Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

¿Por qué Dios creó la luz el primer día y el Sol el cuarto día?

 
 
Versión: 08-02-2015
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Mario, me he alegrado al recibir tu correo. Agradezco tu consulta sobre el sentido, significado o diferencia de las “dos luces”: la luz, que Dios creó en el primer día (Génesis 1:3-5), y la luz del Sol, que junto con la Luna y las Estrellas, fueron, aparentemente, creados en el día cuarto (Génesis 1:14-16); cuando, desde la perspectiva humana, parece más lógico que fueran creados antes que el reino vegetal, que fue creado en el tercer día, según registra el mismo primer libro de la Biblia:

Génesis 1:1-5: En el principio creó Dios los cielos y la tierra.  (2)  Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.  (3)  Y dijo Dios: Sea la luz (A);  y fue la luz.  (4)  Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.  (5)  Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

Génesis 1:11-13: Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. (12)  Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.  (13)  Y fue la tarde y la mañana el día tercero. 

Génesis 1:14-19: Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años,  (15)  y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.  (16)  E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. (17)  Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,  (18)  y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.  (19)  Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

2 Corintios 4:6: Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, (A) es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

O bien, en la versión de la Biblia Textual (BTX) –posiblemente,  la que citas en tu escrito–, que traduce lo siguiente:

Génesis 1:1-19: En un principio creó ’Elohim los cielos y la tierra. (2) Pero la tierra estaba desolada y vacía, y había tinieblas sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. (3) Entonces dijo ’Elohim: Haya luz. Y hubo luz. (4) Y vio ’Elohim que la luz era buena, y estableció ’Elohim separación entre la luz y la oscuridad. (5) Y llamó ’Elohim a la luz día y a la oscuridad llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: Día uno.

Génesis 1:14-19: Y dijo ’Elohim: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para diferenciar entre el día y la noche, y sirvan por señales, y para solemnidades, y para días y años,  (15)  y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.  (16)  E hizo ’Elohim las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día, y la lumbrera menor para regir la noche.  (17)  Y puso ’Elohim las estrellas en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,  (18)  y para regir durante el día y la noche, y para separar la luz de la oscuridad. Y vio ’Elohim que estaba bien.  (19)  Y fue la tarde y fue la mañana: Día cuarto.

Al respecto me comentas lo siguiente:

“Aquí entró en mi mente que la primera luz no es como la segunda, que la primera es más poderosa y eterna que la segunda, que la primera se estableció y la segunda fue creada (pero esto es muy ambiguo pues no tengo conocimiento del hebreo) leamos los versículos en cuestión [transcritos arriba].

“Estas Escrituras hablan verdad pero debemos entenderlas perfectamente y el Evangelio de Jesús transcrito por sus apóstoles nos revela el misterio que encierra este capítulo.

“El apóstol Juan en sus esplendorosos escritos no enseña lo siguiente: 

Juan 1:4: En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Apocalipsis 22:5: No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.

“Así que muy dentro de mí me enseña que esa luz establecida antes de la creación de la tierra y todo su ejército es Jesús, que Dios estableció a Jesús como la luz gobernante de esta creación (Juan 1:3: Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho).

Juan 8:12: Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

“Esto nos revela que realmente Jesús estaba desde el principio de toda esta creación como la luz buena que resplandece en la oscuridad y que además el Hijo estuvo presente actuando en la creación del mundo.

“Lo he tomado como fundamento para mi crecimiento espiritual aunque el enemigo nunca cese con sus maquinaciones.

“Muchas gracias por tu tiempo espero tu comentario o cuestiones con respecto a mi escrito” (Mario).

En tu escrito se plantean implícita o explícitamente las siguientes cuestiones, que más abajo trataré de responder:

¿Qué diferencia hay entre la primera luz y la segunda, correspondiente al Astro solar?

¿Es la primera más poderosa y eterna que la segunda? ¿Fue la primera establecida y la segunda, creada? ¿Es o simboliza la primera luz al Verbo de Dios (Juan 1:1-3)?

2. ¿Qué diferencia hay entre la primera luz y la segunda, correspondiente al Astro solar?

Como no soy científico no puedo hablar desde ese punto de vista, sino solo desde mi lógica personal y de la interpretación Bíblica que creo Dios me ha dado entender. Al respecto, además de las Iglesias católica, ortodoxa y anglicana, son ya muchos los líderes de las iglesias evangélicas, que han claudicado al aceptar parte de las tesis evolucionistas preconizadas y defendidas por los científicos.

En general, la mayoría de los dirigentes de las principales o más importantes Iglesias cristianas citadas arriba –para conseguir esta conciliación del relato bíblico de los seis días de la Creación con la teoría evolucionista, que afirma que todo se formó lentamente durante millones de años, sin un Creador, mediante el azar y la casualidad– defienden que no hay que interpretar literalmente los primeros capítulos del libro del Génesis, y que cuando la Biblia habla de “Día” y “Noche”, “Y fue la “tarde” y la “mañana un día” (Génesis 1:5), en realidad está queriendo decir miles de años. Esta interpretación no literal, que desnaturaliza y pervierte completamente el texto bíblico, no es posible sostenerla desde un análisis imparcial gramatical y textual del mismo; y esta cesión de la fe bíblica de tantos creyentes, en aras de las tesis evolucionistas de los científicos, solo se puede entender por su falta de valentía intelectual.

Estos líderes religiosos –al no encontrar bases bíblicas para rechazar la evidencia de que los días de la Creación de nuestro mundo son de veinticuatro horas, como siempre han sido desde que éste existe–, absurda, ridícula e ilógicamente tratan de amparar sus postulados apoyándose en un texto de la Segunda Epístola de San Pedro (3:8), que registra: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”; porque cuando se escoge este pasaje aislado y se saca fuera de su contexto para aplicarlo a cualquiera otra parte de la Biblia, se están violando las más elementales reglas de la interpretación bíblica y de cualquier interpretación, solo con el fin de tratar de hacer decir a la Santa Biblia lo que de ninguna manera afirma.

Veamos, pues, algo de contexto, y juzguen ustedes, si el citado pasaje tiene alguna relación con el relato de la Creación del Génesis, o si se puede aplicar al mismo lícitamente.

2 Pedro 3:7-9: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (8) Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. (9) El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

Cualquier persona medianamente imparcial, si analiza el contexto del citado pasaje, se dará cuenta inmediatamente que no tiene nada que ver con el relato de la Creación, sino que se refiere al venidero Juicio de Dios, y su intención es amonestarnos para que tengamos paciencia, y no nos desanimemos con la tardanza de la Segunda Venida de nuestro Señor: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (Pedro 3:8). Nada que ver con los seis días de la Creación, e imposible tratar de probar con dicho texto que cada día de la creación son, al menos, mil años.

Habiendo dejado sentadas las bases de nuestra fe, volvamos a la cuestión que encabeza este epígrafe. El texto –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1)– lo interpreto como que Dios dio comienzo al tiempo, creando el Universo entero; es decir, “los cielos” y el planeta Tierra representan el Universo entero.

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6); “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9). “Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos” (Hebreos 1:10).

Por tanto, ahí estarían incluidos todas las estrellas, la Tierra, el Sol y la Luna; aunque el siguiente pasaje nos describe que “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2); es decir, la Tierra fue dejada por Dios inacabada –“desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”–, o sea, todavía no había ningún tipo de vida en ella, y había oscuridad total; porque Su propósito fue reservarla para realizar una creación especial en seis días, para mostrar a los futuros seres humanos que la habitarían, el ciclo semanal como el más idóneo para su naturaleza, que, además, fuera el modelo que determina la medida del tiempo, que es más ajustado a nuestro sistema solar, “para las estaciones, para días y años” (Génesis 1:14 úp.).

Una primera pregunta nos surge de inmediato; si ya existían el Sol, la Luna y las estrellas que son las fuentes naturales de luz –especialmente el Sol– ¿por qué Dios creó la luz –sin especificar su fuente–, y, además,  “separó Dios la luz de las tinieblas. (5) Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche” (Génesis 1:4,5)?

Notemos que se trata de una luz física –no espiritual– que tiene como finalidad, en primer lugar, alumbrar o iluminar, y propiciar la vida en nuestro planeta; y en segundo lugar, crear la medida del tiempo de un día de veinticuatro horas, con sus correspondientes periodos de luz y de tinieblas, que son llamados “Día” y “Noche”, respectivamente, de forma genérica; pero, a continuación, el texto aclara que “fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5), de modo que  “tarde” corresponde al periodo nocturno –cuando comienza el periodo de veinticuatro horas con la noche, anterior al día–, y “mañana”, al periodo diurno, y ambos conforman “un día”. Y sabemos, que esto se corresponde con un periodo de rotación de la Tierra sobre su propio eje.

Por tanto, Dios, probablemente, no crea una fuente de luz distinta a la del Sol, que ya existía por haber sido creado por Él “en el principio”, sino que empieza a acondicionar el planeta Tierra para que pueda recibir esa luz, haciendo que gire sobre su propio eje inclinado ciertos grados, para que así se establezca el periodo de tiempo de un día, que se compone, como sabemos, de “tarde” –o noche, periodo de tinieblas– y de mañana o día, periodo en que luce el sol.

Por otro lado, tengamos en cuenta que, aunque el Astro Sol ya estaba creado, su luz sería poco o nada perceptible en la Tierra, puesto que Dios todavía no había hecho “la expansión”, y separado “las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión” (Génesis 1:7); “Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo” (Génesis 1:8); es decir, estos “Cielos” se refieren al firmamento o atmósfera terrestre. Notemos que esa “expansión” no estaría completada hasta que el Sol, la Luna y las Estrellas fueron hechos visibles en el día cuarto, habilitando completamente nuestro planeta para que pudiera subsistir todo tipo de vida animal –pues la vegetal fue creada en el tercer día–, que se crearía a continuación.

3. ¿Es la primera luz más poderosa y eterna que la segunda? ¿Fue la primera establecida y la segunda, creada? ¿Es o simboliza la primera luz al Verbo de Dios (Juan 1:1-5)?

Si lo que antecede es cierto, las respuestas enunciadas en el presente epígrafe se responden por sí solas.

¿Es la primera luz más poderosa y eterna que la segunda?

Deduzco, pues, que la luz que Dios creó en el primer día tiene como fuente el Sol; y, por tanto, se trata de la misma luz, aunque, posiblemente, esa luz no tomó todas sus propiedades hasta el cuarto día en que se completó la creación de los “Cielos” o firmamento.

¿Fue la primera establecida y la segunda, creada?

Ambas son, pues, la misma luz, creada por Dios, en distintas fases o etapas de Su Creación; y puesto que se trata de una luz física para separar el Día de la Noche, no tiene que ver con la luz que pueda desprenderse de la gloria de Dios; ni, mucho menos, es una luz espiritual; pues la luz espiritual que se contrapone a las tinieblas espirituales, son símbolos del poder de Dios que descubren y vencen la mentira y el engaño por medio de la luz de la Verdad.

¿Es o simboliza la primera luz al Verbo de Dios (Juan 1:1-5)?

La Palabra de Dios registra que “En él [el Verbo Divino] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. (5) La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5). Parece claro que en estos textos, la luz simboliza una cualidad o característica espiritual del Verbo, que existía desde la eternidad, y que hace más de dos mil años “fue hecho carne” (Juan 1:14). Jesucristo también es representado por “el Sol de justicia” (Malaquías 4:2). Veamos los textos que se refieren a la luz de manera simbólica:

Malaquías 4:2: Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.

Juan 1:1-5: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  (2)  Este era en el principio con Dios. (3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (4) En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. (5)  La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Juan 8:12: Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Lucas 1:78-79: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, (79) Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

Colosenses 1:12-14: con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;  (13)  el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,  (14)  en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Así como la luz del primer día de la Creación sirvió para disipar las tinieblas –oscuridad, y propiciar la vida– físicas, así también, Jesucristo –“la luz del mundo” (Juan 8:12) vino para disolver las tinieblas espirituales y descubrir todo tipo de mentira  y engaño, y dar vida mediante Él mismo, que es Luz, Camino, Verdad y Vida (Juan 14:6). Y en la medida que viva Cristo en nosotros por medio de Su Espíritu, también seremos portadores de luz, o luminarias para el mundo, como dijo Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).

4. Conclusión

Bajo mi punto de vista, el texto –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1)– significa que Dios dio comienzo al tiempo, creando el Universo entero; es decir, “los cielos” y el planeta Tierra representan el Universo entero. Ahí estarían, pues, incluidos todas las galaxias, estrellas, la Tierra, el Sol y la Luna.

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6); “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9). “Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos” (Hebreos 1:10).

Sin embargo, Dios dejó inacabado el planeta Tierra, para realizar posteriormente una creación especial en solos seis días. ¿Por qué lo hizo así, si “él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9)? ¿Por qué quiso crear en seis días, para descansar en el séptimo día?

Simplemente para mostrar a los futuros seres humanos que la habitarían, el ciclo semanal como el más idóneo para su naturaleza,  y para que, además, mediante este modelo comprendieran la medida del tiempo, que es más ajustado a nuestro sistema solar, “para las estaciones, para días y años” (Génesis 1:14 úp.). Es decir, enseñarnos de una forma muy pedagógica, dándonos, con Su ejemplo, la forma de vivir más idónea y adecuada para nuestro actual planeta Tierra.

Notemos, que la luz que Dios creó en el primer día no es espiritual sino física, con una clara función de, en primer lugar, alumbrar o iluminar, y propiciar la vida en nuestro planeta; y en segundo lugar, crear la medida del tiempo de un día de veinticuatro horas, con sus correspondientes periodos de luz y de tinieblas, que son llamados “Día” y “Noche”, respectivamente, de forma genérica; pues, a continuación, el texto aclara que “fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5), de modo que  “tarde” corresponde al periodo nocturno –cuando comienza el periodo de veinticuatro horas con la noche, anterior al día– y “mañana”, al periodo diurno, y ambos conforman “un día”. Y esta es precisamente la función del Sol, que mediante la rotación de la Tierra sobre su propio eje, hace que en unos sitios haya día y en otro noche, pero que estos periodos sumen siempre veinticuatro horas en total.

Por tanto, no sería lógico que Dios crease una luz especial en el primer día, postergando la creación del Sol, la Luna y las estrellas hasta el día cuarto; aunque sabemos que para Dios no hay nada imposible, también es cierto que Dios no es redundante, para crear arbitrariamente –en mi modesta opinión– una luz en el primer día cuya función ya es cumplida por la del Sol, sino que todo lo que Él hace tiene una lógica y un sentido.

Tampoco podemos confundir la luz que pueda irradiar Dios con la luz del primer día de la Creación –ni la luz física con la luz espiritual (1 Juan 1:5)–. La primera es una cualidad o propiedad, atributo de Dios, y la segunda es una creación de Él.

1 Juan 1:5: Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.

Otra cosa muy distinta será cuando Dios cree el Cielo nuevo y la Tierra nueva (Apocalipsis 21:1-3); pues “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:5).

Apocalipsis 21:1-3: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva;(A) porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.  (2)  Y yo Juan vi la santa ciudad,(B) la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,(C) dispuesta como una esposa ataviada para su marido.(D)  (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo,(E) y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Apocalipsis 21:23-27: La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (24) Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. (25) Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. (26) Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. (27)  No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.


En cualquier caso, quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

E.S. = Espíritu Santo

 

 

 

 

 

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