Preguntas y Respuestas
Antropogía bíblica
¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?
Versión: 30-11- 2012
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Con el presente artículo voy a tratar de dar respuesta a las objeciones que mi estimado hermano y amigo José Luis me plantea respecto a la creencia bíblica, minoritaria en el cristianismo, que sostiene que el estado de los muertos es de total inconsciencia hasta el día del juicio de Dios o fin del mundo, en que Él les devuelve la vida mediante la resurrección. Por el contrario, la creencia cristiana popular, de la que participa mi amigo, defiende que el espíritu del ser humano, al despojarse del cuerpo sigue viviendo, de forma consciente y de manera autónoma, en algún lugar, ya sea en el cielo, para los salvados, o en el infierno para los condenados. Pero la Biblia da a entender lo contrario cuando afirma, en multitud de textos del Antiguo y Nuevo Testamento, que los muertos “duermen”. Este cuestionamiento se suscita a raíz de los argumentos bíblicos que expresé el día veinte de noviembre del dos mil doce en la conferencia sobre “El espiritismo y los fenómenos paranormales a la luz de la Biblia”.
Transcribo a continuación parte de la carta de mi querido amigo:
“Tu última conferencia, por lo que pude oír y lo que he leído posteriormente, me ha parecido muy documentada y uno de tus mejores trabajos (al menos de los que yo he llegado a conocer directamente).
Aunque en bastantes cosas no esté de acuerdo contigo, hay que reconocer la seriedad del esfuerzo y la importante documentación. […]
La otra cosa que quería decirte era plantearte algunos problemas: ¿Cómo interpretas el pasaje (la Transfiguración en el Monte Tabor) en el cual Moisés y Elías hablan con Jesús? ¿No deberían estar durmiendo....? ¿Cómo es que Jesús dice aquello de que Dios (su Padre) es un Dios de vivos y no de difuntos?
Otra pega: ¿cómo interpretas extensas partes del Libro del Apocalipsis en el que Juan observa la adoración en el Cielo, la llegada de los que son salvados de la Gran Tribulación, etc.? Se supone que todo eso sucede ANTES del Juicio Final.... ¿o es una mala interpretación?
Por cierto que las palabras de Jesús al buen ladrón: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO y algunas parábolas como aquella de la mujer que estuvo casada varias veces y sobre cuyo estado en el Mundo Futuro preguntan a Jesús..., tampoco parece que se puedan relacionar con una situación posterior al Juicio Final.” (José Luis).
Agradezco mucho tus amables palabras y favorable valoración respecto a mi última conferencia, lo cual aprecio doblemente, al venir de una persona culta e inteligente, como te considero.
A continuación expondré los argumentos y textos bíblicos, que pretenden dar satisfactoria respuesta a las objeciones que planteas, y defender la doctrina, que considero bíblica, de que no hay vida consciente más allá de la muerte, sino es a través de la Resurrección en el día de la segunda venida en gloria de Cristo.
2. "¿Cómo interpretas el pasaje (la Transfiguración en el Monte Tabor) en el cual Moisés y Elías hablan con Jesús? ¿No deberían estar durmiendo....?" (José Luis)
Primero, leamos los textos, y comprobemos que las apariciones de Moisés y de Elías fueron corporales, porque los discípulos que estaban con Jesús –Pedro, Jacobo y Juan–, pudieron ver a dos varones (o hombres s/NBJ,1998), y oír que hablaban con Él. Los evangelistas, tanto Mateo como Marcos y Lucas, identifican a estos hombres con Moisés y Elías (Mateo 17:1-9; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36). Lucas especifica que aparecieron en gloria o rodeados de gloria según versiones. Si hubieran sido espíritus no hubieran sido visibles. Además, el apóstol Pedro, propuso enseguida hacer tres enramadas –tiendas, según NBJ,1998–, “una para ti, una para Moisés, y una para Elías”(17:4); se supone que los espíritus no necesitan tiendas para habitar, pues no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39).
La transfiguración
Mateo 17:1-9: Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; (2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. (3) Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. (4) Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. (5) Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia;(B) a él oíd. (6) Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. (7) Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. (8) Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. (9) Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
El caso de Elías está muy claro, porque la Biblia dice que no murió sino que fue traspuesto al cielo en “un torbellino”. (2 Reyes 2:11). Es decir, él está corporalmente en el cielo, lógicamente con un cuerpo glorificado (1ª Corintios 15:49; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), porque “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1ª Corintios 15:50). También existe el precedente de Enoc que igualmente fue traspuesto para no ver muerte (Hebreos 11:5), y está en el cielo, vivo, con cuerpo celestial a la semejanza del de Cristo resucitado, no como espíritu, que es imposible, sino con su cuerpo. Leamos los textos que se refieren a esos dos eventos:
2 Reyes 2:11: Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.
Hebreos 11:5: Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
El caso de Moisés es distinto porque la Biblia dice que murió (Deuteronomio 34:5-8):
Deuteronomio 34:5-8: Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. (6) Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. (7) Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. (8) Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés.
San Judas apóstol en su epístola universal da a entender que Moisés fue resucitado y llevado al cielo (Judas 9). Enoc y Elías tipifican a los salvos que, estando vivos cuando aparezca el Señor en gloria, y que serán transformados, –quiere decir, convertido lo corruptible en incorruptible, el cuerpo animal, en cuerpo espiritual (1ª Corintios 15:44,51,53)– son arrebatados al cielo a recibir a Cristo (1ª Tesalonicenses 4:13-17). Y Moisés representa a los salvos muertos, que cuando aparezca Cristo en su segunda venida, serán resucitados, y transformados sus cuerpos a semejanza del mismo cuerpo glorioso de Cristo.
En mi opinión, si Moisés no hubiese resucitado no habría podido presentarse corporalmente, junto con Elías en el monte de la transfiguración, porque no existe la vida después de la muerte sin el cuerpo. El ser humano es corporal y físico, y convertirse en espíritu sería adoptar una naturaleza para la que nunca fue creado, y que no le corresponde de ninguna manera. Por eso, la Palabra de Dios dice expresamente en Judas 9, que el cuerpo de Moisés fue rescatado por “el arcángel Miguel [cuando] contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés”.
Judas 1:9: Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
¿Qué pretende revelarnos la Palabra de Dios con la descripción de esa contienda por el cuerpo de Moisés? ¿Para qué le iba a servir a Dios rescatar un cuerpo muerto, más o menos corrompido o incluso convertido en polvo?
Lo que quiere decirnos la Palabra, con la lucha por el cuerpo de Moisés entre dos entidades celestiales que se lo disputan, no es que Dios precisara el cadáver de Moisés para poder resucitarlo. Lo que se estaba disputando es el derecho a la vida eterna de Moisés, puesto que, como todo ser humano, había pecado, y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23); y todavía Cristo no había muerto en su lugar, para pagar la deuda de sus pecados, por lo que era reo de muerte, y por tanto, no tenía el derecho de ser absuelto y volver a la vida. De ahí la oposición del diablo, que podía alegar que resucitar a Moisés, o cualquier otra persona, sin que se hubieran saldado sus deudas, significaba una injusticia por parte de Dios, pues el pecado quedaba impune. Sin embargo, la perspectiva de Dios es diferente, pues, Cristo había sido destinado desde antes de la fundación del mundo, para ser el Cordero sin mancha y contaminación, que por medio de su sangre preciosa, en el sacrificio de su vida, rescataría a todo aquel que en Él creyera (1ª Pedro 1:18-20; Juan 3:16).
Para Dios, que vive en la eternidad, no hay tiempo, Él vive un presente eterno. El sacrificio redentor de Cristo, como paga de la deuda del pecado, es válido desde la eternidad, porque Él se ofreció al Padre, antes de la fundación del mundo, para ser la victima propiciatoria, el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29). Por ese motivo, todos los creyentes que murieron antes de Cristo han recibido el derecho a la vida, a ser resucitados para vida, en el día final. Pero solo los personajes citados viven en el cielo, y posiblemente también los resucitados como primicias de la resurrección de Cristo, y que cita el Evangelio de san Mateo:
Mateo 27:52-53: y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; (53) y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
Resumiendo, por todo lo expuesto arriba, creo haber probado que ni Moisés ni Elías estaban durmiendo en el sueño de la muerte en el sepulcro, y que tampoco eran espíritus desencarnados, sino hombres cuyos cuerpos fueron transformados en cuerpos celestiales o espirituales a semejanza del cuerpo resucitado de Cristo. Los seres humanos no pueden vivir desencarnados, como espíritus puros, porque esa dimensión es extraña a la naturaleza humana, y a su esencia como criaturas de Dios distintas a los ángeles, que sí son espíritus puros.
3. "¿Cómo es que Jesús dice aquello de que Dios (su Padre) es un Dios de vivos y no de difuntos (Mateo 22:31)?" (José Luis)
La Sagrada Escritura dice que Dios es Dios de vivos y no de muertos (Mateo 22:31-33; Marcos 12:18-27; Lucas 20:27-40):
Mateo 22:31-33: Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina.
¿Demuestra esto que los muertos están viviendo con Dios como espíritus desencarnados o consumiéndose en el infierno?
Nada más lejos de la realidad; de ninguna manera esos textos pueden respaldar esa interpretación, pues es totalmente evidente que el contexto está hablando de la resurrección, que es cuando volverán a vivir, y esa es la razón de la expresión “Dios es Dios de vivos”, pues Él los resucitará.
No obstante, dejemos que la misma Biblia se interprete a sí misma. La explicación y respuesta a estos interrogantes, la da Jesús mismo, en el pasaje paralelo de Lucas 20:27-40:
Lucas 20:37-39: Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. (38) Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. (39) Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
Jesús explica claramente aquel episodio de la zarza de Éxodo 3:6, en el que Dios, el Señor, se presenta como Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Él lo interpreta como la enseñanza de que los muertos han de resucitar, y lo que dijo Jesús ya no es discutible. Luego, no se trata de que Abraham, Isaac y Jacob, estén viviendo, despojados de sus cuerpos, en forma de espíritus en el cielo, sino que volverán a vivir cuando se les resucite, junto con todos los demás difuntos que haya habido hasta la segunda venida en gloria de Cristo (1ª Tesalonicenses 4:13-18). Pero por si esto no hubiera sido suficiente aclaración, Jesús arroja todavía más luz en su siguiente frase –“Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lucas 20:38). No afirma que los muertos están viviendo en otra dimensión espiritual, sino simplemente, que para Dios todos viven, porque Él está fuera del tiempo, y vive la eternidad como un presente eterno, en el que todo subsiste.
Sería bueno analizar también el versículo anterior, contexto inmediato de Lucas 20:
Lucas 20:36: Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección
“No pueden ya más morir […] al ser hijos de la resurrección” (Lucas 20:36), luego antes de la resurrección no tenían la inmortalidad, y, por tanto, ningún tipo de vida consciente. “Dios no es Dios de muertos […] pues para Él todos viven”, significa que, aunque realmente estén muertos, algún día resucitarán, se les dará la vida de nuevo, por el poder del Dador de la vida, que es Cristo (Hechos 3:15). El versículo 37 es clave porque claramente indica que Dios, siendo Dios de Abraham, Isaac y Jacob, personas evidentemente muertas no es Dios de muertos, no por la razón de que estuvieran sus espíritus vivos, sino porque los “muertos han de resucitar”; y la explicación de Cristo es irrefutable.
Naturalmente que para Dios todos viven. Antes de que existiera vida en este mundo, el planeta Tierra, ya vivían en la mente de Dios todos los que habían de ser salvos y todos los hijos de perdición (Efesios 1:3-13; Romanos 8:28-39; 2ª Timoteo 1:9; 1ª Pedro 2:8; 2ª Pedro 2:9; Judas 4; etc.).
2ª Timoteo 1:9: quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,
Estarás de acuerdo conmigo que la Palabra de Dios no prueba en absoluto con ese texto la existencia de la vida fuera del cuerpo; por el contrario, apoya más la idea de la mortalidad del alma, y de que solo hay vida después de la resurrección.
4. "Otra objeción: ¿cómo interpretas extensas partes del Libro del Apocalipsis en el que Juan observa la adoración en el Cielo, la llegada de los que son salvados de la Gran Tribulación, etc. Se supone que todo eso sucede ANTES del Juicio Final.... ¿o es una mala interpretación?" (José Luis).
Seguramente te estás refiriendo a los textos de Apocalipsis 7:9-17, donde el apóstol Juan recibe la visión de “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; […] (14) Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.[…] (17) porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Apocalipsis 7:9,14,17).
La palabra “apocalipsis” significa revelación. El libro de Apocalipsis está escrito en un lenguaje eminentemente simbólico para desvelar eventos futuros. Así lo testifica san Juan que inicia su libro diciendo “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto…” (Apocalipsis 1:1). Algunos han entendido “pronto” como muy cercano en el tiempo. Sin embargo, este término “pronto” es relativo, pues para una persona puede ser pronto hablar de días, meses o años, y para otra también sería pronto referirse a unos cuantos siglos. Pero nos interesa especialmente lo que significa “pronto” para Dios, que “un día es como mil años, y mil años como un día.” (2 Pedro 3:8).
Digo todo esto, porque mi interpretación del libro del Apocalipsis no es preterista, –como la de algunos que creen que todo lo revelado en este libro se habría cumplido en los primeros siglos– sino que, en mi opinión, el libro Apocalipsis, también llamado Revelación, desvela la historia de la salvación y de la Iglesia hasta el fin del mundo. Lo que para san Juan era futuro, para los que vivimos en el siglo XXI forma ya una parte de la historia. Pero hay muchos eventos que, en mi opinión, están todavía en nuestro futuro, porque se refieren a los eventos cercanos al fin del mundo, e incluso posteriores a él, que se sitúan después del juicio final, en el Cielo, y que terminan con la restauración de este planeta, y el establecimiento de un “cielo nuevo y una tierra nueva” (Apocalipsis 21:1).
A causa, pues, de su lenguaje simbólico, debemos ser muy cautelosos en la interpretación del Apocalipsis. Sin embargo, hay símbolos cuyo significado está universalmente aceptado en el mundo cristiano, como son, por ejemplo, el Cordero que representa a Cristo, y las vestiduras blancas con que se describe a todos los que componen la gran multitud, que son símbolo de la justicia que es imputada e impartida a todo cristiano que acepta a Cristo como su Redentor y Salvador, que muere en lugar del pecador, mediante el sacrificio vicario en la cruz. Todos los pecadores que ejerzan esta fe son “justificados gratuitamente por Su gracia [la de Dios], mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24). Pues bien, estar vestido de “vestiduras blancas” simboliza estar revestido con la justicia de Cristo, y por tanto, estar o ser salvado”.
Aparte de identificar los símbolos que van apareciendo es muy importante ubicar en el tiempo los eventos que se describen en los pasajes correspondientes. Por tanto, para responder a la pregunta de mi querido amigo y hermano José Luis –que se refiere a si la gran multitud que ve san Juan en el cielo “delante del trono y en la presencia del Cordero” (7:9) llegó “antes del juicio final” o después– es preciso dilucidar cuando subió al cielo toda esa multitud. Así como si es un evento que está en el pasado, o por el contrario, se ubica en el futuro. ¿Se trata de un evento histórico con respecto a nuestro presente, y por tanto, sucedido antes del juicio final? ¿Pertenece a nuestro futuro pero sigue ubicándose antes del juicio final, o decididamente podemos situarlo después del juicio final?
San Juan relata las visiones que fue recibiendo siguiendo un cierto orden, que en ciertas ocasiones necesariamente será cronológico para que la narración sea entendible, ubicando determinado evento secuencialmente a otro, que pueda, por su singularidad o características descritas, ser fácilmente ubicable en la historia o en el futuro.
La escena de la gran multitud que ve san Juan en el cielo “delante del trono y en la presencia del Cordero”, que se desarrolla en el capítulo siete y versículo nueve, sigue secuencialmente a otros eventos que él describe en el capítulo seis, inmediato anterior. Por tanto, deberá ser el contexto de estos versículos, los que ubiquen, en el tiempo, la citada visión de la multitud en el Cielo. El apóstol, tanto en Apocalipsis 7:9 como en 7:1, empieza diciendo “Después de esto…”; lo que nos debe llevar a averiguar lo que relató antes, que lógicamente se encuentra en el capítulo seis. Veamos que eventos suceden:
Apocalipsis 6:9-17: Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. (10) Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (11) Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. (12) Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; (13) y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. (14) Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; (16) y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; (17) porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
Claramente, lo que se describe desde los versículos 14 al 17 de Apocalipsis 6 es la escena del juicio de Dios sobre todos los malvados que han llegado con vida al momento de la Segunda Venida en gloria de Cristo. “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; (16) y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apocalipsis 6: 15,16). Esta es la reacción de los perdidos. Sin embargo, muy distinto es el destino de los salvados que vivan cuando Cristo aparezca en gloria, y el de “los que durmieron en Él”, los cuales “resucitarán primero”, y serán “arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:14-17).
San Juan afirma que el evento de la gran multitud en el Cielo, “delante del trono y en presencia del Cordero” (7:9), se produce después del juicio del fin del mundo descrito en los textos anteriores citados (6:15,16), como así lo evidencian sus palabras –“después de esto”–, con las que empieza la visión citada de la gran multitud en el Cielo(7:9). Por otra parte, la pregunta registrada en 7:13 –“¿quiénes son, y de dónde han venido?”– es respondida en el versículo siguiente: “Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:14).
Esta “gran tribulación” generalmente suele interpretarse como la que sufren todas las gentes que vivan en el momento de la aparición de Cristo en gloria. No obstante, en mi opinión, también participan en esta gran tribulación todos los salvados de todas las épocas que son resucitados con la parusía de nuestro Señor, según indica 1ª Tesalonicenses 4:13-18. Por tanto, esta “gran multitud” (7:9) que “sale de la gran tribulación” (7:14) estaría compuesta por esos dos grupos de salvados citados antes: los salvados que murieron de todas las épocas y que son resucitados por Jesús en su segunda venida y los salvados que viven todavía en el momento de su Parusía. Con mucha probabilidad, este último grupo es el que se describe en Apocalipsis 7:1-8 – los 144.000 sellados. Este número es claramente simbólico, y representa al Israel espiritual que es sellado hasta el fin del mundo, englobando a todos los salvos que van a recibir a Jesús sin haber pasado por la muerte primera. Esta es, posiblemente, la razón de que se nombren aparte; porque ellos tienen una experiencia diferente al haber vivido hasta el fin del mundo, sufrido la gran tribulación y recibido a Jesús en el aire sin haber pasado por la muerte.
Si esta interpretación es correcta todo encajaría perfectamente como si de un puzle se tratara. Pues, entonces, “la gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas” (7:9) estaría formada por todos los salvados de todas las épocas que reciben el premio final de la vida eterna, no cuando murieron sino en el día del fin del mundo y de la Resurrección final. Son todos aquellos que al aceptar el sacrificio redentor de Jesucristo, reciben la justificación de vida, simbolizada por “vestiduras blancas”, que son resultado de que han “lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (7:14). Esta es la forma que Dios salva desde el principio del mundo, luego aquí están incluidos no solo los que salen de “la gran tribulación”, que se produce al fin del mundo, sino también todos los salvados de todas las épocas que son resucitados en la Parusía de Cristo. Esto concuerda con las declaraciones del profeta Daniel y del propio Jesús (véase Daniel 12:1-2; Mateo 24:21; Marcos 13:19):
Daniel 12:1,2: En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. (2) Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.
Mateo 24:21: porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.
Marcos 13:19: porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
Está gran multitud –formada no solo por los que salen de la “gran tribulación” sino también por todos los salvados de todas las épocas que estando muertos, son resucitados cuando Cristo aparece en gloria (Daniel 12:1,2)– no está ahora en el cielo, pues se trata de un evento situado todavía en el futuro, cuando Cristo venga en gloria a rescatar a su Iglesia. Véase también como Apocalipsis 21:1-7, y especialmente el versículo cuatro, sitúa dicho evento cuando existan “cielo nuevo y tierra nueva”. Es solo entonces cuando “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1-7, compárese con Ap. 7:17).
Apocalipsis 21:1-7: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. (6) Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. (7) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
5. ¿Qué simboliza la visión de las almas “bajo el altar” que en el cielo claman a Dios pidiendo venganza? ¿Son los espíritus desencarnados de los difuntos? (Ap. 6:9-17)
Apocalipsis 6:9-17: Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. (10) Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (11) Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. (12) Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; (13) y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. (14) Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; (16) y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; (17) porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
¿Las almas de los muertos que el apóstol Juan vio bajo el altar del cielo clamando venganza a Dios son literales o simbólicas (Apocalipsis 6:9-11)?
Si interpretamos literalmente los citados textos de Apocalipsis 6:9-11, de forma aislada, sin comparar con otros textos bíblicos, y sin tener en cuenta el contexto, y el carácter simbólico de este libro, –debido a la influencia de la tradición popular, que ha condicionado las ideas de la mayoría–, se podría creer equivocadamente que, realmente, hay unas almas o espíritus desencarnados que están en el cielo, bajo un altar, clamando a Dios para que haga justicia con los que derramaron su sangre. Pero el término “alma” en la Biblia no es igual a “espíritu” sino que equivale a “vida”, “ser viviente” (Génesis 2:7) o bien “alma viviente” (1ª Corintios 15:45); es decir, la persona completa es un alma viviente. Por otro lado, san Pablo, también hace distinción entre alma y espíritu, cuando declara “[…] y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesús” (1ª Tesalonicenses 5:23). Además, como mínimo, es muy extraño el detalle de que las almas son vistas por san Juan bajo el altar, lugar, no muy propio para vivir seres conscientes ante la presencia de Dios, y clamando por venganza, lo que tampoco es usual, desde el punto de vista cristiano, aunque humanamente sería lógico pedir que Dios hiciera justicia a los culpables.
Como es bien sabido, para interpretar correctamente la Biblia, tenemos que tener en cuenta el contexto, y comparar con otros pasajes similares, y saber discernir si el autor está hablando simbólica o literalmente. Al respecto, es evidente que el libro de Apocalipsis está plagado de símbolos, y, por tanto, es necesario interpretar la realidad que representa el símbolo o figura. La idea preconcebida, tan extendida de la inmortalidad del alma, y de su vida consciente después de la muerte, y su deseo de que sea así, ha inclinado a muchos a tomar al pie de la letra, o literalmente los textos de Apocalipsis 6:9-11, para enseguida sacar la siguiente conclusión equivocada: “Si las almas están hablando con Dios es porque tienen vida consciente después que se desprendieron del cuerpo”.
Tratemos de ser imparciales, y consideremos, por favor, el contexto de esos pasajes que están dentro del capítulo seis, el cual habla de los “sellos”. ¿Qué son esos sellos y qué hace el Cordero con uno de ellos (Apocalipsis 6:1)? Aquí en este primer versículo ya tenemos un gran símbolo. Estoy seguro que nadie creerá que san Juan, el autor del libro de Apocalipsis, también llamado la Revelación de Jesucristo, esté refiriéndose a un cordero literal, sino al Cordero que fue inmolado por nosotros antes de la fundación del mundo (1ª Pedro 1:18-19; Apocalipsis 5:6). El único Cordero que quita el pecado del mundo es Jesucristo (Juan 1:29). Ya tenemos un símbolo descifrado. Este símbolo del Cordero ha sido fácil ¿verdad? Ahora, vamos a los sellos. ¿A qué se refiere Juan? La respuesta está en Apocalipsis 5:1-5:
Apocalipsis 5:1-5: Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. 2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? 3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. 4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. 5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
Los sellos están cerrando un libro, sostenido por “la mano derecha del que estaba sentado en el trono”. Éste debe ser Dios, con toda seguridad. Y el único que puede abrir el libro y desatar sus siete sellos es el León de la tribu de Judá, la raíz de David. También está claro que se refiere a Cristo. ¿Y el libro? ¿Es simbólico o literal? Si el libro es simbólico también lo son los sellos que lo cierran. En mi opinión, el libro representa la historia de la salvación de la humanidad que solo ha sido posible por la Encarnación, vida y muerte en la cruz y resurrección de Cristo. A eso se refieren los siguientes textos:
Apocalipsis 5:8–10:Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; 9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
Volvamos al texto de Apocalipsis 6:9-11, que se aduce como prueba de que las almas, cuando los seres humanos mueren, se desprenden del cuerpo y van directamente al cielo o al infierno, para analizarlo con detenimiento. Leamos de nuevo los textos citados, para a continuación exponer los comentarios al mismo:
Apocalipsis 6:9-11: Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
A) Las almas no están en el Paraíso, ni gozando de la gloria de Dios, sino pidiendo venganza porque han sido sacrificadas, han derramado su sangre, entregado su vida, por la Palabra de Dios, por eso aparecen en un lugar muy apropiado, debajo del altar. Se supone que si estuvieran realmente en la presencia de Dios tendrían paz y gozo, y no deseo de justicia y venganza. Pero, debemos además, descifrar los símbolos y lo que nos quieren revelar: ¿Qué puede significar este altar? ¿Dónde está el altar? Y ¿en qué momento de la historia claman venganza? ¿Es en el juicio final o antes?
B) Notemos, que el único consuelo que se da a esas almas es unas “vestiduras blancas”, y se les dice que sigan descansando un poco más. ¿Para qué necesitarán ellos unas vestiduras blancas si son espíritus desencarnados? Y ¿qué significa que descansen un poco de tiempo hasta que se complete todo el número de los que habían de ser muertos como ellos? ¿No será que tienen que esperar a que se produzca el juicio final y la resurrección de los justos, y hasta entonces permanecen descansando en los sepulcros?
No es pues difícil deducir que “las vestiduras blancas” son símbolos de otra realidad, al igual que el descanso de las almas, que no es más que el sueño totalmente inconsciente de la muerte. Las vestiduras blancas son el único y esencial consuelo que se da estas almas, porque ellas representan la justicia de Cristo que han obtenido por su fe en Él, la única justicia que puede el ser humano ofrecer a Dios, y la que le faculta para la vida eterna. Doy por hecho que entendemos que la justicia de Cristo es la que nos proporciona la justificación por la fe y perdón de todos los pecados, o sea consiste en ser declarado justo y puro ante Dios, y salvo para vida eterna; porque nuestros pecados son cargados en Cristo, y nos apropiamos de su justicia porque Él murió por nosotros, los que le aceptamos como Salvador. Eso es lo que representan “las vestiduras blancas”.
El altar del cielo (Apocalipsis 6:9; 8:3-5; 9:13) es donde Cristo intercede con su sangre para la salvación de la humanidad (Hebreos 7:25; 9:11,12,24; 10:19,20), y se corresponde con el altar de los holocaustos que Dios mandó construir a Moisés, y donde se realizaban los sacrificios de animales, que prefiguraban el sacrificio redentor de Cristo, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Véase Éxodo 27:1 ss.; 1 Reyes 8:64; 2 Reyes 16:14; Ex9:25; Apocalipsis 8:3-5; 9:13; 14:14-20; 16:7; 20:4). Un lugar muy significativo, bajo el cual aparecen las almas que han sido redimidas por el Cordero.
Las almas son las vidas de los que murieron en Cristo, o especialmente en este caso, los “muertos por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio que tenían” (Apocalipsis 6:9úp), aquellas que fueron redimidas con su sangre, y que esperan de forma totalmente inconsciente en el sepulcro el momento en que serán resucitadas y glorificadas cuando Él venga en gloria. Están debajo del altar, como símbolo de que han sido rescatadas por el Cordero que fue inmolado sobre el altar terrestre de la cruz, prefigurado, a su vez, por los corderos que se sacrificaban en el altar de los holocaustos, es decir, se sacrificaba a un animal inocente, en lugar del pecador culpable, lo mismo que haría Cristo con nosotros. Él pagaría con su muerte la penalidad de nuestros pecados para que nosotros pudiésemos recibir la vida eterna. Estos santos son visualizados por el apóstol Juan como teniendo vida y hablando con Dios de forma simbólica a fin de revelar el plan de Dios de salvación y dar esperanza a los mártires y a todos los que sufrirán a causa de su fe en Cristo.
6. ¿Demuestra la parábola del rico y Lázaro que los espíritus de Abraham y Lázaro están ahora viviendo, como seres autónomos dotados de plena consciencia, en el Paraíso celestial y en el infierno, respectivamente (Lucas 16:19-31)?
La doctrina católica refiere que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere, y como consecuencia del mismo, Él los envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.
Esta creencia católica es bastante similar a la del cristianismo evangélico, si se exceptúa el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al cielo o al infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal. Por eso, no está demás transcribirla a continuación:
Lucas 16:19-31: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
En dicha parábola, se citan dos lugares que están separados por una “gran sima” (Lucas 16:26)1. Uno de estos lugares es llamado el Hades, un lugar donde supuestamente va a parar el espíritu del hombre rico para sufrir tormentos (Lucas 16:23,24). Sin embargo, nótese que se describe el espíritu de Lázaro como teniendo ojos y lengua que necesitaba ser refrescada con agua, porque estaba siendo atormentado por una llama.
El otro lugar, adyacente al Hades, que estaba separado solo por “una gran sima”, es llamado el “seno de Abraham” (Lucas 16:22); la parábola relata que al morir el mendigo Lázaro fue llevado por los ángeles a este último lugar. Se describe un diálogo en el que el rico, al ver “de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno (V.23)”, le pide ayuda: “Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado” (Lucas 16:25).
En primer lugar, el contenido de la parábola, ya sea que corresponda a un hecho real e histórico o simplemente fruto de la tradición existente, se sitúa, evidentemente, en el pasado, en la época de Jesús o anterior, antes del juicio final por tanto. Esta ubicación en el tiempo se evidencia porque el rico ruega a Abraham para que envíe a Lázaro a testificar a sus cinco hermanos (del hombre rico), a fin de que ellos, pudiesen ser salvos, y no fuesen también a ese lugar de tormento donde estaba el rico. Claramente este ruego del rico no tendría sentido si se ubicara después del juicio final, cuando ya no hay lugar para predicar la Palabra de Dios.
Sin embargo, nótese que el relato no nos habla, en ningún momento, de las almas o espíritus del rico y de Lázaro sino de sus personas enteras con cuerpo incluido. Se nos describe al rico sufriendo, en su cuerpo físico, el tormento de una llama, lo que contradice claramente la enseñanza de la Escritura, de que los cuerpos son resucitados en la segunda venida del Señor Jesús, que es cuando se realiza el juicio.
En segundo lugar, la figura literaria, que emplea Jesús en este relato, llamada prosopopeya, al igual que sus parábolas, tiene indudablemente un objetivo pedagógico, que en este caso no consiste en enseñar la existencia de vida consciente del espíritu o alma, sin el cuerpo, después de la muerte, pues ya hemos comprobado que en toda la narración no aparecen tales conceptos. Asimismo, Jesús no está confirmando la existencia real de dos lugares adonde van los muertos para desarrollar otro tipo de vida.
Según su descripción, el lugar donde es llevado Lázaro por los ángeles es denominado, “el seno de Abraham”, y allí reside Abraham (obsérvese que no está en el cielo). Y separado, por “una gran sima”, se encuentra el otro sitio llamado el Hades. Es curioso notar que los habitantes de uno y otro lado podían observarse y hasta comunicarse verbalmente. Por otro lado, por el resto de la Palabra de Dios sabemos que el Hades, equivalente al Seol, no es un lugar de tormentos, sino la morada de los muertos o cementerio.
¿Acaso nos dice la Biblia que el espíritu de Abraham vive en algún lugar?
Génesis 25:7-9: “7 Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. 8 Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo. 9 Y lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la cueva de Macpela, en la heredad de Efrón hijo de Zohar heteo, que está enfrente de Mamre, 10 heredad que compró Abraham de los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su mujer.”
Abraham, como le ocurre a toda persona al morir, exhaló su espíritu, y su cuerpo fue sepultado. La Biblia no dice que fue al cielo. En cambio, si tomamos las palabras literales de Jesús como si se tratase de la descripción de hechos, lugares y personajes reales, deberíamos admitir que Abraham, toda su persona -la Biblia no habla en ningún momento del alma o del espíritu de Abraham- está viviendo en un lugar llamado “el seno de Abraham”, donde también ha ido a parar el mendigo Lázaro, y nadie más que se sepa. En ninguna parte de la Biblia, que yo conozca, se nombra o se describe este lugar. No obstante, si realmente existiese, no estaría muy lejos del lugar llamado el Hades, puesto que están separados por “una gran sima”, pero que ésta no impide que el rico y Abraham, al parecer, se puedan observar y comunicar verbalmente, aunque ese obstáculo o frontera sí tiene capacidad de evitar que sus habitantes pasen de un lugar a otro.
Nótese que el rico sólo habla con Abraham para solicitarle que envíe a Lázaro a fin de prevenir a sus cinco hermanos de los tormentos a que podían verse sometidos cuando murieran si se comportaban como él mismo lo había hecho. Es evidente que todo es figurativo. Se está poniendo en boca del rico muerto una petición a un personaje histórico muerto, y que en el supuesto que el alma o espíritu de Abraham viviera de forma consciente como una persona, le resultaría imposible a él, hacer que Lázaro resucite y vuelva a la Tierra sólo para informar a los hermanos del rico del castigo a que pueden estar expuestos. En la respuesta de Abraham se ve claramente que él no piensa que sea posible enviar el espíritu de Lázaro a la Tierra sino fuese antes resucitado. Por eso le dice al rico: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos” (Lucas 16:31). “Levantarse de los muertos” sin duda significa ser resucitado. Por otra parte, la repuesta que Jesús pone en boca de Abraham a la petición de ayuda del rico no es un hecho histórico sino que forma parte de la misma escenografía, pues la razón aducida por Abraham “recibiste tus bienes en tu vida” no es razonable, ni lógica, ni ajustada al espíritu de la Biblia. Nadie es condenado por el hecho de ser rico y de tener muchos bienes, sino por hacer mal uso de ellos y ser inmisericorde.
Ahora vamos a tratar de identificar el lugar donde fue a parar el rico llamado el Hades. La última parte de Lucas 16: 22 dice: “...Y murió también el rico, y fue sepultado.”, y a continuación en el versículo 23: “Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno”. Notemos que la Escritura dice claramente que el rico fue sepultado. Sin embargo, no dice que su espíritu o alma fuese al Hades, sino que más bien, identifica el Hades con la sepultura (al igual que el Seol en el A.T.), pues desde allí el rico “alza sus ojos”. Es decir, ¿Dónde están sus ojos? En su cuerpo. ¿Dónde fue puesto su cuerpo? En la sepultura.
El relato es claramente una prosopopeya, que según alguna de las definiciones de los diccionarios, es una figura retórica consistente en presentar seres irracionales que hablan y se comportan como personas, o bien en poner el escritor o el orador palabras o discursos en boca de personas verdaderas o ficticias, vivas o muertas. Generalmente su objeto es dar una enseñanza moralizante, por medio de personajes y lugares reales o de ficción. Más adelante, pues, trataremos de identificar cual es la lección, enseñanza o doctrina que quiere mostrarnos nuestro Señor Jesús.
Lucas 16:23, 24: “(23) y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. (24)Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua”, porque estoy atormentado en esta llama.”
Nos parece una parábola, o prosopopeya, además de por las razones ya citadas, por las siguientes:
- Es evidente que cuando alguien muere, el cuerpo queda en la sepultura, se convierte en polvo y no será recreado hasta la resurrección. En el supuesto que el alma o espíritu tuviese existencia o vida independiente del cuerpo, ¿podría tener ojos (vers. 23), lengua (vers. 24), dedos (vers.24), como se menciona en la parábola?
- ¿Podría ser refrescado o aliviado el atormentado rico con que sólo la punta del dedo de Lázaro, mojada con agua tocase su lengua, cuando estaba siendo atormentado en una llama?
- La parábola no nos describe el espíritu desencarnado del rico consumiéndose o ardiendo en un supuesto infierno al que se le llamaría Hades, sino a la persona entera, con su cuerpo, como si estuviera viva, cuando sabemos que su cuerpo está en la sepultura y allí no existe un fuego eterno.
- ¿Nos está enseñando la Palabra de Dios que las almas que están en el infierno pueden hablar o comunicarse con las que se hallan en el cielo? O bien, como se presenta en la parábola, ¿es una realidad que las almas que están en el “Hades”, en este caso la del rico, se pueden comunicar con las que están en el “seno de Abraham” donde reside, según la parábola, al menos Abraham y el mendigo Lázaro? No tiene ningún sentido, y además se contradice, como hemos visto, con otras partes de la Biblia. En mi opinión, esta narración no tiene por objeto, describirnos, el cielo, ni el infierno, ni que existe consciencia después de la muerte, sino lo que veremos más adelante. Además, si el Hades es un lugar de tormento, ahí van a parar todos los muertos, los buenos y los malos, incluso la Biblia dice que Jesús al morir fue al Hades.
- Aunque pudiesen haber existido los personajes citados (el rico y Lázaro), con las citadas características extremas, de riqueza por un lado, y de pobreza e indigencia por el otro, lo que no es de extrañar, pues siempre ha habido pobres y ricos, el relato, no trata de dar una descripción histórica de los personajes y de los lugares de destino, como sitios de recompensa, castigo o premio, pues el mero hecho de ser rico o pobre en esta vida no conduce necesariamente a uno de los dos lugares descritos anteriormente. Se trata, pues, de una parábola la cual debemos interpretar, y según las reglas de interpretación de las mismas, averiguar qué enseñanza o enseñanzas pretende trasmitirnos.
- Puedo encontrar, fundamentalmente, primero, la enseñanza de que la salvación viene por el oír la Palabra de Dios: “A Moisés y a sus profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:29; Romanos 10:17); segundo, que las personas no son convertidas por ciertos acontecimientos por muy milagrosos que sean. Esto se refiere al hecho de que si las personas no llegan a creer mediante la predicación de la Palabra, tampoco creerán si vieren un milagro, como el que cita aquí, “aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31). También, podemos ver un sentido moralizante o de advertencia sobre los destinos a los que nos puede llevar nuestra conducta en esta vida: A los «fariseos, que eran avaros», como se lee poco antes (Vers. 14), Jesús enseña que en la vida futura habrá un destino diferente de acuerdo con la actitud que cada uno haya tomado en la tierra frente a Dios y a los bienes de este mundo.
Con esta parábola Jesús no confirma en absoluto que haya vida consciente sin cuerpo después de la muerte sino que, por el contrario, hace referencia a la resurrección como única posibilidad de comunicarse con los vivos: “Si no oyen a Moisés y a los profetas tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare (resucite) de los muertos” (Vers. 31). Luego para Jesús, la única posibilidad de que alguien del más allá se comunique con los vivos de este mundo es mediante la resurrección.
La ingenuidad y sencillez del relato, el hecho de que el rico pudiera ver a Abraham y al mendigo lázaro, siendo que el primero está en un supuesto infierno temporal y los otros dos en una especie de paraíso transitorio, evidencia que se trata de una parábola, que como tal no pretende describir una realidad espiritual sino solo una enseñanza moral. Aunque parezca increíble tanto católicos como evangélicos toman este relato de Jesús como algo real.
Era importante entender bien esta parábola para interpretar adecuadamente las palabras que Cristo en la cruz dirige al “buen ladrón”: Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
7. ¿Fue el buen ladrón, que fue crucificado al lado de Jesús, al Paraíso, el mismo día que murió, sin esperar al día de la Resurrección? (Lucas 23:43).
El malhechor crucificado al mismo tiempo que Jesús, conocido como el “buen ladrón”, poco antes de morir, demostró su fe reconociendo a Jesús como su Salvador, por lo que recibió la promesa de que iría al paraíso. Podemos leer el contexto más amplio en Lucas 23: 39-43. Nuestro análisis se enfoca a los siguientes dos textos 42 y 43 de Lucas 23.
Lucas 23:42-43: “(42) Y dijo a Jesús: acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (43) Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”
En esta declaración de Jesús, tal como está expresada en la mayoría de las traducciones, muchos han querido encontrar la confirmación de que el alma o el espíritu son inmortales, y que cuando uno muere, sólo muere el cuerpo, en tanto que el espíritu sigue viviendo, de forma consciente, y es trasladado al Paraíso.
En primer lugar, cualquier pasaje o versículo de la Biblia se debe interpretar siempre a la luz del contexto inmediato, cercano, lejano, así como del contexto general de la entera Palabra de Dios. Por tanto, no sería correcto que sobre un versículo aislado, sacado totalmente de su contexto y sin tener en cuenta el resto de la Biblia, se pretendiera extraer, y fundamentar la doctrina de la supervivencia e inmortalidad del alma después de la muerte.
En segundo lugar, el significado o sentido último que obtengamos o que se desprenda de la lectura superficial y ligera del mismo no puede estar en contradicción con las declaraciones y afirmaciones del resto de la Biblia. Si este fuera el caso deberíamos pensar que se interpreta incorrectamente o que la traducción del texto literal ha podido tener algún error.
La Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, a los profetas y hombres santos de Dios, y por eso no puede contradecirse. Sin embargo, debemos ser conscientes de las limitaciones humanas y de la imperfección del lenguaje, y de posibles errores de los traductores.
Los seres humanos al ser imperfectos, y actuar con ideas preconcebidas y prejuicios, empezando por los traductores más y menos antiguos, y siguiendo por todos y cada uno de los que interpretan la Biblia, han podido cometer errores, que no obstante, son detectables cuando analizamos el texto, sin partidismo, con imparcialidad, tratando, en todo momento, de dar al texto en cuestión un sentido que armonice con el conjunto total de la Revelación que Dios ha dado a la humanidad.
La doctrina católica refiere que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere, y como consecuencia del mismo, Él las envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.
Esta creencia católica es bastante similar a la del cristianismo evangélico, si se exceptúa el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al cielo o al infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal, basándose en la misma para fundamentar la esencia de esta doctrina.
Tanto católicos como evangélicos, al interpretar literalmente las palabras que Jesús le dijo al “buen ladrón” –De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43)– deducen lo siguiente:
- A) Jesús, el mismo día de la crucifixión fue directamente al “paraíso”.
- B) Igualmente, el buen malhechor fue con Jesús al “paraíso”, también en ese mismo día.
Sin embargo, observemos que el malhechor arrepentido no pretende ni pide estar en el “paraíso” con Jesús en ese mismo día, sino que denota ser bastante conocedor de la Sagrada Escritura al rogarle: “acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (Lucas 23:42). Esa es la petición correcta y la clave para entender lo que responde Jesús, que coincide plenamente con la bienaventurada esperanza de todos los cristianos de la venida en gloria de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo al final del mundo (Tito 2:13; Mateo 24:31; 25:31; Marcos 13:26-27; Lucas 13:28; etc.).
La Palabra de Dios afirma en multitud de textos que los creyentes irán al “paraíso” al fin de este mundo, “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, (32) y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.” (Mateo 25:31,32).
Entonces, no antes, sino en la Parusía, cada uno recibirá su alabanza de Dios, y serán vivificados, es decir, los muertos vuelven a vivir.
Mateo 24:31: Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
1ª Corintios 4:5: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
1ª Corintios 15:22-23: Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
1ª Corintios 15:51-55: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, (52) en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (53) Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. (55) ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
Colosenses 3:4: Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
1ª Tesalonicenses 2:19: Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?
1ª Tesalonicenses 4:13-17: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14) Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15) Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.(A)
2ª Tesalonicenses 1:7-10: y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, (8) en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; (9) los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, (10) cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).
2ª Tesalonicenses 2:1: Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,
2ª Timoteo 1:12: Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
2ª Timoteo 4:7-8: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. (8) Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.
Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “paraíso”.
Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
¿Cómo entender esta afirmación de Jesús porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?
La primera muerte es natural y en la Biblia se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo y eterno en sus consecuencias que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).
Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (26) Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.
Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).
Ahora, es necesario preguntarnos ¿cómo pudo Cristo prometer al “buen ladrón” que iría en ese mismo día al “paraíso”? ¿No está esto totalmente en contradicción con todos los otros textos de la Palabra de Dios que afirman lo contrario y con lo que Él mismo dijo en muchas ocasiones?
¿No puede haber un error en la traducción de ese texto tan discordante porque afirma “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 43) echando por el suelo y contradiciendo abiertamente todos los otros muchos pasajes bíblicos, incluso aseveraciones del propio Jesús?
En la frase de Jesús de Lucas 23:43 existen dos palabras clave que es necesario analizar para interpretar correctamente el texto bíblico –“hoy” y “paraíso”, y una tercera, la conjunción “que”, la cual, no está, al parecer, en los manuscritos más antiguos.
Lucas 23:43: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”
Se ha probado suficientemente por la sola Biblia que al Paraíso nadie va sino es mediante la resurrección. Ahora, abordaremos en primer término, lo que significa “paraíso” y en que lugar se encuentra o se ubica, según la Biblia misma. En segundo lugar, estudiaremos si, para evitar contradicción en el contexto bíblico, fuese más correcto que el adverbio “hoy” en esa declaración de Jesús calificase al verbo “decir” (“digo”), en lugar de al verbo “estar” (“estarás”).
¿Dónde ubica la Biblia el paraíso?
Todos estaremos de acuerdo que el paraíso primitivo estaba en el huerto del Edén, donde Adán y Eva vivieron hasta que pecaron (Génesis 2:8-15; 3:22). Allí se encontraban dos famosos árboles: el de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida en medio del huerto. Éste último sólo está en el paraíso, como comprobaremos más adelante en el libro de Apocalipsis.
Génesis 2:8-10: “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. 2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. 2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos.”
Génesis 3:22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.”
¿Dónde se encuentra actualmente el paraíso según la Biblia?
Por los siguientes versos deducimos que el árbol de la vida está actualmente en medio del paraíso de Dios.
Apocalipsis 2: 7: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”
¿Está el paraíso en el Hades, en el “seno de Abraham” o en el cielo con Dios?
Aparte de la parábola del Rico y Lázaro que ya analizamos anteriormente y en otro estudio, no hay apoyo bíblico para la creencia de que el paraíso se encuentre actualmente en el Hades o cerca del mismo. Incluso esta parábola no se refiere al paraíso sino al “seno de Abraham”.
Apocalipsis 22:2 nos expresa claramente que el trono de Dios y del Cordero estará en el paraíso, donde también está “el árbol de la vida”, y sabemos que el trono de Dios está en el cielo y no cerca del Hades, que según la parábola sería un lugar de tormentos, pero que en realidad no es más que una figura que representa al cementerio o la sepultura.
Apocalipsis 22:1-4,14: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. 3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. [… ] 14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”
Concluimos, pues, que el paraíso está en el cielo, donde se encuentra el trono de Dios, y allí está también el árbol de la vida, semejante al que estaba en el Edén de la primitiva Tierra. Seguidamente veremos que Jesús, mientras estuvo muerto, no pudo estar en el paraíso y sólo cuando resucitó fue al cielo.
¿Dónde fue Jesús el mismo día (viernes santo del año 30 d.c.) cuando murió en la cruz?
¿Fue Jesús directamente al paraíso en ese mismo día o tuvo una estancia de tres días bíblicos en el Hades o sea en la sepultura?
En ese mismo día tampoco Jesús fue al paraíso, porque Jesús resucitó al tercer día, el domingo de resurrección, y esa declaración la hizo el viernes, cuando murió, tres días antes de su resurrección. Es necesario saber que en la tradición judía, o sea bíblicamente hablando cuentan el día de la muerte y el de la resurrección como días enteros e inclusivos. Jesús murió un viernes por la tarde a la hora novena –las tres de la tarde– (Marcos 15:34), y resucitó el primer día de la semana (domingo). Sin embargo, cuando llegaron las mujeres a su sepultura “muy de mañana” (Lucas 24:1) “ya salido el sol” (Marcos 16:2), pero “siendo aún oscuro” (Juan 20:1), Él ya había resucitado. Por tanto, Jesús estuvo en el Hades, o sea en el sepulcro, apenas unos pocos minutos del viernes, porque el día bíblico termina a la puesta de sol, todo el día sábado, y una parte de la noche del sábado al domingo. Puesto que las mujeres fueron muy de mañana y ya había resucitado Jesús, pues la tumba estaba vacía, quiere decir que Jesús resucitó en cualquier momento desde la puesta de sol del día sábado hasta poco antes de que llegaran las mujeres. Por eso la Palabra dice que resucitó al tercer día, porque se computan ambos días, el viernes de su muerte y el domingo cuando resucitó.
En cualquier caso, Cristo no subió al cielo el mismo día viernes en que murió. ¿Por qué afirmamos esto? Porque cuando Jesús, el domingo, acababa de resucitar, se le presentó a María, y le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” (Juan 20:17). Luego es evidente que Jesús no se había presentado ante el Padre que está en el cielo. Luego tampoco fue al paraíso, porque, como hemos probado antes, el paraíso no está en el Hades sino con Dios en el cielo.
Por otra parte, el Salmo 16:10, refiriéndose a Jesús, dice: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.”, y en Hechos 2: 27, durante su primer discurso, Pedro identifica el Hades con el Seol, y, también, que David en ese Salmo se estaba refiriendo proféticamente a Jesús, del que dice que no sería dejado en el Seol o en el Hades para que no sufriese corrupción.
¿Qué quiere decir: “ni permitirás que tu Santo vea corrupción”?
Significa que tanto el Seol como el Hades son lugares donde se corrompen los cuerpos de los seres humanos. Es lo mismo que ocurre en las sepulturas o tumbas. Un cadáver, a los pocos días después de ser enterrado, empieza a descomponerse, hasta convertirse en polvo con los años. Dios no permitió que esto le ocurriera al cuerpo de Jesús porque fue resucitado al tercer día de su muerte: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Hechos 2: 27).
Pedro, lo explica magistralmente en los versos siguientes, Hechos 2: 29-35. David, aunque fue profeta, murió y fue sepultado como todo el mundo, “porque David no subió a los cielos;...” (Hechos 2:34). Como profeta tuvo el privilegio de conocer que Cristo Jesús nacería, según la carne, de su descendencia (verso 30) y le fue revelado que Jesús sería resucitado, por lo que “su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Verso 31). Sólo la resurrección evita la corrupción del cuerpo de Jesús, y da vida a su alma que había dejado de existir por tres días.
Otra prueba más: el apóstol San Pablo también afirma que el paraíso está en el cielo y no en el Hades.
2ª Corintios 12:1-4: “1 Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”
¿Dónde fue arrebatado Pablo en visión?
Fue arrebatado al paraíso
En 2ª Corintios 12:2 se nos dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, y en el versículo 4, se identifica el “tercer cielo” con “el paraíso”. Luego, el paraíso está en el cielo y no en el Hades. Posiblemente, el tercer cielo a que se refiere Pablo tiene que ver con el nuevo cielo que vio también Juan en visión, relatado en Apocalipsis 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. El primer cielo ya pertenece al pasado prehistórico, el cielo original de Génesis 1:1, y que luego con el diluvio sufrió una profunda transformación. El segundo cielo, que es el cielo y la tierra actual están reservados para el fuego en el día del juicio (2ª Pedro 3:7, 10). El tercer cielo, es el paraíso, y es a donde esperamos los creyentes que Cristo nos lleve en la resurrección (2ª Pedro 3: 13: “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”).
¿Adónde fue Jesús cuando resucitó? La respuesta está en Juan 14:1-4:
Juan 14:1-4: “1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.”
El paraíso ahora está en el cielo, que es a donde Jesús nos llevará cuando él regrese de nuevo en gloria:
1ª Tesalonicenses 4:13-18: “13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”
Pero nuestro paraíso definitivo se establecerá en una nueva tierra y en un nuevo cielo donde estará la nueva Jerusalén y donde Dios morará con los hombres:
Apocalipsis 21:1-4: “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”
8. Conclusión
A lo largo de este estudio, que se ha pretendido esté basado sólo en la Palabra de Dios, hemos visto lo siguiente:
- El paraíso no está en el Hades ni en el Seol, ni en “el seno de Abraham”, sino en el cielo. Aquellos son figura del lugar donde van a parar los muertos –el cementerio o la sepultura–, y ahí no hay vida de ningún tipo, ni material, por supuesto, ni espiritual (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:10).
- La Biblia localiza el paraíso en el cielo, donde está el trono de Dios. Donde Cristo fue a prepararnos las moradas para cuando él venga y seamos arrebatados en el aire para acudir a su encuentro (Juan 14:1-4; 1ª Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 2: 7; 21:1-4)
- Jesús no subió al cielo ni fue al paraíso el día que murió, pues estuvo en la sepultura o sea el Hades o el Seol, hasta el tercer día. Él mismo lo afirmó, al poco de resucitar, en Juan 20:17: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”
- Ningún ser humano cuando muere va al cielo, si antes no es resucitado y transformado en cuerpo glorioso (1ª Corintios 15:51-57). Ni siquiera David subió a los cielos (Hechos 2:24-35). Cuando uno muere “sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4; véase también Eclesiastés 9:10: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.).
- Si nadie va al paraíso hasta que Jesús nos resucite, se deduce fácilmente que el buen ladrón que fue crucificado al lado de Jesús, tampoco estará en el paraíso, pues no hay en la Biblia nada que indique que Dios haya querido hacer una resurrección parcial para este buen hombre, la cual, incluso se habría anticipado a la del Hijo Dios, Jesús. Por otro lado, el ruego que hace el buen ladrón a Jesús, era totalmente correcto, él pide: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” Está claro cuando esperaba recibir la recompensa, cuando viniera Cristo en su reino, nunca antes.
Puesto que Jesús, ni, por supuesto, el buen ladrón, fueron ese mismo día al paraíso como se refiere el verso de Lucas 23: 42: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, ¿debemos entender que laBiblia tiene contradicciones? ¿No será más bien que los traductores se equivocaron al traducir el texto original colocando el adverbio “hoy” calificando al verbo estar en lugar de hacerlo al verbo “decir”?
Según hemos averiguado, la frase del verso 42, en el manuscrito original no contiene la palabra “que” la cual fue añadida por los traductores y colocada de modo que la frase adquiriera el actual significado en que aparece en todas las versiones de la Biblia que yo conozco.
Por tanto, si prescindimos de la conjunción “que”, la frase sería la siguiente:
“De cierto te digo hoy estarás conmigo en el paraíso”
En este caso el adverbio de tiempo “hoy” podría calificar igualmente al verbo “decir” como al verbo “estar”. O sea que se podrían hacer las dos interpretaciones dependiendo si tenemos o no en cuenta el contexto general de la Biblia. Pues ya hemos visto que si aceptamos como correcta la actual traducción, tal como viene en la mayoría de las versiones de la Biblia, estaríamos ante una auténtica contradicción.
Puesto que la Biblia fue inspirada por el Espíritu Santo no puede tener contradicciones, y si las hubiere se deben, como en este caso, a error de los traductores, concluimos, pues, que el adverbio “hoy” necesariamente se está refiriendo a “digo” y no a “estarás”.
La frase del verso 43 de Lucas 23, teniendo en cuenta que en el original no aparecen las comas, podría quedar de las siguientes maneras:
- “De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso” ó
- “De cierto te digo hoy, que estarás conmigo en el paraíso”
Ambas son gramaticalmente correctas, y traducen el sentido de la frase adecuadamente para que exista armonía en esta frase con respecto al resto de las Sagradas Escrituras.
Este significado, aparte de armonizar con todo el resto de la Biblia, tiene un sentido lógico porque el adverbio enfatiza al primer verbo pronunciado por Jesús. El énfasis lo coloca Jesús en lo que dice hoy, no en que el suceso se iba producir hoy, porque Él está atravesando por los últimos instantes de su vida, crucificado como un malhechor, y sin embargo, en ese momento, en esa situación tan difícil para que alguien le reconociera como el Mesías Rey, es cuando se produce la conversión del buen ladrón, por eso, por la fe que experimentó éste, Jesús le prometió en ese momento: “estarás conmigo en el paraíso” un evento que está en el futuro, y que se cumplirá cuando el venga en su reino en gloria para recompensar a cada uno según sus obras.
Las cuestiones planteadas anteriormente se desarrollaron más ampliamente en los siguientes artículos:
1. ¿Los que mueren pasan a mejor vida?
2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.
3. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: el rey Saúl y la pitonisa de Endor
Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?
¿Fue Jesús al paraíso el mismo día que murió en la cruz o fue al Hades?
¿Existe vida humana consciente fuera del cuerpo después de la muerte
Recibe un abrazo de tu hermano en Cristo. Bendiciones.
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
1. La explicación de la parábola del Rico y Lázaro de Lucas 16:19-31 la publiqué en un artículo titulado: 2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.
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