¿Podía Jesucristo haber pecado?
Versión 30-12-2011
Carlos Aracil Orts
1. Introducción.*
Estimado Alfonso, te agradezco tus comentarios al texto de la conferencia que presenté el 15-11-2011, en el Ámbito Cultural del Corte Inglés de Alicante, titulada “Las grandes doctrinas de la Biblia”. Aunque tenemos visiones distintas de la Palabra de Dios, es en la doctrina de la Trinidad donde, hace alrededor de tres años, tuvimos la ocasión de expresarnos desde posturas diametralmente opuestas. Aquel debate me sirvió de estímulo para elaborar unos artículos que publiqué en la web, gracias a tu colaboración discrepante. Lo cual siempre te he agradecido, porque me sirvió para profundizar en esta doctrina fundamental del cristianismo, y afianzarme más en ella si cabe. Pues nunca dudé que el Nuevo Testamento (NT) presenta claramente la verdad doctrinal de que Dios es uno en tres personas diferentes.
En los primeros párrafos de tu escrito reiteras los mismos argumentos que manifestaste en el citado debate, como son los siguientes:
- La mayoría de los textos que se usan para apoyar la doctrina de la Trinidad son, o bien apócrifos, o bien de interpretación dudosa.
- Jesús no enseñó a los discípulos nada que se parezca a la doctrina de la Trinidad.
- Los discípulos no creían que Jesús fuera Dios”. ¿Lo "descubrieron" después acaso? ¿cuándo? (Alfonso)
No es mi intención comenzar una nueva tanda de artículos para rebatir tus convicciones o dudas de fe en cuanto a la Trinidad, pues ambos nos mantenemos en las mismas posiciones de hace tres años cuando debatimos. En mi opinión, los argumentos y pruebas bíblicas que te presenté sirvieron de poco, porque tu problema está en que consideras poco fiable la Biblia, pues crees que está muy adulterada, e incluso que no sea la Palabra de Dios sino una obra humana sin intervención divina alguna. Querido amigo, “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Si no tienes fe de que la Biblia sea obra del Espíritu Santo inspirando a los santos hombres de Dios (1ª Pedro 1:16-21), tampoco podrás creer que son verdaderas las doctrinas que contiene.
Por eso, para ti es inútil que la Biblia entera presente desde el principio, la acción de tres personas (elohim= Dios en plural) y un único Dios, en muchos pasajes del libro del Génesis que ya conoces y no voy ahora a descubrirte nada que no sepas; también hay otros textos en el AT; y en el NT, que claramente presentan tres personas en pie de igualdad. No voy, pues, a volver a repetir los argumentos y textos bíblicos publicados en los estudios sobre la Trinidad que publiqué en la sección “Miscelánea”, y que son los siguientes:
Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?
1. Comentarios al estudio ¿Es Jesús Dios-Hombre?
2. Comentarios al estudio ¿Es Jesús Dios-Hombre?
Respuesta a cinco argumentos antitrinitarios
Tú también tienes la Biblia, y un buen cerebro que te permite entender todo lo que ella contiene, pero te falta la fe para creer que la Biblia es la revelación de Dios para la salvación de la humanidad. Estás en tu derecho. Prefieres dudar y pensar que todo está falsificado, equivocado, manipulado, que todo lo que hable de Trinidad es apócrifo, etc. Eres muy libre de pensar lo que quieras; es tu responsabilidad; pero los hechos son tozudos, la Palabra de Dios testifica y manifiesta a un Dios en tres personas. Ocurre que dejas que la razón impere sobre la Revelación. Y a Dios no se le puede abarcar con la razón, porque si así fuera no sería Dios. La razón debe humillarse ante Dios y Su Revelación. Como criaturas que somos no podemos ver ni comprender la infinitud de Dios y su grandeza. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).
Discrepo completamente de que Jesucristo no enseñase la Trinidad. Entonces, ¿qué me dices de los textos en que Él afirma de sí mismo que existía antes de Abraham (Juan 8:58), como refiriéndose al “Yo soy del AT” (Éxodo 3:14)? ¿Cuando Jesús habla del Espíritu Santo que enviaría o que vendría cuando Él se fuese (Juan 7:39;14:16-17, 26; 15:26; 16:7-15; etc.) a qué o a quién se está refiriendo? ¿Es una persona divina el Espíritu Santo? Claro que si creyeras que el Espíritu Santo es una persona no te quedaría más remedio que aceptar, al menos, que la divinidad la formarían dos personas, el Padre y el Espíritu Santo.
Por otro lado, presentas la incredulidad de los discípulos respecto a la resurrección, como una prueba de la no-existencia de la Trinidad; lo que no es más que una descripción verdadera del estado de los discípulos, y del estado de todo ser humano ante la existencia de lo sobrenatural y milagroso. Ellos no podían ver en Jesús sino a un hombre, porque en nada difería de los demás, y nada de su aspecto físico delataba su naturaleza divina, excepto en algunas pocas ocasiones en que se dejó traslucir. Por ejemplo, cuando resucitó a Lázaro, se transfiguró en el monte, anduvo sobre las aguas, aplacó la tormenta con solo ordenarlo, o cuando le vieron resucitado y ascender al cielo en una nube, etc. No obstante, los discípulos, antes de la resurrección de Jesucristo reconocieron expresamente que Jesucristo había salido de Dios, lo que en cierto modo lleva implícito un reconocimiento de su divinidad.
Juan 16:27-33: pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. 29 Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. 30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. 31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?
Sé que estás convencido de que Jesucristo no es Dios. Pero, entonces, ¿quién es Jesucristo para ti? ¿Simplemente un hombre inspirado por Dios? ¿Un profeta? ¿El Salvador del mundo? O quizá ¿la primera criatura que Dios creó, el segundo después de Dios, algo parecido o igual a lo que creen los Testigos de Jehová?
¿Es así como piensas? La verdad es que, ahora me doy cuenta que no sé que piensas con respecto a la persona de Cristo y su preexistencia. ¿Es para ti Jesucristo un dios menor? ¿Puede un dios menor ser el creador de cuanto existe, puesto que el NT afirma que todo ha sido creado por Él y para Él (Juan 1:1-3; Colosenses 1:15-20; Hebreos 1:1)?
Los Testigos de Jehová ante la evidencia bíblica de la manifestación de la Deidad en tres personas, tuvieron la necesidad de elaborar una traducción de la Biblia especial (La traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras) que aminorase esta evidencia, hasta el extremo, de añadir el artículo “un” en Juan 1:1: “...y la Palabra era un dios”. Llama la atención ese esfuerzo vano de desvirtuar la Palabra de Dios. Al ser Jesucristo un dios en minúscula le convierten en un falso dios.
Como escribí arriba no es mi propósito volver a incidir en este tema de la Trinidad más que esto. Por tanto, paso a la segunda parte de tu correo donde planteas un tema interesante:
Si Satanás tentó a Jesús, es porque existía la posibilidad de que pecara. Y en ese caso, ¿cuál era el riesgo que asumía?
Aunque ninguno de los dos creemos en la inspiración de Elena White, lo lógico es pensar que ella tiene razón cuando dice que Cristo se arriesgaba a perderse si pecaba (Alfonso):
"Nunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención hasta que los redimidos estén con el Redentor delante del trono de Dios. Entonces, al percibir de repente nuestros sentidos arrobados las glorias de la patria eterna, recordaremos que Jesús dejó todo esto por nosotros, que no sólo se desterró de las cortes celestiales, sino que por nosotros corrió el riesgo de fracasar y de perderse eternamente." (Elena G. White. DTG, 105)
Pero si Cristo fuera Dios, ¿Puede Dios "perderse eternamente"? (Alfonso)
"[...] a ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana [...] aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna." (Elena G. White. DTG, 33)
Esta cuestión, que tan claramente has planteado, –“¿Podía Jesucristo haber pecado? –especulativa, pero no por eso menos importante, es la que vamos a tratar de analizar a continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico. Para ello, necesitamos comprender quién es Jesucristo, si solo es un hombre, el primer Ser creado por Dios, superior a todos, pero inferior en rango al que le creó, o Dios el Hijo que tomó el cuerpo humano por medio de la virgen María hace unos dos mil años. Pues si no tenemos claro la figura de Cristo y su misión en la Tierra, difícilmente interpretaríamos correctamente si podía o no pecar. Para ello, antes debemos analizar los siguientes aspectos de Cristo Jesús: la preexistencia divina de Jesús, el Hijo de Dios y la humanidad de Cristo, el postrer o segundo Adán.
2. Jesús es una persona divina: el Hijo de Dios
Entendemos, por los testimonios bíblicos, que en una sola persona, la persona divina de Jesucristo, subsisten las naturalezas humana y divina. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer.” (Juan 1:18). “Dios es Espíritu;” (Juan 4:24 pp.). Los ángeles, puesto que son espíritus, no son visibles para los seres humanos, por lo que cuando quieren hacerse visibles a los humanos adoptan alguna determinada forma material que ellos puedan percibir. Igualmente sucede con Dios. El Hijo de Dios, el Verbo o la Palabra, antes de su Encarnación es Espíritu, como lo es el Padre y el Espíritu Santo. El citado texto de Juan 1:18, nos revela que ver a Cristo no es igual a ver a Dios, puesto que la divinidad es invisible y está oculta en su humanidad. Sin embargo, también afirma que “Él [Cristo] le ha dado a conocer”. Por tanto, todo lo que podemos saber de Dios lo sabemos gracias a Jesús, pues Él es el Hijo de Dios, “la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3), “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15), “Él es antes de todas las cosas y todas las cosas en Él subsisten;” (1:17); “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,” (Colosenses 2:9).
Según Filipenses 2:5-11, Cristo Jesús, “(6)...siendo en forma de Dios [...], es decir, en su preexistencia antes de su Encarnación, (7)...se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres...” . Ahora quizá deberíamos preguntarnos ¿se despojó acaso de su naturaleza divina? Para inmediatamente respondernos que no pudo suceder así, porque entonces Cristo Jesús pasaría a ser una simple criatura humana, distinta del Ser preexistente que la originó. Si Cristo es Dios no puede dejar de ser lo que es aunque tome la naturaleza humana. Lo que ocurrió fue que Dios el Hijo se despojó de “la gloria que de hecho le pertenecía y poseía en su preexistencia (Juan 17:5)”1 para que su divinidad no trasluciera a través de su humanidad. De ese modo su divinidad quedó completamente oculta desde su Encarnación hasta su ascensión. El apóstol Juan confirma que aquel Verbo, que creó todo lo que existe, que era con Dios y era Dios, “fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:1-4; 14).
Juan 1:1-4: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Juan 1:14: Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Debemos hacer notar que fue la persona divina del Verbo, preexistente desde la eternidad, la que toma cuerpo humano por medio de una mujer: la virgen María. Por tanto, en Jesucristo no hay dos personas, la humana y la divina. El Ser humano que nace de María, es el mismo Ser divino del Verbo, ahora con un cuerpo igual al de cualquier ser humano, de “carne y sangre” (Hebreos 2:14; 10:5), con toda la vulnerabilidad que ello implica pero sin la herencia de la contaminación de más de cuatro mil años de pecado. Es decir, sin las tendencias o inclinaciones hacia el mal que todo el resto de la humanidad hereda por el pecado original de la primera Pareja humana.
Aunque no es objeto de este artículo tratar la doctrina de la Trinidad, creo que era conveniente sentar las bases reveladas de nuestra fe cristiana, para comprender que en Cristo, el Hijo de Dios, hay una sola persona, la divina, un solo ser, en el que coexisten, en esa unión hipostática2, la naturaleza humana y la divina.
3. La humanidad de Cristo, el postrer o segundo Adán.
La rebelión de la primera Pareja humana supuso la entrada del pecado y de la muerte para toda la humanidad (Romanos 5:12; 1ª Corintios 15:21). La solución a este conflicto pasó necesaria e inconcebiblemente por que el Rey del Universo descendiera a este mundo, para delatar y combatir al pecado en su propio terreno. Por eso, Dios el Padre envió3 a su Hijo para rescatar lo que se había perdido (Mt 20:28; Mr. 10:45; 1ª Tim. 2:6), el cual, con su vida de obediencia perfecta al Padre, y su entrega en la cruz por todos nosotros, consiguió la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados...” (2ª Corintios 5:19). “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos.” (Colosenses 1:26).
Notemos, que ningún ser creado, aunque fuera la más alta jerarquía que existiese en el Universo, tenía atributos o prerrogativas para reparar la ofensa a Dios, materializada por la desobediencia de la primera Pareja humana y la multitud de pecados cometidos por toda la humanidad. Puesto que la paga del pecado es la muerte (Génesis 2:17; 3:3; Romanos 6:23), la ofensa a Dios no quedaría subsanada sino había muerte del ofensor. La justicia de Dios así lo requiere (Hebreos 9:22). Nadie fuera de Dios mismo podía pagar la deuda del pecado. Para que la justicia de Dios se cumpliera era condición imprescindible que todos recibieran la justa condena de muerte eterna que merecían por sus actos. De aquí, que el sacrificio de Cristo en la cruz, la muerte que recibió y que no merecía, sustituye a nuestra muerte; y por eso, Él es llamado la justicia de Dios y nuestra justicia (Salmo 85:10; Romanos 1:17;3:21-26; 5:18; 1ª Corintios 1:30; Cf. Jeremías 23:6; Malaquías 4:2), porque por Él recibimos la salvación y vida eterna. “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.” (Salmo 85:10). Veamos a continuación, unos pocos pasajes que así lo confirman:
Jeremías 23:6: En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.
1ª Corintios 1:30: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
2ª Corintios 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
1ª Corintios 15: 45 identifica al “primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”. Y en el versículo 22 nos aclara, explicando que “como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.”; “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre [Adán], también por un hombre [Cristo] la resurrección de los muertos.” (1ª Corintios 15:21). “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. (1ª Corintios 15: 47).
1ª Corintios 15: 47: “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. [...] 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”
¿Qué características o atributos debía poseer el segundo Adán para poder reparar la ofensa del primer Adán y las de toda la humanidad?
A) Dios-Hombre: Debería tener el rango o dignidad divina. Un ser creado, por más alta dignidad que tuviese nunca podría ofrecerse para reparar la ofensa a Dios, pues la criatura finita no se puede jamás equiparar al Ser infinito (Juan 1:1-4, 14; Filipenses 2:5-10).
B) Solo el Hombre-Dios podía salvar a la humanidad: Si por la desobediencia de un hombre, Adán, representante de la Humanidad vino el pecado y la muerte, se hizo necesario la obediencia y la justicia de otro hombre, Cristo, el segundo Adán para que viniese “a todos los hombres la justificación de vida” (Romanos 5:18; Hechos 4:12). Pero, mejor es leer todo el argumento del apóstol Pablo. Sería bueno leer Romanos 5:12-21.
Romanos 5:18-21: Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Hechos 4:11,12: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
C) El Cristo-hombre debía triunfar en el mismo escenario (el planeta Tierra) donde Adán fracasó; con la gran desventaja que Jesús, a diferencia de Adán, no vino al Paraíso sino a un mundo degradado por miles de años de pecado, donde la maldad y las tentaciones abundan por doquier. Se requería que el segundo Adán, al igual que el primero antes de la caída, fuera sin pecado, santo y perfecto (Lucas 1:35; Mateo 1:20-23; Hebreos 7:26). Si hubiera pecado, Él mismo habría necesitado un salvador, y no podría ofrecerse en expiación por los pecados de la humanidad. No sería ya la “Justicia de Dios” ni nuestra “Justicia” (Jeremías 23:6).
Lucas 1:35: Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
D) Debía ser en todo semejante a sus hermanos pero sin pecado (Hebreos 2:17,18; 4:15; 7:26; Juan 8:46; 2ª Corintios 5:21; 1ª Pedro 2:22; 1ª Juan 3:5).
Hebreos 2:17,18: Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Hebreos 4:15: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Primero, debemos tener en cuenta que la naturaleza humana de Jesús no podía ser totalmente semejante a la de cualquier ser humano, que nace con inclinaciones y tendencias hacia el mal, las cuales le conducen a un estado de esclavitud moral. Porque eso mismo es el pecado original que todos poseemos al nacer, y que proviene de la Caída de Adán y Eva. A esta esclavitud del pecado estamos sometidos hasta nuestra conversión a Cristo (Juan 8:34,36; Romanos 6:17). Por tanto, el Jesús-Hombre, para que pudiera ser el Salvador de la humanidad, además de todo lo que hemos dicho hasta el momento, debería tener una naturaleza humana sin vestigios del pecado original y sin contaminar, igual a la que tuvo Adán antes de la Caída.
Segundo, exceptuando lo anterior, notemos que la naturaleza humana de Jesucristo, el postrer Adán (1ª Corintios 15:45) fue totalmente semejante a la de cualquier ser humano. Era de carne y sangre (Hebreos 2:14), nacido de mujer (Mateo 1:20-25; Lucas 1:31-35; 2:11,12; Gálatas 4:4), como nacen todos los seres humanos, si exceptuamos la primera Pareja humana que fue creada directamente por Dios.
Por eso, el NT insiste y reitera que el Verbo fue hecho carne (Juan 1:14; 1ª Juan 4:1-3), que El Hijo de Dios participó de carne y sangre (Hebreos 2:14), para que nos demos cuenta, que no es la divinidad de Jesús, sino su perfecta y verdadera humanidad, que al someter su voluntad humana a la de Dios, es la que obtiene la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo.
Por tanto, entendemos que, puesto que en Cristo subsisten la naturaleza humana y la divina, así también, en Él hay dos voluntades. De manera que la voluntad del Cristo-Hombre se somete libremente a la voluntad de Dios Padre y a la de su propio ser en su condición divina. De aquí, deducimos que, teóricamente, Cristo-Hombre, tenía completa libertad o libre albedrío, para elegir hacer su propia voluntad y no la de Dios. Exactamente como la libertad que disfrutaba la primera Pareja humana antes de la Caída. En el caso de nuestros primeros padres, Adán y Eva, sucedió que, siendo perfectos y santos, ante la primera tentación que sufrieron (“y seréis como Dios”; Génesis 3:5,22), eligieron libremente rebelarse contra Dios, y hacer su propia voluntad con tal de alcanzar la gloria que solo pertenecía a Dios.
Sin embargo, Cristo, el segundo Adán, perfecto y santo como el primer Adán, en las condiciones de un mundo más inhóspito y depravado, y siendo “que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15), no ambicionó la gloria de Dios, “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8); “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;” (Hebreos 5:8,9). Veamos también unos pocos textos del contexto, para tener una visión más completa del hombre Jesús:
Hebreos 2:18: Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Hebreos 4:14,15: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 5:7-9: Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. 8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;
Como vimos, Hebreos 4:15 afirma que Cristo “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Los Evangelios de San Mateo y San Lucas nos relatan que, al principio de su ministerio “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo,” (Mateo 4:1); y San Lucas nos dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto (2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo”. (Lucas 4:1,2). A semejanza de Adán y Eva, que fueron tentados por el diablo, Jesús también lo fue. Aquellos fracasaron porque rehusaron confiar en Dios y obedecer su claro y sencillo mandamiento. Sin embargo, Jesús, sometido a tres típicas tentaciones (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13), salió victorioso de todas ellas respondiendo con la Palabra de Dios, demostrando de esta manera que nadie puede ser engañado ni vencido por Satanás, cuando uno decide libremente estar en comunión con Dios y con su Palabra. Observemos que en las tres tentaciones el diablo intenta hacer dudar a Cristo de que sea el Hijo de Dios, con el fin de que Él trate de probar que verdaderamente es una Persona divina, haciendo un milagro en beneficio propio.
Ahora quizá podíamos preguntarnos ¿Fue Jesucristo un hombre excepcional? ¿Un superhombre? ¿Por qué Adán cedió a la tentación, y Jesús, el postrer Adán, no lo hizo, si ambos partían de la misma condición de santidad y comunión con Dios? Notemos que tanto el primer Adán, como Jesucristo, el segundo o último Adán, conocían personalmente a Dios, por lo que su relación con Él no estaba basada en la fe. Ellos le habían visto, o por lo menos oído, pues Dios mismo hablaba con ellos. Por tanto, ni Adán y Eva, ni Jesús podían poner en duda la existencia de Dios. No era, pues, una cuestión de fe. Sin embargo, sí era factible que dejasen de confiar en Él y que pusieran en duda su infinita justicia, misericordia y bondad. Esto fue lo que les ocurrió a Adán y Eva, que desconfiaron de la bondad de Dios, y pensaron que Él les estaba impidiendo ser como Dios, conociendo el bien y el mal (Génesis 3:5,6).
En mi opinión, Jesucristo no necesitaba ser un hombre con unas características físicas y psíquicas excepcionales, superiores a la media, para obtener la victoria sobre el pecado. Ninguna criatura humana puede vencer al pecado de forma autónoma sin la ayuda divina. Adán y Cristo no son excepciones. Cristo venció porque confió en el Padre y siempre optó por cumplir su voluntad, aun “sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir” (Juan 18:4). Las cuales, como sabemos fueron: ser torturado mediante multitud de crueles latigazos, injuriado, humillado, y muerto con el peor sufrimiento que se conocía: crucificado, soportando durante horas el tormento lacerante de las heridas por todo su cuerpo y la sensación angustiante de la asfixia progresiva al no poder casi respirar por la posición que le imponía la crucifixión (Mateo 26:67,68; 27:26-31; Marcos 15:17-20; Lucas 22:63-65). Cristo no venció la tentación de desobedecer a Dios porque fuese una persona divina. Si así hubiese sido no hubiera sido meritorio, “porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). La humanidad verdadera de Jesús nunca cayó en la tentación del diablo, de que usara su poder divino sobrenatural, inherente a su Ser divino, para ponerlo a su servicio y obtener una fácil victoria, sino que por el contrario, “estando en la condición de hombre, se humilló así mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8).
Lucas 22:40-44: Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. 41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Hebreos 5:7-9: Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. 8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;
Aunque Cristo es un Ser divino o una Persona divina, observemos, que Él es tentado en su condición de hombre y no como Dios. Pues, como declara el apóstol Santiago “Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Santiago 1:13).
Santiago 1:13-15: Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
4. ¿Podía Jesucristo como hombre perfecto y santo caer en alguna tentación, y consecuentemente perderse por la eternidad, pues quién iba, entonces, a salvar al Salvador?
Ya hemos podido comprobar que Jesús-Hombre nunca usó su divinidad para beneficio propio. Y que la santidad que Él tuvo al nacer, es decir, la carencia de todo vestigio pecaminoso, no procedía de la virgen María, sino de sí mismo como Dios Hijo, y del Espíritu Santo que le engendró (Mateo 1:20; Lucas 1:35).
Haciendo un pequeño paréntesis explicaremos que María no podía proporcionar santidad alguna al engendrar con su carne y sangre al Santo Ser que nacería, puesto que ella misma era pecadora como cualquier criatura descendiente de Adán y Eva.
La Palabra de Dios no prueba en absoluto que la virgen María hubiera tenido una concepción inmaculada, o sea, similar a la de Adán o Cristo, sin contaminación del pecado de nuestros primeros padres. Por el contrario, ella necesitó, como toda criatura humana, de la gracia divina y de Jesucristo para ser salva. “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. (Lucas 1:30). Dios concede la gracia a los creyentes, no por ser santos sino por ser pecadores. La Gracia de Dios es un don inmerecido, pues si lo mereciéramos ya no sería Gracia (Romanos 4:4). La Biblia de Jerusalén de 1998 traduce las primeras palabras que el ángel Gabriel le dirige a María de esta manera: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1:28). La Biblia Reina-Valera, 1960, traduce “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo;” . En cualquier caso, estar “llena de gracia” o ser “muy favorecida” no significa estar exenta de la contaminación del pecado original sino “estar llena de favor divino” (Véase la segunda parte del comentario a Lucas 1:28 de la Biblia de Jerusalén, 1998).
Dejando aparte este tema de la doctrina católica de la concepción inmaculada de María del que acabamos de dar nuestra humilde opinión, ahora regresamos para plantearnos lo que más nos interesa y lo más importante:
¿La santidad de la persona de Cristo conduce inevitablemente a su impecabilidad? ¿Era impecable Jesucristo? Intentaré explicarme mejor: ¿Era Jesús incapaz de pecar? Es decir, Jesús como ser humano libre, no esclavo del pecado ¿podía elegir pecar voluntariamente? O lo que parece menos grave ¿podía ser seducido por una tentación y caer sin que se apercibiera de la misma o de forma involuntaria como por ignorancia?
Si Adán antes de la Caída, siendo libre moralmente, es decir, poseyendo una voluntad de hombre perfecto y santo, fue capaz de pecar, igualmente, lo sería Jesucristo, el postrer Adán; pues de lo contrario no sería semejante en una cualidad esencial de todo ser humano que es el libre albedrío.
Esta es mi opinión a la primera parte del siguiente argumento que me planteaste antes:
Si Satanás tentó a Jesús, es porque existía la posibilidad de que pecara. Y en ese caso, ¿cuál era el riesgo que asumía? (Alfonso)
Es decir, teóricamente, sí que existía la posibilidad que Jesús hubiera cedido a alguna de las muchas tentaciones que tuvo que soportar, especialmente cuando su Persona divina tuvo que soportar en un cuerpo humano la posiblemente mayor tortura conocida soportada sin desmayarse. Porque fue escarnecido, golpeado, cruelmente azotado (Mateo 26:67,68; 27:26-31; Marcos 15:17-20; Lucas 22:63-65), y mantenido crucificado durante tres horas, desde la hora sexta a la novena en que expiró (Marcos 15:25, 34; Lucas 23:44).
En cuanto a la segunda parte “¿cuál era el riesgo que asumía?” En mi humilde opinión, Jesús, en un sentido absoluto, no corrió ningún riesgo, puesto que fue enviado por Dios para realizar la misión de salvar a la humanidad, de vencer al pecado, la muerte y el diablo en su propio terreno (Juan 9:35-38; 10:14-18,30,36-38; 14:6; 16:27,28; 17:3-5; 14:6). El éxito de su misión estaba garantizado por Dios ¿Qué más garantía se necesita para triunfar? Veamos algunos textos:
Juan 9:35-38: Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? 37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. 38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
Juan 10: 14-18: Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas [...] 17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Juan 16: 27,28: pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.
Juan 17: 3-5: Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
Juan 10: 30: Yo y el Padre uno somos.
Juan 10: 36-38: ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Juan 14: 6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Juan 11: 25: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Una cosa es que el Cristo-Hombre, en teoría, podía pecar si así lo decidía, puesto que tenía la capacidad para hacerlo. Sin embargo, como ya hemos dicho no corrió ningún riesgo. Tú sigues argumentando lo siguiente:
“Pero si Cristo fuera Dios, ¿Puede Dios "perderse eternamente"?” (Alfonso)
"[...] a ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana [...] aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna." (Elena G. White. DTG, 33.)
Mi respuesta es que Cristo era imposible que se perdiera, puesto que la persona de Cristo es divina. Él es el Hijo de Dios, de la misma esencia o sustancia que Dios, Dios igual al Padre. El diablo tenía que intentar hacer caer en la tentación a Jesús, pues él sabía perfectamente que la humanidad de Jesús era auténtica, de carne y sangre, nacido de mujer, etc., y en su condición de hombre tenía la capacidad de pecar, es decir, desobedecer a Dios. Sin embargo, Dios, desde la eternidad, había diseñado el Plan de la Salvación de la humanidad, que consistía precisamente en la predestinación de su Hijo para que entrara en el mundo, en un determinado momento de su historia, en forma humana, y como “cordero sin mancha y sin contaminación ya destinado desde antes de la fundación del mundo” entregase su vida por todos nosotros. (Hechos 2:22; 1ª Pedro 1:18-20). Sería absurdo pensar que Dios, que tiene la presciencia y la omnisciencia, por lo que conocía el fin de todo desde el principio, hubiera enviado a Cristo, como solución al pecado, la muerte y el diablo, si sabía de antemano que iba a fracasar en su misión de rescate de la humanidad.
Hechos 2:22-24: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; 23 a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; 24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.
Juan 16:27-33: pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. 29 Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. 30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. 31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? 32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Juan 17:8: porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Los siguientes argumentos que presentas no tienen fuerza porque proceden de una lógica humana que sigue la escritora Elena G. White, con la que tratas de reforzarlos, aunque tú mismo reconoces que su inspiración no puede equipararse a la de un profeta de Dios. Su opinión es tan respetable como la de cualquier escritor, pero nada creíble cuando va más allá de lo que revela la Palabra de Dios o la contradice.
"Aunque ninguno de los dos creemos en la inspiración de Elena White, lo lógico es pensar que ella tiene razón cuando dice que Cristo se arriesgaba a perderse si pecaba:" (Alfonso)
"Nunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención hasta que los redimidos estén con el Redentor delante del trono de Dios. Entonces, al percibir de repente nuestros sentidos arrobados las glorias de la patria eterna, recordaremos que Jesús dejó todo esto por nosotros, que no sólo se desterró de las cortes celestiales, sino que por nosotros corrió el riesgo de fracasar y de perderse eternamente." (DTG, 105)
Querido Alfonso ¿puede Dios fracasar en algo que se proponga hacer? ¿Es Dios falible? ¿Puede la voluntad humana o la de cualquier otra criatura celestial frustrar la voluntad divina?
¿Qué riesgo real corrió el Cristo-hombre de perderse? Te respondo, el mismo que corren todos los seres humanos que Dios ha predestinado para la salvación (Efesios 1:3-14). Veamos algunos textos bíblicos que así lo confirman:
Romanos 8:28-39: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (29) Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. 31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Date cuenta, que todos a los que conoció Dios de antemano, “conforme a su propósito” (28úp), en la eternidad, antes de que existiesen, los predestinó, y llamó, y justificó, y glorificó. Está muy claro, ¿no?
Jesús vino a afirmar lo mismo, cuando dice lo siguiente:
Juan 6:37-40: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 6:44: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 6:64,65: ...Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. 65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
Hay una cuestión importante que no se plantea en tu escrito y es la siguiente: Cristo, una sola persona divina con un cuerpo humano, es decir un solo ser divino con dos naturalezas fue muerto en una cruz, y resucitó al tercer día. ¿Esto quiere decir que la segunda persona de la Divinidad dejó de existir durante ese lapso de tiempo, en consonancia con lo que dijo Jesús “[...] Yo pongo mi vida, para volverla a tomar (18) Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.” (Juan 10:17,18). O bien, lo que ocurrió fue que al morir Jesús, la persona divina se separó del cuerpo, desencarnándose, es decir, como la operación inversa de la Encarnación. Sin embargo, esta última hipótesis, no está clara, porque en el Evangelio de Juan, Jesús le dijo [a María]: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; [...]” (Juan 20:17). Lo cual me hace suponer que Él [su única persona, la divina] permaneció muerto realmente durante el tiempo que estuvo en la tumba, hasta que resucitó al tercer día. “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). Sin embargo, debemos ser prudentes y “no pensar más de lo que está escrito...” (1ª Corintios 4:6), por que “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre,” (Deuteronomio 29:29).
Deuteronomio 29:29: Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.
1ª Corintios 4:6: Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.
5. Conclusión
Para responder a la pregunta ¿Podía Jesús haber pecado?, y las subsiguientes que se derivan de la misma, como ¿qué riesgo real corrió Jesús de fracasar y de perderse por la eternidad?, hemos tenido que conocer y profundizar en todo lo que nos enseña la Palabra de Dios respecto al mismo, que es la única fuente de la Revelación. Hemos podido comprobar que ella nos muestra que “el Verbo era con Dios, y era Dios” (Juan 1:1-3), y que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). La persona divina del Verbo tomó cuerpo de la carne y sangre de una mujer, la virgen María, por obra del Espíritu Santo (Mateo 1:20-25; Lucas 1:35). El Santo Ser que nació de ella es el Hijo de Dios. Nació sin el pecado original, o sea, sin las tendencias e inclinaciones al mal y sin vestigio alguno de la contaminación del pecado (Hebreos 2:17; 4:15; 7:26; Juan 8:46; 2ª Corintios 5:21; 1ª Pedro 2:22; 1ª Juan 3:5).
Cristo no es mitad hombre y mitad Dios, sino que es una Persona divina que ha tomado cuerpo humano, y por tanto, es una sola Persona, la divina, con dos naturalezas y dos voluntades: la humana y la divina. Él no podía dejar de ser Dios, pero el Hombre-Cristo nunca hizo uso de su divinidad para beneficio propio, pues ello hubiera sido caer en la tentación de Satanás que insistió en tres ocasiones, incitándole para que, si era Hijo de Dios, lo demostrase haciendo un milagro para sí mismo (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13). Cristo, en su condición de Dios no podía ser tentado, “porque Dios no puede ser tentado” (Santiago 1:13), pero como hombre verdadero que es, sí podía ser tentado, porque su voluntad humana tenía libertad para pecar o no pecar. Sin embargo, decidió mantenerse fiel a Dios que le envió con la misión de redimir a la humanidad perdida, y obtuvo la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo (Mateo 20:28; Marcos 10:45; Juan 8:46;18:37; 2ª Corintios 5:21; 1ª Timoteo 2:6; Hebreos 2:17; 1ª Pedro 2:18-22; 1ª Juan 3:5,8).
Él es llamado la justicia de Dios y nuestra justicia (Salmo 85:10; Romanos 1:17;3:21-26; 5:18; 1ª Corintios 1:30; Cf. Jeremías 23:6; Malaquías 4:2), porque por Él recibimos la salvación y vida eterna. “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.” (Salmo 85:10). Veamos a continuación, unos pocos pasajes que así lo confirman:
Jeremías 23:6: En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.
2ª Corintios 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
¿Podía Jesús haber pecado? Él era un hombre libre, mucho más que nosotros, pues nunca tuvo pecado. Nosotros nacemos con una naturaleza pecaminosa, esclava del pecado (Romanos 6:17,22), pero Él no, pues fue santo desde su nacimiento virginal (Lucas 1:35). Su naturaleza era la de un ser humano perfecto, como lo fue Adán antes de la caída. Por eso se le llama “el postrer Adán” (1ª Corintios 15:45; Romanos 5:14,16-19). Teóricamente, Jesús, en su libre albedrío, podría haber elegido desobedecer a Dios, y eso sería pecar. Sin embargo, para que eso ocurriera, era necesario que Él renegara de ser Hijo de Dios, es decir, que se rebelase contra la voluntad del Padre que le envió (ver Juan 3:34-36; 4:35; 5:19-24;5:30,36; etc.). Esto sería una tremenda incongruencia, porque Cristo, el Hijo de Dios vino a cumplir la voluntad del Padre. Desde la eternidad, antes de la fundación del mundo, la segunda persona de la Trinidad se ofreció al Padre para venir al planeta Tierra a rescatar lo que se había perdido: la humanidad.
1ª Pedro: 1:18-21: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
Sería absurdo pensar que Dios, que tiene la presciencia y la omnisciencia, por lo que conocía el fin de todo desde el principio, hubiera enviado a Cristo, como solución al pecado, la muerte y el diablo, si sabía de antemano que iba a fracasar en su misión de rescate de la humanidad.
Cristo fue predestinado por Dios, “desde antes de la fundación del mundo” para resolver el problema del pecado y de la rebelión humana, desde dentro, en el mismo escenario del pecado, mediante su encarnación en un momento determinado de la historia “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer...” (Gálatas 4:4). Y con su vida de obediencia perfecta, hasta su muerte en la cruz, como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29), obtuvo la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo (1ª Corintios 15:55-57).
Tus varias citas de Elena White, en las que ella afirma el riesgo que corrió Cristo de fracasar y perderse por la eternidad, son, en mi modesta opinión, ejemplo de meras especulaciones propias de las personas que no han entendido bien la revelación de Dios. La soberanía de la libertad humana nunca puede estar por encima o en igualdad con la soberanía de Dios. El plan de salvación de Dios diseñado desde la eternidad nunca podía fallar, pues de lo contrario sería hacer a Dios falible, y entonces ya no estaríamos hablando del Dios verdadero que está por encima de todo lo creado.
Poco más puedo decirte, solo que pienses que la figura de Cristo no se entendería y sería incongruente con toda la Biblia si no fuese Dios y hombre a la vez. Pues entonces estaríamos dando culto y adoración a alguien que no es Dios lo cual es pecado. Dios es uno. No pueden existir dos dioses o tres dioses, ni un Dios con mayúsculas y otro con minúsculas. Si Cristo es una criatura de Dios, aunque fuese la primera de la creación, no le corresponde tener “la gloria que tuvo con el Padre antes de que el mundo fuese” (Juan 17:5), ni ser llamado el “Autor de la vida” (Hechos 3:15), ni “que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:11)
Tampoco podríamos entender los siguientes pasajes de Apocalipsis, que presentan no solo a Dios Padre como Todopoderoso, y Rey de reyes y Señor de señores, sino también a su Hijo. Si Cristo es un dios inferior al Padre todo es un absurdo y una confusión; nada podríamos entender, pues habría cientos de contradicciones. Sin embargo, si Cristo es Dios todo concuerda. Leamos detenidamente estos textos, como ejemplo y resumen de todo lo dicho:
Apocalipsis 1:4-8: Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; 5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. 7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
Una visión del Hijo del Hombre
Apocalipsis 1:10-18: Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, 11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. 12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, 13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. 16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. 17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Apocalipsis 11:17-18: diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. 18 Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
Apocalipsis 17:14: Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.
Apocalipsis 19:11-16: Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. 14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
Si deseas hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:
carlosortsgmail.com
Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com
*******
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
1. BJ, 1998. Comentario a Filipenses 2:7
2. Perteneciente o relativo a la hipóstasis. Comúnmente referido a la unión de la naturaleza humana con el Verbo divino en una sola persona (RAE. Diccionario de la Lengua Española).
3. Juan 9:35-38: Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? 37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. 38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
Juan 10: 14-18: Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Juan 16: 27,28: pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.
Juan 17: 3-5: Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
Juan 10: 30: Yo y el Padre uno somos.
Juan 10: 36-38: ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Juan 14: 6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Juan 11: 25: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
<Anterior> <Arriba> <Siguiente>