El Reino de Cristo, el Milenio y la Muerte segunda
Versión 07-01-2011
Carlos Aracil Orts
1. Introducción.*
Querido amigo Armando, está bien el método de análisis que propones de “ir parcelando pequeños puntos en los que ponernos de acuerdo y así y por eliminación, ir despejando el camino”. Por mi parte, no lo rechazo en absoluto, pero sugiero que sería mejor “ir de lo más conocido a lo menos”. Esto, a mi modo de ver, consiste en recopilar todos los textos bíblicos que tengan relación con el tema en particular que estudiamos, y que, ya sea porque se complementan entre sí o bien porque confirman la idea expuesta en otros, puedan aportar luz al mismo de una forma casi incuestionable. Digo, casi, porque en los asuntos espirituales son pocas las cosas que no se puedan refutar mediante algún tipo de argumentos. Realizada esta recopilación de “lo conocido”, es decir, afirmadas aquellas bases que no podemos mover porque de hacerlo se nos caería el edificio, entonces las aplicaremos a “lo menos conocido o desconocido”, es decir, a aquellos textos bíblicos que aparecen de forma aislada o en un contexto oscuro o apocalíptico, en el que normalmente existen muchos símbolos.
Sin embargo, en la cuestión que me planteas y que acto seguido voy a transcribir, parece que usas el método inverso, o sea que partes de lo singular, lo complejo, como es el libro de Apocalipsis, la Revelación de Jesucristo como también se conoce, para confirmar o explicar una doctrina tan fundamental como la Salvación, que ya debería estar suficientemente clara en el resto de la Biblia, sin necesidad de recurrir a este último libro de la Biblia, con el que, por imperar los símbolos proféticos de todo tipo, resulta muy difícil llegar a conclusiones definitivas.
Transcribo a continuación tu planteamiento:
“Pasemos al primer tema: qué es ser salvo y quiénes son salvos, según mi entender. Y si no estoy en un error, cosa harto probable, ello nos quedaría explicado considerando simplemente un texto:
“Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con él por los mil años.” (Rev. 20:6).
Luego desarrollando de forma lógica la idea que subyace en dicho pasaje, parece que los únicos que de momento son salvos, son estos que participan de una primera resurrección y sobre quiénes la muerte segunda no tiene ya autoridad sobre ellos y que son los que junto a Jesucristo han de reinar en calidad de reyes/sacerdotes durante el milenio. Luego y continuando la argumentación lógica, tiene necesariamente que existir otra resurrección, en este caso una segunda y que sobre los integrantes de la cual, si tendría autoridad la muerte segunda y que por no participar de la primera resurrección, no pueden gobernar con Cristo, luego solo pueden ser súbditos de ese gobierno. De lo contrario, querido Carlos, convendrás conmigo que no tendría demasiado sentido la existencia de Rev. 20:6 y si mucho me apuras, ni siquiera la idea o concepto del reino como tal. Luego aquí y de ser como yo entiendo, tendríamos dos grupos: uno, compuesto de aquellos que ya gozando de la inmortalidad (luego son salvos), ejercen de gobernantes del reino y otro, compuesto de aquellos que no gozando de inmortalidad (luego aún no son salvos) y que, lógicamente, han de ser súbditos gobernados por los miembros del primer grupo.
Y que eso es así, nos lo parece afirmar (y probablemente ya estarás al tanto de ello, si has repasado alguno de mis artículos), el contenido de Rev. 7:9 y 14, en donde se nos habla de una “gran muchedumbre” que no se podía contar, de personas sobrevivientes de la “gran tribulación” final y sobre las que se va a actuar de la siguiente manera:
“…… porque el Cordero, que está en medio del trono (luego ya gobernando junto a sus asociados), los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Rev. 7:17).
Y cuidados que indican una acción progresiva de la que por supuesto, no precisan los que con Cristo forman parte del gobierno del reino, porque siendo inmortales desde el mismo momento de su resurrección, ya tienen vida en sí mismos y no necesitan por tanto, ninguna fuente de ayuda externa. Y no olvidemos que estamos hablando de sobrevivientes de la “gran tribulación” final y que por tanto, pasan directamente y en vida, al período milenario del reino y en consecuencia, llegan a convertirse en los primeros súbditos de ese gobierno liderado por Jesucristo y auspiciado por Jehová. Porque si hay reino, tiene que haber gobierno y si hay gobierno, tiene que haber gobernados o súbditos; de lo contrario, solo estaríamos hablando de un sinsentido.
Y condición de salvos que adquirirán (o no) solo al final del milenio, cuando ya como seres humanos perfectos a la manera de Adán, enfrenten la prueba final:
“Ahora bien, luego que hayan terminado los mil años, Satanás será soltado de su prisión 8 y saldrá a extraviar a aquellas naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, para reunirlos para la guerra. El número de estos es como la arena del mar.” (Rev. 20:7-8).
De aquellos que contrario a Adán, superen la prueba y no sean extraviados, se dice que su nombre será escrito en el libro de la vida, o sea, les será concedido y como tenía nuestro antepasado Adán antes del pecado, el derecho a la vida eterna: luego llegan ya, a ser salvos. Los que no la superen “numerosos como la arena del mar”, sufrirán destrucción eterna, simbolizada por el “lago de fuego”.
Dicho lo cual y a modo de resumen, son salvos (de momento) aquellos que han de gobernar con Cristo, ya que desde el mismísimo momento de su resurrección, la muerte segunda no tiene ya autoridad sobre ellos. Y cosa que no se puede decir de los demás que no gobernarán con Cristo, porque aún no sabemos si la muerte segunda tendrá o no autoridad sobre ellos, ya que como hemos visto, dicha circunstancia queda condicionada por su respuesta al desafío satánico final. Ese es en principio y de forma muy somera, mi planteamiento y a tenor de lo que entiendo de mi lectura de los textos citados. Y excuso decir, cuán interesado estoy en conocer tu autorizada opinión acerca del desarrollo de mi idea.
Mientras tanto, recibe un fuerte abrazo de tu amigo y hermano
Armando”
En Revelación 20:6 aparecen conceptos como, “segunda muerte”, “sacerdotes de Dios y de Cristo”, “y reinarán con él”, “mil años”, y “primera resurrección”. Excepto las dos últimas frases citadas, que sólo aparecen en este capítulo, el resto son conceptos bastante frecuentes en el Nuevo Testamento (NT), y que, por tanto, son susceptibles de estudio y comparación a través de otros escritos del NT. Pues bien, esto es lo que vamos a hacer en el cuerpo de este estudio bíblico.
2. ¿Qué es la segunda muerte?
La cristiandad en general y el catolicismo en particular creen que los salvos en Cristo, o sea sus almas o espíritus, son llevados inmediatamente que mueren al cielo, a la gloria de Dios, en una forma de vida espiritual consciente. Igualmente, enseñan que los malvados van, inmediatamente al morir, a un lugar donde son atormentados o torturados con fuego. Sin embargo, no parece que haya evidencias bíblicas que apoyen tales doctrinas. Los muertos, tanto justos como injustos, permanecen en sus tumbas o sepulcros hasta el día de la resurrección, en que Jesús llama tanto a un grupo como al otro: “los que hicieron lo bueno a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación [o de ‘juicio’ como dicen otras versiones].” (Juan 5:29). Pues, como afirma el apóstol Pedro, “Porque David no subió a los cielos” (Hechos 2:34úp), a semejanza del rey David, del que nadie puede dudar de su salvación, y de la misma manera le sucede a todo salvo en Cristo que no gozará de su presencia hasta su segunda venida (1ª Tesalonicenses 4:13-18; 1ª Corintios 15:51-56).
Cuando Jesús llama a los muertos a la resurrección se refiere claramente que “todos los que están en los sepulcros oirán su voz.” (Juan 5:28úp). ¿Dónde están, pues, los muertos? ¿Permanecen vivos sus espíritus en el Hades, es decir, en el interior de la tierra, o simplemente permanecen en el sepulcro, inconscientes, hasta que sean llamados por Jesús a resurrección, a la manera de Lázaro (Juan 11:11, 13, 25, 43, 44)? Notemos las Palabras de Jesús:
Juan 5:24-29: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. 25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”
La primera muerte, que es consecuencia del pecado de Adán, que como representante y cabeza federal de toda la humanidad se nos imputa a todos, sin excepción; no es un castigo por nuestros pecados, pues no tiene carácter eterno sino sólo provisional, a la espera que se produzca el juicio de Dios, que separará a los justos en Cristo, para darles la vida eterna, de los malvados que le rechazaron, que son resucitados para consumar con ellos el castigo eterno de Dios, la muerte segunda (Mateo 25:31-46); Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8).
En Romanos 5:12-21, el apóstol Pablo da a entender que la muerte que todos conocemos es causada por la transgresión de Adán (Véase Romanos 5:17-18). Pablo, a fin de que penetre en nuestras mentes esta verdad fundamental, reitera, en más de una ocasión, que “...el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:15), y en Romanos 5:16, afirma de nuevo que “...el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.”
San Pablo intenta que comprendamos que aunque por culpa de un solo pecado, el que cometió Adán, todos vamos a sufrir una primera muerte cuando finalicen nuestros días en esta vida, esa muerte no es definitiva; es sólo un sueño, que no tiene consecuencias eternas, pues todos seremos resucitados cuando Cristo regrese en gloria para trasladar a sus santos al cielo (1ª Tesalonicenses 4:13-18).
Por otro lado, Él nos hace ver que el don de la misericordia y gracia de Dios hacia los hombres es mucho más abundante que su justicia y juicio que vino sobre la humanidad a causa del pecado de Adán. A pesar de que los seres humanos cometemos muchos pecados en nuestra corta vida, si nos arrepentimos y convertimos, Él perdona todos nuestros pecados, por medio de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Por tanto, nuestra salvación está asegurada porque Cristo venció a la muerte con su muerte y resurrección (Hebreos 2:14). Nuestra parte consiste sólo en creer que eso es verdad, reconocer nuestra condición de pecador, y arrepentirnos, y al aceptar a Jesús como Salvador y Redentor, obtenemos, en ese mismo instante la justificación y reconciliación ante Dios, resultando asegurada nuestra salvación, y la vida eterna mediante la resurrección cuando Él venga (1ª Corintios 15).
Así mostró Dios su infinita misericordia hacia la humanidad caída: el Cordero inmolado (Salmo 85:10, Apocalipsis 5:1-14) y destinado desde antes de la fundación del mundo (1ª Pedro 1:20), toma nuestro lugar y entrega su vida para recibir la muerte segunda que a todos nos corresponde por [nuestras transgresiones (Rom. 6:23; Efesios 2:1)], y al resucitar libera a la humanidad de esa muerte (1ª Corintios 15:54-57).
En este momento, quizá sea necesario aclarar que Cristo no sufrió la primera muerte sino la segunda, puesto que Jesús no heredó el pecado de Adán, debido a que su Padre es Dios mismo (Mateo 1:20; Lucas 1:35). Era esencial, pues, que el Salvador del mundo, no estuviera afectado del pecado original para que su sacrificio fuera válido. Y como tampoco cometió ningún pecado en su vida personal, Él fue idóneo para ofrecerse como rescate por todos los pecados que nos condenaban a la muerte eterna, y que fueron cargados sobre Él (Mateo 20:28; Marcos 10:45, 1ª Timoteo 2:6; Romanos 8:3; 2ª Corintios 5:21).
Veamos a continuación como los siguientes versículos bíblicos continúan incidiendo en que la culpa de Adán se imputa a todos sus descendientes, a causa de lo cual, es decir por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres:
Romanos 5: 18, 19: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.”
Del mismo modo que participamos de la transgresión de uno, Adán, es decir, de su culpa, que no hemos cometido personalmente y se nos atribuye, cuando creemos y aceptamos a Jesús, también se nos imputa la justicia que no es nuestra, sino la que Cristo ganó para nosotros en la cruz, siendo obediente a Dios hasta la muerte.
1ª Corintios 15:21-22 (Cf. Romanos 5:12,17-19): “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.”
Por eso, la Biblia desmitifica el sentido de la primera muerte equiparándola o identificándola con el sueño. Un muerto es como alguien que duerme. Así lo calificó Jesús en Juan 11:11-13 “..Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy a despertarle.... (13) pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro;..”. Igualmente el apóstol Pablo, en 1ª Corintios 15:51 se refiere a que no todos estarán muertos cuando regrese Jesús en gloria, diciendo “....No todos dormiremos...”.
La primera muerte, pues, no afecta a nuestro destino eterno, y la segunda muerte no afecta a los que reconocen que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida y la resurrección, y aceptan su sacrificio expiatorio, su muerte, en lugar de las suyas. Por tanto, ya no debemos temer tampoco a la segunda muerte, pues Jesús obtuvo su victoria sobre la misma, mediante su vida de perfecta obediencia al Padre, y su muerte vicaria y resurrección. Nuestra salvación está en manos de Dios (Apocalipsis 7:10), nuestra parte es sólo confiar por fe en Él y en Cristo, no dudando de su poder y amor para con nosotros. Veamos los siguientes versos del libro de Hebreos para respaldar lo que afirmamos:
Hebreos 2:14, 15: “14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.”
Aunque la vida del hombre es corta, efímera y precaria, creemos que Dios da, a lo largo de la vida de todo ser humano, suficientes oportunidades para que se arrepienta de sus malas acciones y trate de obrar rectamente. De ahí lo importante que los años que dura su vida se utilicen de una manera correcta, haciendo el bien, no despilfarrando el tiempo, ni realizando excesivo trabajo que le impida de ocuparse de las cosas espirituales. Sólo en esta vida decidimos nuestro destino eterno (Hebreos 9:27). No hay más oportunidades de arrepentirse después de muerto. La creencia de que las almas, que en esta vida no se han purificado suficientemente, van al purgatorio, y cuando Dios lo considere conveniente, al cielo, no es bíblica.
Hebreos 9:26-28: “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.”
Hemos, pues, comprobado que la primera muerte, es fundamentalmente consecuencia del pecado de Adán, puesto que si Adán no hubiera pecado tampoco habría habido muerte. Por tanto, nadie puede escapar a ella, excepto los dos casos singulares, relatados en la Biblia, de Enoc y Elías, que fueron traspuestos al cielo sin haber gustado la muerte primera (Hebreos 11:5; 2ª Reyes 2:11). Entonces, ¿Tanto el inicuo como el creyente que ha sido justificado y salvo en Cristo Jesús pasan igualmente por la primera muerte? Así es, excepto los que vivan en el momento de la segunda venida de Cristo. Sin embargo, hay una diferencia esencial, los malvados serán resucitados para condenación (Juan 5:28, 29), y los creyentes justos para vida eterna, y “la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos,” (Apocalipsis 2:11; véase también: 20:6; 20:14; 21:8).
Juan 5:28,29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.
Puesto que todos participamos de la primera muerte, fácilmente podemos concluir que el sacrificio de Jesús en la cruz nos libra de la segunda muerte, la pena o paga que nos correspondería a causa de todas las transgresiones que realizamos a lo largo de nuestra vida. Por tanto, sólo los que acepten a Cristo como Salvador personal, en sustitución de sus pecados, serán librados de la segunda muerte, que es la erradicación definitiva del universo de todo vestigio de mal.
A continuación tratamos de dar un breve resumen de lo que es la muerte segunda según se deduce de las Sagradas Escrituras:
Los seres humanos somos posibles candidatos a dos muertes distintas. De la primera muerte nadie se salva, excepto los creyentes que vivan en el momento de la Parusía de nuestro Señor Jesús. Por tanto, todos la experimentaremos tarde o temprano, pero que no es definitiva sino transitoria; y corresponde a la penalización por el pecado de Adán, del que no somos culpables directa y personalmente; no obstante, se nos imputa; y de una segunda muerte, destinada sólo para los injustos y malvados, eterna en sus consecuencias, que es la paga de todos nuestros pecados personales no arrepentidos y por tanto no expiados por la sangre de Cristo.
Apocalipsis 21:8, hace una buena descripción de los candidatos a la muerte segunda, pero sin duda la lista puede ser ampliada hasta la saciedad (ver, por ejemplo: Romanos 1:26-32; Gálatas 5:9-21; 1ª Timoteo 1:9-10).
Apocalipsis 21:8: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
Sin embargo, quizá muchos todavía se hagan algunas preguntas, como ¿en qué consiste la segunda muerte? ¿Sobrevive a la segunda muerte, algo espiritual del ser humano que tenga vida consciente, para ser atormentado por la eternidad? ¿Cuándo Dios ejecuta a los malvados aplicándoles la segunda muerte? Seguidamente intentaremos responderlas.
La segunda parte de Apocalipsis 2:11 nos dice que “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”. Apocalipsis 20:14 y 21:8 definen o identifican la muerte segunda como “el lago de fuego”. Los textos que se encuentran en 21:8 y 20:10, amplían este concepto a “lago de fuego y azufre”. A continuación transcribiremos los textos de Apocalipsis que hemos encontrado y que se refieren a la segunda muerte, la cual está directamente relacionada con el lago de fuego, y los comentaremos, de acuerdo al entendimiento que Dios nos ha dado de los mismos.
Antes hemos vistos que los que vencen no sufrirán la segunda muerte (Ap. 2:11). ¿Quiénes son los que vencen a la muerte y al pecado (1ª Corintios 15:55, 56)? La Santa Biblia responde que éstos son los que han obtenido “la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1ª Corintios 15:57). Es decir, la totalidad de redimidos de todas las épocas, que han reconocido sus pecados, se han arrepentido de los mismos y se han acogido a la gracia de Dios para ser transformados a su semejanza. El sacrificio vicario de Cristo cubre todos los pecados de todos los que los reconocen, los confiesan y se arrepienten.
El lenguaje simbólico del libro de Apocalipsis equipara la segunda muerte con el lago de fuego y azufre. ¿Qué quiere representar realmente este símbolo? ¿Qué hace el fuego sino destruir, deshacer, convertir en cenizas todo lo que quema? Pues igualmente, la segunda muerte es el aniquilamiento o destrucción total de todo tipo de vida con eternas consecuencias, ya que no hay lugar para más resurrecciones.
En Apocalipsis 21:8, se describe una buena lista de los destinatarios de la muerte segunda; la cual anteriormente se había anunciado de forma general, extendiéndose a todo “el que no se halló inscrito en el libro de la vida [sería] lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). En los siguientes textos, se citan de forma específica, algunos importantes “personajes” simbólicos que han participado con gran responsabilidad en el mal y en el engaño de las naciones. No entraremos a descifrar quiénes son “la bestia y el falso profeta”, pues no son objeto de este estudio, sino que simplemente nos limitaremos a destacar que el destino que corrieron los citados “entes”, es también el lago de fuego y azufre; como hemos visto antes, esto es la muerte segunda, según definición de la misma Biblia, lo que simboliza o equivale a destrucción eterna.
Apocalipsis 20: 14,15: “14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Apocalipsis 19:20: “20 Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.”
El lago de fuego es, pues, el símbolo de destrucción eterna, que es lo que representa la segunda muerte. Nada sobrevive en la segunda muerte, ni cuerpo, ni alma, ni espíritu. Significa que todos los malvados, que no están inscritos en el libro de la vida, incluidos, la bestia, el falso profeta, el diablo y sus ángeles dejarán de existir para siempre.
¿Cuándo Dios ejecuta a los malvados aplicándoles la segunda muerte?
Parece obvio que previamente deben ser resucitados todos los malvados. Pues la condición indispensable para morir por segunda vez es haber estado muerto y haber vuelto a vivir por medio de la resurrección para juicio o condenación de la que habló Jesús en Juan 5:29. ¿Cuándo sucede esto? La resurrección de los creyentes, es decir, los santos en Cristo, el NT no deja lugar a dudas que se produce cuando Él venga en gloria en su segunda venida, al fin del mundo (Véase Lucas 20:35,36; Juan 6:39-40,44; 11:24; 1ª Corintios 15:51-56; 1ª Tesalonicenses 4:13-18).
Sin embargo, la cuestión estriba en saber con certeza si la resurrección de los malvados se produce al mismo tiempo que la de los salvos, o por el contrario existe un intervalo de tiempo entre ambas. El texto de Apocalipsis 20:6, es el único en todo el NT, que menciona una primera resurrección, que tiene la particularidad que todo aquel que participa en la misma, será feliz y santo porque “…la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que reinarán con él [Cristo] mil años”. No obstante, está claro que esta resurrección no puede ser otra que la de los justos, porque es la única que los que la reciben quedan inmunes de la segunda muerte, o sea, que nunca podrán ser afectados por ella; y como demuestran los textos bíblicos citados es llevada a efecto por Cristo en su segunda venida.
La regla elemental de interpretación nos indica que cuando un texto aislado es oscuro, para entenderlo adecuadamente hay que relacionarlo con el resto de textos que se refieran al mismo tema. Pues si el Espíritu Santo inspiró a todos los autores no puede haber contradicción en ellos, sino que el problema está en nosotros que, ante la complejidad simbólica del Apocalipsis, no somos capaces de darle el verdadero sentido y encaje dentro de la Revelación divina. El periodo de mil años sólo aparece en el capitulo veinte del libro de Apocalipsis. Dado que este periodo de tiempo se cita dentro de contextos, tanto el cercano de este mismo capítulo como el de todo el libro, plagados de imágenes, visiones y diversos símbolos, parece lógico no tomar este número como literal, sino como con un significado simbólico de plenitud, como veremos más adelante.
Los siguientes textos, más bien dan la idea de que ambas resurrecciones se producen simultáneas y en el momento de la segunda venida de nuestro Señor en gloria (Juan 5:29; Hechos 24:15). Ambos grupos reciben su recompensa, uno, el de los justos, es resucitado y trasladado al cielo con Cristo (1ª Tesa. 4:13-18; 1 Cor. 15:51-57), y el otro, por el contrario, se le aplica la pena de eterna perdición. (2ª Tesa. 1:7-10), lo que es igual a la segunda muerte.
Hechos 24:15: “Teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.
2ª Tesalonicenses 1:7-10: “y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10 cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).”
En ese momento de su Parusía se aplica la retribución “a los que no conocieron a Dios”. No parece lógico pensar que se les aplique la pena de eterna perdición y que luego se les vuelva a resucitar para que vivan mil años más, para comprobar si con más oportunidades son capaces de obedecer a Dios voluntariamente. Dios lo sabe todo desde el principio. Él no necesita esperar mil años para saber como responderán los que prefirieron ignorar a Dios en su “vida inicial o primera”. Además entonces la salvación no sería por fe sino por obras, pues todos habrían visto a Dios y su juicio, y estarían mediatizados por estos eventos. Su futura adhesión a Dios podría fácilmente ser coaccionada por la previa manifestación de Dios.
3. ¿Quiénes son los sacerdotes y reyes que reinarán con Cristo?
Antes de responder la pregunta que encabeza este apartado, quizá sería conveniente aclarar qué es el reino de Dios, de los cielos, o de Cristo. En mi opinión, en todos los casos, la Palabra de Dios se está refiriendo al mismo reino.
Cuando Jesús reveló a sus discípulos la conocida oración del Padrenuestro, les enseñó a pedir “venga tu reino” (Mateo 6:10pp). “Preguntado [Jesús] por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, 21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. 22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. 23 Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. 24 Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.” (Lucas 17:20-24). El reino, pues, aparte de ser un evento futuro también es algo que puede establecerse en el corazón del ser humano. Es, pues, también un reino espiritual, que debe regir para todos los creyentes, los cuales ruegan al Padre que habite y reine en ellos por medio de su Espíritu Santo.
De estas palabras del propio Jesús podemos aprender varias cosas, como, por ejemplo, que su venida se producirá sin previo aviso y no pasará desapercibida para nadie, porque será “como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro” (17:24). Sin embargo, no pretendemos comentar estas características apocalípticas del reino, sino que ahora nos interesan los dos aspectos aparentemente contradictorios que desvela Jesús. El primero, que el reino de Dios es algo que está en el futuro, y el segundo, que el reino también está entre nosotros. De aquí inferimos que el reino en su forma definitiva, completa, visible y física se establecerá en un futuro después de la Parusía de Jesús en gloria. No obstante, el reino ya está aquí entre nosotros. Como es natural, enseguida debemos preguntarnos: ¿Cómo es este reino que está entre nosotros? ¿Quiénes son sus súbditos? ¿Quién es el rey?
¿Quién es el rey?
Empezaremos por esto último, pues el tipo de rey que tengamos determina como será el reino y también los súbditos. Nuestro rey es Dios y Cristo. Cada uno reina en su debido orden. El reino es de Dios, pero al asumir Cristo hombre, la función de mediador entre Dios y los hombres (1ª Timoteo 2:5), y en su calidad de Redentor de la humanidad, Él es rey con todo merecimiento, pues entregó su vida en rescate de ésta. Por eso Jesús pudo decir: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Y por otra parte, la Palabra también nos dice: “Porque preciso es que el reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.” (1ª Corintios 15:25; Salmo 110:1; véase además Filipenses 2:9-11). Jesucristo ya está reinando sobre todas las gentes y todas las naciones, por eso es nombrado “soberano de los reyes de la tierra” (Apocalipsis 1:5) y “Señor de señores y Rey de reyes” (Apocalipsis 17:14; 19:16; 15:3; Juan 1:49; 12:13,15).
Apocalipsis 17:14: “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.”
Resumiendo, el reino de Jesucristo es eterno, y su señorío no tendrá fin, porque sólo a Él le pertenece reinar en un triple sentido: en primer lugar, porque Él es Dios consustancial al Padre (Hebreos 1:3,8) y creador del universo y de todas las cosas (Colosenses 1:16; Hebreos 1:2), por lo que todas las criaturas son suyas. El término Hijo de Dios, tal como se aplica a Cristo, designa su naturaleza divina. Es un término de naturaleza, y no de función. En segundo lugar, porque es Hijo de Dios hecho hombre, y la cabeza del cuerpo que es la iglesia, o sea, el soberano de todos los redimidos (Colosenses 1:18). Por último y en tercer término, porque después de su resurrección, en su función mediadora entre Dios y los hombres, le fue dada por Dios “Toda potestad […] en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).“Porque preciso es que el reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.” (1ª Corintios 15:25; Fil. 2:9-11). Cuando esto suceda, es decir, “cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia”, será el fin, y entregará el reino a su Dios y Padre. (1ª Corintios 15:24), porque ya no reinará como Mediador sino como Dios, “para que Dios sea todo en todos (1ª Corintios 15:28).
Efesios 1:17-23: “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, 21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; 22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”
¿Quiénes son sus súbditos?
Puesto que Jesús es el “soberano de los reyes de la tierra” (Apocalipsis 1:5) y “Señor de señores y Rey de reyes”, sus súbditos son, pues, la totalidad de las gentes de todas las naciones. Aquí, no obstante, hay que distinguir dos clases de súbditos: a) Los que le reconocen como Rey, sometiéndose voluntariamente bajo su autoridad, que son todo su pueblo alrededor del mundo, o sea el reino de los cielos en la tierra; y b) El resto, todos los demás que desobedecen voluntariamente sus leyes y le rechazan. Los primeros, es decir, su pueblo, son gobernados con justicia y equidad, reciben su bendición y hasta comparten su reino (Apocalipsis 1:6, 9). El segundo grupo, son súbditos a la fuerza, y por tanto, necesitan ser gobernados con “vara de hierro” (Salmo 2:8,9; Isaías 11:4; Apocalipsis 2:27; 12:5; 19:15).
El reino de los cielos en la tierra está, pues, formado por todos los creyentes que son fieles a Dios y a su palabra. Esto mismo le dijo Dios a Moisés: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxodo 19:6). También el apóstol Pedro incide en este aspecto: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1ª Pedro 2:9-10).
Por tanto, inferimos que todos los cristianos que vencen son real sacerdocio y se sientan con Cristo en su trono, compartiendo su reino (Efesios 2:6). Naturalmente, puesto que han vencido por medio de Cristo, no sufrirán daño de la segunda muerte. (Apocalipsis 2:11pú; 3:5; 3:21; 21:7).
Apocalipsis 3:21: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Apocalipsis 1:4-7: “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; 5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. 7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. […] 9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.”
No hay que esperar al fin del mundo, desde el momento en que creímos sinceramente y ejercimos nuestra fe con coherencia en todos nuestros actos, Cristo ya “nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. (Apocalipsis 5:10).
Apocalipsis 5:9-10: “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.
Cristo ya ha vencido el mal, el pecado y la segunda muerte, y Él nos da gratuitamente esa victoria por medio de la fe: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª Corintios 15:57). Él ha vencido por nosotros (Apocalipsis 5:5; 6:2; 17:14; 12:11).
Apocalipsis 12:11: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.”
1ª Juan 5:4-5: Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
1ª Corintios 15:57: Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
“…Y el que quiera tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apocalipsis 22:17pú)
Todos nosotros, los gentiles, antes de recibir y aceptar el llamado de Dios, “En aquel tiempo [estábamos] sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” (Efesios 2:12). “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó*, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7).
*En mi opinión, Efesios 2:6 no está hablando de la resurrección del fin del mundo, pues el tiempo verbal es pasado, y no se refiere a una resurrección de la carne de una persona físicamente muerta, sino que evidentemente el contexto nos indica que “estábamos muertos en pecados”, y Él nos da vida, perdonándonos y regenerándonos, es, por tanto, una resurrección espiritual, que nos convierte en nuevas criaturas en Cristo. (Ver Colosenses 3:1-4; 2 Corintios 5:17). Esto es lo que significa hacernos “sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6), es decir, “ser trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13), o sea, entrar en el reino de Cristo y convertirse en su súbdito. Esto es un hecho que se produce en todo cristiano coherente con sus creencias, con independencia, que en el futuro, seamos trasladados físicamente al reino de su gloria. El reino ya es una realidad puesto que hemos sido redimidos por la sangre del Cordero inmolado por nuestros pecados, por tanto ya reinamos con Cristo como reyes y sacerdotes. (Apocalipsis 1:6,9,; Colosenses 1:13,14).
Colosenses 1:12-14: “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
La condición de los seres humanos no regenerados es que “estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3).
Sin embargo, ahora [Dios] “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:13,14). El reino de las tinieblas, el del diablo, ya no tiene poder sobre nosotros porque hemos sido trasladados al reino de su amado Hijo, al aceptar el sacrifico de Jesús por nuestros pecados.
¿Cómo es este reino que está entre nosotros?
Desde luego, no se trata del Reino de gloria que se establecerá cuando Cristo, en su segunda venida, nos traslade al Paraíso de Dios (1 Tesalonicenses 4:13-18). Es pues un reino espiritual que rige para todos los fieles creyentes en Cristo. Todos los cristianos podemos participar en ese reino celestial, cuando nos dejamos gobernar voluntariamente por la Palabra de Dios y el Espíritu de Cristo.
Sobre este reino espiritual Cristo predicó durante su ministerio profusamente, y exponiendo múltiples parábolas que se encuentran en el Evangelio. Citaremos algunas a continuación:
Mateo 4:17: Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Mateo 4:23: Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Mateo 5:10: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Mateo 7: 21: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Mateo 11: 12: Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
La parábola de la cizaña
Mateo 13: 24-30: Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Explicación de la parábola de la cizaña por el mismo Jesús.
Mateo 13:36-43: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. 41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
Nos hemos limitado a esta breve selección de citas que Jesús hace sobre el Reino pero en los evangelios existen muchas más que recomendamos leer para adquirir idea global sobre el reino, pues cada una de las muchas parábolas que relató Cristo ofrece una visión parcial y singular del Reino. Por ejemplo véanse las siguientes parábolas: “la semilla de mostaza" (Mt. 13:31,32), “de la levadura” (Mt. 13:33), “El tesoro escondido” (Mt. 13:44), “La perla de gran precio” (Mt. 13:45,46), “La red” (Mt. 13:47-50). Etc.
Una buena definición es la que da el apóstol Pablo en los siguientes textos:
Romanos 14:17: Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
1 Corintios 4:20: Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.
1 Corintios 6:9-11: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
4. Los “mil años” de los que reinaron con Cristo de Apocalipsis 20:6.
Primero de todo, debemos recordar que la regla más elemental de interpretación, nos dice que no podemos extraer una doctrina de un texto aislado si antes no es confirmado por otros muchos textos a lo largo de la Biblia entera. Los pasajes de Apocalipsis 20:1-9, sólo pueden ser interpretados a la luz del resto de las Sagradas Escrituras, porque por sí mismos son oscuros. Nadie puede negar que el libro Apocalipsis o Revelación de Jesucristo está plagado de símbolos. Por tanto, debemos tener cuidado, no tomar el símbolo por la realidad. En nuestra opinión, “mil” es un número que la Santa Biblia emplea en varias ocasiones para indicar la idea de totalidad. Ver por ejemplo: Éxodo 20:6; Deuteronomio 7:9; 1ª Crónicas 16:15; Salmos 50:10; 84:10; 90:4; 105:8; Ec. 6:6; Is. 60:22; 2ª Pedro 3:8). Todos estos textos no tienen relación alguna con el periodo de los “mil años”, que sólo aparece en el libro de Apocalipsis; y todas sus seis referencias se concentran en el capítulo 20 y versículos del 2 al 7 del último libro de la Biblia. A continuación, presentamos estos textos clave (20:1-10) en dos versiones de la Biblia, para ver si obtenemos más luz:
Versión Biblia de Jerusalén, 1998
Apocalipsis 20:1-10: Luego vi a un ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del abismo, y una gran cadena. 2 Dominó al Dragón, la serpiente antigua -que es el diablo y Satanás- y lo encadenó por mil años1; 3 y lo arrojó al abismo, lo encerró y puso encima los sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo. 4 Luego vi unos tronos, y se sentaron2 en ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, y a todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano; revivieron y reinaron con Cristo mil años3. 5 Los demás muertos no revivieron hasta que se acabaron los mil años. Es la primera resurrección. 6 Dichoso y santo el que participa en la primera resurrección; la segunda muerte4 no tiene poder sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años5. 7 Cuando se terminen los mil años, será Satanás soltado de su prisión 8 y saldrá a seducir a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog*, y a reunirlos para la guerra, numerosos como la arena del mar. 9 subieron por toda la anchura de la tierra y cercaron el campamento de los santos y de la ciudad amada*. Pero bajó fuego del cielo y los devoró. 10 Y el diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Versión Biblia Reina-Valera, 1960
Apocalipsis 20:1-10: Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3 y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. 4 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. 5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. 7 Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. 9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. 10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Vamos pues a tratar de averiguar los posibles significados de las seis veces en que aparecen los mil años en Revelación 20:2-7. La visión de Juan empieza con Satanás siendo atado por mil años (20:2); durante ese tiempo, no puede engañar a las naciones. ¿Qué se supone que hacen las naciones sin que el diablo las pueda engañar? ¿Se convierten todos a Cristo o por el contrario siguen su tendencia natural a rebelarse contra Dios y su Palabra? ¿Cuándo empiezan esos mil años? ¿Inmediatamente, después de la muerte de Cristo, el día de Pentecostés, o quizá cuando el emperador Constantino, en el 313 acabó con las terribles persecuciones a los cristianos? ¿Cuándo cayó el imperio Romano hacia el año 476? Aunque eso fue una gran liberación para el pueblo cristiano, sabemos que esa aparente “bonanza” y paz duró poco, porque se estableció una auténtica dictadura por parte de los gobernantes y de los dirigentes eclesiásticos hacia todo aquel que disentía de las doctrinas oficiales. Lo que se acentuó en el periodo de la Inquisición, donde multitud de verdaderos cristianos sufrieron tormento y la muerte por no abjurar de sus convicciones. Por lo que creemos que el diablo, nunca ha dejado de engañar a las naciones, sino que ha ido cambiando el procedimiento de destrucción. Cuando vio que la sangre de los mártires era semilla para nuevos cristianos, entonces se alió con ellos para corromper a la Iglesia desde dentro. Ahora bien, si que es posible que Dios haya restringido de algún modo su tremenda actividad de los primeros, digamos 280 años de la era cristiana, pues, a partir de entonces el engaño no viene de fuera, o sea del diablo, sino de la misma Iglesia cristiana. Ahí están las grandes matanzas de la Inquisición, de unos que se llaman cristianos contra otros que también lo eran. De los muchos casos que existen sólo citaremos uno, como ejemplo, por la gran magnitud de muertos: la tremenda masacre de los hugonotes en Francia.
Al final de esos mil años, el diablo “debe ser desatado por un poco de tiempo” (20:3), se supone que para probar a las naciones si son capaces de permanecer fieles a Dios cuando son tentadas por el diablo. Lo cual ya está demostrado hasta la saciedad, que aunque no existiera el diablo, las personas no regeneradas siempre irán en contra de Dios, de su Palabra y de todo verdadero cristiano.
Mientras en la Tierra los ciudadanos de las naciones gozan de cierta paz debido, al parecer, a la ausencia de Satanás, aparece una escena de juicio; ¿dónde se sitúa este juicio?:
Apocalipsis 20:4: “Luego vi unos tronos, y se sentaron en ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, y a todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano; revivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Versión Biblia de Jerusalén, 1998).
Apocalipsis 20:4: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Versión Biblia Reina-Valera-RV, 1960).
En ese lugar, el apóstol Juan ve tronos y alguien que se sienta en ellos; ¿Quiénes son ellos? “Los que recibieron la facultad de juzgar” (Reina-Valera, 1960); pero ¿quiénes son éstos? no lo sabemos. Pero, Juan dice que vio “…también las almas de los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, y a todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano; revivieron y reinaron con Cristo mil años.”(Versión Biblia de Jerusalén- BJ, 1998).
Ahora, debemos preguntarnos, en primer lugar, si ese “revivir” (BJ) o “vivir” (RV) se refiere a la primera resurrección. Porque de ser así, esta primera resurrección es solamente para los grupos citados. Entonces, ¿en qué resurrección son resucitados todos los demás salvos que no están incluidos en ninguno de estos grupos? No puede ser en una segunda resurrección porque esa indefectiblemente lleva a la segunda muerte. No obstante, la Biblia solo habla de una resurrección general en la que resucitan justos e injustos (ver Daniel 12:2; Juan 5:29; Hechos 24:15). Por otro parte, todos los textos de la Biblia siempre sitúan la resurrección al final del mundo, en el día postrero (1ª Tesa. 4:13-18; 2ª Tesa. 1:6-10; 1ª Corintios 15:51-56; Ap. 1:7). Además en ningún lugar de la Biblia dice que el tiempo que transcurre entre una supuesta “primera resurrección” y una segunda no nombrada específicamente, sean mil años. Más aún, si “…los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (20:5), y los santos están reinando con Cristo, ¿Quiénes quedan en la Tierra? La Tierra estaría vacía durante esos mil años ¿No es así?
Las incongruencias e incoherencias son tales que desistimos de seguir tratando de entender literalmente el periodo de “mil años”, que por los argumentos aportados necesariamente tiene que ser simbólico. Creemos que esos mil años representan la totalidad del tiempo, a contar desde la muerte de Cristo hasta el fin del mundo en su segunda venida. Puesto que Cristo venció al diablo con su muerte y resurrección el ya no podía seguir engañando a las naciones de una forma abierta, entre otras cosas porque Dios restringió su libertad de acción por la gracia de su Hijo. De ahí en adelante, nadie podría alegar estar sometido al diablo sino que de su propia voluntad dependía su elección de a quien serviría, si a Dios para salvación, o Satanás para perdición.
Al interpretarlo de esta manera todo encaja de nuevo. El Reino de los santos que reinan con Cristo en su fase terrenal son todos los salvos de la era cristiana hasta el fin del mundo. Ya hemos explicado que todos los creyentes fieles son trasladados del reino de las tinieblas al de su amado Hijo (Col. 1:13). A estos salvos, lógicamente habrá que añadir todos los que se convirtieron antes de Cristo, pero que no pudieron reinar con Él porque no le conocían. Que no reinen con Cristo no es óbice para que en el paraíso sean súbditos amados de Dios y de Cristo en el reino glorioso.
Filipenses 3:20: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
5. Los 144.000 sellados y la gran muchedumbre
Estimados amigos, Armando y Manuel, puesto que de pasada me planteáis a quiénes se refiere el texto de Apocalipsis 7:17, no tengo más remedio que abordar también aunque sea breve y someramente los temas de los 144.000 sellados y de la “gran multitud vestida de ropas blancas que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero.
Apocalipsis 7:1-8: Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. 2 Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, 3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. 4 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. 5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados. 6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados. 7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados. 8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
Apocalipsis 7:9-12: Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; 10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. 11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Apocalipsis 7:17 “porque el Cordero, que está en medio del trono (luego ya gobernando junto a sus asociados), los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Rev. 7:17).
Empezando por el principio del capitulo siete: “Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel” (Apocalipsis 7:4). Si hay un número que no ofrezca dudas en cuanto a si será simbólico o literal, es 144.000. Indudablemente se trata de un simbolismo evidente. Notemos que cita a doce tribus de Israel, y también hubo doce apóstoles. El Israel espiritual en el Nuevo Testamento es la Iglesia (Santiago 1:1; Romanos 2:28,29, 9:6-9; Gálatas 6:15,16). El número 144.000 es claramente el producto de tres términos 12 x 12 x 1.000 = 144.000. El número doce simboliza “perfección o plenitud” y el mil como dijimos anteriormente “totalidad”. No parece lógico pensar que estos 144.000 sellados tengan que ser necesaria y únicamente judíos de sangre. Posiblemente este grupo se refiera a todos los fieles de la era cristiana, o sea el pueblo de Dios, el nuevo Israel. Sin embargo, también podría referirse a todos los santos que permanecen vivos en la parusía. Reconozco que no puedo llegar más allá.
Respecto a la gran multitud incontable que estaba delante del trono y en la presencia del Cordero vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos, me limito a dejar que sea la propia Escritura la que los identifique: “…Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Apocalipsis 7:14-17).
Ahora, preguntémonos ¿Quiénes son los que han podido ser salvos sin haber lavado sus ropas y haberlas emblanquecido con la sangre del Cordero? Creo que nadie puede ser salvo sino es por la sangre de Cristo. Ahora bien, en el verso 14 habla también de otra característica de esta muchedumbre, “han salido de la gran tribulación”. ¿Quiénes son los que han salido de la gran tribulación? Muchísimos. ¿Se refiere quizá a la tribulación de la época de la Parusía o sólo a la de los mártires, o a todos los que alguna vez hemos tenido algún tipo de tribulación? Sinceramente, debo admitir que en mi actual entendimiento no puedo alcanzar más luz. No obstante, estoy seguro que toda esta gran multitud incontable son salvos, y la muerte segunda nunca tendrá poder sobre ellos, porque han vencido por medio de la sangre del Cordero. En cualquier caso Dios promete a todos ellos la salvación y también a nosotros los que no hemos pasado todavía por esa prueba de fuego. Pues todos hemos sido atribulados de alguna manera en este mundo y hemos pasado por el valle de lágrimas y por eso Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos y también de nosotros:
Apocalipsis 21:1-8: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. 6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. 8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
6. Conclusión
Con respecto a la Muerte segunda
Apocalipsis 20:9,10: “9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. “10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”
De todos estos textos podemos deducir y por tanto, afirmar, lo siguiente:
- La muerte segunda se relaciona directamente con el lago de fuego y azufre. La cual, sabemos por la Biblia, es el destino todos los malvados descritos resumidamente en Apocalipsis 21:8.
- La muerte (tanto la primera como la segunda) y el Hades fueron lanzados al lago de fuego (Apocalipsis 20:14). ¿Qué puede significar esto? ¿puede ser la muerte quemada? Creemos que una interpretación literal no tendría sentido. Por tanto, sólo cabe entenderlo simbólicamente: la muerte y el Hades (el lugar donde habitan los muertos) son destruidos o eliminados para siempre, en el sentido de que ya no existirán nunca más, como corrobora Apocalipsis 21:4: “...Y ya no habrá muerte....”.
- “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 21:15). Esta es una manera más general de referirse a todos los que se han perdido en toda la historia del mundo, o sea, los mismos que describe Apocalipsis 21:8. Todos tienen el mismo destino: la muerte segunda o sea perecer en el lago de fuego, que simboliza destrucción total.
- En Apocalipsis 19:20, se incluyen en el lago de fuego, ¿cómo no?, la bestia y el falso profeta, como los principales responsables de haber extraviado con sus doctrinas a las naciones. Se debe destacar que no tienen un destino diferente a los malvados, sino que su fin es el mismo, es decir, la segunda muerte, la destrucción en ese lago de fuego.
- “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 20:10). Naturalmente, Satanás, el principal responsable, e instigador de la rebelión y del mal, no podía ser lanzado a mejor sitio que el de todos sus seguidores.
No obstante, reconocemos que la segunda parte de este pasaje contiene una dificultad si se interpreta literalmente, pues, aparentemente, introduce un concepto de eternidad de los tormentos que sufrirán los malvados, lo cual no es posible sin algún tipo de vida consciente, que deberá ser, también, eterna. Y sabemos que solo Dios es inmortal (1 Tim. 1:17; 6:16). Las criaturas obtenemos la vida eterna por la fe en el Evangelio (2ª Timoteo 1:10) y sólo cuando seamos revestidos de inmortalidad en la Parusía de nuestro Señor (1ª Corintios 15:53,54).
No obstante, alguien puede objetar que para Dios no hay nada imposible, que Él puede hacer que también los malvados vivan para siempre para que también sufran en tormentos eternos. Por supuesto. Sin embargo, la cuestión importante es ¿Un Dios de amor puede querer atormentar, mediante un lago de fuego que nunca se apaga, a los malvados eternamente? ¿Interviene Dios para que las criaturas malvadas sobrevivan a la muerte segunda, y les concede una vida eterna con el único objeto de que puedan ser atormentadas día y noche por los siglos y los siglos? ¿Qué razones podría tener Dios para hacer eso, puesto que los condenados ya no tienen posibilidad de arrepentimiento y de perdón? Dios, sin duda, supera nuestra razón, pero de ningún modo es irracional nada de lo que realiza.
Aceptar literalmente la eternidad de los tormentos, es entrar en el despropósito, sinrazón y sin sentido. Además contradice totalmente no sólo unos pocos versículos de la Biblia, sino que todo el espíritu de la Biblia, que describe la misericordia y amor de Dios, se derrumbaría.
Todos estos pasajes de Apocalipsis coinciden en que todos los malvados reciben la segunda muerte al ser lanzados al lago de fuego y azufre.
¿Debemos entender que se trata de un lago de fuego literal o simbólico?
Puesto que el libro de Apocalipsis es un libro con muchos símbolos nos inclinamos a creer que el lago de fuego, es otro más, que simboliza, simplemente, el fuego consumidor que Dios envía sobre los impíos (Apocalipsis 20:9). Es, pues, el medio que Dios usa para la ejecución de los que han rechazado la Verdad y el bien. Es la consumación de su juicio de condenación sobre los inicuos. La destrucción total, el fin de todo tipo de vida, y la erradicación del mal del universo para siempre.
¿Sobrevive a la segunda muerte, algo espiritual del ser humano que tenga vida consciente, para ser atormentado por la eternidad?
La Biblia nos relata en Génesis 19:24 que “Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; 25 y destruyó las ciudades, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra.” (Véase también Lucas 17:29)
Y en el versículo 7 de San Judas: “Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno”.
De aquí aprendemos que Dios puso a estas ciudades como ejemplo de los juicios que más tarde vendrán sobre la tierra. Él hizo llover fuego del cielo para ejecutar su juicio de condenación. San Judas afirma que sufrieron castigo del fuego eterno”. ¿En qué sentido? ¿Están todavía quemándose estas ciudades (2ª Pedro 2:6)? O ¿Será más bien que, puesto que fue todo destruido, el castigo es eterno en sus consecuencias? El fuego que proviene de Dios no necesariamente tiene que ser inextinguible, sino que cuando termina su función de juicio acaba también dicho fuego.
Esta aseveración se confirma en Apocalipsis 20:10, en el que se describe que todos los malvados resucitados que intentan asaltar la ciudad amada y al campamento de los santos, son consumidos por el fuego que Dios envía desde el cielo.
Apocalipsis 20:9: “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego de cielo, y los consumió.”
La función del fuego es quemar todo cuanto sea factible de serlo, y cuando ya no queda nada para ser quemado, o sólo cenizas, se apaga. Esto es lo que significa “y los consumió.”. Los impíos, que son representados por la cizaña en Mateo 13:40, y por la paja en Lucas 3:17, tienen como destinos ser quemados con fuego, sin dejar apenas rastros, como sucede cuando se quema la cizaña o la paja, y que arde fácilmente durante algún tiempo pero termina apagándose cuando se consume. A este respecto, el libro de Malaquías, también reitera la idea de que el fuego de Dios tiene una duración limitada en el tiempo: abrasará a los malvados no dejándoles ni raíz ni rama (Malaquías 4:1). Lógicamente, cuando ya no queda nada de vida inicua ¿Qué sentido tiene el fuego si ya ha cumplido su cometido de aniquilación o extirpación del mal del planeta tierra?
Igualmente entendemos que cuando Cristo efectúa el juicio de las naciones y dice, “a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.” (Mateo 25:41), el fuego es eterno en el sentido de que tiene consecuencias eternas: los malvados, los ángeles rebeldes y el diablo, serán consumidos por el fuego de Dios hasta que se produzca la segunda muerte, en el caso de los humanos, y la primera para los seres espirituales rebeldes. De la misma manera interpretamos otros pasajes difíciles de la Sagradas Escrituras que también hablan del “fuego que nunca se apagará”, como pueden ser Marcos 9:44, Lucas 3:17, etc.
Otra cosa muy distinta es cómo pueden ser quemadas las criaturas espirituales como el diablo y sus demonios. Pero esto no nos concierne, pues Dios que las ha creado, también las puede destruir o sabe la forma de quitarles la existencia para siempre.
Lo que estos versos respecto al fuego, ya sea el llovido del cielo o el del lago de fuego, están simbolizando es que Dios ejecuta su juicio sobre el mal haciéndolo desaparecer del universo, de una vez para siempre, y sin dejar más rastro que las señales o marcas de la cruz que Cristo sufrió en su cuerpo, que nos servirán de recordatorio por toda la eternidad. ¿Podríamos ser felices en el cielo, si supiéramos que, en algún lugar del universo, están siendo atormentados nuestros amigos o familiares queridos que no se hayan salvado?
¿Cómo, entonces, podemos entender, la última parte de Apocalipsis 20:10: “…y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”?
Sólo como una figura literaria, algo simbólico, al igual, que el fuego eterno, el fuego que nunca se apagará. Del mismo modo como podemos entender Apocalipsis 14:10,11 “…y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; (11) Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.”
Es una forma de hacer énfasis en la gravedad de las consecuencias eternas que produce la maldad. En la expresión del verso 11, “Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos.”, que es la misma parte final de Apocalipsis 20:10, se hace evidente que se trata de una figura retórica, pues claramente es un símbolo el humo de los tormentos de los malvados que sube hasta la presencia de Dios por una eternidad (por los siglos de los siglos).
La doctrina de la muerte eterna es misericordiosa y más acorde con el espíritu de las Sagradas Escrituras y con su Dios de amor. Por el contrario la doctrina de que las personas no salvadas permanecerán quemándose por la eternidad en un fuego eterno es cruel, despiadada y absurda. No obstante, si la Santa Biblia lo afirmara así, yo debería ser sumiso y aceptar esa revelación. Pero no es así.
Por lo que deducimos de los textos presentados, no hay dos resurrecciones sino solo una (Juan 5:29; Hechos 24:15; Ap. 1:7; Daniel 12:2).
Daniel 12: 2: Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.
Con respecto al Reino de Dios y sus santos
Cuando Jesús reveló a sus discípulos la conocida oración del Padrenuestro, les enseñó a pedir “venga tu reino” (Mateo 6:10pp). “Preguntado [Jesús] por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, 21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. 22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. 23 Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. 24 Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.” (Lucas 17:20-24). El reino, pues, aparte de ser un evento futuro también es algo que puede establecerse en el corazón del ser humano. Es, pues, también un reino espiritual, que debe regir para todos los creyentes, los cuales ruegan al Padre que habite y reine en ellos por medio de su Espíritu Santo.
El reino de los cielos en la tierra está, pues, formado por todos los creyentes que son fieles a Dios y a su palabra. Esto mismo le dijo Dios a Moisés: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxodo 19:6). También el apóstol Pedro incide en este aspecto: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1ª Pedro 2:9-10).
Por tanto, inferimos que todos los cristianos que vencen son real sacerdocio y se sientan con Cristo en su trono, compartiendo su reino (Efesios 2:6). Naturalmente, puesto que han vencido por medio de Cristo, no sufrirán daño de la segunda muerte. (Apocalipsis 2:11pú; 3:5; 3:21; 21:7).
Apocalipsis 3:21: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
El milenio no es un periodo literal de tiempo sino indefinido.
En nuestra opinión se refiere a toda la era cristiana desde el establecimiento de la iglesia en el día de Pentecostés hasta la Parusía de nuestro Señor en gloria.
Termino con estos textos impactantes:
Mateo 25:31-46: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. […] 46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Si deseas hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:
carlosortsgmail.com
Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com
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*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Comentarios de la Biblia de Jerusalén. 1988
120.2 (b) El castigo se lleva a cabo en dos fases: Satanás es reducido a la impotencia por mil años, durante los que reinan los mártires, ver 12.7-12; luego, vv, 7-10, se rebelará de nuevo antes del aplastamiento definitivo de sus fuerzas armadas.
2 20.4 (a) Este difícil versículo es uno de los que parecen dejar traslucir etapas y retoques en la redacción del libro. ¿Será 20.1-6 un duplicado de 19.11-21? Ver Mt 19.28; 1 Co. 6:2-3.
320.4 (b) Esta “resurrección” de los mártires (ver Is.26.19; Ez.37) es simbólica: es la renovación de la Iglesia después de la persecución romana, renovación que durará lo que el cautiverio del Dragón. Los mártires que esperan bajo el altar, 6.9-11, son ya felices desde ahora con Cristo. Así pues, el “reino de los mil años” es la fase terrestre del Reino de Dios, desde la caída de Roma hasta la venida de Cristo, 20.11ss. -Para San Agustín y muchos otros, los “ mil años” comienzan con la resurrección de Cristo; en ese caso, la “primera resurrección” designaría al bautismo, ver Rom.6.1-11; Jn 5.25-28. –Una corriente de la tradición, ya desde la Iglesia antigua, interpretó este versículo a la letra: después de una resurrección real, la de los mártires, Cristo volvería a la tierra para un reinado feliz de mil años en compañía de sus fieles. Este milenarismo literal nunca ha gozado del favor de la Iglesia.
420.6 (a). La muerte eterna, en contraposición con la muerte corporal.
520.6 (b) Este reino estaba anunciado, 5.9-10. Será también el reino que, bajo el símbolo de la Jerusalén futura, se describirá en 21.9-22.2 y 22.6-15, aunque este pasaje venga después de la evocación del Juicio final, 20.13-15.
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