Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

¿Cuál es la Iglesia de Cristo de hoy día?

 

¿Quiénes son los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo?

Versión: 13-09-13

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Como es mi costumbre, he abordado este tema porque me lo ha planteado un querido hermano y, en este caso, también muy amigo mío; el cual me dirigió el siguiente escrito: 

“[…] te voy a plantear una pregunta que pienso conoces (incluso su trasfondo) a saber: en aquel pasaje (creo que son dos) del libro de Revelación y su capítulo 12 y verso 17 leemos "Entonces el dragón (Satanás) se llenó de ira contra la mujer (la iglesia de Dios) y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo". Mi pregunta o duda es: si Satanás se fue a hacer la guerra contra los que tienen estas dos características ¿por qué razón concreta Satanás se centra exclusivamente en hacer la guerra contra ese grupo, es que los que no cumplen esas dos características no son igualmente sus enemigos? ¿Qué le lleva a Satanás centrarse en ese grupo y sobre todo, si ese grupo guarda los mandamientos y tienen el testimonio de Jesucristo, parece que los demás NO GUARDAN LOS MANDAMIENTOS NI TIENEN EL TESTIMONIO DE JESUCRISTO y por tanto luchar contra ellos, es como si no tuviera sentido. Creo que me entiendes. Si lo tienes respondido, dime dónde para leerlo, en caso contrario, me encantaría conocer tu opinión al respecto pues cada día se me plantea el dilema de confiar en la Palabra o fiarme de lo que demasiados creyentes creen y siguen como, Camino, Verdad y Vida. Un fuerte abrazo”. (José)

Mi respuesta –con la que esperaba satisfacer a mi amigo– fue la siguiente:

Estimado hermano y amigo, te entiendo perfectamente. Satanás, como su propio nombre indica es el enemigo de Dios, y, por tanto, también de todos Sus hijos. Él es “padre de mentira” (Juan 8:44), y la Escritura dice que “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). El diablo se centra como es lógico en los que son fieles a Dios y a Su Palabra. Estos son los hijos de Dios. Los hijos de Satanás, como dijo Jesús –“Vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer…” (Juan 8:44)–, ya le pertenecen, los tiene cegados, engañados, y los hace sufrir igualmente; porque él goza con hacer el mal; pero su objetivo principal es hacer caer o derribar a los hijos de Dios, es cuando goza más. Sin embargo, los creyentes que son fieles a Dios, no tienen nada que temer, porque Cristo venció a Satanás en la cruz.

Juan 8:47: El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

Querido amigo, no solo es Satanás el que persigue a los hijos de Dios sino también todo el que no es nacido de Dios (Gálatas 4:29; 1ª Juan 3:7-11; 5:18-21). Los que viven según la carne perseguirán siempre a los que son de Dios.

Gálatas 4:29: Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu,…

1 Juan 3:7-11: Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. (8) El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  (9)  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. (11) Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

1 Juan 5:18-21: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.  (19)  Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.  (20)  Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.  (21)  Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.

Hasta aquí mi respuesta a las cuestiones que me planteaba mi amigo. Puesto que estaba convencido que le había respondido satisfactoriamente, y, además, con brevedad y sencillez, no esperaba que me reiterara su siguiente planteamiento, similar al inicial que vimos antes:

“Hola Carlos, acabo de leer tu opinión al respecto de mi pregunta y la verdad es que aunque lo que dices no hace falta comprobarlo pues lo puede entender cualquiera "LOS ENEMIGOS DE DIOS SON TODOS LOS QUE SIGUEN A SATANÁS Y ESTOS (INCLUIDO SATANÁS) SE OPONEN Y/O HACEN LA GUERRA A LOS QUE SON DE DIOS" pero, aunque un solo verso sabemos que no debe ser apoyo único para establecer un principio o menos aún una doctrina, la declaración "los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" señala indefectiblemente a un grupo aparte, diferente de los que hasta un momento, en concreto ese "Entonces", queda marcado no como iglesia de Dios o pueblo de Dios sino como los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo y claro está, eso puedes comprender querido Carlos que no puede incluir a todos los creyentes. Es mi particular visión acerca del tema tan peliagudo. Por tanto tu respuesta no sirve en principio, para concretar quiénes son esos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Si puedes ampliar algo más tu respuesta-opinión sería muy importante (al menos para mí) pues sabes de la importancia de ese texto y algún otro, tanto de Apocalipsis como del apóstol Juan que se centran en guardar los mandamientos de Dios”. (José)

Para poder contestar apropiadamente a tu pregunta –“¿quiénes son esos que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”? (Apocalipsis 12:17)– es conveniente interpretar este versículo dentro de su contexto, que es el capítulo doce del libro de Apocalipsis, y, también, teniendo en cuenta el resto del NT.

Voy, pues, a tratar de probar con la Palabra de Dios ¿quiénes son los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo?

Pero antes de entrar en el comentario del texto que nos ocupa –Apoc. 12:17– es necesario aclarar las claves del citado versículo:

Primero, ¿cuáles son los mandamientos de Dios en el Nuevo Pacto?
Segundo, ¿qué significa tener “el testimonio de Jesucristo”?

2. ¿Cuáles son los mandamientos de Dios en el Nuevo Pacto?

Cada vez que abordo este tema no puedo evitar recordar, que yo fui miembro de una Iglesia que se ufana de ser la única que guarda los mandamientos de Dios, y que tiene, además, "el testimonio de Jesús"; y, por tanto,  se considera a sí misma como “la iglesia remanente de Dios” para los tiempos del fin. Y está convencida que es la única Iglesia verdadera, esencialmente por dos razones: en primer lugar, porque observa “religiosamente” la ley de los Diez mandamientos que Dios dio a Moisés en el Sinaí, en dos tablas de piedra, incluido, y especialmente, el cuarto mandamiento de esta ley que ordena el reposo de toda obra secular en el día sábado. Y, en segundo lugar, porque afirma que la principal fundadora de esta Iglesia –Elena G. White– es “la mensajera de Dios”, es decir, es una profetisa de Dios, que ha recibido infinidad de visiones que, supuestamente, Él le ha dado; por eso, esta Iglesia cree que tiene “el Espíritu de profecía”, que no tienen las demás iglesias cristianas; y, esto, según esta iglesia, se confirma por un texto de Apocalipsis que dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis19:10). Leámoslo entero:

Apocalipsis 19:10: Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.

Luego, los adventistas del séptimo día, comparan este texto con el siguiente de Apocalipsis 12:17:

Apocalipsis 12:17: Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Y, entonces, sacan la peregrina conclusión de que son la Iglesia verdadera, porque son los únicos que guardan los Diez Mandamientos y tienen también el testimonio de Jesús, porque el mismo es precisamente “el espíritu de profecía”. Ellos, pues, prescinden del artículo “la” que hay delante de “profecía” (Apocalipsis 19:10); pensando, quizá, que al fin y al cabo un artículo más o menos no iba a tener suficiente entidad para echarles por el suelo el poder considerarse la iglesia verdadera. Pero una doctrina bíblica no puede obtenerse basándose en un solo texto, y menos dependiendo de que exista o no en el manuscrito original ese artículo determinado. Como ya se ha dicho muchas veces, es insensato interpretar un texto o palabra de forma aislada, sin tener en cuenta todo el contexto cercano y lejano, y el resto de la Biblia. Más adelante, cuando aborde lo que significa “tener el testimonio de Jesucristo”, ampliaré este tema.

Ahora vamos a concentrarnos en averiguar: ¿Cuáles son los mandamientos de Dios en el Nuevo Pacto?

Primero de todo, sería totalmente incoherente que dijéramos que los mandamientos de Dios son distintos de los de Su Hijo, Jesucristo, “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. (35) El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.  (36)  El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:34-36; Cf. Mateo 28:17-20).

Los cristianos no tenemos nada que ver con el Antiguo Pacto ni con su ley; pertenecemos a Cristo, y como discípulos suyos tenemos que obedecerle a Él y a Su Evangelio, y guardar todas las cosas que nos ha mandado en Su Palabra del Nuevo Pacto (Mateo 28:17-20). Como muy bien expresa san Pablo, no estamos bajo la ley del Sinaí –los gentiles nunca estuvieron bajo esa ley– sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21); y ésta no es otra cosa que Su Palabra: todo el NT. Veamos algunos pocos textos, que lo confirman:

Mateo 28:17-20: Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.  (18)  Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  (19) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Los cristianos no seremos juzgados por la ley del AT sino por “la palabra” de Cristo: “la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48). Veamos el contexto:

Juan 12:46-50: Yo [Jesús], la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.  (47)  Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.  (48)  El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.  (49)  Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  (50)  Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

No solo es Palabra de Dios lo que habló Jesús sino también todo lo que “los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2ª Pedro 1:21). Veamos algunos textos más:

1 Corintios 14:37: Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor.

Romanos 13:7-10: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.  (8)  No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.  (9)  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (10)  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Gálatas 5:13-14: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.  (14)  Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Muchas personas, especialmente los adventistas, cuando leen en el NT la palabra “mandamientos”, enseguida lo asocian con los Diez mandamientos del Antiguo Pacto. Admito que, Jesús, Dios el Hijo, antes de su encarnación como hombre, fue el que reveló su ley al pueblo de Israel. Toda la Revelación procede tanto del Padre, del Hijo, como del Espíritu Santo. Pero Jesús encarnado nos dio Su Palabra, y ésta son los mandamientos del Nuevo Pacto, que son distintos a la ley del Sinaí que Él mismo promulgó y dio exclusivamente a su pueblo Israel. Él, ahora, añade Su Palabra del Nuevo Pacto, que es ley para todo creyente cristiano. El Nuevo Pacto no se basa en la ley del Sinaí sino en la Palabra y obra, vida y muerte de Jesús.

En los siguientes textos del Evangelio de San Juan, que son palabras de Jesús, Él nos insta a guardar Sus mandamientos como señal de que creemos en Él y que le amamos:

Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 
Juan 15:10: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 
2 Juan 1:6: Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.

Para averiguar a qué mandamientos se está refiriendo nuestro Señor Jesús, basta con leer el contexto de los citados pasajes y veremos que en ningún caso se está refiriendo a la ley de Moisés sino a la nueva ley revelada en el Nuevo Testamento.

Por otro lado, Jesús, en todos estos textos, vincula “mandamientos” con “amor”. Él nos dice que el amor que le debemos se demuestra guardando sus mandamientos (Juan 14:15,21). Lo que significa que nuestra obediencia a Dios no proviene de vencer, mediante actos voluntariosos, las inclinaciones pecaminosas de nuestro corazón carnal, para de esta manera tratar de cumplir la exigencia externa o interna de Sus mandamientos o leyes; sino que procede de un corazón renovado en el que mora el Espíritu de Cristo, cuyo fruto es el amor (Ezequiel 36:26,27; Gálatas 5:22; Romanos 8:9). El cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:10; Gálatas 5:14).

Romanos 8:9: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece;

La auténtica y única válida relación con Dios y el prójimo debe estar basada en el amor de un corazón convertido por Su Espíritu. Por tanto, la nueva ley grabada en el corazón del creyente por el Espíritu Santo es el amor. El nuevo mandamiento es el que hemos tenido desde el principio el “que nos amemos unos a otros” (Juan 13:34,35; Gálatas 5:14-18; 2ª Juan 1:5).

Juan 13:34-35: (NBJ, 1998): Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.

2 Juan 1:5-6: (NBJ, 1998): Y ahora te ruego, señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros.  (6)  Y en esto consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor.

La conducta de todo ser humano sino está regida por la ley del amor se convierte en legalista y fría. Y solo se pueden guardar válidamente los mandamientos de Dios si hay amor grabado en el corazón convertido por el Espíritu Santo.
 
Si ahora leemos también el contexto de los versículos del Evangelio de San Juan citados arriba comprobaremos que los mandamientos a los que se refiere Cristo son Su Palabra y el amor. Solo se puede amar a Jesús si Su Espíritu mora en nosotros y ha grabado en nuestro corazón la ley del amor:

Juan 14:21-24: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  (22)  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?  (23)  Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Nótese, que es la “palabra de Jesús” la que hay que guardar y no los Diez mandamientos.

Juan 15:10-12: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Juan 15:17: Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En este texto de Juan 15:12, 17, Jesús no deja lugar a dudas de cuál es su principal mandamiento: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Como podemos constatar no hay en ninguna ocasión referencia a la ley del Antiguo Pacto. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”.

1 Juan 2:3-11:  Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.  (4)  El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;  (5)  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.  (6)  El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.   (7)  Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.  (8)  Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.  (9)  El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.  (10)  El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.  (11)  Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Creo que con lo que afirma el apóstol Juan en los textos citados arriba de su primera epístola se ve claramente como él identifica guardar “sus mandamientos” con guardar “Su palabra” (1ª Juan 3:4-5, 7).

Otros mandamientos que nos reveló nuestro Señor Jesús y que podemos destacar de entre toda Su Palabra son, por ejemplo, los siguientes:

Mateo 28:18 -20:Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

La ley del Antiguo Testamento solo servía para dar a conocer el pecado (Romanos 3:20). Sin embargo, los mandamientos de Jesús, las palabras que Él nos ha hablado “son espíritu y son vida” (Juan 6:63). El siguiente mandamiento de Jesús – “Permaneced en mí, y yo en vosotros”– es  fundamental para poder guardar sus mandamientos y así permanecer en su amor:

Juan 15:4-11:Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Y no la ley del Sinaí que pertenece al Antiguo Pacto, que por su naturaleza no da ningún poder. Es un mero conocimiento del pecado, unas exigencias mínimas, que están ampliamente superadas con la nueva ley de Cristo y Su Evangelio de la Gracia:

Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17); “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

3. ¿Qué significa tener “el testimonio de Jesucristo”?

La misión de todos los cristianos es dar testimonio de Jesucristo, es decir, ser fieles testigos de Cristo (Hechos 1:8). Y esto consiste en proclamar el Evangelio sin mezcla de tradiciones de los hombres para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí [Jesús], perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18). Estas palabras, que fueron dirigidas por Jesús resucitado desde el Cielo a san Pablo, resumen la misión de cada cristiano. No obstante, el testimonio de Jesús es mucho más; pues es todo el mensaje del Evangelio: Su Persona como Dios-Hombre y Su Obra en la cruz, y que por Su Gracia, por medio de la fe en Él, hemos sido justificados, perdonados, salvados, transformados a Su imagen, etc. Además, esto incluye todas las profecías que le anuncian en el AT, y también las profecías del NT, especialmente las del libro de Apocalipsis (22:16,20). Como san Pablo, todo cristiano está llamado “para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24; 4:33; Cf. 2 Timoteo 1:8-9; Romanos 1:16; Mateo 24:14; Juan 15:26,27).

Hechos 20:20-24: y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,  (21)  testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo […]  (24)  Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

Hechos 4:33: Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.

2 Timoteo 1:8-9: Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,  (9)  quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,

Mateo 24:14: Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Juan 15:26-27: Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.  (27)  Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

Sin embargo, no se puede dar “el testimonio de Jesucristo” si antes no lo poseemos, y para eso es necesario que lo obtengamos llenándonos del “espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).

Apocalipsis 19:10  Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.

Para entender qué es el “espíritu de la profecía” debemos saber que, en la Biblia, “profecía” no necesariamente significa siempre revelación de eventos futuros, sino que también se refiere a discernimiento o facultad de interpretación de la Palabra de Dios; y esto solo puede provenir de la inspiración del Espíritu Santo (2ª Pedro 2:19-21).

2 Pedro 1:19-21: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

En estos pasajes san Pedro declara “que tenemos también la palabra profética más segura” (2ª Pedro 2:19). Esto quiere decir que toda la Biblia ha sido revelada por Dios, y, por tanto, es profética “porque nunca fue traída por voluntad humana” (2ª Pedro 2:21). San Pablo afirma que “el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Corintios 14:3).

También debemos saber que Dios ha dado a la humanidad toda la Revelación que precisa para que pueda reconciliarse con Él. El canon de la misma se ha completado. No habrá más revelaciones. Todo profeta, que se haya proclamado como tal, después del siglo I d.C. o que aparezca hoy día o en el futuro, si no se limita a interpretar o explicar la Biblia, sino que aporta nuevas revelaciones, aunque éstas no contradigan las Sagradas Escrituras, me atrevería a decir, que es un falso profeta, sus visiones no son de Dios, y nunca deberíamos tenerlas en cuenta, para evitar ser engañados.

A este respecto, la Iglesia adventista del séptimo día sostiene que su principal fundadora –Elena G. White– es “la mensajera de Dios”, es decir, es una profetisa de Dios, que ha recibido infinidad de visiones que, supuestamente, Él le ha dado; las mencionadas revelaciones que recibió la citada profetisa no pueden ser de Dios, porque los profetas de Dios no se equivocan ni hacen predicciones que no se cumplen.

No es necesario enumerar todos sus errores; nos basta con citar que Elena G. White tuvo una visión en la que el cuarto mandamiento del Decálogo –el reposo sabático que Dios ordenó a Israel– le fue mostrado con una aureola y un brillo especial, que resaltaba sobre todos los demás preceptos de la Ley; y por si esto no fuera suficiente, ella sostuvo que observar el reposo sabático es el sello que los verdaderos cristianos recibirían, como señal de su fidelidad a Dios, y que los que observaran el descanso dominical recibirían la marca de la bestia (Apocalipsis 13:16), que para los adventistas y su profetiza es precisamente, guardar el reposo en el día domingo. Resulta paradójico, rocambolesco, o al menos, curioso, que las dos características – guardar el reposo en el día sábado y tener el don o espíritu de profecía–, que los adventistas aducen o alegan para identificarse a sí mismos como la verdadera iglesia de Dios o Su pueblo remanente para el tiempo del fin, sean precisamente falsas.

Los adventistas creen que su Iglesia ha recibido “el espíritu de profecía” en la persona de su fundadora, Elena G. White. Por tanto, ellos serían los únicos “que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17); puesto que ninguna de las demás iglesias cristianas reconocen tener un profeta entre sus miembros, aunque, sí hay algunas iglesias que pretenden tener pastores o líderes que profetizan. Además, los adventistas aportan como prueba bíblica determinante de la autenticidad de su profetiza, y del don de profecía con la que se consideran elegidos por Dios, el texto de Apocalipsis citado arriba, que dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis19:10). Luego, los adventistas del séptimo día, comparan este texto con el siguiente de Apocalipsis 12:17:

Apocalipsis 12:17: Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Y, entonces, sacan la peregrina conclusión de que son la Iglesia verdadera, porque son los únicos que guardan los Diez Mandamientos y tienen también el testimonio de Jesús, porque el mismo es precisamente “el espíritu de profecía”. Ellos, pues, prescinden del artículo “la” que hay delante de “profecía” (Apocalipsis 19:10); pensando, quizá, que al fin y al cabo un artículo más o menos no iba a tener suficiente entidad para echarles por el suelo el poder considerarse la iglesia verdadera. Pero una doctrina bíblica no puede obtenerse basándose en un solo texto, y menos dependiendo de que exista o no en el manuscrito original ese artículo determinado. Como ya se ha dicho muchas veces, es insensato interpretar un texto o palabra de forma aislada, sin tener en cuenta todo el contexto cercano y lejano, y el resto de la Biblia. Al respecto he revisado el versículo de Apocalipsis 19:10, en unas cuarenta versiones de la Biblia, incluyendo varias versiones en griego, y una mayoría contiene el artículo “la” en la frase “el espíritu de la profecía”.

Sin embargo, en cualquier caso, “el testimonio de Jesucristo” no puede, de ninguna manera, limitarse a la interpretación más o menos partidista o parcial que algunos quieren darle a este versículo; pues un texto aislado se puede entender de muchas maneras, y es el contexto el que debe determinar su significado verdadero. El mismo apóstol Juan, el autor del libro de Apocalipsis dice “que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:2), y que “estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9). Supongo que no se habría exilado por puro gusto, para huir del “mundanal ruido”, sino a causa de las persecuciones, que él y muchos mártires tuvieron que sufrir por tener y dar testimonio de su fe en Cristo. También el apóstol vio “bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían( Apocalipsis 6:9; 20:4). Este testimonio de Jesucristo, sin duda, no puede referirse a simplemente tener un don profético, sino al hecho de predicar a Cristo y Su Evangelio, y, también, las profecías del mismo libro de Apocalipsis, que forman parte también de la Revelación de Jesucristo (Apocalipsis 22:7,16,18-20). No en vano el libro de Apocalipsis se denomina también “La Revelación de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1).

Apocalipsis 1:9: Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.

Apocalipsis 20:4: Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

Apocalipsis 22:7: He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. 

Apocalipsis 22:16-20: Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.  (17)  Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.  (18)  Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  (19)  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.  (20) El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.

A propósito, hablando de testimonios, como ex miembro de la mencionada Iglesia, puedo testificar que los adventistas del séptimo día tienen un gran celo para observar el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, el que se refiere al reposo del sábado, a la usanza del AT, pero algo menos para guardar los nueve mandamientos restantes. Este celo se hace evidente con la observación estricta de abstenerse de toda obra secular desde la puesta de sol del día viernes hasta la del sábado. Y para que nadie pudiera pasarse ni siquiera un minuto, y cometer el “grave pecado” –“digo pecado porque en su conciencia lo es, debido a su creencia que les esclaviza”– de usurpar de esta manera el tiempo “sagrado” que pertenece a Dios, confeccionan y reparten entre sus fieles unos calendarios que recogen minuciosamente las puestas de sol de todos los días viernes y sábado del año, los cuales consultan meticulosa o celosamente, a fin de ser enteramente fieles a ese mandamiento.

El testimonio de Jesús indudablemente no es guardar el reposo sabático; no creo que haya habido ni un solo mártir en la época del Imperio Romano, que entregara su vida por negarse hacer ninguna obra secular en el día de reposo judío. Sin embargo, sí la entregaron muchas personas, no solo durante las persecuciones paganas sino también durante las persecuciones del papado y de la Inquisición a todos los que se atrevían a disentir de las doctrinas de la Iglesia católica, pues eran declarados herejes y condenados a muerte sino se retractaban de sus creencias. Pero, los mártires de todas las épocas vencieron, y vencerán “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11-12). 

Apocalipsis 12:11-12: Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.  (12)  Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. 

4. Comentarios al capítulo doce –contexto del versículo diecisiete– del libro de Apocalipsis.

Tengo que dar por supuesto que los lectores están algo familiarizados con los símbolos empleados en este capítulo, porque no puedo extenderme en explicaciones exhaustivas. Voy, pues, comentar aunque sea sucintamente cada versículo de este capítulo.

“Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.  (2)  Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (Apocalipsis 12:1,2).

En mi opinión, estos primeros versos representan el nacimiento de la Iglesia cristiana. Como he dicho, doy por sentado, que tú sabes que una mujer pura representa a la Iglesia de Cristo; por el contrario, una mujer ramera, a las iglesias apóstatas, que, según el testimonio de la Historia y del libro de Apocalipsis, especialmente, los capítulos trece y diecisiete, serían la Católica y la Ortodoxa, porque se han aferrado a la Tradición, introduciendo multitud de doctrinas no bíblicas. La Iglesia de Cristo es una Iglesia resplandeciente que emite luz por todas partes –como dijo Cristo, vosotros (la Iglesia) sois la luz del mundo. El sol, además de emitir una deslumbrante luz, representa a Cristo “el Sol de justicia” (Mal. 4.2); Su Iglesia brilla porque está revestida de la Justicia de Cristo, vive por la fe y no confía en sus propias obras de la ley sino que se sustenta completamente en el único fundamento que es Cristo (1ª Corintios.3:11). Las doce estrellas pueden simbolizar a los doce apóstoles que formaron la primitiva iglesia, piedras vivas sobre los que se edifica la Iglesia (1ª Pedro 2:5). La Luna es el antiguo pueblo de Israel que es sombra y figura de lo que sería la Iglesia, etc.

“También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;  (4)  y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. (Apocalipsis 12:3,4)

Aquí también podríamos hacer un libro entero, pero me he propuesto ser breve, porque sé que tú ya conoces todos estos símbolos. El dragón es el diablo, que mediante las siete cabezas –siete imperios mundiales– y diez cuernos –diez reinos– ha dominado al mundo. Si lo deseas y tienes ganas de profundizar: esto está en relación con el capítulo trece de Apocalipsis, del cual he hecho un comentario en el libro: “El Dragón, la Bestia y el falso profeta”, que lo puedes descargar de mi web. La tercer parte de las estrellas puede simbolizar a los ángeles que sedujo el diablo, y que arrastró en su caída.

 “Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.  (5)  Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono”. (Apocalipsis 12:4,5)

Aquí la mujer representa al pueblo de Israel, que por medio de María da a luz al Mesías, el Hijo de Dios. Ver también Ap. 2:27; 5; 19:15. El “hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones”, no hay duda que es Jesús, que desde el mismo momento que nació fue perseguido por el diablo, por medio de Herodes el Grande.
 
“Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días”.( Apocalipsis 12:6)

Hemos llegado a un pasaje clave. Como ya hemos dicho, la mujer es la Iglesia de Cristo. Ahora es necesario ubicar en la historia de la Iglesia el periodo de 1.260 días en el cual la Iglesia verdadera está escondida en el desierto, un lugar inhóspito, seco, estéril donde no le es posible dar luz, ni prevalecer, es el tiempo del predominio de la Iglesia apóstata, y del reino papal, que domina sobre las naciones, y subyuga a los reyes. La Iglesia de Cristo es acallada por la fuerza de la institución político-religiosa dominante –el catolicismo liderado por el Papa– a la que se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos”–, no obstante, muchos creyentes resisten hasta la muerte, pasando por torturas increíbles. Leer Ap. 13:4-9.

Apocalipsis 13:4-9: y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?  (5)  También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.  (6)  Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.  (7)  Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.  (8)  Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.  (9)  Si alguno tiene oído, oiga.

Para saber cuándo empieza y termina este periodo de 1.260 días proféticos, es decir, 1.260 años reales, hay que interpretar Daniel 7 con Apocalipsis 13 y 17, y comparar con la historia de la Iglesia. La hegemonía y apogeo papal empieza hacia el 538 d.C. y termina hacia el 1.798 d.C., o bien, 554 d. C. hasta el 1.814. Este análisis y comentario ya lo hice en el libro citado antes. Por tanto, no lo voy repetir ahora. Se trata como sabes del periodo en que actúa “el cuerno pequeño" del libro de Daniel , en el que "los santos del Altísimo ... serán entregados en su mano hasta un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” (Daniel 7:25).

“(7) Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;  (8)  pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.  (9)  Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”. (Apocalipsis 12:7-9)

Este verso empieza con un “después”. Por tanto, lo primero es preguntarse después de cuándo: ¿Después de los 1.260 años o después de que el “hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Ap. 12:5)?

Para mí está muy claro, que el diablo y sus ángeles fueron arrojados a la tierra no después de 1260 años, sino inmediatamente que Cristo venció en la cruz a Satanás y fue entronizado en el Cielo. Desde ese momento el diablo no podía ya tener el menor acceso al Cielo y seguir siendo “el acusador de nuestros hermanos” (Ap. 12.10), sino que vencido fue arrojado a tierra, de ahí el grito de angustia y advertencia que se produce en el verso 12: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”  (Apocalipsis 12:12).

(10) Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.  (11)  Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.  (12)  Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.  (Apocalipsis 12:10-12)

La única forma de vencer al diablo es“por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos” (11). Esta es la iglesia de los mártires, hasta que el emperador Constantino firmó la paz con los cristianos y legalizó el cristianismo (313 d.C.). Sin embargo como sabemos, acabaron las persecuciones que hacían los paganos, y empezaron pronto las de la Iglesia católica contra todos los que se oponían a ella. Pero, ellos –los mártires– “menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Cristo muerto y resucitado y Su Palabra son las únicas armas de los cristianos.

(13)  Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.  (14)  Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. (Apocalipsis 12:13-14)

Termina la iglesia de los mártires en la que la sangre de ellos fue semilla para que los cristianos se multiplicasen, y empieza la época de la decadencia, pues la iglesia se enriquece y va tomando el poder absoluto en Roma, porque Constantino establece la capital en Bizancio (Constantinopla), dejando el campo libre para la hegemonía papal, que se consolidaría con Justiniano y siguientes emperadores a partir del 538 d.C., y se convierte de perseguida en perseguidora de todos los que se oponen a ella o discrepan doctrinalmente. Este es el periodo del poder hegemónico del “cuerno pequeño” –el papado–, que nadie puede dudar ahora que es de “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”, las mismas palabras que en Daniel 7:25, periodo en que “los santos del Altísimo” serán quebrantados (Cf. Ap. 13:5-8). La iglesia verdadera tiene que huir, se esconde, pero aun así hubo muchos mártires que resistieron hasta la muerte con torturas insufribles.

(15)  Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.  (16)  Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.  (17)  Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. (Apocalipsis 12:15-17)

Una gran mayoría de estudiosos de la Biblia coincide en que la hegemonía papal terminó cuando se destituyó al papa, –creo recordar que fue Pio VI– por Napoleón, aunque más tarde se restableció su poder, pero luego le fueron quitados sus grandes territorios que tenía por toda Roma, y finalmente Mussolini, en 1929, le devolvió el pequeño territorio del actual Estado Vaticano, lo que volvió a convertir al papa en un rey temporal o jefe de Estado. Pero mucho antes (hacia el siglo XIV) surgieron los reformadores en muchos lugares de lo que ahora llamamos Europa: Zuinglio en Inglaterra, Huss, Wiclef, Lutero, Calvino, etc.; y siempre existieron, durante ese periodo oscuro muchos grupos que defendieron el verdadero Evangelio, a pesar de que estaba prohibido, como los Valdenses, los Cátaros, etc.

Todos ellos son “el resto de la descendencia de la mujer”. Es decir, todos los cristianos que creemos firmemente en el puro Evangelio de la Gracia (Hechos 20:24), y que lo obedecemos, si fuera preciso hasta la muerte o entrega de nuestra propia vida, son los que desde entonces se han multiplicado por todo el mundo, es el mundo evangélico en general, todos aquellos que tratan de vencer “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio”; es decir Cristo y Su Palabra; no hay más. Aquellos que predican la ley del Sinaí, están fuera del Nuevo Pacto, y nunca vencerán porque eso es poner la confianza en las propias fuerzas, y la victoria solo es de Dios y de Su Cristo. “Los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” son todos los que creen y obedecen la Palabra de Dios, y la predican, no la ley del Sinaí, ni doctrinas fruto de la Tradición, como hacen las citadas iglesias apóstatas, que no tiene ningún poder restaurador del ser humano; solo Cristo y Su Palabra pueden salvar.

Están muy equivocados los que creen que en el último tiempo existirá un grupo homogéneo de una sola denominación que sería ese “resto o descendencia de la mujer”. Ese es uno de los graves errores de la iglesia adventista: creer ser ese remanente. Es orgullo espiritual y herejía.

5. Conclusión

Los mandamientos de Cristo, a los que Él alude en diversas ocasiones en los escritos del apóstol Juan (Juan 14:15,21; 15:10; 2 Juan 1:6), no se refieren a la ley antigua del Sinaí. Sino al amor de unos con otros, a creer en Él como Salvador, a permanecer unido a Él como único medio de dar frutos de amor (Juan 15:4-7). Jesús mismo identifica cuál es Su principal mandamiento, pues de Él depende toda la ley: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12; 13:34,35; compárese con Romanos 13:10; Gálatas 5:14; 6:2; 1 Corintios 9:21). Jesús también nos da otros mandamientos como, por ejemplo, los siguientes:

Guardar estos mandamientos es una señal de que le amamos, pero le amamos porque el Espíritu Santo, por medio de Su Palabra nos ha hecho nacer de nuevo y ha implantado en nuestro corazón la ley del amor. La ley antigua no daba poder alguno sobre el pecado sino solo su conocimiento, pero el “Evangelio, […] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;”  (Romanos 1:16). Obedecer Su Palabra es amar a Dios en Jesús.

Ahora, pues, no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (Romanos 8:2).

Los cristianos reconocemos que la oposición y lucha entre lo carnal y lo espiritual puede durar toda la vida. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). Antes de la conversión a Cristo éramos esclavos del pecado. Ahora, Su Palabra, que es la Verdad,  y su permanencia en ella nos ha hecho libres (Juan 8:31).

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

La obediencia a Su Palabra nos transforma de día en día a Su semejanza, y el “hombre viejo carnal” disminuye hasta morir, al tiempo que crece Cristo en nosotros, hasta que solo viva Cristo en nosotros, y podamos decir como San Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:20-21).

Con toda seguridad me atrevo a afirmar que Dios, en la actualidad, no tiene un pueblo que se corresponda con una organización, denominación o iglesia específica. El pueblo de Dios desde la muerte de Cristo en la cruz es su Iglesia (Efesios 1:11-22), a la que amó y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25, 30, 32; 2:11-26). Cristo es Cabeza del Cuerpo que es su Iglesia. Por tanto, todos los cristianos sinceros de todo el mundo conforman esa nación santa y pueblo adquirido por Dios mediante la sangre preciosa de su Hijo (1ª Pedro 1:18-20; 1ª Pedro 2: 9,10).

1ª Corintios 12:12-14: Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. (13) Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (14) Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.

Todos los fieles cristianos de todo el mundo, con independencia de que pertenezcan o no a una determinada iglesia o denominación, configuran el Cuerpo de Cristo, y por tanto, como afirma el apóstol Pedro en su primera epístola, son “nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1ª Pedro 2:9):

1ª Pedro 2:9, 10:  Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; (10) vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”

Es cierto que no hay uniformidad en las creencias doctrinales de las distintas religiones o confesiones cristianas, siendo esa la principal causa de que la Iglesia de Cristo esté dividida. Sin embargo, es mucho más importante lo que nos une que lo que nos separa. Todos juntos formamos el Cuerpo de Cristo, por quien Él se entregó (Efesios 5:25). “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1ª Corintios 3:11). “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2ª Corintios 5:14, 15).

El objetivo de todos los cristianos es o debería ser “...que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (14) para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  (Efesios 4:13, 14).

¿Cómo conseguiremos, pues, llegar a esa unidad de la fe?  Sólo si tenemos puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra de Dios. (Hebreos 12:2). Y, además, dejamos que el Espíritu Santo nos guie a toda la verdad (Juan 16:13), mediante la sola Palabra de Dios, dejando aparte todas las tradiciones de los hombres.

En general, nos atrevemos a afirmar que la división existente en el mundo cristiano evangélico o también llamado protestante, es más aparente que real. Puesto que el hecho de que existan muchas denominaciones dentro del evangelismo no implica que haya diferencias doctrinales esenciales sino que, en la mayoría de los casos, se trata sólo de aspectos menores y de matiz, siendo coincidentes en lo fundamental. Las confesiones evangélicas tienen como única fuente de autoridad la sola Biblia (2ª Timoteo 3:15-17; 4:1-3), y su sistema organizativo es parecido a la primitiva iglesia cristiana del siglo I d.C. Las iglesias locales gozaban de su propia autonomía, siendo sus líderes personas elegidas, por los mismos miembros, por su preparación y cualidades cristianas (1ª Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-10; Efesios 4:11).

La multiplicidad de confesiones cristianas evangélicas no es en sí mismo un hecho negativo, pues su autonomía organizativa sirve para adaptarse mejor a las necesidades de cada localidad. Por el contrario, resulta improcedente, inadecuado e impropio, que apoyándose en la misma Biblia se enuncien y defiendan doctrinas variopintas, que  contradicen su espíritu y la interpretación global de la misma, aunque, afortunadamente, esto no suele abundar.

En la medida que los cristianos se fundamenten únicamente en las Sagradas Escrituras, –haciendo una lectura imparcial y global de las mismas, sin prejuicios, ni ideas preconcebidas, no pretendiendo que la Palabra de Dios apoye necesariamente cualquier deseo de su corazón, y por supuesto, dejando aparte toda doctrina que no provenga de las fuentes inspiradas, es decir, considerando sólo los libros que conforman el Canon bíblico– su unidad y coincidencia doctrinal aumentará.

Las divergencias doctrinales importantes surgen, no dentro del Protestantismo, sino entre éste y el Catolicismo. No obstante, aun a pesar de la aparente unidad del Catolicismo también conviven en su interior diversas corrientes o movimientos, que estando de acuerdo en lo principal, discrepan en algunos puntos doctrinales.

Como he venido denunciando en otros estudios bíblicos, ahora también me creo en el deber de alertar, en mi modesta función de “atalaya” (Ezequiel 3:16-21), contra los siguientes grupos, denominaciones u organizaciones cristianas:

Gálatas 5:22-26: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  (23)  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  (24)  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.  (25)  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.  (26)  No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

El gran apóstol Pablo ya nos previene de que esto sucedería: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, (4) y apartarán de la verdad el oído y de volverán a las fábulas.” (2ª Timoteo 4: 3, 4).

Creo que se estará de acuerdo en que todas las religiones cristianas nacen o derivan de la iglesia cristiana primitiva. La cual fue fundada por los apóstoles, discípulos y seguidores de Cristo, dirigidos por el Espíritu Santo (Efesios 2:19-22; 1ª Corintios 3:10, 11). La iglesia primitiva del primer siglo de la era cristiana, tenía como únicas fuentes doctrinales, la Biblia hebrea, o sea el Antiguo Testamento, y las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles, lo que configuró el llamado Nuevo Testamento, que quedó completado en la segunda mitad del siglo primero.

En mi opinión, no existe ninguna religión que posea toda la Verdad. El pertenecer a una u otra confesión cristiana no es determinante para la salvación. Como Jesucristo es el camino, la verdad y vida, lo más importante es reconocer, aceptar y asumir interiormente lo que Jesús le dijo [a Tomás]: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). En la medida que seamos coherentes con esa Verdad, que representa y es Jesús, seremos salvos.

No obstante la pertenencia a una u otra denominación puede tener mucha importancia, pues afecta al conocimiento de la verdad de Dios (Juan 17:3) y por tanto, influye en la relación que tendremos con Él, y también en la conducta que observemos. En tanto en cuanto creamos y obedezcamos a la Verdad que es Jesús seremos más libres. Por eso Jesús nos dijo: “...Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; (32) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31 úp, 32). Cuando aceptamos esa verdad somos liberados de la esclavitud del pecado y del miedo a la muerte (Romanos 6:17, 18, 22); Hebreos 2:14,15). Sin embargo, la idea de que hay que pertenecer a una determinada iglesia, que dice ser, o que se cree es la verdadera, para poder salvarse, es totalmente errónea.

Todo el mundo, pues, puede acceder a la salvación, si toma consciencia de su estado caído y perdido, y se acerca a Dios con la actitud del publicano: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (14) Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (Lucas 18:13, 14).

Hechos 4:11-12: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.  (12)  Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

¿Quieres ser salvo? Sé como el publicano, no hagas como el fariseo que se consideraba suficientemente justo ante Dios. No seas como el malhechor, que, padeciendo el martirio de la cruz aun injuriaba a Jesús. Seamos como el buen “ladrón” que reconoció su culpa y se convirtió aun cuando no le dio tiempo de hacer buenas obras para probar su fe, sin embargo, en ese mismo momento, Jesús le aseguró que era salvo y gozaría de la vida eterna en el Paraíso.

Esperando haber sabido comprender tu comentario y, haberte ayudado en algo, me despido, quedando a tu disposición en lo que pueda servirte.

 

Afectuosamente en Cristo.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

<Anterior><Arriba> <Siguiente>

 

Usted es el visitante: