Preguntas y Respuestas
Miscelánea
¿Qué dice la Biblia sobre el Primogénito?
Versión: 04-10-2018
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
A finales del mes de julio, cuando ya me sentía un poco harto y cansado de tanto leer, –y no encontraba motivación para escribir, pues yo necesito que me estimulen a ello–, recibí un correo de un amigo que, entre otras cosas, me comentaba: “¿nos puedes decir algo sobre qué dice la Biblia sobre el primogénito?”
Mi amigo hablaba en plural, porque el tema le había surgido, mientras charlaba con otro amigo, en el último de los encuentros periódicos que suelen tener. Por lo tanto, la redacción de este artículo se la debo a ellos, porque, en un momento muy oportuno, me proporcionaron el estímulo, justo lo que necesitaba para disponerme a escribir, pues, incluso, me sugerían la cuestión a tratar, acerca de la cual quizá nunca habría escrito nada por mi propia iniciativa.
En todos los textos bíblicos que voy a citar en este estudio, utilizaré la Biblia de Jerusalén, versión 2001 (BJ, 2001), en deferencia a mis amigos católicos.
“Primogénito” es el nombre o título que recibe el primer hijo que nace en una familia (1). En tiempos del Antiguo Testamento, por el solo hecho de ser el primogénito le correspondía, normalmente, todos los beneficios de la “primogenitura” (Gn. 25:31; 27:36; cf: Heb. 12:16). Éstos consistían en el derecho a recibir la mayor parte de la herencia paterna o una doble porción de la misma (Dt. 21:15-17), junto con una posición de preeminencia, privilegio y autoridad dentro de la familia (Gn. 27:29) (2).
Cuando los primogénitos habían sido elegidos por Dios para ser instrumentos humanos, es decir, colaboradores necesarios, en la realización de su Plan de Salvación de la humanidad, sus padres, en un momento especial de sus vidas, les transmitían, de parte de Dios, una bendición espiritual, que les capacitaba para desarrollar la misión que Él había diseñado para los citados primogénitos.
En lo que sigue de este estudio bíblico, trataremos de responder a algunas preguntas que se nos pueden plantear, como, por ejemplo, ¿qué tienen que ver los primogénitos con el plan de Salvación de Dios? ¿Quiénes son los primogénitos en la Biblia? ¿Cuál es el único Primogénito, Salvador del mundo?
2. ¿Qué tienen que ver los primogénitos con el Plan de Salvación de Dios?
Como expresé arriba, el significado literal de la palabra “primogénito” es primer hijo engendrado o nacido en una familia. Con este sentido aparece en el versículo 7 del capítulo 2 del Evangelio según san Lucas, donde Jesús es designado como el hijo primogénito de María (Lc. 2:7):
Lucas 2:7 (BJ, 2001): y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue.
En el Antiguo Testamento, según las leyes que Dios dio a su pueblo Israel, el primogénito de una familia, es decir, el hijo nacido primero, recibía el llamado derecho de primogenitura:
“El derecho de primogenitura era considerado como propiedad exclusiva del primer nacido de una familia. Por lo general, el primogénito heredaba el rango, la situación y las prerrogativas de su padre; venía a ser jefe de la familia o de la tribu; heredaba asimismo una porción doble de los bienes paternos, derecho garantizado al hijo primogénito, incluso si había una segunda esposa preferida a la madre del primogénito (Dt. 21:17; cfr. 2 R. 2:9). El derecho de primogenitura podía ser vendido a un hermano menor, como lo hizo Esaú a Jacob (Gn. 25:29, 34; He. 12:1)… La primogenitura se podía también perder por una mala conducta” (1 Cr. 5:1). (3)
Desde mi interpretación de la Biblia, la importancia o énfasis que Dios dio a los primogénitos de Su pueblo elegido Israel, estriba en que Su Plan de Salvación de la humanidad se realizaría por medio de la encarnación de Su Hijo, el cual sería el primogénito, descendiente o simiente, de Abraham (Gn. 12:3; 22:18; Mt. 1:1; cf. Gálatas 3:16).
Génesis 22:18 (BJ, 2001): Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.
Mateo 1:1 (BJ, 2001): Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán:
Gálatas 3:16 (BJ, 2001): Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: "y a los descendientes", como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.
Es decir, Dios, desde la eternidad designó que tomaría carne del linaje de los primogénitos elegidos de los patriarcas, empezando por Abraham, seguido de Isaac, el hijo primogénito de la promesa, Jacob su hijo, etc., pasando por el rey David y descendientes, hasta llegar a José y la virgen María; porque José al igual que María son del linaje de David, a los que les correspondía la promesa del nacimiento del Mesías (4).
Como veremos a continuación, los primogénitos elegidos por Dios para llevar a cabo Su Plan de Salvación, no iban a limitarse a que fueran solo, exclusiva y necesariamente los primogénitos carnales o sea físicos, sino que sus elegidos serían, con independencia de su orden de nacimiento dentro de cada familia, aquellos a los cuales, Dios, en su presciencia, daría su bendición para capacitarles en el desarrollo de su misión, lo que les convertía, de hecho, en primogénitos espirituales. Es decir, la primogenitura iba a ser fundamentalmente una cualidad espiritual y no carnal, concedida por Dios para salvación de los escogidos y de sus descendientes que compartiesen esa misma fe.
3. ¿Quiénes son los primogénitos en la Biblia?
De casi todos son conocidas las hermosas historias de los hombres llamados por Dios para formar Su pueblo, el Israel del AT. Como acabamos de ver, Dios llamó, en primer lugar, a Abraham, al que le prometió: “De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. (3) Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra." (Génesis 12:2-3; BJ, 2001). Pero humanamente era una misión imposible, no solamente porque Abraham y su esposa Sara fueran ya de avanzada edad cuando aquel recibió el llamado de Dios, sino también por el ambiente hostil, generado por las gentes de las naciones que les rodeaban, y otra circunstancia que concurría en Sara, que veremos más abajo. Por lo que fue manifiesto y evidente la intervención de Dios, dirigiendo todo para, por su poder, salvaguardar a esta familia, que sería el “germen” que formaría el pueblo de Israel, de donde, más tarde, nacería el Mesías, Salvador del mundo.
Es muy significativo que la Biblia sea tan prolífica en detalles acerca de la historia de Abraham y su familia que se remonta hacia el año 2000 a.C., hace, ahora, más de 4.000 años. Y esto se debe a que Dios quiere mostrarnos Su intervención divina, y hacernos evidente que no ha dejado desamparada a la humanidad, sino que ha provisto un Salvador, descendiente de Abraham, por el que serían benditas todas las naciones (Mt. 1:1; Gá. 3:8-9). Asimismo, san Pablo nos aclara que la bendición dada por Dios a Abraham es para todos sus descendientes físicos y espirituales, pues él es el padre de la fe: “Tened, pues, entendido que los que creen, ésos son los hijos de Abrahán” (Gálatas 3:7; BJ, 2001).
Gálatas 3:8-9 (BJ, 2001): La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. (9) Así pues, los que creen son bendecidos con Abrahán el creyente.
Veamos, pues, como Dios hace evidente su intervención divina, para que nadie pueda pensar que se trata de obra humana, y, entonces, pueda dudar que es Dios mismo el que está llevando a cabo Su Plan de Salvación. Abraham recibió esta promesa de bendición para él mismo y para su descendencia, de parte de Dios, cuando tenía 75 años de edad (Gn. 12:4). En segundo lugar, Sara, con unos 65 años, era además estéril. Pero como pasaron unos diez años sin que se cumpliera la promesa de Dios de que Sara concebiría un hijo (Gn. 16:3), ella pretendió ayudar a su marido proponiéndole que “se llegara a su sierva Agar”, pensando: “quizá tendré hijos de ella” (Gn. 16:2). Aunque esto no era el plan de Dios, el resultado fue que “Agar dio a luz un hijo a Abrán, y éste llamó al hijo que Agar le había dado Ismael. (16) Tenía Abrán ochenta y seis años cuando Agar le dio su hijo Ismael” (Génesis 16:15-16; BJ, 2001).
Dios, puesto que controla toda Su creación, dispone, según Su presciencia, cuál es el tiempo más idóneo para que se produzcan los acontecimientos que hacen posible que Su Plan de Salvación de la humanidad se lleve a cabo de forma ineludible, y así siempre se cumpla Su voluntad. Sin duda, Abraham y Sara tuvieron que aprender esto, no sin sufrir ambos con amargura las consecuencias de adelantarse a los planes de Dios.
Sin embargo, a pesar del momento de debilidad que tuvieron ellos, Dios les visitó de nuevo, cuando Abraham tenía 99 años e Ismael tenía trece años (Gn. 17:24-25), para reiterarle su promesa: “Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Isaac. Yo estableceré mi alianza con él, una alianza eterna, de ser el Dios suyo y el de su posteridad” (Gn. 17:19; BJ, 2001). Como había llegado ya el tiempo de Dios, Él les comunicó con precisión que el cumplimiento de Su promesa era inminente y, después de asegurarles que también bendeciría a Ismael, les confirmó: “Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz el año que viene por este tiempo." (Gn. 17:21; BJ, 2001). Son bellos los pasajes del contexto en que se produce el dialogo de Dios con Abraham, por lo que no me resisto a transcribirlos:
Génesis 17:15-22 (BJ, 2001): Dijo Dios a Abrahán: "A Saray, tu mujer, no la llamarás más Saray, sino que su nombre será Sara. (16) Yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo. La bendeciré y se convertirá en naciones; reyes de pueblos procederán de ella." (17) Abrahán cayó rostro en tierra y se echó a reír, diciendo en su interior: "¿A un hombre de cien años va a nacerle un hijo?, ¿y Sara, a sus noventa años, va a dar a luz?" (18) Y dijo Abrahán a Dios: "¡Si al menos Ismael viviera en tu presencia!" (19) Respondió Dios: "Sí, pero Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Isaac. Yo estableceré mi alianza con él, una alianza eterna, de ser el Dios suyo y el de su posteridad. (20) En cuanto a Ismael, también te he escuchado: Voy a bendecirlo, lo haré fecundo y lo haré crecer sobremanera. Doce príncipes engendrará, y haré de él un gran pueblo. (21) Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz el año que viene por este tiempo." (22) Y después de hablar con él, subió Dios dejando a Abrahán.
Es muy interesante y alentador ver cómo Dios –el Creador del universo– desciende a hablar con Abraham, mostrándole, misericordiosamente, que sus planes seguían en pie, a pesar de la impaciencia de Abraham, que, por otro lado, es humanamente comprensible. Finalmente, en la fecha prevista y anunciada por Dios, nació Isaac de la estéril Sara, de 90 años. Y aunque Ismael había sido el primogénito, la primogenitura, y especialmente la bendición espiritual de Dios, para que fuera el ascendiente del Mesías, fueron dadas a Isaac, el hijo de la promesa. Es decir, el título de primogénito es espiritual no carnal, y es Dios quien elige y otorga este título a todos los que en adelante formarán el linaje de Su Hijo, el Cristo. No es la voluntad de la carne la que lleva a cabo el Plan de Salvación, sino la voluntad de Dios (véase Gá. 4:22-23).
Gálatas 4:22-23 (BJ, 2001): Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. (23) Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la promesa.
Gálatas 4:4 (BJ, 2001): Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,
Sin embargo, la vida de fe de Abraham casi empezaba ahora, y Dios volvió a probar su fe pidiéndole que, lo que más quería en el mundo, el hijo que Dios le había prometido, y que él tan ansiosamente había esperado, lo ofreciera en holocausto (véase Gn. 22:1-2).
Génesis 22:1-2 (BJ, 2001): Después de estas cosas, Dios tentó a Abrahán. Le dijo: "¡Abrahán, Abrahán!" Él respondió: "Aquí estoy." (2) Después añadió: "Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécelo allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga."
Abraham no dudó en obedecer la extraña orden de Dios, pero como sabemos no tuvo que sacrificar a su hijo, sino que Dios se lo impidió (Gn. 22:6-13; cf. Heb. 11:17). Su fe había sido fortalecida. Este fue el propósito de Dios, y, también, para que supiéramos apreciar, los seres humanos, que Él mismo se sacrificó, en la Persona de Su Hijo, al morir en la cruz, por todos nosotros. El sacrificio del inocente Isaac, simboliza el de Cristo (véase el testimonio del libro de Hebreos 11:8-12,17-20):
Hebreos 11:8-12, 17-20 (BJ, 2001): Por la fe, Abrahán, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. (9) Por la fe, peregrinó hacia la Tierra prometida como extranjero, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. (10) Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (11) Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía. (12) Por lo cual también de uno solo y ya marcado por la muerte, nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como la arena de las playas. […] (17) Por la fe, Abrahán, sometido a la prueba, ofreció a Isaac como ofrenda, y, el que había recibido las promesas, ofrecía a su único hijo, (18) respecto del cual se le había dicho: Por Isaac tendrás descendencia. (19) Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitarlo de entre los muertos. Por eso lo recobró como símbolo. (20) Por la fe, bendijo Isaac el futuro de Jacob y Esaú.
Con respecto al linaje o genealogía de Jesucristo, el Antiguo Testamento registra muchos casos en los que los primogénitos no recibían las prerrogativas o derechos de la primogenitura; por ejemplo, Esaú, hijo primogénito de Isaac, menospreciando la primogenitura que le correspondía, la vendió, a su hermano gemelo Jacob, por un plato de lentejas (véase Gn. 25:31-34; cf. Heb. 12:16). “La primogenitura se podía también perder por una mala conducta” (1 Cr. 5:1) (5), como le ocurrió a Rubén, el hijo primogénito de Jacob, porque “violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito” (1 Cr. 5:1 úp; BJ, 2001).
No obstante, fue Judá, cuarto hijo de Jacob, el que eligió Dios para que fuera antecesor en la genealogía de Jesucristo, pues Simeón y Leví también fueron desechados. Jacob, poco antes de morir, profetiza sobre lo que les deparaba el futuro a sus doce hijos, que formarían las doce tribus de Israel, dándoles a cada uno de ellos una bendición o maldición, según le inspiró Dios (véase Gn. 49:3-12).
Génesis 49:3-5 (BJ, 2001): Rubén, mi primogénito tú, mi vigor, la primicia de mi virilidad, exceso de pasión, exceso de ímpetu: (4) hierves como agua, ¡no te desbordes!, porque subiste al lecho de tu padre, violando mi tálamo indignamente. (5) Simeón y Leví, hermanos; instrumento de violencia sus espadas.
Génesis 49:8-10 (BJ, 2001): A ti, Judá, te alaben tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos: ¡inclínense ante ti los hijos de tu padre! (9) Cachorro de león, Judá; de la caza, hijo mío, vuelves; se agacha, se echa cual león o cual leona, ¿quién le va a desafiar? (10) No se irá cetro de mano de Judá, bastón de mando de entre sus piernas, hasta que venga el que le pertenece, y al que harán homenaje los pueblos.
Por lo tanto, esto significa que la bendición espiritual y derecho de primogenitura que correspondía legalmente por ser el primer hombre nacido en una familia, no en todos los casos se otorgaba automáticamente a éste, sino que dependía de la voluntad de Dios, que conoce los pensamientos de todos los seres humanos, y, además el futuro (1 S. 16:7).
1 Samuel 16:7 (BJ, 2001): Pero Yahvé dijo a Samuel: "No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo lo he descartado. No es como ve el hombre, pues el hombre ve las apariencias, pero Yahvé ve el corazón."
Esto se hace evidente en la línea de descendencia de Cristo. En el texto anterior Dios encarga al profeta Samuel para que elija a David –el que sucedería en el reinado a Saúl y principal en la genealogía del Mesías– de uno de los ocho hijos de Isaí (conocido también por Jesé). Es decir, la condición de primogénito no era, pues, solo un producto que obedecía a un hecho fortuito de ser el hijo mayor de cada familia, sino que es concedida por Dios, como un título, a sus elegidos, con independencia del orden en que hayan nacido dentro de una familia.
Citaremos algunos casos que son fundamentales para entender el Plan de Salvación de Dios, limitándonos al linaje o genealogía del Mesías, nuestro Señor Jesús. En el Evangelio según san Mateo se registra “la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1:1; cf. Gn. 12:1-3; 22:18; Gá. 3:16). Se empieza por Abraham, porque es el primer ascendiente en el linaje del Mesías, y ya sabemos que los siguientes en esa línea son: Isaac, Jacob, Judá, y otros muchos más (ver Mt. 1:1-17; Lc. 3:23-38; cf. 1 Cró. y 2 Cró), hasta llegar a David, que es el otro eslabón fundamental de esta genealogía, porque necesariamente el Cristo debía proceder de David y sus descendientes (ver Mt. 1:1-17 y Lc. 3:23-38), según anunciaban todas la profecías (Sal. 89:26-27; Jer. 23:5; 33:15; Mt. 9:27; 21:9; Lc.1:32; Jn. 7:42; Ro. 1:3; Ap. 5:5; 22:16; etc.).
Mateo 1:1-3 (BJ, 2001): Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán: (2) Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, (3) Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrón, [….]
Mateo 1:6 (BJ, 2001) Jesé [Isaí en otras versiones] engendró al rey David. David engendró, de la mujer de Urías, a Salomón,
Mateo 1:15-17 (BJ, 2001): Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, (16) y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. (17) Así que el total de las generaciones son: desde Abrahán hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
Gálatas 3:16 (BJ, 2001): Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: "y a los descendientes", como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.
En Mateo 1:6, Jesé es el nombre que se le da al padre de David en la mayoría de las biblias católicas, y corresponde con el de Isaí de la mayoría de las versiones evangélicas de la Biblia. Solía ocurrir que muchos personajes bíblicos tenían dos nombres por los que se les conocía indistintamente.
David no era el primogénito de Jesé (o Isaí biblias evangélicas), pues era el menor de sus ocho hijos (1 S. 16:10-13). Y, sin embargo, el profeta Samuel le ungió de parte de Dios, en señal de Su elección –no solo como rey de Israel sino también como antecesor principal de la línea davídica de Cristo–, y en ese acto recibió el Espíritu de Yahvé. Y, más tarde, Dios, mediante su profeta Samuel, le anuncia a David: “afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. (13) (Él constituirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.)” (2 S. 7:12-13). Leamos hasta en v. 16, porque contienen información mesiánica interesante.
2 Samuel 7:12-17 (BJ, 2001): Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. (13) (Él constituirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.) (14) Yo seré para él padre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres, (15) pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl, a quien quité de delante de mí. (16) Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante ti; tu trono estará firme, eternamente." (17) Natán habló a David según todas estas palabras y esta visión.
La descendencia a la que se refiere este texto (v.12) es, en primer lugar, el hijo de David, Salomón, que le nació de Betsabé (2 S. 12:24); pero David tuvo nueve hijos de distintas esposas antes de Salomón (véase 1 Cró. 3:1-9). Por tanto, Salomón no es el primogénito carnal, sino que Dios le otorga la primogenitura espiritual, y lo anuncia a David y a su descendencia: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante ti; tu trono estará firme, eternamente” (2 S. 7:16; BJ, 2001); pero también, al referirse a la descendencia de David, Dios afirma unas palabras clave: “Yo [Dios] seré para él padre y él será para mí hijo” (v. 14). Estas palabras, dirigidas a David, son anuncios proféticos, porque en primer lugar, como dije arriba, se refieren a Salomón, pero en segundo lugar, se aplican a la Descendencia o Simiente que es Cristo (Gá. 3:16). Los siguientes pasajes del libro de los Salmos vienen a confirmar que Salomón fue nombrado por Dios: “mi primogénito, altísimo entre los reyes de la tierra” (Sal. 89:28; en la biblia Reina-Valera este salmo es el 89:27), lo que también es aplicable a Cristo.
Salmos 89:27-37 (BJ, 2001): Él me invocará: ¡Padre mío, mi Dios, mi Roca salvadora! (28) Y yo lo nombraré mi primogénito, altísimo entre los reyes de la tierra. (29) Amor eterno le guardaré, mi alianza con él será firme; (30) le daré una estirpe perpetua, un trono duradero como el cielo. (31) Si sus hijos abandonan mi ley, si no viven según mis normas, (32) si profanan mis preceptos y no observan mis mandatos, (33) castigaré su rebelión con vara, sus culpas a latigazos, (34) pero no retiraré mi amor, no fallaré en mi lealtad. (35) Mi alianza no violaré, no me retractaré de lo dicho; (36) por mi santidad juré una vez que no había de mentir a David. (37) Su estirpe durará siempre, su trono como el sol ante mí,
Sin embargo, sabemos por el Nuevo Testamento que esta declaración “Yo seré para él padre y él será para mí hijo” (2 S. 7:14) se le aplica a Jesucristo, Hijo de Dios (véase Heb. 1:5-8), con toda su plenitud, pues Él es Rey eterno y el Primogénito de toda creación (Col 1:15); a Cristo le pertenece el mundo, no solo por creación sino también por Redención, como veremos en el siguiente epígrafe.
Hebreos 1:5-8 (BJ, 2001): En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo? (6) Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. (7) Y de los ángeles dice: Hace de los vientos sus ángeles, y de las llamas de fuego sus ministros. (8) Pero del Hijo: Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos; y: El cetro de tu realeza, cetro de equidad.
Todos estos hechos y anuncios proféticos son confirmados también por el ángel Gabriel cuando anunció a la virgen María que concebiría al Mesías Jesús, y que “el Señor Dios le dará el trono de David, su padre” (Lc. 1:30-32). Los tronos de David y Salomón fueron importantes, pero sus reinados tuvieron fecha de caducidad, pero el reinado de Jesucristo se anuncia eterno, como pudimos comprobar en los pasajes citados antes de 2 Samuel 7:16 y Salmos 87:37 (Sal. 87:36 en R-V).
Lucas 1:30-32 (BJ, 2001): El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; (31) vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. (32) Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
Jeremías 23:5-6 (cf. 33:15-17) (BJ, 2001): Mirad que vienen días - oráculo de Yahvé - en que suscitaré a David un Germen justo [biblia R-V,1960 le llama “Renuevo justo”, lo que simboliza a Salomón en primer lugar, pero, en segundo lugar y esencialmente a Jesucristo]: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. (6) En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y éste es el nombre con que te llamarán: "Yahvé, justicia nuestra."
El resumen y conclusión a este epígrafe los da el apóstol Pablo de una forma sencilla y hermosa: “No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Ro. 9:8); o bien, la versión biblia católica: “es decir: no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia” (BJ, 2001). Pero todo el capítulo 9 es muy interesante, aunque aquí solo transcribiremos desde el versículo 4 hasta el v. 14; quedándonos principalmente en el v. 5, que puede subsanar cualquier duda que tuviéramos, y, también, convencernos que de los patriarcas según la carne “procede Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Ro. 9:5).
Romanos 9:4-14 (BJ, 2001): Son israelitas; de ellos es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, (5) y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén. (6) No es que haya fallado la palabra de Dios. Pues no todos los descendientes de Israel son Israel. (7) Ni por ser descendientes de Abrahán, son todos hijos. Sino que por Isaac llevará tu nombre una descendencia; (8) es decir: no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia. (9) Porque estas son las palabras de la promesa: Por este tiempo volveré; y Sara tendrá un hijo. (10) Y más aún; también Rebeca concibió de un solo hombre, de nuestro padre Isaac; (11) ahora bien, antes de haber nacido, y cuando no habían hecho ni bien ni mal - para que se mantuviese la libertad de la elección divina, (12) que depende no de las obras sino del que llama - le fue dicho a Rebeca: El mayor servirá al menor, (13) como dice la Escritura: Amé a Jacob y rechacé a Esaú. (14) ¿Qué diremos, pues? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo!
Romanos 9:5-9 (R-V, 1960): que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; (5) de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. (6) No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, (7) ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. (8) Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. (9) Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. (10) Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (11) (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), (12) se le dijo: El mayor servirá al menor. (13) Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. (14) ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
4. ¿Cuál es el único Primogénito, Salvador del mundo?
“Primogénito” es una palabra importante en la Biblia, pues a Jesucristo se le dan los títulos de “primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29), “Primogénito de toda la creación” (Col. 1:15), “el Primogénito de entre los muertos” (Col. 1:18; cf. Ap. 1:5).
A continuación, comentaremos el significado de varios títulos de primogénito que recibe Jesús en los textos citados, siguiendo el orden expresado arriba:
“Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29)
Romanos 8:29 (BJ, 2001): Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él [Cristo] el primogénito entre muchos hermanos;
Aquí Jesucristo es “el primogénito entre muchos hermanos”. Por tanto, se presenta la constitución de una familia, en la que el Padre es Dios, que tiene a Su Hijo –el Primogénito–, que es Creador, Redentor, Salvador, “el heredero de todo” (Heb. 1:2), y también “la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15), “porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad” (Col. 2:9).
Dentro de la familia cristiana, Jesucristo recibe, pues, el título de “primogénito”, porque es el Unigénito del Padre (Jn. 1:14,18) y el “heredero de todo” (Heb. 1:2) y, además, porque es la “Cabeza” del “Cuerpo”, que formamos todos los creyentes (Ro. 12:4-5; cf. 1 Co. 12:12; 1 Co. 12:27; Ef. 1:22-23; 4:15-16; 5:23):
Romanos 12:4-5: (BJ, 2001): Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, (5) así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo los unos para los otros, miembros.
1 Corintios 12:27: Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
Efesios 1:22-23 (BJ, 2001): [Dios] Sometió todo bajo sus pies y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia [Cristo], (23) que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo.
Efesios 4:15-16 (BJ, 2001): sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, (16) de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Efesios 5:23: porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Colosenses 1:18: Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo.
Esta familia está, pues, formada por Jesucristo, el Primogénito, y Sus hermanos, que son también los miembros de Su Cuerpo, que es la Iglesia. Él, como Cabeza de este Cuerpo, tiene toda la autoridad en la Iglesia, con la que dirige y lidera al Cuerpo, que son todos los creyentes en Cristo, que Él convierte para que reproduzcan Su imagen y los salva, para que puedan ser miembros de Su Cuerpo. Y todo esto es posible porque entregó Su vida para salvar a cada creyente (Mr. 10:45; Mt. 20:28; Ef. 5:25; etc.).
Marcos 10:45: que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos."
Efesios 5:25: Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella,
Sin embargo, para que todos los miembros del Cuerpo de Cristo sean verdaderamente hermanos entre sí, y puedan formar parte de esta familia, es imprescindible que sean hijos de Dios; pero nadie puede ser hijo de Dios si antes no reproduce la imagen de Su Hijo Primogénito. Y debemos saber que nadie, por sí mismo, es capaz de conseguir semejante objetivo. Tal es así, que Dios el Padre tuvo que enviar a Su Unigénito al mundo, y tomara un cuerpo (Jn. 1:14), es decir, se hiciera como cualquier ser humano, para mostrarnos cómo es el Padre, y a fin de rescatarnos del pecado y de la muerte, con Su sacrificio expiatorio en la cruz.
Comprobemos a continuación, cómo y cuándo llegamos a ser hijos de Dios:
Juan 1:12-14 (BJ, 2001: Pero a todos los que la recibieron [la Palabra o el Verbo] les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; (13) los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. (14) Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
Para pertenecer, pues, a la familia divina solo es necesario recibir la Palabra, es decir, aceptar a Cristo Jesús, creyendo que Él es el Salvador, y es entonces cuando recibimos “el poder para ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12; RV, 1960). “Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados” (Ro. 8:17; BJ, 2001). Esto es, sin duda, un gran aliciente para querer ser cristiano o hijo de Dios, porque compartimos con Cristo, el Primogénito, Su herencia gloriosa, aunque a cambio, se nos pide que nos identifiquemos con Él y que compartamos también Sus sufrimientos.
Este poder, de ser hechos hijos de Dios, es proporcionado por el Espíritu Santo, que nos da el nuevo nacimiento (Jn. 3:3, 5; Ef. 1:13-14; Stgo. 1:18, 21; 1 P. 1:25), mediante la enseñanza de la Palabra de Dios escrita; es decir, Él nos enseña y convierte mediante “las sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. (16) Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; (17) así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Timoteo 3:15-17; BJ, 2001).
Los cristianos debemos tener la seguridad de la salvación en Cristo, como algo que no se puede perder, pues si Dios “que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? (33) ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. (34) ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros? (35) ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, (36) como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. (37) Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó. (38) Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades (39) ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:32-39) .
“Primogénito de toda la creación” (Col. 1:15),
Algunos han malinterpretado este texto creyendo que Jesucristo sería el primer Ser creado por Dios, de distinta esencia o sustancia del Padre. Sin embargo, Jesucristo, la Palabra encarnada de Dios es engendrada por el Padre eternamente, es decir, el Padre es eternamente padre, porque el Hijo es también eternamente hijo.
Colosenses 1:15-18 (BJ, 2001): Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, (16) porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades: todo fue creado por él y para él, (17) él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. (18) Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo,
Jesucristo recibe el título de “Primogénito de toda la creación”, no porque sea el primer ser creado, como algunos malinterpretan, sino porque Él es “el primero en todo” (Col.1:18), primero en autoridad y dignidad, y el que tiene todos los derechos sobre sus criaturas y sobre la creación, por partida doble, como Creador y también como Redentor. Por tanto, Cristo es el “Principio”, en el sentido de que Él es el origen de toda creación.
Cristo es, además, el heredero de todo por su victoria sobre el pecado la muerte y el diablo, lo que le hace merecedor de recibir “todo el poder en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18; cf. Ro. 1:4; Fil. 2:9-11).
Mateo 28:18 (BJ, 2001): Jesús se acercó a ellos y les habló así: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Romanos 1:4 (BJ, 2001): constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro.
Filipenses 2:9-11 (BJ, 2001): Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. (10) Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, (11) y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.
“El Primogénito de entre los muertos”(Col. 1:18; cf. Ap. 1:5).
Además, en Colosenses 1:18 se le añade a Cristo el título de “Primogénito de entre los muertos”, porque Él venció la muerte con su gloriosa resurrección, “Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida” (1 Corintios 15:23).“Por tanto, como los hijos comparten la sangre y la carne, así también compartió él las mismas, para reducir a la impotencia mediante su muerte al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo” (Hebreos 2:14; BJ, 2001). El apóstol Juan incide igualmente en este último título:
Apocalipsis 1:5 (BJ, 2001): y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados.
Esto significa que Jesucristo, al lograr la victoria sobre el pecado y la muerte, nos hace partícipes de una nueva creación.
5. Conclusión
Como hemos comprobado en lo que antecede, la palabra “primogénito” significa primer hijo nacido en una familia. En el Antiguo Testamento, generalmente, el primogénito recibía ciertos privilegios del padre de familia, como doble porción de la herencia paterna y una posición de autoridad y liderazgo espiritual sobre sus hermanos. Pero este derecho de la primogenitura se podía perder por mala conducta.
En el caso especial de los hijos de los patriarcas de los que descendería el Mesías, la condición de primogénito no correspondía necesariamente a su posición carnal de hijo mayor o primer nacido, sino que Dios, que conoce desde la eternidad el corazón, lo más íntimo de cada individuo, elegía al más idóneo de los hijos de los patriarcas, proporcionándoles una bendición y herencia espiritual, que los capacitaba para la misión a la que habían sido predestinados.
Si volvemos a lo registrado en el Antiguo Testamento (AT), observaremos que Abraham tuvo primero a Ismael, de la esclava Agar; sin embargo, el primogénito fue Isaac, que nació de Sara, milagrosamente, pues era estéril y tenía unos 90 años de edad. La diferencia está en que el primer hijo vino “según la carne”, y el otro –Isaac– vino según la promesa de Dios.
En el linaje del Mesías existen, pues, muchos casos en los que la bendición de la primogenitura no la recibe el primer hijo; por ejemplo, los casos del rey David y de su hijo Salomón. Ambos recibieron la bendición y herencia como primogénitos, pero ninguno de ellos fue el primer nacido de su familia. David fue el benjamín, el último de los ocho hermanos de la familia de Jesé (Isaí en otras versiones); y Salomón fue el décimo hijo de David (1 Cr. 3), el cual recibe, junto con el título de «primogénito», el derecho al trono de su padre David (véase Sal. 89:27).
Salmos 89:27-37 (BJ, 2001): Él me invocará: ¡Padre mío, mi Dios, mi Roca salvadora! (28) Y yo lo nombraré mi primogénito, altísimo entre los reyes de la tierra.
En los textos citados anteriormente del Antiguo Testamento encontramos la promesa de salvación o bendición de la humanidad, que Dios hace a los patriarcas; y en el Nuevo Testamento se da testimonio de su cumplimento en Jesucristo, el Mesías prometido a ellos. Comprobémoslo:
Mateo 1:1 (BJ, 2001): Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán:
Gálatas 3:16 (BJ, 2001): Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: "y a los descendientes", como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.
El resumen y conclusión de lo anterior, como vimos antes, nos es dado por el apóstol Pablo de una forma sencilla y hermosa: “No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Ro. 9:8); o bien, la versión biblia católica: “es decir: no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia” (BJ, 2001).
Reiteramos lo dicho anteriormente para, primero, enfatizar lo siguiente: Ismael es el hijo de Abraham según la carne, de la voluntad carnal. Sin embargo, el Mesías desciende de Isaac, el hijo que Abraham tuvo con la estéril Sara; este es el hijo de la promesa, el que Dios le prometió (véase Gál 4:22-31). Y, segundo, para introducir la explicación magistral, que el gran apóstol Pablo nos proporciona en los citados textos del capítulo cuarto de la epístola a los Gálatas:
Gálatas 4:22-31 (BJ, 2001): Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. (23) Pero el de la esclava nació según la naturaleza [“según la carne”; R-V, 1960]; el de la libre, en virtud de la promesa. (24) Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar, (25) (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos. (26) Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, (27) pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no dabas hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conocías los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada. (28) Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa. (29) Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el Espíritu, así también ahora. (30) Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, que no heredará el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre. (31) Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Como expresaba arriba, estos pasajes bíblicos contienen una importante enseñanza que afecta e interesa mucho a todos los cristianos, que se resume en el versículo 28: “Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa” (Gá. 4:28). Esto determina que todo hijo de Dios, es decir, todo cristiano que ha sido elegido por Dios es hijo de la promesa; porque “no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia” (Ro. 9:8; BJ, 2001).
Mi interpretación bíblica es que todos los creyentes, cuando recibimos la fe, y aceptamos al Primogénito de Dios (Heb. 1:6) que es Cristo, recibimos también la condición de hijos de Dios, y con ello, la bendición y herencia del Primogénito: “Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.” (Ro. 8:17; BJ, 2001). Lo que nos da el derecho a pertenecer “a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (Heb. 12:23); lo que supone la seguridad de la salvación y la vida eterna. Leamos el pasaje citado, en su contexto:
Hebreos 12:22-24 (BJ, 2001): Más bien, os habéis acercado al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la Reunión de millares de ángeles, (23) a la asamblea de los primogénitos que Están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los Espíritus de los justos ya hechos perfectos, (24) a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
Los creyentes somos salvados por la fe en Cristo –sin las obras de la ley (Gá. 2:16)–, porque nos apropiamos de Su justicia, la que Él consiguió al cumplir la Ley moral, y cargar con nuestros pecados (Isaías 53:6,10; cf. 2 Co. 5:21) y con la penalidad correspondiente; es decir, Su muerte en la cruz a cambio de nuestra muerte, la pena que corresponde a todo pecado (Ro. 6:23).
Romanos 6:23 (BJ, 2001): Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
2 Corintios 5:21 (BJ, 2001): A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.
Gálatas 2:16 (BJ, 2001): conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado.
Gálatas 3:6-9 (BJ, 2001): Así, Abrahán creyó en Dios y le fue reputado como justicia. (7) Tened, pues, entendido que los que creen, ésos son los hijos de Abrahán. (8) La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones. (9) Así pues, los que creen son bendecidos con Abrahán el creyente.
Para terminar, meditemos en la Palabra de Dios que transcribo de la segunda epístola de Pablo a Timoteo:
2 Timoteo 1:7-14 (BJ, 2001): Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. (8) No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, (9) que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, (10) y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio (11) para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro. (12) Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día. (13) Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en la caridad de Cristo Jesús. (14) Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros.
Se podría escribir mucho más sobre este tema que habéis propuesto, pero, por mi parte, es suficiente; no obstante, me gustaría que me aportaseis vuestras opiniones y reflexiones, que agradeceré mucho.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)
(1) Diccionario RAE; y Diccionario expositivo de palabras del Antiguo Testamento; etc.
(2) Diccionario Caribe.
(3) Ibíd; Págs. 763
(4) ¿Por qué hay dos distintas genealogías de Jesús?. Amistad en Cristo. Carlos Aracil Orts.
(5) Diccionario Caribe Págs. 763
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