Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Soteriología

¿Dónde vivirán los santos: en el Cielo o en la Tierra?

 
¿Dónde se ubicará definitivamente el Paraíso?
 
Versión: 30-09-13

 

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Jorge, muchas gracias por sus palabras, y le deseo igualmente sea bendecido en todo junto con sus familiares.

"Estimado hermano Carlos, un saludo fraternal y deseándole ricas bendiciones espirituales para usted y los suyos. Quiero decirle que he leído varios de sus temas y me han ayudado a comprender muchos puntos de los cuales fui enseñado en diferente manera. Pero soy fiel a la verdad y comprendo que ésta no la maneja un grupo u organización religiosa; ésta se haya en todas partes, quizás como un rompecabezas que tiene que ser juntado. No sigo los preconceptos que alguna vez creí. Por lo tanto le sugiero que usted tampoco, ya sea que le han quedado por haber pertenecido a “x” organización religiosa. Recién he leído el tema: ¿Vivirán los salvados el Milenio en el Cielo o en la Tierra? Siendo éste el mismo punto de vista que antes asimilé como verdad. Aquí le dejo algo para tomar en consideración, espero encuentro un tiempecito para analizarlo.  Gracias por su atención". (Jorge)

Primero de todo, he de decirle que trato de estudiar la Biblia sin ideas preconcebidas; es decir, intento ser imparcial en su lectura, y no me aferro, irracionalmente, a lo que me enseñaron antes de que empezara a estudiar por mí mismo, sino que me fundamento en los textos bíblicos interpretados dentro de su contexto. Posiblemente, muchas veces lo he conseguido; pero entender la Biblia en su totalidad es muy complejo, sobretodo, en lo que se refiere a las profecías del libro de Apocalipsis. En especial, el tema del Milenio ha sido, y es, objeto de mucha polémica y de muy variadas interpretaciones, porque el Milenio solo aparece en el capítulo 20 de Apocalipsis, y, por tanto, no hay posibilidad de contrastar con el resto de libros de la Biblia.

Al parecer, en el pasado, usted, estaba de acuerdo con lo que expresé en el estudio bíblico mencionado arriba. Pero actualmente usted no lo ve tan claro, y duda que contenga la verdad. Todo esto lo supongo e intuyo, pues no me lo dice claramente, sino que se ha limitado a adjuntarme un artículo de dieciocho páginas titulado “¡Jesús jamás prometió el Cielo a su Iglesia!”, cuyo autor desconozco pues no lleva firma ni referencia alguna.

He leído detenidamente el mismo y no veo que contradiga, esencialmente, lo que yo digo en mi artículo citado arriba. En resumen, lo que yo afirmo, según mi interpretación de la Biblia, es que, en la Segunda Venida de Jesús en Gloria, “…los muertos en Cristo resucitarán primero” (1ª Tesalonicenses 4:16 úp.), y junto con todas las personas salvas que vivan en ese momento, serán arrebatados o trasladados a “las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:16-17).

Ahora bien, sabemos, “que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1ª Corintios 15:50) ¿Qué quiere decir esto? Pues, simplemente, que, previo al encuentro con el Señor Jesús en el aire, “es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1ª Corintios 15:53). Es decir, los salvos vivos son transformados en cuerpos inmortales, pero los santos muertos ya resucitarán incorruptibles, o sea con un cuerpo celestial semejante al de Jesús resucitado, convertido en inmortal; obviamente esto solo les ocurre a los salvos; de los condenados nada se dice aquí.

1 Corintios 15:50-54: Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.  (51)  He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  (52)  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  (53)  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.(54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

Aunque la Palabra de Dios afirma que habrá dos resurrecciones –una para vida y otra para condenación o juicio (Juan 5:28-29), o bien, la de los justos y la de los injustos (Hechos 24:15)– no necesariamente han de ser simultáneas. Es más, hay un solo versículo en todo el NT que indica expresamente que “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5). Obsérvese, que “volver a vivir” implica haber estado muerto y ser resucitado. Pero estos resucitados no son transformados en cuerpos  inmortales, sino con la misma naturaleza de “carne y sangre” que tenían,  y  están destinados a recibir la “segunda muerte” (Apocalipsis 2:11; 20:9,14; 21:8).

Juan 5:28-29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Hechos 24:15: teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.

En mi artículo, citado antes, llegaba a la conclusión que todos los salvos son transformados –con cuerpos celestiales a la semejanza del de Cristo resucitado–, y trasladados a “las nubes para recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:13-18). A partir de aquí, aunque la Palabra no lo declara expresamente, es lógico deducir que todos los salvos, de todas las épocas, no iban a quedar “en el aire” o “en las nubes” sino que serán conducidos a algún lugar concreto, ya sea en la Tierra o en el Cielo. Puesto que la Tierra habría quedado destruida como consecuencia del juicio de Dios sobre los malvados (2 Pedro 3:7,10,12-13) –y no será restaurada hasta pasado el Milenio– solo algún otro lugar del resto del Universo podría albergar “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero” (Apocalipsis 7:9).

Por tanto, teniendo en cuenta todos estos eventos futuros revelados por la Palabra de Dios, no es descabellado sacar la conclusión que las moradas celestiales que Jesús fue a preparar (Juan 14:1-3) serán el lugar o habitáculo celestial donde permanecerán durante el Milenio (Apocalipsis 20:1-10), todas las citadas multitudes de salvos; los cuales una vez transcurridos los mil años, serán descendidos a una Nueva Tierra, donde vivirán en la Jerusalén Celestial, o a la luz de ella (Apocalipsis 21). En cualquier caso, el lugar de permanencia definitivo de los salvos será esa Nueva Tierra; pues a “cuerpos celestiales” les corresponde no un planeta terrenal como el que tenemos ahora sino uno celestial como posiblemente será la Nueva Tierra con un Nuevo Cielo.

Apocalipsis 7:9-12: Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;  (10)  y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.  (11)  Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,  (12)  diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

En el cuerpo de este estudio bíblico incidiré en esa interpretación, pero veremos si caben, o son posibles, otras alternativas o posibilidades que pudieran también tener el soporte de la Sagrada Escritura.

2. ¿Cómo describe el Nuevo Testamento al Cielo nuevo y Tierra nueva?

Concuerdo con que “¡Jesús jamás prometió el Cielo a su Iglesia!” –título del artículo aportado por el hermano Jorge–, pero tampoco prometió un planeta Tierra parecido al que todos conocemos, sino que “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13; Cf. Apocalipsis 21; 22:1-5); es decir, algo muy distinto a lo terrenal que tenemos ahora: una “patria o ciudad celestial” –la Jerusalén celestial– (Gálatas 4:26; Hebreos 11:10, 16; 12:22; Fil 3:20; Apocalipsis 21; 22:1-5).

Filipenses 3:20-21: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;  (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Hebreos 11:9-10: Por la fe [Abraham] habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;  (10)  porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Hebreos 11:15-16: pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.  (16)  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Por tanto, el nuevo planeta Tierra donde vivirán los salvos por la eternidad será muy distinto al que conocemos, si atendemos a las descripciones que hace Apocalipsis 21: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más (Apocalipsis 21:1). Pero, además, el siguiente capítulo va mucho más lejos que todo lo que humanamente podíamos imaginarnos, pues declara que “…el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,  (4)  y verán su rostro…” (Apocalipsis 22:3). Parece claro que el pronombre “ella” se refiere a “ciudad” que aparece en el verso anterior. Y ésta es la Nueva Jerusalén –la Santa Ciudad (Apocalipsis 21:2-3,10; 22:19) o “la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9).

Apocalipsis 22:2-5: En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. (3) Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,  (4)  y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.  (5)  No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.

Contrariamente a lo que imaginé, el artículo que usted me ha enviado apenas menciona el tema del Milenio sino que, en resumen, trata de probar, con muchos textos bíblicos, que el destino de los salvos, que son resucitados en la Segunda Venida de Jesús, no van al Cielo directamente, sino que descienden de inmediato al planeta Tierra donde, acto seguido, reciben su destino eterno definitivo; en cuanto a esto último es algo que ya sabíamos. Lo que no está claro –ni parece ajustado a la Palabra– es que después del arrebatamiento y de recibir al Señor en el aire, Él los lleve de nuevo a la Tierra, pues la Biblia siempre habla de un periodo intermedio de mil años. Además, la Nueva Jerusalén –la santa Ciudad– no desciende a la Tierra hasta después del Milenio, una vez que Dios haya creado “un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar no existía más”  (Apocalipsis 21:1). Si –como parece desprenderse de todos los textos y así lo creen la mayoría de los estudiosos de la Biblia– la Nueva Jerusalén desciende después del Milenio ¿dónde viven los salvos transformados con cuerpos celestiales durante los mil años? ¿Viven acaso en la “vieja Tierra”, pues la Nueva todavía no ha sido creada? En mi opinión, extraer semejante conclusión no estaría en armonía con la Sagrada Escritura.

En relación con lo que dijo nuestro Señor Jesucristo – “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy pues a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3) no veo ninguna incompatibilidad o contradicción en la Biblia, ni tampoco respecto a lo que yo mismo afirmo en el estudio mencionado antes. Pues, tanto si estamos viviendo con Jesús en el Cielo durante el Milenio, como cuando descendamos a la Tierra, “así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:17 úp.).

3. ¿Dónde viven los santos durante el Milenio en la Tierra o en el Cielo?

El Milenio es el vocablo que hemos convenido en usar para designar un periodo de tiempo muy concreto y especial de mil años, que se describe solo en el capítulo veinte del libro de Apocalipsis. Este lapso de tiempo de “mil años” se cita seis veces en los primeros siete versículos de este capítulo; lo cual nos da una noción de su importancia, pues se refiere a eventos cruciales que ocurren al inicio, durante y después del mismo. En principio, en cuanto a la cifra del periodo de tiempo cabe interpretarla como simbólica o literal. En el primer caso se trataría de un número indeterminado o indefinido de años, y en el segundo de exactamente mil años –ni uno más ni uno menos. Pero, en cualquier caso, estamos refiriéndonos a un determinado periodo de tiempo en el que se describen eventos importantes que marcan su inicio, su transcurso y su final, los cuales veremos de forma ordenada a continuación.

Sin embargo, lo verdaderamente importante, para no errar en la interpretación, es ubicar el momento de inicio de este singular periodo de tiempo de mil años literales, o un lapso de tiempo indefinido. Para lo cual no se necesita exactitud matemática sino sólo ser capaces de asociarlo a un evento importante, ya sea ocurrido en el pasado –comprobable, por tanto, por formar parte de la Historia–, o, por el contrario, situado en el futuro, algo que acontecerá indefectiblemente según las profecías de la propia Palabra de Dios. Unos consideran que el Milenio transcurre antes de la Segunda Venida de Cristo; y otros, por el contrario, afirman que el Milenio empieza justo después de aquella. Vamos a ver, en primer lugar, que pistas nos da la Biblia sobre cuándo se inicia este periodo de mil años:

Apocalipsis 20:1-10: Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.  (2)  Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años;  (3)  y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.

De estos textos podemos fácilmente deducir lo siguiente;

El apóstol Juan, que escribió hacia finales del siglo I d.C., narra lo que Dios le ha mostrado en visión: un ángel del Cielo, que, por tanto, procede de Dios, prende y ata por mil años “al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:1,2). El ángel tiene la llave del abismo que representa la autoridad y poder de Dios para neutralizar al diablo, “para que no engañase más a las naciones, hasta que se fuesen cumplidos mil años” (Apocalipsis 20:3). La forma de conseguir este objetivo, mediante “una gran cadena”, cerrando y sellando el abismo, evidentemente son simplemente símbolos que pretenden presentarnos la realidad de la pérdida de poder del diablo para engañar a las naciones.

El Milenio, empieza, en el momento en que ese evento de naturaleza espiritual ocurre, y, lógicamente, finaliza, al cabo de los mil años –o un periodo de tiempo indefinido si fuera una cifra simbólica– cuando el diablo es “desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp.). Pero, ahora, para poder ubicarlo, necesitamos saber si ese acto divino se hizo en el pasado, o todavía está por suceder en un futuro más o menos lejano. Para averiguarlo se requiere interpretar correctamente todo el contexto. Lo que no es fácil, pues, además de la dificultad de sus muchos símbolos usados, a veces, los eventos que se describen en algunos capítulos del libro de Apocalipsis no se presentan con una secuencia cronológica. De ahí que existan variadas y variopintas interpretaciones, que se adaptan a todos los gustos.

Los que interpretan que los “mil años” representan un periodo de tiempo indeterminado –entre ellos los católicos, desde Agustín de Hipona (S. IV)–, se inclinan por hacer coincidir este periodo con la Era Cristiana; desde el momento histórico de la muerte y resurrección de Cristo, que ocurrió hacia el año 30 de nuestra Era, hasta Su Segunda Venida. Esta consideración se debe a que Cristo con su muerte vicaria y resurrección obtuvo la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. Ciertamente, la maldad de las obras del diablo quedaron al descubierto y su poder acortado; pero la Iglesia de Cristo fue perseguida primeramente por los judíos, luego por la Roma pagana y finalmente por la Roma católica. El mismo libro de Apocalipsis nos describe –con símbolos fáciles de interpretar para los estudiosos– que “el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Veamos un poco de contexto:

Apocalipsis 12:13-17: Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.  (14)  Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.  (15)  Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.  (16)  Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.  (17)  Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

El dragón ya vimos que representa al diablo y “la mujer” simboliza a la Iglesia de Cristo. Esto es una prueba bíblica indudable que el diablo estaba bien suelto, instigando a sus agentes para perseguir y quebrantar a los santos del Altísimo que serían “entregados en su mano hasta tiempo [un año], y tiempos [dos años], y medio tiempo [medio año]"; en total: tres años y medio (Daniel 7:25; Cf. Apocalipsis 12:6); periodo de persecución descrito como 1.260 días (360 días x 3.5 años- Apocalipsis 12:6) o 42 meses (30x42 =1.260 días) (Apocalipsis 13:5); en todos estos casos se trata del mismo periodo de persecución de la verdadera Iglesia de Cristo. Pero hay que tener en cuenta que frecuentemente las profecías bíblicas se dan en días o años proféticos. Un día profético es un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6; Cf. Daniel 9:24-27). Por tanto, este largo tiempo de persecución –1.260 años–, del que da fe la Historia, es cumplido asombrosamente por la profecía de Daniel 7:25, y los demás textos citados del libro de Apocalipsis. Este periodo profético de persecución de los santos se inicia con el emperador Justiniano hacia el año 550 d.C. aproximadamente, que reconstruyó el Imperio Romano; y terminó mil doscientos sesenta años (1.260 años) después, cuando el último vestigio del Imperio Romano, la Roma papal fue conquistada por Napoleón Bonaparte (1805-1814 d.C.). Como nuestro asunto es el Milenio no puedo extenderme con más detalles, pero este tema lo trato más ampliamente en los siguientes enlaces:

¿Cuál es la Iglesia de Cristo hoy día?
 El dragón, la bestia, los reinos mundiales y el Reino de Dios

Como las persecuciones de la Roma pagana a los cristianos evidenciaban la tremenda actividad de Satanás y sus agentes humanos, se pensó en ubicar el inicio de los “mil años” en el año 313 d.C., porque fue cuando el emperador Constantino, con el edicto de Milán, puso fin a las sangrientas y crueles persecuciones que sufrían los cristianos, lo que pareció un signo de que el diablo era “atado” (Apocalipsis 20:1-3), perdiendo su poder, o, al menos, parte del mismo.

Fuera ya del mundo católico, existen también los que –considerando igualmente que los mil años es una cifra simbólica que representa un lapso de tiempo indefinido– creen que el llamado Milenio empezó al final de la Edad Media, cuando, después de triunfar la Reforma Protestante, terminó la hegemonía del papado, y sus persecuciones, empezando a establecerse cierta libertad de culto.

Como todos sabemos, la libertad religiosa y de culto es relativamente reciente, pero ha supuesto un gran avance en los derechos humanos. Aunque esto no sucede en todos los países a la vez, es cierto que ahora el pueblo de Dios tiene gran libertad para predicar el Evangelio, si exceptuamos algunas naciones en las que impera la religión musulmana. Y, en este supuesto, ese sería el principio del Milenio, el cual llegaría a su fin poco antes de la Segunda Venida de Cristo “Cuando los mil años [en este caso –tiempo indefinido] se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,  (8)  y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:7,8). Este final del Milenio se supone está muy cerca del fin de este planeta; pero no coincide con el fin de la Era cristiana, pues aún, “después de esto [es decir, del cumplimiento de los mil años, en este caso, simbólicos] [el diablo] “debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp).

Hemos visto que el principio del Milenio se caracteriza porque el diablo es atado, es decir, anulado su poder o por lo menos, parte del mismo; y al final de este periodo de tiempo el diablo es desatado; pero ¿qué ocurre durante el Milenio?

Apocalipsis 20:4: Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años

Este es un texto clave porque nos describe lo que ocurre durante el Milenio, y a partir de ahí deberíamos poder ubicarlo ya sea en el pasado o en el futuro. El apóstol Juan ve tronos sobre los que se sientan “los que recibieron la facultad de juzgar”; ¿no es esto una escena del juicio de Dios sobre la Humanidad? Pero si esto es así como parece, enseguida debemos preguntarnos ¿cuándo y dónde se realiza el Juicio de Dios? ¿Antes o después de la Segunda Venida de Cristo? ¿Quiénes son “los que recibieron la facultad de juzgar”? Ahora debemos dejar que sea solo la Sagrada Escritura la que nos responda:

Daniel 7:17-22: Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. (18) Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.

1 Corintios 6:2-3: ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?  (3)  ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?

Para interpretar correctamente ese “después” cuando “recibirán el reino los santos del Altísimo” (Daniel 7:18), necesitamos saber que el cuarto “rey” o “reino” (Daniel 7:23) es el Imperio Romano, que se dividió esencialmente en diez reinos, que perdurarán hasta la Segunda Venida de Cristo, el cual es la piedra o “Roca” que” “desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre (Daniel 2:44)

Daniel 2:44: Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,

Ahora, si se desea, podemos leer algo del contexto del versículo citado:

Daniel 2:40-44: Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo.  (41)  Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.  (42)  Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil.  (43)  Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.  (44)  Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,

Puesto que la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” en “el día del Señor” cuando Él “vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:10), y, entonces “desmenuzará y consumirá a todos estos reinos” (Daniel 2:44), será, pues, en la Segunda Venida de Cristo cuando los santos del Altísimo reciben el Reino, y en ese momento se iniciara el Milenio. Pero no en la Tierra, porque habría sido destruida (Apocalipsis 11:17-18; 19), así como todos sus moradores, y los santos serán trasladados a “recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:17). Es solo entonces cuando se da “el juicio a los santos del Altísimo”, “y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4). Así lo confirma la Palabra de Dios, de forma clara, diáfana y concluyente en el siguiente texto, que debe compararse con el de Apocalipsis 20:4:

Daniel 7:22: hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.

Compárese con:

Apocalipsis 20:4: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar;”

Véase también las profecías de los apóstoles Pedro y Juan, y del propio Jesucristo respecto a los eventos que ocurrirán en el Día de Su Segunda Venida:

2 Pedro 3:10-12: Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  (11)  Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,  (12)  esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!

Apocalipsis 11:17-19: diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.  (18)  Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

Lucas 21:33-36: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  (34)  Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.  (35)  Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.  (36)  Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.

Mateo 24:29-31 (ver también Marcos 13:24-27): E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.  (30)  Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.  (31)  Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

Mateo 24:35-44: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (36)  Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.  (37)  Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. (38) Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,  (39)  y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. (40)  Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. (41) Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada. (42) Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. (43) Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.  (44) Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. 

Lucas 17:24-30: Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. (25) Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.  (26)  Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.  (27)  Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.  (28)  Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; (29)  mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.  (30)  Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

Como siempre, les recomiendo que lean el máximo contexto posible, pues para no extenderme demasiado solo puedo ofrecerles algunos pasajes más, como los siguientes:

Daniel 7:17-22:  (19)  Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies;  (20)  asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros.  (21)  Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía,  (22)  hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.

Con los textos presentados espero que las preguntas formuladas – ¿Cuándo se inicia y finaliza el Milenio? ¿Dónde viven los santos durante el Milenio? ¿Cuándo y dónde se realiza el Juicio de Dios? ¿Antes o después de la Segunda Venida de Cristo? ¿Quiénes son “los que recibieron la facultad de juzgar”?– hayan quedado contestadas por la misma Palabra de Dios.

El juicio de Dios se ejecuta con la Segunda Venida de Cristo sobre todos los que vivan en Su Parusía. Es, también, entonces cuando todos los santos son llevados al Cielo (1ª Tesalonicenses 4:13-18), incluidos todos los que cita el apóstol Juan, es decir: “las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos” (Apocalipsis 20:4); siendo estos especialmente los que “recibieron facultad de juzgar” (Apocalipsis 20:4); Y todos los santos, sin excepción son los mismos que “vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

¿Ha quedado alguien vivo en el planeta Tierra después de que los santos son trasladados a “recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:17)?

Evidentemente la Tierra será destruida así como todos sus moradores con “el resplandor de Su venida” [la de Cristo] (2ª Tesalonicenses 2:8); “Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  (16)  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  (17)  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:14-17; Cf. 19:19-21). Esta es la obra del juicio de Dios, pero solamente sobre los que están viviendo en el momento de la Parusía de nuestro Señor. Compárese con los siguientes textos:

Apocalipsis 19:19-21: Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.  (20)  Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. (21) Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.

Indudablemente esta escena se ubica en el Día del Señor, cuando Cristo hace el juicio sobre todos los que han sido dejados en la Tierra. Por tanto, esto sucede inmediatamente antes de que empiece el reinado de los Mil años en el Cielo con Jesús. Sin embargo, hasta ahora nada se ha hablado de los millones de muertos de todas las épocas que no fueron tenidos “por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos” (Lucas 20:35). Notemos que en el momento de Su Segunda Venida solo son resucitados los santos muertos de todas las épocas. Pues, si la “Resurrección de vida” hubiera sido simultánea con la resurrección de condenación  –o juicio, como dicen otras versiones de la Biblia– (Juan 5:28,29), entonces, los condenados resucitados habrían tenido que recibir, en ese momento, la “segunda muerte”, que no es más que el destino final, definitivo y eterno de los malvados (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8).

Apocalipsis 2:11: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.

Apocalipsis 20:13-15: Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.  (14)  Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.  (15)  Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Apocalipsis 21:8: Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

En ese supuesto –es decir, en el caso de que sucediera al mismo tiempo la “resurrección de los muertos, así de justos como de injustos” (Hechos 24:15)– ¿cuándo serían resucitados los que acababan de perecer en el Día del Señor a causa de Su Segunda Venida, y cuándo recibirían la muerte segunda, que no es más que la muerte eterna y definitiva del juicio justo de Dios a todos los malvados?

No parece razonable, ni que tenga un ápice de lógica, el hecho de que los malvados que están vivos en la Parusía del Señor, y que son destruidos en ese momento por “el resplandor de Su venida” sean, acto seguido, resucitados para recibir inmediatamente el castigo de la muerte segunda, junto con todos los impíos que vivieron y murieron en los anteriores siglos. Si esta interpretación fuera la correcta ¿cómo entenderíamos que “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”? (Apocalipsis 20:5).

Apocalipsis 20:5: Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. (6) Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

Observemos que “la primera resurrección” (Apocalipsis 20:5) sucedió en el Día del Señor de Su Segunda Venida; de esto no puede haber dudas, pues la Sagrada Escritura afirma que en ese Día “los muertos en Cristo resucitarán primero” (1ª Tesalonicenses 4:16 úp.). ¿Acaso no es esa, no solo, “la primera resurrección”, sino que también es la única que existe para vida, y que se realiza en el instante de la Segunda Venida de Cristo? Porque todo el que participe de ella es calificado y alabado, por la Palabra de Dios, como “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). Todos estos son  “sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Marcos 13:27); Son los mismos a los que se refirió Cristo que “no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lucas 20:36).

Marcos 13:24-27: Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor,  (25)  y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.  (26)  Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. (27) Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

Por tanto, no concibo otra cosa posible –si este puzle ha de ser compuesto encajando bien con toda la Escritura–  que “la resurrección de condenación o juicio” sea realizada por Dios, después del Milenio, porque “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5). Es obvio que si volvieron a vivir es porque estuvieron muertos hasta ese momento, y al cabo de los mil años, a contar desde el Día del Señor (2ª Pedro 3:10), serán resucitados, para recibir el juicio de condenación, que consiste en la Muerte Segunda (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8).

¿Qué ocurre “Cuando los mil años se cumplan” (Apocalipsis 20:7)?

“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,  (8)  y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:7,8).

¿Cómo es posible que Satanás vuelva a “engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla”? ¿Qué o quiénes pudieron sobrevivir en el Día del Señor?

¿No quedamos que en el Día del Señor se habría destruido todo tipo de vida en el Planeta Tierra, incluso “los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. […] (12) los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:10-12)?

¿Quiénes podrían habitar un planeta en esas condiciones sin incluso atmósfera para poder respirar?

Dejemos que la Palabra de Dios responda: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos” (Apocalipsis 20:11). Notemos que durante el juicio del gran trono blanco desaparecen la Tierra y el Cielo, y esto sucede al fin del Milenio. Ahora, comparemos con el pasaje de Apocalipsis 20:9-10:

Apocalipsis 20:9,10: Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Fijémonos que “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5), y éstos son todos los impíos de todas las épocas que son resucitados en ese momento –“el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:8 úp)–, los cuales, liderados por Satanás mismo “subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió”. (Apocalipsis 20:9).

Si todo estaba destruido ¿cómo aparece ahora “el campamento de los santos y la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9)?

Después de la destrucción de la Tierra y el Cielo, solo existe “la santa ciudad, la nueva Jerusalén”, que el apóstol Juan vio “descender del cielo, de Dios” (Apocalipsis 21:2, 10); y “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.  (24) Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.  (25)  Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.  (26)  Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.  (27)  No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. (Apocalipsis 21:23-27).

Por todo lo que antecede, deduzco que “los otros muertos [que] no volvieron a  vivir hasta que se cumplieron mil años” son resucitados por Dios para juicio en la Tierra Nueva (Apocalipsis 21:1-2), aunque gozan de un entorno paradisiaco, solo reconocen a Satanás, y al ser engañados de nuevo por él, en su tremenda maldad y odio hacia Dios y sus hijos, intentan asaltar  “el campamento de los santos y la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9);

El juicio final de los malvados no se hace esperar. Todos han sido condenados por Dios justamente, y por eso Dios hace justicia y extermina el mal de una vez para siempre: “y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:9,10). Esta es la muerte segunda –el juicio final ejecutorio de todos los malvados, y el fin del mal, el diablo, la muerte y el Hades (Véase Apocalipsis 20:11-15).

 Apocalipsis 20:11-15: Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.  (12)  Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. (13)  Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

4. Conclusión

Lo que venimos denominando “el Milenio”, la Palabra de Dios lo llama “mil años”. Y consiste, en mi opinión, en un periodo de tiempo cuya duración es de mil años literales, que se inicia con la Parusía –“el Día del Señor” (2ª Pedro 3:10) y el traslado al Cielo de todos Sus santos (1ª Tesalonicenses 4:13-18); y finaliza mil años después cuando el diablo es “desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp.), y son resucitados “los otros muertos”, es decir, todos los condenados de todas las épocas (Apocalipsis 20:5).

Apocalipsis 20:3: […] para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser [el diablo] desatado por un poco de tiempo.

Apocalipsis 20:5: Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. […].

No pretendo tener la última palabra ni que lo que defiendo sea la única verdad posible. Pero una cosa parece clara, en la Segunda Venida de Jesús solo sobreviven los salvos; y solo éstos son “arrebatados juntamente con ellos [este pronombre se refiere indudablemente a los “muertos en Cristo que resucitarán primero” (1ª Tesalonicenses 4:16)] en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:17).

¿Queda alguien vivo en la Tierra después de que los salvos sean llevados a recibir a Jesús en las nubes?

2 Pedro 3:7, 10-13: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. […] (10)  Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  (11) Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, (12) esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!  (13)  Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

Imposible imaginar que alguien, que no haya sido arrebatado “para recibir al Señor en el aire”, sobreviva. También el capítulo diecinueve –antecedente del capítulo veinte, el del Milenio– nos habla de la Segunda Venida de Cristo y del juicio sobre todas las naciones y gentes, lo que apoya aún más que el Milenio tenga lugar después de este crucial evento:

Apocalipsis 19:19-21: Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.  (20)  Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. (21) Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.

Obsérvese que con la Segunda Venida de Cristo (Lucas 17:24-30) solo se efectúa el Juicio de Dios sobre los malvados que viven en el Día de Su Parusía, siendo ejecutados con “el resplandor de Su Venida” (2ª Tesalonicenses 2:7). Nadie podrá resistir al poder del Hijo del Hombre cuando venga en Su Gloria: “¿quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6:14-17).

Lucas 17:24-30: Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.  (25)  Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.  (26)  Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. (27) Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.  (28) Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; (29) mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.  (30)  Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

Apocalipsis 6:14-17: Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  (16)  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  (17)  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?.

Solo en Su Segunda Venida se dirá: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15):

Apocalipsis 11:15: El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.

Sin embargo, y a pesar de que estos textos son muy claros, todavía hay creyentes que interpretan que el Milenio se establecerá en la Tierra renovada, donde Cristo y sus santos reinarán por mil años en la Tierra, sobre personas que todavía pueden pecar, y por tanto, recibir la muerte segunda, mientras la Iglesia está en el cielo. No es muy razonable pensar que Dios alargue en mil años la historia del pecado, y que todavía y durante mil años continúen naciendo niños con el estigma del pecado original, solo para demostrar al ser humano que la culpa de que pequen no está en el diablo, que durante esos mil años estaría atado, sino que es por su decisión y responsabilidad propia. Ellos hacen mucho hincapié en que la Palabra de Dios afirma que Cristo “regirá con vara de hierro” a las naciones (Véase Apocalipsis 2:26-29; Cf. 19:14-16), para defender que el Milenio transcurre en la Tierra.

Apocalipsis 2:26-29: Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, (27) y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre;  (28)  y le daré la estrella de la mañana.  (29)  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Apocalipsis 19:14-16: Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.  (15)  De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.(I)  (16)  Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.

La “vara de hierro” con la que Cristo regirá a las naciones, es usada fundamentalmente en Su Segunda Venida, y con ella “serán quebradas [las naciones]  como vaso de alfarero” (Apocalipsis 2:27). Simboliza la aplicación de la disciplina y castigo de Dios a causa de la incredulidad y desobediencia de las naciones a Su Palabra.

¿Quiénes son los que tienen parte en la primera resurrección y que son bienaventurados y santos porque “la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos”?

Apocalipsis 20:6: Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. 

¿No son acaso todos los que fueron resucitados y transformados cuando fueron resucitados en la Segunda Venida de Jesús (1ª Tesalonicenses 4:13-18)?

La Palabra dice claramente que “los otros muertos no llegaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años.” (Apocalipsis 20:5). ¿Dónde quedaron todos los millones de muertos de todas las épocas que no fueron resucitados cuando regresó Jesús? ¿Qué pasó con otros millones de personas que vivían en el momento de la segunda venida de Jesús, y que no fueron arrebatados “para recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:17)? ¿Acaso quedaron viviendo en un planeta destruido totalmente “en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:12)? ¿Podrá alguien seguir viviendo sin atmósfera y estando todo quemado por el fuego?

La lógica más elemental nos hace ver que los muertos que no fueron resucitados cuando vino Jesús en Su Segunda Venida, no necesitan respirar por motivos obvios, y los que estaban vivos y no fueron transformados y llevados a la presencia del Señor, fueron muertos, y tampoco necesitarán respirar durante el Milenio. ¿Dónde son llevados los salvos después de ser transformados en cuerpos celestiales? Según creo recordar, el autor anónimo del artículo que me usted me adjuntó, se limita a decir que el Señor los recibe en el aire, y luego los lleva al monte de los Olivos, y ahí quedan durante los mil años. ¿Es eso lo que dice la palabra de Dios? No lo creo.

¿Qué sucede al cabo del Milenio? Lo dice claramente la Palabra: “los otros muertos no llegaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años.” (Apocalipsis 20.5). ¿Cómo es posible que vuelvan a vivir si no hay alguien con poder suficiente para resucitarlos? Esta es la resurrección de la que habló Jesús –“la resurrección de condenación o juicio” (Juan 5:29), o resurrección de los injustos (Hechos 24:15). Será necesario que todos los impíos de todos los siglos sean resucitados para recibir el juicio definitivo de Dios que es la muerte segunda. Esto será el fin del mal, el pecado, el diablo y la muerte (Apocalipsis 20:10,14).

Apocalipsis 20:9,10: Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; ; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 20:14: Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Esta es la esperanza de todos los cristianos, un mundo en el que “Dios mismo estará con ellos como su Dios (Apocalipsis 21:3), “y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

Apocalipsis 21:1-27: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.  (2)  Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.  (4)  Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.  (5)  Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.  (6)  Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.  (7)  El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.  (8)  Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Sea como fuere el Cielo nuevo y la Tierra nueva, todos los que venzan serán felices allí. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11).

Apocalipsis 22:10-21: Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.  (11)  El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. (12)  He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.  (13)  Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.  (14)  Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.  (15)  Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.  (16)  Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.  (17)  Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.  (18)  Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  (19)  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.  (20)  El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.  (21)  La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.

 

Afectuosamente en Cristo.

 

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

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