Preguntas y Respuestas
Sobre la ley de Dios
¿Es la ley de Moisés la Ley de Dios?
¿Qué debemos entender por la ley de Moisés?
Versión: 30-05- 2014
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Hola, hermano David, me parece que usted no ha entendido nada o muy poco de lo que he escrito sobre el tema de la Ley, y tampoco ha comprendido nada de lo que le dije en mi correo anterior. Pues entre otras cosas le dije que no quería polemizar ni discutir más sobre la Ley, ya que dudo que usted esté abierto para entender el Evangelio de la Gracia; en mi opinión, usted no pretende aclarar la Verdad de Dios, sino solo permanecer aferrado a la Ley del Antiguo Testamento.
Le vuelvo a reiterar que si usted sinceramente busca la verdad estoy dispuesto a ayudarle a aclarar sus ideas, pero no pretenda polemizar conmigo acerca de la Ley (Tito 3:8—11), porque así lo recomienda el gran apóstol Pablo: “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tito 3:9),
Tito 3:7-11: para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. (8) Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. (9) Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. (10) Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, (11) sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio.
Al parecer usted es de los que defienden “a capa y espada” la vigencia de la Ley de Moisés para los cristianos; ¡y aun se atreve a insinuar que mi postura es la judaizante! ¡Nunca me habían dicho semejante despropósito! ¡Eso es un auténtico sarcasmo!
Y usted se confunde mucho cuando entiende mal la frase del profeta Isaías cuando dice "¡A la ley y al testimonio! si no hablaren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8:20). Por si no lo sabe, Isaías no se está refiriendo a las Tablas del Pacto, sino a toda la Palabra de Dios que existía hasta ese momento; y Jesús también se refiere a toda ella cuando habla de “la ley de Moisés, los Profetas y los Salmos” (Lucas 24:44); o bien cuando Él mismo dice “la ley y los profetas eran hasta Juan… (Lucas 16:16), o cuando afirma “No he venido para abrogar la ley o los profetas” (Mateo 5:17). En todos estos casos, Jesús se está refiriendo a las Sagradas Escrituras, que hoy conocemos como Antiguo Testamento, pero no a las Tablas de la ley, como usted y otros ingenuamente creen.
Por lo tanto, usted, se equivoca totalmente cuando declara que “la ley es la regla infalible que debe ser probada toda opinión”. ¿Es usted judío o cristiano? Porque si usted se limita al Antiguo Testamento, y no reconoce el Nuevo Testamento, como imprescindible para probar la veracidad de toda doctrina, usted no es cristiano.
He leído detenidamente el artículo que me adjunta –“El asunto de la ley”. Usted confunde la ley moral natural que Dios implantó a todo ser humano con la Ley del Sinaí que vino 430 años después de la promesa que Dios hizo a Abraham (Gálatas 3:17,19). La Ley del amor a Dios y al prójimo es universal y eterna, pero no así la Ley de Moisés que se circunscribe al antiguo Pacto: “hasta que viniese la simiente” (Gálatas 3:19). “La cual es Cristo”. (Gálatas 3:16).
2. La “sana doctrina” revelada en la Santa Biblia es fundamental conocerla, aceptarla y obedecerla para nuestra salvación.
Primero. La máxima revelación de Dios es Jesucristo –el Verbo, la Palabra encarnada (Juan 1:1,18). Porque “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:1-3). En Él se cumplen todas las promesas del AT, dadas por Dios, primero a Adán y Eva después de la Caída (Génesis 3:15), y, más tarde, a Abraham y su descendencia (Génesis 12:3; 22:18), de la cual vino Cristo y Su salvación (Mateo 1:1; Gálatas 3:16).
Mateo 1:1: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
Gálatas 3:16: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.
Los cristianos no pertenecemos al Pacto que Dios hizo con Moisés –conocido como Antiguo o Primer Pacto (Hebreos 8:13; 9:18)–, sino al Pacto de la Promesa, al que Dios hizo con Abraham y sus descendientes (Romanos 4:3,13-16; Gálatas 3:7), que se cumplió con el Nuevo Pacto en Cristo (Mateo 26:28; Lucas 22:20).
Romanos 4:3: Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
Romanos 4:13-16: Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. (14) Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. (15) Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. (16) Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.
Gálatas 3:6-9: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. (7) Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. (8) Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. (9) De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
Segundo. Todos los seres humanos somos pecadores, porque hemos pecado en el pasado y también en el presente (Romanos 3:9-12,23), y “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
¿Qué quiere decir todo esto?
Esto es muy importante entenderlo bien. La naturaleza caída –y, por tanto, pecadora– de la Primera Pareja humana es transmitida a todos sus descendientes. Lo cual es la causa de que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Comprobémoslo en los siguientes textos:
Romanos 5:12-14: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (13) Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. (14) No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
“Antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (Romanos 5:13). Esto quiere decir que aunque no existió ley escrita hasta su promulgación por Dios a Moisés en el monte Sinaí, el hombre es un ser moral porque tiene la ley escrita en su corazón, que da testimonio a su conciencia de lo que está bien y de lo que está mal (Romanos 2:12-16). “Pero –como dice San Pablo– veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:23). Veamos el contexto que sigue:
Romanos 7:24-25): ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (25) Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Tercero. Los cristianos no tenemos nada que ver con la Ley del Sinaí, pero sí con sus principios espirituales que son eternos, y que fueron confirmados por Jesús en varias ocasiones durante Su ministerio terrenal (Mateo 5:17-48; 22:35-40; Lucas 10:25-37).
Puesto que “Dios es amor” (1ª Juan 4:8,16), Él requiere de todos Sus hijos que sus conciencias estén regidas por el amor; y no por una ley externa de Diez mandamientos fijados en tablas de piedra, que no son más que una adaptación elemental para el pueblo del AT de aquella época (Ver, por favor, 2ª Corintios 3:2-18). Sin embargo, Jesús va mucho más allá. Él nos fija un ideal de perfección: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Por eso, Él nos requiere “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mateo 5:44-48).
De dos mandamientos depende toda la ley y los profetas
Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Jesús nos da “un mandamiento nuevo”, porque ya no estamos en el Antiguo Pacto sino en el Nuevo, y ahora servimos “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
El apóstol Pablo insiste en eso mismo: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14).
Romanos 13:8-10: No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
¿Nos sorprende que toda la ley se cumpla con amar al prójimo como a uno mismo? ¿Dónde queda el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37; Lucas 10:27)?
Esto lo explica perfectamente el apóstol Juan cuando afirma que “el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1ª Juan 4:20). Es decir, el único modo de amar a Dios es amar al prójimo. Dicho de otra forma: el verdadero cristianismo se demuestra en el amor a nuestras semejantes. A Dios solo hay una forma de conocerlo: amando. “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios” (1ª Juan 4:7).
Pero mejor será que disfrutemos leyendo todo el contexto en el cual San Juan expresa entrañablemente que “Dios es amor”, y que nos lo ha demostrado enviando a Su Hijo al mundo, muriendo por nosotros, y que esa es la razón de que nos exija que le amemos, “porque Él nos amó primero” (1ª Juan 4:19), y que nos amemos unos a otros.
1 Juan 4:7-21: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. (8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (9) En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. (13) En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. (14) Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. (15) Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. (16) Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. (17) En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. (18) En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. (19) Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (20) Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (21) Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
Ahora, aunque sea imitando y parafraseando pobremente a San Pablo, queridos judaizantes ¿por qué queréis, ante tan excelsa revelación del amor de Dios que tenemos en el Nuevo Testamento, volveros a la rudimentaria Ley del Sinaí? "¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?" (Gálatas 4:9-11).
Gálatas 4:9-11: mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
Cuarto. Esta ley maravillosa del amor a Dios y al prójimo es el ideal, lo que tenemos que alcanzar por la Gracia de Dios y el estudio de Su Palabra, la oración, mediante el Espíritu Santo que mora en cada cristiano (Hechos 2:38,39; 1ª Corintios 3:16; Efesios 1:13-14), y solo entonces nuestras vidas darán los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, etc. (Gálatas 5:22-25). Esta es la exigencia de Dios, pero como nadie puede alcanzarla, fue necesario que Cristo la cumpliera por cada uno de nosotros, y al acogernos a Él, al aceptarlo como nuestro Salvador personal, quedamos libres de la condenación de la ley, “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24), porque Él es la propiciación y expiación de nuestros pecados (Romanos 3:25; Hebreos 2:17; 1ª Juan 2:2).
Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Quinto. Todos los seres humanos mientras no sean conscientes de que son pecadores, y que esa condición les arrastra irremisiblemente a la muerte eterna, y, decidan, por la gracia de Dios, arrepentirse y convertirse son esclavos del pecado (Romanos 6:16-18). De ahí la exclamación angustiosa y a la vez esperanzada: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (25) Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 6:24-25). El llamado de Dios es siempre el mismo “Arrepentíos y convertíos” (Marcos 1:14-15; Lucas 13:3; Juan 3:5; Hechos 2:38-39) para que seamos salvos.
Marcos 1:14-15: Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, (15) diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
La única solución para el problema del pecado está en Jesús. Porque Dios, en la Persona de Su Hijo tuvo que hacerse hombre para morir en nuestro lugar, pagando la penalidad que nos correspondía. De ahí que el ángel, que se apareció en sueños a José, el esposo de la Virgen María, le dijo, refiriéndose al Hijo que sería engendrado del Espíritu Santo en María: “llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:19-21).
Por lo cual “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 6:25), porque “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (11) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:8-11).
“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:19-21).
¿No es maravilloso el Plan de Salvación de Dios para la humanidad “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9)?
La salvación es un don gratuito de Dios al hombre, porque ya hemos visto que la naturaleza pecaminosa de este le impide alcanzar la alta exigencia de la ley del amor. “Pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21); “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).
Efesios 2:8-10: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se gloríe. (10) Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Romanos 5:1-2: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; (2) por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Por lo tanto, la salvación es solo por la Gracia de Dios por medio de la fe (Efesios 2:8-9; Gálatas 2:16-21; Romanos 1:16-17; 3:24; etc.); y se obtiene estudiando o escuchando, creyendo y obedeciendo la Palabra de Dios, la cual nos irá santificando día y a día (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-16; Lucas 24:44-47; Juan 5:39; 6:63;17:17; 2 Tes. 2:13-17; 2 Timoteo 3:15-17; 1 Pedro 1:22-25) hasta hacernos aptos para el Reino de los Cielos, porque sin la santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).
Mateo 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (19) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Marcos 16:15-16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (16) El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Lucas 24:44-47: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46) y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;
Juan 6:63: El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Juan 17:17: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
2 Tesalonicenses 2:13-17: Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, (14) a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. (15) Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. (16) Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, (17) conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.
2 Timoteo 3:15-17: y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. (16) Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, (17) a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
1 Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; (23) siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; (25) Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
3. La ley de Moisés no es solo el libro de la Ley sino toda la Torá, y no se pueden extraer solo las Tablas de piedra y dejar el resto.
Además, usted se equivoca cuando intenta separar la ley de las Tablas de piedra y el libro de la ley. Debería saber que todo ello pertenece a la “Ley” (la Torá o Pentateuco), es decir, forma una parte del AT; y esa Ley no admite divisiones y separaciones, o la toma usted toda en su paquete entero, o la desecha toda por obsoleta (Hebreos 8:13). Me gustaría hacerle entender que usted ni nadie puede escoger algo del AT y decir que ello está vigente y el resto no lo está.
Por favor, si escoge usted la ley de las tablas de piedra debe obligatoriamente cumplir toda la Ley de Moisés sin fallar en un punto; por eso le cité en el anterior correo el capítulo quince de Hechos, donde, los judaizantes –como usted mismo es, aunque pretenda calificar a este servidor de lo mismo– al igual que usted, querían que los cristianos gentiles observaran toda la ley de Moisés –incluido el reposo sabático por supuesto–, sin embargo, decepcionante y frustrantemente para los judaizantes, Pedro dijo: (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos […] “no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,…Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:10,11, 19, 21). Con esto queda zanjado todo, y lo siento mucho por usted, otros que piensan lo mismo que usted.
La Ley del Sinaí es una adaptación de los principios morales universales exclusivamente para un pueblo –Israel–, y como base del Antiguo Pacto. Y tanto dicha Ley como el primer o Antiguo Pacto se cumplen y terminan en Cristo.
Al poco de empezar a desarrollarse al Iglesia primitiva surgieron “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído,… diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5). Estos fariseos convertidos al cristianismo creían que los cristianos estaban obligados a circuncidarse y guardar la Ley de Moisés.
Ahora, es necesario entender que la Ley de Moisés incluye no solo las leyes rituales, civiles y morales sino también la Ley de las tablas de piedra –los famosos diez mandamientos del Decálogo– que es la base del Antiguo Pacto. La Ley de Moisés forma un conjunto o sistema legislativo inseparable o indivisible, que fue dado por Dios para gobierno del Israel antiguo. Por lo tanto, no se pueden abolir ciertas leyes que la componen y pretender mantener vigentes las que legislan en el ámbito moral. Por otra parte eso sería imposible, pues los libros de la Ley –toda la Ley– dependen del principio universal de amor a Dios y al prójimo, y se fundamentan en el mismo (Lv. 19:18; Dt. 6:5; cf. Mt. 22:36-40). Por eso es incorrecto enseñar –como algunos hacen– que en la cruz de Cristo fueron abolidas solo las leyes ceremoniales y civiles, permaneciendo intacta y vigente la Ley de los Diez mandamientos, que es precisamente el fundamento del Antiguo Pacto.
Por otro lado, los mismos defensores del reposo sabático suelen argumentar que la Ley de Moisés no es la Ley de Dios o que no la incluye. Esto es totalmente incierto, pues el AT cita indistintamente “Ley de Moisés”, “Ley de Dios” o “Ley del Señor” para referirse en todos los casos a la misma única Ley: la Ley que fue dada por Dios a Israel en el Sinaí (ver Éx. 18:6; Lv. 26:45-46; Núm. 31:21; Dt. 4:44; Jos. 23:6; 24:26; Lc. 2:22-24, 39; etc.).
Levítico 26:45-46: Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová. (46) Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.
Deuteronomio 4:44: Esta, pues, es la ley que Moisés puso delante de los hijos de Israel.
Josué 23:6: Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra;
Josué 24:26: Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová.
Lucas 2:22-24: Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (23) (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), (24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Lucas 2:39: Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Demostrado que la ley de Moisés es lo mismo que la Ley de Dios (Lucas 2:22-24,39), ahora, nos conviene recordar que el rito de la circuncisión fue la señal del Pacto que hizo Dios con Abraham (Génesis 17:7,10-14), pero siguió siendo de obligado cumplimiento en el AP como señal de pertenencia al pueblo de Dios hasta la muerte de Cristo. Incluso los observadores del reposo sabático aceptan que los cristianos no están obligados a circuncidarse. Pero los judaizantes de la Iglesia primitiva –“algunos de la secta de los fariseos, que habían creído”, reclamaban que los cristianos debían cumplir toda la Ley de Moisés: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5).
En pocas palabras, estos fariseos cristianos creían que el Antiguo Pacto continuaba en vigor, y consecuentemente con ello, exigían que debía cumplirse toda la Ley que configuraba aquel Pacto. Esto es lógico. Lo que no es de recibo es la pretensión de algunos –especialmente, los adventistas–, que se atreven a extraer de la Ley de Moisés, la base del Pacto Antiguo, que son los Diez Mandamientos, exigiendo la observación del reposo del día sábado, que pertenece al Antiguo Pacto. Pero eso no es correcto, pues, o exigimos a los cristianos cumplir con toda la ley de Moisés, como trataron de hacer los judaizantes de la Iglesia primitiva, o abolimos todo el sistema antiguo de la Ley; lo que no caben son medias tintas. Como lo demuestran los siguientes textos, que se refieren al “concilio” en el que los dirigentes de la Iglesia primitiva decidieron que los cristianos no estaban obligados a cumplir nada en absoluto de la Ley de Moisés, incluido por tanto, el reposo sabático que fue la señal del Antiguo Pacto:
Hechos 15:7-11: Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. (8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
Hechos 15:19-21: Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, (20) sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. (21) Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.
Esta fue una perfecta ocasión para que Jacobo dijera también: “escriban a los gentiles que no dejen de observar la Ley de Moisés” –tengamos en cuenta que esta Ley es la que Dios promulgó en el Sinaí–, “y especialmente no se olviden de reposar cada sábado conforme al cuarto mandamiento de la Ley”. Sin embargo, decepcionante y frustrantemente para los judaizantes, dijo:“no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,…Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:19, 21).
Es absurdo e ilógico no reconocer lo evidente: que el primer Pacto o antiguo Pacto (Hebreos 8:7,13; 9:1,15,18; 10:9) –basado en las Tablas de piedra– fue hecho por Dios solamente “con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto” (1 Reyes 8:9; Cf. 2ª Crónicas 6:11). Y, por si esto no fuera suficiente para algunos, Moisés vuelve a recalcar que “Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. (4) Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego” (Deuteronomio 5:2-4). Y al establecer Cristo el Nuevo Pacto con Su muerte y resurrección, “ha dado por viejo al primero” [es decir, cesa toda vigencia del Antiguo Pacto] (Hebreos 8:13). Puesto que la ley del Sinaí era la base del mismo, también desaparece esta Ley que lo fundamentaba.
El error que muchos han cometido es creer que las Tablas de piedra, del Pacto o del Testimonio contienen la Ley moral universal, y por tanto, perfecta e inmutable. Sin embargo, aunque esta ley del Sinaí está fundamentada en los principios universales de la Moral –“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37; Cf. Dt. 6:5), y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39; Cf. Lv. 19:18)–, la letra de los diez mandamientos que la componen no es más que un elemental y básico desarrollo de los citados principios universales, pero adaptados para un pueblo –Israel–, y adecuados para la época en que se desarrollaría el Antiguo Pacto; por lo que solo serían válidos –como afirma San Pablo– “hasta que viniese la Simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19) “la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).
Ejemplos que demuestran la realidad de la anterior aseveración son las redacciones de los siguientes mandamientos:
Segundo mandamiento del Sinaí: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, (6) y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6).
Clara y evidentemente la redacción de este mandamiento, prohibiendo no solo utilizar las imágenes como ídolos –dándoles un culto que solamente corresponde a Dios–, sino también construir o hacer imágenes, era muy adecuado para evitar o tratar de contrarrestar que el Israel antiguo imitara las costumbres de las naciones paganas que le rodeaban, y se fabricara dioses inanimados semejantes a los que tenían dichos pueblos. Sin embargo, el AT registra que Israel, pasó por alto este mandamiento, transgrediéndolo nada más conocerlo (Éxodo 32:1-35), y también en otros momentos a lo largo de su historia cayó igualmente en este tipo de idolatría.
La transgresión no estaba en el hecho de fabricar o construir las imágenes sino en darles culto. Nadie debía hacer ninguna imagen para inclinarse ante ella y honrarla. Reiteradamente Dios ordenó a Israel: “Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. (14) Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. (15) Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios; (16) o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas. (17) No te harás dioses de fundición” (Éxodo 34:13-17).
El peligro está en tener o hacer imágenes creyendo que a través de ellas se obtiene el favor de alguien al que le hemos conferido en nuestro corazón lo que solo corresponde al verdadero Dios. Eso sería superstición e idolatría. Por eso, Dios no se contradice a sí mismo cuando ordena a Su Pueblo: “Harás también dos querubines de oro” (Éxodo 25:18). Pero mejor leer un poco de su contexto:
Éxodo 25:18-22: Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. (19) Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. (20) Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. (21) Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. (22) Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.
La prueba de que la redacción o letra de este segundo mandamiento de la ley de las Tablas de piedra no es inmutable, está en que el Nuevo Testamento no registra ninguna prohibición en cuanto hacer, construir o fabricar imágenes. En el NT se condena solo la idolatría que consiste en dar a la criatura o a las cosas creadas el culto o adoración o preeminencia que solo corresponde a Dios (véase, por ejemplo, Mateo 4:9,10; Hechos 10: 25,26; 17:29; Romanos 1:23-25; 1 Corintios 8:4-11; 10:14, 18-20; 12:2; Efesios 5:5; Fil. 3:18-19; Col 3:5; 1ª Juan 5:21; Ap. 9:20; etc.).
En los siguientes textos veremos que no hay ninguna prohibición a construir o hacer imágenes sino a toda forma de idolatría. Además, para que nadie tenga dudas, el NT explica que idolatría no es solamente dar culto a las imágenes sino también todo tipo de avaricia, culto al cuerpo o al “vientre” o pasiones desordenadas (Col 3:5; Fil 3:19), algo que no contemplaba la letra del segundo mandamiento del Sinaí.
Hechos 17:29: Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.
Romanos 1:23-25: y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. (24) Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, (25) ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
1 Corintios 10:14: Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.
1 Corintios 12:2: Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos.
1 Juan 5:21: Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
Efesios 5:5: Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Filipenses 3:18-19: Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; (19) el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
Colosenses 3:5: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;
Apocalipsis 9:20: Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;
Cuarto mandamiento del Sinaí. El Antiguo Testamento registra dos versiones del citado mandamiento (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:12-15), perfectamente válidas, quizá complementarias, pero apropiadas para un solo pueblo en la Tierra –Israel– y dirigidas exclusivamente a él, y a ninguna otra nación.
Éxodo 20:8-11: Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11) Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Deuteronomio 5:12-15: Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. (13) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (14) mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. (15) Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.
Este mandamiento le fue dado a Israel junto con el “Maná” (Éxodo 16:4-5,17-29) antes de la entrega de las tablas de la ley en el Sinaí; lo cual redunda en demostrar su exclusividad para este pueblo, si además comprobamos que fue la señal del Pacto entre Dios e Israel (Éxodo 31:13-17).
Éxodo 31:12-17: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo[c] consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. (16) Guardarán, pues, el día de reposo[e] los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. (17) Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.
Notemos que Dios hizo pacto con Noé y le dio como señal el arco iris en las nubes (Génesis 9:13), y más tarde a Abraham, Dios le dio como señal la circuncisión (Génesis 17:10-14). Todo esto deja tener vigencia en el NT, porque todo ello es sombra y figura que se cumplen en Cristo (Col 2:16-17), pues Él es la “buena nueva” (Hebreos 4:2,3) de salvación, y solo mediante Cristo se obtiene el reposo que simboliza el séptimo día (Hebreos 4:2,3); pues al creer en Él se entra en el reposo de Dios (Hebreos 4:9-10), no en el reposo de un día a la semana sino en el reposar de obrar o sea confiar en la salvación obtenida en Cristo, sin las obras de la ley. Por tanto, este precepto no tiene ningún sentido para los cristianos, ni puede ser aplicado a la humanidad, puesto que no se corresponde con ningún principio de la moral universal.
Décimo mandamiento del Sinaí. También el AT registra dos versiones del citado mandamiento (Éxodo 20:17; Dt. 5:21), ambas similares y muy apropiadas para un pueblo de la antigüedad; pero debemos reconocer que, aunque el principio siga siendo válido, la letra o redacción del mismo son totalmente obsoletas.
Éxodo 20:17: No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
Deuteronomio 5:21: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Por lo tanto, concluimos que la ley nueva –el Nuevo Testamento– es más perfecto que la ley del Sinaí, y su abolición está plenamente justificada porque ha sido sustituida por una mejor, y porque ahora servimos a Dios “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
4. Conclusión
Aunque hasta Moisés no hubo ley moral escrita, la santa Biblia declara que “había pecado en el mundo” (Romanos 5:13). Por otro lado, después que se promulgó la ley, las naciones paganas que rodeaban el antiguo Israel, posiblemente tuvieron conocimiento de esta ley pero no estaban sometidos a ella pues había sido dada exclusivamente para el gobierno de los israelitas, y por tanto, nadie del mundo gentil podía sentirse concernido u obligado a la obediencia de la misma. Sin embargo, tanto antes de la ley como después de la ley, los israelitas que estaban bajo la ley, así como los paganos o gentiles de todas las épocas, que no tenían ley, es decir, todo el mundo, igualmente son juzgados por Dios de pecado (Romanos 3:10,12, 23).
Con todo esto hemos querido demostrar que exceptuando Israel, la humanidad hasta Cristo no estuvo bajo la ley del Sinaí sino bajo la ley moral natural escrita en sus conciencias (Romanos 2:14-16). Luego, Cristo, hace unos dos mil años, derribó “la pared intermedia de separación” que existía entre el pueblo de Israel y el resto del mundo (Efesios 2:14), “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas…y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo” (Efesios 2:15,16). Por tanto, con la muerte de Cristo quedó abrogado el Antiguo Pacto (Hebreos 8:13) y con él todas las leyes que regían bajo el mismo, recogiendo o salvando solo los principios morales eternos de los que dependía toda la ley:
Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Lucas 10:25-28: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? (26) Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? (27) Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. (28) Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
En el Nuevo Pacto, Cristo recoge los principios morales eternos de la ley del Sinaí, los amplifica espiritualizándolos formando una nueva ley moral superior a la del Antiguo Pacto (Hebreos 7:12), en el sentido de su mayor exigencia y amplitud, porque legisla no solo las acciones o actos externos del ser humano sino también las intenciones y pensamientos del corazón. Además, esta nueva ley moral es universalizada porque va dirigida no solo al pueblo de Israel sino a toda la humanidad. Por tanto, la ley nueva es distinta a la antigua, y Cristo establece sus contrastes y diferencias en Mateo 5:21-48. Los cambios más evidentes son:
- El cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que exigía reposar en el día sábado, séptimo de la semana, y abstenerse de toda obra profana, trabajo, encender fuego, cocinar, viajar, llevar cargas, etc., deja de estar vigente a la entrada del Nuevo Pacto (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17). Otra prueba más de la abolición del reposo sabático es que la Iglesia primitiva se reúne en domingo, primer día de la semana (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2). Pero deja de haber mandamiento de reposar un día a la semana por motivos religiosos.
- La letra de los nueve mandamientos restantes cambia, aun cuando se recogen sus principios morales. Por ejemplo, el sexto mandamiento prohíbe matar (Éxodo 20:13), pero Jesús va más allá, condenando también las intenciones, pensamientos y sentimientos, como el enojarse, zaherir, insultar, odiar, etc., al prójimo. El séptimo mandamiento que dice simplemente “no cometerás adulterio” (Éxodo 20:14), Jesús lo eleva o lo espiritualiza hasta el extremo de culpabilizar a “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró en su corazón” (Mateo 5:28).
- Además, Él añade otros mandamientos que no están contemplados en el famoso Decálogo del Sinaí, como por ejemplo: “No resistáis al que es malo…” (Mateo 5:39); “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” (Mateo 5:44).
Los cristianos no se relacionan con la ley de la misma manera que las personas no convertidas a Cristo. Pues a estos la ley les condena porque no quieren cumplir la ley y tampoco pueden. Si estos reconocen sus pecados y su impotencia en cumplirla, y se arrepienten, la ley será el ayo, guía, tutor o pedagogo que los llevará a Cristo (Gálatas 3:24), y la ley habrá cumplido su única misión que consiste en denunciar el pecado (Romanos 3:20). En cambio, los cristianos no están bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14); la ley no les puede condenar porque han muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4) en el Bautismo (Romanos 6:3,4); su relación no es con la ley sino con la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Romanos 8:2). Como hijos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, no son guiados por la ley sino por el Espíritu Santo que mora en ellos (Romanos 8:14,17), y son impulsados no por la coerción de una ley exterior sino por “el amor de Dios…derramado en nuestro corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Los que intentan guardar los Diez Mandamientos como una ley exterior fracasan y caen en el legalismo, que carece de amor. Si no hay amor, la ley no se cumple de ninguna manera, puesto que Dios juzga las intenciones que hay en lo profundo del corazón humano. El que ama cumple perfectamente los mandamientos de la ley moral (Juan 13:34; 14:15,21; 15:11-17; Romanos 13:7-10; Gálatas 5:14; 1 Juan 2:7-11; 3:14-16, 23-24; etc.).
Juan 13:34: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Juan 15:11-17: Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. (12) Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. (13) Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (14) Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (15) Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. (16) No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (17) Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Romanos 13:7-10: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (8) No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Gálatas 5:14: Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El apóstol Juan nos confirma que el mandamiento antiguo es la Palabra que habéis oído desde el principio (1 Juan 2:7), y no la ley del Sinaí que fue abolida junto con toda la Ley (Torá- Pentateuco) con la vida, muerte y resurrección de Cristo.
1 Juan 2:7-11: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. (8) Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. (9) El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. (10) El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. (11) Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
1 Juan 3:14-16: Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (15) Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (16) En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
1 Juan 3:23-24: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. (24) Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
En resumen:
Primero. La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos, es decir, el pueblo de Israel, en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía la ley. Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a un reglamento minucioso, que prohibía, además de trabajar bajo pena de muerte (Éxodo 35:2,3), cocinar, llevar cargas, encender fuego, viajar, etc. Este mandamiento no pertenece a la ley moral natural. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, pero ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto.
Segundo. “Los gentiles que no tienen ley” (Romanos 2:14) darán cuenta a Dios por la ley moral que hay escrita en sus corazones, (Romanos 2:15). Es decir, serán juzgados no por la Ley del Sinaí –que no les concierne–, sino por la ley moral escrita en sus conciencias. Sin embargo, los que rechazan la luz del Evangelio serán juzgados por la ley evangélica, que es dada para toda la humanidad, sin hacer distinción entre judíos y gentiles (Mateo 5:21-48). Esta es la nueva ley que sustituye a la del Sinaí porque es más exigente que la letra de los Diez Mandamientos, porque juzga no solo las acciones u obras sino también las intenciones del corazón. Ya no basta con no matar sino que también hay que evitar enojarse con el prójimo. No basta con “no adulterarás” sino que hay que evitar mirar a la mujer para codiciarla (Mateo 5:22,28). Los mandamientos de Jesús, la ley de Cristo es “amaos unos a otros como yo os he amado” (Juan 13:34-35), incluso “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:42-45).
Tercero. Los cristianos no estamos bajo la ley moral, ni por supuesto la del Sinaí que nunca estuvimos, porque en Cristo hemos muerto a ella (Romanos 7:6); “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). La ley moral –no los Diez Mandamientos– no puede condenarnos porque Cristo la ha cumplido en lugar nuestro (Romanos 8:1; Gálatas 2:16; 3:13).
Cuarto. Los cristianos pertenecemos al Pacto de Abraham. La promesa de bendición a toda la humanidad no viene por el Pacto de la ley, que vino 430 años después (Gálatas 3:8,9,16) sino por la promesa a “la simiente de Abraham”, que es Cristo (Gálatas 3:16), por la que serían benditas todas las naciones. Por tanto, la salvación no es por las obras de la ley sino por la sola fe en Jesús (Gálatas 3:9,10).
Quinto. En el Nuevo Pacto en Cristo queda abolida en su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Efesios 2:15). El cristiano queda solo sujeto a todo lo que manda el Nuevo Testamento, y este recoge todos los principios morales de la ley natural, que estaban no solo en el Decálogo sino especialmente fuera del mismo (Levítico 19:18; Dt. 6:5; cf. Mateo 22:36-40). Sin embargo, el precepto del reposo sabático no es confirmado en ningún lugar del NT, es más, se amonesta a los judaizantes por quererlo guardar, y pretender que lo observen los cristianos (Hechos 15; Gálatas 4:10; etc.). Incluso la Iglesia primitiva, cuando se emancipa de la de los judíos, se congrega en el primer día de la semana, domingo, y no en sábado. No hay precepto en todo el Nuevo Testamento de guardar el reposo sabático, porque era símbolo y figura del reposo que obtiene el cristiano en Cristo, cuando deja de trabajar por su salvación y se acoge por fe a la salvación que Cristo le ofrece sin las obras de la ley (Hebreos 4). El cristiano no está bajo la ley de Moisés sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21), y además, está sujeto a todos los mandamientos que dio Cristo en el Nuevo Pacto.
Sexto. San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático se abroga en Cristo (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17).
Gálatas 4:8-11: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; (9) mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
Colosenses 2:8-17: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (9) Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, (10) y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (11) En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; (12) sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. (13) Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, (14) anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, (15) y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (16) Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, (17) todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
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Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
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