Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Segunda parte del debate sobre:

 

¿Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?

Versión 31-01-09

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Los comentarios a la introducción de este estudio corresponden a la primera parte del debate sobre la Trinidad. En este estudio presentamos los comentarios que componen la segunda parte del debate.

2. ¿Prueba la Biblia que Jesús es el Cristo divino-humano?

Ninguno ser humano podía, ni por asomo, imaginar que Dios iba a encarnarse en un hombre para descender a la Tierra y dar su vida en rescate de la Humanidad (Marcos 10:45).

1. Comentario de Alfonso:

La Biblia enseña que … Quien se encarnó, fue “el Hijo de Dios”, no “Dios”. Elena White (independientemente de que esté o no esté inspirada) lo explica muy bien: “Nunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención […] Jesús […] no sólo se desterró de las cortes celestiales, sino que por nosotros corrió el riesgo de fracasar y perderse eternamente” (DTG, pág. 105)

En efecto, Cristo tenía la posibilidad de pecar, si no, Satanás no se hubiera molestado en tentarlo. Y si pecaba, Él mismo se perdería eternamente. Pero ¿puede Dios perderse eternamente? Evidentemente, no. Porque Él es “el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, …” (1Timoteo 6: 16).

1. Comentario de Carlos Aracil:

Querido amigo, como este debate está basado en la sola Palabra de Dios, las declaraciones de Elena White no tienen más autoridad e importancia que las de otros escritores. Sus afirmaciones, y las de cualquier persona, incluidas las nuestras, podrán ser verdad en la medida en que se ajusten a la Palabra de Dios y no contradigan en ningún punto la misma. Nuestro método hermenéutico, siempre debe consistir en dejar que la Santa Biblia se interprete a sí misma. En los asuntos no revelados seremos prudentes para no tratar de ir más allá de lo que las Sagradas Escrituras dicen.

Por eso no caben hacer afirmaciones tajantes y simplistas como la que haces, que si Jesús es llamado el Hijo de Dios signifique necesariamente que ya no puede tener el rango de Dios igual al del Padre. El hecho de que Jesús gustase llamarse el Hijo del Hombre, y sea llamado y reconocido también como el Hijo de Dios cuando se produce la Encarnación, no introduce incompatibilidad con el ser igual a Dios como ser preexistente antes de tomar el cuerpo humano en su concepción virginal.

¿Cuál es la primera vez que Jesús es llamado Hijo de Dios? ¿Qué afirma la Santa Biblia?  “...el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35 úp.). Obsérvese que el tiempo del verbo “ser” está en futuro, lo que indica que sólo a partir de la Encarnación Jesús se convierte en Hijo de Dios y no antes de la misma. Ahora  comprendemos mejor la declaración del Salmo 2:7 que el autor del libro de Hebreos cita en el capítulo uno y versículo cinco: “En efecto, ¿a qué ángel dijo [Dios] alguna vez:  Hijo mío eres tú, Yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él un Padre, Y él  será para mí un hijo?” (Biblia de Jerusalén, 1998).

¿Cuándo se produce este evento? Este versículo indudablemente se refiere a la Encarnación que se produce en la virgen María por la acción del Espíritu Santo: “Y pensando él [José] en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. (Mateo 1:20; Véase también Lucas 1:35).

La relación de Padre a Hijo que se produce en la Encarnación es única y no tiene parangón con la acción de creación de todas las demás criaturas como los ángeles celestiales del verso citado. En ese acto Dios, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, toma el cuerpo humano y se convierte por obra del Espíritu Santo en un ser humano como uno de nosotros pero sin pecado, y sin perder su naturaleza divina que permanece después de la Encarnación, como es lógico y natural. De lo contrario el Jesús hombre sería una persona distinta del Ser preexistente que se encarnó en María. Es, pues, sólo por la Encarnación que la segunda Persona de la Trinidad toma la condición de Hijo de Dios. San Pablo lo describe muy bien: “[Cristo Jesús], el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2: 6-8).

La Santa Biblia declara que Jesús a pesar de su humillación al encarnarse en hombre, y convertirse en Hijo de Dios, no pierde nunca su condición de Dios. Veamos, por ejemplo: Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.” (Hebreos 1:8). Con esto consideramos haber respondido a la primera afirmación que niega que por ser Jesús el Hijo de Dios ya no puede ser  Dios, igual a Dios Padre.

A continuación abordamos, la cuestión implicada en la segunda parte de este comentario, la cual podríamos plantear en los siguientes términos:

Puesto que Jesús, el Dios-Hombre, podía pecar, si hubiera pecado, ¿Se habría perdido, como Hombre y, también, como Dios, por la eternidad? ¿Corrió Jesús, realmente, el riesgo de fracasar en su misión redentora de la Humanidad?

Para contestar estas preguntas también sería necesario responder a: ¿murió en la cruz sólo el Jesús Hombre? Si decimos que sí, es porque pensamos que el Jesús Dios no podía morir de ninguna manera por su calidad de inmortal y eterno. ¿Qué está implícito en esta premisa? Estaríamos afirmando que Jesús es en realidad dos personas, la Humana y la Divina. ¿Se habría solucionado de esta forma el dilema? En absoluto. Al contrario, pues es ahora cuando no entenderíamos nada. Ahora tendríamos dos seres distintos, dos personas. El Jesús-Hombre sería solamente un ser creado por Dios como una persona humana más, pero ¿qué vinculación tendría con el Jesús-Divino preexistente antes de la Encarnación?

Si esto fuese así, el que resucitó sería el Jesús-Hombre, el que se formó en el vientre de María, que sólo llegó a la existencia cuando nació, y que sería distinto al Jesús preexistente desde la eternidad. Luego, en la resurrección, se encontrarían ambos pero siempre serían dos entidades o seres o personas distintas con su propia autonomía y personalidad. ¿Nos damos cuenta del desatino y absurdo que eso supone?.

¿No es más lógico y sencillo creer que es verdad lo que Jesús dice de Él mismo, que Él tiene poder para dar su vida y volverla a tomar?  ¿Hay algo imposible para Dios (Lucas 1:37)?

Juan 10:17, 18

“17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”

El que descendió del cielo es el mismo que se encarnó, resucitó y subió de nuevo al cielo. Jesús es el “YO SOY” eterno que se apareció a Moisés, por medio de la zarza que ardía: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (Éxodo 3:14). De este modo se presenta así mismo en el NT, por ejemplo en Juan 8:58: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. (Véase además 1ª Corintios 10:1-4).

El que nació de la virgen María es el mismo Ser que existía previamente desde la eternidad con la misma gloria de Dios Padre (Juan 17:5), y por tanto, también es el que murió en la cruz a causa de cargar los pecados de todos nosotros (Isaías 53:5 +; Marcos 10:45). Así también lo confirma Apocalipsis 1:13pp., 17úp, 18: Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, [..]...No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”

¿Quién es este Ser semejante al Hijo del Hombre, que se autodenomina el primero y el último y que estuvo muerto, y vive por los siglos de los siglos y tiene las llaves de la muerte y del Hades?

Es evidente, pues, que en este caso es el Hijo del Hombre, sin lugar a dudas, Jesucristo, el que vive y estuvo muerto, el que recibe los mismo títulos de Alfa y Omega, primero y último que en Apocalipsis 1:8, se adjudicó, así mismo, Dios, el Padre. Y también en Apocalipsis 22: 12, 13, Cristo recibe los mismos títulos que el Padre:

Apocalipsis 22: 12, 13:

“12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.”

Si aun nos queda alguna duda vayamos al Antiguo Testamento, y comprobaremos que no puede haber Dios fuera de Jehová, que es el primero y el postrero, por lo que deducimos que no puede haber un Dios, el Padre, Todopoderoso, y un semidiós, el Hijo, Poderoso. Ambos son Jehová, el Señor Dios.

Isaías 44:6

“6 Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.

Isaías 48:12

“12 Óyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo también el postrero. 13 Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente”.

¿No es esto una prueba suficiente que indica que ambos tienen igual rango de Dios Todopoderoso, pues, además, ambos reciben el mismo tipo de alabanza y adoración?

El Ser igual a Dios, que se despojó a si mismo para encarnarse en hombre y humillarse hasta el extremo de sufrir la muerte en la cruz, no ha cambiado en su esencia, ni por su encarnación, ni por su muerte, ni por su resurrección, “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” (Hebreos 13:8).  Ésta es la sublime Verdad revelada. Con humildad debemos aceptar y creer lo que se nos ha revelado. No debemos especular y querer ir más allá. Dios nos ha revelado todo lo necesario para nuestra salvación.

A la cuestión planteada al principio de que si Jesucristo hubiera pecado ¿Se habría perdido por la eternidad? Respondemos que teóricamente así habría sucedido “porque la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:23).

Para analizar esta cuestión nos formularemos antes otra pregunta: ¿Puede ser Dios tentado? La Santa Biblia responde en Santiago 1:13: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie.”

Los evangelios del Nuevo Testamento nos describen las tentaciones que sufrió Jesús. Ahora, pues, debemos preguntarnos ¿Fue tentado Jesucristo como hombre o como Dios? Es obvio que Dios no puede ser tentado por nada ni por nadie. Sin embargo, Jesucristo, en su condición de hombre podía y de hecho padeció muchas tentaciones.

¿Porque siempre salió victorioso de ellas? En primer lugar, porque era un Ser Santo (Lucas 1:35; 1ª Pedro 2:22; 2ª Corintios 5:21), y por tanto, no tenía ninguna tendencia o inclinación hacia el mal sino, por el contrario, hacia el bien. En segundo lugar, porque permanecía en perfecta comunión con su Padre, y además se fundamentaba en los profundos conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras para contrarrestar toda tentación.

Romanos 5:14 nos habla que Adán era figura de Jesucristo, porque al igual que éste, fue junto con Eva los únicos seres humanos hechos directamente por la mano del Creador que fueron puros, perfectos y santos. Donde Adán pecó, Cristo triunfó sobre el mal. Por eso dice Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno [Cristo], los muchos serán constituidos justos.”

Aunque teóricamente Cristo podía pecar, Dios desde antes de la fundación del mundo diseñó el Plan de la Salvación de la Humanidad, de manera que no podía fracasar. Dios predestinó a Cristo para esa misión (1ª Pedro 1:18-20), lo que significa que Él dirigió y controló el tiempo, las situaciones, las naciones, etc., desde su presciencia y providencia, y puso los medios, a su debido tiempo, sin manipular el libre albedrío de sus criaturas. Por ejemplo: Herodes pretendió acabar con la vida de Jesucristo al poco de nacer, pero Dios no lo consintió. ¿Acaso coartó la voluntad asesina de Herodes? En absoluto. ¿Cómo evitó que su Hijo fuese asesinado? Véase San Mateo 2:13-16.

1ª Pedro 1:18-20

“18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

Por eso, esta gran verdad revelada sólo en la Biblia no la podemos entender, al ser rechazada por nuestra razón. Sólo cuando estudiamos la Palabra de Dios con fe, podemos reconocer y aceptar esta maravillosa doctrina. Dios es infinito, y como criaturas que somos, no podemos pretender abarcarle, sino que humildemente debemos aceptar lo que Él ha querido revelarnos.

2. Comentario de Alfonso:

El problema de la doctrina de la trinidad, no es que sea incomprensible, sino que no es bíblica.  Es cierto que tiene cosas incomprensibles, como es el hecho de la encarnación de un Ser preexistente. Pero no podemos aprovechar esos misterios para intentar establecer “verdades” distintas, como que, quien se encarnó, era Jehová.

2. Comentario de Carlos Aracil:

Creemos haber aportado textos de la Santa Biblia y argumentos, en el estudio Bíblico correspondiente, y también en comentarios precedentes que demuestran suficientemente la evidencia de un Dios manifestado en tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28:19; Juan 1:1-4). Otra cosa muy distinta es que libremente no se quiera aceptar tal evidencia, pero ahí está la Santa Biblia y nada ni nadie puede quebrantarla. Por tanto, no seremos más reiterativos en este tema.

2.1. Jesús es el Cristo o el Mesías, el Hijo de Dios y el Profeta prometido por Dios a Israel.

En primer lugar, debemos explicar que tanto el término Mesías como Cristo se refieren al mismo concepto expresado en hebreo o griego respectivamente (Daniel 9:25, 26; Juan 1:41; 4:25, 26), y significa el ungido de Dios, Jesucristo ungido del Espíritu Santo(Is. 42:1; 61:1; Lc. 2:26; 3:22; 4:18; Jn. 3:34).

Juan 1:41

 “41 Éste halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).”

Juan 4:25, 26 (Véase además Juan 6:69)

“25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.”

Cuando Israel en Horeb no pudo resistir la gloria de la manifestación de Dios, Él les prometió que les enviaría un profeta semejante a Moisés, del que recibirían la Palabra de Dios. Ese Profeta sería Jesucristo.

3. Comentario de Alfonso:

Totalmente de acuerdo. La Biblia enseña que … Jesucristo es el Mesías, el Ungido, un enviado de Dios. PERO NO ES DIOS.

3. Comentario de Carlos Aracil:

En anteriores comentarios de este y del anterior debate, ya hemos explicado que no es incompatible que Jesucristo sea el Mesías, el Hijo de Dios, mediante la Encarnación, y, al mismo tiempo, un Ser preexistente que tiene la misma naturaleza de Dios (Filipenses 2:6-8). Por tanto, no volveremos a tratar el mismo asunto dos veces.

Veamos “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.” (Deuteronomio 18: 18; ver también Deut 18:15-17; Isaías 52:7; Nahum 1:15; Hechos 3:22; Rom. 10:15; Efesios 6:15).

En segundo lugar, dada la gran cantidad de textos que existen tanto en el AT como en el NT que se refieran al Mesías, o a Jesús como Hijo de Dios, necesariamente, y a fin de no extendernos demasiado, nos limitaremos a seleccionar los que, a nuestro criterio, nos parezcan más significativos o esclarecedores para probar la divinidad del Mesías.

Todo el AT se enfoca hacia el Mesías venidero como la esperanza de Israel, el que iba a traer la paz y el perdón,  el Rey de gloria. En el oscuro pasaje de Génesis 3:15, Dios ya promete la victoria de la simiente de la mujer sobre el diablo personificado por la serpiente antigua (Génesis 3:1; Apoc. 12:9; 20:2). Le siguen las promesas hechas con los pactos con Abraham y los demás patriarcas, en las que Dios promete a aquél En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra,...” (Génesis 22:18 pp.).

¿Quién sería esta “simiente” prometida ya Adán y Eva y confirmada a Abraham y a los demás patriarcas?

La Biblia nos responde con claridad y precisión que la simiente es Cristo: “16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”.  (Gálatas 3:16).

¿Cuándo se cumplió esta promesa?

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,” (Gálatas 4:4).

¿De qué tiempo habla el apóstol Pablo en el versículo anterior?

El tiempo cuando iba a cumplirse la promesa de la venida del Mesías, fue predicho con toda exactitud cientos de años antes por el profeta Daniel, a quién Dios le reveló que ese maravilloso evento sucedería al cabo de sesenta y nueve semanas proféticas, y a la mitad de la semana setenta “se quitará la vida al Mesías” (Daniel 9:26, 27) o sea 69,5 semanas o 486,5 días-años (486,5 = 69,5x7; un día profético = un año), a contar “... desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas...” (Daniel 9:26, 27). La fecha de la orden para restaurar y edificar Jerusalén ocurrió históricamente con el decreto de Artajerjes hacia el año 457 a.C. Si contamos desde esta fecha 486,5 años hacia delante nos da como fecha probable de la muerte de Cristo en la cruz, aproximadamente  el año 30 de nuestra era.

¿Qué predice el Antiguo Testamento (AT) acerca de la misión del Mesías?

La misión que el Cristo, o sea el Siervo de Jehová, habría de realizar estaba ya perfectamente profetizada, muchos cientos de años antes del nacimiento de Jesús, en el libro de Isaías. Recomendamos leer los capítulos 52 y 53, especialmente este último. No obstante, no podemos dejar de transcribir aquí unos pocos versos que demuestran con que precisión el maravilloso plan de salvación, de la rebelde humanidad, decretado por Dios antes de la fundación del mundo, se cumpliría infaliblemente con el nacimiento,  vida y muerte de Jesucristo, en el tiempo señalado por el profeta Daniel.

Isaías 53: 5-12

“5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.

10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”

Cuando comprobamos que Jesucristo satisface plenamente todo lo predicho sobre Él y su obra fundamental de salvación de los seres humanos, y de que manera cumple hasta los más pequeños detalles profetizados por los profetas de Dios, nuestra fe se afianza y aumenta nuestra seguridad en la salvación, porque vemos por nosotros mismos que Dios no miente, y todo lo que ha prometido se cumple.

La misión de Jesucristo de redimir y rescatar a la doliente y pecadora humanidad, al cargar sobre sí mismo nuestros pecados, fue perfectamente cumplida con su muerte expiatoria en la cruz, con lo que se efectuó o se consumó la justicia de Dios (Véase Juan 19:30; Romanos 3:22-26). Desde ese momento, todos podemos acogernos a la gracia de Dios, creyendo que en Jesús somos perdonados, o sea, justificados, obteniendo el derecho a la vida eterna: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva [el regalo] de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23).

4. Comentario de Alfonso:

La Biblia enseña que … Dios escogió a su Ser más querido para realizar la obra de expiación. Ese Ser era Su Hijo Amado. No era Él mismo, porque, por ejemplo, “DIOS NO PUEDE SER TENTADO”, y Cristo fue tentado. Dios es “el único que tiene inmortalidad”, mientras que Cristo murió, y dice en Apocalipsis: “Yo soy […] el que vivo, y estuve muerto” (Ap 1: 17-18), etc. etc.

4. Comentario de Carlos Aracil:

Hemos considerado más conveniente incluir la respuesta a este cuarto comentario en el primero de este estudio, por lo que obviamos tratarlo ahora.

2.2. La naturaleza humana de Jesucristo, el Hijo de Dios.

En nuestra opinión, no creemos que en nuestros días se ponga en duda que Jesús sea verdadero hombre. Por el contrario, el énfasis parece puesto, más bien, en que Él fue sólo humano y nada divino, o como mucho un ser espiritual creado por Dios que tomó el cuerpo humano, por medio de la virgen María, en un momento determinado de la historia de este planeta.

No obstante, la Historia nos relata que ya en los primeros años del cristianismo surgió la herejía gnóstica de la que derivó lo que más tarde se llamó docetismo.

“Tenía dos características principales. En primer lugar, se basaba sobre un principio que un comentarista ha llamado 'la supremacía del intelecto y la superioridad de la ilustración mental frente a la fe y la conducta'. Los gnósticos se consideraban a sí mismos como "los que sabían", y esto es lo que la palabra gnóstico significa; creían que la salvación se produce en primer lugar por el conocimiento, es decir, por una iniciación en conocimiento místico y supuestamente superior que ellos poseían. Por supuesto, en dicho sistema, la Encarnación literal del Hijo de Dios no tiene ningún sentido. Lo que importaba era la "idea de Cristo" y las verdades que Cristo había anunciado.

“Una segunda característica del sistema gnóstico era su creencia en la separación radical e infranqueable que existía entre el espíritu y la materia, unida a la convicción de que la materia es inherentemente mala y sólo el espíritu es bueno. Este punto de vista era común a otras corrientes de pensamiento predominantes en ese tiempo. Por un lado, conducía a una negación de la importancia de la vida moral; la salvación estaba en el ámbito de la mente o el espíritu, que es lo único bueno, y por lo tanto no tenía ninguna importancia lo que pudiera hacer el cuerpo. Por otro lado, producía un tipo de religión filosófica completamente divorciada de la historia concreta. Obviamente, el gnosticismo entró en conflicto con el auténtico cristianismo. Según este sistema, cualquier Encarnación real del Hijo de Dios resultaba imposible. Si la materia es mala, entonces Dios no podría haber tomado un cuerpo humano sobre sí mismo. Y si esto es así, entonces la Encarnación de Dios en Cristo debe haber sido una cuestión sólo de apariencias.” (Fundamentos de la Fe Cristiana, Tomo II, Parte III-10, Ministerios LOGOI; www.logoi.org).

Por ese motivo, el apóstol Juan declara con mucho énfasis, para rebatir esta herejía, que “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; (3) y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído, que viene, y que ya está en el mundo” (1ª Juan 4:2, 3).

En el apartado anterior, hemos probado que Jesús es el Mesías o el Cristo, y que Él nacería de la simiente de la mujer (Génesis 3:15; 22:18; Gálatas 4:4). La misma profecía de Isaías 9:6,  predice que Jesús nacería, como cualquier niño, de una mujer“un niño nos es nacido, hijo nos es dado...”. Vemos el cumplimiento de esta profecía en los libros del NT. Por ejemplo:

Mateo 1:16, 25 (véase también Lucas 1:31; 2:7; Juan 1:14; Heb. 2:14; etc.):

“16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. (25) Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.”

Aparte de su nacimiento como niño, en Jesús existen muchas otras pruebas de su humanidad como son las siguientes: crece en sabiduría y en estatura (Lc. 2:52) y manifiesta emociones y funciones como cualquier ser humano de carne y hueso: llora (Lc. 19:41; Jn. 11:35, tiene hambre y sed (Mt. 4:2; 21:18; Jn. 4:7;19:28, etc.), duerme (Mt. 8: 23-27), muere (Jn 19:30), etc.

5. Comentario de Alfonso:

Hasta aquí, de acuerdo.

Tanto la humanidad como la deidad de Jesús eran absolutamente necesarias en el Plan de Salvación de Dios.

6. Comentario de Alfonso:

Eso ya es un razonamiento que se basa en una premisa que está sin demostrar. 

6. Comentario de Carlos Aracil:

Se trata de un razonamiento lógico. Si Dios fue ofendido por el pecado del hombre, y se puso en duda su justicia, sólo Dios puede darse a conocer a sí mismo. Ninguna criatura por muy celestial que sea podría nunca ser la imagen del Padre (Hebreos 1:1-3), restaurar su imagen y expiar los pecados infinitos que la Humanidad realiza constantemente.

Jesucristo imprescindiblemente debía de representar a la vez al hombre y a Dios, para poder establecer el puente entre el Cielo y la Tierra. Por eso el apóstol Pablo declara: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” (1ª Timoteo 2:5; Véase además Hec. 4:12; Heb. 2:17).

No creemos necesario aportar más textos para probar que Jesús era plenamente hombre. Completamente humano.

Sin embargo, es muy importante que comprendamos que la naturaleza humana de Jesús era semejante a la nuestra pero no enteramente igual (Romanos 8:3). ¿En dónde radica la diferencia? En un detalle tan esencial que sin él, su sacrificio expiatorio para rescatar a la Humanidad del pecado no sería válido. Fue como nosotros en todo menos en el pecado. Si Jesús hubiera nacido con una naturaleza pecaminosa como la que tuvo Adán, después de su Caída, o la de cualquier descendiente suyo, Él mismo habría necesitado un salvador, y por tanto, habría estado incapacitado para ofrecer su vida en rescate por los seres humanos. De aquí, que el apóstol Pedro diga que no fuimos rescatados “...con cosas corruptibles, como oro y plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación,(20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.”  (1ª Pedro 1:18 p.ú-20).

Su naturaleza humana era impecable. En la declaración del ángel Gabriel, que transcribe San Lucas, se afirma: “...por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado hijo de Dios.” (Lucas 1: 35 úp). A continuación, veremos algunos textos que nos ratifican la verdad esencial de que el hombre Jesús nació sin pecado.

Hebreos 7:26, 27

“26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.”

Hebreos 4:15

“15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

1ª Pedro 2:22

El cual [Cristo] no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;”

 1ª Juan 3:5

“Y sabéis que Él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él.”

1ª Corintios 5:21

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él [Cristo].”

Concluyendo este apartado: Jesucristo era plenamente hombre, pero sin pecado, su naturaleza es semejante a la de Adán antes de la Caída, en cuanto a su perfección moral, aunque físicamente, en su carne, no puedan encontrarse diferencias significativas con las características de cualquier hombre saludable de su época. Así se infiere de la afirmación de San Pablo de que Adán es figura del que había de venir [Cristo] (Romanos 5:14 ú.p). El verso 17 de este mismo capítulo es muy clarificador porque nos explica por qué existe la muerte, y que gracias a Jesucristo tendremos vida en abundancia: “Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de justicia.” (Romanos 5:17).
 

7. Comentario de Alfonso:

La Biblia enseña que … En efecto, Cristo no pecó. PERO PODRÍA HABER PECADO. Y eso nunca podría decirse de Dios. Dios en ninguna circunstancia podría pecar, ni morir. Luego Jesús y Dios son dos seres distintos y con distintas características. Podemos aplicarle a Cristo el adjetivo, “divino”, por su singular relación con Dios, pero eso nunca querrá decir que Él sea Dios.

7. Comentario de Carlos Aracil:

También se ha tratado ya este tema en el primer comentario de este estudio, por lo que remitimos al mismo. Aquí sólo insistiremos que en Jesús subsisten la naturaleza humana y la divina, y por tanto, como hombre podía pecar teóricamente pero en la práctica jamás sucedería pues el éxito de la misión salvífica de Jesús estaba predestinado por Dios, entendiendo por la palabra Dios las tres Personas Divinas.

2.3. La preexistencia de Jesucristo, el Hijo de Dios.

La Biblia demuestra que Jesucristo existía como un Ser espiritual antes de que fuese concebido, en el vientre de la virgen María, como ser humano. Tanto en la hipótesis de que ese Ser espiritual sea igual a Dios o de que se trate de un ser creado por Él, su naturaleza humana es adquirida, en el momento de la historia de este mundo, en el que se produce su Encarnación. De ahí en adelante y por la eternidad, la naturaleza humana formará parte del Hijo de Dios. No se trata, pues, de dos personas una espiritual desencarnada y otra material y humana, sino de una sola persona, que existía previamente, y que toma un cuerpo humano.

Así se desprende, en primer lugar, de las propias declaraciones de Jesús. Como podemos comprobar en los siguientes textos:

Juan 3:13 (Véase también Efesios 4:10):

“13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.”

En la Biblia de Jerusalén, versión 1999, este verso se transcribe sin la última oración:

“13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre.”

En cualquier caso, entendemos que el mismo Hijo del Hombre, que existía en su naturaleza espiritual en el cielo, antes de su Encarnación, fue el que descendió del cielo. Quizá en la versión de la Biblia Reina Valera, se entendería mejor si el verbo ser se tradujera en tiempo pasado “estaba en el cielo”. No obstante, también podríamos razonar que se trata de la misma persona, aunque con distinta naturaleza, la que sigue estando en el cielo y ha bajado del cielo para encarnarse, puesto como ser espiritual igual a Dios tiene sus mismos atributos como es la omnipresencia y la eternidad. Él no deja de ser Dios para llegar a ser hombre.

Citaremos algunos textos que inciden en lo mismo, clarificando más en este sentido, por ejemplo:

Juan 3:31:

“31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.”

Juan 6:61:

“¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?

Deducimos, pues, que el mismo Jesús, Hijo del Hombre, antes de su Encarnación existía en el cielo.

Más pasajes en el que el mismo Jesucristo afirma su preexistencia en el cielo, antes de su encarnación:

Juan 6:33:

"33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.

38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. "

Cristo compartía la gloria con Dios Padre antes que el mundo existiera.

Juan 17:5:

“5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.”

Juan 8:58:

“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”

Observemos, que Jesús habla claramente de su existencia “antes de Abraham”, es decir, mucho antes de su venida al mundo cuando se encarnó mediante María, y emplea el presente del verbo ser: yo soy. Él, por tanto, ha sido, es y será siempre el mismo por la eternidad (Hebreos 13:8; Apoc. 1:4, 8). Ese “YO SOY”, que representa su eternidad, nos recuerda el nombre con que Dios se presentó a Moisés: “YO SOY” (Véase Éxodo 3:14).

Los apóstoles testifican, igualmente, de la preexistencia celestial de Jesucristo.

Juan 1:1-4, 9, 10, 14, 18:

“1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer."

1ª Corintios 10:4 (Véase también Éx. 17:6; Núm. 20:11):

“4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.

1ª Corintios 15:47-49:

“47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”

Filipenses 2:5-11.

“5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

1ª Timoteo 3:16:

“16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”

Con lo que antecede, hemos podido comprobar que no podemos separar al hombre Jesús, del Ser espiritual preexistente que se encarnó por medio de la virgen María, y que la Biblia le da los mismos atributos que tiene Dios Padre. Luego, Jesucristo que es completamente hombre es, a la vez, totalmente Dios, pero otra persona distinta a Dios Padre. No obstante, dedicaremos, a continuación un apartado completo para presentar más textos que prueban que Jesucristo no es un dios menor o un ser creado, sino que es igual a Dios, pues, no puede ser de otra manera, si tiene sus mismos atributos, y es igualmente Todopoderoso:

Apocalipsis 1:8:

“Yo soy el alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”

2.4. La Biblia afirma que Jesucristo es Dios (Jesucristo es Jehová o Yahvé)

No puede dejar de sorprendernos la prontitud con que surgieron doctrinas contrarias a la Revelación bíblica casi desde los primeros inicios del cristianismo. Algunas de ellas negaban doctrinas centrales del mismo, como, por ejemplo, la herejía que niega la deidad de Cristo, que se conoce como arrianismo. Fue defendida por Arrio de Alejandría en el siglo IV (256- 336). Arrio afirmaba que el Hijo de Dios y el Espíritu Santo eran seres creados por Dios, y que, por lo tanto, no eran eternos, sino que hubo un tiempo en que ellos no existían. Esta herejía fue condenada, con toda razón, por la Iglesia en el Concilio de Nicea (Año 325 d.C). En el siglo XIX, ha vuelto a resurgir dicha herejía, que es propagada con fuerza por una denominación muy popular de nuestros días.

La correcta interpretación bíblica no permite sostener esta herejía. De hecho, la citada organización utiliza una versión traducida especialmente para ellos, en la que cambian y acomodan a sus creencias, ciertas palabras o frases, que sería impensable admitir desde el punto de vista de una traducción ortodoxa y científica basada en los conocimientos de las normas y reglas gramaticales que se tienen de los idiomas antiguos, arameo, hebreo, y griego.

Antes de pasar a la exposición de los pasajes que prueban la deidad de Jesucristo, sería bueno hacernos algunas preguntas que nos hagan meditar sobre las consecuencias lógicas que se derivarían si aceptamos la herejía como verdad, y la verdad como herejía.

¿Podría la justicia de Dios consumarse o llevarse a cabo mediante la muerte de un ser creado, por tanto, no divino?

¿Enviaría Dios a un ser creado por Él mismo con el único propósito que se ejecutase en él su justicia, en su sustitución, a fin de evitar la humillación y el sufrimiento que supondría su encarnación en un ser humano y su subsiguiente muerte expiatoria en una cruz, y librarse, de esa manera, de los padecimientos, injurias y muerte que ello le acarrearía?

No creemos en un dios que quiere para los demás lo que no desea para él. Que no es capaz de darnos ejemplo y de cumplir en sí mismo sus propias leyes y reglas (Mateo 7:12).
 
¿Por qué Dios no iba a poder hacerse hombre sin dejar de ser Dios? ¿Hay algo imposible para Dios? (Lucas 1:37)

Sin embargo,  “...Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.(Filipenses 2:5-8; Véase también 9-11).

La Biblia afirma, una y otra vez, esta gran verdad que “en Él [Jesucristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,” ( Colosenses 2:9), y a nosotros nos sigue resultando increíble, sólo porque está más allá de nuestro entendimiento.

Se hace necesario, por tanto, para poder creer, ejercer nuestra fe, certeza y confianza en la verdad de la Palabra revelada por Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios...” (Hebreos 11:6 pp.).

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

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