Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Antropogía bíblica

¿Fue el espíritu de Jesús al Paraíso el día que murió en la cruz?

 
Versión: 22-08- 2014

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Alexander, primero de todo, le agradezco que me contactara y me compartiera su siguiente comentario:

 “Mi juicio personal es que si Jesús Cristo, le dice al ladrón antes de morir, de cierto os digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso, eso quiere decir que Jesús cumpliría su palabra; pensemos que los dos bajaron al Hades en diferentes momentos, y que ascendieron al paraíso quizás no en la misma hora, puesto que Jesús necesitaba resucitar al tercer día para que se cumpliera la voluntad de Dios; lo que sí es seguro es que Jesús cumplió su palabra, el ladrón fue llevado al paraíso; Dios es todo poderoso y su poder es infinito, por eso cabe la posibilidad de que fuesen ascendidos también al cielo el mismo día, como prueba de su palabra. Nadie podrá conocer las cosas de Dios hasta el día del juicio, su poder y grandeza está fuera del alcance de los seres humanos, es como volver a nacer y ver el mundo por primera vez, lo cierto es que Jesús le dijo:  hoy estarás conmigo en el paraíso, eso es presente, no futuro. Jesús le da pase al paraíso por la muestra de fe, por creer en él y en el reino celestial” (Alexander).

Me parece muy bien que usted haya hecho su “juicio personal” del texto del Evangelio de San Lucas, en el que se registra que Jesús le dijo “al buen  ladrón”: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Pero usted no debería añadir la palabra “mismo” en su primera cita del mencionado pasaje, porque esa palabra no existe en ese texto, y, por tanto, usted mismo, al manipular dicho pasaje, está mediatizando su buen juicio personal.

Hermano, con sus razonamientos, da la impresión que usted acepta todas las contradicciones a las que su “juicio personal” le arrastran con tal de situar a Jesús y al buen ladrón en el Paraíso, en el mismo día en que murió nuestro Salvador en la cruz. Pero las Sagradas Escrituras se deben estudiar sin ideas preconcebidas, ni prejuicios; y nunca pretender hacer que la Palabra de Dios confirme o corrobore solo aquello que es de nuestra preferencia o lo que más nos gustaría que dijese o que fuese así.

No es razonable, por el solo versículo del Evangelio de Lucas, deducir que cuando uno muere va directamente al Paraíso. Porque para que eso pueda admitirse como verdad bíblica, habría que demostrar también bíblicamente las citadas doctrinas o creencias de que el alma o el espíritu es inmortal, y que éste, separado del cuerpo, tenga vida consciente en sí mismo, y también explicar o resolver las contradicciones a las que nos arrastra el tomar como ciertas las mencionadas doctrinas.

Sin embargo, la verdad no se puede deducir interpretando un solo texto bíblico sin relacionarlo con su contexto cercano y lejano, es decir, el resto de la Biblia. Pues su proceder, su juicio personal en la interpretación de ese texto aislado, no le puede llevar a resolver la evidente fuerte contradicción que nos enfrentamos.

El mismo planteamiento de mi estimado lector muestra clara y evidentemente las contradicciones que nos ocupan, y que él trata de resolver argumentando que las cosas de Dios son misteriosas, que “nadie podrá conocer las cosas de Dios hasta el día del juicio”, y que como Él es el Todopoderoso, nada se le resiste.

Analicemos ahora el razonamiento del lector:

“Pensemos que los dos [Jesús y el buen ladrón] bajaron al Hades en diferentes momentos, y que ascendieron al paraíso quizás no en la misma hora, puesto que Jesús necesitaba resucitar al tercer día para que se cumpliera la voluntad de Dios” (Alexander).

Entonces ¿con qué nos quedamos? Si Jesús y el buen ladrón bajaron al Hades en ese mismo día ¿cómo es posible que subieran al Paraíso ambos en ese mismo día? Y para justificar su buen juicio, a usted no se le ocurre otro argumento que decir algo así como que “nada es imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Primera contradicción: no puede ser que Jesús fuera al Paraíso nada más entregar Su espíritu al Padre, porque ello contradice lo que afirman los Evangelios, de que Él resucitó al tercer día, y cuando se apareció a María Magdalena, Él le dijo, que todavía no había subido a Su Padre (Juan 20:17).

Juan 20:16-18: Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). (17) Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (18)  Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.

¿Cómo, pues, iba a ir el buen ladrón, en ese día de su muerte en la cruz, al Paraíso, si Cristo, habiendo resucitado tres días después, todavía no se había presentado al Padre?; lo lógico, razonable, y lo que concuerda o armoniza con la Biblia entera es lo que el buen malhechor le pidió: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino” (Lucas 23:42), es decir, en Su Segunda Venida, cuando se producirá la Resurrección (1ª Tes. 4:13-18; cf. 1ª Cor. 15:51-57), lo que si concuerda con todo lo que dijo Jesús (p.e. Juan 5:28,29), y Sus apóstoles, especialmente San Pablo (Hechos 24:15; 2 Cor. 1:9; Fil. 3:10-11,20-21; 2ª Tim. 4:6-8; etc.).

Segunda contradicción: la Santa Biblia entera contradice que el espíritu o el alma, cuando se separa de un cuerpo humano muerto, sea una entidad capaz de tener autonomía para vivir conscientemente sin el cuerpo, es decir, sin cerebro; si no hay cerebro ¿dónde anida la conciencia? ¿Para qué, entonces, necesitamos la resurrección? Si el alma o el espíritu es inmortal, es decir, sobrevive conscientemente después de morir el cuerpo, entonces, ¿para qué necesitamos que Cristo venciera a la muerte con la Resurrección, si nadie muere eternamente, y si los salvos inmediatamente que fallecen, sus espíritus o almas van directamente al Paraíso a gozar de una manera perfecta del Cielo en la presencia de Dios?

Muchos textos del Antiguo Testamento (AT) y del Nuevo Testamento (NT) ponen en evidencia la contradicción que supone admitir la inmortalidad del alma, y su vida consciente después de separarse del cuerpo muerto; porque las Sagradas Escrituras consideran la muerte como un estado de inconsciencia o reposo total; es por eso que la Biblia suele llamar “dormir” al “morir” (2ª Reyes 10:35; cf. Job 7:21; Sal. 6:5;13:3; 29:9; 165:4;  Daniel 12:2; Eclesiastés 9:5-6,10; 12:7; Daniel 12:1,2; etc.).

2ª Reyes 10:35: Y durmió Jehú con sus padres, y lo sepultaron en Samaria;...

Eclesiastés 9:10: Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. 

Salmos 146:4: Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos.

Daniel 12:1,2:  En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. (2) Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

Compárense los textos del AT con los del NT, para comprobar que es el mismo Espíritu Santo el que inspiró toda la Sagrada Biblia, y, por tanto no puede haber contradicciones (Véase Juan 11:11,13; Mr. 5:39; Lc.8:52; Hechos 7:60; 1ª Cor. 15:6, 20,51; 1 Tesa. 4:13; etc.):

Juan 5:28-29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 11:11-13: Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

Por otro parte, tanto Jesús como los apóstoles, especialmente San Pablo, siempre se refieren que el galardón de la vida eterna se recibirá en aquel día cuando Cristo aparezca en gloria. A lo largo de este estudio presentaremos algunos de estos pasajes que apoyan nuestras aseveraciones.

Tercera contradicción: En adición, la antropología bíblica no solo no respalda que la persona humana sea un ser dual formado por cuerpo –la parte material– y alma –la parte espiritual– sino que declara, concretamente, que todo nuestro ser se compone de tres dimensiones: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23).

1 Tesalonicenses 5:23: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Por lo tanto, las Sagradas Escrituras no conciben el alma y el espíritu separados del soporte físico que es el cuerpo, y que tengan propia autonomía, individualidad y existencia independiente de la parte material que los sostiene.

La Biblia distingue perfectamente entre alma y espíritu, porque si estos términos fueran sinónimos, se produciría una redundancia inadmisible, no solo en el texto anterior sino también en el siguiente. Veamos:

Hebreos 4:12: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

El conjunto de estas tres dimensiones constituye el ser humano, que es lo que le define e identifica como persona. Por eso, sin el cuerpo, no hay ser humano, no hay identificación, no existe individualidad, puesto que nuestra naturaleza tiene un soporte material, físico, por lo que nunca puede convertirse en un ser puro espíritu como creemos son los ángeles, criaturas también de Dios, pero superiores al hombre (Hebreos 1:14; 2:7). Este tema lo desarrollo en el artículo titulado: Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo.

Tanto católicos como una gran mayoría de los evangélicos, al interpretar literal y exactamente las palabras que Jesús le dijo [al malhechor arrepentido] –De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43) deducen lo siguiente:

Por lo tanto, este texto del Evangelio de Lucas (23:43) les viene, a todos los defensores de la inmortalidad del alma, como “anillo al dedo” o de “perilla” para apoyar la doctrina de que los seres humanos cuando mueren, sus espíritus o almas, van al Cielo –Paraíso– o al infierno.

Aunque estos temas relacionados con el estado de los muertos, la vida después de la muerte, la inmortalidad del alma, qué son el Hades y el Infierno, etc., los he tratado en varias ocasiones, ante los comentarios de varios lectores que inciden en las mismas dudas, no he podido resistirme a redactar un nuevo artículo, aun cuando pueda parecer reiterativo. En este artículo no puedo tratar de resumir todo lo que al respecto he publicado, cuyos enlaces a continuación transcribo. Pero, aunque no podré evitar repetir argumentos, intentaré darle un nuevo enfoque.

Estudio 1. Sobre el estado de los muertos
1. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos
2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.
3. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: el rey Saúl y la pitonisa de Endor
Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?
¿Fue Jesús al paraíso el mismo día que murió en la cruz o fue al Hades?
¿Existe vida humana consciente fuera del cuerpo después de la muerte
¿Qué es el Infierno, el Seol o Hades y la segunda Muerte?
¿Los que mueren pasan a mejor vida?
¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?
¿Es una parábola el relato de Jesús sobre el Rico y Lázaro?
¿Jesús mintió al buen ladrón en la cruz?
¿Es el alma humana inmortal?
Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo
La verdad sobre las apariciones marianas y de espíritus de difuntos
¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?
¿Viven los espíritus de los muertos en el Seol?
¿Existe un lugar en el fondo de la tierra de tormentos?
¿Están siendo torturados los malvados en el Hades?
¿Están los fieles muertos viviendo en el cielo?
¿Bajó Jesús al Hades cuando murió?
¿Dónde está el infierno?
¿Descendió Cristo a las partes más bajas de la tierra?

Esperando que los textos presentados arriba hayan sido suficientes para probar las contradicciones flagrantes con el sentir general de la Palabra de Dios, que suponen la creencia de la inmortalidad del alma y que hay vida consciente después de la muerte, solo nos resta ver la manera de resolverlas, puesto que partimos de la base que las Sagradas Escrituras, en su fuente original, no podían contener contradicciones. Para ello se hace necesario respondernos a las siguientes preguntas:

¿Qué es el Hades? ¿Quiénes son los que van al Hades? ¿Fueron Jesucristo y el buen ladrón al Paraíso en el mismo día en que murieron o fueron al Hades? ¿Afirma la Santa Biblia que los hijos de Dios van al Paraíso en el momento de su muerte?

Y puestos a formularnos preguntas ¿por qué no nos preguntamos qué ocurrió con el Ser divino de Jesús, cuando  este –como ser humano– expiró en la cruz?

2. Detalles interesantes que los Evangelios aportan de las muertes de Cristo y de los dos malhechores en sus respectivas cruces.

Aunque los textos que presento a continuación, no son imprescindibles para discernir lo que nos ocupa, me permito hacer un inciso o breve digresión, porque me parecen muy interesantes los minuciosos detalles que los Evangelios aportan del escenario de las tres cruces.

Entre otras muchas cosas, nos desvelan que a petición de los judíos, Pilato envió soldados para acelerar el proceso de ejecución de la condena a muerte en la cruz, pues ellos querían que “los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad)” (Juan 19:31-37); nótese que estos judíos que no habían tenido escrúpulo alguno en condenar a Jesús a la muerte en la cruz, demostraron su feroz y fanático legalismo, tratando que nada les impidiese guardar el día sábado de acuerdo a la Ley de Moisés.

Además, se nos dice que cuando llegaron los soldados quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. (33) Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (Juan 19:32-33). Lo que nos informa que Jesús fue el primero en morir, y que los dos malhechores hubieran tenido que seguir colgados de la cruz y sufriendo su terrible tormento durante varias horas más, sino se les hubiese acelerado su muerte al quebrarles las piernas, pues entonces, al parecer, la muerte se producía rápidamente por asfixia, al no poder respirar, debido a la fuerte presión que el diafragma hacia sobre sus pulmones.

Juan 19:31-37: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo[a] (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. (32) Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. (33) Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. (34) Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. (35) Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. (36) Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. (37) Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Los cuatro Evangelios registran que el cuerpo de Jesús fue rescatado de la cruz y puesto “en un sepulcro que estaba cavado en una peña” (Marcos 15:46; cf. Mt. 27.57-61; Mr. 15.42-47; Lc. 23.50-56; Juan 19: 30-42); es decir, fue sepultado o enterrado, como se solía hacer en aquella época, y también ahora, aunque actualmente no es frecuente que los muertos se entierren excavando una roca sino abriendo un hoyo en la tierra.

Respecto a los dos malhechores, el Nuevo Testamento (NT) no registra qué hicieron de sus cuerpos; pero no los dejaran allí colgando de sus cruces para escarmiento de la gente, hasta que fuesen comidos por los animales de rapiña, como solían hacer los romanos; seguramente fueran enterrados poco después de la sepultura de Jesús o pasados algunos días. En realidad lo que ocurrió con sus cuerpos no se nos dice, porque poco nos importa. Lo importante es que sabemos que uno de ellos al ejercer fe en Jesús, su alma fue salvada, y el otro, por cómo se dirigió al Salvador, seguramente se perdió para siempre.

No obstante, en los siguientes textos podemos comprobar que “los judíos… a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz… rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí (Juan 19:31). Es decir, los judíos tenían la intención de que los tres cuerpos fueran quitados de allí, es decir bajados de sus cruces, y se supone que serían enterrados, y no podemos decir cristianamente porque los judíos no les gusta que les califiquen de cristianos.

3. ¿Es Jesús –el Hombre que murió en la cruz– el Hijo de Dios, de la misma naturaleza y esencia que el Padre?

En el Nuevo Testamento aparece muchas veces la palabra “misterio”. Pero la mayoría de ellas se refiere a misterios revelados por Dios, aunque no podamos comprenderlos en su plenitud; pues los cristianos sabemos por las evidencias de la creación, –y la certeza de nuestra fe en la Revelación de la Palabra de Dios, con su manifestación suprema que es Jesús, la Palabra encarnada– que “hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios” (Daniel 2:28).

A los cristianos se nos han dado a conocer los misterios del Reino de Dios (Mt 13:11; Mr. 4:11; Lc. 8:10), y hemos sido nombrados administradores de los misterios de Dios (1 Cor. 4:1), “…y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2ª Cor. 5:18-20); el misterio del Evangelio (Ef. 6:19); “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora se ha manifestado a sus santos…que es Cristo en vosotros” (Col. 1:26-28); “el misterio de Dios el Padre, y de Cristo” (Col. 2:2-3);  “el misterio de la piedad: Dios manifestado en carne” (1 Tim. 3:16); etc.

Y el más grande de los misterios: Dios se ha revelado como Uno y Trino a la vez (Mt. 28:19); un solo Ser que se nos revela como tres Personas. El NT registra que el Padre es Dios (Rom. 1:7; Ef.4:6), Jesús es Dios (Rom. 9:5; Tito 2:13: Heb. 1:8); el Espíritu Santo es Dios (Hechos 5:3-4; 28:25-27; cf. Isaías. 6:8-10). Pero no son tres Dioses sino un solo Dios.

Sin embargo, no es mi propósito hablar del misterio de la Trinidad en este estudio, sino del misterio de la muerte, y de la vida después de la muerte, la cual no existe sino es por la resurrección en el Día del juicio final, cuando Jesús aparezca en gloria a recoger a los salvados de los cuatro extremos de la Tierra (Mt. 24:29-31; 25:31; 1ª Tes. 4:13-18). Pero para ello, es necesario que hablemos de la Segunda Persona de la divinidad, que es Jesús, Dios y Hombre a la vez, puesto que gracias a Su Encarnación, vida humana perfecta, sin pecado alguno, sacrificio expiatorio con su muerte en la cruz, y posterior resurrección al tercer día, porque todo ello forma el fundamento y esperanza de nuestra fe. “Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (6) Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. (7)  Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:5-8).

Por lo tanto, los creyentes, en lo revelado por Dios, tenemos que usar la inteligencia y entendimiento que Él nos ha dado, y no envolverlo todo en un misterio, sino solo lo que sin duda puede ser considerado como tal; como es, sin duda, el hecho fundamental del cristianismo, que Dios se hiciera hombre naciendo de una mujer (Gá. 4:4). “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8)  la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:5-8).

No cabe, pues, olvidarnos de lo que caracteriza al cristianismo, que es la creencia fundamental de que Dios se encarnó hace ya más de dos mil años, es decir, añadió a Su naturaleza divina, la humana, al nacer de una mujer como hombre verdadero. Por tanto, Él no dejó de ser Dios en ningún momento, “sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:7-8). Pero mejor leer estos versículos dentro de su contexto:

Filipenses 2:5-11: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6)  el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

El Hijo de Dios no dejó su divinidad en el Cielo para venir al seno de María y hacerse hombre, pues entonces, lo que habría nacido de la Virgen sería solo un hombre, y no un Dios y Hombre a la vez. Él “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Pero ello no significó desprenderse de Su divinidad, pues, por definición es imposible, ya que el Hijo de Dios es Dios eterno junto al Padre (Juan 1:1-3).

Juan 1:1-4: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  (2)  Este era en el principio con Dios.  (3)  Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.  (4)  En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Jesús dijo: Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Él no podía tener esta unidad con el Padre sino fuera de la misma naturaleza y esencia que Dios Padre. Solo Jesús puede conocer al Padre porque es de su misma sustancia y naturaleza. Por eso, también pudo decir Jesucristo, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Además, Jesús se apropia del nombre de Dios revelado a Moisés: “Yo Soy el que Soy” (Éxodo 3:14; cf. Juan 8:24,28,58; 13:19; etc.):

Éxodo 3:14: Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

Juan 8:24: Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

Juan 8:28: Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.

Juan 8:58: Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

Juan 13:19: Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.

Por consiguiente, el despojamiento de sí mismo no fue de Su divinidad, sino que siendo Dios o en “forma de Dios”, se humilló “tomando la forma de siervo”, haciéndose “semejante a los hombres”, para que los creyentes fuésemos “santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo…” (Hebreos 10:10); y todo ello implicaba el sacrificio de Su vida humana para sufrir la terrible humillación y crueldad que supusieron la tortura y escarnios a que fue sometido, que culminaron en su muerte en la cruz.

Su divinidad –y “aquella gloria [que tuvo con el Padre] antes que el mundo fuese” (Juan 17:5), quedaron ocultas en Su humanidad durante todo Su ministerio terrenal; aunque en muchas ocasiones se permitió vislumbrarla y que trasluciera de distintas formas, por ejemplo:

En resumen, por toda la gran Revelación que tenemos en la Palabra de Dios –“el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, (27) a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27)–, creemos, indubitablemente, que Jesús es aquella Palabra encarnada –“el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1), “el unigénito hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18)–, y nuestra convicción es firme, no solo por el propio testimonio de Jesús, que dijo, “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9), “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), “el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:38), sino también por las obras que Él hizo (Juan 10:36-38).

Juan 10:36-38: ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?  (37)  Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.  (38)  Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

Juan 13:19: Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.

Juan 14:9-11: Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?  (10)  ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.  (11)  Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Juan 17:4-5: Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.  (5)  Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

Juan 16:28:  Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

Y si todo lo que antecede no fuera suficiente para creer firmemente que Jesucristo es Dios encarnado, tenemos además los testimonios de los apóstoles:

4. ¿Cuando murió Jesús-Hombre en la cruz, qué le ocurrió a Su Persona divina, como Hijo de Dios, de la misma naturaleza y esencia que el Padre?

Dada la unión hipostática que existe entre las naturaleza humana y divina del Hijo de Dios, ¿dónde quedó el Ser divino de Jesús, al morir en la cruz, en el Cielo, en la tumba o en ambos sitios a la vez?

Ahora veremos algunas otras posibilidades que se me ocurren, aparte de las aportadas por el lector.

Puesto que Jesús, cuando resucitó al tercer día, aún no había subido al Padre (Juan 20:16-18), ¿pudo ser, acaso, que Su espíritu humano –una entidad autónoma y consciente,– se separase de su cuerpo para acceder en ese día al Paraíso, seguido por el espíritu del buen ladrón? Pero, en ese caso, debemos preguntarnos si Jesús poseía también dos espíritus, el correspondiente a la naturaleza humana y el del Ser divino, pues sabemos que Dios es Espíritu (Juan 4:24). En cualquier caso, para aceptar el supuesto de que el alma o el espíritu humano puede sobrevivir conscientemente fuera del cuerpo humano, habría que poder demostrarlo bíblicamente.

Lo que no es motivo de discusión, puesto que es el fundamento de la verdadera y auténtica fe cristiana, es que el Hijo de Dios, Segunda Persona de la divinidad, consustancial y de la misma naturaleza que Dios, el Padre, tomó además la naturaleza humana, es decir, se encarnó en el Hombre Jesús, para poder vivir y morir como otro ser humano; y para eso se convirtió en el Hijo del Hombre, para poder entregar Su vida por el género humano, al que vino a rescatar.

Por lo tanto, la muerte del Hombre Jesús –en el sentido médico o científico del término, es decir, la muerte cerebral– no fue distinta de la que cualquier ser humano sufre o puede experimentar. Pero ¿qué ocurrió con Su naturaleza divina? Simplemente, permaneció inmutable. Su naturaleza divina, no es que volviese al Padre tal como era en la eternidad, sino que nunca se separó de Él; porque Dios es una Unidad indivisible e inmutable, en la que las tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo subsisten en un solo Ser. La muerte del Hombre Jesús no afectó a la existencia del Ser divino, en ninguna de Sus tres Personas. Si Dios Padre es Espíritu (Juan 4:24), también lo es Su Hijo, antes de la Encarnación, durante y después de la misma.

Observemos que, mientras que el Hombre Jesús vivía en la Tierra, el Hijo de  Dios, Segunda Persona de la Divinidad, no tuvo necesidad de abandonar el Cielo, ni hacer una escisión en el Ser de Dios, para poder encarnarse y tomar cuerpo humano; sino que su cualidad de Dios, la omnipresencia, le permitía estar simultáneamente en el Cielo, como Dios, y en la Tierra como Hijo del Hombre. A esto parece apuntar el enigmático versículo del capítulo tres del Evangelio de San Juan (3:13), sobre el que también redacté un artículo titulado: ¿Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo?

Juan 3:13: Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

En aquella ocasión escribí que solo el Hijo de Dios, que proviene del Cielo, ha podido descender para revelarnos las cosas celestiales que son esenciales para la salvación de los seres humanos. Es decir, el énfasis no está en que “nadie subió al cielo” sino en el hecho que aunque haya habido alguien que haya subido, nunca nadie habría podido descender para revelar las cosas celestiales, pues ellas solo corresponden a Dios, y ningún ser humano tiene acceso a Dios, excepto “el Hijo del Hombre que está en el cielo”. Al mismo tiempo – ubicuidad u omnipresencia–, Jesús, como Hijo del Hombre, está en la Tierra, y como Hijo de Dios es omnipresente y también está en el Cielo simultáneamente.

El Hijo de Dios tomó cuerpo humano verdadero, en un momento determinado de la historia de este planeta, y durante tres días ese ser humano, fruto de la acción del Espíritu Santo en el seno de la virgen María, cuando llegó su hora, sencillamente, murió o dejó de vivir, es decir, permaneció muerto, sin ningún tipo de vida, como le ocurre a cualquier otro ser humano cuando muere.

¿De dónde viene la creencia de que cuando uno muere, el espíritu, entidad autónoma que tiene vida consciente en sí misma se separa del cuerpo para vivir en otra dimensión o estado?

¿En qué se fundamenta esa creencia, sino solo en el ansia o anhelo humano comprensible de existir eternamente?

Puesto que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8), al tomar cuerpo humano no cambió la esencia y sustancia del Hijo de Dios, sino que sencillamente añadió la naturaleza humana a Su eterna naturaleza divina.

El Hombre Jesús, que murió en la cruz, cuando resucitó al tercer día, pudo, ciertísimamente y con todo rigor, decirle a María Magdalena: “aún no he subido a mi Padre” (Juan 20:17), porque esa era la verdad absoluta, ya que el espíritu o alma no tiene existencia consciente después de que el cuerpo muere.

Por lo tanto, si el alma o el espíritu humano del Hombre Jesús, hubiera tenido vida consciente y autónoma, una vez separado de Su cuerpo muerto, el día viernes del año 30 d.C., en que expiró, y hubiera ido al Paraíso o al trono del Padre celestial –como sostienen la Iglesia católica y la mayoría de las iglesias evangélicas–, Jesús no habría podido decirle a María Magdalena: “aún no he subido a mi Padre” (Juan 20:17).

Juan 20:16-18: Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). (17) Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (18)  Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.

5. ¿Qué es el Hades? ¿Quiénes son los que van al Hades?

“Hades” es la palabra griega que traduce el término hebreo “Seol”, que se usa en el Antiguo Testamento. Los vocablos Seol y Hades, aparecen unas treinta veces en el Antiguo Testamento (Núm. 16:33; Dt. 32:22; Sal. 6:5; 9:17; 16:10; 49:15; 55:15; 86:13; 88:3,4,10-12; Pr. 5:5; 9:18; Isaías 28:15; 38:10; 57:9; Oseas 13:14; Am. 9:2: Jon. 2:2; etc.) y siete en el Nuevo Testamento (Mt. 11:23; 16:18; Lc. 16:23; Hch. 2:27,31; Ap. 1:18; 6:8; 20:14), respectivamente.

Los siguientes textos aclaran bastante lo que representa el Seol, o, el Hades, puesto que son dos vocablos para denominar una misma cosa:

Números 16:30-33: Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. (31) Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. (32) Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. (33) Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.

El Seol es, pues, básicamente, un lugar, morada de los muertos, símbolo del cementerio, o del sepulcro, es decir, un lugar bajo tierra donde normalmente se entierran a los muertos; tenebroso y sombrío lugar al que todos vamos a parar, más tarde o más temprano, cuando morimos, del que nadie tiene posibilidad humana de salir vivo sino es mediante la resurrección. Pero representa también el poder corrompedor y destructor del pecado, la muerte y el diablo. Para los creyentes es un lugar de paso provisional, “porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz [la del Hijo del Hombre]; (29) y los que hicieren lo bueno, saldrán  a resurrección de vida…” (Juan 5:28-29pp.); pero el destino de los malvados es muy distinto, pues Jesús afirma, en la última parte del versículo veintinueve, que “los que hicieron lo malo, [saldrán] a resurrección de condenación”  [o de “juicio”, NBJ,1998] (Juan 5: 29úp.).

Nótese que en los pasajes, transcritos antes, del libro de Números (16:30-33),  se ve claramente, que [todos los hombres que siguieron a Coré en su rebelión a Dios] aunque descendieron vivos al Seol, es decir, fueron tragados cuando “se abrió la tierra que estaba debajo de ellos”, “perecieron”, porque los cubrió la tierra, y como consecuencia dejaron de respirar.

Por lo tanto, ¿qué vida puede haber bajo tierra sin oxígeno? ¿Puede haber algún tipo de vida espiritual? En el supuesto que existiera muy pobre sería. Veamos cuán descriptivo es el siguiente texto que se refiere al Seol:

Eclesiastés 9:10: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. 

En el Seol no hay, pues, ningún tipo de vida, ni material ni espiritual. Compárese con Salmo 6:5; 16:10; 49:15; Isaías 38:18; Amós 9:2.

Salmos 9:17: Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios.

Salmos 49:14: Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.

Salmos 86:13: Porque tu misericordia es grande para conmigo, Y has librado mi alma de las profundidades del Seol.

Salmos 88:3-6: Porque mi alma está hastiada de males, Y mi vida cercana al Seol.  (4)  Soy contado entre los que descienden al sepulcro;  Soy como hombre sin fuerza,  (5)  Abandonado entre los muertos, Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro,  De quienes no te acuerdas ya, Y que fueron arrebatados de tu mano.  (6)  Me has puesto en el hoyo profundo, En tinieblas, en lugares profundos.

Salmos 16:9-11: Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente; (10) Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción.  (11)  Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.

Ahora, si comparamos los textos del libro de los Salmos (16:9-11) con los pasajes del capítulo dos del libro de los Hechos de los Apóstoles (2:9-36), comprobaremos, en primer lugar, lo que ya sabíamos: que el Seol es lo mismo que el Hades. Y en segundo lugar, que los textos que cita el rey David en dichos Salmos, se refieren a que él mismo “siendo profeta… (31)… habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Hechos 2: 30-31; cf. 2: 25-28).

Dada la importancia de estos pasajes, prefiero transcribir un contexto suficiente que permita comprender y analizar mejor los mismos:

Hechos 2:22-28: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;  (23)  a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;  (24)  al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.  (25)  Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí;  Porque está a mi diestra, no seré conmovido.  (26)  Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,  Y aun mi carne descansará en esperanza;   (27)  Porque no dejarás mi alma en el Hades,  Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.  (28)  Me hiciste conocer los caminos de la vida;  Me llenarás de gozo con tu presencia.

Hechos 2:29-36: Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.  (30)  Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,  (31)  viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.  (32)  A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.  (33)  Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.  (34) Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,  (35)  Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.(G)  (36)  Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Por lo tanto, de todos los textos citados no podemos sino deducir que la única esperanza que tenía el patriarca David, por la cual su “corazón se alegró, y se gozó [su] lengua”, fue su fe en la resurrección de la carne: “Y aun mi carne descansará en esperanza; (27) Porque no dejarás mi alma en el Hades (Hechos 2: 26,27). Es decir, su esperanza de sobrevivir a la muerte estaba puesta en la futura resurrección de Cristo –un indudable evento que ya es histórico para todos los que han y hemos vivido después de la misma–, la cual esperanza es idéntica a la que tenemos todos los creyentes cristianos; puesto que David tuvo una experiencia con la muerte semejante a la de todos los seres humanos, “murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy” (Hechos 2: 29pú.) “. …porque David  no subió a los cielos” (Hechos 2: 34 pp).

Notemos que “David no subió a los cielos”, no porque hubiera sido condenado a ir al infierno, sino sencillamente porque no había llegado el día de la Resurrección, la cual se efectuará, para todos los salvados de todas las épocas, en el día de la Segunda Venida de Cristo (1ª Tes. 4:13-18).

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15) Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.  (18)  Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

En resumen, todos los seres humanos que han muerto y que irán muriendo hasta la Parusía de nuestro Señor Jesús están o van al Seol (hebreo) o Hades (griego), que es lo mismo que el cementerio o el sepulcro, o cualquier otro lugar, ya sea mar o tierra: “…hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19; cf. Apocalipsis 20:13-15:).

Apocalipsis 20:13-15: Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; (29) y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”  (Juan 5:28-29).

1 Corintios 15:13-23: Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. (14) Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. (15) Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. (16) Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; (17) y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.  (18)  Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.  (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.  (20)  Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.  (21)  Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

Por lo tanto, nuestra salvación solo está en Cristo y en la Resurrección futura: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (4) Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:3-4).

¡Gracias a Dios, por Jesucristo,  “el que vive, y estuvo muerto; pero que vive por los siglos de los siglos, amén; y tiene las llaves de la muerte y del Hades”!. (Permítaseme que haya hecho esta paráfrasis de Apocalipsis 1:18).

Hebreos 2:9-15: Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. (10)  Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. (11) Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, (12) diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre,  En medio de la congregación te alabaré. (13) Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. (14) Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

6. ¿Demuestra la parábola del Rico y Lázaro que los espíritus de Abraham y Lázaro están ahora viviendo, como seres autónomos dotados de plena consciencia, en el Paraíso celestial y en el infierno, respectivamente (Lucas 16:19-31)?

No es de extrañar que la doctrina católica, que se apoya no solo en las Sagradas Escrituras sino que considera de igual autoridad la Tradición y su Magisterio, sostenga la inmortalidad del alma, y que enseñe que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere; y como consecuencia del mismo, Él los envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio, donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.

Sin embargo, me deja perplejo que la mayoría del mundo evangélico o protestante haya dado por buenas las citadas creencias católicas, exceptuando el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al cielo o al infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal. Por eso, no está demás transcribirla a continuación:

Lucas 16:19-31: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

En dicha parábola, se citan dos zonas que están separadas por una “gran sima” (Lucas 16:26) (1), formando dos sectores diferenciados, al parecer, uno para los perdidos y el otro para los salvados. Uno de estos compartimientos –el de los condenados o perdidos– es llamado el Hades, un lugar donde supuestamente va a parar el espíritu del hombre rico para sufrir tormentos (Lucas 16:23,24). Sin embargo, nótese que se describe el espíritu de Lázaro como teniendo ojos y lengua que necesitaba ser refrescada con agua, porque estaba siendo atormentado por una llama.

El otro lugar, adyacente al Hades, que estaba separado solo por “una gran sima”, es llamado el “seno de Abraham” (Lucas 16:22); la parábola relata que, al morir, el mendigo Lázaro fue llevado por los ángeles a este último lugar. Se describe un diálogo en el que el Rico, al ver “de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno (V.23)”, le pide ayuda: Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”  (Lucas 16:25).

En primer lugar, el contenido de la parábola, independientemente que derive de hechos o personajes históricos o simplemente fruto de la tradición existente, se sitúa, evidentemente, en el pasado, en la época de Jesús o anterior, antes del juicio final por tanto. Esta ubicación en el tiempo se evidencia porque el rico ruega a Abraham para que envíe a Lázaro a testificar a sus cinco hermanos (del hombre rico), a fin de que ellos pudiesen ser salvos, y no fuesen también a ese lugar de tormento donde estaba el rico. Claramente este ruego del rico no tendría sentido si se ubicara después del juicio final, cuando ya no hay lugar para predicar la Palabra de Dios.

Sin embargo, nótese que el relato no nos habla, en ningún momento, de las almas o espíritus del rico y de Lázaro sino de sus personas enteras con cuerpo incluido. Se nos describe al rico sufriendo, en su cuerpo físico, el tormento de una llama, lo que contradice claramente la enseñanza de la Escritura, de que los cuerpos son resucitados en la Segunda Venida del Señor Jesús, que es cuando se realiza el juicio.

En segundo lugar, la figura literaria, que emplea Jesús en este relato, llamada prosopopeya, al igual que sus parábolas, tiene indudablemente un objetivo pedagógico,  que en este caso no consiste en enseñar la existencia de vida consciente del espíritu o alma, sin el cuerpo, después de la muerte, pues ya hemos comprobado que en toda la narración no aparecen tales conceptos. Asimismo, Jesús no está confirmando la existencia real de dos lugares adonde van los muertos para desarrollar otro tipo de vida.

Según la descripción citada antes, el lugar donde es llevado Lázaro por los ángeles es denominado, el seno de Abraham, y allí reside Abraham (obsérvese que no está en el cielo). Y separado, por “una gran sima”, se encuentra el otro sitio llamado el Hades. Es curioso notar que los habitantes de uno y otro lado podían observarse y hasta comunicarse verbalmente. Por otro lado, por el resto de la Palabra de Dios sabemos que el Hades, equivalente al Seol, no es un lugar de tormentos, sino la morada de los muertos o cementerio.

¿Acaso nos dice la Biblia que el espíritu de Abraham vive en algún lugar?

Génesis 25:7-9: “7 Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. 8 Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo. 9 Y lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la cueva de Macpela, en la heredad de Efrón hijo de Zohar heteo, que está enfrente de Mamre, 10 heredad que compró Abraham de los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su mujer.”

Abraham, como le ocurre a toda persona al morir, exhaló su espíritu, y su cuerpo fue sepultado. La Biblia no dice que fue al cielo. En cambio, si tomamos las palabras literales de Jesús como si se tratase de la descripción de hechos, lugares y personajes reales, deberíamos admitir que Abraham, toda su persona –pues la Biblia no habla en ningún momento del alma o del espíritu de Abraham– está viviendo en un lugar llamado “el seno de Abraham”, donde también ha ido a parar el mendigo Lázaro, y nadie más que se sepa. En ninguna parte de la Biblia, que yo conozca, se nombra o se describe este lugar. No obstante, si realmente existiese, no estaría muy lejos del lugar llamado el Hades, puesto que están separados por “una gran sima”, pero que ésta no impide que  el Rico y Abraham se puedan observar y comunicar verbalmente, aunque ese obstáculo o frontera sí tiene capacidad de evitar que sus habitantes pasen de un lugar a otro.

Nótese que el rico sólo habla con Abraham para solicitarle que envíe a Lázaro a fin de prevenir a sus cinco hermanos de los tormentos a que podían verse sometidos cuando murieran, si se comportaban como él mismo lo había hecho. Es evidente que todo es figurativo. Se está poniendo en boca del rico muerto una petición a un personaje histórico muerto, y que en el supuesto que el alma o espíritu de Abraham viviera de forma consciente como una persona, le resultaría imposible a él, hacer que Lázaro resucite y vuelva a la Tierra sólo para informar a los hermanos del Rico del castigo a que pueden estar expuestos. En la respuesta de Abraham se ve claramente que él no piensa que sea posible enviar el espíritu de Lázaro a la Tierra si previamente no fuese resucitado.  Por eso Abraham le responde al Rico: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos” (Lucas 16:31). “Levantarse de los muertos” sin duda significa ser resucitado. Por otra parte, la repuesta que Jesús pone en boca de Abraham a la petición de ayuda del Rico no es un hecho histórico sino que forma parte de la misma escenografía, pues la razón aducida por Abraham –recibiste tus bienes en tu vida”– no es razonable, ni lógica, ni ajustada al espíritu de la Biblia. Nadie es condenado por el hecho de ser rico y de tener muchos bienes, sino por hacer mal uso de ellos y ser inmisericorde.

Ahora, vamos a tratar de identificar el lugar donde fue a parar el Rico llamado el Hades.  La última parte de Lucas 16:22 dice: “...Y murió también el rico, y fue sepultado.”, y a continuación en el versículo 23: “Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno”. Notemos que la Escritura dice claramente que el Rico fue sepultado. Sin embargo, no dice que su espíritu o alma fuese al Hades, sino que más bien, identifica el Hades con la sepultura (al igual que el Seol en el A.T.), pues desde allí el Rico “alza sus ojos”. Es decir, ¿Dónde están sus ojos? En su cuerpo. ¿Dónde fue puesto su cuerpo? En la sepultura.
 
El relato es claramente una prosopopeya, que según alguna de las definiciones de los diccionarios, es una figura retórica consistente en presentar seres irracionales que hablan y se comportan como personas, o bien en poner el escritor o el orador palabras o discursos en boca de personas verdaderas o ficticias, vivas o muertas. Generalmente su objeto es dar una enseñanza moralizante, por medio de personajes y lugares reales o de ficción. Más adelante, pues, trataremos de identificar cual es la lección, enseñanza o doctrina que quiere mostrarnos nuestro Señor Jesús.

Lucas 16:23, 24: “(23) y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. (24)Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua”porque estoy atormentado en esta llama.”

Nos parece una parábola, o prosopopeya, además de por las razones ya citadas, por las siguientes:

Con esta parábola Jesús no confirma  en absoluto que haya vida consciente sin cuerpo después de la muerte sino que, por el contrario, hace referencia a la resurrección como única posibilidad de comunicarse con los vivos: “Si no oyen a Moisés y a los profetas tampoco se persuadirán  aunque alguno se levantare (resucite) de los muertos  (Vers. 31). Luego para Jesús, la única posibilidad de que alguien del más allá se comunique con los vivos de este mundo es mediante la resurrección.

La ingenuidad y sencillez del relato, el hecho de que el Rico pudiera ver a Abraham y al mendigo lázaro, siendo que el primero está en un supuesto infierno temporal y los otros dos en una especie de paraíso transitorio, evidencia que se trata de una parábola, que como tal no pretende describir una realidad espiritual sino solo una enseñanza moral. Aunque parezca increíble tanto católicos como evangélicos toman este relato de Jesús como algo real.

7. ¿Fue el buen ladrón, que fue crucificado al lado de Jesús, al Paraíso, el mismo día que murió, sin esperar al día de la Resurrección? (Lucas 23:43).

Era importante entender bien la parábola del Rico y Lázaro para poder interpretar adecuadamente las palabras que Cristo en la cruz dirige al “buen ladrón”: Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Aunque este texto es de la versión de la Biblia de Reina-Valera de 1960, y las palabras que contiene y sentido de la frase son similares o prácticamente iguales en muchas otras versiones o traducciones de la Biblia, he encontrado dos versiones algo distintas:

Nueva Reina Valera de 1990 (NRV1990). Lucas 23:43: “Entonces Jesús le contestó: "Te aseguro hoy, estarás conmigo en el paraíso".

Sagrada Biblia Nácar Colunga de 1944 (N-C). Lucas 23:43: “Él le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso”.

Observemos que según en lugar donde se coloque una coma cambia el sentido totalmente.

El malhechor crucificado al mismo tiempo que Jesús, conocido como el “buen ladrón”, poco antes de morir, demostró su fe reconociendo a Jesús como su Salvador, por lo que recibió la promesa de que iría al paraíso. Podemos leer el contexto más amplio en Lucas 23: 39-43. Nuestro análisis se enfoca a los siguientes dos textos 42 y 43 de Lucas 23.

Lucas 23:42-43: “(42) Y dijo a Jesús: acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (43) Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”

En esta declaración de Jesús, tal como está expresada en la mayoría de las traducciones, muchos han querido encontrar la confirmación de que el alma o el espíritu son inmortales, y que cuando uno muere, sólo muere el cuerpo, en tanto que el espíritu sigue viviendo, de forma consciente, y es trasladado al Paraíso.

En primer lugar, cualquier pasaje o versículo de la Biblia se debe interpretar siempre a la luz del contexto inmediato, cercano, lejano, así como del contexto general de la entera Palabra de Dios. Por tanto, no sería correcto que sobre un versículo aislado, sacado totalmente de su contexto y sin tener en cuenta el resto de la Biblia, se pretendiera extraer, y fundamentar la doctrina de la supervivencia e inmortalidad del alma después de la muerte.

En segundo lugar, el significado o sentido último que obtengamos o que se desprenda de la lectura superficial y ligera del mismo no puede estar en contradicción con las declaraciones y afirmaciones del resto de la Biblia. Si este fuera el caso deberíamos pensar que se interpreta incorrectamente o que la traducción del texto literal ha podido tener algún error.

La Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, a los profetas y hombres santos de Dios, y por eso no puede contradecirse. Sin embargo, debemos ser conscientes de las limitaciones humanas y de la imperfección del lenguaje, y de posibles errores de los traductores y copistas.

Los seres humanos al ser imperfectos, y actuar con ideas preconcebidas y prejuicios, empezando por los traductores más y menos antiguos, y siguiendo por todos y cada uno de los que interpretan la Biblia, han podido cometer errores, que no obstante, son detectables cuando analizamos el texto, sin partidismo, con imparcialidad, tratando, en todo momento, de dar al texto en cuestión un sentido que armonice con el conjunto total de la Revelación que Dios ha dado a la humanidad.

La doctrina católica refiere que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere, y como consecuencia del mismo, Él las envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.

Esta creencia católica es bastante similar a la del cristianismo evangélico, si se exceptúa el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al cielo o al infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal, basándose en la misma para fundamentar la esencia de esta doctrina.

Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal, basándose en la misma para fundamentar la esencia de esta doctrina; y por lo tanto, al interpretar literalmente las palabras que Jesús le dijo al “buen ladrón” –De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43) deducen lo siguiente:

Sin embargo, observemos que el malhechor arrepentido no pretende ni pide estar en el “paraíso” con Jesús en ese mismo día, sino que denota ser bastante conocedor de la Sagrada Escritura al rogarle: “acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (Lucas 23:42). Esa es la petición correcta y la clave para entender lo que responde Jesús, que coincide plenamente con la bienaventurada esperanza de todos los cristianos de la venida en gloria de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo al final del mundo (Tito 2:13; Mateo 24:31; 25:31; Marcos 13:26-27; Lucas 13:28; etc.).

La Palabra de Dios afirma en multitud de textos que los creyentes irán al “paraíso” al fin de este mundo, Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, (32)  y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.” (Mateo 25:31,32).

Entonces, “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, no antes, sino en la Parusía, será cuando cada uno recibirá su alabanza de Dios, y serán vivificados, es decir, los muertos vuelven a vivir.

Mateo 24:31: Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

1ª Corintios 4:5: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.

1ª Corintios 15:22-23: Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

1ª Corintios 15:51-55: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  (52)  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  (53)  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  (55)  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

Colosenses 3:4: Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

1ª Tesalonicenses 2:19: Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?

1ª Tesalonicenses 4:13-17: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.  (15)  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.  (16)  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  (17)  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.(A)

2ª Tesalonicenses 1:7-10:  y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,  (8)  en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  (9)  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,  (10)  cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).

2ª Tesalonicenses 2:1: Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,

2ª Timoteo 1:12: Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

2ª Timoteo 4:7-8: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.  (8)  Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “paraíso”.

Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.

¿Cómo entender esta afirmación de Jesús porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?

La primera muerte es natural y en la Biblia se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo y eterno en sus consecuencias que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).

Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  (26)  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.

Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).

Ahora, es necesario preguntarnos ¿cómo pudo Cristo prometer  al “buen ladrón” que iría en ese mismo día al “paraíso”? ¿No está esto totalmente en contradicción con todos los otros textos de la Palabra de Dios que afirman lo contrario y con lo que Él mismo dijo en muchas ocasiones?

¿No puede haber un error en la traducción de ese texto tan discordante porque afirma “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 43) echando por el suelo y contradiciendo abiertamente todos los otros muchos pasajes bíblicos, incluso aseveraciones del propio Jesús?

En la frase de Jesús de Lucas 23:43 existen dos palabras clave que es necesario analizar para interpretar correctamente el texto bíblico: “hoy” y “paraíso”, y una tercera, la conjunción “que”, la cual, no está, al parecer, en los manuscritos más antiguos.

Lucas 23:43: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso

Se ha probado suficientemente por la sola Biblia que al Paraíso nadie va sino es mediante la resurrección. Ahora, abordaremos en primer término, lo que significa “paraíso” y en que lugar se encuentra o se ubica, según la Biblia misma. En segundo lugar, estudiaremos si, para evitar contradicción en el contexto bíblico, fuese más correcto que el adverbio “hoy” en esa declaración de Jesús calificase al verbo “decir” (“digo”), en lugar de  al verbo “estar” (“estarás”).

 ¿Dónde ubica la Biblia el paraíso?

Todos estaremos de acuerdo que el paraíso primitivo estaba en el huerto del Edén, donde Adán y Eva vivieron hasta que pecaron (Génesis 2:8-15; 3:22). Allí se encontraban dos famosos árboles: el de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida en medio del huerto. Éste último sólo está en el paraíso, como comprobaremos más adelante en el libro de Apocalipsis.

Génesis 2:8-10: “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y  puso allí al hombre que había formado. 2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida  en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. 2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos.”

Génesis 3:22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de  nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.”

¿Dónde se encuentra actualmente el paraíso según la Biblia?

Por los siguientes versos deducimos que el árbol de la vida está actualmente en medio del paraíso de Dios.

Apocalipsis 2: 7: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

¿Está el paraíso en el Hades, en el “seno de Abraham” o en el cielo con Dios?

Aparte de la parábola del Rico y Lázaro, que ya analizamos anteriormente y en otro estudio, no hay apoyo bíblico para la creencia de que el paraíso se encuentre actualmente en el Hades o cerca del mismo. Incluso esta parábola no se refiere al paraíso sino al “seno de Abraham”.

Apocalipsis 22:2 nos expresa claramente que el trono de Dios y del Cordero estará en el paraíso, donde también está “el árbol de la vida”, y sabemos que el trono de Dios está en el cielo y no cerca del Hades, que según la parábola sería un lugar de tormentos, pero que en realidad no es más que una figura que representa al cementerio o la sepultura.

Apocalipsis 22:1-4,14: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. 3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. [… ] 14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”

Concluimos, pues, que el paraíso está en el cielo, donde se encuentra el trono de Dios, y allí está también el árbol de la vida, semejante al que estaba en el Edén de la primitiva Tierra. Seguidamente veremos que Jesús, mientras estuvo muerto, no pudo estar en el paraíso y sólo cuando resucitó fue al cielo.

¿Dónde fue Jesús el mismo día (viernes santo del año 30 d.C.) cuando murió en la cruz?

¿Fue Jesús directamente al paraíso en ese mismo día o tuvo una estancia de tres días bíblicos en el Hades o sea en la sepultura?

En ese mismo día tampoco Jesús fue al paraíso, porque Jesús resucitó al tercer día, el domingo de resurrección, y esa declaración la hizo el viernes, cuando murió, tres días antes de su resurrección. Es necesario saber que en la tradición judía, o sea bíblicamente hablando cuentan el día de la muerte y el de la resurrección como días enteros e inclusivos. Jesús murió un viernes por la tarde a la hora novena –las seis de la tarde– (Marcos 15:34), y resucitó el primer día de la semana (domingo). Sin embargo, cuando llegaron las mujeres a su sepultura “muy de mañana” (Lucas 24:1) “ya salido el sol” (Marcos 16:2), pero “siendo aún oscuro” (Juan 20:1), Él ya había resucitado. Por tanto, Jesús estuvo en el Hades, o sea en el sepulcro, apenas unos pocos minutos del viernes, porque el día bíblico termina a la puesta de sol, todo el día sábado, y una parte de la noche del sábado al domingo. Puesto que las mujeres fueron muy de mañana y ya había resucitado Jesús, pues la tumba estaba vacía, quiere decir que Jesús resucitó en cualquier momento desde la puesta de sol del día sábado hasta poco antes de que llegaran las mujeres. Por eso la Palabra dice que resucitó al tercer día, porque se computan ambos días, el viernes de su muerte y el domingo cuando resucitó.

En cualquier caso, Cristo no subió al Cielo el mismo día viernes en que murió. ¿Por qué afirmamos esto? Porque cuando Jesús, el domingo, acababa de resucitar, se le presentó a María, y le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” (Juan 20:17). Luego es evidente que Jesús no se había presentado ante el Padre que está en el Cielo. Luego tampoco fue al paraíso, porque, como hemos probado antes, el paraíso no está en el Hades sino con Dios en el cielo.

Por otra parte, el Salmo 16:10, refiriéndose a Jesús, dice: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.”, y en Hechos 2: 27, durante su primer discurso, Pedro identifica el Hades con el Seol, y, también, que David en ese Salmo se estaba refiriendo proféticamente a Jesús, del que dice que no sería dejado en el Seol o en el Hades para que no sufriese corrupción.

¿Qué quiere decir: “ni permitirás que tu Santo vea corrupción”?

Significa que tanto el Seol como el Hades son lugares donde se corrompen los cuerpos de los seres humanos. Es lo mismo que ocurre en las sepulturas o tumbas. Un cadáver, a los pocos días después de ser enterrado, empieza a descomponerse, hasta convertirse en polvo con los años. Dios no permitió que esto le ocurriera al cuerpo de Jesús porque fue resucitado al tercer día de su muerte: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Hechos 2: 27).

Pedro lo explica magistralmente en los versos siguientes del libro de los Hechos (2: 29-35). David, aunque fue profeta, murió y fue sepultado como todo el mundo, “porque David no subió a los cielos;...” (Hechos 2:34). Como profeta tuvo el privilegio de conocer que Cristo Jesús nacería, según la carne, de su descendencia (verso 30) y le fue revelado que Jesús sería resucitado, por lo que “su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Verso 31). Sólo la resurrección evita la corrupción del cuerpo de Jesús, y da vida a su alma que había dejado de existir por tres días.

Otra prueba más: el apóstol San Pablo también afirma que el paraíso está en el cielo y no en el Hades.

2ª Corintios 12:1-4: “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”

¿Dónde fue arrebatado Pablo en visión?

“Fue arrebatado al paraíso” (2ª Corintios 12:4).

En 2ª Corintios 12:2 se nos dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, y en el versículo 4, se identifica el “tercer cielo” con “el paraíso”. Luego, el paraíso está en el cielo y no en el Hades. Posiblemente, el tercer cielo a que se refiere Pablo tiene que ver con el nuevo cielo que vio también Juan en visión, relatado en Apocalipsis 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. El primer cielo ya pertenece al pasado prehistórico, el cielo original de Génesis 1:1, y que luego con el diluvio sufrió una profunda transformación. El segundo cielo, que es el cielo y la tierra actual están reservados para el fuego en el día del juicio (2ª Pedro 3:7, 10). El tercer cielo, es el paraíso, y es a donde esperamos los creyentes que Cristo nos lleve en la resurrección (2ª Pedro 3: 13: “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”).

¿Adónde fue Jesús cuando resucitó? La respuesta está en Juan 14:1-4:

Juan 14:1-4: “1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.”

El paraíso ahora está en el cielo, que es donde Jesús nos llevará cuando él regrese de nuevo en gloria:

1ª Tesalonicenses 4:13-18: “13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Pero nuestro paraíso definitivo se establecerá en una Nueva Tierra y en un Nuevo Cielo donde estará la nueva Jerusalén y donde Dios morará con los hombres:

Apocalipsis 21:1-4: “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

8. Conclusión

A lo largo de este estudio, que se ha pretendido esté basado sólo en la Palabra de Dios, hemos visto lo siguiente:

Puesto que Jesús, ni, por supuesto, el buen ladrón, fueron ese mismo día al paraíso como refiere el verso de Lucas 23: 42: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, ¿debemos entender que laBiblia tiene contradicciones? ¿No será más bien que los traductores se equivocaron al traducir el texto original colocando el adverbio “hoy” calificando al verbo estar en lugar de hacerlo al verbo “decir”?

Según hemos averiguado, la frase del verso 42, en el manuscrito original no contiene la palabra “que” la cual fue añadida por los traductores y colocada de modo que la frase adquiriera el actual significado en que aparece en todas las versiones de la Biblia que yo conozco.

Por tanto, si prescindimos de la conjunción “que”, la frase sería la siguiente:

“De cierto te digo hoy estarás conmigo en el paraíso”

En este caso el adverbio de tiempo “hoy” podría calificar igualmente al verbo “decir” como al verbo “estar”. O sea que se podrían hacer las dos interpretaciones dependiendo si tenemos o no en cuenta el contexto general de la Biblia. Pues ya hemos visto que si aceptamos como correcta la actual traducción, tal como viene en la mayoría de las versiones de la Biblia, estaríamos ante una auténtica contradicción.

Puesto que la Biblia fue inspirada por el Espíritu Santo no puede tener contradicciones, y si las hubiere se deben, como en este caso, a error de los traductores, concluimos, pues, que el adverbio “hoy” necesariamente se está refiriendo a “digo” y no a “estarás”.

La frase del verso 43 de Lucas 23, teniendo en cuenta que en el original no aparecen las comas, podría quedar de las siguientes maneras:

Ambas son gramaticalmente correctas, y traducen el sentido de la frase adecuadamente para que exista armonía en esta frase con respecto al resto de las Sagradas Escrituras.

Este significado, aparte de armonizar con todo el resto de la Biblia, tiene un sentido lógico porque el adverbio enfatiza al primer verbo pronunciado por Jesús. El énfasis lo coloca Jesús en lo que dice hoy, no en que el suceso se iba producir hoy, porque Él está atravesando por los últimos instantes de su vida, crucificado como un malhechor, y sin embargo, en ese momento, en esa situación tan difícil para que alguien le reconociera como el Mesías Rey, es cuando se produce la conversión del buen ladrón, por eso, por la fe que experimentó éste, Jesús le prometió en ese momento: “estarás conmigo en el paraíso”  un evento que está en el futuro, y que se cumplirá cuando el venga en su reino en gloria para recompensar a cada uno según sus obras.

 

Quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) La explicación de la parábola del Rico y Lázaro de Lucas 16:19-31 la publiqué en un artículo titulado: 2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)

La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan "parte primera, central o última del mismo ".

 

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