso”, por su innegable dimensión espiritual. Qué diremos de su capacidad para las artes, la ciencia, sus distintos tipos de inteligencia, de proyectarse con su memoria hacia el pasado, planear el futuro, amar y odiar, etc.
Conclusión
Nos ha parecido conveniente terminar este estudio sobre la teoría de la evolución no con nuestras propias palabras sino citando literalmente unos párrafos obtenidos del libro ¿Evolución o Creación?14 , a modo de resumen de los argumentos presentados anteriormente, y que al tratarse de la opiniones de dos expertos investigadores, merezcan más crédito que la visión no científica del que suscribe.
“Las condiciones postuladas por la filiación evolutiva
Para afirmar que la paleontología impone la idea de evolución por filiación de las especies a partir de la vida rudimentaria o incluso a partir de la materia inorgánica (tesis habitual de los evolucionistas), seria necesario que pudiéramos verificar antes todas las condiciones siguientes:
1. Explicación verosímil de la aparición de la vida a partir de la materia, espontáneamente, sin intervención externa.
2. Presencia en las capas más antiguas de organismos rudimentarios de los que habrían surgido las formas ulteriores más complejas.
3. Aparición progresiva y continua de formas de vida a partir de lo simple hacia lo complejo, en sentido irreversible.
4. Presencia de formas de transición entre las especies, entre las familias, entre los géneros, etc.
5. Presencia de «series evolutivas» indiscutibles, en el seno de una misma familia por ejemplo, mostrando el paso progresivo de una forma a otra.
6. Explicación verosímil de posibles factores capaces de haber transformado ciertas especies y dejado intactas otras desde su primera aparición en las capas inferiores.
7. Demostración clara de las leyes naturales actuales que permiten ese transformismo; o, en su defecto, de la existencia de antiguos factores naturales capaces de haber actuado juntos para ocasionar esas transformaciones, y justificación de su desaparición.
Si uno de estos puntos es falso, la tesis evolucionista no puede pretender ser un hecho, ni siquiera una teoría muy probable.
Pensemos, por otra parte, que el punto 1, aparición espontánea de la vida, presenta problemas insalvables. La única explicación propuesta por los transformistas es la de la generación espontánea, que ya se creía por completo abandonada desde Pasteur, pero a la que deben recurrir los evolucionistas desesperadamente so pena de tener que admitir la noción de creación.
Un evolucionista como E. Guyénot reconoce que «es imposible imaginar la generación de una bacteria cuya estructura es compleja ya de por sí. De hecho, la práctica de la asepsia ha demostrado que tales génesis espontáneas no tienen lugar actualmente. ¿Por qué razón habrían sido posibles hace millones de años?»15 . En efecto, ¿por qué? La pregunta sigue en el aire.
El punto 6 no ha tenido mejor suerte. Los capítulos sobre biología muestran que todos los mecanismos invocados desde principios del siglo xix hasta nuestros días han sido incapaces de explicar esa supuesta evolución.
Algo similar ocurre con el punto 7. Dado que los evolucionistas no pueden proporcionar ni un solo ejemplo actual de transformismo, deberían al menos ser capaces de explicar por qué esas variaciones de gran alcance, que habrían originado las transformaciones de las especies, no se dan nunca en la actualidad, ni excepcionalmente. Ahora bien, deben reconocer su incapacidad siquiera para imaginar las posibles causas que quizá posibilitaron antaño lo que es imposible hoy día16 .
Pero, ¿y los demás puntos mencionados? ¿Han sido verificados ésos al menos? Como veremos no ha sido así y el árbol genealógico de las especies que figura —tan convincente en apariencia— en todos los libros escolares o en obras de divulgación, es más bien un producto intelectual, una reconstrucción arbitraria, que un puro y simple reflejo de los hechos.
Ciertamente —e insistiremos en ello— la paleontología revela que han desaparecido ciertas especies. Que fueron un poco —a veces mucho— diferentes a las nuestras y que en general se da una progresión de formas conforme se va ascendiendo en los diferentes estratos. Pero esas variaciones se pueden explicar perfectamente mediante otras hipótesis distintas a la de la filiación. Los hechos no apoyan la citada hipótesis y las leyes biológicas se oponen a ella.
Si la mayor parte de los paleontólogos insisten en afirmar que la evolución es un hecho, se debe probablemente a que, inmersos desde su juventud y a lo largo de sus estudios en un ambiente en el que se admite dicha teoría como un dogma indiscutible, acaban por no pensar ni siquiera por un momento en ponerla en duda. La presión social de tales ideas-fuerza acaba por imponerse a todos.”
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
2 En el menú Soteriología de la Web: www.amistadencristo.com, se presenta el artículo titulado ¿Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte?, el cual es el objeto de los comentarios que forman parte de este debate “Evolución versus Biblia”.
3 Muller, H.J.: “Is Biological Evolution a Principle of Nature that has been well established by Science?” (Documento de circulación interna, mayo de 1966).
5 Citado por Johnson, Phillip E: Darwin on Trial, p. 9(Monarch Publications). Existe versión en español: Proceso a Darwin (Portavoz, 1995). (N.E.).
6 Cf. Coppedge, James F.: Evolution: Possible or imposible?, Probability Research on Molecular Biology, pp, 110 ss.
7 Verbruge: Alive: An Enquiry into de Origen and meaning of Life, p. 13 (Ross House Books). Cita extraída del libro: La evolución: ¿realidad o ficción?, de John Blanchard, Editorial Peregrino.
8 Entropía termodinámica, una magnitud que mide la parte de la energía que no puede utilizarse para producir un trabajo; es el grado de desorden que poseen las moléculas que integran un cuerpo, o también el grado de irreversibilidad alcanzada después de un proceso que implique transformación de energía. (http://es.wikipedia.org/wiki/Entrop%C3%ADa_(termodin%C3%A1mica).
9 Definición de homínido según el diccionario de Internet: http://es.wikipedia.org:
10 Párrafos extraídos del “El Fraude de los Homínidos” (http://www.conoze.com/doc.php?doc=485)
11 páginas 13, 14, del libro titulado La evolución: ¿realidad o ficción?, de John Blanchard, Editorial Peregrino.
Segunda parte
Evolución o Biblia, un dilema a resolver por el cristiano
Versión 31-10-08
Carlos Aracil Orts
Introducción1
Este estudio es mi segunda aportación al debate “Evolución versus Biblia”, que fue iniciado con la publicación en esta web del artículo de Don Javier Moreno titulado “Evolución “versus” Biblia, una disyuntiva equivocada”.
En la primera parte –“Descubriendo el verdadero rostro del evolucionismo”– abordé la problemática de la teoría de la evolución desde un punto de vista científico creacionista, incidiendo en las incongruencias y lagunas de la misma, al tiempo que preveníamos que, su amplia difusión e influencia en nuestra sociedad, podía socavar los cimientos de la fe cristiana de muchos jóvenes y adultos.
En esta segunda parte –“ Evolución o Biblia, un dilema a resolver por el cristiano”– presentaremos los problemas que surgen cuando se intenta conciliar el pensamiento evolucionista con las claras enseñanzas de la Biblia, por cuanto ésta describe la creación por Dios de los vegetales, animales y el hombre de forma separada, y sostiene que la decadencia y muerte de los seres humanos es consecuencia de la caída de la primera pareja en el pecado, por desobedecer el mandamiento de Dios. Lo que se opone frontalmente con la hipótesis del evolucionismo, como ya hemos comprobado en la primera parte.
El presente artículo pretende demostrar que no es posible tal conciliación, y que la única opción, coherente para los cristianos, es aceptar la validez y veracidad de la Biblia en cuestiones de fe, y que por tanto, no debemos temer ni avergonzarnos que nos tachen de ingenuos e ignorantes, porque “...el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel cree;...” (Romanos 1:16,17).
¿La teoría de la evolución, tal como lo plantean los científicos, socava realmente los fundamentos de la fe cristiana?
A partir del auge, tremenda extensión e influencia, que ha ejercido la teoría de la evolución o el pensamiento evolucionista en todos los órdenes de nuestro mundo, surgen entre los cristianos dos formas distintas de enfrentarse al problema del origen y desarrollo de la vida. Por un lado, los que tratan por todos los medios de aunar o reconciliar los postulados de la ciencia con los de la Biblia, y por otro, los que aceptan sencillamente la veracidad y literalidad del relato del libro del Génesis, porque consideran que es incompatible creer que el hombre desciende del simio, y al mismo tiempo creer en la veracidad de la palabra de Dios que dice expresamente que el hombre fue formado directamente por Él, a su imagen y semejanza, sin mediación de ningún tipo de evolución.
Desde este momento es importante que nos hagamos algunas preguntas y que intentemos responderlas:
¿Deberían los cristianos tratar de adaptar sus creencias bíblicas a los dictados de la ciencia, a fin de no contradecirla, aun cuando eso suponga negar la veracidad de la Biblia y dar más crédito a los postulados de la ciencia?
¿Es coherente que los cristianos crean que la Biblia es verdad sólo en tanto y en cuanto no esté en contradicción con el pensamiento evolucionista científico?
Puesto que la Biblia es el fundamento de la fe de los cristianos ¿Es coherente que los cristianos acepten el planteamiento del evolucionismo científico, aun cuando éste contradiga frontalmente a la Biblia?
¿Es lícito y conveniente que los cristianos renuncien a sus doctrinas y creencias que provienen de la revelación bíblica, simplemente porque estén en flagrante contradicción con el pensamiento evolucionista científico, y entonces, traten de buscar puntos de encuentro con la ciencia aun cuando eso se haga en detrimento de la verdad revelada?
¿Es Dios quien necesita de la evolución para crear o por el contrario es la ciencia o los científicos los que, al descartar la existencia de Dios, no tienen más remedio que recurrir a una teoría que es no sólo increíble sino también indemostrable?
Creemos sinceramente que este evolucionismo ataca y socava los fundamentos de la fe cristiana, porque es un ataque frontal a la veracidad de la Biblia, y, en especial, al libro del Génesis, que afirma, como todos sabemos, que Dios creó separadamente a los vegetales, animales y al hombre. Por desgracia, mucha gente ha creído más lo que dicen los científicos que lo que declara la Biblia, implicando para esas personas una indudable y consecuente pérdida total o parcial de su fe cristiana.
Ya hemos visto lo que afirma la evolución, ahora, pues, veamos lo que clara, concisa y directamente declara la Biblia:
La vida y su diversidad provienen del poder creador de Dios no del ciego, azaroso e impotente evolucionismo.
Génesis 1:20-30
“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. (21) Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. (22) Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. (23) Y fue la tarde y la mañana el día quinto."
En la Biblia “género” o “especie” no tienen el significado científico sino el sentido de “clase”, como tipos que comprenden varias categorías. Aparte de Génesis 1, esta frase de “según su especie” aparece en varias ocasiones en Génesis 6 y 7; Levítico 11; y Deuteronomio 14. Por tanto, “según su especie” no se refiere a especies en el sentido de que puedan reproducirse entre sí, sino a la variedad o diversidad de seres vivos creados por Dios.
(24) Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. (25) E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. (26) Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (28) Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (29) Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. (30) Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.”
¿Por qué Dios no pudo crear los vegetales, los animales y el hombre por separado y utilizar el día de veinticuatro horas que es una unidad de tiempo que Él mismo ha creado como idónea o adecuada para este planeta?
¿Qué razones existen para qué toda la Biblia sea inspirada por Dios excepto el libro del Génesis, salvo los argumentos que nos pueda dar la ciencia?
¿Cómo podremos sostener, mantener y defender nuestra fe cristiana si negamos la veracidad del relato del libro del Génesis y en su lugar aceptamos la teoría de la evolución?
¿Tenemos argumentos o bases para seguir creyendo en el resto de la Biblia y en que Jesús vino a salvarnos del pecado y de la muerte, o por el contrario, al no disponer de los cimientos, se desmorona todo el edificio de la fe?
Los voluntariosos esfuerzos que han hecho los cristianos, ya en el ámbito personal, o en el colectivo, mediante poderosas organizaciones como la iglesia Católica o evangélica, para intentar conciliar la evolución con la Biblia, no han dado como resultado, por lo general, rechazar la filosofía evolucionista, sino que por el contrario, lo que han conseguido es poner en entredicho la literalidad y por tanto veracidad del relato del libro del Génesis.
Esta conciliación o armonización de las hipótesis evolucionistas con la Biblia, en los últimos dos siglos, se ha realizado, dando todo el crédito a la ciencia, e introduciendo dudas en la inspiración divina de algunos libros del Antiguo Testamento. A pesar que, en los primeros siglos de la era cristiana, las iglesias cristianas estuvieron de acuerdo en la formación del canon bíblico completo, del AT y NT, más tarde “la alta crítica” ha tratado incesantemente de demostrar la no-veracidad y, por tanto, la no-inspiración de muchas partes de la misma.
Los críticos, que a veces no se atreven a afirmar claramente que la Biblia miente, o que muchos de sus relatos no son históricos, o que se contradice y por tanto no se puede creer que viene de Dios, intentan disfrazar sus opiniones incrédulas, al pretender que ciertas partes de la Biblia no deben entenderse literalmente. Para ello, unas veces, introducen dudas en cuanto a la autenticidad del texto, argumentando que no se conocen los autores, o que se trata de párrafos añadidos deliberadamente con intereses particulares.
Otras veces, simplemente, no son capaces de admitir la intervención de Dios en los asuntos terrenales, y tratan de explicar por medios naturales, lo que no puede ser más que una acción sobrenatural. En la Biblia, empezando por el Génesis y terminando en el Apocalipsis hay multitud de acciones milagrosas a las que no hay que buscarles la causa natural que las ha producido. Como por ejemplo, la creación separada de las diversas especies, vegetales, animales y al hombre, a lo que se opone frontalmente el evolucionismo. La explicación es mucho más simple, Dios no precisa del proceso evolutivo para crear sino que Él trajo a la existencia todo lo que quiso mediante la expresión de su voluntad: le bastó dar las órdenes y al instante se cumplía su deseo. Sin embargo, para creer eso hay que ejercer la fe que no tienen esos grandes pensadores críticos. La Biblia fue inspirada por Dios para que pudiese ser fuente de salvación y bendición para todo el mundo, incluyendo a las personas más sencillas y rudimentarias, que por supuesto, no poseen ninguna erudición, y tampoco necesitan saber si determinado texto es espurio o verdadero.
No existe posibilidad de entendimiento entre el concepto evolucionista y el creacionista. El primero parte de la existencia de una vida imperfecta en la que todos los organismos que la conforman, ya sean vegetales o animales, tienen una existencia limitada, porque después de un periodo de tiempo no muy largo, ineludiblemente llegan al envejecimiento, la decadencia y la muerte. Mientras que el segundo, parte de organismos y seres totalmente acabados y diferenciados, creados directamente por Dios en toda su plenitud y perfección.
De todos los organismos creados por Dios, el hombre, ocupa en su creación, el lugar más elevado, y por ser hecho a imagen y semejanza del Creador (Génesis 1:26), tiene la máxima perfección. La primera pareja podía haber vivido eternamente en el Paraíso, si no hubiera pecado, simplemente obedeciendo la orden de Dios (Génesis 2:17). Como consecuencia de este pecado se extendió la muerte a toda la humanidad (Romanos 5:12; 1ª Corintios 15: 21)
Romanos 5: 12
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”
Por eso fue necesario que Dios por medio de Cristo viniera a este mundo a rescatar a la humanidad perdida en Adán (Marcos 10:45; 1ª Corintios 15: 21,22).
1ª Corintios 15: 21, 22
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.”
Por tanto, si el evolucionismo es cierto, la muerte existió desde el mismo origen de la vida, y no se introduce a la humanidad como consecuencia del pecado de Adán. El hombre no es hecho por Dios a su imagen, sino que desciende de los primates, el pecado nunca ha existido, y el hombre, aunque siempre tendrá una vida limitada y corta, evoluciona hacia algún tipo de perfección, aunque no aspire a una moralidad alta ni mucho menos a la santidad (1ª Corintios 1:2; Hebreos 12:14), a través de la supervivencia del más apto. En ese caso, el libro del Génesis, el gran apóstol Pablo y el mismo Jesucristo no cuentan más que patrañas. El Sacrificio de la muerte de Jesús sería absurdo y sin sentido. La muerte siempre existiría. La resurrección sería un cuento de hadas.
Por eso, estoy seguro, que aceptar la teoría de la evolución socava el fundamento de nuestra fe cristiana. Si Jesucristo confirmó que el Antiguo Testamento, tal y como nos ha llegado hasta nuestros días, es la Palabra de Dios, ¿Por qué hoy día se pone en entredicho al AT y se sugieren razones de que algunas partes del mismo pudieron ser de confección netamente humana, sin ninguna inspiración divina?
Las Sagradas Escrituras de Jesús fueron el Antiguo Testamento.
Lo importante para el creyente consiste, no en tratar que sus creencias coincidan con las ideas científicas, sino en no dudar de la veracidad de la Biblia. El fundamento de la fe cristiana no se sustenta en los postulados de la ciencia sino en todo el contenido de la Biblia. Si Jesucristo se basó en el AT para sus enseñanzas, lo respaldó citándolo en todo momento y testificó que era la Verdad no dudando en ningún momento que todo él contenía la auténtica Palabra de Dios (Juan 17:17) ¿Quién es el hombre para juzgar qué partes de la Biblia son verdaderas y cuáles son falsas? (Apocalipsis 22: 18,19).
La “alta crítica”, desde su comienzo ha tratado de poner en entredicho el AT, aseverando que el mismo contiene partes que son sólo cosecha de hombres, añadidas por ellos sin inspiración de Dios, y por tanto, no tienen ningún crédito. Niegan la veracidad e historicidad de los acontecimientos que el libro del Génesis relata, como son la creación separada de los vegetales, animales y el hombre, el paraíso terrenal, la caída en el pecado, el diluvio universal, el que Noé construyese un arca (como un trasatlántico), la torre de Babel, etc. Pero no termina aquí su incredulidad, sigue con el libro del Éxodo, poniendo en duda, las plagas que Dios envió sobre Egipto, el paso milagroso del pueblo de Israel por el mar Rojo, y un largo etc. que para no ser exhaustivos no continuaremos enumerando.
Todo ello se debe a que todos esos eruditos se dejan influenciar por la ciencia que no admite lo sobrenatural y divino, y les falta fe en el poder de Dios, y en que Él haya sido capaz de salvaguardar Su palabra de toda contaminación humana. ¿Qué han conseguido con ello? Que mucha gente crea que la Biblia cuenta mentiras. Jesús miente, los apóstoles de Jesús mienten. La Biblia es un cuento.
Sin embargo, no debemos olvidar que Jesús, sus discípulos, y en general toda la iglesia cristiana primitiva no tenía otras Sagradas Escrituras que las que conocemos hoy como el Antiguo Testamento (AT). ¿Estaban equivocados, Jesús y sus apóstoles, cuando las citaban para apoyar sus admoniciones o argumentos?
¿Afirma, acaso, San Pablo que sólo parte del AT es inspirado o que los capítulos 1 al 10 de Génesis no fueron inspirados por el Espíritu Santo?
El gran apóstol Pablo corrobora la existencia histórica de Adán y Eva
1ª Timoteo 2:13, 14
“13 Porque Adán fue formado primero, después Eva; 14 y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.”
Cuando Pablo afirma, en el verso anterior, que Adán fue formado primero y que Eva fue engañada, ¿Se está refiriendo a dos personajes que nunca existieron, y a un hecho, la caída o la transgresión que es puro invento del escritor? (Ver además: Rom. 5:14; 1 Cor. 15:22; 15:45)
¿Miente el Espíritu Santo? ¿Nos miente Dios? Veamos que dice San Pablo, refiriéndose a las únicas Escrituras que entonces tenían, es decir el AT:
2ª Timoteo 3:16-17
“16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
Como se puede constatar, Toda la Escritura es inspirada por Dios, no sólo una parte sino TODA. No parece razonable pensar que Dios nos mienta. Veamos también lo que dice el gran apóstol Pedro:
2ª Pedro 1:19-21
“19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
Si el testimonio de estos dos grandes gigantes de la fe, que conocieron personalmente a Jesús,no fuera bastante, tenemos también el testimonio que el propio Jesús da de la Escrituras del AT. Veámoslo:
-Cristo las aprobó apelando a ellas: Mateo 4:4; Marcos 12:10; Juan 7:42.
-Cristo enseñó por medio de las Escrituras: Juan 24:27.
- Las Escrituras entregadas y confiadas a los judíos: Lucas 16:31; Romanos 3:2; 9:4
- Cumplidas por Cristo: Mateo 5:17; Lucas 24:27: Juan 19:24.
- Se las llama la palabra o la Palabra de Dios: Sant. 1:21-23; 1 P. 2:2; Luc. 11:28; Heb. 4:12
-Son también la palabra de Cristo o la palabra de verdad o las Santas Escrituras: Col. 3:16; Sant. 1:18; Rom. 1:2; 2 Tim 3:15.
- Etc., etc.
Cada uno es muy libre de creer lo que quiera, pero yo prefiero ser coherente con lo que enseña la Biblia. Mi fe no está basada en lo que dicen los hombres sino lo que ha revelado Dios por medio de su Santo Espíritu.
Con respecto a la negación de la existencia del diluvio universal y de otros relatos del libro del Génesis, me limitaré a citar a Jesús. Él no dudó jamás de que existiera. ¿Era, acaso, el Hijo de Dios un ingenuo e ignorante? En fin, cada uno es libre de decidir: esto sí es verdad y esto no lo es, pero eso no es coherente:
Jesús aceptó como una realidad histórica la existencia del Diluvio
Mateo 24:36-39 (Palabras de Jesús)
(Ver también Lc. 3:36;17:26,27; 1 P. 3:20; 2 P. 2:5; Heb. 11:7.)
“36 Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. 37 Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. 38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, 39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.”
¿Qué más necesitamos para creer que el AT es también Palabra de Dios?¿No es suficiente el testimonio de Jesús? El hombre de Dios, el creyente se basa en la fe en Dios y en todo lo que Él nos ha revelado.
¿Creemos más a lo que dicen los hombres que a lo que nos dice Dios por medio de su Palabra? ¿Por qué dudar de la veracidad de las palabras de Jesús?
Si así lo hacemos, ¿Por qué no dudar también de sus milagros, o de su resurrección?, o ¿Por qué no creer, como muchos creen, de que fue sólo un profeta, un buen hombre, pero que no es la encarnación de Dios?
Hebreos: 11:6-7:
“6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. 7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. “
Testimonio de Jesús de la existencia de Sodoma y Gomorra
Mateo 10:15 (Palabras de Jesús) (Ver también Mat. 11:23,24; Mr. 6:11; Lc. 10:12; 17:29); De Pablo: Rom. 9:29: De Pedro: 2 P. 2:6; De Judas: Judas 7.
Mateo 10:15 (Palabras de Jesús)
“15 De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad.”
Si sólo hemos de creer lo que esté respaldado por la ciencia, o aquello de lo que hay pruebas materiales de su existencia, entonces, no se necesitaría la fe.
Relato del libro del Génesis comparado con la teoría de la evolución
Cuando se sugiere que el libro del Génesis puede contener partes que son sólo fruto de la imaginación de sus autores, obra puramente de hechura humana, se está afirmando que se trata de un apaño humano que subrepticiamente se ha introducido a fin de contaminar la verdad revelada. Lo que ha ocurrido es que se ha considerado mucho más convincente la teoría que sostienen los evolucionistas que lo que la Biblia afirma, pues aquella se basa solamente en causas naturales más asequibles de creer por el ser humano. Sin embargo, la Biblia explica la sucesión de ciertos eventos por la acción sobrenatural de Dios, a lo que sólo se puede acceder mediante la fe.
¿Qué pretende el relato del Génesis? ¿Es preferible creer en la teoría de la evolución en lugar de creer que el Génesis es literal?
Al respecto, deberíamos preguntarnos ¿Qué dignifica más al ser humano, ser imagen y semejanza de Dios, el Creador, o serlo de un primate? Si Dios existe ¿Por qué no creer que es el Creador de todo? ¿Son el azar y la necesidad más poderosos que Dios?
El capítulo uno de Génesis describe de forma ordenada y completa el origen de todo lo creado. Nos enseña que Dios es anterior a todo y el Creador de toda la materia y de los seres vivos. El cielo y la tierra representan todo el universo. El capítulo dos de Génesis se limita a describir de forma más detallada y especifica pormenores de la creación ya efectuada en el capítulo uno. Ambos capítulos se complementan y en absoluto se contraponen.
¿Creemos en un Dios todopoderoso que es capaz de crearlo todo mediante su palabra? ¿Está Dios limitado por las leyes de la naturaleza que Él mismo ha creado? ¿Hay algo imposible para Dios, excepto el hacer el mal, porque esto último es contrario a su naturaleza?
Si creemos que la Biblia fue inspirada por Dios ¿Por qué damos más fiabilidad a lo que nos dice la ciencia? La ciencia no puede aceptar la acción de un Creador que partió de la nada para hacer todo lo que deseaba su voluntad. Además, la ciencia debe circunscribirse a aquello que puede manejar de forma empírica, y demostrar en sus experimentos de laboratorio. Lo que hace la ciencia con respecto al origen del universo y de la vida son simplemente hipótesis racionales para tratar de explicar lo que existe, pero son sólo eso, es decir, nada más que hipótesis indemostrables.
Cuando Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”, ¿Es literal o figurado? Si no es literal ¿Debemos entender, entonces, que todo ha llegado a su existencia por azar y por necesidad, sin que haya detrás una voluntad creadora que lo diseñe y lo planifique todo con infinita sabiduría?
¿Es literal o simbólico cuando el capítulo uno del libro de Génesis, declara que Dios crea dando simplemente una orden: hágase o haya o sea? ¿Es incapaz Dios de crear así?
¿Está nuestra creencia condicionada por el hecho de que los científicos la consideren pueril, y nos da vergüenza que los demás se burlen de nuestra creencia?
¿Qué pretendió Dios al inspirar al autor del Génesis que escribiera lo que escribió? ¿Quiso darnos, acaso, una explicación científica? ¿Es un libro de ciencia el Génesis?
Está claro que Dios no pretende explicarnos cómo hizo el universo, sino sólo que Él lo creó, que es Creador de todo. Esto está sencillamente expresado en Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”. Con ello se diferencia entre Dios y la naturaleza, que muchas corrientes filosóficas confunden, como es el caso del panteísmo. La naturaleza no tiene inteligencia ni poder en sí misma. Este texto nos dice claramente que Dios creó todo lo que existe, es decir, el universo, los cielos y la tierra, en un momento dado. Pero no nos dice cuándo ni cómo, porque lo importante es saber que Él es el Creador.
El siguiente verso describe el planeta tierra ya formado y todavía inadecuado para la vida. Lo que puede indicar que hubo una creación en dos fases: una, primigenia, de la materia sin vida, y otra posterior en la que Dios crea todas las condiciones necesarias que serán idóneas para los tipos de vida que a continuación va a crear.
El relato de la creación, pues, tiene un valor pedagógico y no científico. Dios pudo haber elegido crearlo todo de una vez con una sola orden, sin embargo, configuró su creación en el tiempo y en el espacio para adaptarse a la medida del ser humano. Para ello, empezó por crear el día y la noche, estableciendo la unidad de tiempo y el ritmo más adecuados para todos los seres vivientes que tenía planeado crear.
Dios decidió realizar la obra de la creación de nuestro mundo en seis días para enseñarnos con su ejemplo, como debería contabilizarse el tiempo y cual serían los periodos de trabajo y de descanso que se ajustarían mejor a la naturaleza del hombre. Cómo ya dije, Dios pudo crearlo todo en un solo instante, pero se limitó a dar una orden cada veinticuatro horas hasta culminar con la creación del hombre en el sexto día, para enseñarnos con su ejemplo, cómo debíamos comportarnos.
El porqué decidió Dios crear la vida y sus condiciones en ese orden en que aparecen en el relato del Génesis es algo que pertenece a la mente de Dios, y no necesitamos poder explicarlo para poder creer que fue así. A partir de ahí, podemos hacer elucubraciones razonables, que no contradigan la clara enseñanza bíblica, postulando que, en el cuarto día, lo que hizo Dios es configurar o acondicionar el Sol, la Luna y las estrellas, que ya las había creado en el principio, a fin que fueran idóneos para la vida del planeta Tierra (Génesis 1:14-19). La idea pedagógica fundamental, que nos quiere transmitir los textos de que todo es obra de Dios, no varía sino que subsiste. En cualquier caso, los creyentes debemos ser humildes y aceptar que Dios nos ha revelado todo lo necesario para nuestra salvación, y por tanto, nunca debemos pretender saber más de lo revelado (Deut. 29:29).
Mucha gente no cree que Dios pudo optar realizar la creación que concierne a este planeta en el que vivimos en seis días literales, pero ello, seguramente, tenía el propósito pedagógico que indicábamos arriba.
¿Por qué creer que Dios necesita de la evolución y de periodos de millones de años como dicen los científicos que son necesarios para que las cosas se formen por sí solas?
En el texto y contexto bíblico no hay nada que apoye la idea de que no se trate de días literales, pues el texto es tremendamente diáfano, sin dejar lugar a dudas, “...y fue la tarde y la mañana un día”. Está perfectamente claro que son las partes de que se compone el día: la tarde se refiere a la noche, y el día a la mañana; las cuales quedaron definidas, cuando Dios decidió crear este ciclo de tiempo descrito en los versos de Génesis 1:2-5, que determinaría para siempre sus periodos de descanso y de trabajo.
Conclusión
Estamos abiertos a todo el conocimiento científico, a todo los avances de la ciencia y a todas las ramas del saber humano. No somos retrógrados. Respetamos y admiramos tanto a los científicos como a la misma ciencia. Comprendemos que, quizá sea imposible para la ciencia, aceptar la acción de un Creador que partió de la nada para hacer todo lo que deseaba su voluntad, porque esa no es su misión. Sin embargo, la ciencia se circunscribe a aquello que puede manejar de forma empírica, y demostrar en sus experimentos de laboratorio, aunque también es parte de su tarea elaborar hipótesis que irá con el tiempo confirmando o descartando. Lo que hace la ciencia con respecto al origen del universo y de la vida son simplemente hipótesis racionales para tratar de explicar lo que existe, pero ninguna otra cosa, es decir, nada más que hipótesis indemostrables.
En cambio, la Biblia nos ofrece palabras de vida eterna (Juan 6:68; Tito 1:2; Hebreos 6:17-19). Cuando las hipótesis científicas estén en contradicción clara con la Biblia, y no puedan reconciliarse de ninguna forma, en cuestiones de fe, la Biblia, para el creyente, tiene la última palabra. La ciencia nunca logrará vencer a la muerte, a lo sumo alargará un poco la vida, y de hecho también ha mejorado la calidad de la misma y lo seguirá haciendo, hasta cierto punto. Sin embargo, la Biblia afirma que Jesús ya ha ganado la victoria sobre la muerte (1ª Corintios 15:54-57; Apocalipsis 21:4). Los creyentes nos aferramos a la inmutabilidad de la promesa de Dios.
Tito 1:2
“En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,...”
Hebreos 6: 17-19
“Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”
Entender literalmente la Biblia no es fanatismo ni ignorancia, significa identificarse con Cristo, que la citaba en todo momento, y obedecer sus mandamientos: Amar a Dios y al prójimo. El amor es el cumplimiento de la ley y los profetas –o sea todo el AT- (Rom. 13:10; Mc. 12:28-34). Ante una duda de interpretación de una doctrina siempre debemos elegir el camino del amor. Evitar todo lo que pueda herir a otra persona. Ninguna idea está por encima de eso.
Creo que todos estamos de acuerdo que Dios no ha dictado palabra por palabra a los profetas y santos hombres que escribieron la misma. Pero ellos recibieron en su mente de forma vívida, el mensaje que contiene la voluntad de Dios para la humanidad, ya sea porque oyeron Su voz, la de un ángel, o mediante visiones o sueños, y lo trataron de expresar, lógicamente, con sus palabras y con su estilo. El Espíritu Santo se encarga de que transcriban fielmente lo que el Autor, o sea Dios quiere transmitir.
Hebreos 1:1-3:
“1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,”
¿Cómo conozco a Dios y su voluntad?
En primer lugar, con respecto a la existencia de Dios, hay muchos argumentos que no creo necesario entrar aquí, porque la razón me dice que el Universo y toda la vida que contiene no se han generado a sí mismo, sino que necesariamente tiene que existir alguien que lo haya planeado y creado. Además la Biblia, me da a conocer como es Dios, y que Él interviene en su creación para rescatar lo que se había perdido (Lucas 19:10; 9:56; 15:4-6; Juan 3:15,16).
En segundo lugar, únicamente, por medio de la Biblia conozco cómo es Dios y que quiere de mí. Por ésta sé no sólo que Dios existe, sino que se ha manifestado al mundo por medio de su Hijo Jesucristo. Dios no sólo ha creado todo lo que hay en el universo, sino también que lo sustenta. Él ha intervenido en el mundo para extirpar el mal y el pecado, mediante la vida, muerte y resurrección de Cristo. Él vino para salvar y restaurar a la humanidad, y reconciliarla consigo mismo (2ª Corintios 5:19). La victoria de Cristo sobre la muerte es nuestra victoria, y por medio de Él, Dios prepara un pueblo santo (1ª Pedro 2:9; 1:15.16) para rescatarlo cuando venga en gloria (1ª Tesa. 4:13-18).
¿Cuál es la voluntad de Dios?
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”(Juan 17:17; Por favor, lea también: 1ª Corintios 1:2; Hebreos 12:14; Juan 1:17; Juan 8:32). La voluntad de Dios es nuestra santificación para que podamos entrar en Su reino.
¿Qué es la verdad?
Jesús es la verdad (Juan 14:6). La Biblia es la verdad. El evangelio eterno es la verdad. Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” (Juan 6:50, 51; ver además Juan 6:35; 6:47,48, 53-56;63; 7:37-39).
1ª Tesalonicenses 2:13 (Ver también 2ª Timoteo 3:15-17; Tito 2:11-3:8; Hebreos 11:6; 1ª Pedro 1:22-25; 2ª Pedro 1:19-21)
“13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.”
¿Qué es el evangelio?
No es mucho lo que hay que creer, ni muy difícil, ni irracional. ¿Es imposible para Dios que resucitase a Jesús?, ¿Es difícil creer que Jesús murió por nuestros pecados? En mi opinión, no es difícil, sólo que es necesario reconocer que somos pecadores, y que sólo Jesús es el remedio para nuestro mal. Pablo nos describe así lo que fundamentalmente es el evangelio:
1ª Corintios 15:1-9
“1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.”
¿Qué debemos hacer?
Sólo creer que Jesús murió por nosotros y obedecer su Palabra. Eso es lo que significa comer su carne y beber su sangre: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” (Juan 6:53). Significa identificarse plenamente con Cristo y su obra. Creer que hemos muerto al pecado y resucitado con Cristo a una vida nueva (2 Cor. 5:17; Col. 3:1-4; 10, 12-15; Juan 6:29).
¿Cómo podemos lograr la fe?
Sólo por medio de la Biblia: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17; ver también: Col 1:9-14; 20-23).
¿Hay poder en la Palabra de Dios?
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;... (17) Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:16, 17; ver también Santiago 1:21,22).
La clave del cristianismo está en la fe. Una fe viva que se perfecciona por la obediencia a la Palabra. Tanto la fe como el crecimiento en Cristo vienen por estudiar la Palabra, creyendo que es la verdad, y como consecuencia seguir ese camino, para que nuestra conducta y obras estén en armonía con lo que profesamos creer, sabiendo que nadie es perfecto, sino sólo Cristo, y cuando permanecemos unidos a Él como el sarmiento al tronco de la vid (Juan 15:1-6), obtendremos la victoria sobre nuestra propia naturaleza pecaminosa. Así lo ratifica San Pablo en varios textos:
Efesios 1:13
“13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
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