Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

Carlos Aracil Orts, Autor de esta Web, no comparte lo expuesto en este artículo titulado: ENIGMAS EN TORNO A LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO. El citado artículo ha sido replicado mediante los dos siguientes estudios bíblicos:


¿Podemos confiar en la veracidad de los Evangelios?

¿Resucitó Jesucristo en espíritu?

 

ENIGMAS EN TORNO A LA
RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO:
Claves bíblicas que nos permiten resolver algunos de los misterios  que envuelven el evento más importante de la historia del cristianismo.

 
Versión: 29-02- 2012

 

Alfonso Baeza Parra

Nota 1: Este artículo es el resumen del capítulo 10 del libro (en preparación) de Alfonso Baeza Parra titulado: LOS MILAGROS DE JESUCRISTO: Claves Bíblicas y Extra-bíblícas que nos acercan a la Dimensión Real que Tuvieron los Milagros del Nuevo Testamento. Para recibir una copia gratuita del mencionado capítulo 10 en su versión completa, solicítalo a abaezaparrahotmail.com. Cualquier comentario, crítica u observación a este estudio, puedes dirigirla a esa misma dirección de correo electrónico.

Nota 2: Lamento comunicarles que el autor de este artículo –Don Alfonso Baeza Parra– nos dejó en los primeros días del mes de julio de dos mil catorce.

 

1. Incógnitas que nos plantea la resurrección de Jesús

La resurrección de Jesucristo es el hecho fundamental sobre el que descansa el edificio de la fe cristiana. Sin embargo, los datos que tenemos de ella y, en general, de lo que aconteció en los días siguientes a la crucifixión (procedentes de la única fuente existente, el Nuevo Testamento) nos plantean muchas incógnitas para las que no encontramos respuestas convincentes en el marco de la interpretación bíblica tradicional - fundamentalista. En este artículo se propone una perspectiva interpretativa distinta desde la que es posible dar respuesta a muchos de esos enigmas:

Si desde el fundamentalismo bíblico es difícil dar respuestas convincentes a preguntas como las anteriores, no lo es tanto desde una perspectiva interpretativa más abierta y realista, una perspectiva que nos puede acercar a lo que realmente ocurrió en los días siguientes a la crucifixión.

Los evangelios se escribieron después de la gran catástrofe nacional que para los judíos supuso la guerra judeo-romana (66 – 73 d.C.). Esa guerra eliminó prácticamente todo  vestigio del paso de Jesús de Nazaret por la tierra. Los evangelistas fueron cristianos anónimos de segunda o tercera generación, que no habían conocido personalmente a Jesús.2Para llevar a cabo su tarea se sirvieron de escritos fragmentarios ya existentes, así como de tradiciones que, para entonces, seguramente ya contenían algunos datos espurios, algunos de los cuales ellos dieron por buenos e incluyeron en sus relatos.

Pero, ¿cómo identificar los datos espurios, si es que los hay, para poder aislar un núcleo de verdad que refleje lo que realmente ocurrió, lo que contaban los auténticos relatos primitivos? Por un lado, la comparación cuidadosa de las narraciones de los diferentes evangelistas nos permite detectar algunas informaciones que resultan insostenibles. Por otro, contrastando los relatos de los evangelios con lo que creían los cristianos de la primera generación acerca de la resurrección de Cristo, conseguimos ese mismo objetivo. Pero, ¿cómo saber lo que creían los cristianos que habían conocido a Jesús?: leyendo las cartas de Pablo, los documentos más antiguos del Nuevo Testamento, escritas mucho antes que los evangelios, en los años 50’s aproximadamente.

Pablo no nos aporta detalles de la resurrección de Jesucristo, pero habla de ella como  modelo (1ª Cor 15: 16 – 23) de la resurrección final de los justos, y de esta última afirma:

“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio,[…] lo que siembras NO ES el cuerpo que ha de salir, […] Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. […] la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, […]” (1ª Cor 15: 35 – 50, versión Reina Valera 1960).

Aquí tenemos un dato fundamental: Pablo afirma que se resucita con un cuerpo distinto al que se enterró. Se entierra un cuerpo “animal”, pero se resucita con un cuerpo “espiritual”. Lo mismo dice el autor de 1ª Pedro: “Porque también Cristo padeció […] siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1ª Ped 3: 17) Jesús por tanto resucitó con un cuerpo espiritual, no físico, y ello nos lleva a poner en duda la veracidad de los pasajes que presentan a un Jesús resucitado de carne y hueso.

 La lectura de los relatos de la resurrección en el orden cronológico en que fueron compuestos (Marcos,3 70 d.C. aprox. ; Mateo, 70-80 d.C.; Lucas, 70 – 80 d.C.; Juan 90 – 100 d.C.) nos permite constatar la evolución de ideas que se estaba produciendo entre los cristianos, merced a unas tradiciones lógicamente vivas. Por ejemplo, Lucas y Juan, los evangelios más tardíos, hablan explícitamente de un Cristo resucitado de carne y hueso, no así los dos primeros (Marcos y Mateo). Lucas, que escribe en los años 80’s, afirma que Jesús resucitado permaneció 40 días en la tierra, tras los cuales ascendió físicamente al cielo en presencia de los apóstoles (Hch 1: 1 – 11) Pero Pablo, que escribe tres décadas antes (50’s) parece no saber nada sobre esa “estancia física” de Jesús en la tierra tras su resurrección. Para Pablo, resurrección y ascensión fueron una misma cosa. Cristo fue simultáneamente resucitado y entronizado en el cielo, desde donde se manifestó a Sus seguidores por medio de revelaciones o visiones, tal y como se le manifestó también a él mismo. Pablo hace una relación de las personas a las que se había aparecido Cristo resucitado, incluyéndose a sí mismo (1ª Cor 15: 3 – 8), y no establece ninguna diferencia entre su propia experiencia y las de los que lo vieron en los días siguientes a la crucifixión.

Recordemos que Jesús se manifestó a Pablo en el camino a Damasco, pero esa “aparición” no tuvo lugar en el plano físico: los que le acompañaban no vieron lo que él vio, ni oyeron lo que él oyó. La experiencia fue totalmente real para Pablo (y de hecho el resplandor de la aparición lo dejó transitoriamente ciego), pero a los demás no les afectó lo más mínimo (Hch 9: 1 – 8; 22: 6 – 11). Lo mismo le ocurrió a Esteban durante su juicio ante el sanedrín: alzó sus ojos al cielo y vio a Jesús a la diestra de Dios. Pero por mucho que los presentes hubieran mirado hacia donde parecía mirar Esteban, nunca hubieran visto lo que él estaba viendo por revelación (Hch 7: 55 – 56). Y de esa misma naturaleza fueron también las apariciones de Jesús a los apóstoles tras la crucifixión. Si los enemigos de Cristo o los indiferentes no le vieron resucitado es sencillamente porque, como explica el profesor A. Piñero: “Pablo hace hincapié en que el Jesús resucitado sólo es visible –salvo en su propio caso- a los que tienen fe en él.”4

Los pasajes de los evangelios que hablan de un Jesús resucitado de carne y hueso deben ser por tanto producto de una reelaboración del relato primitivo de los hechos, que  hablaba de las apariciones de Jesús, exclusivamente en forma de “visiones”. En los años 50’s, Pablo predicaba a un Cristo “vivo”, pero nunca mencionó la tumba vacía.

La naturaleza espiritual de la resurrección de Jesús debió propiciar las críticas de los enemigos de la nueva religión. En su obra El Discurso Verdadero Contra los Cristianos, el filósofo neoplatónico del siglo II d.C. Celso, acusaba a los cristianos de basar su fe en la resurrección de Jesús en lo que habían manifestado algunos que lo vieron en sueños o en visiones. Es evidente que Celso no inventó esa “acusación” sino que se limitó a citar lo que los enemigos del cristianismo ya venían diciendo desde los tiempos de los apóstoles. Los cristianos de segunda generación y posteriores cedieron a la presión de estos ataques “materialistas”, ataques de aquellos que son incapaces de creer en lo que no pueden ver o tocar, y las primitivas historias de visiones fueron transformándose en encuentros de los apóstoles con un Jesús resucitado de carne y hueso.

2. La naturaleza espiritual de la resurrección disipa la mayoría de incógnitas que rodean este evento capital.

Pero resulta muy significativo que a pesar de las discrepancias que se constatan entre los distintos relatos, exista un dato en el que los cuatro evangelios presentan una llamativa coincidencia: fueron las mujeres, María Magdalena y otras, las que inicialmente propagaron la noticia de QUE Cristo había resucitado. Y así debió suceder realmente, circunstancia que nos ayuda a entender la actitud de incredulidad que manifestaron los apóstoles. No olvidemos que Jesús había expulsado de María Magdalena 7 demonios, y también había librado de “espíritus malos” a las otras mujeres (Lc 8: 1 – 3; Mc 16: 9). Ateniéndonos a la información que nos proporcionan los evangelios, la posesión diabólica podía manifestarse de formas muy distintas: ataques de tipo epiléptico (Lc 9: 39), desórdenes psíquicos diversos (Mt 8: 28), e incluso problemas como ceguera (Mt 12: 22), sordera (Mc 9: 25) sordomudez (Mc 9: 25), etc. etc. etc. En el caso de María Magdalena y las demás mujeres, es muy probable que la manifestación visible de la posesión que sufrían fueran ciertos desórdenes psíquicos. No es extraño por tanto que, conociendo su historia pasada y oyéndolas ahora hablar de visiones, los apóstoles pensaran que su antiguo mal estaba volviendo a reproducirse, quizás a causa de la terrible experiencia que había supuesto la contemplación de la crucifixión del Maestro.    

Pero después ellos mismos, o algunos de ellos, pasaron por experiencias similares, o participaron de ellas, y supieron que Jesús realmente vivía, no sujeto ya a las limitaciones que impone un cuerpo físico, sino con un cuerpo espiritual, desde el que podía asegurarles Su dirección para la obra a la que los enviaba:

«Y Jesús […] les habló diciendo:”toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones […]; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén».  (Mt 28: 18 – 20)

 

Alfonso Baeza Parra

 


Carlos Aracil Orts, Autor de esta Web, no comparte lo expuesto en el artículo titulado: ENIGMAS EN TORNO A LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO. El citado artículo ha sido replicado mediante los dos siguientes estudios bíblicos:


¿Podemos confiar en la veracidad de los Evangelios?

¿Resucitó Jesucristo en espíritu?

 


Referencias bibliográficas

1. Para Marcos, Lucas y Juan, la resurrección se produjo sin testigos. Mateo, en cambio, afirma que el sepulcro de Jesús estuvo vigilado por soldados romanos que presenciaron el acontecimiento, pero ese relato de Mateo no es auténtico. Para la explicación correspondiente remitimos al lector al trabajo mencionado en la cabecera de este artículo.

2. Ver trabajo mencionado en la cabecera de este artículo.

3. Se debe tener en cuenta que el final de Marcos (Mc 16: 9 – 20) es un fragmento añadido por un autor posterior que ya conocía los evangelios de Mateo y Lucas, como puede constatarse en cualquier Biblia que incluya comentarios a pie de página.

4. Antonio Piñero, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, Ed. Trotta, Madrid 2008, p. 222, énfasis añadido. Antonio Piñero es catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en lengua y literatura del cristianismo primitivo.

 

 

 

 

<Anterior><Arriba> <Siguiente>

 

Usted es el visitante: