Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

 

¿Cómo orar?

 

Versión: 25-09-16

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada hermana, me alegra que me preguntes sobre la oración, porque nuestro Padre Celestial quiere que nos relacionemos con Él, y la oración es la manera en que nos comunicamos con Dios y le demostramos nuestra confianza y amor. Nuestra naturaleza pecaminosa y nuestros pecados personales nos separaron de Él, y la religión cristiana tiene como misión volver a unir al ser humano con Dios, eliminando nuestra natural enemistad que existía con Él (Ro. 5:10; Ef. 2:1-10), mediante Cristo, nuestro Salvador y Redentor: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados…” (2 Co. 5:19).

Romanos 5:8-11: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (11) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

Pero tu pregunta es muy concreta y especifica:

“¿Cómo oras a diario?”

Inicio y termino cada día con una oración, y al mediodía agradezco a Dios por todo lo que nos da, y especialmente por el alimento que nos sostiene físicamente cada día, pidiendo que nos proporcione salud corporal.

En la oración matinal, empiezo siempre agradeciendo a Dios por la vida y la salud que me da a diario, y continúo presentándole todas las cosas que quiero llevar a cabo, pidiéndole su aprobación, inspiración y discernimiento para hacerlas. Es decir, le ruego que me ayude a vivir ese día de acuerdo con su voluntad, y en santidad, en entrega y amor a los que me rodean. La oración del final del día es de acción de gracias, por todas las cosas que Dios ha permitido que ocurrieran en mi vida, y rogarle que me haga mejor persona, corrija mis defectos, y perdone mis errores, si he tenido conciencia de haberlos cometido.

Pero nuestra oración a Dios no tiene límites ni debe ser nada rígida ni rutinaria, pues cada día podemos compartir con Dios todas nuestras inquietudes y sentimientos y deseos y necesidades, y le rogamos humildemente, que si es su voluntad corrija nuestros defectos y nos vaya transformando poco a poco a la imagen de Su Hijo –Jesucristo.

A continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico, veremos los textos en los que Jesús se refiere a la oración modelo que es el Padrenuestro, cómo debemos orar y condiciones e instrucciones para orar. Con esta oración Jesús enseñó a sus discípulos a orar, y, por tanto, es útil para todos los cristianos; pero es un error hacer vanas repeticiones de esta oración; ese no es el espíritu de la enseñanza de Jesús, sino para que la misma nos sirviera de modelo para nuestras oraciones personales, para que éstas contengan todos los ingredientes que tiene el Padrenuestro. Veamos los consejos que nos da Jesús:

Mateo 6:7-9: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (8)  No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. (9) Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

2. El modelo de oración que enseñó Jesús: El Padrenuestro

Mateo 6:9-15: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. (10)  Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (11) El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. (12) Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.  (13)  Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,(D) por todos los siglos. Amén.  (14)  Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;  (15)  mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

“Padre nuestro”

Jesús nos enseñó que podemos y debemos dirigirnos a Dios llamándole “Padre”, porque lo es, si le obedecemos como a un padre. ¿Hablaríamos a nuestros padres terrenales o a nuestros amigos, recitándole todos los días las mismas palabras?

“Santificado sea tu nombre”  

Con esta petición estamos expresando nuestro deseo de obedecerle en todo y de imitarle, siendo santos como Él es santo, porque ¿cómo podemos santificar el nombre de Dios si no es por medio de llevar unas vidas santas y de obediencia a Su Palabra? Es similar a lo de honrar a nuestros padres terrenales ¿cómo les honraríamos si no les obedecemos, les respetamos, y tenemos una conducta en nuestras vidas correcta, haciendo el bien en todo lo que realicemos?

“Venga tu reino”

Si un cristiano no desea que venga el Reino de Dios es porque todavía no le ha conocido. Esto es lo más importante para todo creyente: que venga el Reino de Dios, pues significa la paz, la alegría, el gozo, y la vida eterna. Antes que Jesús venga a establecer su Reino en el juicio final, ha de venir a nuestros corazones y ha de reinar en todo el que se considera creyente. Cristo debe vivir y reinar en nosotros, y lo hace mediante el Espíritu Santo morando en nuestras vidas, de forma que somos guiados por Él a toda la verdad (véase Mt. 4:17; 5:3; 6:33, 12:28; etc.).

“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”

Esta es la actitud que debemos tener al orar, pensando siempre que nuestros deseos y necesidades que le expresamos a Dios, no siempre serán beneficiosos para nosotros; puesto que nosotros ignoramos el futuro, debemos confiar en que Dios nos dará lo que más nos conviene en cada momento; también debemos ser pacientes y no pretender que Dios actúe milagrosamente al momento, pues Él dispone cuando lo considere oportuno. Por tanto, podemos y debemos pedir y expresarle a Dios todo lo que creamos necesario para nuestra vida, pero siempre terminar diciendo, pero “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. En la oración debe mostrarse nuestra fe en Él, nuestra confianza total, nuestra entrega y sumisión a sus infinitamente sabios designios. Es decir, debemos creer que Dios nos ha escuchado y que obrará para que todo se haga según su voluntad, y por tanto, siempre debemos mostrarle agradecimiento, porque Él nos dará todo lo que necesitamos para que crezcamos en la fe, en la gracia, y en santidad y amor.

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”

Esto se refiere a que podemos pedirle a Dios todo lo que se relacione con nuestras necesidades materiales, que incluye la necesidad de alimento, cobijo, vestido, salud, trabajo, etc. Él sabe que todo eso es necesario, pero nos invita a pedírselo.

“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Debemos confesarle a Él nuestros errores y faltas que cometemos, y pedir que nos perdone; pero eso implica que también debemos ser capaces de perdonar a los que nos ofenden, porque si abrigamos odio y rencor en nuestro corazón, el Espíritu de Dios no puede morar en nuestro corazón, y Él tampoco nos perdonará. En la ley de Cristo, el mandamiento de perdonar siempre a todos, un infinito número de veces, es esencial, y condición imprescindible para ser perdonado por nuestro Padre Celestial:

Mateo 18:21-35: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?  (22)  Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”

El mundo está lleno de tentaciones; nuestra vida diaria conlleva un buen número de ellas; no es que Dios nos meta en ellas, sino que existen y si Él no está con nosotros, no seremos capaces de vencerlas, y sucumbiremos a ellas; por eso necesitamos su Gracia, y estar bajo su protección; porque si no es así Él nos puede dejar abandonados a nuestra suerte para que experimentemos la tentación, y veamos la diferencia que existe cuando actuamos por nuestra cuenta, sin contar con Él, y cuando le tenemos en cuenta y le pedimos su ayuda. Por otro lado, existe también el mal por doquiera que miremos, en múltiples maneras, y también le pedimos a Dios que nos libre de él si así lo cree conveniente. Confiemos siempre en Dios porque Él sabe lo que es mejor para nosotros en cada momento de nuestra vida.

3. ¿Cómo debemos orar? ¿Solo se debe orar con el Padrenuestro, o se puede orar pidiendo lo que uno realmente quiere?

Debemos pensar y actuar siempre siendo conscientes que estamos en presencia de Dios, que Él ve todo lo que hacemos y también conoce todos nuestros pensamientos. Nada podemos ocultarle. La religión cristiana es relación con Dios, y no puede haber relación con Él sino le hablamos frecuentemente, contándole todo lo que sentimos, todas nuestros inquietudes y deseos, etc., pero siempre pidiendo que se haga su voluntad no la nuestra, porque nosotros no sabemos lo que más nos conviene (Ro. 8:26).

Romanos 8:26-27: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (27) Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.  

Jesús enseñó a orar a sus discípulos con el Padrenuestro. Es decir, les dio un modelo de oración, con los componentes básicos que debe tener la oración. Pero nosotros podemos y debemos, tomando como ejemplo esa oración, hacer todas las oraciones que queramos, tenemos libertad absoluta para dirigirnos a Dios, como nuestro Padre Celestial, pues Jesús obtuvo para los creyentes ese derecho: “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, (20) por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Heb. 10:19-20; cf. Heb. 4:16, Heb. 9:3, Heb. 9:7, Heb.10:20-21; Éx, 26:33-37; Lev.16:2,15; Mat. 27:51). Es decir, podemos acceder al Padre, al Trono de su Gracia –el Lugar Santísimo–, porque Jesucristo, por medio de su sacrificio, nos abrió el camino a la vida eterna, a través de “su carne”, ya que Él es el Dios hecho carne, que se entregó por nosotros, “el Pan de Dios…que descendió del Cielo y da vida al mundo” (Jn. 6:32). 

Hebreos 10:19-23: Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,  (20)  por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, (21) y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, (22) acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. (23) Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.

Hebreos 6:19-20: La cual [esperanza] tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, (20) donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

Se hace necesario introducir aquí una breve explicación o inciso sobre lo que el autor del libro de Hebreos trata de decirnos con su expresión: “a través del velo”.

¿A qué velo se refieren los textos citados? ¿Qué simboliza el velo?

El velo que mencionan estos pasajes bíblicos hace referencia a una especie de cortina que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, del Santuario terrenal del Antiguo Pacto (llamado también Primer Pacto) (Éx, 26:33-37; Lev.16:2,15; Mat. 27:51). Este velo –el del Templo del tiempo de Jesús– “se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mt. 27:51), en el momento en que Jesús, en la cruz, “entregó el espíritu” (Mt. 27:50), como símbolo del fin del Antiguo Pacto, de sus sacrificios expiatorios de animales, y significando también la apertura del camino nuevo directo al Lugar Santísimo –el Trono de la Gracia–, sin necesidad de sacerdotes humanos intermediarios, sino que Cristo se presentó a sí mismo como ofrenda, por su sangre derramada, para ser, también, nuestro intercesor, el único o “solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos…” (1 Tim. 2:5-6). O sea, Cristo es la vez la ofrenda por su sangre derramada en su muerte en la cruz, y nuestro Sumo Sacerdote, que intercede continuamente en el Lugar Santísimo por todos los creyentes.

El mismo libro de Hebreos (9:1-28) lo explica: “Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal. (2) Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. (3) Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo […] “(6) en la primera parte del tabernáculo –llamado Lugar Santo– entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; (7) pero en la segunda parte –el Lugar Santísimo–, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo; (8) dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie. (9) Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, (10) ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. (11) Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, (12) y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. (Heb. 9:1-3, 6-12).

“Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, (12) y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Es decir, Cristo nos ha abierto el camino nuevo “a través del velo” mediante el cual tenemos acceso directo al Lugar Santísimo del Santuario Celestial –el Trono de la Gracia. El velo divisorio del Santuario terrenal del Antiguo Pacto simboliza la separación que había entre el pecador y Dios. Por eso, al sumo sacerdote solo le estaba permitido entrar –una vez al año, en el día de la Expiación– en el Lugar Santísimo, para expiar los pecados del pueblo. El sumo sacerdote era figura de Cristo, que es Sumo Sacerdote –según el orden de Melquisedec (Heb. 7:1–22), quien “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Heb. 9:12), “se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Heb. 8:1); “mas éste [Cristo], por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; (25) por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (26)  Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; (27) que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:24-27)

Hebreos 9:24-28: Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; (25) y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. (26) De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. (27)  Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, (28) así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Aclarado lo que significa el hecho de que Jesús nos abrió un camino nuevo “a través del velo” (Heb. 6:19-20; 10:19-22), es decir, “de su carne”, volvemos al tema que nos ocupa, de cómo debemos  orar.

Si verdaderamente estamos en Cristo, somos nuevas criaturas (2 Co. 5:17), nacidos de nuevo de Dios (Stgo. 1:18; 1 P. 1:22-25), y, por tanto, somos sus hijos, “y si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos junto con él, para que junto con él seamos glorificados” (Ro. 8:14-17). Y como hijos de Dios tendríamos que confiar plenamente en el Padre Celestial, que es la condición esencial de cualquier oración.

Mateo 6:5-6: Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. (6)  Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. 

No orar con ostentación, solo para mostrar a los demás cuán piadosos somos, pues esto es hipocresía, y no es agradable a Dios.

Mateo 6:7-8: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (8)  No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.

Jesús nos enseña que en la oración no debemos usar de vanas repeticiones; por ejemplo: los rezos con un rosario; o repetir el Padrenuestro como “un loro”. Eso no es relacionarse con Dios como un amigo y un Padre, ¿hablaríamos a nuestros padres terrenales o a nuestros amigos, recitándole todos los días las mismas palabras?

Veamos ahora lo que enseñó Jesús acerca de la oración en general.

4. Condiciones e instrucciones para la oración eficaz

Estimada hermana, Dios no siempre parece contestar al instante, pues a veces, Él prueba si nuestra fe es verdadera, y, puede que pase algún tiempo sin aparente respuesta, porque Él quiere que nos esforcemos, que nos apliquemos al estudio de Su Palabra, y que oremos y confiemos en Él, diariamente. Pero ten completa confianza de que Dios te ha escuchado, y que desde el mismo instante de tu petición o ruego, Dios que te ha oído, te está ayudando aunque a veces no nos demos cuenta, porque no notamos nada distinto en especial. Otras veces, puede suceder, que Dios te dé la paz instantáneamente, al finalizar tu oración. Pero la clave es entregarse a Su Voluntad, y no dudar en ningún momento de Dios, sino, por el contrario, demostrarle nuestra confianza plena en Él, esperando que todo se cumplirá aunque tarde, pero a su debido tiempo.

Por tanto, la primera condición, que es esencial, de la oración eficaz es tener fe en Dios (Mt. 21:22; Mr. 11:22-26), y creer que lo que hemos pedido lo recibiremos a su debido tiempo, aunque no siempre exactamente como hubiésemos deseado, porque Dios es el único que sabe lo que más conviene a nuestras vidas.

Mateo 21:22: Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Marcos 11:22-24: Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. (23) Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. (24)  Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

La segunda condición, es estar en paz con Dios, reconciliado con Él, porque “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro.5:1).

La tercera condición, es estar en paz con nuestro prójimo, perdonándole sus ofensas, y, pidiendo perdón al que hayamos ofendido (Mr. 11:25-26). “Confesaos vuestras ofensas unos a otros…” (Stgo. 5:16). Orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:44).

Marcos 11:25-26: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. (26) Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

Santiago 5:16: Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

Mateo 5:44: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;

La cuarta condición, es pedir en el nombre de Jesús (Jn. 14:13-14), porque a Él le debemos la paz y la reconciliación con Dios, el perdón de todos nuestros pecados, y la justificación –es decir, ser declarados justos por Dios, y el ser una nueva criatura en Cristo –haber nacido de nuevo en el Espíritu Santo–.

Juan 14:13-14: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. (14)  Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

La quinta condición es permanecer en comunión con Cristo, y en obediencia a Su Palabra (Jn. 15:7):

Juan 15:7: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

La sexta condición es pedir conforme a la voluntad de Dios (1 Jn. 5:14-15).

1 Juan 5:14-15: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (15)  Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

La séptima condición es perseverar en la oración (Hch. 1:14). Jesús hizo especial énfasis en orar siempre y no desmayar, cuando relató la parábola del juez injusto que, ante la insistencia y perseverancia de una viuda para que le hiciera justicia, por fin hizo caso a sus ruegos: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, (2) diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre” (Véase Lucas 18:1-7).

Hechos 1:14: Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Hechos 2:41-42: Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.  (42)  Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

Romanos 12:12: gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;

Efesios 6:18: orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

Colosenses 4:2-6: Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; (3) orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, (4) para que lo manifieste como debo hablar. (5) Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. (6) Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno

Hechos 12:5: Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.

Romanos 1:9: Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones,

La octava condición es ser agradecido a Dios por todo lo que poseemos, pues “el que no es agradecido no es bien nacido”

2 Corintios 1:11: cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.

Colosenses 4:2-6: Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias…

Efesios 1:15-16: Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, (16) no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,

Filipenses 1:3-6: Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros,  (4)  siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, (5) por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; (6) estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;

Filipenses 4:6-7: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. (7) Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Instrucciones sobre la oración

Nuestra oración debe ser lo más concreta y especifica posible. Es decir, indicando expresamente las personas o autoridades por las que pedimos, o bien, las cosas, cualidades, objetivos, que nos proponemos conseguir, o planes, proyectos, etc. que deseamos llevar a cabo; cualquier asunto, por insignificante que nos parezca es bueno ponerlo a la consideración de Dios, y quedar atento a su respuesta, que se puede manifestar de diversas maneras.

1 Timoteo 2:1-4: Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; (2) por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. (3) Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, (4) el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

Oremos, tanto en la alegría como en la tristeza. Mostremos a Dios nuestros sentimientos, siempre con acción de gracias.

Santiago 5:13: ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.

Oremos por los enfermos, y, si está en la voluntad de Dios, serán sanados.

Santiago 5:14-18: ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. (15) Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. (16) Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (17) Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. (18) Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

Oremos en todo lugar, y sin cesar.

1 Timoteo 2:8: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.

Y la oración del justo –el justificado en Cristo– será escuchada.

1 Pedro 3:12: Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

5. La oración de confesión, arrepentimiento o conversión

En lo que antecede me he referido a la oración cotidiana, pero hay una oración, que todo creyente debe hacer al comienzo de su vida como cristiano o de su inicio de su relación con Dios. Se trata de una oración en la que confesamos a Dios todos nuestros pecados de los que somos conscientes, y en ella le pedimos que nos perdone en nombre de Cristo a fin de reconciliarnos completamente con Dios.

Esta oración a Dios consiste en reconocer nuestros pecados –pues todos somos pecadores, y hemos cometido muchos errores a lo largo de nuestra vida–, y confesarlos a Dios, con sincero arrepentimiento, pidiéndole humildemente perdón por todos ellos, y rogándole que nos dé el renacimiento en Cristo (Juan 3:3,5-6; 2 Corintios 5:17; Tito 2:11-15;3:1-8; Santiago 1:18;1 Pedro 1:23-25), o sea, una mente renovada en Cristo, por medio de Su fe en Jesucristo, gracias a la obra de Redención efectuada por Jesucristo, con Su vida perfecta y santa, muerte en la cruz, y resurrección; es decir, que aceptamos que Cristo recibió la muerte que nos correspondía por nuestros  pecados; y, eso significa que, a partir de ese momento, Dios nos declara o considera justos ante sus ojos; y a partir de ahí tú y yo ya somos amados hijos de Dios; porque nos acogemos con fe a la promesa de Jesús de que “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. (14) Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”  (Juan 14:13-14).

Esta oración podría ser, por poner un ejemplo, de la siguiente manera, aunque no necesariamente tenga que ser igual para que surta su efecto de perdón de Dios de nuestros pecados:

Querido Padre Celestial, reconozco que he cometido muchos pecados a lo largo de mi vida, me arrepiento de todos ellos –se debe hacer una confesión específica de cada pecado que recordemos–, y de la vana manera en que viví, sin amarte y sin amar a los que me rodeaban con sincero y verdadero amor. Y te ruego que por medio de tu Hijo Jesucristo, me perdones todos mis pecados, y me conviertas en una nueva criatura en Cristo, dándome tu Gracia, y tu Santo Espíritu para que, en adelante, more en mí, y sea guiado por Él a toda la verdad. Ahora, Padre, me acojo confiadamente a tus promesas para que tú expulses definitivamente toda influencia demoniaca que pueda haber en mí; y concédeme, si es tu voluntad, que pueda cuanto antes, experimentar que Cristo vive en mí, por medio de tu Santo Espíritu, “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2ª Corintios 3:17).

6. Conclusión

En resumen, no olvidemos orar cada día y en todo momento. El apóstol Pablo nos manda: “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17), pero sin vanas repeticiones; el Padrenuestro no hay por qué repetirlo, sino elaboremos, basándonos en ese modelo, nuestra propia oración que sea agradable y respetuosa con Dios, no tratando de imponerle nada ni de manipularle como si no creyéramos en Él como Dios todopoderoso, que sabe lo que necesitamos. Hablemos con Dios como lo que es: nuestro Padre, confiémosle todos nuestros miedos, anhelos, deseos, necesidades, planes, y consultemos con Él todo lo que vayamos a emprender para pedirle su aprobación. Son tantos los peligros y las ocasiones de caer que debemos vivir en comunión con Dios constantemente. Cuando comenzamos el día debemos encomendarnos a Él a fin de que todo lo que realicemos sea para gloria y honra de Dios, para santificar su nombre. Y al terminar el día expresarle nuestro agradecimiento por cuantas bendiciones nos ha dado o por las pruebas que nos ha ayudado a superar. Y no olvidemos nunca, que “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Ro. 8:28).

Para terminar este breve estudio sobre la oración meditemos en los siguientes textos de Jesús, que inciden en lo que significa la oración y en su objetivo:

Mateo 7:7-8: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.  (8)  Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

Mateo 21:22: Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Marcos 11:22-26: Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. (23) Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.(E)  (24)  Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.  (25)  Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.  (26)  Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

Juan 14:13-14: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  (14)  Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Juan 15:7:  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

1 Juan 5:14-15: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.  (15)  Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

Pero siempre, debemos tener en cuenta que los textos de la Biblia no se toman de manera aislada sino que forman un conjunto armonioso, y cobran pleno sentido cuando consideramos que “La suma de tu Palabra [la de Dios] es verdad” (Sal. 119.160); es decir, al considerar, por ejemplo, los textos sobre la oración, obtenemos el sentido completo de la voluntad de Dios. Por eso cuando oramos hemos visto que debemos pedir al Padre en nombre de Cristo, porque es por medio de Él, por el que se nos conceden todas las cosas, empezando por nuestro arrepentimiento, conversión, salvación y vida eterna, y siguiendo por los frutos de nuestra conversión y nuestras obras de fe.

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

 

 

 

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