¿Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?
¿Es Dios uno en tres personas distintas?
Versión 24-12-08
Carlos Aracil Orts
1. Introducción.*
Querido amigo, la pregunta que me planteas, -¿En que momento crees tú que los discípulos llegaron a saber que Jesucristo era el propio JEHOVÁ?- en mi opinión, es irrelevante, pues es de poca o nula utilidad saber el momento en que los discípulos reconocieron o descubrieron que en Jesucristo coexistía, junto con la evidente y visible humanidad, la misteriosa e invisible divinidad. Lo verdaderamente importante es comprobar lo que la totalidad de las Sagradas Escrituras, Antiguo y Nuevo Testamento (de aquí en adelante, abreviadamente, AT y NT), nos revelan y declaran al respecto. Aunque este misterio se confirma plenamente en el NT, ya se insinúa en varios textos del AT, como veremos más adelante.
Tanto los apóstoles y discípulos, que fueron testigos oculares de sus grandes milagros, como nosotros, y el resto de creyentes de todos los tiempos que, aunque no pudimos verlos, aceptamos su Palabra como verdadera y digna de todo crédito, vislumbramos que algo de su divinidad refulgía a través de su humilde humanidad.
Los maravillosos milagros a los que nos referíamos, como la resurrección de Lázaro (Juan 11:11-44), de la hija de Jairo (Marcos 5:35, 41, 42) y de otros (Lucas 7:12-15), la multiplicación de los panes y los peces (Mateo 14:16-21), su autoridad y poder sobre la naturaleza, demostrada al calmar la tempestad (Mateo 8:23-26), y al caminar sobre las aguas embravecidas (Mateo 14:25-27), así como las curaciones instantáneas de los cojos, ciegos, paralíticos, y un largo etc., probaron abundantemente que Jesucristo era no sólo el Mesías, o sea el Ungido de Dios esperado por Israel, sino también el Hijo de Dios.
El mismo Jesús citó su obra milagrosa para consolar y convencer a Juan el Bautista, de que Él era el Mesías esperado por Israel: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;” (Mateo 11:5). Esto es lo que estaba profetizado, en el Antiguo Testamento, que haría el Mesías cuando viniera (Isaías 61:1-3).
No obstante sus maravillosos y múltiples milagros, muchos discípulos, probablemente, no reconocieron en Él su divinidad, es decir, su condición de Hijo de Dios, hasta comprobar, con sus propios ojos, su resurrección. Este es el caso, por ejemplo, de los discípulos que iban camino de Emaús (Lucas 24:13-31). Mucho más importante y esclarecedor es el testimonio de Tomás, que encontramos en el evangelio de San Juan, uno de los doce apóstoles, que se negó a creer en la noticia de la resurrección de Jesús, que le expresaron los otros discípulos, hasta que no la comprobara por sí mismo: “Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25).
“26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” (Juan 20: 26, 27)
La reacción de Tomás a esas palabras de Jesús, que mostramos en el siguiente pasaje, es la afirmación y reconocimiento de la divinidad de Cristo más clarificante y tajante que se conoce en los evangelios, y que no deja lugar a dudas de que en ese momento Tomás aceptó y creyó que Jesús no sólo era su Señor sino también su Dios.Veamos cuales fueron exactamente sus palabras y que le contestó Jesús:
Juan 20: 28, 29
“28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
Consideramos, por nuestra parte, que lo expresado arriba son suficientes indicios de que, con la resurrección de Jesús, los discípulos, si no todos, al menos, una importante mayoría había aceptado y reconocido que Él, además de hombre, era también Dios. No obstante, antes de entrar en el cuerpo de este estudio, pondremos, todavía unos ejemplos más que prueban que Jesucristo poseía atributos que sólo puede poseer Dios, como es la omnisciencia que le reconoció el apóstol Pedro, y el poder de perdonar pecados que se atribuyó así mismo, así como la declaración del apóstol San Pablo de Filipenses 2:5-8.
El apóstol Pedro reconoció la omnisciencia de Jesús, cuando “...le respondió: Señor, tú lo sabes todo;...” (Juan 21:17). En cuanto el perdonar pecados, que sólo Dios puede hacerlo (Daniel 9:9, Lucas 5:21), es también una potestad que Él mismo poseía (Mateo 9:2ea.; Marcos 2:7; Lucas 5:20; 7:46, 48).
Por lo tanto, creemos que más importante, que conocer el momento exacto del reconocimiento de la divinidad escondida de Jesús por parte de los discípulos, es plantearnos los problemas insolubles a los que se ve enfrentada nuestra razón y entendimiento cuando tratamos de explicar y comprender estos misterios de Dios uno en tres personas y Dios encarnado en un hombre, Jesús. En mi opinión, es bueno que seamos conscientes de ello, de nuestras limitaciones como criaturas de Dios y de que hay cosas que no podemos explicar, porque no han sido reveladas. Si lo revelado está más allá de la razón, no por eso tenemos que ser incrédulos, pues la religión cristiana y la salvación se basan en la fe.
Desde la razón o el entendimiento humano nos es muy difícil comprender esa doble naturaleza humana-divina de Jesucristo porque, aunque conocemos un poco de nuestra naturaleza, ignoramos casi todo sobre la divina. No obstante, vamos a tratar de abordarlo, en los siguientes puntos, reconociendo con corazón humilde nuestras limitaciones como criaturas y aceptando con fe, también, todo lo que Dios ha tenido a bien revelarnos, sin pretender ir más allá de lo que la Biblia afirma.
2. ¿Prueba la Biblia que Jesús es el Cristo divino-humano?
Ninguno ser humano podía, ni por asomo, imaginar que Dios iba a encarnarse en un hombre para descender a la Tierra y dar su vida en rescate de la Humanidad (Marcos 10:45). Por eso, esta gran verdad revelada sólo en la Biblia no la podemos entender, al ser rechazada por nuestra razón. Sólo cuando estudiamos la Palabra de Dios con fe, podemos reconocer y aceptar esta maravillosa doctrina. Dios es infinito, y como criaturas que somos, no podemos pretender abarcarle, sino que humildemente debemos aceptar lo que Él ha querido revelarnos.
2.1. Jesús es el Cristo o el Mesías, el Hijo de Dios y el Profeta prometido por Dios a Israel.
En primer lugar, debemos explicar que tanto el término Mesías como Cristo se refieren al mismo concepto expresado en hebreo o griego respectivamente (Daniel 9:25, 26; Juan 1:41; 4:25, 26), y significa el ungido de Dios, Jesucristo ungido del Espíritu Santo(Is. 42:1; 61:1; Lc. 2:26; 3:22; 4:18; Jn. 3:34).
Juan 1:41
“41 Éste halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).”
Juan 4:25, 26 (Véase además Juan 6:69)
“25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.”
Cuando Israel en Horeb no pudo resistir la gloria de la manifestación de Dios, Él les prometió que les enviaría un profeta semejante a Moisés, del que recibirían la Palabra de Dios. Ese Profeta sería Jesucristo. Veamos “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.” (Deuteronomio 18: 18; ver también Deut 18:15-17; Isaías 52:7; Nahum 1:15; Hechos 3:22; Rom. 10:15; Efesios 6:15).
En segundo lugar, dada la gran cantidad de textos que existen tanto en el AT como en el NT que se refieran al Mesías, o a Jesús como Hijo de Dios, necesariamente, y a fin de no extendernos demasiado, nos limitaremos a seleccionar los que, a nuestro criterio, nos parezcan más significativos o esclarecedores para probar la divinidad del Mesías.
Todo el AT se enfoca hacia el Mesías venidero como la esperanza de Israel, el que iba a traer la paz y el perdón, el Rey de gloria. En el oscuro pasaje de Génesis 3:15, Dios ya promete la victoria de la simiente de la mujer sobre el diablo personificado por la serpiente antigua (Génesis 3:1; Apoc. 12:9; 20:2). Le siguen las promesas hechas con los pactos con Abraham y los demás patriarcas, en las que Dios promete a aquél “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra,...” (Génesis 22:18 pp.).
¿Quién sería esta “simiente” prometida ya Adán y Eva y confirmada a Abraham y a los demás patriarcas?
La Biblia nos responde con claridad y precisión que la simiente es Cristo: “16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”. (Gálatas 3:16).
¿Cuándo se cumplió esta promesa?
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,” (Gálatas 4:4).
¿De qué tiempo habla el apóstol Pablo en el versículo anterior?
El tiempo cuando iba a cumplirse la promesa de la venida del Mesías, fue predicho con toda exactitud cientos de años antes por el profeta Daniel, a quién Dios le reveló que ese maravilloso evento sucedería al cabo de sesenta y nueve semanas proféticas, y a la mitad de la semana setenta “se quitará la vida al Mesías” (Daniel 9:26, 27) o sea 69,5 semanas o 486,5 días-años (486,5 = 69,5x7; un día profético = un año), a contar “... desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas...” (Daniel 9:26, 27). La fecha de la orden para restaurar y edificar Jerusalén ocurrió históricamente con el decreto de Artajerjes hacia el año 457 a.C. Si contamos desde esta fecha 486,5 años hacia delante nos da como fecha probable de la muerte de Cristo en la cruz, aproximadamente el año 30 de nuestra era.
¿Qué predice el Antiguo Testamento (AT) acerca de la misión del Mesías?
La misión que el Cristo, o sea el Siervo de Jehová, habría de realizar estaba ya perfectamente profetizada, muchos cientos de años antes del nacimiento de Jesús, en el libro de Isaías. Recomendamos leer los capítulos 52 y 53, especialmente este último. No obstante, no podemos dejar de transcribir aquí unos pocos versos que demuestran con que precisión el maravilloso plan de salvación, de la rebelde humanidad, decretado por Dios antes de la fundación del mundo, se cumpliría infaliblemente con el nacimiento, vida y muerte de Jesucristo, en el tiempo señalado por el profeta Daniel.
Isaías 53: 5-12
“5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”
Cuando comprobamos que Jesucristo satisface plenamente todo lo predicho sobre Él y su obra fundamental de salvación de los seres humanos, y de que manera cumple hasta los más pequeños detalles profetizados por los profetas de Dios, nuestra fe se afianza y aumenta nuestra seguridad en la salvación, porque vemos por nosotros mismos que Dios no miente, y todo lo que ha prometido se cumple.
La misión de Jesucristo de redimir y rescatar a la doliente y pecadora humanidad, al cargar sobre sí mismo nuestros pecados, fue perfectamente cumplida con su muerte expiatoria en la cruz, con lo que se efectuó o se consumó la justicia de Dios (Véase Juan 19:30; Romanos 3:22-26). Desde ese momento, todos podemos acogernos a la gracia de Dios, creyendo que en Jesús somos perdonados, o sea, justificados, obteniendo el derecho a la vida eterna: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva [el regalo] de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23).
2.2. La naturaleza humana de Jesucristo, el Hijo de Dios.
En nuestra opinión, no creemos que en nuestros días se ponga en duda que Jesús sea verdadero hombre. Por el contrario, el énfasis parece puesto, más bien, en que Él fue sólo humano y nada divino, o como mucho un ser espiritual creado por Dios que tomó el cuerpo humano, por medio de la virgen María, en un momento determinado de la historia de este planeta.
No obstante, la Historia nos relata que ya en los primeros años del cristianismo surgió la herejía gnóstica de la que derivó lo que más tarde se llamó docetismo.
“Tenía dos características principales. En primer lugar, se basaba sobre un principio que un comentarista ha llamado 'la supremacía del intelecto y la superioridad de la ilustración mental frente a la fe y la conducta'. Los gnósticos se consideraban a sí mismos como "los que sabían", y esto es lo que la palabra gnóstico significa; creían que la salvación se produce en primer lugar por el conocimiento, es decir, por una iniciación en conocimiento místico y supuestamente superior que ellos poseían. Por supuesto, en dicho sistema, la Encarnación literal del Hijo de Dios no tiene ningún sentido. Lo que importaba era la "idea de Cristo" y las verdades que Cristo había anunciado.
“Una segunda característica del sistema gnóstico era su creencia en la separación radical e infranqueable que existía entre el espíritu y la materia, unida a la convicción de que la materia es inherentemente mala y sólo el espíritu es bueno. Este punto de vista era común a otras corrientes de pensamiento predominantes en ese tiempo. Por un lado, conducía a una negación de la importancia de la vida moral; la salvación estaba en el ámbito de la mente o el espíritu, que es lo único bueno, y por lo tanto no tenía ninguna importancia lo que pudiera hacer el cuerpo. Por otro lado, producía un tipo de religión filosófica completamente divorciada de la historia concreta. Obviamente, el gnosticismo entró en conflicto con el auténtico cristianismo. Según este sistema, cualquier Encarnación real del Hijo de Dios resultaba imposible. Si la materia es mala, entonces Dios no podría haber tomado un cuerpo humano sobre sí mismo. Y si esto es así, entonces la Encarnación de Dios en Cristo debe haber sido una cuestión sólo de apariencias.” (Fundamentos de la Fe Cristiana, Tomo II, Parte III-10, Ministerios LOGOI; www.logoi.org).
Por ese motivo, el apóstol Juan declara con mucho énfasis, para rebatir esta herejía, que “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; (3) y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído, que viene, y que ya está en el mundo” (1ª Juan 4:2, 3).
En el apartado anterior, hemos probado que Jesús es el Mesías o el Cristo, y que Él nacería de la simiente de la mujer (Génesis 3:15; 22:18; Gálatas 4:4). La misma profecía de Isaías 9:6, predice que Jesús nacería, como cualquier niño, de una mujer“un niño nos es nacido, hijo nos es dado...”. Vemos el cumplimiento de esta profecía en los libros del NT. Por ejemplo:
Mateo 1:16, 25 (véase también Lucas 1:31; 2:7; Juan 1:14; Heb. 2:14; etc.):
“16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. (25) Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.”
Aparte de su nacimiento como niño, en Jesús existen muchas otras pruebas de su humanidad como son las siguientes: crece en sabiduría y en estatura (Lc. 2:52) y manifiesta emociones y funciones como cualquier ser humano de carne y hueso: llora (Lc. 19:41; Jn. 11:35, tiene hambre y sed (Mt. 4:2; 21:18; Jn. 4:7;19:28, etc.), duerme (Mt. 8: 23-27), muere (Jn 19:30), etc.
Tanto la humanidad como la deidad de Jesús eran absolutamente necesarias en el Plan de Salvación de Dios.
Jesucristo imprescindiblemente debía de representar a la vez al hombre y a Dios, para poder establecer el puente entre el Cielo y la Tierra. Por eso el apóstol Pablo declara: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” (1ª Timoteo 2:5; Véase además Hec. 4:12; Heb. 2:17).
No creemos necesario aportar más textos para probar que Jesús era plenamente hombre. Completamente humano.
Sin embargo, es muy importante que comprendamos que la naturaleza humana de Jesús era semejante a la nuestra pero no enteramente igual (Romanos 8:3). ¿En dónde radica la diferencia? En un detalle tan esencial que sin él, su sacrificio expiatorio para rescatar a la Humanidad del pecado no sería válido. Fue como nosotros en todo menos en el pecado. Si Jesús hubiera nacido con una naturaleza pecaminosa como la que tuvo Adán, después de su Caída, o la de cualquier descendiente suyo, Él mismo habría necesitado un salvador, y por tanto, habría estado incapacitado para ofrecer su vida en rescate por los seres humanos. De aquí, que el apóstol Pedro diga que no fuimos rescatados “...con cosas corruptibles, como oro y plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación,(20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (1ª Pedro 1:18 p.ú-20).
Su naturaleza humana era impecable. En la declaración del ángel Gabriel, que transcribe San Lucas, se afirma: “...por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado hijo de Dios.” (Lucas 1: 35 úp). A continuación, veremos algunos textos que nos ratifican la verdad esencial de que el hombre Jesús nació sin pecado.
Hebreos 7:26, 27
“26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.”
Hebreos 4:15
“15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”
1ª Pedro 2:22
“El cual [Cristo] no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;”
1ª Juan 3:5
“Y sabéis que Él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él.”
1ª Corintios 5:21
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él [Cristo].”
Concluyendo este apartado: Jesucristo era plenamente hombre, pero sin pecado, su naturaleza es semejante a la de Adán antes de la Caída, en cuanto a su perfección moral, aunque físicamente, en su carne, no puedan encontrarse diferencias significativas con las características de cualquier hombre saludable de su época. Así se infiere de la afirmación de San Pablo de que Adán es figura del que había de venir [Cristo] (Romanos 5:14 ú.p). El verso 17 de este mismo capítulo es muy clarificador porque nos explica por qué existe la muerte, y que gracias a Jesucristo tendremos vida en abundancia: “Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de justicia.” (Romanos 5:17).
2.3. La preexistencia de Jesucristo, el Hijo de Dios.
La Biblia demuestra que Jesucristo existía como un Ser espiritual antes de que fuese concebido, en el vientre de la virgen María, como ser humano. Tanto en la hipótesis de que ese Ser espiritual sea igual a Dios o de que se trate de un ser creado por Él, su naturaleza humana es adquirida, en el momento de la historia de este mundo, en el que se produce su Encarnación. De ahí en adelante y por la eternidad, la naturaleza humana formará parte del Hijo de Dios. No se trata, pues, de dos personas una espiritual desencarnada y otra material y humana, sino de una sola persona, que existía previamente, y que toma un cuerpo humano.
Así se desprende, en primer lugar, de las propias declaraciones de Jesús. Como podemos comprobar en los siguientes textos:
Juan 3:13 (Véase también Efesios 4:10):
“13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.”
En la Biblia de Jerusalén, versión 1999, este verso se transcribe sin la última oración:
“13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre.”
En cualquier caso, entendemos que el mismo Hijo del Hombre, que existía en su naturaleza espiritual en el cielo, antes de su Encarnación, fue el que descendió del cielo. Quizá en la versión de la Biblia Reina Valera, se entendería mejor si el verbo ser se tradujera en tiempo pasado “estaba en el cielo”. No obstante, también podríamos razonar que se trata de la misma persona, aunque con distinta naturaleza, la que sigue estando en el cielo y ha bajado del cielo para encarnarse, puesto como ser espiritual igual a Dios tiene sus mismos atributos como es la omnipresencia y la eternidad. Él no deja de ser Dios para llegar a ser hombre.
Citaremos algunos textos que inciden en lo mismo, clarificando más en este sentido, por ejemplo:
Juan 3:31:
“31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.”
Juan 6:61:
“¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
Deducimos, pues, que el mismo Jesús, Hijo del Hombre, antes de su Encarnación existía en el cielo.
Más pasajes en el que el mismo Jesucristo afirma su preexistencia en el cielo, antes de su encarnación:
Juan 6:33:
"33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum."
Cristo compartía la gloria con Dios Padre antes que el mundo existiera.
Juan 17:5:
“5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.”
Juan 8:58:
“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Observemos, que Jesús habla claramente de su existencia “antes de Abraham”, es decir, mucho antes de su venida al mundo cuando se encarnó mediante María, y emplea el presente del verbo ser: yo soy. Él, por tanto, ha sido, es y será siempre el mismo por la eternidad (Hebreos 13:8; Apoc. 1:4, 8). Ese “YO SOY”, que representa su eternidad, nos recuerda el nombre con que Dios se presentó a Moisés: “YO SOY” (Véase Éxodo 3:14).
Los apóstoles testifican, igualmente, de la preexistencia celestial de Jesucristo.
Juan 1:1-4, 9, 10, 14, 18:
“1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer."
1ª Corintios 10:4 (Véase también Éx. 17:6; Núm. 20:11):
“4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.”
1ª Corintios 15:47-49:
“47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”
Filipenses 2:5-11.
“5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
1ª Timoteo 3:16:
“16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”
Con lo que antecede, hemos podido comprobar que no podemos separar al hombre Jesús, del Ser espiritual preexistente que se encarnó por medio de la virgen María, y que la Biblia le da los mismos atributos que tiene Dios Padre. Luego, Jesucristo que es completamente hombre es, a la vez, totalmente Dios, pero otra persona distinta a Dios Padre. No obstante, dedicaremos, a continuación un apartado completo para presentar más textos que prueban que Jesucristo no es un dios menor o un ser creado, sino que es igual a Dios, pues, no puede ser de otra manera, si tiene sus mismos atributos, y es igualmente Todopoderoso:
Apocalipsis 1:8:
“Yo soy el alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”
2.4. La Biblia afirma que Jesucristo es Dios (Jesucristo es Jehová o Yahvé)
No puede dejar de sorprendernos la prontitud con que surgieron doctrinas contrarias a la Revelación bíblica casi desde los primeros inicios del cristianismo. Algunas de ellas negaban doctrinas centrales del mismo, como, por ejemplo, la herejía que niega la deidad de Cristo, que se conoce como arrianismo. Fue defendida por Arrio de Alejandría en el siglo IV (256- 336). Arrio afirmaba que el Hijo de Dios y el Espíritu Santo eran seres creados por Dios, y que, por lo tanto, no eran eternos, sino que hubo un tiempo en que ellos no existían. Esta herejía fue condenada, con toda razón, por la Iglesia en el Concilio de Nicea (Año 325 d.C). En el siglo XIX, ha vuelto a resurgir dicha herejía, que es propagada con fuerza por una denominación muy popular de nuestros días.
La correcta interpretación bíblica no permite sostener esta herejía. De hecho, la citada organización utiliza una versión traducida especialmente para ellos, en la que cambian y acomodan a sus creencias, ciertas palabras o frases, que sería impensable admitir desde el punto de vista de una traducción ortodoxa y científica basada en los conocimientos de las normas y reglas gramaticales que se tienen de los idiomas antiguos, arameo, hebreo, y griego.
Antes de pasar a la exposición de los pasajes que prueban la deidad de Jesucristo, sería bueno hacernos algunas preguntas que nos hagan meditar sobre las consecuencias lógicas que se derivarían si aceptamos la herejía como verdad, y la verdad como herejía.
¿Podría la justicia de Dios consumarse o llevarse a cabo mediante la muerte de un ser creado, por tanto, no divino?
¿Enviaría Dios a un ser creado por Él mismo con el único propósito que se ejecutase en él su justicia, en su sustitución, a fin de evitar la humillación y el sufrimiento que supondría su encarnación en un ser humano y su subsiguiente muerte expiatoria en una cruz, y librarse, de esa manera, de los padecimientos, injurias y muerte que ello le acarrearía?
No creemos en un dios que quiere para los demás lo que no desea para él. Que no es capaz de darnos ejemplo y de cumplir en sí mismo sus propias leyes y reglas (Mateo 7:12).
¿Por qué Dios no iba a poder hacerse hombre sin dejar de ser Dios? ¿Hay algo imposible para Dios? (Lucas 1:37)
Sin embargo, “...Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:5-8; Véase también 9-11).
La Biblia afirma, una y otra vez, esta gran verdad que “en Él [Jesucristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,” ( Colosenses 2:9), y a nosotros nos sigue resultando increíble, sólo porque está más allá de nuestro entendimiento.
Se hace necesario, por tanto, para poder creer, ejercer nuestra fe, certeza y confianza en la verdad de la Palabra revelada por Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios...” (Hebreos 11:6 pp.).
Jesucristo es identificado en el Antiguo Testamento como Dios, Jehová o Yahvé.
En primer lugar, vamos a ver un texto muy importante del libro de Isaías que no tiene desperdicio, y que no ofrece lugar a dudas en cuanto a la naturaleza humana-divina de Jesús. Nos referimos a Isaías 9:6. Porque está claro que el niño que nacería no puede referirse a nadie más que a Jesucristo, porque, anteriormente, en Isaías 7:14, se le da el nombre de Emanuel que significa Dios con nosotros. Y esto mismo es confirmado en el NT, en el evangelio de San Mateo: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: (23) He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” (Mateo 1:21-23).
¿En que forma está Dios con nosotros? Claramente, Dios está con nosotros oculto en la naturaleza humana de Jesús. En el pasaje citado de Isaías 9:6, se adjudican a ese niño que nacería de una virgen, unos títulos que corresponden con los atributos de Dios, como es el mismo título de Dios y el atributo de eternidad que sólo es poseído por Dios.
Isaías 9:6
“6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Puesto que son abundantes los textos del AT que relacionan a Jehová o Yahvé con Jesucristo, vamos a hacer una lista o tabla para abarcar de forma simplificada las máximas referencias que podamos encontrar en la Biblia:
JEHOVÁ- A. TESTAMENTO |
CRISTO- N. TESTAMENTO |
Jehová, justicia nuestra. Jeremías 23:5,6: se profetiza que nacería un Renuevo de la estirpe de David, al cual “le llamarán: Jehová, justicia nuestra.” (Véase además Jer. 33:14-16; Zac. 3:8; 6:12). |
Cristo, nuestra justicia1ª Cor. 1:30: “Mas por Él [Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación [la BJ, 1999, traduce: justicia,], santificación y redención;” (Véase también Romanos 3:21-26; 5:1). |
Preparad camino a JehováIsaías 40:3: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.” (Véase Mt. 3:3; Mr. 1:3; Jn 1:23; Mal 3:1; Mt. 11:10) |
Preparad el camino del SeñorMateo 3:3: “Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.” (Jehová es el Señor.) |
El Rey de gloria es JehováSal. 24:7, 10: El Rey de gloria es Jehová de los ejércitos. |
Cristo es el Señor de gloriaCristo es "el Señor de gloria" (1ª Cor. 2:8). Cristo es el rey de Israel (Jn 1:49). Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 17:14). |
Jehová, el primero y el postreroIsaías 44: 6: “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.” (Véase también: Isaías 48:12-16) |
Cristo es el primero y el último Apoc. 1:17: “...No temas; yo soy el primero y el último;” (Véase además: Apoc. 2:8; 22:13). |
El Señor de David es JehováSal. 110:1: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” |
Cristo es el Señor de DavidMateo 22:44: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” (Véase también 42-45) |
Jehová el Señor vendrá con poderIsaías 40:10, 11: “He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder,...he aquí que su recompensa viene con él,...” (11) Como pastor apacentará su rebaño..” (Véase también: Isaías 62:11) |
Cristo viene a recompensar a cada unoApoc. 22:12: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” (Véase además: Lucas 21:27; 1ª Tes. 4:13-17; Apoc. 1:7; Hebreos 13:20). |
Jehová ha hecho toda las cosas para sí mismoProv. 16:4: “Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, y aun el impío para el día malo.” |
Cristo creó todas las cosas para ÉlCol. 1:16: “Porque en Él [Cristo] fueron creadas toda las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles...todo fue creado por medio de Él y para Él.” (Ver además Col 1:13-18). |
El que invoque el nombre de Jehová será salvoJoel 1:32: “Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo...” |
El que invoque el nombre de Cristo es salvoRomanos 10:13: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo...”. (Ver también 1ª Co. 1:2). |
Jehová Dios y Creador eternoSalmo 102: 24-27: “Dije: Dios mío,...25 Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos..” |
Cristo Dios y Creador eternoHebreos 1:8, 10-12: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;..(10) Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos;...” |
Jehová, el Dios verdaderoJeremías 10:10: “Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación.” |
Jesucristo, el Dios verdadero1ª Juan 5:20: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna.” |
Dios es el juezEclesiastés 12:14: Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” |
Cristo es el juez1ª Corintios 4:5: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones;...” (Ver además: 2ª Cor. 5:10; 2ª Tim. 4:1) |
El Dios TodopoderosoGénesis 17:1: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apreció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso;...” (Véase también: Éxodo 3:14; Isaías 13:6; Joel 1:15). |
Jesucristo, el Dios TodopoderosoApocalipsis 1:8: “Yo soy el alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”(Véase también: Apoc. 4:8; 11:17; 15:3;16:7; 19:6; Hebreos 13:8). |
Dios de dioses y Señor de señoresDeuteronomio 10:17: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible...” (Véase además: Sal. 136:2,3) |
El Cordero es Señor de señores y Rey de reyesApocalipsis 17:14: “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; ...” (Véase también: Apoc. 19:13,16; 15:3). |
Este último verso de Apocalipsis 17:14 identifica claramente a Jesucristo, el Cordero de Dios con el Señor de señores y Rey de reyes. Si lo comparamos con los textos de 1ª Timoteo 6: 14-16, vemos que tanto Jesucristo como Dios Padre reciben el mismo título de Rey de reyes y Señor de señores:
1ª Timoteo 6: 14-16:
“14 que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, 15 la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, 16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.”
3. La tercera persona de la Trinidad: El Espíritu Santo.
En el siguiente texto de Mateo 28, de ningún modo podemos obviar la existencia de tres personas en un solo Dios. Este versículo no puede ser más claro porque aparecen perfectamente delimitadas, diferenciadas y en pie de igualdad las tres personas que componen la Trinidad. Nótese que el pasaje se refiere a “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, o sea, nombre está en singular, aunque se refiere a tres personas distintas. No dice “los nombres”, por lo que se infiere la existencia de la unidad de las tres Personas en un solo Dios.
Mateo 28:19.
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Sin pretender ser exhaustivos citamos también el texto de 2ª Corintios 13;14, en el que se presentan igualmente las tres personas de la Deidad en acción:
2ª Corintios 13:14 (Véase además: Rom. 8:9; 1ª Cor. 12:3-6; Efesios 4:4-6; 1ª Pedro 1:2; Judas 20,21)
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén”
Visto que el NT y también el AT, aunque más oscuramente, presentan al Espíritu Santo como una entidad diferenciada, que proviene del Padre y de Cristo, sólo nos queda citar algunos versículos que prueban que el Espíritu Santo no es una fuerza o energía impersonal, sino que, por el contrario, reúne los mismos atributos de Dios y las características de una persona.
3.1 El Espíritu Santo es Dios y reúne todas las características de una persona.
Fundamentalmente, lo que se cuestiona respecto al Espíritu Santo no es su esencia divina sino que posea las cualidades o rasgos que caracterizan a cualquier persona, o sea el que se considere un Ser personal, y no como una fuerza o energía. Por ese motivo, a fin de no extendernos demasiado en este estudio, con respecto a sus atributos divinos, nos limitamos a presentar que es eterno (Heb. 9:14), e igual a Dios Padre y a Dios Hijo.
Nuestra salvación es obra de las tres personas de la Deidad. El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo toman parte activamente llevando a cabo la misión que les corresponde a cada uno. ( Véase 2ª Tes. 2:13,14; Tito 3:4-6; 1ª Pedro 1:2, etc,. ).
Hechos 5:3, 4
3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
En este pasaje se identifica claramente al Espíritu Santo con Dios (Véase también Hebreos 3:7-9; Salmo 95:7-11; etc.) . Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,” (2ª Timoteo 3:16). Compárese este texto con el de 2ª Pedro 1:21: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. Obsérvese que la Escritura es inspirada por Dios porque los santos hombres de Dios que la redactaron estaban bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por lo que se deduce que el Espíritu Santo es Dios.
Como decíamos antes podríamos ser mucho más extensos citando textos que muestran que el Espíritu Santo tiene los mismos atributos de Dios, pero preferimos no extendernos más en este punto. Sólo presentaremos unos pocos textos más para probar que el Espíritu Santo es una persona porque se comporta como tal y reúne todas sus características. Veamos:
Características que corresponden sólo a un Ser personal y nunca a una fuerza o energía.
El Espíritu Santo tiene un parecer, o sea, un criterio, como una persona más entre las demás personas humanas que son los apóstoles en este caso:
Hechos 15:28
“28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:”
El Espíritu Santo, es nuestro guía para encontrar y entender la verdad (Juan 16:13), enseña (Lucas 12:12, Juan 14:26), redarguye de pecado, justicia y juicio (Juan 16:8), habla (Hechos 8:29), da instrucciones para la obra de predicación (Hechos 13:1,2), prohíbe (Hechos 16:6,7), intercede (Romanos 8:26), reparte dones espirituales (1ª Corintios 12:7 e.a.), puede ser contristado (Efesios 4:30), es resistido (Hechos 7:51), se le puede enojar y tentar (Isaías 63:10; Hechos 5:9), y apagar (1ª Tesalonicenses 5:19), etc., etc.
Sin embargo, no debemos confundir que las tres personas divinas conformen un “Triteísmo”, porque la Biblia enseña claramente que, aunque haya una triple manifestación en tres personas, forman un único Dios, una Unidad perfecta, en esencia, naturaleza, carácter, propósito y acción.
4. La unidad de Dios.
Tres personas y, sin embargo, un solo Dios. Nadie podía, ni por asomo, imaginar a Dios de tal manera si esta gran verdad no hubiera sido revelada por la Biblia. Lo finito no puede abarcar lo infinito. Nuestra razón no lo puede entender. Sólo si estudiamos las Sagradas Escrituras de Dios, y las aceptamos con fe, reconoceremos que esta maravillosa y misteriosa doctrina es una verdad revelada más. Dios es infinito, y como criaturas que somos, no podemos pretender abarcarle, sino que humildemente debemos aceptar lo que Él ha querido revelarnos.
Por tanto, si la Escritura afirma que Dios es uno (Marcos 12:29,30, Efesios 4:3-6, Deut. 6:4, 1 Timoteo 2:5), y a la vez se manifiesta como tres personas debemos aceptarlo:
Isaías 44:6, 8 (véase además: 45:18,21; 46:9,10)
“6 Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. 8 No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.”
Deuteronomio 6:4, (Véase también 4:39)
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Marcos 12:29-30
“29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”
Juan 10:30
“30 Yo y el Padre uno somos.”
Juan 14:9-11
“9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.”
Juan 17:3, 21
“3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”
Efesios 4:3-6
“4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.”
1 Timoteo: 2:5:
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,”
5. ¿Es realmente la doctrina de la Trinidad contraria a nuestra razón?
Aun a pesar de que los seres humanos somos pecadores y vivimos en un mundo inhóspito e inhumano, no dejamos de ver que el amor es muy importante para la realización exitosa de nuestras vidas e imprescindible para relacionarnos saludablemente con los demás. De ahí que el apóstol Juan nos exhorte así: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1ª Juan 4:7,8; Véase también Juan 3:16).
Aunque conocemos muy poco de cómo es Dios y cuál sea su naturaleza, el apóstol Juan en los versos citados, nos da una pista importante al declarar que Dios es amor. Esto no es una simple teoría que a San Juan se le ha ocurrido de momento, sino que viene avalada por su propia experiencia al haber convivido con Jesús durante todo su ministerio terrenal. Él fue el discípulo que más nos ha hablado del amor de Dios, porque comprendió el significado del inconmensurable amor que representó el sacrificio de Cristo en la cruz para salvar a los pecadores. Dado lo importante que es para nuestras vidas comprender el amor que Dios siente por la humanidad pecadora, no puedo resistirme a transcribir completamente los siguientes versos de 1ª Juan:
1ª Juan 4:9-21
“ 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. 14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.”
¿Cómo supieron los apóstoles que Jesús además de ser hombre era también Dios?
¿Por qué, a pesar de ver sus innumerables obras sobrenaturales o milagros, y hasta la propia resurrección, todavía siguieron dudando?
Jesús le dijo a Felipe: “...El que me ha visto a mí, ha visto al Padre;...” (Juan 14:9, pc.). ¿Quiso decir Jesús que su imagen física coincidía con la de Dios Padre? Creo que nadie con sentido entendería la declaración de Jesús de esta manera.
Sólo cabe, pues, entender la afirmación de Jesús, antes citada, en dos sentidos: 1) La perfecta personalidad de Jesucristo muestra el carácter amoroso de Dios Padre. Al igual que Dios, Cristo es amor. Él busca y quiere nuestro bien y nuestra salvación. 2) Puesto que Jesús es Dios, ver su humanidad significa, también, ver su divinidad. Nuestros sentidos no pueden percibir la divinidad si ésta no se manifiesta materialmente de alguna forma. Las acciones sobrenaturales que realizó Jesús durante su tres años de ministerio mostraron de una forma evidente la divinidad de Cristo a todos los que estuvieron presentes en cada ocasión en que realizaba un milagro. Ellos sólo necesitaron comprobar que no estaban siendo engañados por sus propios sentidos, y que la naturaleza de esos milagros era tal, que quedaba descartada la acción fraudulenta de la magia, o mediante el poder de Satanás.
Las señales milagrosas que hizo Jesucristo tenían el propósito fundamental de mostrar que Él era quien decía ser, o sea Dios. Ningún ser humano había hecho nada semejante hasta entonces. Los que vieron creyeron que Jesús venía de Dios porque nadie podía hacer las cosas que Él hacía. Éstas cosas están recogidas en el NT, para que todos los que no estuvieron presentes, cuando sucedieron, también crean por el testimonio de ellos. Por tanto, no seamos incrédulos como Tomás que necesitó ver y tocar para reconocer que Jesús era su Señor y su Dios. Creamos que Jesús es quien dijo ser no sólo por lo que dijo sino por todas sus obras. Aceptemos la bendición que da Jesús a todos los que sin ver creen por fe en Él: “Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” (Juan 20:29).
¿Es contrario a nuestra razón imaginar el amor tan grande que demostró Dios al entregarse a sí mismo en la persona de Jesucristo cuando todavía éramos rebeldes y pecadores?
¿Qué nos impide creer “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados,...” (2ª Corintios 5:19)?
¿No manifiesta, Dios, mucho más su amor mediante tres personas que si fuera una sola persona, un solo Ser único en todo el Universo pero aislado en sí mismo por no tener a nadie de su misma naturaleza con el que pudiera relacionarse en condiciones de igualdad?
Nuestra razón no puede entender que si cada una de las tres personas es Dios resulte un único Dios y no tres Dioses. Sin embargo, si podemos vislumbrar o imaginar una perfecta unidad, que dimana de que las tres personas tienen la misma naturaleza, esencia, sustancia, y carácter. Las tres personas, con iguales atributos de personalidad y divinidad, están perfectamente unidas en propósito y acción, y se nos revelan actuando al unísono en la misión de rescatar a la humanidad caída. Hasta que seamos rescatados, sólo necesitamos confiar plenamente en el gran amor que manifiestan igualmente las tres personas divinas por la Humanidad. Ninguna especulación sobre la naturaleza de Dios es necesaria para nuestra salvación. Sólo confiar en que Dios es Todopoderoso para llevar a cabo todo lo que se propone. Cuando el Plan de Salvación haya concluido, y hayamos conseguido la eternidad tendremos tiempo para conocer “...el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, (3) en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. (Colosenses 2:2 úp, 3; Véase además Col. 1:26-28; 4:3; 1ª Tim. 3:16, etc.).
Realmente no se nos oculta el inescrutable misterio que representa Dios encarnado en Jesucristo. Sin embargo, ¿por qué el infinitamente fuerte y Todopoderoso Dios del Universo no va a poder hacerse pequeño, y tan débil como cualquier ser humano?
El ser humano no puede hacerse Dios, pero ¿qué o quién le impide a Dios tomar la naturaleza humana con todas sus consecuencias, hasta el extremo de dar su vida para volverla a tomar (Juan 10:18)?
¿No puede el Autor de la vida entregar su vida y resucitarse a sí mismo (Hechos 3:15; Juan 2:19, 21)? ¿Qué hay imposible para Dios (Lucas 1:37)? ¿Puede morir Dios, la segunda persona de la Trinidad para acto seguido resucitar, sin que ninguna de las tres Personas resulte disminuida en infinitud y eternidad o cualquier otro atributo divino?
Tenemos que ser coherentes en nuestro razonamiento. Si Jesucristo no son dos personas una humana y otra divina sino que es la misma persona la que dispone de las dos naturalezas humana-divina, ¿Qué ocurre al morir la persona Jesús, Dios-Hombre? ¿Muere con Él, aunque sea por poco tiempo, Su divinidad? ¿Es el espíritu de Jesús, el Hombre-Dios, divino o humano?
Creo que ésta puede ser, coloquialmente hablando, la pregunta del “millón”. Seguro que muchos dirán enseguida, que lo que muere es la carne o sea el cuerpo, pero el espíritu es inmortal y eterno, tanto más si se trata del espíritu de un Ser divino-humano como es el caso de Jesús. Observemos que, aunque en Él coexisten la naturaleza humana y la divina, estamos dando por sentado que Jesús no tiene un espíritu por cada naturaleza, sino sólo uno por persona. Por tanto, necesariamente inferimos que si el Jesús divino-humano es una sola persona no puede tener más que un espíritu. Por otro lado, así también lo confirman los evangelios. Veamos los textos:
Mateo 27:50: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.”
Marcos 15:37: “Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.”
Lucas 23:46: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto expiró”
Juan 19: 30: “Cuando Jesús, hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.”
No podemos saber más allá de lo que está revelado, y no sería positivo caer en multitud de especulaciones que a parte de no conducir a ninguna parte, tampoco resultarían edificantes. Sin embargo, si cabe inferir, a la luz de los textos citados la relación entre el espíritu y la muerte, y el sentido en el que se emplea la palabra espíritu en estos textos.
La relación parece clara: tanto en Mateo 27:50 como en Juan 19:30, la muerte de Jesús se produjo cuando Jesús entregó el espíritu, y de Marcos 15:37 deducimos que entregar el espíritu es exactamente lo mismo que expirar, o sea, morir.
Aunque la gran mayoría de la Cristiandad se empeña en sostener que el espíritu del hombre es una entidad consciente e inmortal y que funciona como si se tratase de una persona que vive con independencia del cuerpo donde residía, nada prueban estos textos al respecto. Por el contrario, por la declaración de Jesús “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” se infiere que el espíritu no es un entidad autónoma, pues no es capaz de valerse por si mismo sino que necesita ser protegido y preservado por Dios Padre, en este caso. Semejante es lo que dice Esteban, poco antes de morir, mientras estaba siendo apedreado, “...él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mí espíritu. (60)...Y habiendo dicho esto durmió” (Hechos 7:59úp, 60úp). Esteban se encomienda a Jesús para que reciba su espíritu, lo que también significa que Jesús es Dios, igual a Dios Padre. Sin embargo, lo que queremos resaltar aquí es que tanto Jesús como Esteban entran en el sueño de la muerte, sus espíritus no son personas que puedan pensar, y tener algún tipo de consciencia. Por eso ellos piden a Dios que reciba sus espíritus, es decir, que guarde Dios lo que han sido sus vidas hasta que llegue la resurrección.
Esto mismo es lo que nos dice el apóstol Pablo en el siguiente verso: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi deposito para aquel día.” (2ª Timoteo 1:12). Solicitar que Dios reciba nuestro espíritu antes de morir, es pedir a Dios que guarde en su memoria, lo que hemos sido, y nuestra fidelidad a Cristo.
Cuando Jesús se apareció a María Magdalena, recién resucitado “...le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” (Juan 20:17).
El espíritu de Jesús estuvo depositado en el Padre pero la persona Jesús, hombre-Dios, todavía no había subido al Padre. ¿Por qué? Porque estaba muerto. No existía como Persona. Estaba en su tumba sin vida, y no podía volver a la presencia del Padre hasta que no resucitara. Las palabras de Jesús son muy claras: aún no he subido a mi Padre;”. Si Jesús, en el momento que expiró, hubiera ido en espíritu consciente al cielo con el Padre, querría decir que Él estaría compuesto de dos personas la humana que murió y resucitó, y la divina que regresó, al cielo, lugar de donde procede, en el mismo instante en que el hombre Jesús moría o expiraba.
6. Conclusión
Humanidad de Cristo
Jesús era totalmente humano, de carne y hueso, nacido de mujer (Mateo 1:20-25; Lucas 1:30-37; Gálatas 4:4), como cualquier ser humano del planeta tierra que desciende de Adán y Eva, pero sin pecado (2ª Cor. 5:21; Heb. 4:15; 7:26; 1ª Pedro 1:18,19;2:22; 1ª Juan 3:5). Nada en su aspecto físico, o en su naturaleza humana, dejaba traslucir su naturaleza divina (Juan 1:14: 1ª Timoteo 3:16).
Divinidad de Cristo
Como hemos podido comprobar, la Biblia, no considera a Dios, el Padre, un Dios mayor, todopoderoso, y al Hijo, Cristo Jesús un dios menor, sólo poderoso. En este apartado, a modo de resumen, citaremos algunos textos que nos parecen muy importantes y que se encuentran sólo en el NT. Los cuales, al presentar con total claridad la Divinidad de Cristo, deberían acabar con todas las dudas que aun podamos albergar al respecto:
Juan 1:1-4:
“1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
Romanos 9:5:
“De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito de los siglos. Amén.”
Tito 2:13:
“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,..”
1ª Timoteo 3:16:
“16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”
2ª Pedro 1:1:
“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:”
El apóstol Pablo afirma claramente la divinidad y humanidad simultánea de Jesús:
Filipenses 2:5-11.
“5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Colosenses 2:9
“En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.”
Declaraciones en las que el mismo Jesús sugiere o afirma su divinidad:
Uno con el Padre:
Juan 10:30: “Yo y el Padre uno somos”
La respuesta a Felipe:
Juan 14:9, 11
“Jesús le dijo:¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?... 11 “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí”
La confesión del incrédulo Tomás cuando vio a Jesús resucitado:
Juan 20:28
“Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”
Jesús es Dios –segunda persona de la Trinidad- porque tiene los mismo atributos de Dios: perdona pecados, recibe adoración, es Creador, Autor y dador de la vida, etc.
Jesús tiene el poder de perdonar pecados que sólo a Dios corresponde:
Marcos 2:5-7
“5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: 7 ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”
Jesús recibe la adoración debida a Dios:
Juan 9:35, 38.
“...¿Crees tú en el hijo de Dios? ...(38) “Y el dijo: Creo, Señor; y le adoró”
(Repuesta del ciego de nacimiento curado por Jesús a su pregunta.).
Ser Hijo de Dios (Mateo 16:16,17) significa ser consustancial con el Padre, es decir, tener su misma naturaleza. Así lo entendieron los judíos de su tiempo que al no creer sus palabras le acusaron de blasfemar y por eso intentaron apedrearle: “...Porque tú siendo hombre te haces Dios.” (Juan 10:33 úp.; Véase además Juan 5:18; 19:7; Mateo 26:63-65)
Las criaturas más elevadas, como son los ángeles, le deben adoración. Dios Padre afirma que su Hijo es Dios por la eternidad.
Hebreos 1:6-8 (Véase también Apocalipsis 5:6-14; 22:1-5: El trono de Dios y del Cordero en pie de igualdad):
“6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. 7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus,
Y a sus ministros llama de fuego. 8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.”
Jesús es la Resurrección y la vida.
Juan 11:25, 26
“25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
Jesús tiene poder para entregar su vida y resucitarse a sí mismo.
Juan 2: 19-22
“19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. 20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.”
Juan 10:17,18
“17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
Jesús, el Autor de la vida.
Hechos 3:14,15
“14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.”
Si todos los maravillosos milagros de sanación y de distintos tipos que realizó Jesús no lograron, quizá, que todos sus discípulos reconocieran su divinidad, el evento de su resurrección fue la señal determinante para que, de ahí en adelante, esos débiles y rudimentarios hombres se convirtieran en héroes y mártires de la fe, y en pocos años consiguieron que el evangelio se propagase por todo el mundo conocido, a pesar de la tremenda oposición del paganismo y del judaísmo, consiguiendo que la iglesia cristiana primitiva se consolidase definitivamente.
La generación perversa del tiempo de Jesucristo, especialmente algunos escribas y fariseos, aún demandaban más señales para poder creer que Jesús era quien decía ser: “...Maestro, deseamos ver de ti señal. 39 El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. 40 Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” (Mateo 12:38úp-40).
Si nosotros, que conocemos todas las señales que hizo Jesús y las que hicieron sus discípulos, y hemos comprobado los hermosos frutos y testimonios de santidad que dieron todos ellos, junto con la iglesia cristiana primitiva, seguimos sin querer creer, pensando que todo o la mayoría de lo revelado es falso, ¿Qué nos espera?. Es decir, si pensamos que Jesús fue el más grande de los mentirosos de la Historia, que se engañó a sí mismo creyéndose sus propias mentiras, y luego engañó a todos sus discípulos, y ellos, aunque se dieron cuenta, también se dejaron engañar y, por tanto, su conducta también fue fraudulenta, ¿A quién recurriremos, entonces para salvarnos de la muerte eterna que sin Cristo a todos más tarde o temprano nos esperaría?
Juan 6:66-69
“66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. 67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? 68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”
Juan 20: 28, 29
“28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
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*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
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