Preguntas y Respuestas
Antropogía bíblica
Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo
Versión: 25-12- 2012
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Estimado Javier, primero de todo, agradecerte las inteligentes reflexiones que me ofreces sobre mi artículo del espiritismo, las cuales me han estimulado para elaborar los comentarios, que a lo largo de este artículo expondré.
Las interesantes observaciones que haces sobre mi artículo-conferencia –“El espiritismo y los fenómenos paranormales a la luz de la Biblia”– constan como de unas tres partes, de las cuales, en este artículo, me limitaré a tratar de comentar y dar respuesta a la parte primera, que a continuación transcribo; y reservo, la segunda y tercera parte para el próximo artículo, que he titulado “La verdad sobre las apariciones marianas y de los espíritus de difuntos”:
Correo de mi querido amigo Javier (19 de diciembre de 2012)
Primera parte
"Hola, Carlos.
Al respecto de tu trabajo sobre el espiritismo, quería hacerte algunas observaciones para mostrarte cuál es mi punto de vista.
Un punto fundamental es el tema del alma. Para mí hablar del alma es hablar de la propia dignidad de la persona y de su individualidad, en otras palabras, de su no reducción a las regularidades de las leyes naturales o a la materia. En este sentido el alma es para mí, desde la filosofía personalista, algo así como uno de los primeros principios, como un axioma. Otra cosa es que el alma sea inmortal de por sí. Existe el ansia de permanencia en el hombre, indudablemente, pero no la tendría garantizada pues el alma está unida al cuerpo y el cuerpo se corrompe tras la muerte. En este sentido la promesa divina de la resurrección, en cuanto que reafirma esa tendencia antropológica, es totalmente plausible. Y si la resurrección sucede en un tiempo futuro, el mismo para todos, y no en el mismo momento de la muerte, entonces se plantea el problema del tiempo intermedio. ¿Qué sucede entre la muerte y la resurrección? Creo que habría que postular la permanencia del alma para poder garantizar la permanencia del mismo yo. Lo que resulta chocante de tu planteamiento, para mí, es la coincidencia con los materialistas en abogar por la muerte total del hombre, aunque tú la defiendes como una etapa para una restauración posterior, lo que sin duda causaría la burla de los materialistas. Yo me inclino más bien por la doctrina tradicional. El que una doctrina sea de raigambre platónica, o la que fuere, no significa que sea falsa, ni mucho menos. Al contrario, muchas ideas de origen griego o de otro origen rastreable están insertas en la Biblia, porque la Biblia no se hizo al margen de la cultura de las épocas, muy diversas, en que se escribió sino que es también un reflejo de las mismas" (Javier).
En esta primera parte, planteas el tema del alma.
El concepto de alma. ¿Es inmortal de por sí?
El significado que el término “alma” tiene para ti, si te he entendido bien, viene a ser como la identidad psicofísica de la persona, o sea, aquello que determina la individualidad del ser humano. Luego te cuestionas, con mucha lógica, la creencia generalizada de que el alma sea necesariamente inmortal de por sí. Aunque te sigues inclinando por aceptar esa doctrina, que tanto se ha popularizado, la inmortalidad del alma. El argumento que aduces para justificar tu posicionamiento es el siguiente:
“[…] si la resurrección sucede en un tiempo futuro, el mismo para todos, y no en el mismo momento de la muerte, entonces se plantea el problema del tiempo intermedio. ¿Qué sucede entre la muerte y la resurrección? Creo que habría que postular la permanencia del alma para poder garantizar la permanencia del mismo yo”. (Javier).
En la segunda parte, te cuestionas, más o menos, y en otras palabras:
¿Por qué iban a ser las manifestaciones sobrenaturales, no explicables por la ciencia, incluidas las marianas, necesariamente atribuibles a los malos espíritus?
En la tercera parte, abordas el tema del espiritismo, y cuestionas lo siguiente:
¿Por qué si una entidad espiritual se presenta como el espíritu de un difunto, aunque aporte pruebas de serlo no debemos creerle?
¿Cómo distinguir entre espíritus buenos y malos?
En este estudio bíblico me limitaré a tratar el tema del alma, su significado bíblico, si es mortal o inmortal, y si el espíritu y el alma son conceptos sinónimos, según la Biblia.
En el siguiente artículo, responderé a las cuestiones que abordas en la segunda y tercera parte de tu correo.
2. Las tres dimensiones del ser humano. El concepto de alma ¿es inmortal de por sí?
Como muy bien dices, el tema del alma es fundamental. Pero hablar del alma es tratar del ser humano en su totalidad.
En mi opinión, la individualidad de cualquier persona, a la que te refieres en tu correo, es el ser humano entero, que es producto de muchos factores, como son la herencia genética, el entorno, la educación, las creencias, sus propias decisiones, etc. Por tanto, no puedo concebir el alma como algo separado del soporte físico que es el cuerpo, y que tenga su propia individualidad y existencia independientemente de la parte material que la sostiene. En este sentido entiendo a san Pablo, cuando se refiere a que todo nuestro ser se compone de tres dimensiones: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23).
1 Tesalonicenses 5:23: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
La Biblia distingue perfectamente entre alma y espíritu, porque si estos términos fueran sinónimos, se produciría una redundancia inadmisible. Veamos:
Hebreos 4:12: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
El conjunto de estas tres dimensiones constituye el ser humano, le define e identifica como persona. Por eso, sin el cuerpo, no hay ser humano, no hay identificación, no existe individualidad, puesto que nuestra naturaleza tiene un soporte material, físico, por lo que nunca puede convertirse en un ser puro espíritu como creemos son los ángeles, criaturas también de Dios, pero superiores al hombre (Hebreos 1:14; 2:7).
2.1. ¿Qué son, entonces, el alma y el espíritu? ¿Cómo los diferenciamos?
En mi opinión, “alma” es sinónimo de “vida”, y que yo sepa, los científicos todavía no se han puesto de acuerdo en definir en qué consiste la vida, ¿Es solo la unión de determinados tipos de moléculas, átomos, ADN, etc.? ¿Qué elementos químicos son esenciales, en qué cantidades, y en qué orden para que llegue a crearse vida? ¿Por qué los científicos no han sido capaces de crear vida –aunque fuese en su forma más simple– en un tubo de ensayo mezclando determinadas cantidades de Carbono, Hidrogeno, Oxigeno, Metano, etc.? Puesto que no soy especialista en estos temas, solo puedo hablar de lo que oído. Por otro lado, la filosofía clásica concibe al ser humano formado por la unión del cuerpo y el alma, siendo esta última entidad la que proporciona la vida y la forma al cuerpo. En esta concepción el alma tiene vida consciente en sí misma y es inmortal. Las doctrinas sobre el alma de la Iglesia católica (1) y de la mayoría de las iglesias protestantes son prácticamente coincidentes con el postulado de la Filosofía, aunque con alguna matización, pues el cristianismo no desprecia el cuerpo humano sino que lo valora tanto como al alma espiritual, puesto que ha de resucitar, y porque también Cristo tomó el cuerpo humano.
Este humilde servidor tuyo no es nadie para hablar de este misterioso y complejo tema que le desborda, pues no soy ni científico ni filósofo. Solo puedo abordarlo, desde mi intuición, y como creyente y estudioso de la Biblia, que considera, a pies juntillas, que la verdad, en estos grandes temas, sobre la vida y la muerte, solo Dios la tiene; y Él nos la ha revelado mediante Su Palabra, que es la Biblia, proporcionándonos todo lo que precisamos saber para nuestra vida espiritual y salvación. Por tanto, no me puedo apoyar en teorías científicas o argumentos filosóficos, sino solo en Su Palabra como la única autoridad en las cuestiones citadas. Pero para ello es necesario confiar plenamente en la veracidad de la Biblia, como revelación de Dios.
"Pero sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebreos 11:6)
"Santifícalos en tu verdad; tu Palabra es verdad" (Juan 17:17)
"Y la verdad os hará libres" (Juan 8:32)
Acudamos, pues, con humildad a beber de esa Verdad de Dios. Vayamos al origen del hombre. ¿Cómo formó o creó Dios al hombre? La clave está en Génesis 2:7 (2), que lo podemos leer en varias versiones de la Biblia, para comprobar, que no hay error, todas vienen a decir lo mismo:
Génesis 2:7 (RV 1960): Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
Génesis 2:7 (NRV2000**): Formó, pues, El SEÑOR Dios al hombre [del] polvo de la tierra, y sopló en su nariz [el] aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente.
Génesis 2:7 (BTX): Entonces YHVH ’Elohim modeló al hombre de la tierra roja, e insufló en sus narices aliento de vida. Y el hombre llegó a ser alma viviente.
Como los cristianos interpretamos el Antiguo Testamento (AT) a la luz que nos proporciona el Nuevo Testamento (NT), ahora, al comparar el texto anterior de Génesis 2:7, con el de 1ª Corintios 15:45, confirmamos que el ser humano no es una dualidad, resultado de la unión de cuerpo y alma, sino que es una unidad llamada alma, y como hemos visto arriba se manifiesta y se desarrolla en tres dimensiones: espíritu, alma y cuerpo:
1 Corintios 15:45: Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
¿Qué nos quiere decir Dios en estos textos? Bajo mi punto de vista, parece claro que Dios nos enseña, en primer lugar, que el ser humano, o la vida, está constituido de materia –“el polvo de la tierra–, que es algo físico, palpable, y visible, aunque a veces, sea necesario, emplear los más sofisticados microscopios o métodos científicos, para poder observar, las células, virus, bacterias, nervios etc. que la componen. Esta materia, que conforma al ser humano ha sido creada, diseñada, modelada y utilizada por Dios, para formar o esculpir, con su infinita sabiduría, una maquinaria, con una estructura formada de muchas piezas u órganos programados para realizar todas las funciones necesarias para la vida. Todo lo que configura el cuerpo del ser humano tiene una misión, función y finalidad para que exista vida, se desarrolle, evolucione, y se reproduzca. Sin embargo, lo más importante es que todas las innumerables células, que constituyen los organismos vivientes, que contienen, a su vez, los cromosomas, genes y ADN, tienen grabada específica información, consistente en leyes de genética y de funcionamiento de las mismas. La herencia genética y la infinidad de combinaciones posibles de los genes, hace que cada ser humano sea diferente, no solo desde el punto de vista de su constitución biológica, por las leyes de la genética, sino también por ciertos rasgos psicológicos y temperamentales que se pueden heredar. Por eso, todo recién nacido, cuyo cerebro es virgen, tiene en sí mismo unas características neuronales singulares que le hacen distinto a cualquier otro, aunque tenga en común las principales leyes de la supervivencia de la especie.
En segundo lugar, esa materia perfectamente estructurada, que conforma el cuerpo humano, en la que ya Dios ha grabado las leyes biológicas, de supervivencia, de reproducción, morales, etc., está inerte hasta que Dios le proporciona el soplo, aliento, hálito, o espíritu de vida. En ese momento la materia, o sea, el cuerpo humano adquiere la vida, se anima, y se convierte en un alma viviente. Lo que sabemos de ese hálito o espíritu de Dios es que da vida. El cuerpo sin él está muerto (Santiago 2:26; Apocalipsis 11:11). Pero este espíritu de vida por sí solo no es el alma, por tanto no tiene individualidad o identidad como persona humana. Como tampoco puede existir ser humano viviente sin cuerpo. Un espíritu puro no es humano sino un ángel. El alma es la unión del cuerpo y el espíritu, y se manifiesta bajo tres funciones esenciales: voluntad, afectividad- emotividad y mente o intelecto, lo que piensa y razona (3).
"Los elementos que nos hacen humanos están en el alma. Intelecto, pensamiento, ideales, amor, emoción, discernimiento, decisión, selección, etc. son experiencias del alma" (4).
En tercer lugar, el espíritu humano es la dimensión del hombre que configura su relación y comunicación con Dios, base y sustento de su vida espiritual. La conciencia, que nos hace discernir el bien del mal, también forma parte del mismo. El ser humano antes de la conversión a Cristo está muerto espiritualmente (Efesios 2:1,5; Col. 2:13), porque solo vive en “la carne” (Romanos 8:5-10). La carne es el alma sin los dos espíritus (el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios). San Pablo declara que el deseo de la carne es contra el Espíritu (Gálatas 5:17), y nos da una extensa lista de las obras de la carne (Gálatas 5:19-21), y nos insta a no satisfacer los deseos de la carne (Gálatas 5:16).
Gálatas 5:19-21: Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, (20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, (21) envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Por eso Jesús dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:5). Por tanto, sin la regeneración de nuestra dimensión espiritual, no hay comunión con Dios, ni posibilidad de vivir en el Espíritu, condición imprescindible para la santificación del alma, y para la salvación.
Juan 3:6: Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Ezequiel 36:26-27: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Zacarías 12:1: Profecía de la palabra de Jehová acerca de Israel. Jehová, que extiende los cielos y funda la tierra, y forma el espíritu del hombre dentro de él, ha dicho: […].
Cuando el espíritu humano es restaurado y habitado por el Espíritu Santo, éste toma el control del alma, la santifica y la guía a toda la verdad (Juan 16:13; Romanos 8:14-16), y entonces “el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16); y podremos exclamar como san Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Cristo vive en el cristiano convertido por medio del Espíritu Santo (1ª Corintios 6:19,20).
1 Corintios 6:19-20: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20) Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Con esa base de partida, todo ser humano, va evolucionando, en función del ambiente, la educación y de las decisiones que va tomando a lo largo de su vida. En el cerebro, desde la más tierna edad, se van registrando las emociones y sentimientos, el conocimiento y la experiencia que se va obteniendo en el cotidiano vivir, fruto de las relaciones con uno mismo y los demás y con Dios; todo esto junto con las decisiones tomadas a lo largo de la vida configuran nuestro carácter y personalidad.
Lo que quiero decir, sin pretender introducirme en el campo científico, que no me pertenece, es que Dios ha creado un ser humano con un cerebro, que contiene más de ochenta y seis mil millones de neuronas (5), las cuales también contienen información específica, para que cada una de ellas realice sus funciones adecuadas. Dios ha suministrado esa información. Él ha registrado en ellas todas las leyes físicas, biológicas, de supervivencia, morales, etc., y creado órganos tan sofisticados, como los que dan lugar a los sentidos físicos, todo ello estructurado por un complejísimo sistema nervioso, que desde el cerebro, regula y controla todas las sensaciones, emociones y sentimientos de bienestar, malestar, desagrado, etc., y todas las facultades nobles como las del habla, el pensamiento y el sentimiento o emoción. El cerebro humano contiene zonas específicas para ejercer estas funciones elevadas, altamente especializadas, e interrelacionadas. Existen, pues, en él, áreas, donde se localizan los registros de la memoria, y se realizan las funciones de la mente, como son el entendimiento o razón, la voluntad, libre albedrío o capacidad de decisión. Del mismo modo, también existen otras áreas del cerebro que se encargan de las funciones del espíritu humano, como la conciencia; todo ello no como compartimentos estancos sino maravillosamente entrelazado, por infinidad de neuronas que continuamente están aprendiendo, y estableciendo nuevas conexiones entre sí.
Querido Javier, recuerdo que en octubre del año 2008, tuvimos un debate sobre “Evolución Vs. Creación”. Allí quedaron claramente expuestas nuestras respectivas posturas. No es mi intención recuperar ese debate. Sin embargo, necesito incidir en que el evolucionismo, que admite la ciencia de hoy en día hasta el punto de considerarlo un hecho demostrado, no es compatible con la Biblia, y por ende, con la fe cristiana que pretende ser fiel a la misma. Porque la teoría de la evolución afirma que nuestros ancestros son los animales. Esto contradice totalmente a la Biblia, que habla, por un lado, de una creación específica de las principales especies, y por otro, de una creación singular, muy diferenciada del resto, para el hombre. Nótese que el ser humano es el único ser vivo del que Dios declara que fue creado a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27).
En la concepción bíblica, Dios crea la materia que, como hemos dicho, es todo el complejísimo puzle de células, órganos, sistemas, etc., que configuran la vida, grabando en ella la información para que todo funcione, como un ingeniero humano diseñaría un robot. Pero, al igual que el motor de cualquier máquina no funcionará hasta que reciba la chispa que lo anime, o lo ponga en movimiento, así ocurre con el soporte material para la vida que Dios ha creado. Entonces, Dios prende esa chispa en el cuerpo inerte del primer ser humano, que es Su hálito de vida, es su poder vivificador, que solo lo tiene el Dador o Autor de la vida.
Esta concepción bíblica se aparta totalmente del concepto tradicional católico, y del cristianismo en general, que considera al ser humano dotado de cuerpo y alma, siendo ésta como una entidad autónoma que vive dentro del cuerpo. Siendo el cuerpo como una envoltura o soporte del alma, muy similar a la idea espiritista. Aunque el cristianismo popular no admite la creencia espiritista de la preexistencia del alma o espíritu que escoge cuerpos para reencarnarse, coincide con el espiritismo en que, en el momento de la muerte, el alma o espíritu se separa del cuerpo, desprendiéndose y liberándose de la materia, para convertirse en un espíritu puro que continua viviendo en otra dimensión, ya sea en el Paraíso celestial o en un lugar tenebroso llamado Infierno.
Para los católicos existe una tercera opción que es el Purgatorio, donde las almas o espíritus de los difuntos completan la purificación de los pecados e impurezas que todavía conservan de cuando vivían corporalmente (6). La creencia católica de la existencia de almas de difuntos purificándose en el Purgatorio, es una afrenta a Dios y Su Palabra, porque hace inútil el sacrificio de Cristo, y contradice totalmente la verdad de que Cristo efectuó “la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo” (Hebreos 1:3; 9:12,24-28; 10:10-14; véase además Gálatas 1:4; Col. 2:13; 1 Pedro 2:24; 3:18; 1ª Juan 2:2; Ap. 1:5).
La Iglesia católica, no tiene inconveniente alguno en admitir, lo que afirma la teoría de la evolución, es decir, que el ser humano desciende de una pareja de simios, siempre y cuando se acepte que Dios infundió el alma humana en esos animales para hacerlos humanos. Como también mantiene que Dios implanta un alma a cada ser humano en el momento de la concepción.
366: La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, SPF 8) -no es "producida" por los padres-, y que es inmortal (cf. Cc. de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.
1703: Dotada de un alma "espiritual e inmortal" (GS 14), la persona humana es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (GS 24,3). Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna.
Desde mi punto de vista e interpretación de la Biblia, es inconcebible pensar que Dios implante un alma a cada embrión humano, pues en ese caso, todos los seres humanos serían santos y puros desde el nacimiento. Porque todo lo que es creado directamente por Dios no puede tener pecado, ¿por qué iba Cristo a requerirnos que naciéramos de nuevo si ya tenemos un alma espiritual que Dios ha proporcionado a todo ser humano antes del nacimiento?
3. Conclusión
A) El estado de los muertos es de total inconsciencia del ser hasta la resurrección, en la que Dios recrea y vuelve a dar vida a los muertos (Daniel 12:2; Juan 5:28,29).
Daniel 12:2: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.”
¿Dónde dice Jesús que permanecen los que va a resucitar en su venida?
¿Dónde están los muertos?
Juan 5:28,29: 28: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”
Jesús no puede ser más claro: los muertos están en los sepulcros, y desde ahí oirán su voz. No dice que el espíritu está en el infierno o en el cielo, sino que los muertos están donde yacen sus cuerpos. Eso no quiere decir que la identidad de cada uno de los que mueren, o sea su carácter y personalidad que se haya forjado mientras vivía, se pierda o quede en el olvido para Dios, pues Él traerá a juicio toda obra, y restituirá a todos, en la resurrección, la personalidad que tenían (Mateo 12:36; 16:27; Romanos 2:6; 1ª Corintios 3:13; 1ª Pedro 1:17). Así lo afirma el apóstol Pablo: “…estoy seguro que [Dios] es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2ª Timoteo 1:12 úp.).
La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.
Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “Paraíso”.
Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
¿Cómo entender esta afirmación de Jesús, porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?
La primera muerte es natural y, en la Biblia, se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo, y eterno en sus consecuencias, que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).
Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (26) Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.
Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).
B) El alma es mortal (Génesis 2:17; 3:19; Ezequiel 18:4,20; Mateo 10:28; Hechos 2:34; 13:36; Romanos 6:23; 1ª Corintios 15:18, 32). Dios es “el único que tiene inmortalidad” (1ª Timoteo 6: 15,16). La Palabra de Dios se refiere a la muerte segunda como el castigo final de Dios a los malvados, concepto que pretende mostrar la absoluta aniquilación o destrucción de todo vestigio de la vida de los malvados (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8). También, en muchas ocasiones se utiliza el verbo “destruir” para significar la acción final que Dios opera con los impíos (1ª Corintios 3:17; 6:13; 15:26; 2ª Tesa. 2:8; Judas 5; Apoc. 11:8). Esto debería ser suficiente prueba de la mortalidad del alma o espíritu.
El que afirma “...No moriréis” (Génesis 3:4,5), no es Dios, sino Satanás. Al igual que Eva, que fue seducida por “la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:2), creyó que no moriría sino que sería como Dios, también nosotros podemos dejarnos convencer por el “padre de mentira” (Juan 8:44), y aceptar que existe vida después de la muerte, aparte de la resurrección de los muertos. La Palabra de Dios es tajante: “...Porque en el Seol [en el N.T se llama Hades, ambos significan la sepultura], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.” (Eclesiastés 9:10; ver también Hechos 2:27, donde se demuestra que Hades y Seol son lo mismo, y Hechos 2:34: “Porque David no subió a los cielos...).
Si todas estas pruebas bíblicas no llegan a convencernos de la realidad de que la muerte es como un sueño del que no se despierta hasta la Resurrección, la razón también nos evidencia, que si el cerebro, soporte del espíritu humano, muere, éste no puede seguir funcionando puesto que no es de por sí una entidad autónoma capaz de existir por sí misma, sino que reside en el alma, que es la vida, y ésta a su vez depende de la vida del cuerpo físico, para existir. En este sentido, comparto las siguientes observaciones que me expones en tu escrito:
“Otra cosa es que el alma sea inmortal de por sí. Existe el ansia de permanencia en el hombre, indudablemente, pero no la tendría garantizada pues el alma está unida al cuerpo y el cuerpo se corrompe tras la muerte. En este sentido la promesa divina de la resurrección, en cuanto que reafirma esa tendencia antropológica, es totalmente plausible”. (Javier).
Sin embargo, te decantas por la doctrina tradicional, de que la vida consciente del ser humano continúa más allá de la muerte, porque consideras que si la vida se interrumpe, se pierde la identidad y la consciencia del yo. Esto es lo que vienes a expresar en el siguiente párrafo que completa la reflexión citada arriba:
“[…] si la resurrección sucede en un tiempo futuro, el mismo para todos, y no en el mismo momento de la muerte, entonces se plantea el problema del tiempo intermedio. ¿Qué sucede entre la muerte y la resurrección? Creo que habría que postular la permanencia del alma para poder garantizar la permanencia del mismo yo”. (Javier).
En mi opinión, esta objeción tiene solo una perspectiva humana, y olvida el poder de Dios y la infalibilidad de sus promesas de salvación en Cristo.
Colosenses 3:3-4: Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (4) Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
Romanos 8:38-39: Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, (39) ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Cristo ha vencido el pecado, el diablo y la muerte. Pero, eso no significa que no vamos a sufrir la muerte temporal, salvo que Jesucristo aparezca en gloria antes de que muramos. En cualquier caso, la unión con Él no se interrumpe, pues si morimos con Cristo, no importa el tiempo que pase hasta su venida, durante el sueño de la muerte no tenemos consciencia de nada, y cuando seamos despertados por Él, no habrá habido separación alguna para nosotros.
Dios guarda nuestro depósito ((2ª Timoteo 1:12), toda nuestra identidad, todo lo que hemos llegado a ser, y la comunión con Cristo no se pierde. Al contrario, cuando uno muere siendo creyente, se supone que está en comunión con Dios, y cuando sea despertado en la resurrección, para él no ha habrá habido ninguna interrupción. Es como acostarse por la noche en plena unión con Cristo, y despertarse al día siguiente ¿Se puede perder la comunión con Cristo por un periodo de inconsciencia más o menos largo?
2ª Timoteo 1:12: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”
¿A qué depósito se está refiriendo Pablo? Sin duda tiene que ser algo importante, pues sólo Dios es poderoso para guárdeselo. Posiblemente, se está refiriendo a su vida e identidad como persona, su carácter y personalidad que le identifican, que él ha construido durante toda su vida mientras estaba en el cuerpo, y cuyas obras están escritas en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).
¿Cuándo esperaba Pablo recibir la “corona de justicia”, nada más morir, o, “en aquel día, cuando el Señor venga”
2ª Timoteo 4:7, 8: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”
¿Creía Pablo que al morir iba inmediatamente a la presencia de Cristo?
Si la muerte es un estado inconsciente, el lapso de tiempo, variable de unos a otros en cuanto a tiempo real, que transcurre desde el momento en que se muere hasta el instante en que los muertos son despertados por la voz de Cristo en la resurrección (Daniel 12:2; 1ª Corintios 15; 1ª Tesalonicenses 4: 13-18, etc.), no cuenta, puesto que en ese estado no se siente nada. El momento de morir y el de estar o encontrarse con Cristo, se experimenta como ir inmediatamente a su presencia.
Su esperanza, a lo largo de todas sus epístolas, está puesta en el día de la resurrección, cuando venga Jesús por segunda vez en gloria con sus santos ángeles, como indican todos los textos estudiados, veamos de nuevo alguno de ellos:
2ª Timoteo 4: 7, 8: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
En esa misma fe murieron también los patriarcas del Antiguo Testamento, sin haber recibido lo prometido, es decir, toda su vida fueron extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y murieron sin haber entrado en la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, que Dios ha preparado para los salvados (Juan 14:1-4; Filipenses 3:20-21; Hebreos 11:13-16; Apocalipsis 21:1-8,10,23,27).
Juan 14:1-4: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. (2) En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (3) Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. (4) Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Filipenses 3:20-21: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; (21) el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Hebreos 11:13-16: Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (14) Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; (15) pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. (16) Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
Apocalipsis 21:1-8,10,23,27: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. (6) Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. (7) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. (8) Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. […] (10) Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, […] (23) La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. […] No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Recibe un abrazo de tu hermano en Cristo. Bendiciones.
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
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Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
(1) Catecismo de la Iglesia Católica, puntos 362 a 365
362: La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente" (Gén_2:7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.
363: A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mat_16:25-26; Jua_15:13) o toda la persona humana (cf. Hch_2:41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mat_26:38; Jua_12:27) y de más valor en él (cf. Mat_10:28; 2Ma_6:30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma" significa el principio espiritual en el hombre.
364: El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (cf. 1Co_6:19-20; 1Co_15:44-45):
Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (GS 14,1).
365: La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo (cf. Cc. de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza.
(2) Génesis 2:7
(LBLA) Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.
(DHH L 1996*) Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
(BLS) Entonces Dios tomó un poco de polvo, y con ese polvo formó al hombre. Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio vida. Así fue como el hombre comenzó a vivir.
(NRV2000**) Formó, pues, El SEÑOR Dios al hombre [del] polvo de la tierra, y sopló en su nariz [el] aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente.
(NVI 1999) Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.
(RV 1960) Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
(BJ76) Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
(BL95) Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida.
(BLA95) Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida.
(BNP) Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo.
(BSA) Entonces Yahvéh -Dios formó al hombre del polvo de la tierra, insufló en sus narices aliento de vida y fue el hombre ser viviente.
(BSM) Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo.
(BTX) Entonces YHVH ’Elohim modeló al hombre de la tierra roja, e insufló en sus narices aliento de vida. Y el hombre llegó a ser alma viviente.
(DHHe (D)) Entonces Dios el Señor formó al hombre, de la tierra misma, sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir.
(Jünemann) Y plasmó Dios al hombre, polvo de la tierra. E inspiró en su faz soplo de vida, y vino a ser el hombre en alma viviente.
(KJV) And the LORD God formed man of the dust of the ground, and breathed into his nostrils the breath of life; and man became a living soul.
(KJV+) And the LORDH3068 GodH430 formedH3335 (H853) manH120 of the dustH6083 ofH4480 the ground,H127 and breathedH5301 into his nostrilsH639 the breathH5397 of life;H2416 and manH120 becameH1961 a livingH2416 soul.H5315
(LPD) Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
(NBJ) Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
(N-C) Formó Yahvé Elohim al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado.
(NRV90) Entonces Dios el Eterno modeló al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre llegó a ser un ser viviente.
(NVI) Y Dios el Señor formó al hombre [2] del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.
(PER) Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo.
(SB-MN) El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, le insufló en sus narices un hálito de vida y así el hombre llegó a ser un ser viviente.
(SRV2004) Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente.
(T-AA) Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, y le inspiró en el rostro un soplo o espíritu de vida, y quedó hecho el hombre viviente con alma racional.
(TLA) Entonces Dios tomó un poco de polvo, y con ese polvo formó al hombre. Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio vida. Así fue como el hombre comenzó a vivir.
(3) El alma se compone de tres partes: la mente, la parte emotiva y la voluntad (véase La economía de Dios, págs. 58-62). Watchman Nee. Los dos Espíritus: el Espíritu divino y el espíritu humano
http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=2A0F02D5
(4) Watchaman Nee. Tomado de www.VidaEterna.org “¿Cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu?”
(5) http://universitam.com/academicos/?p=17986
(6) Catecismo de la Iglesia Católica, puntos 1030, 1031, 1032
1030: Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031: La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1Co_3:15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro ( Mat_12:31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
1032: Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Job_1:5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1Co_41:5).
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