¿Qué significa ser cristiano?
Versión 14-03-09
Carlos Aracil Orts
1. Introducción.*
En este estudio trataré de expresar lo que pienso que significa ser cristiano desde el punto de vista bíblico. En todo el mundo, quizá existan más de dos mil quinientos millones de creyentes que confiesan o reconocen ser cristianos. Sin embargo, estoy seguro que son muchos menos los que viven el cristianismo como una auténtica profesión de fe que abarque todos los aspectos y facetas del ser humano, de tal modo que el compromiso y la entrega a Dios comprenda la totalidad de la persona o de su alma.
No todos los que se consideran cristianos lo son. “Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:20). Es imprescindible, pues, que haya una coherencia en nosotros mismos, de manera que nuestra fe en Cristo se demuestre o se traduzca en hacer buenas obras (Santiago 2:18, 22, 24). La fe necesariamente debe producir acatamiento y obediencia a la voluntad de Dios, pues de lo contrario no es auténtica fe. Por eso Jesús nos dice lo siguiente en Mateo 7:21-23:
Mateo 7:21-23:
“21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Ser cristiano implica identificarse totalmente con Jesucristo y amarle más que a nadie en el mundo. Los siguientes textos no dejan lugar a dudas en cuanto a la alta exigencia del discipulado cristiano.
Mateo 10:37
“37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”
Mateo 16:24
“24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
Por tanto, para ser un auténtico cristiano deberíamos poder afirmar lo mismo que declara el gran apóstol San Pablo en el siguiente versículo:
Gálatas 2:20:
“20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
El cristianismo tiene la ventaja sobre el resto de religiones que, Jesucristo, su fundador venció a la muerte, al resucitar al tercer día (Lucas 24:6) y ascender al cielo con un cuerpo glorificado (Lucas 20:51; Hechos 1:9).
Esta verdad de que Cristo murió y resucitó tiene tal importancia que es la que proporciona a la fe cristiana el pleno sentido y significado. Tal es así que el apóstol San Pablo declara: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. (14) Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe... (20) Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. (21) Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.”.
Cristo no sólo venció a la muerte, sino también al poder del pecado que nos esclaviza y “...al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo,” (Hebreos 2:14 úp). Por tanto, Jesús, con su Encarnación, vida y muerte, ha conseguido “...librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” (Hebreos 2:15).
En los próximos apartados veremos cuál es el origen del pecado y de la muerte, el Plan de Dios para la salvación de la Humanidad, el hombre carnal o natural versus el hombre espiritual, cuál es el proceso para llegar a ser cristiano, qué significa ser cristiano, en que consiste la fe cristiana, y cuál es la esperanza, misión y frutos del cristiano.
2. El origen del pecado y de la muerte.
La desobediencia a Dios de Adán y Eva, cuando estaban en el Edén, fue el origen del pecado y su consecuencia: la muerte (Génesis 2:17; 3:1-7,18,19). Desde entonces la Humanidad nace en pecado (Salmo 51:5), y se desarrolla en pecado, bajo un veredicto de condena a muerte (Génesis 2:17; Romanos 6:23) porque se rebeló contra su Creador, queriendo independizarse totalmente de Él. El pecado es, pues, la transgresión de los mandamientos de Dios (1ª Juan 3:4), y tiene como paga la muerte del pecador (Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro,”).
Los resultados del pecado han sido y siguen siendo evidentes en todos los órdenes: catástrofes naturales, calamidades, hambrunas, enfermedades, guerras, robos, asesinatos y crímenes y todo tipo de violencia. Por otro lado la vida del ser humano es precaria, efímera, con diversidad de sufrimientos y como culminación a todo esto un destino final del que nadie puede escapar: la muerte.
La Santa Biblia en la epístola de San Pablo a los Romanos hace un diagnóstico exacto del corazón humano: “...Todos están bajo pecado. (10) Como está escrito: No hay justo, ni a un uno;" (Romanos 3:9 úp, 10). También el verso 23 del mismo capítulo, incide en lo mismo: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,”. Aunque la historia de la Humanidad y la propia experiencia de cada uno concuerdan perfectamente con las citadas afirmaciones inspiradas de San Pablo, nuestra humana tendencia consiste en negar lo evidente, y en creer que nuestra condición o naturaleza es mejor de lo que realmente es.
El ser humano, pues, es pecador y esclavo del pecado y condenado a morir: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”(Romanos 5:12). El hombre por el que entró el pecado en el mundo, al que se refiere aquí san Pablo es, sin duda, Adán, por cuya desobediencia a Dios entró el pecado en el mundo (Génesis 2:16,17; 3:6), y por ello vino la muerte a todos los hombres.
3. La solución al pecado y la muerte: el Plan de Salvación de Dios.
Comprendemos ahora cómo la Humanidad al separarse de Dios cayó bajo el poder del pecado y del diablo, el cual engañó a la primera pareja humana (Génesis 3:1-5). Sin embargo, Dios, en su infinito amor, no abandonó este planeta a las consecuencias de su malvada elección, sino que, desde la eternidad, ha diseñado el plan de salvación y rescate de lo que se había perdido. Este plan consistió en entregarse a sí mismo, en la persona de su Hijo, como pago de la pena y de la culpa de nuestros pecados: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16; véase también Marcos 10:45; 2ª Corintios 5:19).
El Plan de salvación ideado por Dios, tiene una lógica divina: si por un hombre, Adán, nos ha venido el pecado y la muerte, por otro hombre, Jesús, el postrer o segundo Adán (Romanos 5:14), recibimos el perdón de los pecados, la victoria sobre el poder del pecado, y la vida eterna. Esto es lo que afirma San Pablo en Romanos 5: 17-18 y 3:24. Para no extendernos demasiado citaremos sólo el verso 17 del capítulo 5, que es muy clarificador porque nos explica por qué existe la muerte, y que gracias a Jesucristo tendremos vida en abundancia: “Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de justicia.” (Romanos 5:17; ver también 1ª Corintios 15:22). Romanos 3:24 nos habla del perdón de nuestros pecados mediante la redención efectuada por Cristo: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,”.
¿Qué significa, pues, ser justificados gratuitamente por su gracia?
Muy sencillo. Como pecador estoy condenado a la pena de la muerte eterna, pero alguien, Jesús, el Hijo de Dios, muere en mi lugar, y como Él sufre la condena que me corresponde a mí, entonces soy absuelto gratuitamente, no tengo que hacer ni pagar nada a cambio, y es por gracia, porque no lo merezco. Cuando acepto este don, junto con el perdón de todos los pecados pasados, presentes y futuros, también recibo el poder para vencer al pecado.
Veamos como ya en el Antiguo Testamento, se profetiza que Jehová o Yahvé cargaría con nuestros pecados (Isaías 53: 6), y es fácil deducir que se refiere a Jesús, el Cristo, porque en Isaías 53:7 dice que como cordero fue llevado al matadero. Y Juan el Bautista testifica que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
Isaías 53: 5-12
“5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”
Por eso el apóstol Pedro dice: Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro y plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación,(20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (1ª Pedro 1:18-20).
La misión de Jesucristo de redimir y rescatar a la doliente y pecadora humanidad, al cargar sobre sí mismo nuestros pecados, fue perfectamente cumplida con su muerte expiatoria en la cruz, con lo que se efectuó o se consumó la justicia de Dios (Véase Juan 19:30; Romanos 3:22-26). Desde ese momento, todos podemos acogernos a la gracia de Dios, creyendo que en Jesús somos perdonados, o sea, justificados, obteniendo el derecho a la vida eterna: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva [el regalo] de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23).
Cristo es, pues, la justicia de Dios, porque Dios establece su justicia por medio de Él, y al mismo tiempo es nuestra justicia, porque, por nuestra fe, nos es imputada o puesta en nuestra cuenta.
1ª Corintios 5:21
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él [Cristo].”
(Véase también Romanos 3:21-24; Jeremías 23:5, 6; 1ª Corintios 1:30)
Jesucristo imprescindiblemente debía de representar a la vez al hombre y a Dios, para poder establecer el puente entre el Cielo y la Tierra. Por eso el apóstol Pablo declara: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” (1ª Timoteo 2:5; Véase además Hec. 4:12; Heb. 2:17).
4. El hombre carnal o natural versus el hombre espiritual
4.1. Condición del ser humano en general
En general los seres humanos somos imperfectos y egoístas, pues tenemos variedad de defectos y debilidades de carácter, y cantidad de carencias físicas, psíquicas y espirituales. En multitud de ocasiones, tratamos de saciar la sed de felicidad, bebiendo en infinidad de fuentes que resultan insatisfactorias, y que, como máximo, sólo logran un momentáneo alivio de la misma, dejándonos la mayoría de las veces insatisfechos y frustrados.
Unas veces son nuestros deseos egoístas los que nos impulsan a obrar de una determinada forma, pensando sólo en nosotros mismos, y sin tener en cuenta las necesidades de las personas que conviven o que pertenecen al entorno en el que nos movemos. Otras, intentamos llenar nuestro vacío por medio del consumo superfluo de bienes materiales, o bien, enfrascándonos en todo tipo de actividades, más o menos frívolas, que lo único que consiguen es que olvidemos que la verdadera felicidad está en el desarrollo de la vida espiritual de comunión y relación con Dios y con nuestro prójimo.
Por nuestra experiencia y la Biblia sabemos que todos hemos pecado y tenemos una naturaleza pecaminosa: (Salmo 51:5; Eclesiastés 7:20; Romanos 3:10; etc.)
4.2. El hombre carnal o natural (antes de la conversión en Cristo)
- “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para el son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1ª Corintios 2:14); Véase también 1ª Corintios 1:18: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.”
- Éramos amigos del mundo y enemigos de Dios:
Santiago 4:4“...la amistad del mundo es enemistad contra Dios. Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”;
Romanos 8:7,8: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Véase además Gálatas 5:19-21; Efesios 4:22-32; Colosenses 3:5-10).
Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.”
- “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), (Efesios 2:5)
5. Proceso para ser cristiano: El hombre espiritual (convertido a Cristo)
5.1 ¿Qué significa ser cristiano?
Cristiano es aquella persona que por la gracia de Dios y su Palabra se ha hecho consciente de la pecaminosidad de su naturaleza y de sus pecados, de que está completamente perdido y condenado a muerte y que no hay ninguna obra humana que pueda hacer para solucionar este dilema. Y entonces acepta a Jesucristo como su salvador personal, creyendo que su muerte fue en lugar de la suya, porque es el único que puede salvarle, perdonar sus pecados, regenerar su vieja naturaleza, santificarle y darle la vida eterna. El cristiano, a partir de ese momento vive por fe la obediencia a la Palabra de Dios.
5.2. Pasos para llegar a ser cristiano.
- Como ya hemos dicho, ser consciente, de su estado de perdición, su incapacidad total de salvarse por sus propios medios.
- Arrepentirse (Hechos 2:38).
- Creer en el Señor Jesús, invocando su nombre para perdón de los pecados (Romanos 10:9-13; Hechos 16:31; 8:37).
- Ser bautizado en agua por inmersión para recibir el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38; 8:36-39), y como prueba de la fe y testimonio a otros.
Desde ese momento el cristiano debe considerarse reconciliado con Dios (Romanos 5:10; 2 Cor. 5:18, 19), justificado (Romanos 3:24), nacido de nuevo (Juan 3:3), hecho hijo de Dios (Gálatas 3:26; 4:7) y nueva criatura en Cristo (2ª Cor. 5:17).
1ª Corintios 6:11 (leer desde el verso 9):
“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”
Colosenses 1:12-14:
“12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
5.3. ¿Cómo se realiza este proceso hasta llegar a ser creyente en Cristo y nacer de nuevo del Espíritu Santo?
Nuestra salvación o perdición dependen de la aceptación o rechazo al evangelio de nuestro Señor Jesús. En la Palabra de Dios se nos muestran los dos tipos de reacciones: en Hechos 2:37, los que oyeron la predicación de San Pedro “se compungieron de corazón”, y reconociendo así su pecado, aceptaron a Jesucristo como la solución al problema de su pecado.
La reacción opuesta que conduce a la perdición, rechazar la gracia que Dios nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo, la encontramos en Hechos 7:54. En esta ocasión los que oían la Palabra de Dios predicada por Esteban, respondieron de muy distinta manera: “oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él.”.
¿Cómo conseguir la fe? ¿Cómo podemos pasar de incrédulos a creyentes o de inconversos a conversos?
Por un lado, las Sagradas Escrituras nos dicen que “... la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17). Por otro, si queremos agradar a Dios tengamos fe en Él. Creamos que existe y “que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Cuando escuchemos su Palabra no seamos sordos a su llamado. No esperemos que Dios nos llamará de una forma especial y directa, sino que lo hará a través del mensaje del evangelio, “porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, la coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12). Por tanto, no menospreciemos su Palabra porque por ella podemos obtener la vida eterna, por medio de Jesucristo, del que dan testimonio las Escrituras (Juan 5:39). Pablo afirma en Romanos 1: 16: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a toda aquel que cree...”.
Seamos “buena tierra” y no endurezcamos nuestros corazones.
Como dice Jesús en la parábola del sembrador debemos tratar de ser “buena tierra”, para que la semilla del evangelio arraigue en nuestro corazón y dé fruto (Lucas 8:15). Como la semilla al ser enterrada muere, pero renace transformándose en planta, o sea, una nueva naturaleza capaz de dar mucho fruto, así nosotros tenemos que nacer de nuevo por el Espíritu Santo para dar fruto y poder entrar en el reino de Dios (Juan 3:5, 6). Por tanto, cuando respondemos positivamente al llamado de Dios por el evangelio, ejercemos fe en Jesús, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2), Él nos da “potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12,13).
En el proceso de la salvación de todo ser humano confluyen la voluntad del Creador y soberano del Universo y la de la criatura. Por parte de las criaturas, es evidente que todos los hombres nacemos con una naturaleza imperfecta y pecaminosa, porque estamos separados de Dios. Su existencia no es demostrable a través de nuestros sentidos. Tampoco podemos llegar a Él por la ciencia, ni ninguna inteligencia humana es capaz de averiguar, en primer lugar, si existe, y en segundo lugar, cómo es y cuáles son sus intenciones.
Cabría preguntarse, por ejemplo, si Dios nos diera un discurso, invitándonos a la salvación y a la vida eterna, aunque sólo fuera anualmente, a la manera como nuestro Rey se dirige a todos los españoles por Navidad, y todos sin excepción no tuviéramos más remedio que escucharle, ¿Cómo responderíamos a ese llamado?
Creo no equivocarme y me temo que, en nuestra condición caída, la Humanidad no sería unánime en aceptar la invitación de Dios y hacer los arreglos necesarios en su vida para gozar con Él por la eternidad. Posiblemente, se formarían dos grupos, los que deciden salvarse y los que deciden no hacerlo.
Desgraciada o afortunadamente, no recibimos un sermón directo de Dios una vez al año, sino que, en su lugar, podemos recibir su mensaje, por medio de su Palabra escrita, la cual tenemos siempre a nuestra disposición, y también cuando la escuchamos a través de las predicaciones de sus discípulos. Nuestra responsabilidad consiste en dejarnos convencer por la bondad de la Palabra, a pesar de que ella se opone a la natural tendencia de nuestra “carne”, y al espíritu del mundo. Como San Pablo, debemos reconocer que: “... yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.” (Romanos 7:18, ver también del 19-25; 8:8: “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.”).
El apóstol Pablo nos aclara en varios textos del Nuevo Testamento qué significa vivir en la carne: “19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21; léase además Efesios 4:25-32). Cuando acallamos la voz de la conciencia que nos remuerde por algo que hacemos mal, y además rechazamos la hermosa verdad del evangelio, nos alejamos de la fe y del reino de Dios (2ª Pedro 2:9-22).
Dios quiere que seamos salvos mediante el conocimiento de la verdad.
En la primera epístola que San Pablo escribió a Timoteo se nos dice que la voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos: “...Dios nuestro Salvador, (4) el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” (1ª Timoteo 2:3, 4). Puesto que Dios es todopoderoso y su voluntad es soberana, ¿Quiere decir esto que Dios nos va a salvar a todos aún en contra de nuestra voluntad e independientemente de nuestra fe en Él? Es evidente que no es así. Notemos la segunda parte de este texto: “y vengan al conocimiento de la verdad.”. Puesto que Dios quiere que todos seamos salvos, -y para ello es necesario conocer la verdad, aceptarla y obedecerla- Él se ocupará de que nadie pueda excusarse en el juicio final, diciendo que no ha podido ser salvado porque ignoraba la verdad. La voluntad de Dios es salvarnos pero nuestra responsabilidad es aceptar la verdad y obedecerla. La Biblia nos dice que la Palabra de Dios es la verdad (Juan 17:17) y Jesús es el único camino, la verdad y la vida, nadie puede alcanzar la salvación sino por Él (Juan 14:6; véase además Juan 1:14, 17; 5:33; 8:32; etc.).
Todos nosotros, también estábamos muertos en delitos y pecados, y anduvimos, en otro tiempo, “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu de que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3). ¿Por qué hemos cambiado? ¿Acaso Dios ha intervenido de una forma misteriosa, poderosa, directa y personal para dar la vida a unos y a otros no?
Efesios 2:5, 6
“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
Romanos 5:8
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros,”
Antes éramos enemigos de Dios, pero fuimos reconciliados por la muerte de su Hijo (Romanos 5:10). ¿Qué milagro ha ocurrido para que decidiéramos aceptar la verdad y obedecerla? ¿Es, acaso, el amor de Cristo que nos constriñe (2ª Corintios 5:14)? Con toda seguridad, Dios nos hizo nacer de nuevo, nos dio vida, mostrándonos su amor: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1ª Juan 4:10).
Santiago 1:18 dice: “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”. Constatamos, pues, que el medio de gracia que Dios usa para darnos vida espiritual es la Palabra de Verdad, la cual, como sabemos, es la Biblia. Su voluntad es hacernos nacer de nuevo. Ahora, ¿Cuál es nuestra voluntad? ¿Resistiremos a la palabra de verdad? ¿Negaremos que la ley del amor se manifestó en Cristo Jesús? ¿La rechazaremos aunque sea “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16)?. Depende, pues, de nosotros que nos dejemos conmover por el amor a la verdad y no endurezcamos nuestros corazones (Hebreos 4:7: “... Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.”).
Escogidos por Dios para que fuésemos santos.
Por otro lado, la Sagrada Escritura, también afirma claramente que los creyentes hemos sido escogidos por Dios antes de la fundación del mundo, según su voluntad, para que seamos salvos (Efesios 1:3-14).
Efesios 1:3-14
“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. 13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
Muchos creyentes e incluso incrédulos se espantan, se rebelan, rechazan y no aceptan esta clara doctrina de la Palabra de Dios, porque piensan que, si escoge a unos para la salvación, y permite a otros que se pierdan para la eternidad, Dios está haciendo acepción de personas. Además, entienden que a los predestinados, se les determinan sus destinos sin tener en cuenta la voluntad de los mismos. Argumentan que si todo está decidido, de antemano, por la voluntad de Dios, desde antes de la fundación del mundo, nada de lo que haga cualquier persona podrá cambiar su destino. Califican de nefasta esta doctrina de la predestinación por las razones citadas, porque coarta la voluntad de las criaturas, haciendo inútil la predicación del evangelio, puede producir desánimo, y que algunas personas lleguen a torturarse mentalmente, al pensar que ellas no están en el grupo de los elegidos para salvación. Como efecto negativo opuesto al anterior, esos mismos detractores, consideran que los escogidos y predestinados por Dios para vida eterna, podrían caer en un exceso de confianza en sí mismos por lo que, supuestamente, es una situación de privilegio, respecto al grupo de los que se pierden.
Esta es una equivocada interpretación de la doctrina de la predestinación de Dios, al equipararla con determinismos absurdos y destinos ciegos. Al modo en que algunos personajes de ciertas obras clásicas griegas eran arrastrados por sus dioses, hacia un destino fatal, del que era imposible escaparse, y al que irremisiblemente las criaturas se veían abocadas, independientemente de cuanto realizaran para evitarlo.
La predestinación que nos presenta la Palabra de Dios es todo lo contrario. Si habláramos de un dios que no tuviese soberanía sobre todo el universo no sería Dios. Dios es soberano y por tanto, lleva el control y gobierno sobre toda su creación. Él, como infinitamente sabio Arquitecto, ha diseñado un Plan de salvación de la Humanidad caída por medio del sacrificio expiatorio de Cristo, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,...” (Efesios 1:4).
Notemos, por favor, que la salvación de los seres humanos no se realiza por un decreto arbitrario de Dios, sino que Él ha conocido de antemano a toda la humanidad antes de que existiese, puesto que al ser eterno, está fuera del tiempo, y todo permanece en su mente como un eterno presente. Comprobemos como San Pablo lo confirma en Romanos 8:29, 30: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (30) Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.”
¿Qué medios usa Dios para llevar a sus escogidos a la glorificación? ¿Hace acaso alguna acepción de personas a favor de sus elegidos? ¿Manda a sus ángeles para evitarles todo tipo de mal? ¿Les libra de toda enfermedad, sufrimiento y dolor? ¿Les infunde una gracia especial que les permite aceptar el evangelio de la salvación? ¿Los llama a cada uno y les susurra en sus oídos o en su mente: sé bueno, escucha y obedece el evangelio y tendrás la vida eterna, y si no lo haces, serás condenado al infierno por una eternidad?
Dios no hace acepción de personas: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho;” (Deut. 10:17; Véase también 2ª Crónicas 19:7; Hechos 10:34; Romanos 2:11; Gálatas 2:6; Efesios 6:9; etc.). Él nos trata por igual. Tanto sus escogidos como los que no lo son, reciben el mismo medio de gracia, que no es otra cosa que el evangelio de Jesucristo. Sus elegidos no reciben una infusión mágica de gracia que les ilumine, purifique y santifique. Porque esa no es la forma de intervenir de Dios en la vida de los seres humanos para santificarlos y hacerlos idóneos para el cielo. “La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). Si creemos esta Palabra y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador personal, Él nos da “Potestad de ser hijos de Dios” y somos engendrados de Dios, que es lo que implica el nuevo nacimiento (Juan 1:12, 13). Es decir, como dice Santiago 1:18: “... nos hizo nacer por la palabra de verdad...”.
Cuando amamos el bien, la bondad y la justicia, somos atraídos por la palabra de verdad que es la Santa Biblia, y entonces empezamos a vislumbrar el amor, bondad y misericordia de Dios. A medida que leemos, meditamos y vamos conociendo mejor el magnifico Plan de salvación de Dios, y el maravilloso destino de santificación y glorificación que Dios ha preparado para nosotros, nuestra vieja naturaleza se va transformando en una nueva, a la imagen y semejanza de la de Cristo Jesús.
Dios nos llama a todos mediante su evangelio para que lo creamos, lo obedezcamos y seamos santos. Así lo afirma Pablo, también, en 2ª Timoteo 1:9: “[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,” (ver también 1ª Corintios 1:2).
Los medios que Dios usa para que alcancemos la salvación son, pues, la fe en la verdad, y nuestra santificación por el Espíritu (2ª Tesa. 2:13). Tengamos claro que no se trata de medios milagrosos que sólo están al alcance de los escogidos, sino que son los mismos medios disponibles para toda persona sincera que quiera acogerse a ellos.
2ª Tesalonicenses 2:13-15
“13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, 14 a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. 15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.”
La doctrina de la predestinación nos revela a un Dios, infinitamente sabio, que gobierna el universo y que no ha dejado nada al azar. Nos da la seguridad de que nadie se perderá por accidente o por casualidad. Los escogidos serán salvados en su totalidad. Los cuales, sin duda, coincidirán con todos aquellos que amen a Dios y al prójimo como así mismos por la fe en Jesús.
No obstante, nuestra seguridad no se fundamenta en creer que pertenecemos al grupo de los predestinados, puesto que ningún ser humano sabe, en principio, si está en uno u otro grupo. Nuestra garantía de salvación está en que “... habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13)
Ahora nos queda avanzar o progresar día a día en el camino de la santidad o de la santificación, sabiendo que mientras estemos en este cuerpo corruptible existirá una lucha incesante entre lo carnal y lo espiritual, la ley del pecado que está en nuestros miembros que se rebela contra la ley de nuestra mente, el hombre interior que se deleita en la ley de Dios.
Romanos 7: 14-25
“14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”
6. Conclusión
Cristiano es, pues, toda persona consciente de su condición pecadora (Romanos 3:9-12; 23; 5:8, 10, 12; Efesios 2:1-3), que reconoce que Jesucristo es la única solución para la muerte eterna, y le acepta como su Salvador y Redentor personal porque Él murió en su lugar (Hebreos 9:12; 1ª Pedro 1:18, 19; Tito 3:5-7; 1ª Corintios 1:30; 7:23; 15:20-23; 2ª Corintios 5:14, 15, 21). Por tanto, cree, o sea, ejerce fe, en que la sangre derramada por Cristo en la cruz, su sacrificio expiatorio y vicario le limpia de todo pecado (Hebreos 9: 14, 22, 26, 28), abriéndole el camino al cielo y a la vida eterna (Hebreos 10: 10, 12, 14, 20).
Los verdaderos o auténticos cristianos creen que la salvación es un don gratuito, por tanto, es por la gracia de Dios, o sea, un don o regalo inmerecido que se obtiene por la sola fe sin las obras de la ley (Romanos 3:20; 24-28; 4:4-5; 5:1; 6:23; 11:6; Gálatas 2:21; 3:10-13).
Gálatas 2:21:
“21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.”
San Pablo nos está diciendo en Gálatas 2:21, que si los seres humanos pudiéramos cumplir a la perfección los mandamientos de la ley moral entonces seríamos perfectamente justos y tendríamos derecho al cielo y la vida eterna, por lo que en vano habría muerto Cristo, su sacrificio expiatorio hubiera sido totalmente innecesario.
Romanos 4: 4, 5
“4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.”
Si la vida eterna se ganara mediante las obras buenas que uno hiciera, alcanzar el cielo de Dios, no sería un don ni una gracia que Él nos concede sin merecerlo en absoluto sino que sería una retribución, una paga, “un salario”, como dice Pablo, y dependería de nuestras buenas obras, y podríamos envanecernos y enorgullecernos de nosotros mismos. Además, en el supuesto que lo bueno que realizamos pudiera compensar lo malo que hacemos ¿Cuántas obras buenas y de qué calidad sería necesario hacer para conseguir la perfecta justicia que es la que Dios exige a todos?
San Pablo, insiste, una vez más, en Efesios 2:8-10, que nadie se salva por medio de sus obras, aparte de que ello no sería posible, también es así para que nadie se envanezca.
Efesios 2:8-10:
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”
Romanos 3:24-26
“24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.”
Estos últimos textos de San Pablo, no pueden ser más clarificadores. Los cristianos, por fe, nos apropiamos de la justicia que Cristo ganó para nosotros al vivir en obediencia perfecta a Dios y morir en la cruz, pagando por todos nuestros pecados. Por tanto, somos declarados justos ante Dios, es decir absueltos de la condenación de la ley que pesa sobre todos, puesto que somos pecadores y por tanto, transgresores de su ley. A partir de ahí, Dios por medio del Espíritu Santo, en el bautismo en agua por inmersión, nos da el nuevo nacimiento (Juan 3:3), convirtiéndonos en nuevas criaturas en Cristo (2ª Corintios 5:17). En adelante, por su Espíritu y por su Palabra obtenemos el poder sobre el pecado. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14; ver también Rom. 1:16, 17).
Ya no somos esclavos del pecado. Tenemos libertad de elección para pecar y para no pecar. ¿Pecaremos porque podemos hacerlo? Como siempre San Pablo, magistralmente, nos va descubriendo que no pecamos porque ya no somos esclavos del pecado sino siervos de Dios. ¿Cómo volveremos a pecar si permanecemos unidos a Cristo como el sarmiento a la vid (Juan 15:5)?
Romanos 6: 16-23
“16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.
20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
¿Cómo se produce el milagro de la conversión al cristianismo? ¿Qué medios utiliza Dios para llamar a salvación a la Humanidad?
Los medios de salvación de los seres humanos que fundamentalmente Dios usa son dos: su Santa Palabra y su Santo Espíritu. A continuación transcribimos los siguientes textos bíblicos para que el lector medite en ellos:
Romanos 1:16, 17:
“16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
Romanos 10:9-17
“9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. 11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. 12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; 13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! 16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? 17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”
Efesios 1:13, 14
“13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
¿Cuáles son los frutos del cristiano? ¿Cuál es la prueba de la fe del cristiano? ¿Cuál es el objetivo del cristiano?
El fruto y la prueba de fe del cristiano es el amor, y el objetivo la santificación de su vida y la vida eterna (Romanos 6:22). Nos limitaremos a transcribir algunos textos que lo corroboran y que creemos que no necesitan comentarios, por ser tan explícitos.
1ª Juan 4:20, 21
“20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.”
1ª Juan 3:14-17
“14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. 16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”
1ª Juan 3:7-10
“4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.”
¿Cuál es el objetivo del cristiano?
El objetivo del cristiano es la santificación de su vida y la vida eterna, porque como afirma la epístola a los Hebreos sin la santidad nadie verá al Señor.
Hebreos 12:14:
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”
Aquí hemos de aclarar que los cristianos son santos, es decir, apartados del mal, y consagrados a Dios, desde el mismo momento de su aceptación del sacrificio de Cristo para perdón de sus pecados. Desde ese momento son considerados justos por Dios y son poseedores de la vida eterna, que les será dada realmente, cuando Cristo venga en gloria y los resucite de la muerte (1ª Tesalonicenses 4:13-18; 1ª Corintios 15:51-57).
Hebreos 10:10, 12, 14:
“10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”
Aunque ya los cristianos son santos porque han sido santificados “con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo...” (1ª Pedro 1:19), la santificación también es un proceso que se extiende mientras dura la vida del creyente. La vida del cristiano debe ser, por tanto, de un continuo crecimiento en santidad para asemejarse a Cristo, nuestro modelo: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;” (Efesios 4:13).
De ahí que el apóstol Pablo nos exhorte así: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro (1ª Corintios 1:2). Ya somos santos, hemos sido santificados por la sangre de Jesús pero necesitamos perseverar colaborando con Dios en todo lo que hagamos, para crecer en santidad.
Escogidos por Dios para ser santos
Efesios 1:3-10
“3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.”
Los seres humanos no procedemos de una ciega evolución, una partícula de vida que apareció por azar, hace millones de años, que no se sabe de donde viene ni a donde va, sino que Dios desde la eternidad nos ha pensado y conocido. Nos ha visto tal y como somos y como íbamos a ser por medio de su gracia. Por tanto, no hay un ciego destino fatalista que nos arrastra hacia donde no queremos, sino que por el contrario Dios nos atrae con su amor demostrado por Cristo al entregarse por nosotros a una muerte y muerte de cruz.
Romanos 8:28-30
“28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.”
Dios ha escogido a los cristianos para que sean hechos conformes a la imagen de su Hijo. Es decir, nos ha predestinado a ser santos. Todo, justificación y santificación es por gracia, pero el ser humano ha de implicarse enteramente tratando de armonizar toda su voluntad con la de Dios. Su vida debe estar apartada totalmente del mal y entregada al servicio del bien y de Dios.
Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com
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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Comentarios de los lectores
18-03-09
Estimado Carlos:
He leído detenidamente tu artículo. El planteamiento perfecto y el contenido muy riguroso, acompañado de numerosas citas bíblicas que respaldan el contenido del mismo.
Teniendo en cuenta que no soy un experto en Teología, estoy de acuerdo contigo en lo que expones en dicho estudio, salvo en unos pequeños matices, que a continuación paso a exponerte, según me pediste que así lo hiciera.
Jesucristo fundador del cristianismo.
No creo Carlos que Jesucristo fundara ninguna religión, ni estableciera nada nuevo; es mas no lo encuentro en la Biblia. Veo mas bien que lo que hizo fue reconciliarnos con Dios y mostrarnos claramente y con toda sencillez como hacer su voluntad; aspecto éste que habían desvirtuado y adulterado los religiosos de la época. Fuimos nosotros que hicimos de Jesucristo una religión.
Mateo, 5:17-18. Mateo, cap.23. Hechos, 11:26. Hebreos, 10: 19-22.
Conscientes del pecado.
Soy testigo de que numerosas personas han aceptado a Cristo, sin ser conscientes de su pecaminosa naturaleza (ni idea de lo que era esto) simplemente tuvieron un encuentro personal con Jesucristo, y fue suficiente para que su vida cambiara. A partir de ese momento comenzaron a interesarse por su Palabra, estudiarla y sujetarse a ella. Dándose cuenta entonces de su pecaminosa naturaleza. Como yo por ejemplo. El Nuevo Testamento está lleno está lleno de ejemplos de personas que solo con la presencia de Jesús, cambiaron sus vidas.
Nuevo nacimiento.
No todos lo cristianos han nacido de nuevo, ya que ni ven el Reino de Dios ni pueden entrar en él; en muchos casos sólo son seguidores de una determinada religión.
Romanos, 14:17. 1ª Cor. 4:20. Efesios, 5:5.
Espero Carlos que no tomes estos puntos de vista, ni como crítica, ni como el comienzo de una polémica, quiero tu amistad y que nuestra relación aunque sea epistolar o virtual, continúe, esperando que algún día podamos estrecharnos la mano.
Que el Dios de toda gloria te bendiga ti y a los tuyos.
Antonio Sellés Ortigosa
Respuesta de Carlos Aracil Orts
18-03-09
Estimado Antonio:
En primer lugar, agradecerte de todo corazón los interesantes y amables comentarios que haces a mi artículo. Los aprecio mucho, pues aunque dices que no eres un experto en Teología, tus observaciones bíblicas prueban que sí lo eres, y sin duda eres un profundo conocedor y estudioso de la Santa Palabra, como lo demuestra, este mismo comentario que tan amablemente me diriges, así como todo lo que escribes en tu Web. Además, tienes la experiencia de liderar y conducir una iglesia o grupo de fieles cristianos, lo que a mí me causa un profundo respeto y admiración. Pues me imagino que ésa no es una tarea nada fácil. Digo que lo imagino porque yo nunca he tenido ninguna responsabilidad de ese tipo.
A continuación, te respondo a tus acertadas observaciones, siguiendo punto por punto y ajustándome a la misma estructura de tu amable comentario a mí artículo ¿Qué significa ser cristiano?.
Jesucristo fundador del cristianismo.
Acepto la corrección. Es totalmente cierto lo que dices. Muy bien observado por tu parte. Cristo no fundó la religión cristiana, pero es el fundamento de la misma, y de la iglesia cristiana que si fundó a través de sus discípulos, y de la que es cabeza (1ª Corintios 3:11; Efesios 4:15-16; 5:25-27; 1ª Corintios 12:11-14,27-29; Hebreos 12:2).
1ª Corintios 3:11
"Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo."
Conscientes del pecado.
Creo que también tienes razón aquí. Cuando yo fui bautizado, no era muy consciente de la pecaminosidad de la naturaleza humana. Lo descubrí unos veintitrés años después cuando leí un libro de Martín Lutero titulado “La Voluntad determinada” (De Servo arbitrio). Sin embargo, fue entonces cuando comprendí y aprecié la gracia de Dios. Antes pensaba que yo había decidido ser cristiano, y luego me di cuenta que fue Dios el que me escogió, librándome de la esclavitud del pecado y haciéndome libre en Cristo.
Nuevo nacimiento.
Ciertamente, “no todos lo cristianos han nacido de nuevo”, pero yo me refería a que para poder ser un auténtico cristiano era necesario haber nacido de nuevo. Ya sé que existen muchos cristianos que lo son sólo nominales, por mera rutina o inercia, pero hasta que no se produzca ese nuevo nacimiento o conversión auténtica no lo son verdaderamente.
Si yo no aceptase las críticas no sería coherente con mi petición de que leyeras mi articulo y me lo comentaras. Te agradezco muchísimo, y tomo buena nota de todo ello, pues respeto y aprecio mucho tu gran experiencia como cristiano y como Pastor de una iglesia. Para mí ésta es una buena forma de aprender contrastando nuestros puntos de vista e interpretaciones que hacemos de la Palabra. La verdad es una sola pero, como todas las cosas, tiene varios puntos de vista que si son acertados pueden hacer mucho más completa y general esa visión.
También yo aprecio mucho la amistad que me brindas, y espero que continuemos en contacto conociéndonos más, y cualquier día podríamos tratar de coincidir en algún sitio para conocernos personalmente.
Que el Señor te siga guiando y bendiciendo mucho para poder conducir a la Verdad de Dios a muchos fieles seguidores de Él.
Un fuerte abrazo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
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