Preguntas y Respuestas
Las profecías de Daniel
Capítulo I
1. Introducción a las profecías de Daniel
Versión: 11-06- 2021
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
En nuestro siglo XXI –el que ha conseguido los más increíbles avances tecnológicos en todos los campos de la ciencia, entre los que quiero destacar ahora los obtenidos en medicina, cirugía y biología que han alcanzado cotas de progreso nunca vistas–, aún existen personas que acuden a curanderos, diversos tipos de sanadores, a fin de solucionar sus problemas de salud; o bien, consultan –en su deseo de saber su futuro o las cosas que les pueden acontecer, sobre diversos asuntos que les preocupan– a videntes, curanderos, hechiceros, etc.
De esta manera, sorprende la abundancia de gentes de todo tipo y de todos los niveles culturales que reproducen conductas ancestrales, de las que Dios amorosamente advirtió a su pueblo Israel, hace ya más de tres mil años, para evitar que fuese engañado y sufriera las consecuencias de la superchería, la superstición y de la mentira, las cuales pueden ocasionar mucho daño físico, psíquico y espiritual.
Por eso la palabra de Dios nos aconseja: “si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? (20) ¡A la ley y al testimonio!” (Is. 8:19-20).
Levítico 19:31: No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios.
Levítico 20:6-8: Y la persona que atendiere a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra la tal persona, y la cortaré de entre su pueblo. (7) Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. (8) Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico.
Deuteronomio 18:9-14: Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. (10) No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, (11) ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. (12) Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. (13) Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. (14) Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.
También en nuestra época proliferan personas que dicen haber tenido revelaciones de parte de Dios, de la Virgen María, de algún supuesto santo muerto, canonizado por la Iglesia católica, o, incluso, de extraterrestres, como se puede fácilmente comprobar visitando algunas de las muchas webs en Internet que existen al respecto.
La Sagrada Escritura nos previene en contra de hacer caso de los falsos profetas, y por eso nos anuncia reiteradamente que “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mt. 24:11); “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24). “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti. 4:1-2). El apóstol Pedro también nos advierte del peligro de los falsos profetas:
2 Pedro 2:1-22: Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. (2) Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, (3) y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.
Es decir, los cristianos solo debemos consultar la Palabra de Dios, y dejarnos guiar y aconsejar por el testimonio de sus profetas, los que están en la Biblia, los únicos verdaderos. Cualquier cosa que se nos predique nunca deberá contradecir lo que está escrito en la Biblia: ¡A la ley y al testimonio!” (Is. 8:20). Esta es siempre la clave para distinguir entre una doctrina verdadera, que es inspirada por el Espíritu Santo, de otra que no lo es. La “Ley” para los cristianos es toda la Palabra de Dios, y el “Testimonio” es el testimonio de nuestro Señor Jesucristo, Sus apóstoles y profetas.
Por lo tanto, “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. (2) En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; (3) y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Jn. 4:1-3).
Es decir, todo aquel que niega que el “Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14), “no es de Dios”; o lo que es lo mismo, todo espíritu que no confiesa que “grande es el misterio de la piedad –Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria–” (1 Ti. 3:16), aún no ha recibido la luz de la verdad. Es más, todo espíritu que no vive en consonancia con esta fe todavía no es de Cristo: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. (8) Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (9) Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Romanos 14:7-9).
A continuación cito la descripción magistral que hace el apóstol Pablo del carácter de los hombres en los postreros días, que lógicamente afecta o se extiende también a los falsos profetas, aunque ellos se enmascaran o se recubren bajo una “apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Ti. 3:1-5).
2 Timoteo 3:1-5: También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. (2) Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, (3) sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, (4) traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, (5) que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.
No obstante, si después de acudir a la Palabra de Dios, aún no somos capaces de discernir entre la verdad y el error, o bien, entre los verdaderos profetas y los falsos profetas, dejémonos aconsejar por el Señor Jesús que nos dio la siguiente clave esencial: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. (16) Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (17) Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. (18) No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. (19) Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. (20) Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:15-20); porque “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (22) Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? (23) Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:21-23).
¿Por qué son tan importantes las profecías de la Biblia y en especial las profecías de Daniel, que nadie debería desconocer, ni menospreciar?
Existen muchas razones por las que no deberíamos descuidar las profecías de la Biblia; entre las cuales se me ocurren las siguientes:
Primera, porque, “Sin profecía el pueblo se desenfrena; Mas el que guarda la ley es bienaventurado” (Pr. 29:18).
Segunda, porque la profecía es “como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 P. 1:19). Analicemos ahora su contexto:
2 Pedro 1:19-21: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Observemos, en primer lugar, que “Tenemos también la palabra profética más segura” (2 P. 1:19); y esto es indudablemente así porque proviene de Dios. Pero, en segundo lugar, “que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”, o bien, “ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse según el personal parecer de cada cual” (DHHe (D)) (versión Dios habla hoy con Deuterocanónicos). Es decir, no podemos hacer decir a la profecía lo que nos gustaría que dijese, no debemos dejar suelta nuestra imaginación al interpretarla y añadir o quitar nada que desvirtúe el verdadero sentido de la misma; sino que toda profecía debe analizarse teniendo en cuenta su contexto, de forma que su significado o sentido esté en armonía con todos las otras profecías que se registran en todos los demás libros que componen la Biblia, puesto que todos ellos forman una unidad inseparable e indisoluble; en tercer lugar, “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:21). O sea, no se trata de una invención o creación humana –no nos pertenece– sino que proviene de Dios.
Tercera, porque sin la profecía no es posible conocer el Plan de Dios para la humanidad, porque solo Él es el que conoce el futuro:
Isaías 46:9-13: Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, (10) que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; (11) que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré. (12) Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia: (13) Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Y pondré salvación en Sion, y mi gloria en Israel.
También nos dice la Palabra de Dios que “no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Pero sin olvidar que “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29:29). Como ya vimos, para los cristianos, “la ley” es toda la Palabra de Dios, no solo una parte de ella.
Cuarta, porque las profecías registradas en la Santa Biblia, a medida que han ido cumpliéndose a lo largo de la historia, representan hitos para que los creyentes reafirmen o ratifiquen o consoliden su fe, al comprobar por ellos mismos, por la veracidad de la inspiración divina de la Sagrada Escritura, que el autor divino de la misma es Dios, el Espíritu Santo.
Quinta, porque la misma Palabra de Dios nos exhorta a que estimemos y hagamos caso a las profecías: “No menospreciéis las profecías” (1 Ts. 5:20). Puesto que ellas nos advierten de los peligros y acontecimientos futuros, podremos estar mucho mejor preparados para afrontarlos y con ello evitar ser sorprendidos y vencidos por lo inesperado de las situaciones futuras.
A este respecto, viene bien a propósito citar una de las profecías que nuestro Señor Jesús anunció a sus discípulos poco antes de su crucifixión (año 30 d.C.). Éstos, como judíos, sentían una gran admiración y orgullo por su Templo –cuyas obras, de ampliación y restauración promovidas por el rey Herodes el Grande, duraron “cuarenta y seis años” (Jn. 2:20)–, pues se trataba de una hermosa y majestuosa y enorme construcción, compuesta de varios edificios, centro de la religión judía, y de la adoración y culto a Dios; por estas razones, “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del Templo” (Mt. 24:1). Sin embargo, Jesús, sorprendiéndoles, “les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mateo 24:2).
Esta catástrofe que les profetizó el Señor, en ese momento, era, para cualquier judío de su tiempo, algo inconcebible e inimaginable que pudiera ocurrir; pues nada hacía presagiar que pudiera producirse una destrucción de tal magnitud, para que esta inmensa edificación desapareciera tan drástica y dramáticamente, teniendo en cuenta que ello implicaba también la desaparición de la religión judía, tal como se había ido practicando, desde los tiempos de Moisés, mediante la ofrenda diaria a Dios del sacrificio de ciertos animales, como los corderos a fin de cumplir la ley de Moisés, que era, igualmente, de Dios.
Por eso, en la primera ocasión que tuvieron, “estando Él [Jesús] sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mt. 24:3). Sin duda, ellos pensaron que una destrucción del Templo, de tal magnitud, predicha por Jesús, en la “que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”, solo podía suceder al fin del mundo. Es decir, ellos asociaron la destrucción del Templo con la segunda venida de Cristo en gloria y el fin del mundo, y aquella pérdida, como una señal de su inminente advenimiento.
En los versículos siguientes (desde v.4 al v.14), el Señor responde simultáneamente a ambas cuestiones, describiendo las señales que sucederían hasta la destrucción del Templo, siendo muchas de ellas, también comunes a las del fin del mundo, las mismas señales que sucederían a lo largo del tiempo de la dispensación de la Gracia, desde Pentecostés hasta la segunda venida de nuestro Señor Jesús.
Sin embargo, lo que interesaba directamente a los discípulos, y a todos los cristianos que más tarde vivirían en Palestina –la respuesta concreta a lo que los discípulos preguntaron en primer lugar, es decir, cuándo sucedería la destrucción del Templo y qué señales lo anunciarían– se registra en los Evangelios de San Mateo (24:15-31), San Marcos (13:14-19) y San Lucas (21:20-24), siendo este último evangelista el que da la respuesta más asequible para un gentil no familiarizado con la terminología veterotestamentaria y con las profecías de Daniel. Veamos los textos citados en los tres Evangelios:
Mateo 24:15-22: Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), (16) entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. (17) El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; (18) y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. (19) Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! (20) Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo [sábado]; (21) porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. (22) Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
Marcos 13:14-20: Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. (15) El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa; (16) y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. (17) Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! (18) Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno; (19) porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá. (20) Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días.
Lucas 21:20-24: Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. (21) Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. (22) Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. (23) Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. (24) Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
De esta profecía de Jesús sobre la destrucción del Templo de Jerusalén –que se cumplió en el año 70 d.C., con la invasión de Jerusalén por el general romano Tito–, he querido hacer esta preliminar exposición, en primer lugar, porque, como hemos visto está relacionada con alguna de las profecías de Daniel –especialmente la conocida como “las setenta semanas de años–, la cual estudiaremos junto con otras en lo que sigue. En segundo lugar, porque gracias a esta profecía, todos los judíos cristianos, así como gentiles que atendieron y creyeron a Jesús, cuando vieron las tropas de los ejércitos que rodeaban Jerusalén, pudieron huir a tiempo para salvar sus vidas, aprovechando que las tropas romanas se retiraron por un tiempo, aunque finalmente volvieron, y después de un largo sitio a la ciudad santa, la destruyeron, junto con el Templo, cumpliendo con todo detalle la predicción de Jesús: “no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mt. 24:2: Mr. 13; Lc. 21
Por tanto, en el cuerpo del presente estudio bíblico, analizaremos las principales profecías de Daniel, mediante el desglose y desarrollo de los siguientes epígrafes o capítulos:
2. Calendario hebreo en la Biblia para computar los años y los meses
3. Contexto histórico durante el destierro del pueblo de Dios.
4. Una perspectiva del libro de Daniel
5. Un resumen de las principales profecías de Daniel
5.1 La primera profecía de Daniel:
La visión de la gran estatua del sueño del rey Nabucodonosor (Daniel 2:31-45), cuyos dedos de los pies, “en parte de hierro y en parte de barro”, que simbolizan los reinos o naciones actuales que son destruidos por una gran Roca, que representa a Cristo, en su segunda venida.
5.2 La segunda profecía de Daniel:
La visión de las cuatro bestias (Daniel 7:1-10; etc.), que representan los cuatro grandes imperios que se suceden, partiendo del Imperio babilónico en el que históricamente se situaba el profeta: Babilonia, Media-Persia, Grecia y Roma que, a su caída en el año 476 d.C., se divide en unos diez reinos, que actualmente conforman la Unión Europea. En esta profecía también se nos dice: “Estas cuatro bestias son cuatro reyes (o reinos V. 7:23), que se levantarán [sucesivamente] en la Tierra. Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre” (Daniel 7:17-18).
5.3. La tercera profecía de Daniel
La visión del carnero y del macho cabrío (Dn. 8:1-27): en este caso son solo dos bestias –“un carnero con dos cuernos” y un “macho cabrío con un cuerno notable entre sus ojos” (Dn. 8:3,5) que representan, de forma paralela a la profecía anterior, al imperio medo-persa y al imperio griego, y “el cuerno notable” a Alejandro el Magno, respectivamente; es decir, a diferencia de las anteriores profecías, se omiten el imperio primero –el de Babilonia–, porque ya correspondía al pasado en este tiempo de Daniel, y el cuarto imperio –el de Roma–, aunque aún futuro ya se había abordado en la profecía anterior; y ahora se pretende concentrarse en detallar acontecimientos que corresponden al imperio griego. Esta interpretación no es humana sino divina, porque es el mismo ángel Gabriel el que explicó el significado de las dos bestias con sus cuernos.
6. Prólogo de la Profecía de las setenta semanas
7. La Profecía de las setenta semanas
8. Conclusión al libro de las profecías de Daniel
Quedo a disposición del lector para lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
AP = Antiguo Pacto
NP = Nuevo Pacto
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)
pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan "parte primera, central o última del mismo ".
Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:
NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.
BTX: Biblia Textual
DHHe (D): versión Dios habla hoy con Deuterocanónicos
Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman
N-C: Sagrada Biblia- Nacar Colunga-1994
JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001
BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995
LBLA: La Biblia de las Américas
BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo
NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999
LPD: El Libro del Pueblo de Dios, Levoratti y Trusso
SB-MN: . La Santa Biblia-Martín Nieto
SRV2004: Spanish Reina Valera 2004
Bibliografía citada
(1) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 105. Publicaciones Interamericanas, 1984
(2) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 113. Publicaciones Interamericanas, 1984
(3) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 139. Publicaciones Interamericanas, 1984
(4) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 139-140. Publicaciones Interamericanas, 1984
(5) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 140. Publicaciones Interamericanas, 1984
(6) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 140. Publicaciones Interamericanas, 1984
(7) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 141-142. Publicaciones Interamericanas, 1984
(8) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 164-165. Publicaciones Interamericanas, 1984
(9) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 105-106. Publicaciones Interamericanas, 1984
(10) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, Pág. 103-108. Publicaciones Interamericanas, 1984
(11) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, Pág. 88. Publicaciones Interamericanas, 1984
(12) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, Pág. 89. Publicaciones Interamericanas, 1984
(13) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, Pág. 89. Publicaciones Interamericanas, 1984
(14) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, Pág. 86. Publicaciones Interamericanas, 1984
(15) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, Pág. 89-90. Publicaciones Interamericanas, 1984
(16) Cid, Carlos y Riu, Manuel. “Historia de las Religiones”. Pág. 309
(17) Cid, Carlos y Riu, Manuel. “Historia de las Religiones”. Pág. 309
(18) Cid, Carlos y Riu, Manuel. “Historia de las Religiones”. Pág. 311
(19) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, pág. 163-164. Publicaciones Interamericanas, 1984
(20) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, pág. 93. Publicaciones Interamericanas, 1984
(21) Cid, Carlos y Riu, Manuel. “Historia de las Religiones”. Pág. 312
(22) La Biblia Dios Habla Hoy (Notas) (DHHn) al texto del libro de Daniel (1:21)
(23) Imperio Babilónico (2020). Recuperado de Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/imperio-babilonico
(24) Nabonido, el último rey de Babilonia. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/nabonido-ultimo-rey-babilonia_8189
(25) Ibid.
(26) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, pág. 93. Publicaciones Interamericanas, 1984
(27) Cid, Carlos y Riu, Manuel. “Historia de las Religiones”. Pág. 314
(28) Aracil Orts, Carlos. https://amistadencristo.com: ¿Es el Arcángel Miguel el que detiene al Anticristo?, El dragón, la bestia, los reinos mundiales y el Reino de Dios
(29) Imperio Babilónico (2020). Recuperado de Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/imperio-babilonico
(30) Ibid.
(31) Nabonido, el último rey de Babilonia. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/nabonido-ultimo-rey-babilonia_8189
(32) Imperio Babilónico (2020). Recuperado de Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/imperio-babilonico
(33) Nabonido, el último rey de Babilonia. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/nabonido-ultimo-rey-babilonia_8189
(34) Imperio Babilónico (2020). Recuperado de Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/imperio-babilonico
(35) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 4, pág. 842. Publicaciones Interamericanas, 1984
(36) Ibid.
(37) Ibid. Pág. 843
(38) Ibid. Pág. 844
(39) Anderson Steven. Darío el medo: una solución a su identidad | TruthOnlyBible
(40) Alejandro Magno - Wikipedia, la enciclopedia libre
(41) Antíoco IV Epífanes - EcuRed
(42) Ibid.
(43) Biblia de Jerusalén (NBJ, 1998), pág. 609. Editorial Desclée Brouwer, S.A., 1998, Bilbao.
(44) Ibid. pág. 658
(45) Aracil Orts, Carlos. https://amistadencristo.com: La profecía de los 2.300 días-años y el juicio investigador
(46) Imperio Babilónico (2020). Recuperado de Historia Universal. https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/imperio-babilonico
(47) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 4, págs. 878-879. Publicaciones Interamericanas, 1984
(48) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 4, págs. 879. Publicaciones Interamericanas, 1984
(49) Ivorra, Carlos. Profesor de la Universidad de Valencia. https://www.uv.es/ivorra/index.html: El año cero no existe (uv.es)
(50) Ibid.
(51) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 4, págs. 879. Publicaciones Interamericanas, 1984
(52) Felipe del Rey, Pedro de, 2000: Jesús de Nazaret (Un Personaje histórico), pág. 69. Ediciones Garfisus, S.L. Sector Oficios,23; 28760 Tres Cantos (Madrid)
(53) Ivorra, Carlos. Profesor de la Universidad de Valencia.
(54) Ivorra, Carlos, Profesor de la Universidad de Valencia. https://www.uv.es/ivorra/Historia/Imperio_Romano/SigloIg.htm 50 - 70 (uv.es))
(55) Ibid.
© Carlos Aracil Orts. Derechos reservados. No obstante, se concede permiso de reproducir cualquier contenido de este sitio Web, con las siguientes condiciones: (1) Que no sea usado con objetivos comerciales. No se permite la venta de este material. (2) En todo caso, se debe incluir claramente la dirección de este sitio web: www.amistadencristo.com, y el nombre del autor o autores que figuren en cada estudio o artículo publicado en esta web. (3) Se ha de dar reconocimiento también a otros autores y a sus respectivas fuentes originales del material que se haya usado en la composición y redacción del contenido de esta web, manteniendo las referencias textuales con derechos de autor (copyright).
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
<Anterior><Arriba> <Siguiente>