Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

El problema del mal y del sufrimiento (Teodicea)

 

¿Hay alguna guerra santa para Dios?

 
 

Aprendamos a pensar como Dios

 
Versión 28-08-15
 
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Estimado Julio, me alegro de tener noticias de ti, y de saber que sigues estudiando la Palabra de Dios, y con ella los grandes e importantes temas espirituales que atañen a la salvación del ser humano.

Primero de todo, veamos tu interesante comentario y pregunta:

“Al final de tu artículo sobre “Cómo entender las guerras en el Antiguo Testamento” refieres:

“Con la vida, muerte y resurrección de Jesús se inicia la dispensación de la iglesia de Cristo, y ya nunca más son permitidas las acciones violentas y las guerras de cualquier tipo, ni hay ninguna justificación de las mismas (Mateo 5:21-24, 44, 45).”

"Me pregunto por qué antes si están permitidas las guerras y después ya no…

"Muchas gracias por tu atención".
(Julio)

La pregunta que me formulas en tu escrito es muy buena, y se inserta en el contexto del problema de la existencia del mal en el mundo, producto de la rebelión del hombre contra Dios. Si queremos obtener algún entendimiento al respecto tenemos que tratar de ponernos en el lugar de Dios, ver el citado problema y su solución desde la perspectiva de Dios, empatizar con Él.

¿Qué hubiera hecho yo si fuera Dios, habiendo creado a unos seres que se rebelan contra mí? ¿Los hubiera exterminado a todos y habría empezado una nueva creación? O ¿dejaría que se desarrollara todo el proceso y saliera a luz el trigo y la cizaña, el bien y el mal, pero mostrando al mundo el camino, la verdad y la vida, para alcanzar la eternidad en un nuevo mundo donde ya no reine el pecado la muerte y el diablo?

Sin más preámbulos, voy a tratar de responderte, aun siendo consciente de nuestras grandes limitaciones y de que, hasta que seamos glorificados y lleguemos a la eternidad, tendremos que convivir con muchos misterios, empezando por el misterio del mal, seguido por los de la vida, la muerte y el de nuestra Redención en Cristo Jesús –Dios que se encarna y se humilla hasta lo sumo (Jn. 3:16; Fil. 2:6-11; 1 Tim. 3:16) para liberarnos del pecado y de la muerte y darnos la vida eterna (Juan 6:47; 8:31-36, 51; etc.).

2. ¿Respalda Dios las guerras justas y santas si es que hay alguna que merezca estos adjetivos?

Posiblemente, a partir del párrafo que citas de mi artículo –“Cómo entender las guerras en el Antiguo Testamento”–  podría inferirse que, puesto que ahora –y desde la era cristiana– ya no están permitidas las guerras, antes sí lo estaban.

Realmente, esa conclusión no sería correcta, y siento mucho que mi imperfecta expresión, en esas frases citadas, pueda haber dado lugar a esa interpretación. Dios nunca permitió ningún tipo de violencia, ni siquiera la verbal, de un ser humano contra otro (Mateo 5:21-26), y ¿qué son las guerras más que violencia en cantidad?

La violencia y las guerras se iniciaron con la corrupción de la naturaleza humana; la ley del amor que Dios había grabado en la naturaleza humana se transformó en egoísmo, envidia, odio, etc. Poco después de la Caída de Adán, Caín mató a su hermano Abel, por envidia. En el mundo antediluviano pronto se multiplicó la maldad, hasta tal punto que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5-7).

La maldad, violencia y guerras son fruto de la depravación del ser humano caído, y de las equivocadas decisiones de su libre albedrío. Dios se vio obligado a intervenir para destruir, por medio del Diluvio, a los seres humanos cuya maldad había alcanzado cotas insospechadas en esa época del mundo (Gn. 6:5-8,10-21; cf. Mt. 24:38,39; Lc. 17:27; 2 P. 2:5). Y más tarde, de forma puntual, también actuó directamente destruyendo por fuego las depravadas ciudades de Sodoma y Gomorra (Gn. 18:20-33; 19:1,24-29; cf. Mt. 10:15; 11:24; Mr. 6:11; Lc. 10:12; 17:29; 2 P.  2:6; etc.).

Las causas de las guerras

El apóstol Santiago –divinamente inspirado–nos da más luz de las causas de las guerras, en los siguientes textos:

Santiago 4:1-4: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?  (2)  Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.  (3)  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.  (4)  ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Jesucristo vino a crear en nosotros su Reino, que es un Reino de paz:   “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9; ver también, 5-12).

Mateo 5:5-12: Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.  (6)  Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (7) Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (8) Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (9)  Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (10) Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. (11) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (12)  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Las guerras demuestran el fracaso del hombre de querer vivir a espaldas de Dios y de su voluntad. Él dejó que libremente se desarrollara la humanidad antediluviana, y ya vimos que, a consecuencia del elevado grado de maldad y violencia que alcanzó, Dios la destruyó, salvándose solo Noé y su familia (2 Pedro 2:5-9). Sin embargo, los supervivientes del Diluvio tampoco aprendieron la lección, y habrían desembocado en una situación de violencia y maldad semejante a la de sus antecesores, si Dios, esta vez, no hubiera intervenido, revelándose a Noé, Abraham y Moisés, etc. hasta llegar a la revelación máxima de sí mismo que es Jesucristo:

Hebreos 1:1-3: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,...

Dios intervino de forma directa, especial y única en la historia de la humanidad, por medio de su pueblo elegido, para poner límite y fin a la violencia y maldad cuando ellas colmaban el vaso de la paciencia de Dios.

Israel, pues, dio testimonio del Dios vivo, preservó su Palabra, y en su seno nació Jesús, “Dios manifestado en carne” (1ª Timoteo 3:16).

La formación de Israel se realizó en tiempos de gran violencia y maldad. Las naciones de alrededor eran totalmente corruptas, adoraban ídolos y les ofrecían sacrificios humanos para conseguir sus favores (Dt. 12:31; 18:9-14; etc.).

La destrucción y conquista de Canaán se produce, como un juicio de Dios, cuando la maldad de esos pueblos ha llegado al colmo. Dios les dio más de cuatrocientos años de tiempo de gracia para que se arrepintieran. Ellos habían oído del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, también oyeron de las maravillosas señales y prodigios que Dios hizo con el pueblo de Israel para liberarles de la esclavitud de Egipto (Josué 2:9-10; 9:1-4), y sin embargo no se arrepintieron de su maldad.

Las guerras que Dios ordenó fueron necesarias para que Israel pudiese sobrevivir, y para que las otras naciones conocieran cual era el Dios vivo y eterno. Y la preservación de Israel fue imprescindible para que el Mesías prometido llevara la salvación y el perdón de pecados a todas las naciones. Las guerras santas (Deuteronomio 20; 1ª Samuel 15:3,18) eran para la ejecución de los juicios de Dios sobre esas naciones, y debían realizarse cumpliendo estrictamente las leyes que Él había dado. Los pueblos paganos precisaban conocer que se trataba de un castigo del Dios verdadero, el Dios de Israel, ejecutado por la mano de este pueblo.

Además, Israel debía de aprender en su propia carne lo que le ocurriría cuando, apartándose de Dios, se volviera a los dioses de las naciones que le rodeaban, cometiendo, al igual que ellas, todo tipo de perversiones. Las guerras sólo las ganaban cuando coincidían con la voluntad de Dios. Cuando, por su propia iniciativa acometían una invasión, por mucho ejército que tuvieran, eran vergonzosamente derrotados. Esto se hizo evidente en multitud de ocasiones, y finalmente, cuando se contaminaron de la idolatría de las naciones y adoptaron sus costumbres depravadas, Dios permitió que fueran vencidos por Babilonia y deportados allí.

Cuando nos situamos en la perspectiva correcta, entendemos que se trata de la extraña obra de juicio y de castigo de Dios a los pueblos que han sobrepasado los límites de la perversión (Isaías 28:21). Esta extraña operación es llevada a cabo en un momento concreto de la historia y en unas circunstancias especiales. Un momento único y crucial en el que Dios interviene directamente en la historia de la humanidad para darse a conocer como el Creador, el único Dios verdadero y eterno, y para evitar que la maldad y la violencia volvieran a multiplicarse. Es el inicio del plan de salvación para la humanidad. Por tanto, con ese propósito, elige, prepara y forma un pueblo del que vendría el Mesías, por el que recibimos la salvación.

Aunque sabemos que las guerras santas del pueblo de Israel, plantean serios interrogantes morales, difíciles, todavía, de comprender, y que no pretendemos haber contestado a todos, creemos que lo escrito en este ensayo presenta argumentos y cauces razonables de interpretación de las citadas guerras ordenadas por Dios mismo.

En este contexto se inserta mi polémico párrafo que te ha hecho suscitar tu pregunta:

“Con la vida, muerte y resurrección de Jesús se inicia la dispensación de la iglesia de Cristo, y ya nunca más son permitidas las acciones violentas y las guerras de cualquier tipo, ni hay ninguna justificación de las mismas (Mateo 5:21-24, 44, 45)”.

Nunca estuvieron permitidas las guerras, pero Dios tuvo que elegir y formar a un pueblo, el cual tendría que crecer y sobrevivir ejerciendo fe en Dios, porque, de lo contrario, las naciones que le rodeaban, que eran más fuertes y numerosas, fácilmente habrían acabado con el débil pueblo de Dios, pobremente armado y sin conocimiento de las artes de la guerra puesto que eran pastores nómadas y agricultores. De hecho Dios muchas veces les dio la victoria sin que ellos tuvieran que luchar con sus armas –enviando a sus ángeles– y con su infinito poder pudo arrasar todo lo que se oponía a su voluntad, pero Él, quiso que su pueblo luchara para defenderse siguiéndole por fe en su salvación, y para mostrarse al mundo como el Todopoderoso.

3. Conclusión

Con todo lo que he escrito hasta aquí, pretendo que nos situemos en el punto de vista adecuado, el contexto bíblico e histórico, para comprender el hecho de que Dios ordenó la guerra y el exterminio de algunas naciones para que Israel se consolidase como pueblo portador de su testimonio, y pudiera manifestarse en Cristo en el momento adecuado de la historia (Gálatas 4:4). Ahora, desde la perspectiva actual, e incluso desde varios siglos antes del comienzo de la Era cristiana, no se justifican guerras de ningún tipo, ni agrada a Dios cualesquiera que sean los actos de violencia, pues Dios siempre ha sido un Dios de paz y de amor. Como ya hemos visto, sólo la maldad de los hombres es la causa de las guerras, y Dios, en su gobierno providente ha tratado siempre de reducir y limitar la violencia, sin coaccionar la libertad humana.

Por tanto, el mandato de Dios a Israel para que conquiste Canaán, no puede ser tomado como que Dios justifica las guerras en ninguna época del mundo, si acaso podríamos pensar en una guerra en defensa propia, pero los cristianos creemos en la no-violencia, y nunca tomarse la justicia por nuestra propia mano, dejar que sea Él que juzgue, y el que nos defienda de los enemigos, y si fuere necesario debemos entregar nuestra vida por Cristo.

Mateo 5:5-12: Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.  (6)  Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (7) Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (8) Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (9)  Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (10) Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. (11) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (12)  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Lucas 9:24: Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

Juan 12:25-26: El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.  (26)  Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

Espero haber sabido explicar la forma correcta de entender o el verdadero sentido del párrafo citado arriba, que ha suscitado tu cuestionamiento, aunque soy consciente que este tema sigue siendo difícil de comprender, pero como dije al principio, juguemos un poco a “ser Dios”: ¿cómo actuaríamos para impedir las guerras sin coartar ni coaccionar la voluntad humana, es decir, sin determinar su libre albedrío?

Quedo a tu disposición en lo que pueda servirte.

Un fuerte abrazo.

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


 

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que expresamente se indique otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

 

 

 

<Anterior> <Arriba> <Siguiente>

 

Usted es el visitante: