Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

 

¿Cuál es el significado de la imposición de manos en la Biblia?

¿Para qué se usaba?

Versión 11-03-08

Carlos Aracil Orts

Introducción

La imposición de manos es una costumbre existente en la iglesia cristiana que se remonta al Antiguo Testamento cuando algunos patriarcas pedían la bendición y consagración a Dios de sus primogénitos (ver p.e: Génesis 48:14). También para la consagración de los sacerdotes (Num. 8:10; 27:18, 23).

En el Nuevo Testamento, aparece, de nuevo, en muchas ocasiones en el ministerio terrenal de Jesús. Él hizo muchas sanaciones imponiendo sus manos. También se describe en Mateo 19:15, que Jesús impuso sus manos sobre unos niños para bendecirles, etc., etc.

Imposición de manos para consagración del creyente

En la primitiva iglesia cristiana, el primer caso se recoge en Hechos 6:6, y es para la consagración de los siete diáconos. Hechos 6:6: “a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.”

Del mismo modo, en Hechos 13: 2, 3, se relata que a Bernabé y a Saulo les impusieron las manos después que el Espíritu Santo los eligiera para hacer una obra particular de predicación. El propósito, pues, en este caso, como en el anterior del nombramiento de los diáconos son, claramente, actos de consagración, dedicación y recomendación para una obra misionera muy concreta.

Hechos 13:2,3:  “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. 3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.”

Imposición de manos para sanación del creyente

Anteriormente, poco después que se le apareciera Jesús a Pablo en su camino a Damasco, Dios da instrucciones a Ananías para que visite a Pablo y le imponga las manos “para que recobre la vista” (Hechos 9:12), la cual había perdido en su encuentro con Jesús (Hechos 9:8). Esto se describe en Hechos 9:17: “Fue entones Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que  recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.”. Como claramente se indica en 9:12, la imposición de manos de Ananías a Pablo, principalmente, era la acción o el medio por el que Dios se servía para canalizar su poder sanando a Pablo de la enfermedad que tenía en sus ojos.

En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos muchos actos de sanación milagrosa, instantánea y espectacular, como por ejemplo al cojo de nacimiento que sanó Pedro ( Hechos 3:2-10), y también otras sanaciones, que aunque la enfermedad o incapacidad no fuese tan grave como la citada anteriormente, no por eso resulta menos milagrosa, como la que se relata a continuación:

Hechos 28:8

“8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.”

Imposición de manos para transmitir el poder del Espíritu Santo

Sin embargo, las imposiciones de manos, que eran realizadas por los apóstoles de Jesús, los que habían estado con Él, en todo momento y fueron testigos de su vida, muerte en la cruz y resurrección posterior, tenían una especial característica o don que no poseían las realizadas por los otros discípulos de Jesús. Pedro y Juan impusieron las manos a muchos cristianos de Samaria a fin de que recibiesen el poder del Espíritu Santo (Hechos 8:17-19); y también Pablo lo hacía una veces para esto mismo (Hechos 19:6), y otras para sanación ( Hechos 28:8).

Más adelante comprobamos que sólo los apóstoles, los cuales habían recibido poderes milagrosos del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, eran capaces de transmitirlos a otros fieles cristianos, mediante la imposición de sus manos sobre ellos, pero a estos últimos, ya no les fue dada la capacidad de transferir a otros, a su vez, el poder del Espíritu que habían recibido a través de los apóstoles de Jesús. Es decir, la cadena de canalización del poder del Espíritu Santo terminaba en ellos.

Un ejemplo de esto que afirmamos lo tenemos en Hechos 6:5,6. Pues, en la ocasión del nombramiento de siete diáconos, uno de ellos llamado Felipe, a quien, también, los apóstoles le impusieron sus manos, lo encontramos más tarde predicando el evangelio en Samaria (Hechos 8:5) y haciendo grandes milagros de sanación como describe Hechos 8:7: “Porque de muchos que tenía espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;

Existen pruebas, en la Palabra de Dios, que nos indican que sólo los apóstoles del Señor Jesús fueron capaces de transmitir los poderes, que una vez recibieron en Pentecostés, a otros verdaderos cristianos. Sin embargo, Felipe, que estuvo predicando el evangelio en Samaria con grandes señales milagrosas y prodigios, y que incluso consiguió que Simón, el mago, creyese y se bautizase porque “viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8:13), no fue capaz de transmitir esos poderes milagrosos a nadie de los que bautizó en Samaria.

Fue necesario que los apóstoles que estaban en Jerusalén enviaran a Samaria a Pedro y Juan (Hechos 8:14-19) para que los nuevos cristianos, a los que predicó y bautizó Felipe, recibiesen no el don del Espíritu Santo, que ya seguramente habían recibido al ser bautizados en agua en el nombre de Jesús, sino el poder del Espíritu Santo. Leamos primeramente los textos citados para ver en que basamos nuestra afirmación de que la Palabra de Dios se refiere aquí, no al don del Espíritu Santo que todo cristiano obtiene al ser bautizado como sello de salvación (véase Hechos 2:38, 39; Efesios 1:13) sino, más bien, al poder del Espíritu Santo.

Hechos 8:14-19

“14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.”

Por Hechos 2:38, 39 y Efesios 1:13, sabemos que los requisitos, para recibir el Espíritu Santo, son oír y creer las buenas nuevas de salvación, arrepentirse, confesar nuestra fe en Jesús (Hechos 8:37) y bautizarse en agua en su nombre. Por tanto, si lo nuevos cristianos de Samaria ya habían sido bautizados por Felipe, ya tenían el Espíritu Santo de la promesa como sello y garantía de salvación, lo único que les faltaba era el poder del Espíritu Santo, que solamente los apóstoles de Jesús, con la imposición de manos y la oración, estaban capacitados por Dios para transmitirlo. Este poder era el que demandaba también Simón: “Dadme también a mí este poder..” (Hechos 8:19). Es, por tanto, evidente en este contexto, que lo que se transmite por medio de los apóstoles a los cristianos de Samaria, es el poder del Espíritu Santo, de la misma manera que antes lo había obtenido Felipe (Hechos 6:5,6) 

Vamos a ver a continuación algunos ejemplos más en los cuales también el poder del Espíritu Santo es dado a través de la imposición de las manos de algún apóstol de Jesucristo.

En este caso se trataba de unos creyentes de Éfeso que sólo habían recibido el bautismo de Juan, y que en esa ocasión son bautizados en el nombre del Señor Jesús, “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.” (Hechos 19:6).

Estos son los dones o poderes que el Espíritu Santo concede como el quiere, a veces, a través de los apóstoles, y en otras ocasiones de forma directa, pero siempre y únicamente sobre miembros de la iglesia primitiva del Nuevo Testamento (véase 1ª Corintios 12:8-11). A medida que la iglesia se fue extendiendo y consolidando, cuando ya quedó concluido el Nuevo Testamento, ya no fue tan necesaria esa obra prodigiosa del Espíritu Santo. Puesto que nadie más que los apóstoles podían comunicar el poder del Espíritu Santo, cuando murió el último apóstol terminó también esta posibilidad de transmitir estos poderes del Espíritu Santo a más cristianos.

Esto es evidente cuando el mismo Pablo ya no fue capaz de sanar a Timoteo de una simple dolencia estomacal (1ª Timoteo 5:23), ni curarse a si mismo (2ª Corintios 12:7-9).

En el texto siguiente comprobamos que realmente los apóstoles tenían el poder del Espíritu Santo, mediante el cual sanaban o hablaban en lenguas cuando la situación lo requería.

Hechos 28:8

“8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.

Hechos 8:17-19

“17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.” 

Hechos 19:6

“6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.”

Notemos que en estos dos últimos casos, lo que se concede es, más bien, el poder del Espíritu Santo, como lo demuestran las manifestaciones milagrosas que les seguían, puesto que se supone que el Espíritu Santo como sello de salvación ya les fue concedido cuando fueron bautizados.

Conclusión

La imposición de manos ya se utilizaba en el Antiguo Testamento, y  fue el gesto utilizado por Jesús para realizar sus curaciones (Marcos 6:5; Marcos 16:18; etc.) o simplemente expresar bendición (Mateo 19:13,15; Marcos 10:16).

Por otro lado, el Espíritu Santo se servía de la misma, para que los apóstoles que ya habían recibido su poder en Pentecostés, transmitieran, a su vez a otros, el don, poder, carisma o gracia según la voluntad del Espíritu. Además, pues, de ser el medio para traspasar algún don del Espíritu Santo a los primeros cristianos (Hechos 19:6), también se utiliza para consagrar a un creyente para una misión o función determinada (Hechos 13:3).

En 1ª Timoteo 4:14 y 2ª Timoteo 1:6 se habla de la imposición de manos sobre Timoteo de parte de Pablo para la concesión de algún don. Sin embargo, 1ª Timoteo 5:22 da a entender que la imposición de las manos, se había convertido en un acto habitual para, posiblemente, consagrar u ordenar ancianos, diáconos o pastores.

Hoy en día, en mi opinión, este acto de imponer las manos, que no tiene en sí ningún poder milagroso ni mágico, sino que es el medio por el que se sirve el Espíritu Santo y la iglesia, para designar a una persona que ha sido elegida para desempeñar una función como las citadas antes. Mediante este rito o acto se pide en oración la bendición de Dios, y se confirma la consagración de esa persona, que desde ese momento es separada o apartada para esa misión en especial.

Depende, pues, de la voluntad de Dios y de la disposición del creyente, que éste reciba un don u otro. Por supuesto, que las personas que imponen las manos, tienen que ser personas muy consagradas y entregadas a Dios, pues deben conocer bien a aquel, a quien van a realizar tal acto, y especialmente si reúne los requisitos de un siervo de Dios (1ª Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-16).

No se trata tanto de tener autorización de nuestros dirigentes para predicar el evangelio sino de tener consagración, preparación, de reunir los requisitos de la Palabra, y de demostrar con nuestra conducta que de verdad reflejamos a Cristo y su voluntad en nuestras vidas, pues de lo contrario no daremos buen testimonio de Dios.

En cuanto a las sanaciones y la recepción del poder del Espíritu Santo, es algo que depende fundamentalmente de la voluntad de Dios, y de la sinceridad del creyente. Aunque el poder de Dios es el mismo siempre, y no puede cambiar porque Él es inmutable, es cierto que, en la actualidad, ya no se manifiesta con señales milagrosas como en la iglesia primitiva, pues entonces fue necesario para impulsarla, y para confirmarla como una obra que procede del Creador. Antes no se disponía de toda la Palabra de Dios escrita, sino sólo en parte y por transmisión oral, y fue imprescindible que la obra de los creyentes estuviese evidenciada que provenía de Dios por la manifestación de sus poderes milagrosos. Ahora, el Espíritu Santo convence y actúa, fundamentalmente por el poder del evangelio (Romanos 1:16; 10:17).

La sanación de los enfermos, de forma milagrosa corresponde fundamentalmente al periodo de la iglesia primitiva, por los motivos antes apuntados. Después y hasta hoy en día, Dios quiere que oremos por la sanación de los enfermos y por nuestra salud, pero su intervención, salvo raras excepciones que posiblemente existan, no está basada en la concesión de un poder sobrenatural que cure instantáneamente cualquier tipo de enfermedad, sino que obedece, más bien, a una lenta evolución que depende, de las leyes naturales, de los remedios científicos, y de nuestra comunión y fe en Dios. Dios desea, en primer lugar y sobre todo, la salvación de nuestra alma, sanarnos espiritualmente y librarnos del pecado. Veamos como Santiago en su epístola universal se refiere a ello:

Santiago 5:13-19

 “13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.”
 
Con la ayuda de Dios, espero haberle contestado adecuadamente a su pregunta, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:

carlosortsgmail.com

 

 

<Anterior> <Arriba> <Siguiente>

 

Usted es el visitante: