Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

El dragón, la bestia, los reinos mundiales y el Reino de Dios

 
 
Versión: 28-05-13

Primera parte

El Reino de Dios: ¿Gobierna Jesús ya desde el Cielo?

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

El presente estudio bíblico surgió a raíz de que una estimada hermana me planteó la interesante pregunta: “¿cree usted que Jesús gobierna ya desde el cielo?”. Lo de investigar sobre las bestias de Apocalipsis 13:1-18 y 17:1-18,  me vino sobre la marcha, porque además de ser un tema que no había tratado todavía en mi web, pensé que era muy importante que mis lectores conocieran quién es la bestia, y también la seria advertencia que Dios nos da referente a ella:

Apocalipsis 14:9-10: Y el tercer ángel  los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,  (10)  él también beberá del vino de la ira de Dios; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;

En la monarquía democrática española solemos decir que nuestro rey reina pero no gobierna, refiriéndonos a que él no tiene jurisdicción para intervenir en la toma de decisiones y tareas propias de gobierno, sino que solo es una figura representativa del Estado con escaso poder, y que además tiene una función  moderadora y cohesionadora del mismo.

Aunque para los cristianos Jesucristo es nuestro Rey, Él no usurpa las atribuciones y quehaceres de ninguno de los reyes o jefes de Estado terrenales, pues Su Reino no es de este mundo (Juan 18:36). Sin embargo, la Palabra de Dios le declara “Señor de señores y Rey de reyes” (Apocalipsis 17:14; Cf. Apocalipsis 19:16; Cf. Salmos 47:6-8). También, en el Antiguo Testamento (AT), Dios recibe el título de “Rey de toda la tierra”, y que “reinó Dios sobre las naciones” (Salmos 47:6-8). Lo cual viene a confirmar que las tres Personas –el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo– que conforman la Divinidad son un único Dios que es “Rey de toda la Tierra”, pero que además reina “sobre las naciones”.

Salmos 47:6-8: Cantad a Dios, cantad; Cantad a nuestro Rey, cantad; (7)  Porque Dios es el Rey de toda la tierra;  Cantad con inteligencia.  (8)  Reinó Dios sobre las naciones;  Se sentó Dios sobre su santo trono.

Apocalipsis 17:14: Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.

Apocalipsis 19:13-16: Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.  (14)  Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.  (15)  De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. (16) Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.

Los textos citados del libro de Apocalipsis claramente indican que hay un gran conflicto entre Cristo –que no solo es el Cordero de Dios sino también el Rey de reyes–, y los reyes de la Tierra y sus naciones. De esta pelea, lucha, batalla o confrontación entre el poder terrenal y el celestial saldrá victorioso este último, como no podía ser de otra forma; pero Cristo utilizará una sola arma: “una espada aguda” que sale de su boca (Ap. 19:15). Puesto que claramente es un simbolismo ¿qué representa esa “espada aguda” que sale de su boca?

En este caso no parece haber especial dificultad para deducir que este símbolo de la “espada” se refiere a la “palabra”, pues es lo que suele salir de la boca. Pero no una “palabra” cualquiera”, sino la Palabra de Dios porque es Dios mismo el que la emite. Esta no es una deducción gratuita sino que es la misma Biblia la que suele simbolizarse con una “espada de dos filos” tan “aguda” que “penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12; Cf. Efesios 6:10-17).

Hebreos 4:12: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Se trata, pues de una lucha espiritual entre “el bien”, personificado por Dios y sus hijos o súbditos del Rey de reyes, y “el mal”, representado por el diablo y sus hijos. Pero –¡atención!– la victoria sobre el mal solo será posible para los que luchen con “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17 úp.). De ahí que el apóstol Pablo nos recomiende: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” […] Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,  (15)  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. (Efesios 6:11, 14-16). Ahora, leamos todo el pasaje entero de Efesios 6:10-17, para comprenderlo mejor:

Efesios 6:10-17: Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.  (11)  Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.  (12)  Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.  (13)  Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.  (14)  Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,  (15)  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.  (17)  Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

“Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). El Hijo de Dios no permaneció confortablemente instalado en Su trono celestial sino que “cuando vino el cumplimiento del tiempo… nació de mujer” (Gálatas 4:4), y “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). De esta maravillosa e inimaginable forma Él se introdujo en este mundo, para vencer al mal en su propio terreno, es decir, el mismo escenario donde se había infiltrado y desarrollado, que no es otro  que el planeta Tierra, y solo éste en todo el Universo.

Cristo Jesús vino, pues, a la Tierra a buscar y salvar lo que se había perdido (Mt. 18:11; Lc. 19:10; 9:56; Jn 12:47; 1 Ti. 1:15), y a anunciar el establecimiento de Su Reino en la Tierra (Mt 3.2, 4:17,23; 10:17; 12:28; 16:28; Mr. 1:15; Éxodo 19:6, Dn. 7:18; 1. P. 2:9).
En presente artículo analizaré, en primer lugar, quién gobierna o reina verdaderamente sobre este planeta Tierra. Luego, intentaré responder otras preguntas como, por ejemplo, las siguientes:

¿Qué es el Reino de los Cielos o de Dios o de Cristo?  ¿Se trata de un Reino espiritual o material y real o ambos a la vez? ¿Qué reino impera ahora sobre la Tierra? ¿Sobre quiénes gobierna o reina Cristo? ¿Cuándo se establece ese Reino en la Tierra? ¿De qué forma está reinando ahora Cristo? ¿Cómo será el futuro Reino de Dios que Jesús tanto anunció?

Por último, trataremos de averiguar quiénes son las bestias de Apocalipsis 13:1-18 y 17:1-18. Puesto que la Palabra de Dios nos hace la siguiente seria advertencia –“Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,  (10)  él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;” (Apocalipsis 14:9-10)– ¿cómo podremos evitar este peligro si no sabemos quién es la bestia?

Apocalipsis 16:1-2: Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.  (2)  Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.

2. ¿Ha intervenido Dios en la historia de la Humanidad? ¿Quién gobierna o reina verdaderamente sobre el planeta Tierra?

Dios nunca ha dejado de intervenir en Su Creación. No la ha abandonado a su suerte jamás. Desde el mismo instante de la caída de Adán y Eva, Dios les prometió a ellos y a su descendencia la victoria sobre la “serpiente” –“el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mudo entero” (Apocalipsis 12:9; 20:2)–, por medio de la simiente de la mujer, “la cual es Cristo” (Génesis 3:15; Cf. Gálatas 3:16).

Génesis 3:15: Y pondré enemistad entre ti [la serpiente] y la mujer [la Iglesia de Cristo], y entre tu simiente [la de la serpiente-los hijos del diablo] y la simiente suya [los hijos de Dios]; ésta [la simiente de la mujer que es Cristo] te herirá en la cabeza, y tú [la serpiente-el diablo] le herirás en el calcañar.

Gálatas 3:16: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

A partir de ahí, el Creador permitió que tanto el bien y el mal, o sea, los hijos de Dios y los del diablo se desarrollaran y mostraran sus correspondientes frutos, unos de maldad y otros de bondad. El trigo sembrado por Dios y la cizaña sembrada por el diablo debían crecer juntos, no serían separados hasta el fin del mundo, pues, hasta que no dieran sus frutos no podrían distinguirse suficientemente el uno de la otra (Mateo 13:28-30, 37-43).

Mateo 13:37-43: Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.  (38)  El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. (39) El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. (40) De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. (41) Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42)  y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. (43)  Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Hechos 17:30-31: Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;  (31)  por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón [Cristo Jesús] a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

Dios interviene y juzga a una parte importante de los habitantes de este mundo en distintas épocas de su historia y de variadas maneras.

Primera. Dios juzgó a los antediluvianos a causa de que su maldad traspasó los límites fijados por Él.

Génesis 6:5-8: Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.  (6)  Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.  (7)  Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.  (8)  Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.

Cuando los seres humanos se rebelaron contra Dios, fueron olvidándose de su Creador y de la ley de amor grabada en sus conciencias. Hasta tal extremo se endurecieron que llegaron a perder la capacidad de hacer el bien, y  “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Aunque siempre hubo hijos de Dios –aquellos humanos que todavía le reconocían como Creador y Padre– al juntarse éstos con los incrédulos, seguidores o hijos del diablo mediante uniones matrimoniales, se fue produciendo paulatinamente, por esta estrecha convivencia, un “contagio” o sincretismo, hasta que la influencia maligna de las “hijas de los hombres”, con su natural seducción, corrompieron a los hijos de Dios, resultando en una generalización de la corrupción y depravación humana, de la que solo se libraron ocho personas: Noé y su familia (1ª Pedro 3:20).

Génesis 6:1-4: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,  (2)  que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. (3) Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.  (4) Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.

Como ya sabemos Dios juzgó a esa generación perversa con el Diluvio universal, del que solo se salvaron Noé y su familia. Vuelta a empezar, pero ahora este pequeño grupo del que descenderá toda la humanidad ya tiene la experiencia de que el mal conduce a la destrucción total. Antes Dios había pactado con Adán y Eva, ahora renueva aquel pacto con Noé, y le da como señal visible, Su “arco en las nubes”, como evidencia de su promesa de protección y alianza con la Humanidad.

Génesis 9:9,12-15: He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; […] (12) Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: (13)  Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra.  (14)  Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes.  (15)  Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne.

Segunda. Dios llama a Abraham y obra milagrosamente para que tenga descendencia, y sea el padre de la nación judía, y también, de la fe cristiana e islámica.

Varios siglos después de diluvio (unos 427 años aproximadamente), cuando la positiva influencia de Noé y su familia se había perdido, y los seres humanos habían vuelto a multiplicarse y a olvidarse de su Creador, hacia el año 1900 a.C. es el momento crucial y oportuno cuando Dios interviene de nuevo, esta vez no para hacer juicio con otro diluvio, sino para elegir y formar a un pueblo, que conozca su voluntad y su Plan de salvación previsto, mediante el Mesías prometido a Israel. Y para que el resto de las naciones del planeta Tierra, también supieran y recordaran, que Él es el único Dios verdadero, el único que tiene existencia por sí mismo, y que no ha abandonado a la Humanidad a un ciego, incontrolable y tenebroso destino, sino que cualquiera puede acogerse a su Plan de salvación.

Por eso, no muchos años después de que muriera Noé –quizá unos 200 años, ya que Noé, que murió a la edad de 950 años (Génesis 9:29), vivió 600 años antes del Diluvio, y 350 años después del mismo (Génesis 9:28)–, Dios llama a Abraham cuando tenía setenta y cinco años de edad (Génesis 12:4), hacia el año 1900 a.C., aproximadamente, y hace pacto con él. Este pacto es un paso muy importante del cumplimiento de la promesa que Dios hizo a Adán y Eva en Génesis 3:15, y que citamos antes. Esencialmente, esta alianza o pacto incluye dos promesas. La primera tiene como objetivo hacer que de Abraham salga “una nación grande” (Génesis 12:2), que es el pueblo de Israel, del que saldrá el Salvador y Redentor del mundo. La segunda –“y serán benditas en ti todas las naciones de la tierra” (Génesis 12:3; 22:18)– depende del cumplimiento de la primera, y nos aclara que la bendición es universal porque se extiende a “todas las naciones de la tierra”. Es decir, afecta a todos los creyentes de todas las épocas y de todas las naciones porque de Abraham descenderá Cristo Jesús, el Salvador del mundo (Génesis 22:18; Gálatas 3:16). Abraham se convertiría en el padre de Israel, su primer patriarca, y el antecesor de Cristo según el Evangelio de San Mateo 1:1: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.”

Génesis 22:18: En tu simiente [la de Abraham: Cristo] serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.

Gálatas 3:16: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

El apóstol Pablo nos aclara que esta “simiente es Cristo” (Gálatas 3:16). Por tanto, en Cristo se cumple la promesa de salvación de Dios para la Humanidad, que fue hecha por primera vez a Adán y Eva (Génesis 3:15), y confirmada a Abraham (Génesis 22:18). Por tanto, todos los creyentes pertenecemos al pacto de Abraham (Romanos 4:13-25; Gálatas 3:6-9) y no al pacto de la ley que Dios hizo con Moisés en el Sinaí. El Evangelio es claro y tajante cuando declara que nuestra salvación no es “por obras, para que nadie se gloríe” sino solo “por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Son muchos los textos que avalan esta doctrina fundamental para todo cristiano, que es motivo de alegría, y da seguridad en la salvación, pero que ha sido negada por algunas iglesias, especialmente, la Católica romana y la Ortodoxa griega. Por eso, citaremos algunos textos más:

Romanos 4:1-8,16-25: ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?  (2)  Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.  (3)  Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. (4)  Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; (5) mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. (6) Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, (7) diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos.  (8)  Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.  […]  (16)  Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros  (17)  (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.  (18)  El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. (19) Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.  (20)  Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, (21)  plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;  (22)  por lo cual también su fe le fue contada por justicia.  (23)  Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,  (24)  sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,  (25)  el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Gálatas 3:6-9: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. (7)  Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.  (8)  Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.  (9)  De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.

Notemos, que Abraham, cuando recibió las promesas, tenía 75 años (Génesis 12:4) y su esposa Sara, con 66 años, era, además, estéril ¿qué descendencia podían tener, en esas condiciones?

Las promesas de Dios eran imposibles de cumplir por medios y voluntad humanos. Pero Dios interviene en la historia humana. Él nunca miente y cumple siempre todas sus promesas. (Hebreos 6:13-18).

Hebreos 6:13-18: Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,  (14)  diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. (15)  Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. (16) Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación.  (17)  Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento;  (18)  para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.

Pasaron diez años desde que Dios prometió a Abram que de su descendencia se formaría una gran nación,... y nada había ocurrido en esos diez años. Ahora Abram tenía 85 años; y Sarai, esposa de Abram, siendo estéril y, además, de avanzada edad (unos 76 años), era imposible que concibiera un hijo de forma natural. Aunque parecía que Dios hubiera olvidado su promesa, el tiempo previsto por Él todavía no había llegado, y la fe de Abram y Sarai sería puesta a prueba mientras tanto.

Aunque Dios había vuelto a reiterar sus promesas, como pasaba el tiempo, y el hijo no llegaba, Sarai, desesperada por su imposibilidad natural de tener hijos, rogó a Abram que se uniera a su sierva llamada Agar, porque pensó que quizá se cumpliese la voluntad de Dios, si el hijo le viniera, por medio de su esclava, Agar (Génesis 16:1-4,15,16). “Y Agar dio a luz un hijo a Abram,” y éste le puso el nombre de Ismael. “Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio  a luz a Ismael.” (Génesis 16:15,16).

Dios, pasando por alto el intento humano de Abram de “ayudarle” a fin de que sus planes pudieran cumplirse, –intento que implicaba falta de confianza en Él, pero muy comprensible desde el punto de vista carnal, pues naturalmente era imposible que ellos tuvieran descendencia– poco después, sella el pacto con Abram, al que cambia su nombre por Abraham que significa padre de muchedumbres (Génesis 17:4-6) y le da como señal de pertenencia al mismo la circuncisión. A partir de entonces todos los que pertenecían al pueblo de Dios, debían circuncidarse, y todo hijo que les naciera sería circuncidado a la edad de ocho días (Génesis 17:10-14). También a Sarai, le sustituye su nombre por el de Sara que significa princesa (Génesis 17:25).

Era Abraham de 99 años y Sara de 90 años, cuando Dios les promete nuevamente que Sara tendrá un hijo, que le llamará Isaac (que quiere decir risa, porque Sara se rio cuando oyó la promesa) (Génesis 18:11-15). Por fin, Dios cumplió su promesa y les dio un hijo. Lo que queda registrado en Génesis 21:5: “Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo”.

Tercera. Dios juzga a dos pueblos de la antigüedad: Sodoma y Gomorra. “Entonces Jehová le dijo [a Abraham]: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo…” (Génesis 18:20); aunque Abraham intercedió por ellos, como allí no había ni diez justos y la perversión había llegado a un máximo, ya sabemos lo que ocurrió: “Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos;  (25)  y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra” (Génesis 19:24-25).

Cuarta. Dios interviene en la elección, formación y desarrollo del pueblo de Israel

Con el nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa, se empieza a cumplir el Plan de Dios para la salvación de la Humanidad. Pero muchos eventos, dirigidos por la Providencia de Dios tenían que ocurrir hasta la formación del pueblo de Israel y la venida del Mesías.

Dios ha querido enseñarnos que la promesa de bendición que afectaría a toda la humanidad no se realiza por voluntad humana, por medio de Ismael, el hijo de la esclava Agar, sino por Isaac, el hijo de Su promesa, y que nace por la acción sobrenatural de la voluntad divina (Romanos 9:3-8; Cf. Gálatas 4:22-31).

Romanos 9:3-8: Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;  (4)  que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;  (5)  de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. (6) No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,  (7)  ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.  (8)  Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.

Isaac engendra a Esaú y Jacob, dos gemelos (Génesis 25:19-34). Aunque Esaú nace primero –lo que le daba el derecho de la primogenitura, que era muy importante, espiritual y económicamente–  Jacob es elegido por Dios para recibir este privilegio (Romanos 9:11-13). Jacob, al que Dios cambia su nombre por el de Israel, tuvo doce hijos con cuatro mujeres: Lea, Raquel, Bilha y Zilpa. Los doce con sus familias y descendientes emigraron a Egipto, donde más tarde fueron esclavizados por un Faraón. Allí, pasados cuatrocientos treinta años desde el llamamiento de Abraham, se multiplicaron, y Dios envió a Moisés, con poder, a libertar a su pueblo que estaba en Egipto (Éxodo 12:37-41).
Éxodo 12:37-41: Partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños.  (38)  También subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado.  (39)  Y cocieron tortas sin levadura de la masa que habían sacado de Egipto, pues no había leudado, porque al echarlos fuera los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida.  (40)  El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años. (41) Y pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto.

Ahora bien, una nación requiere un territorio, donde establecerse. Por eso Dios  promete a Abraham darle la tierra de Canaán a su descendencia: “… A tu descendencia daré esta tierra…” (Génesis 12:7). Sin embargo, esta tierra no iba a pasar de forma automática y rápida al pueblo de Israel, sino que Dios  predice a Abram: “…tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años” (Génesis 15:13; Cf. Éx. 1:1-14; Hechos 7:6).

Génesis 15:13: Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.

Sin embargo, cuando esta profecía fue cumplida y comienza el éxodo del pueblo de Israel, la Biblia registra que “El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años” (Éxodo 12:40). Con toda seguridad ambos periodos de cuatrocientos  (400 años) y cuatrocientos treinta años (430 años) se refieren al mismo evento, aunque con inicios distintos. El apóstol Pablo, en Gálatas 3:16-17, nos aclara que el periodo de cuatrocientos treinta años se inicia cuando “a Abraham fueron hechas las promesas” hasta la ley del Sinaí, que Dios dio  a sus descendientes poco después de que salieran de Egipto. Por eso, él declara: “la ley que vino cuatrocientos treinta años después” (Gálatas 3:17) de que “a Abraham fueron hechas las promesas” (Gálatas 3:16).
Éxodo 12:40-41: El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años.  (41)  Y pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto.

Gálatas 3:16-17: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.  (17)  Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

Por tanto, el periodo de 400 años necesariamente empieza a contar 30 años después del llamamiento de Dios a Abraham, cuando éste tenía 105 años, y hacía cinco años que había nacido su hijo, Isaac. Es decir, este periodo de 400 años se inicia cuando el niño Isaac –la descendencia de Abraham, que morará en tierra ajena, empieza a ser objeto de burlas y envidia de Ismael, su hermanastro, hijo de la esclava Agar (Génesis 21:8-12). Puesto que Isaac era de sesenta años cuando nació su hijo, Jacob, (Génesis 25:26), y este tenía ciento treinta años, cuando entró en Egipto, (Génesis 47:9), pasaron 190 años, luego el resto hasta 400, que son 210, es el tiempo de permanencia de los descendientes de Abraham, –el pueblo de Israel– en Egipto.

Génesis 15:13-16: Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.  (14)  Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. (15)  Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. (16) Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.

Con el comienzo del Éxodo hacia el año 1450 a.C. (1), el pueblo de Israel, es liberado de la esclavitud de Egipto, mediante la acción poderosa de Dios. Moisés es el instrumento humano elegido por Dios para llevar a cabo su plan de liberación de su pueblo. Faraón se niega a dejar en libertad a Israel.  Fue necesario que Dios le enviara diez plagas consecutivas, y sólo ante la décima plaga, consistente en la ejecución de todos los primogénitos de los egipcios, consintió en dejar en libertad a este pueblo en número de unos “seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños” (Ex 12, 37). A los que se unieron “multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado.” (Ex 12, 38).
Notemos como todos estos eventos, –la esclavitud de Israel en Egipto y su liberación, mediante la acción poderosa de Dios, que juzga a esta nación pagana y a su Faraón, y posibilita su regreso a Canaán, que no se produciría hasta que la maldad del amorreo hubiera llegado a su colmo– son fruto de la intervención milagrosa de Dios, que no juzga a las naciones y sus habitantes hasta que no llegan al colmo de la maldad que Él permite. Y dan cumplimiento con precisión a las predicciones que Dios hizo a Abraham, y que se registran en Génesis 15:13-16.

Génesis 15:13-16: Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.  (14)  Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. (15)  Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. (16) Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.

Como sabemos, no terminó ahí la obra de Dios, sino que milagrosamente abrió el mar Rojo, separando las aguas en dos (Éxodo 14:21,22), para dejar un cauce seco por el que huyó todo Israel de la persecución de Faraón. De esta manera, después de atravesar milagrosamente el mar Rojo, tuvieron sed y Dios les transformó las aguas amargas de Mara, para que pudieran beber, y les alimentó dándoles el maná caído del cielo; y más tarde, les suministró codornices en gran cantidad, y así fueron conducidos en tres meses al desierto del Sinaí.

Allí sobre el monte del Sinaí, Dios revela a su pueblo su ley y hace pacto con él sobre la base de la obediencia del pueblo al Decálogo o diez mandamientos (Éxodo 20:1-17). No sólo recibieron de Dios esta ley moral, sino un sistema extenso de leyes morales, rituales y civiles con las que, en adelante, regirían la nación como un gobierno teocrático. Éstas legislaban todos los aspectos de la sociedad de entonces, como las leyes sobre los sacrificios de animales, ofrendas, sobre los esclavos, sobre responsabilidades de amos y dueños, sobre la restitución, humanitarias, sobre la guerra, etc.

De esta manera el pueblo de Israel era gobernado con equidad, pero siempre que obedeciera a Dios en todo. Cuando el pueblo de Israel obedecía a Dios era prosperado, y, en caso contrario era vencido por las naciones paganas que le circundaban.

Si cumplían las leyes de Dios y eran fieles a Él, todo les iría bien:

Levítico 26:3-12: Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra,  (4)  yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto.  […](5) y habitaréis seguros en vuestra tierra.  […].  (7)  Y perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros.  (8)  Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros. […]  (11)  Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará;  (12)  y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

Sin embargo, si  olvidaban a Dios y sus leyes, invalidaban el pacto, y volverían a sufrir el acoso de las naciones vecinas que les derrotarían.

Levítico 26:14-46: Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos,  (15)  y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto,  (16)  yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán.  (17)  Pondré mi rostro contra vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga  (33)  y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades.  […]  (40)  Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición,  (41)  yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado.  (42)  Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra.  (43)  Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos.  (44)  Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios.  (45)  Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová.  (46)  Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.

Al morir Moisés, que no pudo sino vislumbrar la tierra prometida, le sucedió Josué, con el que se inició la conquista de Canaán. Cuando murió Josué, la unidad de gobierno de las tribus israelitas desa­pareció. Empezaba la “etapa de los jueces”, quienes asumieron las tareas de gobierno. Sin embargo, este periodo que duró unos 150 años, hasta la institución de la monarquía, se caracterizó por la pérdida progresiva de la pureza ritual del hebraísmo. El pueblo pareció mantener en el olvido la ley y tendió a elaborar una religión sincretista, asimilando las divinidades idolátricas Baal y Astarté de las naciones que les rodeaban, poniéndolas casi al mismo nivel que su Dios Yahvé. (2)

La conquista de Canaán por los israelitas no se completará hasta unos mil años más tarde, con los reinados de David y, especialmente, de Salomón.

A partir del siglo XI a.C., ante las amenazas de las naciones vecinas, los israelitas sienten la necesidad de tener un rey. Es el final del periodo de los jueces y el comienzo de la monarquía, que se inicia con el nombramiento de Saúl, un joven de la tribu de Benjamín, quien según el relato bíblico desobedece a Dios, razón por la que el pueblo no prospera. La conquista de Canaán, la tierra prometida por Dios, es un proyecto incompleto, que se conseguiría con dificultad y progresivamente, pero que alcanzó una importante cota con sus sucesores, el rey David (1011 - 972 a.C.) y su hijo Salomón (972 - 933 a.C.), con quien el reino de Israel consiguió su máximo esplendor, alcanzando los límites de Canaán. Es, pues, bajo el reinado de Salomón que se produce el abatimiento definitivo de los cananeos, así como la construcción del templo de Jerusalén, en la cumbre del monte Moria. (3)

Lamentablemente no duró mucho esa situación, pues, con la muerte de Salomón (931 a.C), las doce tribus de Israel se dividieron, separándose diez tribus que formaron lo que se denominaría el reino del norte, y estableciéndose a unos cincuenta kilómetros de Jerusalén donde edificaron su capital, Samaria. El reino del sur, conocido como el reino de Judá, quedó formado por las otras dos tribus restantes, teniendo a Jerusalén como capital. (4)

Tras un periodo de mutua hostilidad entre los dos reinos (931 a 885 a.C.), otro de alianza (885-841 a.C), le siguió la total ruptura e independencia (841-722 a.C). Mientras Judá, el reino del sur, prosperaba, Israel, el reino del norte, decaía. Los reyes de Israel fundaron santuarios para adorar el becerro de oro, lo que condujo al pueblo a una tremenda apostasía. (5)

Fin del reino de Israel

Por eso, Dios permitió, en el año 722 a. C. (6), que un ejército asirio conquistara Samaria y se llevara cautivas a las diez tribus. Al quedar despoblada esta zona, e intentar repoblarla, el emperador asirio, con gente de otras naciones y no conseguirlo plenamente, se vio obligado a solicitar a algunos israelitas cautivos que regresaran a su tierra. Esta mezcla de gentes de diversa nacionalidad y religión dio lugar al pueblo que en tiempos de Jesús era conocido como los samaritanos.

Fin del reino de Judá

Otro tanto le ocurrió al reino del Sur, Judá, pues cuando la apostasía de ellos se hizo insoportable, Dios, permitió que los babilonios, dirigidos por Nabucodonosor, en el año 606/605 a.C. (7), conquistaran Jerusalén y se llevara cautivo al reino de Judá. Jerusalén sería destruida casi totalmente, unos años más tarde, hacia el 586 a.C. El templo fue incendiado, y otros judíos debieron par­tir hacia Babilonia. La toma de Jerusalén significó el fin del reino de Judá.

En el 605 a.C. empezó el famoso exilio del pueblo de Judá a Babilonia. Dios había amonestado repetida y sucesivamente de lo que les iba ocurrir si seguían adorando los ídolos y apostatando de Él. Incluso Dios, por medio del profeta Jeremías, les predijo, no sólo que serían derrotados y llevados cautivos por Nabucodonosor, sino también la duración de su cautiverio, que sería de 70 años, contados a partir del 605 a. C. (Jeremías 25:11-12).

Jeremías 25:11-12: Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. 12 Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.

Repatriación de los judíos

En el destierro, el pueblo de Yahvé volvió a su Dios. Se dio cuenta de que los profetas le habían advertido a tiempo, y deseó reparar sus yerros. Ezequiel, profeta y sacerdote, reorganizó la nación israelita en Babilonia, y mantuvo viva la esperanza en la reconstrucción. Reelaboró la ley y aumentó el rigorismo.

El decreto que realiza la voluntad de Dios de que su pueblo fuese liberado de la cautividad babilónica, después de esos 70 años de exilio, y fuera posible su regreso a su tierra, fue dado, en cumplimiento de la citada profecía de Jeremías 25:11-12, por Ciro rey de Persia. Esto queda claro y fielmente registrado en el capítulo uno del libro de  Esdras. Aunque se recomienda leer todo el libro, aquí transcribiremos sólo unos pocos versículos.

Esdras 1:1-4: En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo:  (2)  Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá.  (3)  Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén.  (4)  Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén.

Setenta años después del inicio del exilio del pueblo de Israel a Babilonia –605 a. C. menos 70 años de cautiverio– nos llevan al 536 a. C.

Algunos confunden el decreto de Ciro de Esdras 1:1-4, que permite el regreso de los primeros exiliados judíos a su tierra, con la orden a que se refiere Daniel 9:25: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas.”

Esta última orden para reconstruir o restaurar Jerusalén, que le fue revelada por Dios a Daniel, con motivo de su ferviente oración, está registrada en el capítulo 7 de Esdras. Perfectamente datada en la Santa Biblia, fue dada realmente “...en el séptimo año del rey Artajerjes. (8) Y llegó a Jerusalén en el mes quinto del año séptimo del rey” (Esdras 7: 7 úp, 8), y corresponde a la segunda repatriación.

Esdras 7:11-14:11 Esta es la copia de la carta que dio el rey Artajerjes al sacerdote Esdras, escriba versado en los mandamientos de Jehová y en sus estatutos a Israel: 12 Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo: Paz. 13 Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino, del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, vaya. 14 Porque de parte del rey y de sus siete consejeros eres enviado a visitar a Judea y a Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que está en tu mano;

Estos textos dan la clave para fijar el inicio de la profecía de las setenta semanas de años del capítulo nueve del libro de Daniel (9:25). Esta orden fue dada en el año 457 a. C. Como así lo confirma la historia. Veamos que dice wikipedia.org:

“Artajerjes encargó a Esdras un sacerdote-escriba judío, a través de una carta de decreto, que se encargara de los asuntos eclesiásticos y civiles de la nación judía. Una copia de este decreto aparece en el Libro de Esdras, 7:13-28.

"Esdras entonces abandonó Babilonia en el primer mes del séptimo año (aproximadamente 457 a. C.) del reinado de Artajerjes, al frente de una compañía de judíos que incluía a sacerdotes y levitas. Llegaron a Jerusalén el primer día del quinto mes del séptimo año (Calendario hebreo)" (http://es.wikipedia.org/wiki/Artajerjes_I).

La reconstrucción de la comunidad judía en Jerusalén había comenzado bajo Ciro el Grande quien había permitido a los judíos cautivos en Babilonia regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo de Salomón. Una serie de judíos había, en consecuencia, regresado a Jerusalén en el año 537 a. C.

Esta epopeya de un pueblo, de sus peregrinaciones, de sus destierros, de sus servidumbres, de sus liberaciones y de sus conquistas, constituye una historia santa, es decir, la historia de los encuentros de unos hombres con Dios.

3. Los reinos de este mundo y el Reino de Dios

Dios está controlando este mundo porque “hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Y no solo eso sino que también “quita reyes, y pone reyes” (Daniel 2:21). No obstante, esto último debe entenderse en el sentido y la salvedad de que Él ha cedido temporalmente cierta autoridad al diablo, el príncipe de este  mundo, a fin de probar a la Humanidad, hasta el tiempo del juicio final. Sin embargo, los propósitos de Dios se cumplen a pesar de las intrigas de Satanás, porque nadie existe más poderoso y sabio que Él. Dios permite las tinieblas y a sus gobernadores, pero a sus hijos “ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13). Dios, que es luz, nos “llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1ª Pedro 2:9; 1ª Juan 1:5; Cf. Juan 1:4-11).

Mateo 5:45: para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.

Daniel 2:20-23: Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría.  (21)  El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. (22) El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz.  (23)  A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey.

Es decir, Dios no permanece expectante, simplemente contemplando cómo pasa el tiempo y se suceden los eventos, dejando que el conflicto entre el bien y el mal se resuelva por sí solo, y que el azar o la necesidad sean los que decidan el desenlace final. Por el contrario, Dios, desde la eternidad por su anticipado conocimiento o presciencia (Hechos 2:23; 1ª Pedro 1:2) ha predestinado todas las cosas, empezando por Su Hijo, –que fue destinado desde antes de la fundación del mundo (1ª Pedro 1:19,20): “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,  (5)  para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. ” (Gálatas 4:4-5)–, y siguiendo por todos los que serán salvados por medio de Él (Juan 6:35,37,39,44,47-48; Efesios 1:3-14: Romanos 8:28-39; 2ª Timoteo 1:9).

Juan 6:39-40: Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.  (40)  Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

2 Timoteo 1:9-11: [Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,  (10)  pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,  (11)  del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.

No obstante, Dios, aunque tiene la soberanía sobre toda Su creación, respeta el libre albedrío de Sus criaturas. Es decir, Él no coacciona la voluntad de las personas para que actúen en una determinada manera o dirección. Pero ha establecido la ley del amor que cuando se transgrede conlleva y ocasiona consecuencias muy dolorosas. Estamos viendo por todas partes las acciones malvadas de los seres humanos: odios, rencillas, peleas, guerras, etc. Nada  ocurre por azar, ni nada sucede en el Universo sin que Dios lo haya previsto con su omnisciencia y presciencia. Por tanto, podemos tener la completa seguridad que Él hará justicia, nadie se sentirá jamás frustrado o decepcionado si ha confiado en Dios. Nadie puede perder la vida eterna si Dios no lo quiere. Él encamina a bien todo el mal que los impíos cometen o intentan hacer con los hijos de Dios (Génesis 50:20). Y cada uno será retribuido de la misma manera que ha obrado con los demás (Mt. 26:52; Cf. Ap. 13:10).

Mateo 26:51-52: Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja.  (52)  Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.

Cristo Jesús tiene todo el poder así en la Tierra como en el Cielo (Mateo 28:18)

Cristo Jesús, después de su victoria sobre el pecado, el diablo y la muerte, es resucitado para recobrar “aquella gloria que tuvo [con el Padre] antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). Además, a Él, debido a su específica misión redentora e intercesora de la humanidad, le fue dado “potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que” el Padre le dio para que fuesen salvos por medio de Él (Juan 17:2). Con el sacrificio en la cruz, Cristo Jesús adquirió el derecho de interceder por todos los que creen y confían en Él (Hebreos 10:12-13). Por eso, Él pudo decir: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19).

Mateo 28:17-20: Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.  (18)  Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (19)  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  (20)  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Hebreos 10:12-13: pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,  (13)  de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;

Notemos que lo que pretende decirnos la declaración –“[Cristo] se ha sentado a la diestra de Dios” (8)es que Él ha recuperado todo el poder y la gloria que siempre tuvo, y vuelve a ocupar el lugar que le corresponde doblemente, por  Creador y Redentor, sentándose a la diestra del trono de Dios (véase Hebreos 12:2). Lo que significa que está en pie de igualdad con Dios Padre, y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades” (1 Pedro 3:22).

1 Pedro 3:22: quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.

Jesús, durante su ministerio terrenal, en varias ocasiones hace referencia al Salmo 110:1, a fin de enseñar que el rey David, por inspiración del Espíritu Santo, se había referido a Él mismo llamándole Señor, en el citado Salmo. Leamos algunas de sus citas al mismo (Mateo 22:41-46; Marcos 12:35-37; Lucas 20:41-44).

Salmos 110:1: Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Mateo 22:41-46: Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó,  (42)  diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David.  (43)  Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:  (44)  Dijo el Señor a mi Señor:  Siéntate a mi derecha,   Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?  (45)  Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?  (46)  Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

Marcos 12:35-37: Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?  (36)  Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo:  Dijo el Señor a mi Señor:  Siéntate a mi diestra,  Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies. (37) David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.

Todo creyente que sea fiel a la Sagrada Escritura reconoce y acepta que Cristo Jesús es Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 17:14; 19:16; Cf. Is. 6:5; 33:17,22; 43:15; 44:6; Jer. 8:19; 10:7,10; Mt. 21:5; 1 Ti. 1:17; 6:15)

4. Conclusión (Primera Parte)

A lo largo de la primera parte de este estudio bíblico, hemos visto que Dios no deja nada al azar, sino que Él ha establecido un tiempo –la duración de este mundo rebelde que se ha decantado por seguir a su príncipe, el diablo, antes que a Dios– al cabo del cual “enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31; Cf. 1ª Tes. 4:13-18); y entonces ocurrirá que “el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.  (15)  Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  (16)  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  (17)  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6:14-17). Este será el tiempo de la separación del trigo y la cizaña, de los hijos de Dios y los del diablo. (Mateo 13:28-30, 37-43). El bien habrá triunfado, y el diablo y el mal serán exterminados para siempre:

Apocalipsis 20:10: Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Y se cumplirá la siguiente profecía: Cristo reinará por los siglos de los siglos, y junto a Él, todos los que hayan sido salvos desde el principio del mundo.

Apocalipsis 11:15: El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.

¿Qué es el Reino de los Cielos o de Dios o de Cristo?

El Señor Jesús nos enseñó a orar en su conocida oración del Padrenuestro: “Venga tu Reino” (Mateo 6:10). Su Reino no es de este mundo (Juan 18:36), pero Él vino al mundo “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10), y a mostrarnos el camino a Su Reino. Él mismo es el camino.

Juan 14:1-6: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.  (2) En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (3) Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.  (4)  Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.  (5)  Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?  (6)  Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Sin embargo, para alcanzar ese Reino, que es real y físico, antes, Jesús deberá reinar en los corazones de todos los que aspiren conseguir el derecho al Reino celestial. Por tanto, ese Reino es primeramente espiritual y significa que Cristo reina en nuestra vida por medio del Espíritu Santo, cuando ejercemos fe en Él y en sus promesas, y le abrimos la puerta de nuestro corazón.

Apocalipsis 3:19-22: Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.  (20)  He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.  (21)  Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. (22) El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

¿Qué reino impera ahora sobre la Tierra?

Los reinos de este mundo son manejados por el diablo, que es el príncipe de este mundo (Juan 12:31;14:30; 16:11). Pero es Cristo el que gobierna o reina sobre todo creyente sincero.

¿Cuándo se establece ese Reino en la Tierra?

Como ya hemos dicho, primeramente el Reino se establece en el corazón del creyente;  y eso significa que realmente ya estamos viviendo, aunque de forma espiritual, en ese Reino de Cristo, porque tenemos la seguridad de haber recibido la “redención por su sangre, el perdón de pecados” y de haber sido librados “de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:10-14). Pero mejor leamos algo de su contexto, pues son unos pasajes muy importantes, que si los creemos podemos gozar, ahora mismo, del Reino de Dios.

Colosenses 1:10-14: para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;  (11)  fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; (12) con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; (13) el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,  (14)  en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Mientras tanto y hasta la Parusía de nuestro Señor Jesús perseveremos unánimes en la oración (Hechos 1:14), en la pura doctrina evangélica, de Cristo y de los apóstoles (Hechos 2:42; 2 Juan 9), “en la gracia de Dios” (Hechos 13:43), “en bien hacer” (Romanos 2:7), “y el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 10:22; 24:13; Mr 13:13). Seamos obedientes a la Palabra, hagamos como nos aconseja San Pablo:

2 Timoteo 4:1-8: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,  (2)  que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. (3) Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, (4)  y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (5) Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. (6) Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. (7) He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. (8) Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Segunda parte

 

El dragón, la bestia y los reinos mundiales

 

5. Dios revela a Daniel la sucesión de los grandes imperios de la antigüedad, y el final de la historia de este mundo con el establecimiento de Su Reino.

Cuando el rey de Babilonia, Nabucodonosor, sitió y conquistó Jerusalén (Daniel 1:1), hacia el año 605 a.C., eligió a varios jóvenes del linaje real de los príncipes de los hijos de Israel, que destacaban por su sabiduría y conocimiento, y los llevó cautivos a Babilonia para ponerlos a su servicio ((Daniel 1:3-4). “Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá” (Daniel 1:6).

En el segundo año de su reinado, Nabucodonosor tuvo un sueño que “perturbó su espíritu, y se le fue el sueño” (Daniel 2:1). Entonces “hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores y caldeos” (Daniel 2:2), a fin de que le mostraran no solo el sueño –pues lo había olvidado, sino también, su interpretación. Pero él les advirtió: “si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares” (Daniel 2:5-6).

Daniel 2:5-6: Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto lo olvidé; si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares. (6) Y si me mostrareis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí dones y favores y gran honra. Decidme, pues, el sueño y su interpretación.

Lo que el rey demandaba era sencillamente imposible de resolver humanamente. Por eso los sabios caldeos solicitaron por dos veces a Nabucodonosor que les dijera el sueño, y ellos le darían su interpretación, la cual no sería difícil de urdir. Pero el rey no iba a dejarse engañar, aceptando cualquier explicación que le diesen estos embaucadores. Por eso, volvió a amenazarles: “Si no me mostráis el sueño, una sola sentencia hay para vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa y perversa que decir delante de mí, entre tanto que pasa el tiempo. Decidme, pues, el sueño, para que yo sepa que me podéis dar su interpretación” (Daniel 2:9). A lo que “Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó cosa semejante a ningún mago ni astrólogo ni caldeo. (11)  Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne” (Daniel 2:10-11).

La reacción del rey no se hizo esperar fue tan contundente como les había anunciado previamente: “Por esto el rey con ira y con gran enojo mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia.  (13)  Y se publicó el edicto de que los sabios fueran llevados a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos”  (Daniel 2:12-13).

Cuando Daniel fue informado del riesgo que corría, rápidamente “entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría la interpretación al rey” (Daniel 2:16). Con humildad pidió misericordia “del Dios del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia.  (19)  Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.  (20)  Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría.  (21) El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.  (22)  El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz.  (23)  A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey” (Daniel 2:18-23).

En este texto Daniel afirma que Dios “quita reyes, y pone reyes” (Daniel 2:21), lo que viene a decir que Dios tiene la plena soberanía sobre toda Su creación. Es decir, Él nunca ha dejado este mundo abandonado a su suerte y totalmente en manos del diablo. La Biblia nunca habla de un dualismo o de igualdad de poderes del bien y del mal. No obstante, Dios permite que “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11) o “príncipe de la potestad del aire” opere “en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2), a fin de que la humanidad sea probada, y cada ser humano pueda elegir libremente a quien servir, si al Rey del Universo o al diablo, príncipe y gobernador de las tinieblas de este siglo (Efesios 6:12).

Aunque normalmente los reyes y gobernadores humanos han podido ser dirigidos por Satanás, e incluso promovidos al poder por su voluntad maléfica a fin de hacer daño al pueblo de Dios, ello siempre ha ocurrido bajo la permisión del Rey del Universo, que de los males de los hombres obtiene bienes, y que al final hará que se cumpla Su santa Voluntad, haciendo que resplandezca la verdad sobre las tinieblas de este mundo, y que sus santos alcancen “la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre…” (Apocalipsis 15:2).

Así pues, Dios ha intervenido e interviene en distintos momentos de la historia de la humanidad, y de distintas maneras para que se cumplan sus planes, y para limitar la maldad de los hombres. Como prueba de lo aseverado antes, véanse los siguientes textos:

Daniel 10:12-21: Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.  (13)  Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia.  (14)  He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.  (15)  Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido.  (16)  Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza.  (17)  ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento.  (18)  Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, (19) y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido.  (20)  Él me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá.  (21)  Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.

El sueño de Nabucodonosor desvelado e interpretado por Daniel.

Daniel, después que Dios le desvelara el sueño de Nabucodonosor y su interpretación, inmediatamente, solicitó ser llevado a la presencia del rey, y le dijo: “El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey.  (28)  Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama: (Daniel 2: 27-28). Él, primeramente le describe el sueño que Nabucodonosor había olvidado; el cual consistía en una gran imagen o gigantesca estatua, “cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante del rey, y su aspecto era terrible” (Daniel 2: 31). La cual podía representar la efigie de un enorme guerrero, pero con cinco partes perfectamente diferenciadas por estar constituidas de diferentes materiales. “La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce;  (33)  sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido (Daniel 2:32-33).

El resto del sueño que tuvo el rey Nabucodonosor es también muy importante, y Daniel lo describe al rey con estas palabras:

Daniel 2:34-36: Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.  (35)  Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.  (36)  Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey.

Si era imposible adivinar el sueño del rey también lo era la interpretación, pero Daniel, gracias al Dios del Cielo, pudo explicar ambos para Su gloria, y, también, para edificación de todos los creyentes, que si están atentos a las profecías pueden saber cómo Él ha dirigido el pasado de la Humanidad, y cuáles son Sus designios para el presente y futuro no muy lejano.

Veamos, pues, la profecía que abarca el periodo más largo de la historia de este mundo, que parte del reino o imperio babilónico (605-539 a.C.) –el existente en tiempos de Daniel (la cabeza de oro de la estatua)– al que le siguen, según la profecía, confirmada por la Historia, los tres grandes imperios que le sucedieron: Media-Persia –el pecho y brazos de plata– (539-333 a.C.), Grecia –vientre y muslos de bronce– (333-31 a.C.), y Roma –las dos piernas de hierro– (31 a.C-476 d.C.), y la posterior división del imperio romano en los reinos europeos que actualmente existen (los dedos de los pies), que, finalmente, son destruidos, junto con el resto de reinos del mundo, por la Roca de la eternidad que es Cristo, cuando aparezca en Su Venida en gloria, al final de los tiempos.

Leamos, pues, la interpretación del sueño, que no es más que la revelación del futuro, para Daniel y los que vivían en su tiempo. Para los que vivimos en el siglo XXI, todo es pasado excepto los actuales reinos europeos –en la profecía, simbolizados por los diez dedos de los dos pies de la estatua que eran “en parte de hierro y en parte de barro cocido”, lo que pretende indicar que difícilmente pueden formar una unión fuerte y cohesionada, así como es realmente nuestra Unión Europea–, y el evento, obviamente futuro, de “una piedra [que] fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies, …y los desmenuzó” (Daniel 2:34), representa la Segunda Venida de Cristo para juzgar a todos los reinos de este mundo, y establecer Su Reino eterno, lo cual sucederá, según esta profecía, “en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo” (Daniel 2:44; Cf. 7:13-18). Notemos que “Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores…”, “piedra viva”, “la principal piedra del ángulo” (Hechos 4:11; Cf. 1ª Pedro 2:4-8).

Daniel 2:37-45: Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad.  (38)  Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro.  (39)  Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo [representado por su pecho y brazos de plata]; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra.  (40)  Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo.  (41)  Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.  (42)  Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil.  (43)  Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.  (44)  Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,  (45)  de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación.

Daniel 7:13-18: Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.  (14)  Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.  (15) […] y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas.  (17)  Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. (18) Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.

Las dos siguientes visiones que tiene Daniel –registradas en los capítulos 7 y 8–son relatos paralelos que añaden detalles sobre la interpretación del sueño de Nabucodonosor del capítulo dos del libro de Daniel.

No obstante, y por si todavía quedan algunos que son reacios a creer en las profecías, el Espíritu Santo, sigue revelando a Daniel –en los capítulos siete y ocho de su libro–, mediante otras dos visiones, la misma profecía anterior, pero añadiendo más detalles, y utilizando otro tipo de simbolismo, con el propósito de que no tengamos dudas a la hora de identificar e interpretar correctamente los significados de las figuras empleadas. Por tanto, no hay lugar a dudas que las dos siguientes visiones que tiene Daniel –registradas en los capítulos 7 y 8–son relatos paralelos de la misma profecía, que bajo distintas imágenes y abundando en otros detalles, simbolizan los imperios mundiales de la antigüedad. Aunque sea someramente para no ser exhaustivos, vamos analizar  las citadas visiones que Dios le dio a Daniel. Como comprobaremos a continuación, él recibe visiones de unas bestias salvajes, las cuales la misma Biblia identifica como símbolos que representan los imperios o reinos humanos.

Daniel, en la primera visión del capítulo siete de su libro, contempla cuatro bestias: La primera era como león, y tenía alas de águila” […] otra segunda bestia, semejante a un oso[…] “Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas…”, y “cuatro cabezas”;  “Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. (8)  Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas”  (Daniel 7:4-8).

Las cuatro bestias son cuatro reyes que coinciden con los cuatro reinos mundiales representados por la imagen del sueño de Nabucodonosor.

No necesitamos inventar o fantasear sobre el significado de estos símbolos, pues la misma Biblia registra que “estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra” (Daniel 7:17). Los reyes representan a los reinos o imperios que dirigen, o bien, son sinónimos de ellos –empleándose indistintamente las palabras “reyes” o “reinos” (véase Daniel 7:23: “…la cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra…”)–, y son identificados en el capítulo 8. Solo tenemos que comprender que la visión de este capítulo es paralela y complementaria a las anteriores, como ya dijimos, porque es obvio y evidente; y luego comparar las bestias de estas dos visiones –las del capítulo 7 y 8– entre sí, pero en su correspondiente orden de aparición.

Para ello comprobemos que “la segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro” (Daniel 7:5) simboliza el mismo imperio que “el carnero que tenía dos cuernos”, pero […] “uno era más alto que el otro; y el más alto creció después” (Daniel 8:3). Y esta bestia, que simboliza un imperio o reino es identificada como el imperio de Media y Persia (Daniel 8:20), que es el reino o imperio que sucede al de Babilonia.

Daniel 8:20: En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia.

Igualmente, la bestia “semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas…”, y “cuatro cabezas” (Daniel 7:6), se corresponde con “un macho cabrío [que] venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos” (Daniel 8:3-4). Esta bestia hirió, derribó en tierra y pisoteó al carnero. Notemos que el simbolismo de las dos bestias se asemeja en la gran velocidad de su avance, pues el leopardo, con cuatro alas de ave, vuela como lo hace el macho cabrío al no tocar tierra. Lo que representa la rapidez con que se produjo la conquista sobre el imperio de Media-Persia por parte del “cuerno notable”, que representa al rey de Grecia que, como sabemos por la Historia, fue Alejandro el Magno (336 a.C. año que heredó el trono de Macedonia, hasta el 323 a.C., que estableció su capital en Babilonia, muriendo poco después en este mismo año) (9).

Daniel 8:21-22: El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero.  (22)  Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él.

Recordemos que la bestia que aparece en tercer lugar en Daniel 7:6, que era semejante a un leopardo tenía cuatro cabezas. Pues bien estas cuatro cabezas, se corresponden con los cuatro cuernos que salen en lugar del cuerno notable que salía del macho cabrío. Como vimos este gran cuerno representaba a Alejandro el Magno y el Imperio que conquistó. En Daniel 8:8 se registra que “aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo”.  Y finalmente, la misma Palabra de Dios da la interpretación al decir que “significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él” (Daniel 8:22). La Historia ratifica la precisión de esta profecía, pues el imperio de Alejandro se dividió en cuatro partes acaudilladas por los generales Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo, hacia el 301 a.C. (10)

El cuarto reino o imperio mundial, que en Daniel 2:33 y 40 es simbolizado por las piernas de hierro de la estatua, en Daniel 7:7 es representado por una “cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos”.

Notemos el paralelismo y similitud comparando las figuras de Daniel 2:33, 40  –“y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo”–  con “la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos.” (Daniel 7:7). Las piernas de hierro de la estatua, que es el cuarto reino mundial se corresponde con la cuarta bestia que tiene grandes dientes de hierro con los que también devora y desmenuza todo lo que encuentra a su paso, y también es el cuarto reino (Daniel 7:17). Por la Historia sabemos que al Imperio Griego le sucedió el Imperio Romano, el cual con sus férreas, bien equipadas y disciplinadas legiones conquistó el mundo conocido. Esto fue un proceso gradual, que pudo empezar hacia el 200 a.C. y que se completaría en el año 30 a.C. Su poder inmenso y hegemónico, en su parte occidental, se extendió hasta finales del siglo V d.C.

Los diez cuernos que nacen de la cabeza de la cuarta bestia son diez reyes o reinos en que se dividirá el Imperio Romano.

Como hemos visto, la visión profética, tanto de las piernas de hierro de la estatua de Daniel 2, como la de la cuarta bestia, espantosa y terrible (Daniel 7:7), no acaba con la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C., sino que se prolonga en el tiempo, anticipando que el cuarto imperio mundial se dividiría en diez principales reinos, que harían intentos infructuosos de unirse, incluso mediante “alianzas humanas”. Daniel 2:41-43 proporciona esta importante característica, que al igual que el hierro no puede cohesionarse con el barro cocido así serán todos los intentos de unión de estos diez reinos: se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro” (Daniel 2:43).

6. Un "cuerno pequeño" sale de entre los diez cuernos, y arranca tres de ellos (Daniel 7:8,20-21, 24-25).

Por si esto no fuera suficiente el versículo ocho del capítulo siete del libro de Daniel, añade un detalle muy importante: el surgimiento de “otro cuerno pequeño” que salía de entre los diez cuernos. Veamos el texto completo, y dejemos que sea la misma Biblia la que lo interprete:

Daniel 7:8-14: Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas. (9)  Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.  (10)  Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos. […] (13)  Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.  (14)  Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.

¿A quién o qué simboliza ese cuerno pequeño?

Para responder esta pregunta simplemente comparemos las características que nos da la Sagrada Escritura con las que tiene una Institución, que es también un pequeño Estado que surgió de la división del Imperio Romano, y que según la Historia ha alcanzado gran poder político y religioso. Veámoslas:

Primera. Los diez cuernos, como vimos, corresponden con los principales reinos en que se dividió el Imperio Romano. El cuerno pequeño, que “parecía más grande que sus compañeros” (Daniel 7:20 ú.p.), surge de entre ellos, y “será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará” (Daniel 7:24 ú.p.).

Daniel 7:24: Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará.

Ahora debemos preguntarnos ¿cuál fue el único poder político-religioso que fue creciendo, principalmente, después de la caída del Imperio Romano – pero cuyo poder civil y religioso se inició con el emperador romano Constantino (313 d.C.), al que emularon sus sucesores– y se mantuvo a lo largo de los siglos hasta la Edad Moderna, e incluso la actualidad, logrando acumular grandes riquezas y propiedades, y aun territorios, mayormente, en su etapa Medieval?

El “cuerno pequeño” es un símbolo de la Roma papal. En consecuencia, el que los tres cuernos fuesen arrancados simboliza la destrucción de tres de las naciones bárbaras. Entre los principales obstáculos que se le presentaron a la Roma papal en su encumbramiento al poder político estuvieron los hérulos, los vándalos y los ostrogodos. Los tres eran defensores del arrianismo, que fue el rival más formidable del catolicismo. […] En 533 [el emperador] Justiniano reconoció la supremacía eclesiástica del papa como “cabeza de todas las santas iglesias” tanto en Oriente como Occidente, y ese reconocimiento legal fue incorporado al código de leyes imperiales (534). En 538, el papado fue realmente liberado del dominio de los reinos arrianos, que dominaron a Roma y a Italia después de los emperadores occidentales. (CBA. T.4. Pág. 853 y 854).

Segunda. “Este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía” (Daniel 7:21).

Si estudiamos la Historia del cristianismo, no es difícil averiguar que “durante la supremacía papal, decenas de miles sufrieron martirio porque se negaron a inclinarse ante la autoridad del papa. Fue esto lo que produjo la gran Reforma bajo Lutero y dio lugar al nombre ‘Protestante’”. (Mi Renuncia al Adventismo del Séptimo Día. Por Dudley Marvin Canright, 1914).

Al respecto, debemos recordar que el concepto de “santo” según la Biblia es distinto del que tiene la Iglesia católica; pues ésta necesita todo un proceso investigador para nombrar a sus santos, requiriendo como condición ineludible la de probar que el postulante haya realizado al menos un milagro a lo largo de su vida. Esto en absoluto es bíblico sino fruto de la Tradición, y contrario a la Sagrada Escritura. La Biblia considera “santos” a todos los que una vez experimentaron la conversión a Cristo Jesús, o sea el nuevo nacimiento (Juan 3:5), y por ello han sido “santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10-14,29; 12:14; Cf. Romanos 8:27; 1ª Corintios 1:2; Fil. 4:21; etc.). Esta santidad no es absoluta pues solo Dios es santo. Ningún ser humano llega a la total perfección o santidad en esta vida sino que es algo que debe ir in crescendo a lo largo de la vida del creyente, y que se inicia con el nuevo nacimiento, es decir, cuando  “[Dios] nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, (6) el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” (Tito 3:5-7)

Una vez aclarado esto, volvemos al tema que nos ocupa. Esta “guerra contra los santos” es nuevamente confirmada por las visiones del apóstol Juan, registradas en el libro de Apocalipsis, y en las que se dan más detalles, para identificar plenamente a este poder perseguidor de los santos. Los siguientes textos se comentarán más adelante:

Apocalipsis 13:1-2,5-8: Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. (2) Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad.  […] (5)  También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.  (6)  Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.  (7)  Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.  (8)  Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.

Como vimos en Daniel 7:17, las bestias simbolizan reyes, o, también, reinos (Daniel 7:23). Sin lugar a dudas, esta bestia de Apocalipsis (13:1-2) se corresponde con la cuarta bestia descrita en Daniel 7:7,8, cuya interpretación dada por Dios se registra en Daniel 7:23-24:

Daniel 7:23-24: Dijo así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. (24) Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará.

Después del tercer imperio –simbolizado por el bronce de la estatua descrita en Daniel (2:32), y por las bestias de Daniel (7:6 y 8:5), que Daniel (8:21) identifica con Grecia– le sigue el cuarto imperio, simbolizado por esa cuarta bestia, “espantosa y terrible” tan “diferente de todos los otros reinos”. El cual no puede ser otro que el Imperio Romano, del que surgen –después de su caída– el reino del papa y los reinos seculares que le dan su “autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (Apocalipsis 13:7). A este poder político-religioso, que es el papado, al igual que predice Daniel 7:21, “se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos” (Apocalipsis 13:7).

Tercera. Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo” (Daniel 7:25).

Observemos, que este texto (7:25), reitera lo citado en el pasaje anterior (7:21): “y a los santos del Altísimo quebrantará”, pero da varios detalles más, mencionando dos características adicionales, como son: A)  hablará palabras contra el Altísimo”, y B) “pensará en cambiar los tiempos y la ley”, y una tercera: C) “y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo”, es decir, el periodo total de tiempo en que prevalecerá el poder del “cuerno pequeño” para perseguir a los santos, o bien, para “hacer guerra contra los santos, y vencerlos” (Apocalipsis 13:7). Cuando lleguemos a este punto, veremos que este periodo de persecución, según Apocalipsis 13:5,  es de “cuarenta y dos meses”, o sea, tres años y medio.

A)  “hablará palabras contra el Altísimo”

Estas palabras del texto de Daniel 7:25 son una concreción o especificación de las registradas en Daniel 7:8: “…y una boca que hablaba grandes cosas”. Y esto debe relacionarse con el NT, especialmente con el libro de Apocalipsis, donde se nos revelan más detalles. Veamos:

Apocalipsis 13:5-7: También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.  (6)  Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.  (7)  Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos.

Notemos que el cuerno pequeño que simboliza un rey y un reino, surgió de la división del Imperio Romano, y derribó, en su surgimiento, tres reinos, los cuales ya identificamos más arriba. Pero, además, tenía “una boca que hablaba grandes cosas” (Daniel 7:8), “Y hablará palabras contra el Altísimo” (Daniel 7:25). Puesto que la bestia que vio el apóstol Juan “también se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias” (Apocalipsis 13:5), deducimos que este poder político, que saldría de la ruina del Imperio Romano –el cual existía en los tiempos de este apóstol, pues se cree que murió hacia el año 100 de nuestra era– se relaciona estrechamente con el poder político-religioso que representa el papado. San Juan especifica, y añade, que esas “palabras contra el Altísimo” no son otra cosa que “blasfemias”.

Ahora debemos saber, que la Biblia habla de blasfemia o de blasfemar cuando alguien se arroga las prerrogativas y títulos que solo corresponden a Dios. Veamos, algunos ejemplos que lo prueban:

Mateo 9:2-3: Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. (3) Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.

Marcos 14:61-64: Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?  (62)  Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. (63) Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?  (64) Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.

Lucas 5:20-24: Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.  (21)  Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?  (22)  Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?  (23)  ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?  (24)  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

Juan 10:33,36: Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. […] (36) ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?

Casi desde el mismo inicio de la institución papal, el papa se ha arrogado títulos y privilegios que solo corresponden a Dios. Como son los siguientes: Su Santidad, Santo Padre, Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, etc. Parece ser que Vicarius Filii Dei (Vicario del Hijo de Dios) es un título no oficial, que supuestamente solo se usó en el documento llamado la donación de Constantino (11).

Creo que nadie negará que solo Dios es santo, y, por supuesto, nadie más que Él puede ser el Padre Santo. El Vicario de Cristo es el Espíritu Santo, puesto que solo Él puede representar a Cristo, y solo por Él reina Cristo en los corazones de los cristianos, y no por el papa. Jesucristo es nuestro Sumo Pontífice porque Él, como Dios-Hombre es el único Mediador y Sumo Sacerdote (Hechos 4:11-12; 1ª Timoteo 2:5-6; Hebreos 7:25; 9:11; 12:24) que puede interceder entre Dios y los seres humanos.

1 Timoteo 2:5-6: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,  (6)  el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

Además, Jesús nos mandó que no llamáramos padre nuestro a nadie en la Tierra.

Mateo 23:8-12: Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. (9) Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.  (10) Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. (11)  El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. (12) Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

B) “pensará en cambiar los tiempos y la ley;”

La primera pregunta que debemos hacernos es ¿a qué ley se estaba refiriendo Daniel? ¿La ley humana o la Divina? Parece obvio que tiene que referirse a la ley de Dios, puesto que las leyes humanas son objetos de cambios continuos y no pueden alterar la ley divina que es eterna. La ley en la Biblia, que Dios dio a Moisés, no son solo los Diez Mandamientos sino todo el sistema de leyes morales, rituales, de los alimentos, de los esclavos, de la guerra, etc. Ahora bien “la ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él” (Lucas 16:16). Con la muerte vicaria de Cristo la humanidad entera entra en un Nuevo Pacto en Su sangre, y queda abolido el Antiguo (Hebreos 8:13), y, por tanto, también, “la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” (Efesios 2:15). Con ello se anula la vigencia del estatus especial legislativo que era solo para el pueblo de Israel, y se inaugura la época de la Iglesia de Cristo. Ahora “la sangre de Cristo”, “de ambos pueblos hizo uno” (Efesios 2:13-16).

Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Efesios 2:13-16: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.  (14)  Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,  (15)  aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,  (16)  y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

¿Qué permanece del Antiguo Testamento (AT) que afecte a los cristianos? Solo la ley del amor a Dios y al prójimo (Mateo 22:37-40). Esta ley de amor no es solo el Decálogo sino todos los principios morales que se encuentran en el AT, que sean eternos. Sin embargo, la ley del reposo sabático, que se encuentra en el cuarto mandamiento del Decálogo (Éxodo 20:8-10) ya no tiene vigencia (Gálatas 4:9-11; 5:14; Colosenses 2:14-17; Hebreos 4; etc.), pero sí sus nueve restantes principios que espiritualizó Jesús en el sermón del Monte (Mateo 5), y que los apóstoles han confirmado a lo largo del NT. La ley para los cristianos es, pues, el Nuevo Testamento, el cual es la Palabra de Dios a la que todo cristiano debe completa obediencia, fidelidad, lealtad y coherencia personal.

Ciertamente la Iglesia católica ha cambiado los Diez mandamientos que Dios dio a Moisés en el Sinaí, como así lo ratifica y justifica ella misma en su Catecismo:

“Su catecismo sigue la división de los mandamientos establecida por S. Agustín y que se hizo tradicional en la Iglesia católica” (Catecismo de la Iglesia Católica. 2066).

 “…Los tres primeros se refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del prójimo...., así los diez preceptos se dividen en dos tablas: tres están escritos en una tabla y siete en la otra” (S. Agustín, serm. 33,2,2) (Catecismo de la Iglesia Católica. 2067).

“Mediante su práctica y su predicación, Jesús manifestó la perennidad del Decálogo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2076)

[…] “El Decálogo forma una unidad orgánica en que cada "palabra" o "mandamiento" remite a todo el conjunto. Transgredir un mandamiento es quebrantar toda la ley (cf. Stg. 2:10-11). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2079).

Los cambios que ha realizado la Iglesia Católica en el Decálogo a partir de San Agustín consisten en lo siguiente:

1) Supresión total del segundo mandamiento que está registrado en Éxodo 20:4-6.

Éxodo 20:4-6: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, (6) y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

2) Sustitución de la letra del primer mandamiento –“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3)– por “Amar a Dios sobre todas las cosas”, el cual, al ser formulado de una manera positiva, la Iglesia católica considera que es más perfecto y que lleva implícito el segundo mandamiento de no hacer esculturas y  no darles culto.

3) Reformulación del cuarto mandamiento –“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9)  Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;  (10)  mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.  (11)  Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”– (Éxodo 20:8-11)– sustituyéndolo por simplemente “Santificarás las fiestas”.

4) División del décimo mandamiento. Puesto que –al eliminar el segundo mandamiento–  el Decálogo quedaba reducido a solo nueve mandamientos, a fin de mantener el número diez se dividió el décimo registrado en  Éxodo 20:17 en dos:

Éxodo 20:17: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

Un autor católico también escribe:

 “Finalmente el décimo, que ordenaba no desear a la mujer ni a las demás pertenencias del prójimo, fue desdoblado en dos: el noveno, referido en primer lugar y solamente a la mujer, y el décimo sobre los demás bienes del hombre”.
(http://www.lainmaculada.com/deprofec/21.pdf)

5) Varios cambios más en la letra de los restantes.  Además, cambiaron la letra del mandamiento “no adulterarás” por “No fornicarás”, o bien “No cometerás actos impuros”.

Con todos estos cambios, al parecer, la Iglesia Católica solo ha pretendido ofrecer a sus fieles una versión de la ley moral más actualizada, pedagógica, y acorde con la ley del Nuevo Testamento (NT) que Cristo y sus apóstoles predicaron. Pues es cierto que el NT ya no recoge el cuarto mandamiento del Éxodo referente a la obligatoriedad del reposo sabático. Los cristianos de la Iglesia primitiva se reunían en el primer día de la semana –domingo– (Juan 20:19,26; Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:2), y en ese día solían celebrar la Cena del Señor.

Sin embargo, el NT no recoge precepto alguno de reposo para ese día, ni para ningún otro (Romanos 14:5-7). La Palabra de Dios aconseja “… considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;  (25)  no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25). El énfasis no está puesto en congregarse en ningún día especial sino en “estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24). El congregarse no es un fin en sí mismo sino para estimularnos en el amor y las buenas obras (Hebreos 10:23-25).

¿De qué sirven las reuniones de la Iglesia si no es para estimularnos en amor y para crecer en santidad? Por tanto, reunámonos para ese fin, y para estudiar la Palabra de Dios, la que transformará nuestras vidas a la semejanza de Cristo.

Juan 17:17: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Santiago 1:18: El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

2 Tesalonicenses 2:13-15: Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, (14) a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. (15)  Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

Por tanto, en mi opinión, el esfuerzo que la Iglesia Católica ha hecho para modificar el Decálogo siguiendo la Tradición, –que podríamos calificar de pedagógico si no fuera porque ha eliminado el mandamiento de la prohibición de hacer imágenes y darles culto–es totalmente inútil y contraproducente, pues es el Nuevo Testamento entero –toda la Verdad– lo que se debe enseñar, y no partes adaptadas y modificadas del Antiguo Testamento.

El gran error de la Iglesia Católica ha sido desvirtuar el Evangelio mediante su mezcla con las doctrinas que surgen de la Tradición. De manera que estas últimas han adulterado a aquel, dando como resultado un conjunto amorfo y espurio, que no tiene poder de santificar al creyente y que confunde a sus fieles, y les desvía de la verdadera adoración a Dios.

La profecía de Daniel 7:25 –“pensará en cambiar los tiempos y la ley”– es cumplida a la perfección por el cuerno pequeño que sale de los diez cuernos del Imperio Romano, y que derriba a tres reyes o reinos en su surgimiento, y este cuerno pequeño es un rey y un reino que no puede ser otro que el reino del papa, el que ha dirigido a la Iglesia católica desde la caída del Imperio Romano hasta la actualidad, y ha respaldado las falsas doctrinas derivadas de la Tradición y elevadas a la categoría de Palabra de Dios. Y lo de “cambiar los tiempos” puede referirse a que la Iglesia católica ha modificado el calendario, creando una “infinidad” de fiestas religiosas, en las que da culto a santos, y a la Virgen, en su multitud de representaciones, etc., lo cual no es bíblico, y por tanto, contrario a Dios. Muchas malas y abominables prácticas salieron de la Tradición católica. Por necesidades de espacio y de oportunidad solo podemos aquí citar las siguientes, pero sin extendernos en muchos comentarios:

Todo lo que hemos descrito aquí, muy resumidamente, no completa el elenco de las falsas doctrinas católicas pero creo que es suficiente para identificar al cuerno pequeño de Daniel 7:25, y a "la mujer ramera" de Apocalipsis 17:4-6:

Apocalipsis 17:4-6: Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;  (5)  y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.  (6)  Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.

C) “y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo” (Daniel 7:25 úp).

Lo primero que debemos preguntarnos es lo que significa ese periodo de tiempo en que prevalecerá el poder del “cuerno pequeño” para perseguir a los santos, o bien, para “hacer guerra contra los santos, y vencerlos” (Apocalipsis 13:7). En la Biblia, un tiempo equivale a un año. Así se deduce del uso que hace Daniel de la palabra “tiempo” en el capítulo cuatro de su libro (Daniel 4:16,25,32).

En dicho capítulo, se relata un sueño que tuvo Nabucodonosor provocado por Dios a fin de comunicarle Sus juicios. Como antes ocurrió con el sueño del capítulo dos visto anteriormente, Daniel también fue requerido por el rey para su interpretación. Pero en esta ocasión Dios iba a castigar la soberbia de este rey causándole una locura temporal que duraría exactamente siete tiempos, durante los cuales tendría que vivir de forma salvaje a fin de reducir su soberbia:  “con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere” (Daniel 4:25).

Daniel 4:16: Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.

Daniel 4:31-34: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;  (32)  y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.  (33)  En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.  (34)  Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.

Si “un tiempo” es igual a un año, “tiempos” serían dos años; y “medio tiempo” lo mismo que medio año. Por tanto, el total del periodo de persecución de los santos completaría tres años y medio. Lo que es igual a un periodo de cuarenta y dos meses, o bien, 1.260 días, teniendo en cuenta que los años en el AT constaban de doce meses de treinta días cada uno (Génesis 7:11, 24; Cf. 8:3-4; Salmo 104:19). Pero hay que tener en cuenta que frecuentemente las profecías bíblicas se dan en días o años proféticos. Un día profético es un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6).

Números 14:34: Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.

Ezequiel 4:6: Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado.

Por si aún tenemos dudas en cuanto a la interpretación de este periodo de tiempo de la profecía del “cuerno pequeño”, vayamos al libro de Apocalipsis donde se registra de nuevo este periodo profético de tiempo en sus diversas formas para que sea imposible no identificarlo como el mismo profetizado en Daniel 7:25. Veamos:

Apocalipsis 11:2-3: Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.  (3)  Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

En los versículos consecutivos dos y tres citados arriba aparece el periodo que estamos estudiando, traducido a meses y a días, pero siempre para referirse al mismo lapso de tiempo. Lo que tenemos que tener claro es el hecho de que corresponde a un único periodo de la historia en que hubo una fuerte y prolongada persecución de los santos, es decir, de todos aquellos que querían ser fieles a su conciencia, a Dios y Su Palabra.

La Ciudad Santa, posiblemente se refiera a la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:10) que también simboliza a la Iglesia de Dios; y los “dos testigos” que profetizan “vestidos de cilicio”, seguramente son el Antiguo y el Nuevo Testamento, los cuales fueron prohibidos por la jerarquía católica durante el largo periodo de la Edad Media, es decir, ese periodo citado de mil doscientos sesenta días-años, en el cual no dejaron de testificar, a pesar de que a duras penas sobrevivieron, y se ocultaron de la mayoría de la gente.

En los siguientes textos continuaremos comprobando que ese periodo de 1.260 días-años es el tiempo durante el cual fue perseguida la verdadera Iglesia, que es representada por una mujer pura, en contraposición de la mujer ramera de Apocalipsis 17:1-6, que se prostituyó aliándose con los reyes de la Tierra, enseñando doctrinas falsas y persiguiendo a los santos de Dios.

Apocalipsis 12:1-6: Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.  (2)  Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.  (3)  También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;  (4)  y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.  (5)  Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.  (6)  Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.

En la Biblia una mujer pura simboliza a la verdadera Iglesia de Dios, a Su pueblo (véase: Ezequiel 16:8-14; Isaías 54:1-8; 2 Corintios 11:2; Efesios 5:21-23). El sol, la luna y las estrellas como objetos celestes luminosos son símbolos muy apropiados para acompañar a la verdadera Iglesia de Cristo, puesto que es una gran fuente de luz capaz de contrarrestar las tinieblas espirituales que cubren este mundo. La “luna bajo sus pies” puede significar el Israel del AT donde surge la mujer, y las doce estrellas representarían a los doce apóstoles que fundamentan a la Iglesia del NT. “La vestidura del sol” que lleva la mujer simboliza el “Sol de justicia” que es Jesús (Malaquías 4:2), “aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre” (Juan 1:9).

El dragón está claro que simboliza a “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9), que intentó devorar a Jesús, “tan pronto como naciese” (Apocalipsis 12:4 úp), por medio de Herodes, y posteriormente, por Poncio Pilato, dirigentes del Imperio Romano, y que también más tarde persiguió a sus seguidores –los cristianos– por medio de los emperadores de Roma. Pero como estas persecuciones acabaron cuando el emperador Constantino así lo decidió en 313, el diablo cambió de estrategia, y pocos años después dirigió a la Iglesia romana oficial para que persiguiese a todos los que se opusieran de alguna forma a la Iglesia pura.

Apocalipsis 12:13-14: Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.  (14)  Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.

En este texto de Apocalipsis 12:14 aparece de nuevo el periodo de persecución Medieval de “la mujer pura” –la Iglesia de Cristo–, pero esta vez con las mismas palabras –“un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”– que se registran en Daniel 7:25, que sabemos, como ya estudiamos, corresponden al periodo de la persecución de “los santos del Altísimo” por “el cuerno pequeño”; y todo esto a fin de que los creyentes que sinceramente buscan la verdad de Dios no se confundan ni tengan problemas de interpretación. Pues, clara, indudable y necesariamente, este periodo de persecución es el mismo que el del “cuerno pequeño”, que según la profecía de Daniel (7:7-8, 23-25), surge de la caída del Imperio Romano de Occidente, pocos años después del 476 d.C. cuando ya el Imperio se había dividido entre varios reinos bárbaros que lo conquistaron.
Por tanto, aunque los cristianos fueron perseguidos primeramente por los judíos y después por los emperadores romanos, empezando por Nerón (64-68 d.C.), y terminando con Diocleciano (303-311 d.C.), no lograron destruirlos, sino que por el contrario se fortalecieron con las dificultades; testimonio de ello es la famosa frase “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”, que se atribuye a Tertuliano (150-225?).

En este periodo, los santos no fueron vencidos sino que se multiplicaron por el testimonio de los mártires que confesaban su fe en Jesús hasta la muerte. Este periodo de persecución de la Iglesia de Cristo fue producido por la Roma pagana; pero la profecía de Daniel 7:25, que se relaciona en los textos que hemos analizado de Apocalipsis, se refiere al periodo de persecución realizado por la Roma papal.

Apocalipsis 13:3-5: Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,  (4)  y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?  (5)  También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.

Este periodo –“un tiempo, tiempos, y medio tiempo”, o, lo que es lo mismo, 1.260 días, o 42 meses–  empezó cuando la “herida mortal” sufrida por el Imperio Romano, símbolo de su caída, “fue sanada” (Apocalipsis 13:3,5) por el emperador Justiniano (527-569 d.C.), que lo reconstruyó (12); y terminó mil doscientos sesenta años (1.260) después, cuando el último vestigio del Imperio Romano, la Roma papal fue conquistada por Napoleón Bonaparte (1805-1814 d.C.) (13). Por tanto, este largo tiempo de persecución –1.260 años–, del que da fe la Historia, es cumplido asombrosamente por la profecía de Daniel 7:25, y los demás textos citados del libro de Apocalipsis.

Muy pronto, pues, la Iglesia  pasó, de ser perseguida por los emperadores romanos, a convertirse en perseguidora de los paganos, y de todos aquellos que se oponían abiertamente a sus doctrinas. Esto ocurrió al adquirir poder secular y político concedido por Constantino a partir del siglo IV, y pocos años más tarde, por Teodosio, pasando a ser la religión del estado. Es oportuno en este momento leer una cita del teólogo católico, Dr. Antonio Bentué, licenciado en Teología católica en 1969, profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile:

“Y entonces la persecución comenzó a tener como víctimas a los antiguos “paganos”, destruyéndose sus templos e incluso a veces condenándolos a penas durísimas que incluían la muerte o, al menos, la incapacidad para acceder a cargos públicos en el imperio. Las herejías religiosas contra la fe católica oficial se convirtieron así en delitos sociales y políticos. Esa actitud de apoyo exagerado a la Iglesia llegó a su punto culminante con el emperador Justiniano, en el siglo VI, quien llegó a hacer clausurar la escuela filosófica de Atenas y a prohibir todo resquicio “pagano”, imponiendo obligatoriamente la instrucción cristiana a todas las familias, así como el bautismo como requisito para poder gozar de plena ciudadanía política, amenazando con la pena capital a los paganos y a los apóstatas o herejes, quienes quedaban excluidos de toda docencia.

Con este viraje en la relación del Imperio romano con el cristianismo, la gente se hizo masivamente cristiana, sin que ello les representara grandes dificultades, consiguiendo con ello ventajas económicas y políticas. De esta manera, como lo expresaba el Padre y ermitaño, San Jerónimo, “después de la paz constantiniana, la Iglesia creció en riqueza y en poder, pero se empobreció en virtudes”. (“Historia de las religiones” de Antonio Bentué.  Págs. 191 y 192. Negrillas y subrayado no aparecen en el original).

7. Jesucristo revela al apóstol Juan, en el libro de Apocalipsis –también llamado la Revelación de Jesucristo–, profecías que afectaban a los cristianos que vivían en su tiempo, pero que se extienden hasta el fin del mundo y el establecimiento de Su Reino.

Vamos a continuación, a tratar de averiguar lo que significa “una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas” (Apocalipsis 13:1-10).

Apocalipsis 13:1-10: Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. (2) Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad. (3) Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,  (4)  y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?  (5)  También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. (6) Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. (7) Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.  (8)  Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. (9)  Si alguno tiene oído, oiga.  (10)  Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.

Todo lo que hemos visto en el libro de Daniel en los capítulos dos, siete y ocho nos será de gran ayuda para entender las profecías que se encuentran escondidas en la imagen de esta bestia. Además será imprescindible comparar con Apocalipsis 17:1-18, a fin de identificar la bestia y la mujer que cabalga sobre la misma: “…y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos” (Apocalipsis 17:3).

Recordemos que las bestias representan reyes o reinos (Daniel 7:17,23), y que la cuarta bestia “espantosa y terrible” de la visión que Dios le dio a Daniel en el capítulo siete y versos 7-8 y 19-25, sin duda, simboliza el Imperio Romano, del que surgieron diez cuernos o reyes y entre ellos “un cuerno pequeño” que “a tres reyes derribará” (Daniel 7:24). El cual identificamos antes con el reino papal.

Notemos que la bestia que vio San Juan en Apocalipsis 13:1 es distinta de la cuarta bestia de Daniel 7:7-8 y 19-25. Es importante, pues, para averiguar qué significa, ver en que se parecen y en que difieren, o sea, las características coincidentes y las divergentes.

 


Características coincidentes

La cuarta bestia (Daniel 7:3,7-8,19-25)

La bestia de Apocalipsis 13:1-10

Subía del mar (Daniel 7:3)

“Vi subir del mar una bestia” (13:1)

“Tenía diez cuernos” (7:7,20,24)

“Tenía diez cuernos” (13:1)

El cuerno pequeño, “tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas” (7:8,20)

“boca que hablaba grandes cosas y blasfemias” (13:5).

El cuerno pequeño “hablará palabras contra el Altísimo” (7:25)

“abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. (13:6)

El cuerno pequeño “hacía guerra contra los santos, y los vencía”. (7:21)
“A los santos del Altísimo quebrantará”, (7:25)

“se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (13:7)

Lo santos serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. (7:25)

“…se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses” (13:5)

Características  divergentes

La cuarta bestia (Daniel 7:3,7-8,19-25)

La bestia de Apocalipsis 13:1-10

“Espantosa y terrible” (7:7)

Juan no la califica

“En gran manera fuerte” (7:7)

No se nos da este adjetivo

“Tenía unos dientes grandes de hierro (7:7)

No existe esa descripción

“Devoraba y desmenuzaba” (7:7)

No existe esa descripción

“Y las sobras hollaba con sus pies” (7:7)

“Sus pies como de oso” (13:2)

“Diferente de todas las bestias” (7:7)

“semejante a un leopardo, y boca como de león” (13:2)

“Un cuerno pequeño salía entre ellos” (7:8)

No existe esa descripción

“Uñas de bronce” (7:19)

No existe esa descripción

No existe esa descripción

Tenía siete cabezas

No existe esa descripción

En sus cuernos diez diademas

Vamos a tratar de identificar la realidad representada por cada rasgo de la bestia de la visión de S. Juan. Al igual que las cuatro bestias de Daniel (7:3) subían del mar, también Juan ve salir del mar a “una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos” (Apocalipsis 13:1). El mar –como las “muchas aguas” que aparecen en Apocalipsis 17:1 simbolizan a “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Apocalipsis 17:15).

Notemos que la bestia de la visión de Juan esencialmente tiene en común con la de Daniel los diez cuernos en que se dividiría el Imperio Romano después de su caída. Pero añade  “siete cabezas” que la cuarta bestia de Daniel no tenía, y a los cuernos, “diez diademas”, símbolo de soberanía y autoridad. La cuarta bestia que vio Daniel aunque indescriptible por ser “espantosa y terrible” no era tan compleja como la que vio Juan, pues aquella tenía una sola cabeza. Daniel tuvo la visión en tiempos del imperio Medo-Persa, pero Juan ya vive en el tiempo de la cuarta bestia de Daniel –el Imperio Romano–, luego, ya se ha cumplido parte de la profecía de Daniel. Por eso, la bestia de la visión de Juan tiene características de las anteriores tres bestias que vio Daniel.

La bestia de la visión de Juan (Apocalipsis 13:1,2) se forma con rasgos que tenían las bestias de la visión de Daniel, que como sabemos representan los imperios anteriores, y por tanto, recoge las características de los imperios que han ido sucediendo, porque realmente se produce una amalgama o mezcla de culturas que pasan de un imperio al siguiente. Esto se cumplió especialmente con el Imperio Romano que fue capaz de absorber las culturas y religiones de los pueblos y naciones que iba conquistando. Lo que explica que la bestia que vio Juan “era semejante a un leopardo,..” (Apocalipsis 13:2). Como vimos en Daniel 7 y 8, el leopardo simboliza al Imperio Griego. Por tanto, esta bestia tenía importantes rasgos del Imperio de Alejandro el Magno, como son la cultura y civilización griega, que tan enorme influencia ejercería no solo en el antiguo Imperio Romano, sino también en lo que salió de él como son los reinos de Europa.

Sigue describiendo Juan que la bestia tenía “…sus pies como de oso, y su boca como boca de león” (Apocalipsis 13:2). El oso, en Daniel 7:5, simbolizaba al Imperio Medo-Persa, y el león al imperio Babilónico (Daniel 7:4). Los pies como de oso pueden simbolizar la fuerza y potencia con que las legiones romanas hollaban y desmenuzaban todo lo que conquistaban (Daniel 7:7,19) y se les oponía, a semejanza de como lo hacía el Imperio Medo-Persa. La boca de león – el león representa Babilonia– puesto que la boca habla de la abundancia del corazón (Lc. 6:45), los reyes de este imperio hablarían con gran orgullo y soberbia contra Dios, “y con todo engaño de iniquidad” (2ª Tesalonicenses 2:10). Al respecto, el apóstol Pablo predice que antes de la venida gloriosa de Cristo aparecerá la apostasía, y la manifestación de “el hombre de pecado, el hijo de perdición,  (4)  el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios”  (2ª Tesalonicenses 2:3-4). Puesto que estos pasajes son muy importantes no me resisto a transcribirlos a continuación en su contexto y completamente:

2 Tesalonicenses 2:3-12: Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [Cristo] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,  (4)  el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. (5) ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? (6) Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. (7) Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. (8) Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; (9)  inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,  (10)  y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.  (11)  Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,  (12)  a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

Babilonia también representa confusión y falsedad y engaño, como todo lo que abunda en nuestro tiempo, pero que ya existía en Babilonia, como la astrología, el ocultismo, el espiritismo, y más recientemente la Nueva Era.

Como vimos, esta bestia, que tiene rasgos de tres imperios anteriores, contempla las civilizaciones pasadas perseguidoras del pueblo de Dios, la propia en la que vive San Juan –el Imperio Romano– y los reinos que habría hasta el fin del mundo. Pero el apóstol Juan esencialmente se refiere a las cabezas-reino de las bestias futuras, y esto es ya profecía, es decir, anticipación del futuro. Como sabemos, el apóstol Juan vivió hasta finales del siglo I o comienzos del siglo II, cuando el Imperio Romano estaba en todo su esplendor; y ya había sucedido la persecución a los cristianos promovida por el emperador Nerón (64-68) y, no tan probablemente la encabezada por el emperador Domiciano (81-96); y todavía quedaban ocho persecuciones por venir, siendo la última, la del emperador Diocleciano (303-311) la más terrible de todas; las cuales acabaron cuando Constantino legalizó la religión cristiana con el Edicto de Milán (313 d.C.). No obstante, en mi opinión, la visión de esta bestia de Apocalipsis 13:1-18, junto con los detalles adicionales que se relatan hasta el fin del capítulo trece, proporcionan información profética de eventos que van mucho más allá del siglo IV d.C. La mayoría de los cuales pertenecían al futuro desde la perspectiva de Juan. Para los que vivimos en el siglo XXI muchos eventos se habrán cumplido ya, pero, seguramente quedan los acontecimientos del conflicto final que se extienden hasta el fin del mundo.

Veamos, paso a paso, toda la sabia, sutil e importante información que nos suministra este capítulo trece de Apocalipsis.

En primer lugar, notemos que el “dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad a la bestia” (Apocalipsis 13:2 úp.) ¿Quién es el dragón? La Biblia lo identifica con “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

Apocalipsis 12:9  Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.

Esto nos descubre que detrás de todos los gobiernos del mundo, que son corruptos y que hacen el mal, está Satanás. De ahí que sea representado por “un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas” (Apocalipsis 12:3). ¡Qué curioso, igual que la bestia del capítulo 13:1 y 17:3! Ahora comprendemos que el diablo ha estado dirigiendo y dando autoridad –simbolizada por las diademas– a los reyes y gobernantes representados por esas cabezas y los diez cuernos.

Apocalipsis 12:3: También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;

Apocalipsis 13:1: Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo.

Apocalipsis 17:3: Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

Por eso, el apóstol Pablo nos advierte y nos desvela que “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Y esta guerra contra el mal solo hay un modo de ganarla: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.  (14)  Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,  (15)  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. (17) Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;  (18)  orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;” (Efesios 6:13-18).

8. Análisis de varios posibles significados de las “siete cabezas” de la bestia de Apocalipsis 13:1-2 en armonía con Apocalipsis 17:8-14.

Para poder seguir adelante con la interpretación de Apocalipsis 13 sería conveniente averiguar lo que representan las siete cabezas; pues ya sabemos que los diez cuernos son reyes o reinos que surgen de la caída del Imperio Romano; a ellos me referí anteriormente cuando estudiamos los simbolismos de los diez dedos de los pies de la estatua de la visión de Nabucodonosor (Daniel 2:41-44), y los diez cuernos que tenía la cuarta bestia “espantosa y terrible” (Daniel 7:7-9, 20-24). Como pudimos comprobar en ambas profecías citadas de Daniel 2 y 7, los diez reyes o reinos surgen de la caída del cuarto imperio –el Imperio Romano–, y permanecen hasta el juicio final del mundo en que son destruidos por la Segunda Venida de Cristo.

Ahora, pues, debemos concentrarnos en las cabezas y preguntarnos ¿qué pueden simbolizar? En principio, una cabeza nos sugiere un poder que es capaz de dirigir y controlar, como toda cabeza humana hace con su cuerpo. Hay un detalle que todavía no he comentado y es que  la bestia tenía “sobre sus cabezas, un nombre blasfemo(Apocalipsis 13:1). Puesto que la bestia que vuelve a aparecer en el capítulo 17 es la misma que la que estudiamos, es lógico que nos apropiemos también de los rasgos y detalles que en el mismo se proporcionan:

Apocalipsis 17:3: Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

Comprobemos, pues, que se trata de la misma bestia del capítulo trece de Apocalipsis, “que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (Apocalipsis 13:1). Los nombres de blasfemia sobre las cabezas significan que estos poderes, representados por las cabezas, se oponen a Dios e intentan usurpar la autoridad y funciones que solo a Él corresponden. Pero no necesitamos seguir elucubrando sobre el significado de las cabezas porque la misma Palabra de Dios nos da su interpretación, para que nadie se equivoque.

El versículo siete (17:7) registra que un ángel se dirigió al apóstol Juan, y le dijo: “¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos”.  De momento pasaremos por alto lo que le dijo en el verso ocho, para concentrarnos en el siguiente texto:

Apocalipsis 17:9,10: Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,  (10)  y son siete reyes. Cinco de ellos han caído…

El ángel le explica al apóstol Juan, y a todo el que quiera entender, que las cabezas representan dos cosas a la vez. No encontramos incongruencia alguna en que se utilice un mismo símbolo para representar dos objetos diferentes, pues se aplican a entidades distintas, a fin de identificarlas. Por un lado, son siete montes o colinas, y por otro, son siete reyes. Con respecto a este último significado, se debe tener en cuenta, que Daniel (7:17,23) usa   indistintamente la palabra “rey” o “reino”, pues se entiende que el rey representa al reino; si bien es cierto que él se refiere a que “las cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra” (Daniel 7:17), y que “la cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra…” (Daniel 7:23). Por lo que se deduce que la palabra “rey” puede ser sinónima del reino o imperio mundial que representa. Ya sabemos lo que significan las cabezas, aunque aún nos queda la duda de si se son reyes o imperios. En los versículos siguientes el ángel nos proporciona algunos datos más, en forma de acertijo, que debemos de añadir a los desvelados en Apocalipsis 13:1-10.

Esta bestia tan compleja “que tenía siete cabezas y diez cuernos” solo quedará identificada si averiguamos qué o quiénes son las cabezas y los cuernos. Pero en cualquier caso todos ellos deberán cumplir con la siguiente información suministrada por el ángel:

Apocalipsis 17:8-12:  La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.  (9)  Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,  (10)  y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.  (11)  La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.  (12)  Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

El siguiente paso se impone preguntarnos: ¿A qué siete montes y a qué siete reyes o reinos se refiere el ángel? Respecto a los montes caben menos dudas pues son muy famosas las siete colinas sobre las que se asentó la ciudad de Roma. No obstante, lo veremos con detalle más adelante.

Ahora vamos a ver las distintas respuestas que se han dado respecto a esas misteriosas siete cabezas, y que Dios mismo, mediante Su ángel, declara que  simbolizan reyes, y, por tanto, por las razones aducidas, pueden tratarse también de reinos o imperios:

Primera. Una posibilidad que se ha barajado es que las siete cabezas son siete reyes o emperadores romanos:

“Cinco de ellos han caído”:

“Uno es”

Esta interpretación evidentemente tiene poca consistencia, por las siguientes razones:

Con respecto a la hipótesis de siete cabezas-siete emperadores se pueden hacer diferentes combinaciones, pero ninguna de ellas podrá cumplir todos y cada uno de los detalles que proporciona las visiones del apóstol Juan. Por otro lado, algunos han pensado que el séptimo y octavo rey, que completarían el resto de la serie de siete cabezas de la bestia, no necesariamente tendrían que ser los sucesores inmediatos del sexto, sino que “el otro [que] aún no ha venido; y cuando venga…” (17:10), independientemente del número de orden que ocupe en la lista de emperadores o reyes del Imperio Romano, será el séptimo.

En mi opinión, esta idea no es lógica, pues considera los seis primeros reyes correlativos, según han quedado registradas las sucesiones históricas de los emperadores romanos, y luego deja un lapso de tiempo indeterminado en que se interrumpe la contabilidad de la lista, para reanudarla en un futuro también indeterminado.

Segunda. Las siete cabezas son siete papas que empiezan a contar desde el año 1929 d.C. en adelante, ya que en este año fue creado el Estado de la Ciudad del Vaticano,  “tras la firma de los Pactos de Letrán celebrados entre la Santa Sede y el entonces Reino de Italia, que en 1870 había conquistado los Estados Pontificios”. (14)

Voy a presentar a continuación los argumentos lógicos que han llevado a algunos a hacer esta arriesgada interpretación; y a la vez también veremos sus incoherencias.

Como hemos visto arriba hay al menos seis puntos de semejanza indiscutibles entre el cuerno pequeño de Daniel 7:7,8,20-25 y la bestia de Apocalipsis 13:1-3:

La cuarta bestia y el cuerno pequeño (Daniel 7:3, 7,8,20-25)

La bestia de Apocalipsis 13:1-3

Subía del mar (Daniel 7:3)

“Vi subir del mar una bestia” (13:1)

“Tenía diez cuernos” (7:7,20,24)

“Tenía diez cuernos” (13:1)

El cuerno pequeño, “tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas” (7:8,20)

“boca que hablaba grandes cosas y blasfemias” (13:5).

El cuerno pequeño “hablará palabras contra el Altísimo” (7:25)

“abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. (13:6)

El cuerno pequeño “hacía guerra contra los santos, y los vencía”. (7:21)
“A los santos del Altísimo quebrantará”, (7:25)

“se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (13:7)

Lo santos serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. (7:25)

“…se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses” (13:5)

Estas asombrosas coincidencias han llevado a inferir que la bestia de Apocalipsis 13:1-3 es el cuerno pequeño, que como vimos antes simboliza el papado. Pero ahora debemos comprobar que esta interpretación cumple todos las características que nos proporcionan los textos de Apocalipsis 13:1-10, y Apocalipsis 17:1-18, pues en principio se trata de la misma bestia, aunque cabría pensar que la visión de la bestia de Apocalipsis 17 corresponde a una etapa más avanzada en el futuro respecto a la visión de Apocalipsis 13:1-10.

Veamos en primer lugar los detalles que nos puedan ayudar a ubicar en el tiempo a esta bestia del capítulo diecisiete:

Apocalipsis 17:1: Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;

En Apocalipsis 13:1-3 Juan ve a la bestia surgir del mar, por tanto, podemos entender que él nos da una visión de la bestia desde su origen y su desarrollo hasta un determinado tiempo en el futuro. En cambio, aquí en el capítulo diecisiete, es “uno de los siete ángeles que tenían las siete copas” el que le muestra “la sentencia contra la gran ramera”. De lo que inferimos que está escena se produce cerca del fin y antes de que el juicio de Dios caiga sobre ella. Por otro lado, el siguiente texto también nos da una pista, pues nos dice que Juan vio en “el desierto” “a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos” (Apocalipsis 17:3).

Apocalipsis 17:3: Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

Este hecho es muy significativo; pues debemos recordar que la mujer pura –la Iglesia de Cristo– huyó al desierto donde Dios las sustentó durante todo el tiempo de persecución que fueron 1260 días-años (Apocalipsis 12:6) o “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” (Apocalipsis 12:14). El “desierto” se ha de entender como símbolo de marginación, en el cual la verdadera Iglesia tuvo que esconderse, y evitar predicar el verdadero Evangelio a fin de poder sobrevivir, y no ser masacrada por la poderosa Iglesia católica romana.

Sin embargo, ahora Juan ve a la mujer impura, que simboliza a la iglesia apóstata ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apocalipsis 17:6), también en “el desierto”; ¿qué le ha ocurrido a la poderosa “gran ramera” “con la cual han fornicado los reyes de la Tierra, y los moradores la Tierra se han embriagado con el vino de su fornicación” (Apocalipsis 17:2)?

“El vino de su fornicación” son sus falsas doctrinas, que ella impuso matando a todos los que se atrevían a discrepar de las mismas, y ser fieles a su conciencia, y los persiguió durante el largo periodo medieval (1260 años), en que formó una unidad con el poder político y civil, y que duró desde, aproximadamente, el 538 al 1798 d.C., en que Napoleón Bonaparte conquistó Italia y llevó prisionero al papa Pio VI, o bien, del 554 al año 1814 d.C.,que fue liberado el papa Pio VII  (15) . Pues bien, también a ella –la Iglesia católica, en la cabeza del papa– le llegó su “desierto”, cuando gracias a Napoleón perdió mucho poder, y, aunque fuera temporalmente, también “los Estados pontificios”, los cuales volvió a recuperar después de la derrota de Napoleón en 1814 (16). Pero, finalmente los perdió en 1870, permaneciendo por un periodo de 59 años sin apenas poder temporal, hasta el año 1929 en que firmó el Tratado de Letrán con Benito Mussolini, y le fue concedido el Estado de la Ciudad del vaticano, desde donde actualmente reina. Veamos cómo lo explica Wikipedia:

"En 1870 estalló la Guerra Franco-prusiana y el emperador francés Napoleón III precisó disponer de todos los efectivos militares, incluidas las unidades de guarnición en Roma. Italia fue aliada de Prusia en esta contienda, por lo que contó con el beneplácito del Canciller de Alemania Otto von Bismarck para actuar sin reparos contra las posesiones del pontífice pro francés. Pío IX reunió ocho mil soldados en un desesperado intento de resistir, pero el insuficiente ejército papal no pudo contener a las divisiones italianas que marcharon patrióticamente enardecidas sobre Roma. El 20 de septiembre de 1870 entraban en la capital del flamante reino de Italia en cuyo palacio del Quirinal establecía su corte el rey Víctor Manuel II.

Desde el comienzo de su pontificado el Papa Pío IX se vio envuelto en la vorágine histórica que significó el proceso de unificación de Italia. Ésta implicaba necesariamente el fin de los Estados Pontificios, a lo que Pío IX se opuso tenazmente. El papa Pío IX se autoproclamó prisionero en el Vaticano cuando el reino papal en Roma acabó a la fuerza, los Estados Papales se unieron al resto de Italia para formar el nuevo Reino de Italia unificado bajo el rey Víctor Manuel II y la ciudad de Roma se convirtió en su capital.

Tuvieron que pasar 59 años hasta que, el 11 de febrero de 1929, Pío XI y Benito Mussolini suscribieran los Pactos de Letrán, en virtud de los cuales la Iglesia reconocía a Italia como estado soberano, y ésta hacía lo propio con la Ciudad del Vaticano, pequeño territorio independiente de 44 hectáreas bajo jurisdicción pontificia. (https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios)

Los que piensan que las siete cabezas de la bestia (13:1-3) son siete papas, consideran que el ángel le está mostrando a Juan, la etapa final del “cuerno pequeño”, no desde que se inició en 538 ó 554 d.C., sino desde que “una de sus cabezas como herida de muerte,…herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:3). Según ellos, la primera cabeza herida, la cual fue sanada fue el papa Pio XI, primer rey de los siete. Estos símbolos de una cabeza herida de muerte que es sanada significarían, que el primer papa estando herido de muerte, es decir, sin reino, es sanado de su herida mortal, en 1929, cuando recupera el reinado; y esto sucede cuando Mussolini y el Papa firman el Tratado de Letrán, mediante el cual se le concede al Papa poder de reinar, de forma independiente y totalmente autónoma, el Estado de la Ciudad del Vaticano.

Apocalipsis 17:9-11: Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,  (10)  y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.  (11)  La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.

Desde el año 1929, en que “la herida mortal fue sanada”, hasta el tiempo en que es llevado en visión el apóstol Juan por el ángel –entiéndase bien que no nos referimos al tiempo en que el recibió la visión, que pudo ser a finales del siglo I, sino a un tiempo futuro para él mostrado por el ángel– cinco de las siete cabezas habían caído ya:

“Cinco de ellos han caído” (Ap. 17:10)

Ahora debemos preguntarnos: ¿es correcta esta interpretación de considerar siete cabezas símbolo de siete papas? Para responder esta pregunta es necesario asegurarse que la misma cumple con todos y cada uno de los detalles registrados en Apocalipsis 13:1-18 y 17:1-18, y que encaja perfectamente en los eventos profetizados en dichos textos.

Es evidente que el apóstol Juan recibió toda la revelación contenida en el libro de Apocalipsis hacia finales del siglo I; y para comprobar la corrección de las interpretaciones que estamos haciendo de sus profecías no es importante saber con exactitud si escribió su libro antes o después del año 70 d.C. Lo cierto e indudable es que San Juan vivió en tiempos de la Roma Imperial, es decir, la Roma pagana, la de los emperadores que promovieron las crueles persecuciones de los cristianos del primer siglo. Por tanto, para él, solo esa podía ser “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la Tierra” (Apocalipsis 17:18). Notemos que “reina” es tiempo presente, que puede referirse a cuando Juan vivía o a la etapa futura en la que se ubica “la gran ramera” (Apocalipsis 17:1).

La profecía, por su propia definición y naturaleza, tiene que referirse siempre a unos hechos o eventos que sean futuros al tiempo en que se proclama la predicción, de lo contrario no podría considerarse profecía. Que el ángel le dijera a San Juan que Roma era la sede imperial y, por tanto, reinaba sobre los reyes de la Tierra no podía ser algo tan sorprendente como para que él quedase “asombrado con gran asombro” (Apocalipsis 17:6). San Juan no podía  asombrarse de esa manera tan redundante si la “mujer-gran ciudad” (Apocalipsis 17:18) que vio “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apocalipsis 17:6) fuera la Roma Imperial; puesto que él ya sabía de sobras, y por propia experiencia, el talante perseguidor de la Roma pagana hacia los cristianos.

En este momento es nuevamente necesario recurrir a la Historia para saber quién era “la mujer ramera-gran ciudad” que el ángel le mostró a Juan “sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos” (Apocalipsis 17:3). La Historia nos dice que en el año 313 d.C., mediante el Edicto de Milán, el emperador Constantino puso fin a las persecuciones de los cristianos, y no mucho después la religión cristiana llegó a ser la religión oficial de Roma. El poder de la Iglesia romana fue aumentando progresivamente, sobre todo, a partir del año 330 en que Constantino trasladó la capital del Imperio Romano a Constantinopla (Bizancio), debido a que el Obispo de Roma empezó a realizar tareas políticas y civiles que antes estaban solo en manos del poder civil. Muy pronto, pues, la Iglesia  pasó, de ser perseguida por los emperadores romanos, a convertirse en perseguidora de los paganos, y de todos aquellos que se oponían abiertamente a sus doctrinas. A fin de no repetirme demasiado, remito al lector a una cita dada anteriormente de un historiador que por ser católico no es sospechoso de tener intereses o ideas en contra del catolicismo. Me refiero al teólogo católico, Dr. Antonio Bentué, licenciado en Teología católica en 1969, profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile que escribió, recortando la cita anterior:

“…Las herejías religiosas contra la fe católica oficial se convirtieron así en delitos sociales y políticos. Esa actitud de apoyo exagerado a la Iglesia llegó a su punto culminante con el emperador Justiniano, en el siglo VI, quien llegó a hacer clausurar la escuela filosófica de Atenas y a prohibir todo resquicio “pagano”, imponiendo obligatoriamente la instrucción cristiana a todas las familias, así como el bautismo como requisito para poder gozar de plena ciudadanía política, amenazando con la pena capital a los paganos y a los apóstatas o herejes, quienes quedaban excluidos de toda docencia. (“Historia de las religiones” de Antonio Bentué.  Págs. 191 y 192. Negrillas y subrayado no aparecen en el original).

Ahora podemos comprender el tremendo asombro del apóstol Juan cuando el ángel le mostró a la “gran ramera”:

Apocalipsis 17: (4)  Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;  (5)  y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.  (6)  Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.  (7)  Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.

Esta mujer ramera –“la gran ciudad que reina sobre los reyes de la Tierra” (Apocalipsis 17:18) – sin lugar a dudas no es la Roma pagana sino la Roma papal que tiene incluso dominio “sobre los reyes de la tierra”. Ahora bien, ¿quién le da este poder civil a una entidad religiosa regida por el Papa? Ya hemos visto anteriormente que los emperadores, empezando por Constantino, siguiendo por Teodosio, etc., hasta llegar a Justiniano (538-554) le fueron dando más y más poder. Por eso, “la mujer ramera” actúa en unión con el poder político para conseguir por la fuerza sus fines de dominación de todas las gentes: “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:12). Pues bien esta segunda bestia con apariencia de cordero pero que “hablaba como dragón” representa el poder político-religioso que obtuvo la Iglesia apóstata con el papa al frente; pero notemos que tiene dos cuernos, uno representa a lo que acabamos de nombrar y el otro cuerno simboliza a la Iglesia Ortodoxa que con su Patriarca al frente cometió parecidas atrocidades, enseñando igualmente a sus fieles una doctrina falsa, llena de idolatría y falsedades.

Estos textos aportan mucha luz, pues nos permitirán averiguar, en primer lugar, quién o qué es la primera bestia, aquella “que tenía siete cabezas y diez cuernos, […] que era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como de león” (Apocalipsis 13:1,2). Y en segundo lugar, quién o qué es la “otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. (12) Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella…”  (Apocalipsis 13:11,12). Pero, a fin de no confundir al lector, quizá debiera dejar el estudio de la segunda bestia, la que “tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón”, para más adelante.

No obstante, debemos hacer notar que el apóstol Juan nos proporciona un dato muy importante: la otra bestia, que “…tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero” (Apocalipsis 13:11), coexiste con “…la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:12); es decir, se produce una convivencia y cooperación necesarias entre las dos bestias, las cuales son coetáneas porque una está en “presencia” de la otra. Y esta colaboración entre ambas bestias se produce especialmente a partir de que la primera bestia –la que tiene siete cabezas y diez cuernos– es sanada de su herida mortal. Las dos bestias representan dos poderes o reinos que se retroalimentan mutuamente. Pero, ahora debo seguir con la identificación de las cabezas de la primera bestia.

¿Qué o quién era la cabeza que Juan vio como herida de muerte, pero que su herida mortal fue sanada? Responder correctamente esta pregunta es clave para que el resto de la interpretación se acomode a lo revelado por Dios. La respuesta se deduce de los siguientes textos, que tenemos que relacionar con los de Apocalipsis 17:8-11:

Apocalipsis 13:1-10: Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. (2) Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad. (3) Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,  (4) y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?  (5)  También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.  (6)  Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.  (7)  Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.  (8)  Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.  (9)  Si alguno tiene oído, oiga.  (10)  Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.

En Apocalipsis 17:10, el ángel nos revela que las siete cabezas “son siete reyes”; y que “cinco de ellos han caído; uno es; y el otro aún no ha venido…”.  Por un lado, como sabemos, las bestias son símbolos de “reyes”, y estos a su vez representan a –o bien, son sinónimos de– “reinos”, porque así se lo revela el ángel a Daniel cuando le dice “Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes…” (Daniel 7:17) y algunos textos más adelante, el mismo personaje celestial, confirma que “la cuarta bestia [Roma] será un cuarto reino en la tierra” (Daniel 7:23). Por otra parte, si cinco reyes o reinos “han caído” quiere decir que los siete reinos o reyes o imperios, simbolizados por las siete cabezas, no coexisten a la vez, sino que indudablemente se trata una serie de reyes o reinos o imperios que han ido sucediéndose a lo largo de la historia mundial, de manera que en cada etapa de la historia existirá solo un rey o reino; del resto de la lista de siete cabezas-reinos, unos habrán caído y, por tanto, por pertenecer al pasado histórico, ya no existen, y otros están en el futuro, respecto, al tiempo en que San Juan recibe la visión.

Puesto que la  bestia de la visión de San Juan “tenía siete cabezas y diez cuernos”, y las cabezas representan reyes o reinos que habían existido en distintas épocas de la historia, realmente, solo habría habido una cabeza a la vez dirigiendo a la bestia: la cabeza-reino que en cada momento de la historia existiese. Aunque la bestia tenía características que eran comunes a otras bestias o reinos del pasado –semejante a un leopardo, pies de oso, boca de león–, lo que en realidad importa es identificar cada cabeza para poder ubicar los eventos en las fechas de la historia en que se produjeron. También sabemos que el apóstol Juan vivía en tiempos de la cuarta bestia de Daniel, que vimos que se trataba del Imperio Romano, del que más de cuatro siglos después salieron diez cuernos o reyes cuando se dividió el Imperio Romano de Occidente. En el momento en que Juan escribe el Apocalipsis –finales del siglo I– el Imperio Romano está en todo su apogeo.

Sin embargo, Juan ve en visión algo que está en el futuro para él, que nadie podía saber entonces, pero que Dios, el único que conoce el futuro le revela; y para nosotros es una pista importantísima: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia,” (Apocalipsis 13:3). ¿Qué cabeza de las siete que tenía la bestia fue esa? Algo está clarísimo: el ángel le desvela a Juan en el capítulo 17, que “cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido” (Apocalipsis 17:10). ¿Qué cabeza-reino pudo sufrir “la herida de muerte que fue sanada”? Las cinco primeras cabezas eran reyes o reinos que existieron antes de Juan, pertenecían a la historia, y, por tanto, ya no existían. Luego es imposible influir sobre ellos de ninguna manera. Igualmente ocurre con el séptimo rey o reino –“el otro aún no ha venido”–, que tampoco existe, pues es futuro.

Luego, nos queda solo una cabeza –la sexta– la única que pudo ser herida de muerte y posteriormente sanada: el Imperio Romano es el que existía en la época del apóstol Juan. Esta es la cabeza que fue herida de muerte y posteriormente sanada. El resto no es difícil de deducir si recurrimos a la Historia. El Imperio Romano de Occidente sufrió una herida mortal cuando fue invadido por los pueblos bárbaros. Aunque el Imperio había ido perdiendo paulatinamente casi todo su poder, los historiadores han convenido en fijar la fecha oficial de su caída en el año 476, en que Roma fue conquistada por el rey bárbaro Odoacro, Pero asombrosamente esa “herida mortal” –la que sufrió el Imperio– “fue sanada” cuando el mismo fue restablecido por el emperador Justiniano; aunque el Imperio restaurado no recuperó completamente sus anteriores límites, sí consiguió recuperar gran parte de su anterior  extensión, y con ello también el gobierno autocrático y perseguidor, que ya poseía la Roma cristianizada posterior al 330 en que Constantino traslada la capital del Imperio a Constantinopla.

Anteriormente expresé las razones por las que las cabezas no podían simbolizar a los emperadores del Imperio Romano. Ahora también hemos refutado la interpretación de que las siete cabezas representaban a siete papas. Pues es evidente que en tiempos de San Juan todavía no existían papas ni mucho menos la institución papal. La Iglesia todavía era perseguida por la Roma pagana, y se convertiría en perseguidora varios siglos después, como demuestra la Historia.

Hay quienes consideran –principalmente los adventistas del séptimo día– que la cabeza herida de la bestia, que vio Juan en Apocalipsis 13:1-3,  simboliza  el fin de la Roma papal, y por tanto, del poder temporal del papado; lo cual se produjo, según ellos, cuando Napoleón Bonaparte, en su campaña de conquista de Italia, invadió Roma, destronando al Papa Pio VI en el año 1797, y llevándolo prisionero a Francia, donde poco después murió en cautividad debido a su enfermedad. Y la sanación de esa herida se produciría en 1929 cuando el papado recuperó parte de su anterior poder medieval, cuando Benito Mussolini le dio el Estado de la Ciudad del Vaticano. Esta interpretación, para ser fieles con las profecías de Daniel 7 y Apocalipsis 13:3, forzaría a trasladar la aparición del “cuerno pequeño” a esta fecha del año 1929, tan avanzada en el tiempo, lo que estaría en abierta contradicción con la Historia que lo establece pocas décadas después de la caída del Imperio (476). Sin embargo, los adventistas, a pesar de equivocarse con la identificación de la cabeza herida de muerte que fue después sanada, ubican acertadamente el surgimiento del “cuerno pequeño” hacia el año 538, desde donde empiezan a contar el largo periodo de persecuciones de 1260 años.

No obstante, los adventistas, al identificar la cabeza herida de muerte con el papado o con Roma papal cometen una grave error, que tergiversa lo revelado en la visión del apóstol Juan, referente a la bestia de Apocalipsis 13:1-10, en concordancia con 17:1-18.
Todas las interpretaciones anteriores que hemos presentado al no identificar correctamente la sexta cabeza de la bestia, conducen a no ubicar coherentemente la profecía del periódico histórico de persecución que duró 1.260 años. Por eso, es tan importante comprobar que lo profetizado se cumple exactamente en los eventos históricos: la bestia recibió “autoridad para actuar cuarenta y dos meses” –los 1.260 años de tiranía y persecución que sufrieron todos los que se opusieron a los dictados de la Roma papal (Apocalipsis 13:5); este periodo de tiempo necesariamente empieza a contar desde que la cabeza herida de muerte fue sanada, es decir, después del año 476, en que se produjo la caída del Imperio, de donde surgió el “cuerno pequeño” solo unas décadas más tarde.

En resumen, anteriormente quedó claro que las diez persecuciones, que la Roma pagana realizó contra los cristianos hasta el 313 en que Constantino firmó la paz con los cristianos, no tienen nada que ver con las posteriores persecuciones que realizaría la Roma papal, la que dirige el “cuerno pequeño” –el papado; puesto que estas últimas surgieron cuando “su herida mortal” [la de la sexta cabeza de la bestia, el Imperio Romano] “fue sanada” por el emperador Justiniano (538 al 554). “El cuerno pequeño”, que es el papado, empieza su actuación perseguidora alrededor de esas fechas, de la mano del emperador Justiniano, que le proporciona el poder político y civil para ello, y hace que le adoraran “todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8). Según las profecías de Daniel 7:25 y Apocalipsis 13:1-10, este periodo es de “un tiempo, tiempos, y medio tiempo” (Daniel 7:25; 12:7; Apocalipsis 12:14) o cuarenta y dos meses (Apocalipsis 11:2; 13:5), lo que es lo mismo que 1.260 días-años (Apocalipsis 11:3; 12:6); lo que nos llevaría –sumando estos años a los del inicio de la persecución– al 1798 en que el papa Pio VI fue depuesto y llevado prisionero por Napoleón Bonaparte, o bien hasta el 1814, que coincide con la liberación de Pío VII, que también había sido hecho prisionero por Napoleón.

Tercera. Las siete cabezas de la bestia de Apocalipsis 13:1-10 y 17:3,8-11 simbolizan siete reinos, imperios o naciones que destacaron especialmente por ser perseguidores del pueblo de Dios, que se extienden desde el pasado, presente y llegan hasta el fin del mundo, lo que evidentemente está en el futuro.

Como así parece por los argumentos bíblicos y lógicos que hemos presentado anteriormente, la sexta cabeza de la bestia de Apocalipsis (13:1-3) es símbolo del Imperio Romano. Por lo que, coherentemente con esta interpretación, el resto de cabezas de la bestia deben igualmente representar reinos, imperios o naciones que destacaron por ser especialmente perseguidores del pueblo de Dios. Lo que quiere decir que esta bestia engloba, reúne y representa a distintos reinos perseguidores que se suceden a lo largo de toda la historia conocida de la Humanidad hasta el fin de la misma. A continuación, se tratará de identificar lo que representan las restantes cabezas-reinos que han regido en cada época de la historia de la humanidad. Para ello, debemos hacer concordar la visión registrada en Apocalipsis 13:1-10 con la de Apocalipsis 17:1-18:

Apocalipsis 17:7-12: Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.  (8)  La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.  (9)  Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,  (10)  y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.  (11)  La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.  (12)  Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Aunque esto parece una especie de galimatías o adivinanza, en realidad no lo debería ser si nos ajustamos a la información revelada en toda la Biblia. La clave para entenderlo consiste en atender a los tiempos verbales ubicándose en la época en que recibió el apóstol Juan la visión de la bestia. Siempre debemos dejar que sea la misma Biblia la que interprete lo que representan las siete cabezas de la bestia. Así pues los siguientes versículos nueve y diez responden con rotundidad: “Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,  (10)  y son siete reyes(Apocalipsis 17:9-10).

Aquí, el ángel nos dice que las cabezas son símbolos que, en este caso particular, representan dos cosas a la vez. No encontramos incongruencia alguna en que se utilice un mismo símbolo para representar dos objetos diferentes, pues se aplican a entidades distintas, a fin de identificarlas. Por un lado, son siete montes o colinas donde se asienta “la mujer ramera”, y por otro, son siete reyes o reinos. Esto último lo vimos en Daniel 7: 17, 23, que se refiere indistintamente a que “las cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra” (Daniel 7:17), y que “la cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra…” (Daniel 7:23). Por lo que debemos deducir que la palabra “rey” es sinónima del reino o imperio mundial que está representando.

¿Es imprescindible que elijamos entre montes o reinos? Eso sería desvirtuar la misma interpretación que da Dios por medio del ángel. La sabiduría a que se refiere el ángel, puede consistir en comprender que las siete cabezas representan montes solo en relación con la mujer que se sienta sobre ellos, un dato que tiene que ser muy significativo para que nos permita identificar a la mujer. La misma Palabra de Dios afirma que “la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (Apocalipsis 17:18)
¿Cuál era “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” en tiempos del apóstol Juan? ¿Cuál es la ciudad que se asienta sobre siete colinas? Notemos que el tiempo verbal empleado es el presente: “reina”. Claramente, en tiempos del apóstol Juan, era Roma la que reinaba sobre todos los reyes de la tierra, puesto que ella fue la sede del Imperio Romano; y también es sabido, que Roma – “la gran ciudad”– se asienta sobre siete colinas o montes, donde, desde los primeros siglos de nuestra era, reside la Santa Sede de la Iglesia católica. Esta organización dirigida por diferentes papas consiguió, a partir del 756, los Estados Pontificios, que quedarían reducidos al Estado de la Ciudad del Vaticano, que “comenzó su existencia en 1929 tras la firma de los Pactos de Letrán celebrados entre la Santa Sede y el entonces Reino de Italia, que en 1870 había conquistado los Estados Pontificios” (17).

Con esto queda aclarado el doble significado del simbolismo de las siete cabezas:

Uno) como siete montes o colinas –Aventino,  Capitolino, Celio, Esquilino, monte Palatino, Quirinal y Viminal (18)– que es dado solo a fin de identificar a la “gran ciudad” que es Roma –llamada Babilonia por el apóstol Pedro (1 Pedro 5:13)–, pero que simboliza también a la Iglesia católica, la Roma papal, que se la designa por “Babilonia la Grande”; la Babilonia espiritual, cuyo monarca o jefe del estado gobierna espiritualmente sobre todas las naciones de la tierra; y

Dos) Como “siete reyes”, reinos o imperios.

Apocalipsis 17:4-6: “Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;  (5)  y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.  (6)  Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.

Ahora necesitamos identificar cuáles son los siete reyes que representan reinos o imperios mundiales. Para ello vamos a analizar lo que le dice el ángel a Juan:

“La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo […] se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.” (Apocalipsis 17:8).

En mi opinión, esto quiere decir, que la bestia, que como sabemos simboliza a los imperios mundiales tiene una parte que está en el pasado, visto desde el tiempo de Juan. Esa parte son los imperios mundiales que hubo desde Juan, que vive en tiempos del Imperio Romano hacia atrás hasta el primer imperio, reino o nación, todos los cuales se deben conocer por la Biblia que fueron especialmente perseguidores del pueblo de Dios. Todos ellos están contenidos en ese “era”, puesto que al ser pasado ya no son, o referido a la bestia, “no es”, ese es el presente de Juan. Esos imperios pertenecen al pasado, ya no existen, solo existe el Imperio Romano donde se ubica Juan, pero la bestia, que representa a los demás imperios y también a este último, no está completada, pues “está para subir del abismo”. Es decir, desde el siglo I d.C., en que Juan vive, hasta la caída del Imperio Romano en el 476 d.C., y la posterior división del Imperio en diez reinos, son eventos que pertenecen al futuro. La bestia, por tanto, tiene una parte que es pasado, “era”, luego, ya “no es”, y otra parte que “será”, es decir, está en el futuro desde la perspectiva de Juan.

“Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido;…” (Apocalipsis 17:10).

Desde la perspectiva de San Juan, hay cinco cabezas-imperios que han caído.

¿Cuáles son los cinco imperios mundiales que puesto que han caído ya pertenecen a la historia? Ahora es la Historia que si la consultamos fácilmente averiguaremos que se tratan de los siguientes:

“Cinco de ellos han caído;”

“La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición” (Apocalipsis 17:11).

Al parecer la bestia no termina con la séptima cabeza o reino mundial, pues este versículo claramente revela que de esta bestia –“de entre los siete”– surge un octavo reino. Lógicamente este último reino no puede surgir sino de las dos últimas cabezas-reinos –la sexta y la séptima cabeza de la bestia–, o de lo que queda de ellos [los dos últimos reinos]. Ahora necesitamos volver al capítulo trece de Apocalipsis, porque ya hemos identificado a la sexta cabeza –el Imperio Romano– pero todavía no conocemos qué o a quién representa la séptima cabeza de la bestia.

“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (Apocalipsis 13:3).

¿Cuál es la cabeza que el apóstol Juan vio “como herida de muerte” pero, que seguidamente “su herida mortal fue sanada”?

Como vimos antes, está muy claro que la única cabeza que podía ser herida era la existente en tiempos de San Juan: la sexta cabeza, el Imperio Romano. Las primeras cinco cabezas, que vimos habían caído, eran los cinco imperios históricos que tuvieron influencia mundial, los cuales ya no existían. Y la séptima cabeza “aún no ha venido”, es decir, no existía todavía, pues estaba en el futuro. Por tanto, fue la sexta cabeza –el Imperio Romano– la que sufrió la herida de muerte. No hace falta conocer mucho la Historia para saber que el Imperio Romano recibió una herida mortal cuando fue conquistado por los países bárbaros que lo asediaban, y aunque, esto sucedió progresivamente, prolongándose la conquista decenas de años, los historiadores han convenido en fijar el año 476 d.C. –“en que el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo” (19)–  como la fecha, en que el Imperio Romano de Occidente había dejado de ser como tal.

9. ¿Qué reino es el representado por la séptima cabeza de la bestia?

“…y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo” (Apocalipsis 17:10).

Puesto que la sexta cabeza –el Imperio Romano– fue “como herida de muerte” en el año 476, “pero su herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:3) hacia los años 538-554, cuando el emperador Justiniano restauró el Imperio, reconquistando muchos de los territorios que habían invadido los bárbaros, algunos todavía se empeñan en considerar al Imperio Romano restaurado, como la séptima cabeza de la bestia. Sin embargo, esta interpretación no es lógica, ya que la Palabra de Dios no habla, en ningún momento, que otra cabeza distinta haya sustituido a la que fue “herida de muerte”. Por el contrario, se trata de la misma sexta cabeza de la bestia, la que una vez sanada de su herida mortal continúa. Recordemos que el Imperio Romano de Oriente no finalizó hasta el año 1453 d.C., cuando fue invadido por los otomanos. Por otro lado, el Imperio Romano de Occidente, después de Justiniano volvió a recobrar nuevo auge con Carlomagno hacia el año 800, con el que empezó la dinastía del Sacro Imperio Romano Germánico que, con distintas fluctuaciones, se mantuvo de manera efectiva hasta aproximadamente el año 1555, y oficialmente “desapareció el  6 de agosto de 1806 cuando Francisco II renunció a la corona imperial para mantenerse únicamente como emperador austríaco” (20).

Nótese que el periodo 538-1806 coincide prácticamente con la época de hegemonía del “cuerno pequeño” –el papado–, periodo que duró la autarquía y las persecuciones, y que la profecía de Daniel 7:25 y las de Apocalipsis antes citadas anticiparon que sería de 1260 días-años.

Por tanto, me atrevo a afirmar, que esta interpretación, la de que la séptima cabeza simbolice al Imperio Romano restaurado, o como algunos dicen, la Roma papal, no se ajusta a lo revelado en Apocalipsis 13:3 y 17:10, por las siguientes razones:

Primera. La cabeza “herida de muerte”, la que “fue sanada” (Apocalipsis 13:3), no son dos cabezas distintas, sino que es la misma. Es obvio, y ratificado por la Historia, que el Imperio Romano no termina en el año 476 d.C., sino que se prolonga, como antes dije, en Oriente, hasta el año 1453, y en Occidente, efectivamente hasta el 1555, y oficialmente hasta el año 1806 d.C.

Segunda. La séptima cabeza-rey-reino “cuando venga, es necesario que dure breve tiempo” (Apocalipsis 17:10). Ahora, es procedente preguntarnos:

¿Significa durar breve tiempo 1260 años, toda la Edad Media y Moderna, desde el 538-554 al 1798-1814? Si la séptima cabeza de la bestia fuera el Imperio Romano restaurado ¿por qué la Palabra inspirada añade el importante dato de que tenía que durar necesariamente “breve tiempo”?

Si somos consecuentes con la Revelación reconoceremos que la sexta cabeza de la bestia es el Imperio Romano, desde que surgió, en 30 a.C., hasta el 1806 aproximadamente, casi dos mil años de existencia.

Ahora, debemos descubrir quién es la séptima cabeza. Disponemos de tres pistas:

El único imperio que se nos ocurre que cumpla estas características es el que se conoció como “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que fue un Estado federal constitucionalmente socialista que existió en Eurasia entre 1922 y 1991” (21).

Este imperio, que hizo bandera del ateísmo, y que puso en práctica el marxismo, haciendo propia la famosa frase de su fundador (Karl Marx-1818-1883), “la religión es el opio del pueblo”, a pesar de su enorme extensión geográfica, y de haber llegado a ser una superpotencia mundial, curiosamente, cumplió la profecía pues solo permaneció unos 70 años. Periodo de tiempo breve, no solo comparado con la duración del anterior sino con la vida misma del ser humano, que es igualmente así de breve y efímera. Por lo demás de todos es conocido la crueldad de este régimen y de los primeros dirigentes que tan fácilmente eliminaban a todo aquel que se les opusiera, contándose en miles los que sufrieron la muerte, o lo que es peor, la deportación y prisión en los terribles campos de concentración de Siberia. Transcribimos a continuación unos párrafos extraídos de Wikipedia.

"El decreto de 1918 del Consejo de Comisarios del Pueblo que establecía a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia como un Estado secular también decretó que «la enseñanza de la religión en todos [los lugares] donde se enseñen materias de aprendizaje general, está prohibida. Los ciudadanos pueden enseñar y pueden aprender religión en privado».  Entre otras restricciones, las aprobadas en 1929, con media década de gobierno de Stalin, incluían prohibiciones expresas de una variedad de actividades de la iglesia, incluyendo reuniones organizadas para el estudio de la Biblia. Miles de establecimientos tanto cristianos como no cristianos fueron cerrados en las décadas de 1920 y 1930 y, en 1940, fueron cerradas no menos del 90 por ciento de las iglesias, sinagogas y mezquitas que habían estado operando en 1917.

Convencido de que el antisovietismo religioso se había convertido en una cosa del pasado, el gobierno de Stalin comenzó a trasladarse hacia una política más moderada con respecto a la religión en la década de 1930. Los establecimientos religiosos soviéticos se congregaron abrumadoramente para apoyar el esfuerzo bélico durante la guerra con la Alemania nazi. En medio de otras adaptaciones a la fe religiosa, las iglesias fueron reabiertas, la Radio Moscú comenzó a transmitir un horario religioso y en 1943 fue celebrado un encuentro histórico entre Stalin y el Patriarca Sergio I de Moscú, el líder de la Iglesia Ortodoxa en ese entonces. La tendencia general de este período fue un incremento de la actividad religiosa entre los creyentes de todas las religiones.

El sistema soviético se enfrentó nuevamente con las iglesias bajo el liderazgo del Secretario General Nikita Jrushchov, que tuvo la característica de ser un período donde el ateísmo fue enfatizado en el currículum educativo y donde numerosas publicaciones estatales promovieron opiniones ateas. Entre 1959 y 1965, el número de iglesias cayó de 20.000 a 10.000, y el número de sinagogas descendió de 500 a 97. El número de mezquitas activas también disminuyó, cayendo de 1.500 a 500 en una década". (22)

10. La bestia es también el octavo rey

“La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición” (Apocalipsis 17:11).

En este versículo once se vuelve a repetir la misteriosa frase que en el versículo ocho se cita dos veces La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será” (Apocalipsis 17:8). El hecho que esta frase se reitere en tres ocasiones es porque encierra una información importante para todos los creyentes, ¿por qué si no es así el ángel del Señor iba a mencionarla tres veces?

En mi opinión, se nos pretende decir que la bestia, con la cabeza correspondiente, que ha reinado, o reinará, en cada época de la historia representa un reino perseguidor del pueblo de Dios, que permanecerá hasta el fin del mundo, porque le es dada la autoridad por el diablo, hasta que por el juicio de Dios, la bestia y el falso profeta sean “lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Apocalipsis 19:20) “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta….” (Apocalipsis 19:20).

No podemos perder de vista que el libro de Apocalipsis da una información literal por medio de símbolos, que son necesario interpretar siguiendo la buena norma de dejar que la Biblia se interprete así misma, atendiendo siempre al contexto cercano y lejano, y de toda la Revelación Antiguo y Nuevo Testamento. Entendemos que el lago de fuego donde son lanzados el diablo, la bestia y el falso profeta representa la destrucción total de estas entidades.

Sin embargo, lo que Dios quiere que sepamos y comprendamos bien, no es ya tanto que el mal y los malvados serán al final vencidos y exterminados, que también, sino más bien que “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12), y que nuestras únicas armas para vencer a estas fuerzas diabólicas que operan a través de los reinos de este mundo es solo por medio de creer y obedecer la Palabra de Dios. Debemos, pues, si queremos vencer a "la bestia que viene –el octavo rey"– seguir el consejo del apóstol Pablo: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.  (14)  Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,  (15)  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.  (17)  Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;” (Efesios 6:13-17).

Como hemos visto “la bestia era” o ha sido en todas las épocas, pero ahora “no es”, en el sentido, que estamos viviendo una etapa de libertad religiosa y de conciencia, y de protección de los derechos humanos, aunque esto ciertamente  no se cumple de manera universal, en todas las naciones, aunque sí en gran parte de nuestro mundo. Pero Dios nos advierte, que la “bestia está para subir del abismo”. Esta bestia será el octavo reino. Puesto que ese reino es el que permanece hasta el fin del mundo, Satanás, que sale del “abismo” (Apocalipsis 20:1), lo instrumentalizará, como ha hecho con todos los anteriores, pero ahora usando medios mucho más refinados, adaptados a una época en que priman grandes avances en la ciencia y la tecnología. Mucha gente que vive ajena a la Palabra de Dios será engañada, y deslumbrada por las grandes señales, y portentosos, pero falsos milagros, que serán realizados por el anticristo, inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,  (10)  y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. (11) Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, (12) a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:3-12).

Los pocos datos que la Palabra de Dios da para identificar a la bestia que es el octavo rey-reino, deberían ser suficientes si estamos atentos a los eventos y noticias del mundo, y si, además, somos no solo oidores de la Palabra de Dios sino también hacedores de todo lo que se recomienda en ella. La información se nos da en Apocalipsis 17:1-18, que ya hemos comentado anteriormente, pero especialmente, a partir del versículo once. Los datos son:

A partir de los datos bíblicos cada uno es muy libre de elucubrar y de hacer las conjeturas que quiera respecto a qué o quién o cómo será la bestia que ocupa el octavo puesto de la bestia secular y perseguidora de todos las épocas. Pero debemos quedarnos solo con lo que “escrito está”, y no tratar de ir más allá pues podemos equivocarnos. Por tanto, no vayamos más allá de lo que afirma la Palabra: “Estos [los diez reinos] tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia” (Apocalipsis 17:13-14).

Ahora, debemos descubrir quién es la “otra bestia que subía de la tierra” y para eso volvamos al capítulo trece de Apocalipsis 13.

11. La “otra bestia que subía de la tierra” (Apocalipsis 13:11)

“Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón…” (Apocalipsis 13:11).

Volvemos de nuevo al capítulo trece de Apocalipsis. Pero, ahora con el propósito de investigar esta “otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón…”. Esta segunda bestia sin duda se relaciona estrechamente con la primera bestia, que  subía del mar y “tenía siete cabezas y diez cuernos” (13:1). Como esta bestia es muy compleja, porque representa, en cada una de sus siete cabezas, un reino mundial perseguidor del pueblo de Dios que ha habido en cada época de la historia hasta el final del mundo, es necesario discernir cuál es la cabeza-reino que se va a relacionar con la segunda bestia de los dos cuernos semejantes a los de un cordero. Anteriormente ya averiguamos que la cabeza que vio Juan “como herida de muerte, pero [que] su herida mortal fue sanada”, representa al Imperio Romano restaurado por el emperador Justiniano hacia los años 538-554 d.C.

El éxito o acierto en la identificación de la segunda bestia, la de los dos cuernos como de cordero, dependerá fundamentalmente de que la ubiquemos correctamente en el tiempo histórico que le corresponde. Analicemos el siguiente texto que es la clave para ello:

Apocalipsis 13:12: Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada”

¿Qué desvela este texto? Ante todo, nótese que el protagonista o sujeto del texto anterior es la bestia con dos cuernos semejantes a los de un cordero. Véase el texto anterior (13:11) para comprobarlo. Por tanto, el dato clave que nos proporciona el apóstol Juan es que la “otra bestia”, que “tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero” (Apocalipsis 13:11), está en “presencia de ella” (13:12); dicho de otro forma: coexiste con “…la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:12); es decir, se produce una convivencia entre las dos bestias, lo cual demuestra que son coetáneas porque una está en “presencia” de la otra. Y esta colaboración entre ambas bestias se produce especialmente a partir de que la primera bestia –la que tiene siete cabezas y diez cuernos– es sanada de su herida mortal. Por otro lado, debemos recordar que las bestias representan poderes terrenales o reinos.

Por todo ello, inferimos que la segunda bestia surge con la restauración del Imperio Romano por el emperador Justiniano, hacia los años 534-554 d.C., y esta fecha y sus características, que luego veremos,  me lleva a identificarla con el ya conocido “cuerno pequeño” de la profecía de Daniel 7:25. El segundo cuerno de esta bestia primeramente no existía como tal, porque estaba implícito en el cuerno pequeño, y subordinado al mismo, hasta que se produce la definitiva separación e independencia de aquel hacia el año 1054, cuando se produce la escisión definitiva de la Iglesia Ortodoxa de la Católica.

La segunda característica clave para identificar la bestia de dos cuernos es que  “ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella [la bestia cuya sexta cabeza de la herida mortal que fue sanada]. ¿Esto qué significa? Sencillamente que existe una cooperación necesaria entre las dos bestias-reinos que se retroalimentan mutuamente: el poder político-civil proporciona autoridad al poder político-religioso, que representa la segunda bestia de dos cuernos como de cordero. Ambos poderes tienen el mismo propósito: “…hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:12). Es decir, esta segunda bestia actúa en unión con el poder político, que es la primera bestia, para conseguir por la fuerza sus fines de dominación de todas las gentes.

Otros rasgos notables que nos permiten identificar a la segunda bestia es su apariencia. En contraposición a la primera bestia –la de las siete cabezas y diez cuernos, que salía del mar, lo que le daba si cabe un aspecto mucho más espantoso y terrible– la segunda bestia, surge de la tierra, camuflándose con lo ordinario y terrenal, como un ser humano más, que también tiene esa condición de terrenal. Pero, además, esta bestia no puede asustarnos en absoluto pues tiene la apariencia de un corderito, aunque no lo es en absoluto; pues solo tiene de cordero el aspecto de sus dos cuernos que se parecen a los de este animal. Adopta la forma de este animal tan manso porque también simboliza a Cristo, “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29; Cf. Apocalipsis 5:6,12; 6:16; 7:10; 12:11;17:14 etc.). Es un reino o gobierno que se hace pasar por el Reino de Dios. Sin embargo, no podemos bajar la guardia, debemos desconfiar de este poder político-religioso porque “hablaba como dragón” (Apocalipsis 13:11). Esto es lo que descubre su falsedad: lo que habla o lo que predica. ¿Qué significa hablar como dragón? El dragón es el diablo, “el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

Pues bien, esta segunda bestia con apariencia de cordero pero que “hablaba como dragón” representa el poder político-religioso que obtuvo la Iglesia apóstata con el papa al frente; pero notemos que tiene dos cuernos, uno representa a lo que acabamos de nombrar, y el otro cuerno simboliza a la Iglesia Ortodoxa que con su Patriarca al frente cometió parecidas atrocidades, enseñando igualmente a sus fieles una doctrina falsa, llena de idolatría y falsedades. Las Iglesias apóstatas, con el papado al frente, actúan en unión con el poder político para conseguir por la fuerza sus fines de dominación de todas las gentes:

“Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:12).

La autoridad de la segunda bestia, que “tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero”, proviene de la primera bestia –el Imperio Romano restaurado–, como no podía ser de otra manera. El poder político-religioso del papa le viene de su unión con el estado civil, en este caso, el Imperio Romano, restaurado, primeramente por Justiniano, siguiendo por los reyes francos, cuyo apogeo se produce con Carlomagno en el 800, con la creación del Imperio Sacro Romano Germánico y hasta su fin efectivo hacia el 1555, y el oficial en el año 1806 d.C. Ambas bestias tienen el mismo propósito hacer que los moradores de la Tierra las adoren y se sometan a sus gobiernos autárquicos, pues aquellos que osan oponerse a ellos, son perseguidos y torturados y ejecutados.

“También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres  (14)  Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.” (Apocalipsis 13:13,14).

La jerarquía católica con su reino papal al frente se ha caracterizado a todo lo largo de su historia de arrogarse la facultad, que solo pertenece a Dios, de nombrar multitud de "santos" entre sus fieles, principalmente frailes, monjes, sacerdotes, y exaltarlos hasta el extremo de darles culto. Pero, notemos que para ser designado “santo” por la Iglesia católica es imprescindible demostrar, mediante una complejísimo proceso, que puede durar varios años, que el fiel  presentado como candidato a recibir tal honor, ha realizado al menos un verdadero milagro. Cuéntense ahora los miles de “santos” que, esta Iglesia, ha elevado a los altares, y multiplíquese por una media de hechos milagrosos que hayan podido hacer cada uno de ellos, y obtendremos una cantidad asombrosa de señales milagrosas. Súmese a ellas, las realizadas, a través de las imágenes de la Virgen María, de Cristo y de todos los santos, y de las reliquias y objetos sagrados, y obtendremos que el número de “milagros” es exorbitante.

Sin embargo, tenemos que saber que su único propósito es engañar “a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió” (Apocalipsis 13:14).

Todas estas señales prodigiosas, junto con la multitud de supuestas apariciones de la Virgen María, y otras señales aparentemente prodigiosas, que sería prolijo detallar, son fruto del “inicuo  cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,  (10)  y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.  (11)  Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,  (12)  a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:9-12).

¿Qué Organización religiosa prohíbe casarse a sus ministros, y además ha establecido un calendario de días festivos en los cuales hay que dedicar un culto especial como el de abstenerse de ciertos alimentos, como son la carne y el pecado?

Decenas de años, incluso siglos, antes de que esto sucediera ya fue anunciado por el Espíritu santo, lo que el apóstol Pablo registra en su carta primera a Timoteo:

1 Timoteo 4:1-5: Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;  (2)  por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia,  (3)  prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.  (4)  Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias;  (5)  porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.

Respeto y quiero a los hermanos católicos y a todos los seres humanos, independientemente de su religión, ideología, etc., pero, por eso mismo, debo denunciar el engaño y la falsedad allí donde se encuentre, y porque de lo contrario Dios también me pediría cuentas a mí, si no denunciara la mentira, y proclamara el verdadero Evangelio "para testimonio a todas las naciones" (Mateo 24:14).

“…mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.  (15)  Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase” (Apocalipsis 13:14,15).

Como hemos visto, “la bestia que tiene la herida de espada, y vivió” es el Imperio Romano restaurado en 538-554, que blasfemaba contra Dios, hizo guerra contra los santos durante 1260 años (42 meses-1260 días-años), e hizo que le adoraran “todos los moradores de la Tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 13:3-8). También vimos que la segunda bestia, el reino papal o “cuerno pequeño” (Daniel 7:25), fue la que impulsó todo eso, haciendo incluso que los mismos habitantes de la Tierra adorasen a la primera bestia (Apocalipsis 13:12). Para conseguir este fin el reino papal manda hacer de sí mismo una imagen de la primera bestia, es decir, organiza su reino a imagen y semejanza del Imperio Romano restaurado, a fin de conseguir el poder civil que le permitiera hacer matar a todo el que no  adorase también a esta “imagen” (Apocalipsis 13:15).

“Esta imagen, o sea un gobierno eclesiástico diseñado y gobernado por hombres, obligó a la gente a adorar a la Iglesia. Y como la Iglesia se organizó como uno de los gobiernos de este mundo, esto era un culto a la imagen, ¡era idolatría!” (23)

“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;  (17)  y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13:16,17).

Si estudiamos la Historia del Cristianismo comprobaremos que todo lo profetizado en los textos de arriba se cumplió en el largo periodo de la Edad Media, durante los pasados 1260 años (538-1798), que el poder civil unido al poder político religioso realizó las persecuciones a todos los que se oponían abiertamente a éstos. Especialmente, el periodo de la “Santa Inquisición” que fue terrible, pues cualquiera que fuera sospechoso de herejía o simplemente de no ser católico, era objeto de todo tipo de restricciones en el campo profesional, comercial, e incluso de la conciencia, impidiéndole profesar su fe, bajo pena de muerte, pero pasando antes por las más crueles y “refinadas” torturas que nadie ha podido imaginar jamás, y menos surgiendo de aquella jerarquía católica que se postulaba como la verdadera Iglesia heredera de la de los apóstoles de Cristo.

Tener “la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”  era ser sumiso a toda la falsa doctrina católica la cual era impuesta no solo por la jerarquía católica sino también por el poder civil que estaba a sus órdenes. Dado que la mayoría del pueblo permanecía en la más absoluta ignorancia de la Biblia, pues solo obedecían y atendían a los ritos y enseñanzas de la poderosa y rica Iglesia católica, que también había hecho que el pueblo idolatrase haciendo que se postrara y orara ante imágenes de escayola, piedra y madera. Cualquiera que no pensara y actuara de la misma forma que el vulgo podía rápidamente ser discriminado, y objeto de persecución.

“…sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.  Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis” (Apocalipsis 13:17-18).

Cuando el libro de Apocalipsis habla de la bestia, en general, no se refiere a la Iglesia católica, ni a ninguna otra iglesia, ni al reino papal, ni a ningún papa en particular. La bestia representa a cada uno de los reinos seculares que se han distinguido especialmente por ser perseguidores del pueblo de Dios. Esta bestia según la cabeza-reino que ha gobernado ha sido distinta según el periodo de la historia que tratemos. El periodo más largo y más significativo y que afectó a los cristianos es el correspondiente al Imperio Romano de Occidente y Oriente, pues se extendió desde el año 30 a.C. hasta el 1806 y 1453 d.C., respectivamente.

Con respecto al título latino concedido al Obispo de Roma de Vicarius Filii Dei, que, al parecer, se cita en el documento conocido como “La Donación de Constantino”, aunque sus siglas sumadas, con el valor de los números romanos, dan el número 666, creemos que puede tratarse de una mera casualidad, porque el papado en el pasado no ha sido la bestia, sino solo su imagen.

“La Donación de Constantino (Latín: Donatio Constantini) es un decreto imperial apócrifo atribuido a Constantino I según el cual, al tiempo que se reconocía como soberano al Papa Silvestre I, se le donaba la ciudad de Roma, las provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente, creándose así el llamado Patrimonio de San Pedro". (24)

No obstante, para consideración de los lectores, aquí transcribimos las siguientes palabras del supuesto título del papa, cuyas letras de valor numérico romano, suman 666:

VICARIUS: V (5) + I (1) + C (100)+ I (1) + U (o V =5) = 112
FILII: I (1) + L (50) + I (1) + I (1) =………………………….......53
DEI: D (500) + I (1) =………………………………………............501
Lo que suma el número…………………………………… .........666.

Sin embargo, debo reiterar que el número de la bestia –el 666– debe corresponder al número que se establezca a partir de las siglas que componen el “nombre” de un rey, reino, nación, imperio, etc., y no de un título.

“El fundador y primer rey de Roma fue Rómulo. De él tomó su nombre el Imperio Romano. Su nombre, nombre de un hombre, es también el nombre del reino. Y todo ciudadano de ese reino lleva el mismo nombre: todos son llamados romanos.

Juan empleó, la lengua griega al escribir esta revelación y al decirnos que contáramos el número de la bestia. Por lo tanto debemos buscar este nombre y el número 666 no en latín, sino en el idioma de la Biblia.

“Todos conocemos el sistema de números romanos representados por letras. Sabemos que la I es 1, la V es 5, la X es 10, etc. Pero muchos ignoran que la lengua griega, en que se escribió el libro de Apocalipsis, también utiliza letras para expresar los números.

 En el siglo segundo de nuestra era se entendía que originalmente la versión griega del nombre Rómulo era Lateinos, que significa “latino” o “el nombre de Latium”, región de donde los romanos tomaron su origen y su lengua. Esta palabra también significa “romano”.

 En griego, la L es 30, la A es 1, la T es 300, la E es 5, la I es 10, la N es 50, la O es 70, la S es 200. La suma de estas cifras ¡es exactamente 666!

 No es coincidencia que el nombre del reino, así como el de su fundador y primer rey, al igual que el nombre de cada súbdito de ese reino, ¡sume exactamente 666!

¡No hay duda de que la bestia está identificada! Este número está estampado en forma indeleble sobre el Imperio Romano.

Algunos preguntarán si este nombre se aplica al papa. Hay quienes enseñan que las palabras Vicarius Filii Dei se encuentran en la tiara papal. El pontífice sí utiliza a veces la tiara (una mitra de tres coronas), pero en ella no están inscritas esas palabras. Debemos tener cuidado de comprobar todas las cosas.

Además, dichas palabras están en latín y no en un idioma bíblico. Por otra parte, no se trata de un nombre sino de un título, y lo que debemos contar es el nombre de la bestia y el número del nombre de un hombre. También, ese título latino no se aplica a un reino o imperio sino a un individuo únicamente.

 Vemos que el número 666 está estampado en el Imperio Romano, en el fundador y primer rey de los latinos y en todos los romanos. ¿Podría haber pruebas más definitivas?" ( Herbert W. Armstrong) (23)

12. Conclusión

En esta segunda parte del estudio bíblico hemos podido comprobar que Dios no solo conoce el futuro, sino que también lo revela en Su Palabra, la Biblia. Pero que además lo controla e interviene en este mundo, no permitiendo que el diablo y sus hijos frustren ni un ápice de su Plan de Salvación de la Humanidad.

Romanos 8:28-39: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.  (29)  Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.  (30)  Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.  (31)  ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  (32) El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?  (33)  ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.  (34)  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.  (35)  ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?  (36)  Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;  Somos contados como ovejas de matadero. (37)  Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.  (38)  Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,  (39)  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

El cumplimiento asombroso de las profecías de los libros de Daniel y de Apocalipsis, deberían hacer que confiáramos más en las promesas de Dios y en la veracidad y fiabilidad de la Biblia, como Palabra inspirada que es. Recordemos con que exactitud y detalle describe el capítulo dos del libro de Daniel, los múltiples intentos que han hecho los reinos europeos de formar un gobierno común. Empezando, como hemos visto desde Carlomagno (año 800 d.C.), pasando por Napoleón Bonaparte (1797-1814 d.C.), las dos guerras mundiales, y hasta nuestros días, por medio de la Unión Europea. Sin embargo, Dios nos dice: “como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro” (Daniel 2:43).

Daniel 2:41-43: Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.  (42)  Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. (43) Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.

A la vista de la profecía de este capítulo, debemos estar atentos a las señales del tiempo en que vivimos, pues puede estar cerca la Segunda Venida en gloria de Cristo, según estos textos que ya comentamos en el cuerpo de este estudio:   Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,  (45)  de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación” (Daniel 2:44-45).

La Historia testifica que el largo periodo de persecución de 1.260 años –realizado por “el cuerno pequeño” contra todo los que se atrevían a oponerse, o bien, a manifestar puntos de vista contrarios a la doctrina católica– se produjo gracias a la necesaria colaboración y unión entre los dos poderes –el del Estado y el político-religioso del papado–, lo que fue también profetizado en Daniel 7:25 y en Apocalipsis 13:1-18 y 17:1-18.

En el siguiente texto de Apocalipsis 19, que transcribimos a continuación, aparece de nuevo “la bestia”, pero esta vez junto al “falso profeta”. En mi opinión, por los detalles que da el texto referentes a la marca de la bestia, y a su imagen, deducimos, por todo lo expuesto anteriormente, que se trata igualmente de las iglesias apóstatas: la Iglesia católica, Ortodoxa, y todas las que de alguna forma se unan con ellas, o se hagan partícipes de sus doctrinas.

Apocalipsis 19:19-20: Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.  (20)  Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.

Ahora debo de dejar claro que no tengo ninguna animosidad contra los hermanos de la Iglesia católica u ortodoxa, o cualquier otra denominación, sino que, por el contrario, los respeto y los amo como cristiano que me considero. Sin embargo, creo que es mi deber denunciar las falsas doctrinas, la superstición y la idolatría. Y también advertir del peligro de que vuelva a ocurrir lo que sucedió en la Edad Media; es decir, que la poderosa Iglesia católica unida quizá de forma ecuménica con otras iglesias, y ayudada por los Estados, vuelva a tratar de imponer sus creencias religiosas por la fuerza de los mismos, y el uso de las más refinadas torturas, como así fue la técnica que usó en el pasado para tratar de “convencer” a cientos de miles de personas, que no tuvieron más culpa que tratar de ejercer su libertad de conciencia y expresión.

Cuando el libro de Apocalipsis habla de la bestia, en general, no se refiere a la Iglesia católica, ni a ninguna otra iglesia, ni al reino papal, ni a ningún papa en particular. La bestia representa a cada uno de los reinos seculares que se han distinguido especialmente por ser perseguidores del pueblo de Dios. Esta bestia según la cabeza-reino que ha gobernado ha sido distinta según el periodo de la historia que tratemos. El periodo más largo y más significativo y que afectó a muchos cristianos, y no cristianos, es el correspondiente al Imperio Romano de Occidente y Oriente, pues se extendió desde el año 30 a.C., hasta el 1806 y 1453 d.C., respectivamente. Si las persecuciones de la Roma pagana fueron terribles no lo fueron menos las de la Roma Papal, que empezaron, poco después del 330 d.C., pero que se consolidaron a partir de Justiniano en el año 538 d.C.

Por tanto, nuestro deber es advertir de que existe el peligro, si no nos equivocamos con la profecía de Apocalipsis 17:1-18, de que “el octavo rey-reino” será “la bestia” que aparecerá en un futuro que tratará de que la historia se repita, pero ahora disponiendo de medios mucho más sofisticados por la elevada tecnología de que disfrutamos en el siglo XXI.

Ezequiel 33:7-9: A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.  (8)  Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.  (9)  Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida.

También debemos proclamar el mensaje del Evangelio a todas las naciones, y, en especial, el de invitar a que la gente sincera salga de “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la Tierra” (Apocalipsis 17:5)   “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;” (Apocalipsis 18:4).

Apocalipsis 18:1-10: Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.  (2)  Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible.  (3)  Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites.  (4)  Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío,(D) para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;  (5)  porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.  (6)  Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.  (7)  Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto;  (8)  por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga.  (9)  Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio,  (10)  parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!

Espero haberle sido de alguna ayuda. No obstante, ya sabe que estoy a su disposición para lo que pueda servirle.

Tenga la confianza de compartir conmigo cualquier duda que a usted le surja.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

CBA = Comentario bíblico Adventista Séptimo día

(1) Cálculo de la fecha del Éxodo del pueblo de Israel: En 1ª Reyes 6:1 hay un dato importante correspondiente al lapso de tiempo de 480 años, que transcurre desde “que los hijos de Israel salieron de Egipto”, es decir, desde el inicio del Éxodo, hasta “el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel”.  Puesto que el año en que comenzó a reinar Salomón sobre Israel, perfectamente establecido en muchos libros de historia, fue el 971 a.C., el cuarto año de su reinado estará comprendido entre el 967/966 a. C. A partir de aquí determinar la fecha del Éxodo es tan sencillo como sumar a esta fecha, los 480 años que las separa: 966+480 = 1.446 año a.C.

(2)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 308
(3)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 309
(4)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 309
(5)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 310
(6) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, pág. 163-164. Publicaciones Interamericanas, 1984
(7) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, pág. 93. Publicaciones Interamericanas, 1984
(8)  Esta declaración “[Cristo] sentado a la diestra de Dios” aparece numerosas veces en el NT, por ejemplo: Mt. 26:64; Mr. 12:36; 14:62; 16:19;  Lc. 20:42; 22:69;  Hch 2:25,33,34; 5:31; 7:55-56; Ro. 8:34; Ef. 1:20; Col 3:1; Heb. 1:3, 13; 8:1; 10:12; 12:2; 1 P. 3:22.
(9) CBA- T.4; pág. 848.
(10) CBA. T4, Pág 849).
(11)  http://en.wikipedia.org/wiki/Vicarius_Filii_Dei
(12) http://grafelbergnoticias.blogspot.com.es/2009/03/edad-media-justiniano-y-su-intento-por.html
El Imperio Romano de Oriente fue gobernado por Justiniano entre los años 527 al 569 d.C. Su época es considerada como la edad de oro de la cultura o civilización bizantina. Justiniano es un fiel representante de su tiempo, en cuanto a la idea de Imperio como ideal político que se debía restaurar. Durante su vigencia se dedicó a la reconstrucción del Imperio Romano de Occidente para lo cual dirige su acción a las regiones que la habían conformado y que en ese entonces estaban ocupadas por los bárbaros (África, Sicilia, Asia Menor) logrando esplendorosas aunque efímeras victorias.
[…]
En segundo lugar y como resultado de lo anterior, el Imperio Romano, identificó su voluntad de gobierno con la religión, pero la Iglesia como institución estaba sometida al Estado que se presenta tan católico como la propia Iglesia.

Justiniano logra proyectarse como un emperador cuyo poder se basaba en la fuerza (ejército) y en el carácter sagrado del emperador. Es un gobernante que lo controla todo, la religión, el ejército, la administración local y provincial. La idea del Imperio había subsistido y aunque de corta duración, Bizancio es una muestra de ello.
[…]
Este testimonio muestra como la iglesia estaba subordinada al Estado, pues era éste quien velaba por el respeto de las normas morales. El Imperio, según Justiniano, era de origen divino y el encargado de velar porque los sacerdotes fueran honestos, ya que ellos rezaban por el Imperio. En última instancia el emperador encarnaba todo el poder siendo la primera autoridad en lo divino y en lo temporal.
Fuente:
Durif F: “Historia”
Moyen age: “ Textos Históricos”
Ortolón: “Explicación Histórica de las Instituciones del Emperador Justiniano”

a.) La Reconquista

1.- La gracia de Dios nos ha permitido llevar a los persas a la paz, de someter a los vándalos y moros, recobrar el África entera y Sicilia, y nosotros tenemos la buena esperanza de que el Señor nos otorgará el resto de este imperio que los antiguos romanos extendieron hasta justo los límites de los dos océanos y que ellos perdieron por indolencia (…..).
2.- Jamás hasta nuestro reino, Dios concedió a los romanos hacer tales conquistas (…).
3.- Humanos, rindan gracias al cielo que ha reservado a nuestro siglo el cumplimiento de una tan grande obra. Nuestro tiempo ha realizado esto que Dios no había juzgado en la Antigüedad digno de cumplirse (…).

La fe.
4.- Nada nos agradaría más a Dios que unir todos los cristianos en una pura fe (….).
[…]
b. ) Justiniano exalta el poder de la ley .

“En nombre de nuestro Señor Jesucristo.
El emperador César Flavio Justiniano, vencedor de alamanes, de godos, de francos, de germanos, de antes, de alanos, de vándalos, de africanos, piadoso, feliz, glorioso, victorioso y triunfador, siempre augusto, a la juventud deseosa de estudiar las leyes, salud.

d.) Novela Sexta del Código de Justiniano referente a las Relaciones entre el Imperio y el Papado.

Los obsequios más grandes que Dios por su divina gracia ha dado a los hombres son el Sacerdocio y el Imperio; el primero sirve a las cosas divinas, el segundo gobierna y atiende las cosas de los hombres. Ambos provinieron del mismo origen y ambos ordenan la vida humana. Los emperadores tienen el deber primordial de preocuparse de la honestidad de los sacerdotes, ya que éstos imploran la misericordia de Dios por aquellos. Pues si el sacerdote se conduce de una manera intachable y goza de la confianza de Dios y si el Imperio administra correcta y ordenadamente el Estado que le ha sido encomendado, se producirá una buena armonía que redundará en el máximo beneficio para la humanidad. Nosotros tenemos la más alta responsabilidad por las verdaderas doctrinas de Dios y por la honestidad de los sacerdotes. Si éstos conservan la honestidad, Dios nos otorgará muchos beneficios. Poseeremos efectivamente lo que tenemos y obtendremos lo que aún no hemos conseguido. Si comenzamos viendo manera que plazca a Dios, todo terminará bien y se completará correctamente. Esto ocurrirá si lo creemos, si se observan lo Santos Cánones, en la forma como han sido transmitidos por los testigos y discípulos de Cristo, los Apóstoles y han sido conservados y explicados por los Santos Padres.

Las leyes que han sido determinadas por nosotros y el santo orden y la constitución que corresponden a la autoridad y los mandatos de los Cánones Divinos, han de ser mantenidos íntegramente para todo el futuro por los Santísimos patriarcas y metropolitanos y los demás reverendos obispos y clérigos, para que de esta manera observen rigurosamente el servicio de Dios. El que no cumpla se expone al peligro de alejarse completamente de Dios y de la dignidad sacerdotal que le ha sido conferida, pues será removido de su cargo por indigno.

Autorizamos a todos, a cualquiera que sea su dignidad o estado a que denuncie a quien quiera que viole estas disposiciones, para que nosotros, que hemos establecido estas disposiciones según los preceptos de los cánones divinos y la tradición apostólica, podamos aplicar nuestro justo castigo a los infractores.

Los patriarcas publicarán nuestras leyes en las iglesias de su Diócesis y las darán a conocer a sus metropolitanos. Éstos a su vez los comunicarán a sus obispos. De esta manera nadie en nuestro Estado podrá ignorar lo que hemos ordenado para la mayor gloria del gran Dios y de nuestro Salvador Jesucristo.

Fuente. De la Jara, Fernando; Duchens S, Nancy; Frei R.T, Irene: “Antología de Documentos de la Historia Universal”, Centro de Perfeccionamiento Experimentación e Investigaciones Pedagógicas, CPEIP, Lo Barnechea, Chile, 1991.pp 45-48

https://es.wikipedia.org/wiki/Justiniano_I
https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
Desde que se instituyó la sede episcopal de Roma, los fieles, y en mayor medida los emperadores cristianos, fueron donando a la Iglesia romana cuantiosos bienes territoriales, algunos de ellos constitutivos de importantes extensiones de terreno. Estas posesiones, más otras de carácter inmueble, vinieron a integrar lo que se conoció como Patrimonio de San Pedro, y estuvieron diseminadas por toda Italia e incluso fuera de ella. Su administración, aunque no convirtió inicialmente a los papas en jefes de Estado, les confirió no obstante auténticas prerrogativas civiles y políticas reconocidas por la Pragmática Sanción de 554 promulgada por el emperador Justiniano (una vez que, tras la conquista de Belisario, Roma volvía a estar bajo la soberanía de los emperadores, tras el interregno hérulo y ostrogodo), entre otras la de poseer una fuerza militar que llegó a constituir un respetable ejército puesto en acción en múltiples ocasiones, en no pocas bajo el mando del propio pontífice-caudillo. Por otro lado, muchos de los papas procedían de las clases dominantes romanas y ejercieron simultáneamente el cargo episcopal y el de gobernante civil de la Ciudad Eterna. Tal fue el caso de Gregorio Magno (590 – 604), hombre avezado en el desempeño de funciones políticas pues había ostentado anteriormente el cargo de prefecto de la propia ciudad (prefectus Urbis) y pertenecía a una familia de patricios romanos.

(13) https://es.wikipedia.org/wiki/Napole%C3%B3n_Bonaparte
 Napoleón I Bonaparte (Ajaccio, 15 de agosto de 1769 – Santa Elena, 5 de mayo de1821)
 […] Sin embargo, Bonaparte desoyó las órdenes del Directorio de marchar contra Roma y destronar al Papa. No fue sino un año después que el General Berthier capturó Roma y apresó al Papa, quien posteriormente falleció por una enfermedad en su cautiverio. En 1797, Bonaparte al mando del ejército derrotó sucesivamente a cuatro generales austríacos cuyas tropas eran superiores en número y forzó a Austria a firmar un acuerdo de paz. El resultante Tratado de Campoformio le dio a Francia el control de la mayoría del norte de Italia, así como el de los Países Bajos y el área del Rín. Una cláusula secreta prometía otorgar Venecia a Austria. Bonaparte marchó contra Venecia, ocupándola y acabando con más de 1.000 años de independencia. Posteriormente, en 1797, Bonaparte organizó los territorios ocupados en Italia en lo que se conoció como la República Cisalpina.
[…]El Concordato de 1801 con el Papa Pío VII, puso fin al enfrentamiento con la Iglesia Católica originado por el inicio de la Revolución.

https://es.wikipedia.org/wiki/Napole%C3%B3n_Bonaparte
El papa –lo era entonces Pío VII– regresó a Roma, de donde retornó a París para coronar emperador a Napoleón en 1804. Pero pronto el papa supuso un estorbo en los planes del emperador, quien en 1809 se adueñó de los Estados Pontificios, los incorporó al Imperio y retuvo a Pío VII como prisionero en Savona. Tras las derrotas de Napoleón, el papa pudo retomar sus posesiones en 1814, siendo reconocida en el Congreso de 1815 El papa –lo era entonces Pío VII– regresó a Roma, de donde retornó a París para coronar emperador a Napoleón en 1804. Pero pronto el papa supuso un estorbo en los planes del emperador, quien en 1809 se adueñó de los Estados Pontificios, los incorporó al Imperio y retuvo a Pío VII como prisionero en Savona. Tras las derrotas de Napoleón, el papa pudo retomar sus posesiones en 1814, siendo reconocida en el Congreso de 1815 la pervivencia de los Estados Pontificios dentro del nuevo orden europeo, aunque con una ligera merma territorial que fue a parar a poder del Imperio.

(14) https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
[…] El 20 de septiembre de 1870 entraban en la capital del flamante reino de Italia en cuyo palacio del Quirinal establecía su corte el rey Víctor Manuel II.
Desde el comienzo de su pontificado el Papa Pío IX se vio envuelto en la vorágine histórica que significó el proceso de unificación de Italia. Ésta implicaba necesariamente el fin de los Estados Pontificios, a lo que Pío IX se opuso tenazmente. El papa Pío IX se autoproclamó prisionero en el Vaticano cuando el reino papal en Roma acabó a la fuerza, los Estados Papales se unieron al resto de Italia para formar el nuevo Reino de Italia unificado bajo el rey Víctor Manuel II y la ciudad de Roma se convirtió en su capital.
Tuvieron que pasar 59 años hasta que, el 11 de febrero de 1929Pío XI y Benito Mussolini suscribieran los Pactos de Letrán, en virtud de los cuales la Iglesia reconocía a Italia como estado soberano, y ésta hacía lo propio con la Ciudad del Vaticano, pequeño territorio independiente de 44 hectáreas bajo jurisdicción pontificia.
(15) https://es.wikipedia.org/wiki/Napole%C3%B3n_Bonaparte
 (16) https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
(17) https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_Pontificios
(18) http://es.wikipedia.org/wiki/Siete_colinas_de_Roma
 (19) http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_romano
 (20) http://es.wikipedia.org/wiki/Sacro_Imperio_Romano_Germ%C3%A1nico
(21)https://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica
(22)https://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica
23) ¿Qué o quién es la bestia profetica? Por Herbert W. Armstrong
http://www.coghomeschool.org/site/cog_archives/booklets/spanish_language/bestia.htm (24http://es.wikipedia.org/wiki/Donaci%C3%B3n_de_Constantino;y http://en.wikipedia.org/wiki/Vicarius_Filii_Dei
(25) ¿Qué o quién es la bestia profetica? Por Herbert W. Armstrong.

http://www.coghomeschool.org/site/cog_archives/booklets/spanish_language/bestia.htm

Otra Bibliografía consultada:

Varios Comentarios al libro de Apocalipsis:

APOCALIPSIS. http://www.editoriallapaz.org/apocalipsis_bestias_Acto1_Escena1.htm

http://www.jesuselbuenpastor.org/libro-cristianos-en-pdf/comentarios-biblicos/
http://www.freebiblecommentary.org/pdf/spa/VOL12_spanish.pdf

APROXIMACIÓN AL APOCALIPSIS. Autor: GINO IAFRANCESCO V. – 2003. Primera edición: 2004. Publicado por: Cristianía ediciones.

http://cristiania.net/LECTURAS_1.html

Apocalipsis: La Revelación para estos días finales Por © Miguel Rosell Carrillo 2009 www.centrorey.org. https://www.box.com/s/bedk3ctwiz3ob03gqq0n
William Barclay. Apocalipsis.vol-1. http://elteologillo.wordpress.com/libros/
William Barclay Apocalipsis.vol-2. http://elteologillo.wordpress.com/libros/
El Apocalipsis, según Leonardo Castellani. http://elteologillo.wordpress.com/libros/
Juan Stam Apocalipsis y profecías. Ediciones Kairos.

http://elteologillo.wordpress.com/libros/
Apocalipsis: "El Drama De Los Siglos" de Herbert Lockyer - © 1982 Editorial VidaISBN:0-8297-1292-5 Una visión anticipada de los acontecimientos finales de la historia de la humanidad. http://elteologillo.wordpress.com/libros/

El Apocalipsis: Un libro de historia y profecía Por Mario Seiglie. http://elteologillo.wordpress.com/libros/

Wikenhauwer Alfred. El Apocalipsis Comentario completo del libro. Versión castellana de FLORENCIO GALINDO, V.C.M, de la obra de A. WIKENHAUSER, Die Offenbarung des Johannes, Verlag Friedrich Pustet, Ratisbona 31959.

http://elteologillo.wordpress.com/libros/


EVENTOS DEL PORVENIR. J.Dwight Pentecost. EditorialVida-1989.

http://elteologillo.wordpress.com/libros/


COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO por SIMON J. KISTEMAKER Exposición Del Apocalipsis Editorial Libros Desafío, 2004.

http://elteologillo.wordpress.com/libros/

 

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