Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

¿Apoya la Biblia la pena de muerte?

 
Versión: 14-07-14
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

¡Hola Diego! Me alegro de saber de ti nuevamente, y de que me plantees tus dudas. Ya sabes que estoy a tu disposición en todo lo que pueda servirte, obviamente, si está en mi mano. Lo que me comentas en tu amable e interesante correo es lo siguiente:

“Buenos días, Carlos. Nuevamente vengo con una de mis dudas las cuales espero puedas aclarar. Primero que nada te informo que aún no me he congregado a ninguna iglesia pero en cuanto tenga oportunidad buscaré una a la que pueda unirme, y una vez que lo haga te lo haré saber. Ahora mi duda es la siguiente: ¿Apoya la Biblia la pena de muerte? Por lo que yo he leído y entendido, el Antiguo Testamento si apoya la pena de muerte pero en cuanto al Nuevo aún no estoy seguro. Mil gracias por la ayuda!!”
(Diego)

En relación con la iglesia que buscas para congregarte, mi consejo es que antes de unirte a ella compruebes por ti mismo que su doctrina se ajusta, en todo, al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sin añadiduras u omisiones humanas.

Ahora voy a tratar de responder a la cuestión que me formulas sobre si apoya la Biblia la pena de muerte. Como tú muy bien dices, es en el Antiguo Testamento, donde aparece claramente la legislación sobre la pena de muerte. Pero esto sucede a partir del momento en que Dios promulga Su Ley en el Monte Sinaí –c. 1500 a.C.–, y solo regirá hasta la muerte de Cristo en la cruz y posterior resurrección.

Esta Ley fue dada por Dios, para ser aplicada exclusivamente a Su pueblo Israel, mediante el gran legislador Moisés, y era la base del Antiguo Pacto y del sistema teocrático que Dios dispuso para que Su pueblo elegido se gobernase. Como veremos más adelante, la Ley de Dios contempla varios supuestos en que se sanciona con pena de muerte a sus transgresores. Pero esta legislación registrada en el Antiguo Testamento no tiene una aplicación universal, es decir, Dios no la impone a todas las naciones del mundo sino que solo rige, para Su pueblo elegido, a partir del momento de su promulgación, aproximadamente hacia el año 1500 a.C., siendo abolida con la muerte de Cristo.

A continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico, en primer lugar, veremos si el contexto del Antiguo Testamento en el que Dios promulga Su Ley permite suponer un apoyo explícito de Dios a que los gobiernos humanos impongan la pena de muerte en sus legislaciones; ello implicará averiguar para quiénes fue dada la ley, es decir, cuál fue el único pueblo en la Tierra que fue afectado por la Ley y, por tanto, puesto bajo ella. Además, en lo posible, deberíamos tratar de explicar las razones que tuvo Dios para dictar una Ley que preveía, para los transgresores de algunos de sus mandamientos, la sanción máxima de la pena de muerte. También citaremos algunos de estos supuestos.

En segundo lugar, qué puede aclararnos el Nuevo Testamento al respecto, si es que el mismo se define en pro o en contra o todo lo contrario, es decir, o no se define de ninguna manera. Y, en tercer lugar, si deberían nuestros gobiernos actuales tomar ejemplo de la Ley de Dios del Antiguo Testamento para legislar en pro de la pena de muerte a fin de atajar, en lo posible, la criminalidad galopante de nuestras sociedades actuales.

2. Para deducir si la Biblia apoya o no la pena de muerte es necesario antes responder a la pregunta: ¿tiene la Ley del Antiguo Testamento carácter y vocación de alcance universal para todas las épocas?

También podíamos formular la pregunta de la siguiente manera: ¿el contexto del Antiguo Testamento en el que Dios promulga Su Ley permite suponer un apoyo explícito de Dios a que los gobiernos humanos impongan la pena de muerte en sus legislaciones?

Para que podamos afirmar que el Antiguo Testamento respalda o apoya la pena de muerte de forma universal, deberíamos poder demostrar, en primer lugar, que el Antiguo Pacto o Alianza, que hizo Dios, no fue solo con el Israel  antiguo sino que también compromete al resto de naciones. Y, en segundo lugar, probar también que tanto la Ley, que fundamenta este Pacto Antiguo, como el propio Pacto citado tienen carácter de eternidad o, por lo menos, vocación de vigencia legal mientras exista este planeta tal como lo conocemos.

Dejemos ahora que sea la propia Biblia la que responda, como siempre se debe hacer.

Argumentos que demuestran la falsedad de las anteriores premisas citadas:

Primer argumento. El Antiguo Pacto fue exclusivo entre Dios y el Israel antiguo. Por tanto, no involucraba a las naciones gentiles, ni a los hijos de Dios del mundo conocido que existieron antes de la fecha del citado Pacto, que se estableció hacia el año 1500 a.C., ni tampoco a las gentes o naciones posteriores de fuera de Israel. Por ejemplo, Noé y Abraham nunca estuvieron bajo esa Ley y Pacto antiguos, y solo los descendientes de Abraham –aquellos que fueron liberados de la esclavitud de Egipto (Éxodo 20:1-3; Dt. 5:2-7), los que lideró Moisés en su éxodo a la tierra prometida– fueron los que recibieron la Ley en el Sinaí y se comprometieron a cumplirla (Éxodo  24:3-8). Y solo ellos y sus descendientes llegaron a formar parte del Pacto Antiguo. Veamos los textos que lo prueban:

Éxodo 20:1-2: Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: (2) Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.

Éxodo 24:3-8: Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. (4) Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.  (5)  Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. (6) Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. (7)  Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. (8) Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.

Deuteronomio 5:1-8: Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra.  (2)  Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb.  (3)  No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.  (4)  Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego.  (5)  Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo:  (6)  Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre.  (7)  No tendrás dioses ajenos delante de mí.  (8)  No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

Las palabras de Dios (Éxodo 20:1-2) son previas a la promulgación de las tablas de piedra del Decálogo, que también son llamadas las tablas del Pacto o del Testimonio (Éxodo 25:16; 31:18; 34:28; Dt. 9:9). Así pues la Ley –el Pentateuco o Torá–, y esta ley de las tablas de piedra, en particular, solo afectarían a los receptores del Pacto –aquellos a los que va dirigida la Ley, según los textos anteriores citados–, los que fueron liberados de la esclavitud de Egipto, y sus descendientes, “hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19), “la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Y si aún quedase alguna duda, son definitivas y concluyentes la siguiente afirmación: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos (Deuteronomio 5:2-3). Ese “nosotros” se refiere a Moisés y todos los israelitas liberados de Egipto, que estaban allí “vivos”.

Segundo argumento. Ni la Ley, que fundamenta este Pacto Antiguo, ni el propio Pacto citado tienen carácter de eternidad o, por lo menos, vocación de vigencia legal mientras exista este planeta tal como lo conocemos (Hebreos 8:13).

Hebreos 8:13 (cf. 8:7; 9:1,15,18; 10:9): Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Es decir, al Antiguo Pacto –“el primero” (Hebreos 8:7; 9:1,15,18; 10:9– le sucede el Nuevo Pacto en Cristo Jesús (Mateo 26:26-29; Lucas 22:20), y aquel deja totalmente de tener vigencia, pues es abolido por la inauguración y establecimiento del Nuevo. La Ley tiene un antes (Romanos 5:12) en que no existía, puesto que fue promulgada hace unos 3.500 años, contando desde hoy día; y, además, la Ley  “vino cuatrocientos treinta años después… de la promesa” (Gálatas 3:15-19) que Dios hizo a Abraham (aprox. 1900 a. C.) de que en él “serán benditas todas las naciones de la Tierra” (Génesis 12:3; 22:17-18), porque de su descendencia o simiente, según la carne, vendría Cristo, el Salvador del mundo; y es entonces cuando la citada Ley es abolida en su letra y preceptos legales (Efesios 2:15-16), pero no en sus principios morales que son eternos (Dt. 6:5; Lv. 19:18; cf. Mateo 22:36-40) y sustituida por otra más simple, perfecta y eterna que es la del amor a Dios y al prójimo (Mateo 5:43-48; Romanos 13:7-10; 1ª Corintios 9:20-21; Gálatas 5:1-6,13-14; 6:1-2); y todo esto es posible “porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-3,9,13-17).

Gálatas 3:15-19: Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.  (16)  Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.  (17)  Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después,(I) no lo abroga, para invalidar la promesa.  (18)  Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa;(J) pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. (19) Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.

Presento a continuación los mismos textos, pero de la Biblia de Jerusalén, 1998 (NBJ), a fin de comparar con esta versión católica, cuya redacción parece algo más clara:

Gálatas 3:15-19: Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla. (16) Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: "y a los descendientes", como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. (17) Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada. (18) Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abrahán su favor en forma de promesa. (19) Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador.

Resumiendo, puesto que el Antiguo Pacto, en primer lugar, no tiene un alcance universal, sino que fue exclusivo entre Dios y el Israel antiguo –limitado solo para este pueblo, y para una determinada época de la historia–, y puesto que, en segundo lugar, dicha Alianza llega a su fin, abrogándose, con la Nueva Alianza en Cristo, solo cabe deducir y, por tanto, afirmar que el Antiguo Testamento no respalda o apoya la pena de muerte de forma universal para todas las naciones y en todas las épocas, sino que fue prescrita por Dios, a Su pueblo, como un medio de mantener un pueblo santo en medio de naciones paganas, de forma temporal hasta la venida de Cristo, cuando sería cumplida  la promesa, que primeramente fue hecha a Adán y Eva (Génesis 3:15), y posteriormente, renovada a Abraham (Génesis 12:3; 22:17-18).

3. ¿El Nuevo Testamento apoya la pena de muerte?

El Nuevo Pacto, que sustituye al Antiguo, es universal y eterno (Hebreos 7:12,22; 8:1-6; 9:11-15; 13:20-21). Cristo es ahora “el mediador de un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas” (Hebreos 8:6), y Sumo Pontífice del Nuevo Pacto; “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley (Hebreos 7:12); “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 8:6-7).  Veamos algo del contexto de los citados pasajes:

Hebreos 8:1-13: Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,  (2)  ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.  (3)  Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer.  (4)  Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;  (5)  los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.(B)  (6)  Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.  (7)  Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. (8) Porque reprendiéndolos dice:

He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres  El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.  (10) Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo;  (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;  Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos.  (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Hebreos 7:12-28: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;  (13)  y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. (14)  Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. (15) Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto,  (16)  no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. (17) Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec  (18)  Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (19) (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.  (20)  Y esto no fue hecho sin juramento; (21)  porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.  (22)  Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. (23) Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar;  (24)  mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;  (25)  por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (26) Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; (27) que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.  (28) Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

Hebreos 9:10-15: ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.  (11)  Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,  (12)  y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.  (13)  Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,  (14)  ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?  (15)  Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

Hebreos 13:20-21: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,  (21)  os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Por lo tanto, el Nuevo Pacto en Cristo es para todo el mundo; la teocracia del Antiguo Testamento deja de ser; Cristo vino para establecer Su reino, que no es de este mundo (Juan 18:36), y no para intervenir directamente en el gobierno de los hombres, ni proscribir la pena de muerte ni apoyarla. Sencillamente se trata de un Reino espiritual, que transforma a las personas que creen en Él, preparándolas para el Reino Celestial (Romanos 8:17-25; Fil 3:20-21).

Romanos 8:18-28: Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (19)  Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. (20) Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;  (21)  porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.  (22)  Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;  (23)  y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.  (24)  Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (25) Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.  (26) Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.  (27)  Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.  (28) Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Filipenses 3:19-21: el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. (20) Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

4. Conclusión

Ciertamente la Ley del Antiguo Testamento fue dada por Dios exclusivamente para Israel, adaptada para esa época de la antigüedad, introducida poco después de la liberación y éxodo de Su pueblo de la esclavitud de Egipto, hacia el año 1500 a.C.; y, como hemos visto, tendría vigencia hasta la muerte y resurrección de Cristo, cuando sería abolida por la entrada en vigor del Nuevo Pacto en Cristo (año 30 d.C.). Su objetivo era desenmascarar el pecado (Romanos 3:20; Gálatas 3:19), y crear unas condiciones de gobernabilidad adecuadas a la época histórica en que se desarrolló Israel; y para preparar un pueblo santo, que no se contaminara de las muchas influencias idolátricas de los pueblos y naciones paganas de que estaban rodeados, a fin de que este pueblo fuera depositario de Su Palabra y pudiera recibir al Mesías (Lv 11:44-45; 19:2; 20:26-27; Dt. 7:6-11; 9:3-17).

Deuteronomio 7:6-11: Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. (7) No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; (8) sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. (9)  Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; (10) y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. (11) Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas.

Deuteronomio 9:6: Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú.

Notemos que la Palabra de Dios se refiere a Israel como “el más insignificante de todos los pueblos” (Dt. 7:7) y duro de cerviz” (Dt. 9:6); es decir, un pueblo rebelde e indómito, que estuvo esclavizado en Egipto durante decenas de años, y, por tanto, sometido a duros trabajos sin conocer apenas descanso para sus fatigadas y embrutecidas vidas. Dios tuvo que enseñarles a obedecer, empezando por lo más sencillo, que observaran el reposo en el séptimo día de la semana (Éxodo 16:4-5); para lo cual les hizo el milagro del Maná –el pan del cielo–, que tenían que recoger todos los días, y no guardar para el día siguiente porque se corrompía. Sin embargo, el viernes debían recoger doble porción para el sustento del día sábado, y de esa manera no hacer trabajo alguno en ese día santo. Dios hacía entonces el milagro que no se corrompiera, a fin de que aprendieran a observar el reposo sabático, que más tarde sería incluido como cuarto mandamiento de las tablas de piedra. Esta fue la pedagogía de Dios con un pueblo tan duro de cerviz: “para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no” (Éxodo 16:4).

Éxodo 16:4-5  Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. (5) Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.

Poco más tarde, Dios estableció la observación del reposo sabático como la señal del Pacto Antiguo entre Él e Israel, distintivo entre todas las naciones (Éxodo 31:12-17), que les distinguiría como un pueblo especial consagrado a Dios. Pero obsérvese el riguroso reglamento del mandamiento del reposo sabático, que sancionaba con la pena de muerte al que lo desobedeciera: “el que lo profanare, de cierto morirá… (15) cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá (Éxodo 31:14-15).

Éxodo 31:12-16: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo[c] consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. (16) Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo.

Levítico 20:26-27: Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.  (27)  Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.

A propósito, ¿por qué algunas iglesias cristianas se empeñan en enseñar que la Ley del reposo sabático está vigente para los cristianos, empeñándose en sostener que la Ley de las tablas de piedra –los Diez Mandamientos– es obligatoria para los cristianos? ¿Cómo se atreven a escoger aquello que les parece bien de la Ley, y, sin embargo, omiten otras partes de la misma, como por ejemplo, el citado reglamento? No es consecuente, ni coherente, ni correcto extraer partes del Antiguo Testamento  y afirmar que están en vigor o son de aplicación al pie de la letra, y desechar otras leyes porque ya las consideran obsoletas. La Ley –es decir, el Pentateuco o Torá– forma una unidad indivisible que no permite extraer partes de ella y rechazar otras como si de un menú se tratase. O se acepta y se aplica toda o se da por abrogada en Cristo (Hebreos 8:13).

No debe extrañarnos que el pueblo de Israel estuviera sujeto a tan dura disciplina, como es la pena de muerte; porque a pesar de todos los milagros que Dios les mostró, –como atravesar el Mar Rojo en seco al dividir sus aguas, la manifestación gloriosa de la Ley en el Monte Sinaí promulgada por Dios mismo, el Maná, el surgimiento del agua de la roca, la protección y guía de Dios durante los cuarenta años de travesía por el desierto, que les protegía, del calor diurno con la columna de  nube, y del frío y oscuridad de la noche, con la columna de fuego, el Tabernáculo con el Arca de la Alianza, etc. etc.– no fue capaz de aprender la obediencia de forma permanente.

Por eso, hizo falta que este pueblo tan duro de cerviz, tuviera, además, la sanción de la pena de muerte, pues Dios no podía permitir que la rebeldía se contagiara a todo el pueblo, y no se cumplieran sus promesas de salvación futuras con Cristo, el Salvador del mundo, que tenía que ser acogido por este pueblo.

Acabemos de ver dos de los supuestos que acarreaban la pena de muerte, pero como hay muchos más me limitaré solo a describir algunos ejemplos, empezando por los ya citados:

Otras transgresiones de la Ley que implicaban pena de muerte:

A la vista de todos estos ejemplos del AT, ¿Es la Ley del AT un modelo para nuestro tiempo?

¿Deberían nuestros gobiernos actuales tomar ejemplo de la Ley de Dios del Antiguo Testamento para legislar en pro de la pena de muerte a fin de atajar, en lo posible, la criminalidad galopante de nuestras sociedades actuales?

En mi opinión, hemos comprobado que la Ley del AT, tiene su aplicación a un solo pueblo de la Tierra, en una determinada época de la historia, y que tuvo su fin con Cristo, inaugurándose un Nuevo Pacto que es universal y eterno; Su Reino, puesto que no es de este mundo, no interviene en las legislaciones humanas; por tanto, tampoco se define sobre la pena de muerte, que corresponde solo legislar a los gobiernos de la Tierra. Es, por tanto, solo y exclusivamente una decisión de los mismos; y, de ninguna manera, nadie puede amparase en los ejemplos bíblicos de otras épocas, ya que correspondieron a la formación de un sistema teocrático, para educar un pueblo que pudiera sobrevivir hasta la venida del Redentor. Nadie, pues, debería ampararse en la Santa Biblia para justificar la pena de muerte, porque hoy día no estamos en una teocracia ni concurren las mismas circunstancias históricas.

No obstante, personalmente creo cuando ciertas personas cometen grandes crímenes y maldades, y no existe duda alguna de su culpabilidad, por la evidencia de pruebas y suficientes testigos fidedignos, ellas no merecerían seguir viviendo, y solo en esos casos extremos sería justificable la pena de muerte. Pero esto es solo mi opinión, que no está apoyada en la Sagrada Escritura, la cual, como hemos visto, no se define ni en pro ni en contra de la pena de muerte.

Creo haber respondido a tu interesante pregunta con lo que antecede, pero, en cualquier caso, quedo a tu disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

 

 

 

 

 

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