Preguntas y Respuestas
Miscelánea
La profecía de los 2.300 días-años y el juicio investigador
Versión: 05-02- 2012
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Los adventistas interpretan de forma muy peculiar la llamada por ellos profecía de los 2.300 días (Daniel 8:14).
Daniel 8:11: Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra.
Daniel 8:13: Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?
Daniel 8:14: Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.
Antes de seguir analizando lo que Dios le revela a Daniel en esta profecía, conviene que nos ubiquemos en el momento histórico en que se produce.
Daniel fue un judío deportado a Babilonia por el rey Nabucodonosor en el año 605 a. C., cuando tendría unos catorce años de edad. Pero recibió la visión narrada en el capítulo 8 de su libro “En el año tercero del reinado del rey Belsasar” (Daniel 8:1; la BJ lo traduce como Baltasar), cuando tenía más de 64 años de edad. Sin embargo, la historia nos habla del rey Nabonido o Nábonido que reinó alrededor del periodo de los años 555 a.C. a 540 a.C. Según los documentos históricos, Belsasar fue hijo de Nabonido1, y parece ser que fue corregente con su padre. Por tanto, el año tercero de su reinado sería 553/552. En cualquier caso, no más allá del 540 a.C.
Daniel relata en el capítulo 9 otra visión, que tiene lugar “En el año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos.” (Daniel 9:1; Cf. 5:31). Este gobernante no aparece con este nombre en los documentos históricos, no obstante se cree, que fue designado por el rey persa, Ciro, para que se hiciera cargo de la conquista de Babilonia. Su reinado duró un corto tiempo, quizá alrededor de un año, desde la conquista de este imperio, que fue hacia el 539 a.C. Por tanto, el primer año de Darío, delegado de Ciro, fue el 539 a.C., cuando derribó el gobierno de Babilonia regido por Belsasar o Baltasar. Pues bien, la profecía de las 2.300 tardes y mañanas le es revelada a Daniel en una fecha comprendida entre el 553 a.C. y el 540 a. C.
El adventismo, del texto de Daniel 8:14 –“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”- obtiene una cadena de erróneas interpretaciones, que le arrastra a un auténtico disparate. A partir de aquí exponemos las presuposiciones adventistas, y a continuación, trataremos de demostrar que son imposibles de probar con argumentos bíblicos sólidos.
- Las 2.300 tardes y mañanas del texto citado son realmente 2.300 días-años.
- Los 2.300 días equivalen a años en lenguaje profético.
- Los textos bíblicos no indican fecha alguna para el inicio de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas. Sin embargo, ellos empiezan a contar desde el año 457 a.C. Por eso ubican su cumplimiento en el año 1844 d.C. ¿Qué ocurre en este año? Ningún evento que se pueda ver o comprobar físicamente.
- Los adventistas, siempre amparados por su profetisa, Elena G. de White, afirman que en ese año 1844, el 22 de octubre, Cristo dejó el Lugar Santo, para pasar al Lugar Santísimo del Santuario celestial, donde comienza la tarea de purificación de ese Lugar celestial y el juicio investigador a la humanidad, empezando por los creyentes (1ª Pedro 4:17).
En el cuerpo de este estudio vamos a tratar de demostrar que estos cuatro puntos de partida son interpretaciones totalmente erróneas e indemostrables con argumentos bíblicos sólidos.
2. Las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14 no son realmente 2.300 días-años.
Para comprender por qué el texto de Daniel 8:14 se refiere expresamente a “tardes y mañanas” y no a días, que es lo usual, es necesario que conozcamos la ley del Antiguo Testamento (AT) que Dios dictó a Moisés hacia el 1500 a.C.
Dios ordenó a Moisés la ley del sacrificio continuo, de mañana y tarde.
En el Santuario terrenal había un sumo sacerdote y animales sin imperfecciones, que tenían que sacrificarse todos los días en sacrificio continuo de mañana y tarde, y también de forma especial, una vez al año, para purificación de los pecados de los israelitas.
Éxodo 29:38: Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. (39) Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde.
Números 28:6: Es holocausto continuo, que fue ordenado en el monte Sinaí para olor grato, ofrenda encendida a Jehová.
En el lugar Santísimo del santuario terrenal, que era figura y tipo del celestial (Hebreos 9:11,12), el sumo sacerdote, Aarón hacía “expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación” (Éxodo 30:10).
En cambio, en el Santuario celestial, Cristo es a la vez, el sumo sacerdote y la victima inocente sin tacha, que “…no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12; véase también 7:27; 8:1).
Fijémonos, con mucha atención en los siguientes versículos, en que Daniel relata la visión que Dios le transmite:
Daniel 8:13: Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?
Daniel 8:14: Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.
En el contexto inmediato de Daniel 8:14, aparece “la visión del continuo sacrificio, lo que nos hace deducir que las “tardes y mañanas” están relacionadas con esta práctica religiosa del sacrificio continuo del pueblo judío.
Aunque una tarde y una mañana significan un día en el proceso de la Creación (Génesis 1:4), en el contexto de esta profecía, posiblemente, se refiere, a las ocasiones de mañana y tarde en que los sacerdotes israelitas tenían que ofrecer los sacrificios de animales para obedecer la ley de Dios (Éxodo 29:38; Números 28:6; etc.). Por tanto, no hay nada, ni el texto en cuestión de Daniel 8:14, ni en el contexto que incline a interpretar, en primer lugar, “tardes y mañanas” como un día, sino como dos momentos de sacrificio: el de la mañana y el de la tarde. En segundo lugar, si no son días literales, de ninguna manera sería aplicable el principio bíblico, que alegan los adventistas, de que un día equivale a un año en lenguaje profético.
Entonces ¿Por qué lo afirman, si el texto dice claramente que no se trata de días sino de “tardes y mañanas”, haciendo, con toda probabilidad, alusión al sacrificio continuo de animales, de mañana y tarde que practicaban los israelitas en el santuario terrenal, y con el que cumplían la ley de Dios (Véase Éxodo 29:42; Números 28:6; etc.)?
3. Aun cuando los 2.300 tardes y mañanas se consideraran días, tampoco sería correcto darles el valor de años en este contexto bíblico.
Ni el texto de Daniel 8:14 –“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”- ni el contexto, justifican de ninguna manera que se hagan equivaler “tardes y mañanas” a años, aludiendo a ese lenguaje profético que esporádicamente ha usado la Biblia, para simbolizar o representar un año por un día. Hacer esto, en este caso, ha conducido a los adventistas a una cadena de erróneas interpretaciones, que les ha arrastrado a un auténtico disparate.
¿Por qué esa terquedad de los adventistas en afirmar que los días son en realidad años, precisamente en esa profecía de 2.300 tardes y mañanas, en la que nada hace evidenciar esa interpretación?
Siendo que el texto en cuestión de Daniel 8:14 habla de “tardes y mañanas”, y no de días, mucho menos cabe la posibilidad que un día, represente o equivalga a un año, en el supuesto que “tarde y mañana” aquí se interprete como un día. Además, téngase en cuenta, que aunque partiéramos de la base de que “tardes y mañanas” se refieran a días, éstos no hay razón contextual para convertirlos automáticamente en años. Ello se produce solo en unos pocos contextos, por lo que no es generalizable convertir los días en años en todas las profecías en que aparezca esta unidad de tiempo.
Es cierto que la Biblia, en su lenguaje profético, designa, en algunas ocasiones un tiempo simbólico de un día para representar un tiempo real de un año. Un ejemplo claro está en las setenta semanas de Daniel 9:24-27, cuyo tiempo real no es de 490 días como cabe esperar literalmente, sino que ciertamente se refiere a 490 años. No obstante, la aplicación de este principio, que apenas se insinúa en algunas textos de la Biblia como son los de Números 14:34 y Ezequiel 4:6, no es automática, ni generalizable, como lo interpretan los adventistas, sino que se debe aplicar o interpretar siempre a la luz del contexto.
4. La fecha de inicio de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas es imposible que sea el año 457 a.C.
Los adventistas fijan la fecha de inicio de la profecía en el año 457 a.C., a fin de llegar al año 1844 d.C. donde creen que tiene su cumplimiento.
Si logramos demostrar que la fecha de partida de la profecía de los 2.300 días-años, del año 457 a. C., estuviera equivocada toda esta doctrina truculenta del juicio investigador del año 1844, caería como un castillo de naipes ¿no es cierto? Pues bien, la profecía de los 2.300 días-años es imposible que comience en el 457 a. C., puesto que la misma se cumple mediante eventos que surgirán hacia el año 168 a.C y culminarán alrededor del año 164 a.C. con la muerte del “cuerno pequeño” que sin duda simboliza al rey Antíoco IV Epífanes de la dinastía de los Seleúcidas (Daniel 8:9). Notemos que el protagonista de la citada profecía surge de uno de los cuatro cuernos, que representan a los cuatros generales que se repartieron el imperio griego a la muerte de Alejandro el magno en el año 323 a.C.
Daniel 8:8: Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo.
El macho cabrío representa al imperio griego, y el “gran cuerno” simboliza a Alejandro el Magno que conquistó al anterior imperio medo-persa, simbolizado en la profecía de Daniel por el carnero de dos cuernos.
Daniel 8:9: Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.
Por tanto, si el “cuerno pequeño”, que es el que lleva a cabo los eventos predecidos por la profecía de las 2.300 tardes y mañanas, surge de la división del imperio griego es imposible que se ubique su nacimiento en el 457 a.C. cuando aún estaba el imperio medo-persa, y no existía el imperio griego de Alejandro el Magno y menos todavía sus sucesores.
Alejandro el Magno, que lideró el tercer imperio mundial, aquel “gran cuerno que fue quebrado”, murió en el año 323 a.C.2, dividiéndose su imperio en cuatro partes, que la profecía simboliza con cuatro cuernos notables (Daniel 8:8). Veamos la secuencia de estos dos imperios históricos en las profecías de Daniel.
En Daniel 8 se nos representan los imperios de Persia y Grecia, por un carnero con dos cuernos (Daniel 8:3) y un macho cabrío con “un cuerno notable entre sus ojos” (Daniel 8:3), respectivamente. Esto no es una simple suposición, sino que es el mismo ángel Gabriel el que se lo desvela a Daniel, identificando con absoluta precisión histórica los imperios que se suceden representados por esos dos animales. Veámoslo en este mismo capítulo 8:
Daniel 8:20: En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia.
Daniel 8:21: El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero.
Daniel está relatando su visión describiendo con precisión los acontecimientos futuros que sobrevendrán, es decir, el macho cabrío con ese cuerno notable, que representa a Alejandro el Magno, vence y conquista a Persia, simbolizada por el carnero. Pero su visión no queda aquí sino que sigue extendiéndose más y más hacia el futuro, explicando lo que le ocurrió al imperio griego: “ […] aquel gran cuerno es quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo. (9) Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.”(Daniel 8;8,9).
En ese contexto se sitúa el nacimiento de la profecía de los 2.300 días. Por tanto, es imposible ubicarlo en el año 457 a.C. que está, con respecto al 323 a.C. año que murió Alejandro el magno, 134 años atrás. Pero las 2.300 tardes y mañanas no comienzan en el 323 a.C., sino que a la muerte de Alejandro le suceden los cuatro generales (Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo), que están simbolizados por los cuatro cuernos en el versículo anterior. Y todavía tendría que salir un cuerno pequeño, es decir, un rey o gobernante, de una de las dinastías en que se dividió el imperio griego, que es el que haría realidad el evento de partida de la profecía, desde donde se deben empezar a contar las 2.300 tardes y mañanas. Veamos la secuencia del relato de la visión de Daniel:
Daniel 8:9: Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. (10) Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. (11) Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. (12) Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó.
Daniel 8:13: Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?
Daniel 8:14: Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.
Ya hemos comprobado que los eventos que predice esta profecía de las 2.300 tardes y mañanas se sitúan bastante más allá de la muerte de Alejandro el Magno en el 332 a.C, pues, el “cuerno pequeño” sale de una división del imperio griego. Por tanto, necesariamente, tiene que ser ubicado más adelante en la historia, y jamás puede llevarnos hacia atrás en la misma, o sea, hacia el 457 a.C.
Entonces, ¿cuándo fijamos el inicio de esta profecía? La clave está en Daniel 8:11. Pues allí se anuncia el evento que da origen a las 2.300 tardes y mañanas: “[…] y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Daniel 8:11).
Hasta aquí hemos comprobado lo siguiente:
- El año 457 a.C. no tiene nada que ver con el inicio de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas, puesto que ésta arranca mucho más tarde, cuando surge el “cuerno pequeño” de una de las cuatros dinastías en que se divide el imperio griego.
- El evento que se describe en la visión de Daniel es provocado por el cuerno pequeño, “[…] y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Daniel 8:11). Es decir, este suceso que el ángel Gabriel desvela a Daniel entre el 553-540 a.C., se refiere a algo que sucedería muchos años después, hacia el 167 a.C., es decir más de 370 años después de la predicción. Por eso el ángel Gabriel le dice a Daniel: “La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días”. (Daniel 8:26).
El origen, pues, de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas no es posible colocarlo en el año 457 a.C., porque en esa fecha no existía el cuerno pequeño que es el autor de la profanación del santuario terrenal de los israelitas como así lo demuestra la historia.
Como ya hemos fijado el inicio de la profecía que está asociado con la fecha en que “fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Daniel 8:11), lo que nos queda es determinar históricamente cuándo el santuario fue purificado, restaurado o vindicado como traducen otras versiones de la Biblia.
Daniel 8:14 aclara que el santuario iba a ser purificado cuando pasaran 2.300 tardes y mañanas, es decir 2.300 sacrificios de mañana y tarde, llamados en la Biblia sacrificio o holocausto continuo, lo que equivaldría literalmente a 1.150 días enteros o poco más de tres años. Este santuario no puede ser otro que el terrenal, por razones obvias, puesto que en el cielo el sacrificio y la ofrenda son el mismo Cristo que se entregó por nosotros, como vimos arriba.
Los detalles aunque escasos son muy concretos, pues el continuo sacrificio era realizado por el pueblo judío en el santuario terrenal, y más tarde en el templo de Jerusalén. La historia nos dice que Jerusalén fue conquistada y profanado el santuario por Antíoco Epífanes3. Este hecho histórico se produjo hacia el año 167 a.C.4; y el final de la profecía hacia el año 164 a. C.5, cuando Judas Macabeo consagra, restaura y purifica de nuevo el templo para volver a dedicarlo a Dios, instaurando la fiesta de la Hanukkah o de la Dedicación, que Cristo honró con su presencia (Juan 10:22). Por tanto, no hay que irse tan lejos, al año 1844, e inventarse un evento celestial invisible, y por tanto incomprobable. La profecía de los 2.300 tardes y mañanas, fueron literales y se cumplió, como testifica la historia, cuando ese santuario fue purificado por los Macabeos cuando lograron expulsar a Antíoco Epífanes. Esto cumplió la profecía.
Los adventistas, para poyar su interpretación de que la profecía arrancaba del año 457 a.C., tuvieron que retorcer y forzar las claras evidencias de la Escritura, recurriendo a la profecía de las setenta semanas que recibió Daniel en el capítulo 9, varios años después de la anterior, la de las 2300 tardes y mañanas. La profecía de las setenta semanas sí comienza en el año 457 a.C., “[…] desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, […]” (Daniel 9:25). Pero, la Biblia, no incluye esta profecía dentro de la otra, haciendo que ambas comiencen al mismo tiempo, como pretenden los adventistas. No hay nada que lo apoye, salvo el interés partidista del adventismo para encontrar un comienzo, un punto de partida, desde el cual se puedan contar 2.300 años que lleven al año 1844 d.C., donde sería purificado el Santuario celestial, y no el terrenal como realmente sucedió.
5. Conclusión
En el año 1844 no se produjo ningún evento. Cristo no entró al Lugar Santísimo en esa fecha para purificar el Santuario celestial. Además, no se trataba de purificar o expiar los pecados del pueblo de Isarel sino, simplemente, de restaurar el santuario terrenal que había sido profanado, pisoteado y destrozado, hasta convertirlo en una especie de gimnasio. Nada que ver, por tanto, con ningún juicio investigador.
Para tener la seguridad de que una profecía se ha cumplido es necesario que la historia del mundo, de alguna manera, lo atestigüe. La interpretación adventista no es comprobable, pues en 1844 no hubo ningún evento ni sagrado ni profano, digno de destacar, y que se relacione con la Biblia. Sin embargo, si contamos 2.300 “tardes y mañanas” desde la profanación del santuario terrenal por el rey Antíoco Epífanes (c.167 a. C), es decir, desde la interrupción por la fuerza del sacrificio continuo, hasta su restauración o purificación por los Macabeos cuando lograron expulsar a éste comprobaremos que nos lleva al año 164 a. C. según fuentes históricas.
2.300 tardes y mañanas son 1.150 días. Como los años bíblicos son de 360 días, si dividimos 1.150 entre 360 nos da 3,19 años, o sea tres años, dos meses y diez días, que corresponde al periodo en que no se realizaron los sacrificios de mañana y tarde, por impedirlo "el cuerno pequeño", Antíoco IV Epífanes, durante el cual los israelitas estuvieron sojuzgados y maltratados sin posibilidad de practicar su religión.
La visión o profecía del capítulo 8 de Daniel no tiene relación alguna con la del capítulo 9, como pretenden hacer ver los adventistas. No hay nada que lo apoye, salvo el interés partidista del adventismo para encontrar un comienzo, un punto de partida, a lo que ellos consideran el más largo periodo de tiempo, que se da en la Biblia, para el cumplimiento de una profecía, la de las 2.300 tardes y mañanas.
Para comprender como llegaron los adventistas a la sofisticada e increíble interpretación no bíblica de que, en 1844, Cristo iniciaba un juicio investigador a la humanidad, en el Lugar Santísimo del Santuario celestial es necesario conocer un poco la historia del adventismo.
Este movimiento surge de la predicación de Guillermo Miller6, militar, granjero y predicador laico, que empezó a predicar, a partir del año 1831, que Cristo aparecería por segunda vez en gloria para rescatar a los suyos hacia el 22 de octubre del año 1844. De varias denominaciones cristianas de EE.UU. salieron miembros que se unieron a Miller. Cuando llegada la fecha señalada no vino Cristo se llevaron un gran chasco, pues muchos habían dado toda su fortuna a la causa. Como consecuencia muchos abandonaron el adventismo, pero los que quedaron, liderados fundamentalmente, por Elena de White formaron el adventismo del séptimo día.
Al predecir Miller la segunda venida de Cristo en gloria en ese año, y llevarse el gran chasco, los adventistas que surgieron de la predicación de Miller, más tarde, rectifican, y reinterpretan las Escrituras afirmando que lo que había ocurrido realmente era un evento celestial: Cristo entró en el Lugar Santísimo para purificar el Santuario celestial.
Guillermo Miller cometió muchos errores pero esencialmente no hizo caso de la advertencia del mismo Jesucristo, que dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino solo mi Padre” (Mateo 24:36; Marcos 13:32). El adventismo del séptimo día que surgió del movimiento “millerista” continuó estudiando la profecía de las 2.300 tardes y mañanas para tratar de encontrar dónde se había equivocado Miller. Al final, con ayuda de las visiones de la señora White llegaron a la conclusión de que en el año 1844 no tenía que venir Cristo a la Tierra, sino que el evento consistió en que Él pasó de un departamento del Santuario celestial a otro, llamado “el Lugar Santísimo” donde daría comienzo el juicio investigador a la Humanidad.
Los adventistas sostienen que Cristo entró en el Lugar Santísimo del Santuario celestial en el año 1844 para purificar este Lugar. Sin embargo, nótese que el autor del libro de Hebreos, en el texto citado anteriormente (Hebreos 9:12), afirma que la redención o expiación de los pecados ya estaba realizada a la fecha cuando se escribió el libro, es decir, en el siglo I d.C., pues el verbo de la oración se ha conjugado en el tiempo pasado “habiendo obtenido eterna redención”. La purificación, expiación o redención de los pecados de los creyentes se produce cuando Cristo, después de su resurrección, se sienta a la diestra del trono de Dios (Hebreos 1:3).
Hebreos 1:3: el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
El adventismo, del texto de Daniel 8:14 –“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”- obtiene una cadena de erróneas interpretaciones, que les arrastra a un auténtico disparate. Como acabamos de ver, esto no es más que una cadena de errores que se entrelazan desvirtuando cada vez más el puro mensaje de salvación del Evangelio de Jesús.
Como ha quedado probado, por todo lo anterior, es indemostrable bíblicamente que las 2.300 tardes y mañanas de la profecía representen años.
De esta manera todo concuerda. Pues el santuario que iba a ser purificado, restaurado o vindicado no es el celestial sino el terrenal, y la causa de hacer esto es porque había sido profanado, y convertido en un gimnasio, destrozadas sus instalaciones, por eso fue necesario que fuera de nuevo restaurado, y vuelto a dedicar. De ahí la fiesta Hanukkah o de la Dedicación, que Cristo honró con su presencia (Juan 10:22). Dios quiso revelar estos eventos para beneficio del pueblo de Israel, y para que mantuvieran la esperanza mientras soportaban la prueba de la persecución y la prohibición de su religión.
Daniel 2:28: Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama:
Amós 3:7: Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
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Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
1. El nombre babilonio es Bel-sar-usur “Bel protege al rey”. El personaje histórico que llevó este nombre no fue el hijo de Nabucodonosor, sino el de Nabonido; pero no llevó el título de rey. Comentario a Daniel 5:1 de la Biblia de Jerusalén (BJ), 1998.
2. El 13 de junio del 323 a. C. (10, según otros autores), Alejandro murió en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Magno
3. Antíoco IV Epífanes fue rey de Siria de la dinastía Seléucida desde c.175 a. C.-164 a. C. […] organizó una expedición contra Jerusalén, la cual saqueó. Según el Libro de los Macabeos, promulgó varias ordenanzas de tipo religioso: trató de suprimir el culto a Yahveh, prohibió el judaísmo suspendiendo toda clase de manifestación religiosa, mandó que se comieran alimentos considerados impuros y trató de establecer el culto a los dioses griegos.
http://es.wikipedia.org/wiki/Antioco_IV_Epifanes.
4. [Antíoco IV Epífanes] suprime la autonomía de la comunidad judía: el sábado, el culto, la circuncisión. Se profana el Templo con un altar a Zeus (año 167 a.C.) http://www.auladebiblia.com/hi/tema8.html.
5. El 25 de Kislev de 164 a.C. consagra de nuevo el Templo, e instaura la fiesta de la Hanukkah (Dedicación del Templo). http://www.auladebiblia.com/hi/tema8.html.
6. William Miller (1782-1849) fue un predicador laico, metodista, masón, militar, agricultor y jefe cívico local en Low Hampton, en el este de Nueva York. Estudiante de la historia y la profecía; a partir de sus estudios comenzó a predicar en el inminente segundo advenimiento de Cristo.
Es considerado como el fundador del Movimiento Adventista (también conocido como Movimiento Millerista), de los años 1830 y 1940 en Norteamérica. Entre sus descendientes espirituales directos existen varias religiones, incluyendo la Iglesia Adventista del Séptimo Día y movimientos posteriores que se fundaron con la inspiración directa del énfasis de Miller en la profecía bíblica, incluyendo el Movimiento de Estudiantes de la Biblia ó Russellitas, actualmente conocidos como los Testigos de Jehová. [http://es.wikipedia.org/wiki/William_Miller_(predicador)]
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