Preguntas y Respuestas
Miscelánea
¿Qué significado tiene el ayuno en la Biblia?
¿Cuándo es conveniente que un cristiano ayune?
Versión: 05-11-13
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Primero de todo, debo aclarar que cuando me refiera en este estudio al “ayuno” o “ayunar” –mientras no haga mención expresa a la privación en concreto de alguna cosa o alimento en particular– me estaré normalmente refiriendo a lo que usualmente siempre hemos entendido; es decir, el abstenerse de ingerir cualquier tipo de alimento durante un determinado tiempo.
Algunos piensan que el ayuno completo o perfecto debería excluir, además de todo alimento sólido o líquido, también la abstención total de beber agua, y por supuesto, cualquier tipo de alimento en forma líquida. Pero, en mi opinión, en ningún caso, deberíamos hacer un ayuno que significase una deshidratación prolongada de nuestro cuerpo. La necesidad de frecuente y adecuada hidratación de las células del cuerpo humano está, hoy día, demostrada fehacientemente por la ciencia médica. Las personas bien informadas no ignoran las recomendaciones reiterativas de los médicos de que debe ingerirse, un mínimo de litro y medio a dos litros de agua diariamente, además de la que se toma a través de los alimentos. Estas cantidades recomendadas son mínimas y deberían adaptarse a las condiciones de temperatura ambiental existente y al tipo de trabajo desarrollado.
Abstenerse de tomar ningún tipo de alimento durante seis, doce, veinticuatro o cuarenta y ocho horas, puede ser incluso saludable para personas que no tengan ninguna enfermedad que sea incompatible con el tipo de ayuno que decida practicar. Por ejemplo, determinado ayuno puede no ser conveniente para algunos diabéticos o personas que sufran de anorexia. Pero aun las personas aparentemente sanas pueden experimentar dificultades dependiendo del tiempo que permanecen sin tomar ningún tipo de comida. Nadie debería hacer un ayuno cuya duración sobrepase la mayor de las citadas arriba, sino es por consejo y bajo vigilancia médica. Y, reitero, que todo ayuno es mucho más beneficioso si va acompañado de la toma de abundantes cantidades de agua, para favorecer la limpieza de la sangre y de los órganos corporales.
En segundo lugar, he de decir, que no he encontrado en las Sagradas Escrituras –ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento– mandamiento, ni ordenanza, ni reglamento alguno acerca de ayunar. Por tanto, hemos de tener claro que el ayuno es una práctica totalmente voluntaria, una opción personal que tendrá unos efectos positivos o negativos sobre el ser humano, afectando a aspectos físicos, psíquicos y espirituales del mismo, dependiendo de las motivaciones y convicciones profundas de nuestra mente y, de nuestra fe, confianza y conocimiento de Dios.
El ayuno, que en principio fue una forma de mortificarse corporalmente y de disciplinarse psíquica y espiritualmente, se encuentra presente de distinta manera en el Antiguo y Nuevo Testamento. Y a partir del siglo III de nuestra Era, con la aparición del monacato, las ordenes monásticas y el misticismo y ascetismo católicos, el ayuno se convierte en un instrumento importante, que sería de práctica frecuente y comúnmente usada por los ascetas a lo largo de toda la Edad Media. Aunque estas Órdenes católicas, tenían primeramente como norma ayunar los días miércoles y viernes de cada semana, muchos monjes o frailes aumentaban a discreción la duración y la frecuencia de la abstención de alimentos, a fin de doblegar a la “carne”, tratando de vencer sus perversas inclinaciones y pasiones, y para vencer las tentaciones del diablo. Muchos de estos ascetas solían hacer ayunos prolongados tomando solo pan y agua durante muchos días seguidos.
Sin embargo, estas disciplinas corporales no se limitaban a ayunar sino que se combinaban o alternaban con pasar noches y días enteros en vigilia, rezando sin pausa. Además, se despojaban de las mínimas y más elementales necesidades, como de vestido y calzado adecuado que les protegiese del frío, en aquellas celdas sombrías o cuevas donde vivían, y dormían acostándose en el durísimo y húmedo suelo, y sin cubrir la mayoría de veces sus ya debilitados cuerpos, con algún tipo de ropa de abrigo.
Aunque fueron multitud las personas que durante la Edad Media estaban imbuidas de esa concepción errónea de la religión mediante la cual pretendían debilitando la “carne” llegar a una mayor perfección espiritual, acercamiento y conocimiento de Dios, solo citaremos los casos de San Francisco de Asís (1182-1226) y Santa Teresa de Ávila (1515-1582), conocida también como Santa Teresa de Jesús, como ejemplos que gozan de gran consideración dentro de la Iglesia católica, puesto que, a pesar de esta concepción y práctica errónea del cristianismo, ambos fueron canonizados por la citada Iglesia.
El verdadero cristianismo no desprecia la dimensión física del ser humano que es su cuerpo, sino que lo cuida tratando de proporcionarle todos los nutrientes, carbohidratos, vitaminas, minerales, proteínas, y todo tipo de cuidados adecuados para no enfermar, incluyendo el ejercicio físico, y la templanza y moderación en todo, puesto que en él es donde mora el Espíritu Santo. Los cristianos somos “templo de Dios” donde “el Espíritu de Dios mora”; y “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:16-17; Cf. 6:18-20; 2ª Corintios 6:16-18).
1 Corintios 3:16-17: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? (17) Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
1 Corintios 6:18-20: Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. (19) ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20) Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
2 Corintios 6:16-18: ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. (17) Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, (18) Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
A continuación trataremos de averiguar el significado que ha tenido el ayuno en el Antiguo y Nuevo Testamento, y que aplicaciones e implicaciones puede tener el ayuno para la espiritualidad del cristiano de hoy día.
2. El ayuno practicado por el pueblo de Israel según se registra en el Antiguo Testamento.
En primer lugar, nos encontramos con el singular, espectacular y –hasta podríamos calificar– sobrenatural ayuno que practicó Moisés, el gran libertador y mediador de Israel. Aparentemente nadie le mandó que ayunara, pero las dos veces que “entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte” (Éxodo 24:18) “estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos” (Éxodo 34:28; Cf. Deuteronomio 9:8-11,24-27). Leamos los textos citados.
Éxodo 24:15-18: Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. (16) Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. (17) Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. (18) Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
Éxodo 34:28: Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.
Deuteronomio 9:8-11: En Horeb provocasteis a ira a Jehová, y se enojó Jehová contra vosotros para destruiros. (9) Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; (10) y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. (11) Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto.
Deuteronomio 9:16-20, 24-27: Y miré, y he aquí habíais pecado contra Jehová vuestro Dios; os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos pronto del camino que Jehová os había mandado. (17) Entonces tomé las dos tablas y las arrojé de mis dos manos, y las quebré delante de vuestros ojos. (18) Y me postré delante de Jehová como antes, cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo. (19) Porque temí a causa del furor y de la ira con que Jehová estaba enojado contra vosotros para destruiros. Pero Jehová me escuchó aun esta vez. (20) Contra Aarón también se enojó Jehová en gran manera para destruirlo; y también oré por Aarón en aquel entonces. (24) Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco. (25) Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir. (26) Y oré a Jehová, diciendo: Oh Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad que has redimido con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano poderosa. (27) Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires a la dureza de este pueblo, ni a su impiedad ni a su pecado,
Obligadamente debemos preguntarnos fundamentalmente dos cosas:
- ¿Por qué razón tuvo Moisés que hacer este ayuno de “cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Dt. 9:9; Éxodo 34:28)? ¿Es acaso un ejemplo a seguir por los cristianos? ¿Qué enseñanza debemos extraer para nosotros?
- Puesto que no cabe ninguna duda que a cualquier ser humano, que intentara llevar a cabo un tipo de ayuno semejante a éste, le habría costado, sin duda, la muerte, por inanición y deshidratación ¿por qué a Moisés no le afectó negativamente en absoluto, sino que, por el contrario, al cabo de cuarenta días sin comer ni beber, “he aquí la piel de su rostro era resplandeciente”, hasta tal extremo que los hijos de Israel “tuvieron miedo de acercarse a él” (Éxodo 34:30)? ¿Acaso no era él como todos los demás mortales?
Después de Moisés –que sepa el que escribe–, solo ha habido otro Hombre que ha sido capaz de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, cuando “fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mateo 4:1-2; Marcos 1:13; Lucas 4:2), Como todos sabemos, fue Jesucristo –el Hijo del Hombre– según relatan los Evangelios sinópticos:
Mateo 4:1-2 (Cf. Marcos 1:13; Lucas 4:2): Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. (2) Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
Lucas 4:1-2: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto (2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
Esta coincidencia entres Moisés y Jesucristo se debe a que aquél fue el único gran profeta “a quien haya conocido Jehová cara a cara” (Dt. 34:10); el cual prefiguraba a Jesucristo; “Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable” (Hechos 3:22-23; Cf. Dt. 18:18-19); Jesucristo es, pues, el profeta anunciado por Dios a Moisés, que, de manera semejante a éste, sería mediador entre Su pueblo y Dios “y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3:22-23). Esto fue ratificado por Dios mismo, que desde el Cielo habló en el Monte de la Transfiguración, para anunciar al mundo y testificar que “Este [Jesucristo] es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5-6). Por eso, todos los que le rechazaron fueron condenados: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).
Mateo 17:5-6: Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. (6) Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
Deuteronomio 18:18-19: Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. (19) Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.
Hechos 3:21-23: a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. (22) Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; (23) y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.
Moisés y Jesucristo eran de carne y hueso como todo ser humano. Por tanto, no podemos atribuir a su excepcionalidad o fortaleza humana el hecho de que no enfermaran, y que ni siquiera fueron debilitados hasta incluso poder morir por practicar semejantes ayunos, tan prolongados y fuertes, sino que por el contrario salieron fortalecidos ambos. En mi opinión, ellos pudieron y debieron hacer estos ayunos, porque ambos fueron elegidos por Dios para realizar una misión excepcional de intercesión por los pecadores que, en el caso de Moisés, solo se circunscribía a los israelitas que representaba (Dt, 9:16-20, 24-27); pero en el caso de Cristo implicó, además, vencer al diablo, al salir victorioso de todas sus tentaciones. Jesús –hombre sin pecado y santo (Lc. 1:35; Juan 8:46; 2 Cor. 5:20; Hebreos 4:15; 1 Pedro 1:18-25), a la semejanza de Adán, pero en un ambiente generalizado de pecado y depravación, es decir, en condiciones mucho más desfavorables que las que tenía la Primera Pareja humana–, como “Postrer Adán” (1ª Corintios 15:45), obtuvo la completa victoria para la humanidad, allí donde Adán fracasó por su desobediencia y rebeldía a Dios. En un momento de tanta trascendencia, en el que se iba desarrollar una gran batalla espiritual de la que dependería el éxito del Plan de Dios de salvación del mundo, y la derrota de Satanás, ¿iba Jesucristo a preocuparse de lo que comería o bebería? ¿Debería estar pendiente nuestro Salvador, durante esos cuarenta de días de tentación de las cosas materiales y de cómo sobrevivir en el desierto sin víveres ni agua?
Dejemos ahora que sea la misma Sagrada Escritura la que responda a la anterior pregunta que nos formulamos: ¿por qué razón tuvo Moisés que hacer este ayuno de “cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Dt. 9:9; Éxodo 34:28)?
La respuesta nos es dada por el propio Moisés: “no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo […] (25) Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir” (Deuteronomio 9:18,25). Moisés tuvo que hacer el citado ayuno “a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido“. Esto fue lo que precisó que Moisés tuviera que realizar una misión de intercesión para evitar la destrucción de las personas de Israel, que habían cometido tan grave pecado de rebelión contra Dios. Ello implicó que Moisés como representante de su pueblo, con verdadera aflicción de su espíritu, imprescindiblemente tuvo que olvidarse totalmente de sí mismo y de sus necesidades físicas para entregarse humilde y enteramente a su misión intercesora ante Dios; porque esa misión de gran trascendencia espiritual –prototipo de la de Cristo– no podía de ninguna manera compatibilizarse con estar pendiente de las necesidades materiales de su cuerpo físico, que, por otro lado, en esas condiciones de aflicción, posiblemente, y como suele ser usual, no hubiera sido capaz de ingerir ni asimilar ningún tipo de alimento.
Cuando Dios mandó a Moisés que subiera al monte del Sinaí no fue para que hiciera una acampada de cuarenta días en la que tuviera que ir bien equipado de provisiones para poder sobrevivir el tiempo que fuera necesario –esto sería inimaginable– sino que era para entrar a Su presencia, y recibir Sus leyes para confirmar el Pacto con su pueblo Israel, donde luego nacería Su Hijo. Durante todo este tiempo Moisés estaba inmerso en la Gloria de Jehová, recibiendo todas las palabras de Él por las que Israel debería regirse en adelante. Por eso cuando bajó del monte “la piel de su rostro era resplandeciente”, hasta tal extremo que los hijos de Israel “tuvieron miedo de acercarse a él” (Éxodo 34:30).
¿No sería ridículo que la intensa y densa comunicación e interrelación que Dios tuvo con Moisés hubiera tenido que tener interrupciones o pausas, a fin de satisfacer las necesidades materiales de Moisés, que en condiciones normales, serían las de cualquier ser humano, por ejemplo “tomar un bocadillo” o “beber un vaso de agua”? Moisés estaba en la presencia de Dios, y por eso, no precisaba nada material para su sustento, ni siquiera experimentaría cansancio, porque Él suplía todas sus carencias y debilidades como ser humano. Notemos, que la experiencia de Moisés con Dios fue única, pues durante su permanencia en el Monte, sumergido en la Gloria de Dios, vivió en un plano espiritual, adecuado a Su presencia. Por eso Moisés no necesitó comer ni beber durante esos cuarenta días, porque ante la presencia de Dios no tiene ningún sentido preocuparse por las cosas materiales, es más, sería absurdo, porque todo su ser debía estar concentrado en las cosas espirituales de Dios.
Éxodo 24:15-18: Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. (16) Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. (17) Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. (18) Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
¿Son los ayunos de Moisés y Cristo ejemplos a seguir por los cristianos? ¿Qué enseñanza debemos extraer para nosotros?
Como hemos podido comprobar, los ayunos de Moisés y Cristo fueron perfectamente lógicos y estaban completamente justificados, porque obedecieron a misiones excepcionales encomendadas por Dios para llevar a cabo Su Plan de Salvación para la Humanidad. Por lo tanto, ninguna persona sensata se plantearía seguir estos ejemplos.
La enseñanza para los cristianos es que “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Que no tenemos que estar tan pendientes de satisfacer las cosas materiales sino las espirituales, porque lo material es perecedero y pasajero, y lo espiritual es para la eternidad, y conduce a la vida eterna. Que Dios puede suplir todas nuestras necesidades materiales. Que nuestro “dios” no sea “el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:19). Que lo espiritual siempre debe tener el primer lugar. Veamos los textos que lo confirman:
Mateo 4:4: El [Jesús] respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Mateo 6:31-34: No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? (32) Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. (33) Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (34) Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Juan 6:27: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.
Filipenses 3:19-21: el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. (20) Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; (21) el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
En el Antiguo Testamento se registran muchos casos de ayuno más “normales”, que se relacionan con la aflicción del pueblo de Dios, por los pecados cometidos, o las derrotas infligidas por los enemigos de Israel, o por la tristeza causada por diversas desgracias, expresión de duelo, etc. Pero el ayuno siempre debe ir acompañado de oración a Dios, y verdadera constricción del corazón. Veamos algunos ejemplos:
Daniel 9:3: Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.
Jueces 20:26: Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová.
1 Samuel 7:5-10: Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová. (6) Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado.
2 Samuel 1:11-12: Entonces David, asiendo de sus vestidos, los rasgó; y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. (12) Y lloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por Jonatán su hijo, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, porque habían caído a filo de espada.
2 Samuel 12:16-23: Entonces David rogó a Dios por el niño; y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra. (17) Y se levantaron los ancianos de su casa, y fueron a él para hacerlo levantar de la tierra; mas él no quiso, ni comió con ellos pan. (18) Y al séptimo día murió el niño; y temían los siervos de David hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí: Cuando el niño aún vivía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto? (19) Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto. (20) Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió. (21) Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. (22) Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? (23) Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.
Esdras 8:21: Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes.
Esdras 8:23: Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio.
En mi opinión, el sentido del ayuno a través del AT ha podido quedar suficientemente claro. No obstante, si el lector lo desea puede leer textos adicionales como los siguientes: (1 Reyes 21:27-29; 1 Crónicas 10:12; Nehemías 1:3-5; 9:1-3; Salmos 35:13; 69:6-14; 109:24; Isaías 58:1-12; Joel 1:14; 2:12-15; Jonás 3:5; Zacarías 8:18-19).
3. El ayuno practicado en el Nuevo Testamento.
Como ya vimos anteriormente, Jesús, al inicio de Su ministerio público, “lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto (2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lucas 4:1-2).
Mateo 4:1-2 (Cf. Marcos 1:13; Lucas 4:2): Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. (2) Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
Lucas 4:1-2: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto (2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
Notemos, que los ayunos de Moisés y Cristo coinciden en cuanto a su duración, que fue, en ambos casos, de cuarenta días; pero también podemos distinguir algunas diferencias. Por ejemplo, respecto al ayuno de Moisés, la Biblia registra claramente que él estuvo “cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Dt. 9:9; Éxodo 34:28); es decir, un ayuno completo con abstención total de cualquier alimento y, también, sin ingesta de lo más esencial que es el agua. Sin embargo, en el caso de Jesús los Evangelios sinópticos no son tan específicos. Marcos se limita a registrar que Él “estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían” (Marcos 1:13). Mateo, en cambio, se refiere a que, Jesús, “después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre” (Mateo 4:2). Y Lucas narra que “no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lucas 4:2). Mateo habla de que Jesús ayunó, sin concretar si ello incluía, también, abstenerse de tomar o beber agua. Pero el evangelista Lucas, que, además, era médico, especifica que el ayuno consistió en que “no comió nada en aquellos días”. Y nada se afirma en cuanto a abstenerse de ingerir agua, imprescindible para la vida.
Por otro lado, podemos pensar que en un desierto es difícil encontrar agua, pero tampoco es imposible. Si Jesús no ingirió nada de agua mientras duró el ayuno, humanamente no habría podido sobrevivir más allá, como mucho, de siete días, según datos científicos. Este humilde escritor cree que el ayuno total de Moisés pudo ser realizado con éxito porque él estuvo físicamente ante la presencia y gloria de Dios, y ello le dispensó de atender sus necesidades fisiológicas. Sin embargo, no fue así con Jesús, pues Él necesariamente debía enfrentarse al diablo con solo Su perfecta humanidad –sin hacer uso de su Divinidad en absoluto. La Palabra de Dios registra que Jesús –solo cuando salió victorioso de las tres tentaciones de Satanás, después de los cuarenta días sin comer– fue asistido sobrenaturalmente porque “he aquí vinieron ángeles y le servían” (Mateo 4:11).
No obstante, cabe también la posibilidad que el ayuno de Jesús fuera como el de Moisés, es decir, no solo se habría abstenido de tomar alimentos sino también de beber agua. Sin embargo, si esto ocurrió realmente así hubiera sido necesario –semejante a como sucedió con Moisés– que el poder del Espíritu Santo actuase en el cuerpo físico de Jesús, dispensándole de esta necesidad física en aras de que no lastrara innecesariamente la misión espiritual de Jesús de vencer al diablo y sus tentaciones, al tener que ocuparse de algo tan material y elemental para la vida humana como tomar agua, que es imprescindible para la vida humana.
¿Cuándo deberían los cristianos ayunar?
El ayuno es una disciplina para el cuerpo y el espíritu, porque el ser humano es una unidad psicosomática, y lo que afecta al cuerpo afecta también a la mente y al espíritu, y viceversa. Pero, en mi opinión, debemos desterrar los conceptos católicos que puedan subyacer cuando se practica el ayuno. El catolicismo lo considera como una penitencia agradable a Dios y meritoria, y también como una manera de fustigar a la carne pecaminosa, a fin de mortificarla y debilitarla, una forma de refrenar las bajas pasiones del ser humano, y de llegar a la santidad; y, además, es un precepto creado por la citada Iglesia que ordena a sus fieles la obligación de ayunar ciertas días de la semana, o en determinadas épocas como la Cuaresma. Por lo tanto, huyamos de creer que el ayuno es algo meritorio y agradable a Dios, y aconsejable o necesario para llegar a la santidad.
Comprobamos anteriormente que los israelitas del AT practicaban el ayuno –normalmente de un día o poco más de duración– cuando estaban afligidos, como una señal de duelo y tristeza, como para demostrarle a Dios, que sentían un verdadero pesar y arrepentimiento y un auténtico deseo de cambiar sus conductas y volver a entrar en comunión con Él. Según prueba la Escritura también los fariseos del tiempo de Jesús tenían la costumbre de ayunar “dos veces a la semana” (Lucas 18:12-14). Sin embargo, antes fue justificado, ante Dios, el publicano verdaderamente arrepentido, que los fariseos que tanto ayunaban.
Lucas 18:12-14: ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. (13) Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (14) Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
En otra ocasión, relatada en los Evangelios, los discípulos de Juan el Bautista se dirigen a Jesús para preguntarle que, puesto que ellos y los fariseos tenían la costumbre de ayunar– por qué Sus discípulos no lo practicaban. Y Jesús les responde con una pregunta muy explícita: “¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos?” (Mateo 9:15; Cf. Lucas 5:33-35). De lo que deducimos que el ayuno se reserva para momentos especiales de gran duelo o cuando se experimenta una necesidad esencial en nuestra vida, y queremos demostrar a Dios, lo importante que sería para nosotros que Dios nos la satisficiera, concediéndonos lo que le pedimos, pues de ello dependería nuestra felicidad, o incluso nuestra propia vida. También cuando se han de tomar decisiones de gran importancia, o que pueden afectar a otros cristianos. Veamos los textos bíblicos completos:
Mateo 9:14-15: Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan? (15) Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Marcos 2:18-20: Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? (19) Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. (20) Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
Lucas 5:33-35: Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben? (34) Él les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos? (35) Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
¿Aconsejó Jesús el ayuno?
Jesús no ordena ayunar, ni reglamentó nada sobre el ayuno, pero tampoco lo prohíbe. Simplemente se limita a advertir que no hagamos del ayuno un motivo de ostentación y de aparentar espiritualidad ante los demás: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. (17) Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, (18) para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:16-18).
Solo he encontrado otra ocasión en que Jesús se refiere al ayuno, y es en relación con obtener una disposición adecuada para exorcizar los espíritus malignos o demonios que poseían a algunas personas.
Mateo 17:21: Pero este género no sale sino con oración y ayuno.
Marcos 9:29: Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
¿Practicaba la iglesia cristiana primitiva el ayuno?
En el libro de los Hechos de los Apóstoles he encontrado dos textos en los que los cristianos ayunan y oran cuando tienen que encomendar al Señor a otros hermanos para realizar la obra de la Iglesia, o para constituir a los ancianos dirigentes de la misma. Veamos los textos bíblicos:
Hechos 13:2-3: Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. (3) Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Hechos 14:23: Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
4. Conclusión
Los ayunos practicados por Moisés y Cristo fueron excepcionales, y no se pueden tomar como ejemplo para los cristianos, por motivos obvios de perecer en el intento. El ayuno bíblico y cristiano siempre está unido con la oración a Dios, y, normalmente, puede consistir en abstenerse de una comida, o, también estar veinticuatro horas o más sin ingerir ningún tipo de alimento, pero, en cualquier caso, nunca dejar de tomar la cantidad de agua necesaria para la hidratación adecuada del organismo humano. Los motivos para practicar el ayuno junto con la oración son variados; por ejemplo, por sentirse afligido, para pedir a Dios poder para las debilidades de la “carne”, o para superar una enfermedad, o para avanzar en el conocimiento espiritual y en la santidad, etc.
Sin embargo, en mi opinión, no todas las personas pueden practicar el ayuno completo, por causa de alguna enfermedad, por ejemplo diabetes, etc., o simplemente porque no les sienta bien, porque notan que, en lugar de conseguir que la mente esté más despejada, mejor disposición espiritual, y una mayor comunión con Dios, se producen otros efectos no tan positivos y deseados.
Por lo tanto, recomiendo a todo aquel que quiera practicar el ayuno cristiano que “esté plenamente convencido en su propia mente” (Romanos 14:5), de que es beneficioso para él en particular, y que su motivación es la correcta, pues muy bien declara el apóstol Pablo que “El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (Romanos 14:6); y “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). Leamos también el contexto:
Romanos 14:1-6: Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. (2) Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. (3) El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. (4) ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. (5) Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. (6) El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.
No obstante, para que no caigamos en el legalismo de los fariseos, el Señor, nuestro Dios, nos recuerda: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? (7) ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?” (Isaías 58:6-7). Veamos también el contexto:
Isaías 58:1-12: Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. (2) Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. (3) ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. (4) He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. (5) ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? (6) ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? (7) ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? (8) Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. (9) Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; (10) y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. (11) Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. (12) Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.
Afectuosamente en Cristo.
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
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Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
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