Preguntas y Respuestas
Antropogía bíblica
¿Cuál es la naturaleza del ser humano?
Versión: 10-09- 2019
Capítulo 6
¿Cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu?
Carlos Aracil Orts
6. ¿Cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu?
Creo que, en lo que antecede, se ha podido comprobar que la Biblia diferencia totalmente el “alma” del “espíritu”, porque el primer vocablo –el alma– se refiere al ser humano completo –la persona–. El alma, pues, equivale a la vida física o biológica, y a la vida psíquica: los pensamientos, sentimientos y afectos y voluntad.
Cito abajo una definición sencilla pero elocuente, extraída del libro La muerte, ¿tabú del siglo XXI?
“[…] El alma constituye lo que llamamos un cuerpo vivo o un organismo.” (29)
El segundo término –el “espíritu”– comprende dos aspectos fundamentales que debemos saber distinguir. No obstante, existen muchas otras acepciones de este vocablo, cuya interpretación vendrá dada en función del contexto donde aparece esta palabra. Los dos significados más importantes los cito abajo:
1) El espíritu como “aliento de vida”, fuente o principio de la vida, que ya hemos visto su aplicación anteriormente.
2) El espíritu como la nueva naturaleza que se alcanza en Cristo, el nuevo hombre de la nueva creación; que representa al hombre espiritual del nuevo orden –regenerado por el Espíritu Santo–, el cual se opone al hombre natural, anímico o carnal al que todos pertenecemos por nacimiento físico.
En absoluto, el “espíritu”, en estos dos aspectos, se debe identificar con el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, o el Espíritu Santo, que se refieren a la misma Persona fuente de toda la vida espiritual humana. Porque ello sería caer en el panteísmo, que consiste en creer que los individuos son como una “chispa” del Espíritu.
Por otro lado, también sería un grave error creer que los seres humanos tenemos un espíritu o alma dentro, a la manera de la cultura y filosofía griegas.
A fin de reafirmar y confirmar este segundo y principal concepto de “espíritu”, vuelvo a citar del libro La muerte, ¿tabú del siglo XXI?
“Esta transformación radical, a nivel del ser, auténtico nuevo renacimiento, en el fondo es el paso del orden físico, biológico y psicológico a un orden diferente que llamamos espiritual, divino. Esta nueva realidad del hombre es presentada en forma abundante a lo largo de todos los textos del Nuevo Testamento (Jn 1, 12; 3; 1 Cor 2, 14; 1 Cor 3, 1-3; 1 Cor 13, 9-13; 1 Cor 15, 45- 51; Rom 6, 3-6; Rom 7, 22-23; Rom 8, 5-9, etc). (30)
“El uso de la razón es lo propio, lo característico del hombre “psíquico”. Sin embargo, siendo una excelente herramienta para el éxito en la vida personal, social, etc. por sí sola, de hecho entre las múltiples tareas y desafíos propios del hombre, tiende a la ofuscación del corazón, a la soberbia de la vida, a la competencia mezquina en las relaciones humanas. En cambio, la razón apoyada por el “espíritu”, por la fe, entrega visiones de la vida y del hombre que llevan a la paz, a la alegría, a la fraternidad (Rom 7, 13; Lc 10, 21; 2 Cor 11, 14; Judas Tadeo 1, 19; etc.).” (31)
Se desarrollan, a continuación los dos significados más importantes de la palabra espíritu: primero, el espíritu como “aliento de vida” y segundo, el espíritu como la nueva naturaleza que se alcanza en Cristo, el nuevo hombre de la nueva creación.
Primero. El “espíritu”, como “aliento de vida” o “espíritu de vida” (Gn. 6:17; 7:15; Ap.11:11).
Es el poder creador que solo posee Dios, capaz de generar todo tipo de vida. Por ello, como hemos visto arriba, cuando el espíritu o aliento de vida sale del cuerpo, éste deja de existir, es decir, muere. Y al perder la vida, la materia estructurada que formaba el cuerpo, se descompone. Además, este “aliento de vida” es común a los animales como veremos a continuación.
La ciencia puede analizar todos los componentes materiales del cuerpo humano, y reconocer las moléculas, los minerales, las proteínas, los aminoácidos, de que están hechos su carne, huesos, sangre, distintos órganos, cerebro, sistema nervioso, millones de células que los componen, incluso averiguar sus genes y genoma, ADN, etc.; pero no puede explicar por qué hay vida en cada minúscula célula. Este es el misterio de la vida, la que solo Dios puede dar, y Él la dio mediante su “aliento de vida”, lo que también es llamado en otros textos, “espíritu de vida” (Gn. 6:17; 7:15; Ap.11:11), “aliento de espíritu de vida” (Gn.7:22), o simplemente “espíritu” (Ec. 3:21; Ez. 37:5,6; Jn. 6:63; Stgo. 2:26;). Leamos los textos citados:
Génesis 2:7: Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
Génesis 6:17: Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá.
Génesis 7:15: Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida.
Génesis 7: 22: Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió.
En los textos presentados arriba, la Sagrada Escritura nos revela, en primer lugar, “el espíritu de vida”, que no puede ser otra cosa que una forma de nombrar a la fuente de la vida que procede de Dios, Su poder creador. En segundo lugar, que “el aliento de vida” (Gn. 2:7), que Él usó para crear al hombre es lo mismo que “el espíritu de vida”; y, en tercer lugar, que “el espíritu de vida” o “el aliento de espíritu de vida” es común a “toda carne” (Gn. 6:17; 7:15,22); es decir, tanto a los animales como al hombre, les fue dada la vida de la misma manera, al proporcionarles Dios “el espíritu de vida”.
Los siguientes textos, que presento a continuación, sobreabundan en lo expresado anteriormente, porque hablan indistintamente del “espíritu” o del “espíritu de vida”, equiparándolos como el mismo poder dador de vida que solo procede del Creador, mediante el cual Él proporciona la vida a todos los seres vivientes, tanto seres humanos como animales.
Eclesiastés 3:18-21: Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias. (19) Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. (20) Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. (21) ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
“Una misma respiración tienen todos”; esto es lo que les identifica como seres vivientes, que han sido creados con el mismo espíritu de vida; y cuando se retira este espíritu de todas sus células, el cuerpo muere; es decir, deja de ser un alma viviente para convertirse en algo inanimado e inerte.
Ezequiel 37:5,6: Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. (6) Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
Juan 6:63: El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Santiago 2:26: Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
Apocalipsis 11:11: Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.
A los que podemos añadir otros dos textos importantes, en los cuales también se nombran ambos a la vez: el Espíritu Santo y el espíritu humano.
Juan 3:6: Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Juan 4:24: Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Observemos cómo en los citados textos se distingue o se diferencia perfectamente entre el espíritu humano –creación de Dios– del Espíritu de Dios, que es Dios mismo, que representa a la Tercera Persona de la Divinidad. Debemos tener cuidado de no confundir el espíritu humano con el Espíritu de Dios –el Espíritu Santo–, porque sería caer en la filosofía panteísta y en el paganismo.
Por tanto, si los animales y los seres humanos son igualmente seres o almas vivientes, y han sido creados por Dios con el mismo ”espíritu de vida” (Gn. 6:17, 7:15,22), ¿por qué los seres humanos son evidentemente superiores a los animales? ¿Por qué éstos no tienen entre otras cosas la capacidad de raciocinio, de pensar, la consciencia de sí mismos, la conciencia moral, con la capacidad de discernimiento entre el bien y el mal, y con ello toda su dimensión espiritual que les capacita para comunicarse con Dios?
Como vimos anteriormente, la respuesta, que nos da la Palabra de Dios, es que Él creó al hombre de una forma distinta a los demás seres vivos, pues fue una creación especial: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (28) Y los bendijo Dios…” (Génesis 1:26-28).
La Biblia, pues, nos revela que el ser humano es superior y distinto a la bestia, solo porque Dios lo ha querido crear a Su imagen y semejanza. Pero solamente cuando es creado de nuevo a imagen de Dios, es entonces cuando la “carne” se convierte en “espíritu”, es decir se pasa de hombre natural, psíquico, carnal a hombre espiritual. Esto contradice radical y absolutamente la idea evolucionista, tan extendida y apoyada por los científicos en la actualidad. Porque, concebir al hombre surgido por azar y procediendo de los animales inferiores, le convierte en semejante a los animales de los que supuestamente desciende. Por tanto, lo que diferencia fundamentalmente al ser humano del animal o bestia más inteligente que existe, es que, realmente, aquel fue creado a imagen y semejanza de Dios.
Llegado a este punto, es conveniente, poner el ejemplo de la lámpara o bombilla eléctrica, aunque ya sea muy conocido, porque nos muestra una analogía fácil de entender. El cuerpo humano sin vida se equipararía a una lámpara que dispone de todos los elementos para dar luz, pero que solo emana luz cuando es capaz de recibir la corriente eléctrica que pasa por ella. Pues bien, la lámpara con todos su materiales de que está compuesta simbolizaría al cuerpo material, humano o animal; y la corriente eléctrica o la chispa que enciende la lámpara equivaldría al espíritu, o aliento que da vida al cuerpo inanimado de la bombilla; esta unión o conjunción da como resultado la luz, que representa al ser viviente o alma viviente, que en el hombre, a diferencia de los animales, le capacita para hablar, pensar, razonar, sentir, querer, decidir, etc.
Sin embargo, este “espíritu” o “aliento de vida” solo creó el “alma viviente” en Génesis 2:7, pues la imagen de Dios, que representa la naturaleza espiritual del hombre, le fue dada como una característica separada en Génesis 1:26-28 (citados arriba), una previsión de Dios que, como se ha visto, era factible de perderse por su carácter condicional.
Por tanto, la creación del hombre de Génesis 2:7, corresponde a la naturaleza humana básica, es decir, la vida física y psíquica, pero no la vida espiritual, que capacita al hombre para comunicarse y relacionarse con Su Creador. Sin embargo, al caer en el pecado, el primer hombre perdió la Imagen de Dios que poseía –su naturaleza o condición espiritual–; lo que significó su separación de Dios. De ahí la necesidad del plan de salvación de Dios en Cristo, que da la opción a que los seres humanos se regeneren, aceptando a Cristo como Redentor y Salvador, “…para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29).
Viene ahora a colación citar de nuevo unos párrafos que extraje del libro El dualismo en la Antropología de la cristiandad, cuyo autor, don Enrique Dussel, es doctor en filosofía, teólogo e historiador.
“En el relato del Génesis 2, 6-7, Adán es formado de la tierra (apò tês gês); es un hombre psíquico, anímico, animal (eis psyjèn). Mientras que en el Génesis 1. 26-27, se habla de la creación del hombre como imagen de Dios (eikóna Theoû). Este segundo era para Filón la "idea" primordial del hombre, para los cristianos era el primitivo Adán que habiendo perdido dicha imagen debía esperar un redentor para recuperar la semejanza divina (amoíosin).” (32)
“[…] Adán es un hombre terrestre, el primer hombre. Jesucristo, en cambio, es el hombre celeste, que viene después y que otorga el Espíritu (que los hebreos llamaban ruaj). Con este Espíritu hay vida nueva y resurrección. Ese Espíritu que se da gratuitamente a los hombres los hace entrar en el Reino de Dios. No hay dualismo entre cuerpo y alma, sino que hay dos órdenes o categorías: el reino del hombre terrestre o carnal; el reino de Dios, reino celeste o espiritual. El primero es mortal, el segundo definitivo mediante la resurrección. (33)
“[…] Adán es un hombre terrestre, carnal, psíquico, del que procedemos todos los hombres. Este Adán ha sido infiel y ha perdido la "imagen de Dios." […].
El "hijo del hombre", Jesús de Nazaret, es el hombre celeste el nuevo Adán, el segundo Adán, el hombre espiritual. Este hombre es la imagen de Dios resucitada, más aún, es el que permite a todos los hombres ser partícipes de la semejanza con Dios. Nos decía Pablo en el texto citado: "Así como hemos revestido la imagen del (hombre) terrestre, así nos es necesario revestimos también de la imagen del celeste", que es imagen de Dios (véase 1 Co. 15:12-48) […]” (34)
“Según la comprensión del hombre estudiada, el hombre no es "imagen de Dios" por naturaleza, sino por gratuita participación […]
[…] Para el Nuevo Testamento, en cambio, el hombre obtiene por Jesucristo la semejanza de Dios y se transforma en imagen por el don sobrenatural del Espíritu. Se trata de una nueva condición. No existe entonces dualismo entre alma y cuerpo, sino bipolaridad entre el hombre terrestre y espiritual; entre el hombre descendiente del pecado de Adán y el hombre resucitado como imagen de Dios […].
[…] El orden humano, finito, descendiente del Adán pecador puede perder el ser imagen de Dios por el uso de su libertad. Esta antropología es constitutivamente histórica. Se habla de un primer y segundo Adán, de un haber sido antes imagen y devenir después hombre camal, se explica la venida en el tiempo del lógos eterno y la resurrección final de la humanidad […]” (35)
“[…] El hombre carnal es primero, pero sólo el hombre espiritual tiene definitiva salvación.” (36)
Por esa causa, posteriormente, el ser humano precisará de una nueva creación o nuevo nacimiento, que necesitará de su participación y colaboración voluntaria.
Sin embargo, esto último corresponde a la segunda acepción del vocablo “espíritu”, con el que la Biblia designa a la totalidad del ser humano convertido, la “nueva criatura en Cristo” (2 Co. 5:17), que veremos a continuación con detenimiento.
No obstante, he anticipado aquí este segundo aspecto del vocablo “espíritu”, por la gran importancia que tiene para todo cristiano comprender bien este último significado. Y para respaldarlo, cito a continuación unos párrafos extraídos del libro La muerte, ¿tabú del siglo XXI?
“El peso de la tradición genética, las culturas, los sistemas económicos y políticos, las ideologías, más todo lo personal constituyen “el hombre viejo”. En la espiritualidad cristiana, éste debe morir para que nazca el hombre nuevo. Tanto lo innato como lo adquirido son transformados, divinizados conforme al designio creador y divinizador (Rom 6, 3-6; Col 2, 20; 3, 1-3; Rom 8, 5-9; Ef 2, 15; Col 3, 9-11).
En la mística cristiana, el hombre psíquico o carnal está llamado a ser hombre espiritual por medio de una transformación ontológica, fruto del trabajo conjunto del hombre y de Dios (1 Cor 2, 14; Jn 3; 2 Cor 5, 17).” (37)
1 Corintios 2:14: Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
2 Corintios 5:17: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Segundo. El espíritu como fuente y evidencia de vida espiritual en el ser humano. O bien, la nueva naturaleza que se alcanza en Cristo, el nuevo hombre de la nueva creación.
En esta segunda acepción del vocablo “espíritu”, la Biblia designa a la totalidad del ser humano convertido, para representar la nueva condición o naturaleza que le caracteriza, que es la espiritual; porque su esencia ya no es la “carne” enemiga de Dios (Ro. 8:7), sino el “espíritu”, que simboliza la nueva vida que poseerá el hombre al renacer de Dios (Jn. 3:3). El ser humano, que es un “alma viviente”, o sea, “carne”, por esa transformación del don gratuito de Dios, pasa todo él, a “espíritu viviente” u “hombre espiritual”, lo que significa una regeneración de la “carne”. Es, en ese sentido, como la Palabra de Dios se refiere a “nuestro espíritu”, en Romanos 8:16, o al “espíritu del hombre” en 1 Corintios 2:11.
Romanos 8:16: El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
1 Corintios 2:11: Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
Por tanto, es un error inferir de estos textos que el ser humano tiene dentro de sí un espíritu, como tampoco es cierto que tenga un alma como una entidad independiente, susceptible de separarse del cuerpo. Esto sería caer en el dualismo o, incluso, en la tricotomía. Se debe entender, pues, que, generalmente, el “espíritu del hombre” designa al hombre espiritual, es decir, la totalidad del hombre nuevo en Cristo (Efesios 4:24; cf. Col. 3:9-10). Veamos los textos citados:
Efesios 4:22-24: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, (23) y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Colosenses 3:9-10: No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, (10) y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.
Notemos también el significado del vocablo “espíritu”, cuando el apóstol Pablo nos exhorta a “renovaos en el espíritu de vuestra mente”. (Ef. 4:23) ¿Acaso él nos está diciendo que en nuestra mente hay un espíritu? O ¿la mente es el espíritu? ¿No estará expresando que nos renovemos en el corazón o esencia o carácter de nuestra mente?
No obstante lo escrito hasta aquí, más abajo veremos los distintos significados que del término “espíritu” vierten dos diccionarios bíblicos.
El espíritu es, pues, principal y fundamentalmente, la totalidad del hombre nuevo en Cristo. Y contradeciría esencialmente a la Palabra de Dios, creer que exista dentro del hombre, como una entidad independiente, algo, que una vez desencarnado, dispone de vida consciente en sí mismo. La antropología bíblica, por el contrario, se refiere a la “carne” espiritualizada; es decir, la condición o naturaleza espiritual que el ser humano adquiere en el nuevo orden en Cristo, cuando es nacido de nuevo por el Espíritu Santo. Esto es lo que le convierte en el hombre espiritual, el cual se opone al hombre natural, anímico o carnal al que todos pertenecemos por nacimiento físico. O sea, espíritu –como totalidad de ser humano convertido– se contrapone a la “carne”, que no solo es el cuerpo sino el ser humano entero, la persona. Con esa nueva naturaleza espiritual el hombre ha recuperado su relación y comunión con Dios mediante el Espíritu Santo que mora en él; y además de “alma viviente”, es decir, “carne”, se convierte en “espíritu”, no una parte de él, sino todo él se transforma de hombre carnal a hombre espiritual.
Y para respaldar lo expresado arriba vuelvo a citar del libro La muerte, ¿tabú del siglo XXI?, mencionado arriba:
“Digamos, una vez más, que, en el cristianismo, el hombre es un animal capaz de pasar del orden psicosomático al orden espiritual.
El espíritu es un don; es participación gratuita de Dios. El espíritu es lo que hace capaz al hombre de entrar en diálogo con Dios, sin confusión personal ni pérdida de identidad. Es lo que hace al hombre capaz de entender y comprender lo que el espíritu de Dios le dice. La fe, la esperanza y la caridad, como virtudes teologales, pertenecen al orden espiritual y entregan el mismo sentir, actuar y pensar de Dios.
El paso del orden natural al orden sobrenatural es una transformación que, en el hombre, se realiza a modo de proceso y constituye la experiencia mística de cada cual. Este nuevo nacimiento, crecimiento y maduración en el Espíritu se inicia en el Bautismo y se continúa a través de toda la vida por la oración, la participación en los sacramentos, el servicio a los hermanos, el trabajo de cada día, etc.” (38)
“Comienza una vida nueva... Por gracia, Dios llega al hombre, establece en él su morada. Esa participación gratuita de Dios en un ser humano es lo que llamamos “espíritu”. Este hombre renacido mira, siente y actúa en la perspectiva de Dios. La creación entera es percibida en armonía; la vida personal es acogida como regalo y tarea; la humanidad es cuidada como una familia que reconociendo al mismo Padre camina solidariamente hacia la Tierra Nueva. “Lo que ojo nunca vio, ni oído oyó, ni hombre alguno ha imaginado, lo que Dios ha preparado para los que lo aman”, lo revela Dios por medio del espíritu (Is 64, 4; 52, 15).” (39)
“El hombre sin el espíritu, el hombre que es sólo humano, simplemente psiquismo no acepta fácilmente lo que proviene del espíritu de Dios, le parece una locura, y no puede captarlo porque necesita para ello criterios espirituales (1 Cor 2.14).” (40)
Quedo a su disposición para lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Índice
¿Cuál es la naturaleza del ser humano?
2. El ser humano en la antropología bíblica
3. ¿Es el ser humano un compuesto de espíritu-alma-cuerpo?
4. Significado del vocablo "carne" en la Biblia
5. Cómo vivir cristianamente
6. ¿Cuál es la diferencia entre alma y espíritu?
7. ¿Qué es el alma humana?
8. ¿Qué es el espíritu humano?
9. Solo hay vida eterna en Cristo
10. Conclusión
Apéndice 1
11. El insoluble problema filosófico de la unión cuerpo-alma
Apéndice 2
12. El origen del ser humano
Apéndice 3
13. Resurrección versus inmortalidad del alma
Apéndice 4
14. Objeciones a la mortalidad del alma
Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
AP = Antiguo Pacto
NP = Nuevo Pacto
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)
pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan "parte primera, central o última del mismo ".
Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:
NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.
BTX: Biblia Textual
Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman
N-C: Sagrada Biblia- Nacar Colunga-1994
JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001
BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995
BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo
NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999
Bibliografía citada
(29) Aguirre Rodríguez, Juan, La muerte, ¿tabú del siglo XXI?, p. 38, Ediciones Paulinas, La Florida (Stgo.), Chile, 8/1988,
(30) Ibíd. P. 35-36
(31) Ibíd. P. 39-40
(32) Dussel, Enrique, El dualismo en la Antropología de la cristiandad, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1974, p. 47.
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/otros/20120130111139/ANTROPOLOGIA.pdf
(33) Ibíd. P. 47
(34) Ibíd. P. 49
(35) Ibíd. P. 50
(36) Ibíd. P. 51
(37) Aguirre Rodríguez, Juan, La muerte, ¿tabú del siglo XXI?, p. 13, Ediciones Paulinas, La Florida (Stgo.), Chile, 8/1988,
(38) Ibíd. P. 40
(39) Ibíd. P. 40-41
(40) Ibíd. P. 41
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