Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Sobre la ley de Dios

¿los cristianos debemos predicar la Ley de Dios?

 
¿Debemos tratar de cumplir la letra y el espíritu de la Ley?

Versión: 30-06- 2020

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Las preguntas que encabezan este estudio bíblico vienen a colación a raíz de unos comentarios que me escribió una persona, referidos a mi artículo titulado ¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?, que publiqué en mi web el 25 de agosto del 2012.

En su escrito me comentaba que le había gustado mucho el citado artículo, porque le había aclarado muchas dudas, pero que aún le quedaban dos o tres, y me hacía la siguiente interesante reflexión:

“Cristo no vino a abolir la Ley sino a cumplirla [Mt. 5:17]. Somos salvos por gracia, no por obras para que nadie se gloríe [Ef. 2:8-9]. ¿Qué hacemos entonces con la ley de Dios? ¿La dejamos a un lado, no la estudiamos?  Creo que es importante en estas clases de estudios hacer énfasis en conocer la Ley de Dios. De lo contrario las personas no sabrán cuándo pecan. Hoy día el énfasis que se hace es sólo en la gracia y la gente no entiende de qué es salvada, conocen solo al Dios de Amor y olvidan que también es el Dios justo que paga a todos de acuerdo a lo que hayan hecho en vida. Un verdadero arrepentimiento nace de un verdadero conocimiento de la Ley quebrantada. Es cierto que ya no estamos bajo la maldición de la Ley [Gá. 3:13]. Esto no quiere decir que la ley sea maldición, pues la ley fue dada por Dios y es dada para protección nuestra, “Toda Escritura es útil para redargüir y enseñar” [2 Ti. 3:16]. La maldición de la Ley es "la muerte", es el pago por quebrantarla [Ro. 6:23]. De esta maldición nos libró Jesús. Ahora somos justificados por la fe puesta en Él y no por el cumplimiento de la Ley, más esto no nos exime de conocerla, no debemos hacerla a un lado, debemos amarla y conocerla, de lo contrario no podremos saber de qué se nos ha librado, y tratar de cumplirla en amor ahora; más no por obligación o por temor a un castigo, si no por amor a quien nos ama”.

A continuación me transmitía su siguiente duda:

“Con respecto al sábado, usted menciona  esto al final de su estudio: ‘Otra prueba más de la abolición del reposo sabático es que la Iglesia primitiva se reúne en domingo, primer día de la semana  (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2)’. En estos dos versículos está mal traducido del original griego. Si indaga podrá ver que ambas traducciones  vienen de esta frase en griego: κατὰ μίαν αββάτου, cuya traducción real sería: en uno de los sábados. En ambos versículos que usted menciona está la palabra griega "sabaton"  que es sábado, y no primer día de la semana”.

Habiéndome sido planteadas sus dudas de una forma tan clara, erudita e inteligente, ahora corresponde a este servidor tratar de responder, con la ayuda e inspiración de Dios, a las cuestiones que se derivan de los temas suscitados y planteados arriba:

¿Son los Diez Mandamientos, según se registran en el Antiguo Testamento (Éx. 20:1-17; cf. Dt. 5:1-21), los que Dios exige cumplir a todos los seres humanos a fin de que no mueran eternamente?

¿Es importante en estas clases de estudios hacer énfasis en conocer la Ley de Dios?

¿Qué hacemos entonces con la ley de Dios? ¿La dejamos a un lado, no la estudiamos? 

¿Celebraba la Iglesia cristiana primitiva sus asambleas semanales en el primer día de la semana (domingo) o en el séptimo día (sábado)?

Esta es una ocasión de oro, que me ha proporcionado la citada persona que me escribió, para que este servidor se decidiera a volver a abordar un tema tan interesante y profundo y a veces tan polémico; pero que, puesto que escribí mucho sobre la Ley de Dios en el pasado, ya había considerado no abundar más en él mismo.

2. ¿Son los Diez Mandamientos, según se registran en el Antiguo Testamento (Éx. 20:1-17; cf. Dt. 5:1-21), los que Dios exige cumplir a todos los seres humanos a fin de que no mueran eternamente?

Para poder responder a las preguntas que se planteaba la persona que me escribió –“¿qué hacemos entonces con la ley de Dios?, ¿la dejamos a un lado?, ¿no la estudiamos?”–, antes deberíamos precisar a qué ley de Dios nos vamos a referir.

¿Se trata acaso del Decálogo del AT (Éx. 20:1-17; cf. Dt. 5:1-21) –escrito en “dos tablas de piedra” (Éx. 31:18; 34:28; Dt. 5:22; 9:9; 10:1; Heb. 9:4)– la ley que  Dios exige cumplir a todos los seres humanos so pena de muerte eterna?

Los Diez Mandamientos

Primero: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).

Segundo: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás…” (Éxodo 20:4-5).

Tercero: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7).

Cuarto: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11) Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo[c] y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).
Quinto: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20:12).
 
Sexto:No matarás.” (Êxodo 20:13).
 
Séptimo:No cometerás adulterio.” (Éxodo 20:14).

Octavo:No hurtarás”. (Éxodo 20:15).
 
Noveno: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”. (Éxodo 20:16).

Décimo: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. (Éxodo 20:17)

Esta ley moral es universalmente conocida, por su sencillez y simplicidad y porque se resume en solo diez mandamientos, que contienen diez principios básicos que regulan la relación con Dios y con el prójimo. Aunque exteriormente, en la letra, no parece difícil de cumplir, sí lo es en su espíritu. Por eso, existen millones de personas en el mundo que no cumplen plenamente cada mandamiento.

Sin embargo, la versión más popular de los Diez Mandamientos es la adaptación no bíblica que la Iglesia católica enseña en su Catecismo (1) desde los tiempos de San Agustín (S. V).

“2066. La división y numeración de los mandamientos ha variado en el curso de la historia. El presente catecismo sigue la división de los mandamientos establecida por san Agustín y que ha llegado a ser tradicional en la Iglesia católica.” (Catecismo de la Iglesia Católica. 2066).

“2067. […] Los tres primeros se refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del prójimo...., así los diez preceptos se dividen en dos tablas: tres están escritos en una tabla y siete en la otra” (S. Agustín, serm. 33,2,2) (Catecismo de la Iglesia Católica. 2067).

“2068. El Concilio de Trento enseña que los diez mandamientos obligan a los cristianos y que el hombre justificado está también obligado a observarlos (Cf. DS 1569-1670). Y el Concilio Vaticano II afirma que: “Los obispos, como sucesores de los apóstoles, reciben del Señor... la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación” (LG 24). (Catecismo de la Iglesia Católica. 2067).

“2076. Mediante su práctica y su predicación, Jesús manifestó la perennidad del Decálogo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2076).

“2079. […] “El Decálogo forma una unidad orgánica en que cada "palabra" o "mandamiento" remite a todo el conjunto. Transgredir un mandamiento es quebrantar toda la ley (cf. Stg. 2:10-11). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2079).

En su afán pedagógico, con la autoridad magisterial que la caracteriza, y quizá también para ocultar su evidente contradicción con la presencia y ostentación de abundancia  imaginería u obra escultórica en sus templos de culto, la Iglesia católica, sustituyó el primero y segundo mandamientos bíblicos por el de “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. También hizo otros cambios, como la reformulación del cuarto mandamiento –“Acuérdate del día de reposo para santificarlo…”, convirtiéndolo en: “Santificarás las fiestas”. Además, cambiaron la letra del mandamiento “no adulterarás” por “No fornicarás”, o bien “No cometerás actos impuros”.

Las tablas de piedra Puesto que –al eliminar el segundo mandamiento–  el Decálogo quedaba reducido a solo nueve mandamientos, a fin de mantener el número diez se dividió el décimo registrado en  Éxodo 20:17 en dos. Todo esto lo refleja bien el propio Catecismo, mediante la siguiente tabla, en la que las dos primeras columnas transcriben las dos versiones de los Diez Mandamientos que aparecen en el AT, y la tercera columna corresponde a la versión adaptada por Iglesia católica, para su Catecismo.

Veamos este cuadro comparativo:

Los Diez Mandamientos (2)
(Versión del Catecismo de la Iglesia Católica)


Éxodo 20, 2-17

Deuteronomio 5, 6-21

Versión del Catecismo

Yo soy el Señor tu Dios que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado
de Egipto, de la servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí.

Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado de Egipto, de la  servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí...

 

 

Amarás a Dios sobre todas las cosas.

No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos.

 

 

No tomarás en falso el nombre del Señor, tu Dios, porque el Señor no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso.

No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios...

No tomarás el nombre de Dios en vano.

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo,
ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo
el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó, por eso bendijo el Señor el día del sábado.

Guardarás el día del sábado para santificarlo

Santificarás las fiestas.

Honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.

Honra a tu padre y a tu madre.

Honrarás a tu padre y a tu madre.

No matarás.

No matarás.

No matarás.

No cometerás adulterio.

No cometerás adulterio.

No cometerás actos impuros.

No robarás.

No robarás.

No robarás.

No darás falso testimonio contra tu prójimo.

No darás testimonio falso contra tu prójimo.

No dirás falso testimonio ni mentirás

No codiciarás la casa de tu prójimo No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.

No desearás la mujer de tu prójimo.

No codiciarás nada que sea de tu prójimo.

No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

San Pablo nos aclara: sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; (9) conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, (10) para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, (11) según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado (1 Timoteo 1:8-11).

El que quiera puede ponerse bajo esta ley, si cree que es lo correcto. Pero debe saber que, entonces, estará bajo el Antiguo Pacto, y deberá cumplir también todas las leyes que Dios mandó a Su pueblo Israel en el mismo, especialmente los dos principios fundamentales que se encuentran en Levítico 19:18 y Deuteronomio 6:5-6, a las que se refirió Jesucristo en Mateo 22:36-40, y de los que depende toda la ley y los profetas.

“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:36-40).

Los citados dos mandamientos de los que, según Jesús, “depende toda la ley y los profetas”, son universales, porque son la esencia de la Ley eterna de Dios, y forman parte de “la ley y los profetas”, lo que hace referencia a lo fundamental del Antiguo Testamento. Es de notar que estos mandamientos no forman parte del Decálogo, y sin embargo, corresponden a la ley eterna de Dios. Los que se aferran a los Diez Mandamientos como la única ley inmutable y eterna de Dios se equivocan, puesto que en el Paraíso Celestial no existirán aquellos, sino que todos nos regiremos por la ley del amor.

Comprobemos que lo que Jesús dijo está basado en los siguientes pasajes de la Ley (el Pentateuco):

Levítico 19:18: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.

Deuteronomio 6:5: Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.

Lo que demuestra que la ley de Dios no es solo los Diez Mandamientos sino toda Su Palabra, que en este caso, se refiere a las únicas Escrituras que existían en tiempos de Jesucristo.

Comprobemos ahora que los Diez Mandamientos son las Tablas del Pacto o las palabras que resumen el Pacto Antiguo que Dios hizo exclusivamente con Israel (Dt. 5:2-3; Éx. 34:27-28; Dt. 9:9,15). Se trató de un Pacto o Alianza que afectaba y comprometía únicamente al pueblo de Israel, es decir, los judíos. Por tanto, nada que ver con los gentiles, ni por supuesto con los cristianos, que tenemos la ley de Cristo.

Deuteronomio 5:2-3: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.

Éxodo 34:27-28: Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (28) Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.

Deuteronomio 9:9: Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua;

Deuteronomio 9:15: Y volví y descendí del monte, el cual ardía en fuego, con las tablas del pacto en mis dos manos.

Si alguien, con todo lo citado anteriormente, aún sigue estando nostálgico del Antiguo Pacto y, especialmente del Decálogo, además, debe saber que “cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stgo. 2:10).

Santiago 2:8-13: Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; (9) pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. (10) Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. (11) Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. (12) Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. (13) Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.

Por si todo lo que antecede no fuera suficiente, el apóstol Pablo, citando e interpretando el Antiguo Pacto afirma: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; (12) y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero (Gá. 3:10-13).

Podemos comprobar fácilmente que la ley veterotestamentaria no es solo los Diez Mandamientos, sino que comprende también otras muchas leyes morales, que todo israelita debía cumplir para no caer en maldición (malditos por transgredir cualquier mandamiento del Decálogo u otra ley moral), como las que se registran, por ejemplo, en los siguientes textos:

“Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la pusiere en oculto. Y todo el pueblo responderá y dirá: Amén” (Dt. 27:15) (Afecta al segundo mandamiento)

“Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén” (Dt. 27:16) (Afecta al quinto mandamiento)

 “Maldito el que redujere el límite de su prójimo. Y dirá todo el pueblo: Amén. (Dt. 27:17) (Mandamiento no incluido en el Decálogo). La versión de la Biblia Nueva Versión Internacional de 1999 (NVI 1999), traduce más claramente el mandamiento, al que también le corresponde maldición para todo el que lo transgreda: Maldito sea quien altere los límites de la propiedad de su prójimo.Y todo el pueblo dirá…” (Dt. 27:17).

“Maldito el que hiciere errar al ciego en el camino. Y dirá todo el pueblo: Amén.” (Dt. 27:18) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.” (Dt. 27:19) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que se acostare con la mujer de su padre, por cuanto descubrió el regazo de su padre. Y dirá todo el pueblo: Amén.” (Dt. 27:20) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que se ayuntare con cualquier bestia. Y dirá todo el pueblo: Amén.” (Dt. 27:21) (Mandamiento no incluido en el Decálogo).

“Maldito el que se acostare con su hermana, hija de su padre, o hija de su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén.”  (Dt. 27:22) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que se acostare con su suegra. Y dirá todo el pueblo: Amén.” (Dt. 27:23) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que hiriere a su prójimo ocultamente. Y dirá todo el pueblo: Amén. (Dt. 27:24) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente. Y dirá todo el pueblo: Amén”. (Dt. 27:25) (Mandamiento no incluido en el Decálogo)

“Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo: Amén. (Dt. 27:26). (La ley es, pues, toda la ley –el Pentateuco–, no solo los Diez Mandamientos).

Es decir, recibía maldición no solo el que transgredía algún mandamiento del Decálogo, sino también todo el que incumplía cualquier ley moral contenida en el Antiguo Testamento. Dios prometía también bendiciones a los que obedecían Su ley, que se traducían en que Él les proveería abundancia de bienes materiales y espirituales (véase Dt. 28:1-14). Por el contrario, las maldiciones, consecuencias de sus transgresiones a la ley, les depararía que todas las cosas que emprenderían les saldrían mal (véase Dt. 28:15-68).

Deuteronomio 28:58-59: Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS, (59) entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas.

Por tanto, entender que cuando la Biblia habla de la Ley no se refiere a los Diez Mandamientos sino a todo el Antiguo Testamento o, al menos, al Pentateuco, nos conduce a comprender mejor las palabras de Jesús en Mateo 5:17: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Muchas personas, y en especial la mayoría de los adventistas del séptimo día, creen que Jesús, en el citado texto, se está refiriendo a los Diez Mandamientos, cuando realmente, Él se refiere, si no a todo el Antiguo Testamento, sí, al menos, a todo el Pentateuco, que es la Torá o Ley Antigua. Tengamos en cuenta que toda la Biblia hebrea señala y se focaliza en el Mesías venidero; por eso declara Jesucristo que viene a cumplir todo lo que dicen de Él, la ley y los profetas, es decir todo el AT.

Caemos en una gran confusión y en una grave equivocación cuando tratamos de aislar los Diez Mandamientos del resto de la Ley veterotestamentaria, para luego pretender que estén vigentes para los cristianos, tal como fueron escritos en las tablas de piedra. Es cierto, que los principios elementales y simples que contienen permanecen vigentes para todo el género humano, excepto el reposo sabático, que no pertenece a la ley moral natural, y que además no fue confirmado en el Nuevo Testamento, ni por Cristo ni por sus apóstoles. Sin embargo, la Ley de Cristo, expresada por Él mismo, en su Sermón del Monte (Mateo 5), y completada por sus discípulos y por san Pablo en sus escritos es muy superior al Decálogo.

Es, pues, imprescindible, para no caer en el error, comprender a qué se está refiriendo el propio Jesús cuando habla de “la ley y los profetas” (Lc. 16:16), o bien, de “la ley de Moisés, los profetas y los salmos” (Lc. 24:27,44). ¿No es cierto que Jesucristo incluye no solo el Pentateuco, sino todo el Antiguo Testamento, es decir, la Biblia hebrea, la única que poseían Jesús, sus apóstoles y el pueblo de Israel en general? Veamos varios pasajes que así lo prueban:

Lucas 16:16-17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. (17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

Lucas 24:25-27: Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! (26) ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? (27) Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

Lucas 24:44: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

3. ¿Qué hacemos entonces con la Ley de Dios? ¿Para qué sirve la Ley de Dios? ¿Cuál debe ser la actitud del cristiano hacia la Ley?

Para los cristianos todo el Nuevo Testamento es ley, y, su estudio nos acerca a Dios, como también el estudio del Antiguo Testamento, que también es Revelación de Dios, pero sus leyes pertenecen al Antiguo Pacto y, por tanto, no están vigentes (Hebreo 8:13); y mediante Su palabra nos habla el Espíritu Santo, que nos guía a toda la verdad (Jn. 14:17,26; 16:13; Ro. 8:14-17). Es más, san Pablo afirma: “Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Ro. 1:16); es decir, seremos juzgados por la relación que tengamos con el Evangelio, y no por la ley del Antiguo Testamento.

Juan 14:17,26: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. […] (26) Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

Juan 16:13: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

Romanos 8:14-17: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

La ley sirve fundamentalmente para denunciar el pecado (Ro. 3:20), para condenarnos, porque nadie la puede cumplir de una manera completa; y, desde luego, nadie que no posea el Espíritu Santo mucho menos puede cumplir la ley del amor, que es la del corazón, la ley de Cristo; porque cumplir la ley de forma externa de nada sirve si nuestro corazón no está convertido a Cristo (Jn. 3:3-6). Cristo nos libró de la penalidad de la ley, y nos da por medio de Su Espíritu la gracia para cumplirla en nuestro interior.

Juan 3:3-6: Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (4) Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? (5) Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (6) Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Romanos 3:20: ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

“Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. (20) Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. (21) ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. (22) Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. (23) Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. (24) De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. (25) Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, (26) pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; (27) porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. (28) Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (29) Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gálatas 3:19-29)

Al reconocer nuestra impotencia en cumplir la ley de Dios, no solo una ley externa como los Diez Mandamientos, sino la Ley espiritual de Cristo, que juzga incluso las intenciones, pensamientos y deseos de nuestra mente, entonces, solo tenemos dos opciones:

Primera, acudir a Cristo para que nos libre de la ley del pecado que está en nuestros miembros (Ro. 7:23), es decir en nuestra naturaleza carnal y pecaminosa, y nos dé vida espiritual y eterna. Por eso la Ley es buena porque nos da consciencia de nuestro pecado y nos puede llevar a Cristo, como un ayo o tutor (Gá. 3:24) que conducía a los que estaban bajo su tutela para preservarlos del mal.

Segunda, seguir los deseos de lo carne, cuyo resultado será la muerte eterna: Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. (7) Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:6-8).

Por tanto, si entendemos por la ley de Dios la de las tablas de piedra del Antiguo Testamento, no es lo que este servidor predicaría, sino la ley de Cristo, que es la de nuestro tiempo, bajo la cual estamos todos los cristianos (1 Co. 9:20-21).

1 Corintios 9:20-21: Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; (21) a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

Aunque ciertamente, “los débiles y pobres rudimentos”, a los que se refiere San Pablo en Gálatas 4:9-11, hayan podido ser “nuestro ayo – tutor o pedagogo–, para llevarnos a Cristo” (Gá. 3:24), “pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo... porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gá. 3:25,27).

Nuestro énfasis debe, pues, estar en la Ley de Cristo, que Él resumió en un solo mandamiento, cuando dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. (Juan 13:34-35). El amor al prójimo es lo que nos caracteriza como verdaderos cristianos.

Así también es confirmado por san Pablo:

Romanos 13:8-10: No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Gálatas 5:13-15: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. (14) Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (15) Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.

Otro mandamiento importante que enseñó nuestro Señor, poco antes de Su ascensión al Cielo, fue, no que enseñáramos la Ley sino “todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:20); “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15).

Mateo 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (19) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Marcos 16:15-16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (16) El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Debemos predicar el Evangelio, no la Ley, aunque toda persona debe saber que es pecadora, porque la Ley de Dios existe y nos condena, y por eso Dios tuvo que encarnarse en Jesucristo, para cumplir esa ley, llevar en la cruz nuestros pecados, morir en nuestro lugar (1 P. 1:18-20; 2:21-25), y así darnos la justificación por la fe en Él (Ro. 3:21-26), y con ello la vida eterna (Ro. 6:23).

Romanos 3:21-26: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; (22) la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, (23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (24) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (26) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Por otro lado, la actitud de todo cristiano debe ser la de tratar de respetar y  obedecer todas las leyes humanas –siempre que éstas no estén en oposición a las leyes de Dios (Hch. 4:19, 5:29)–, porque así lo ordena Su Palabra (Ro. 13:1-7).

Hechos 4:18-20: Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. (19) Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; (20) porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

Hechos 5:29: Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Romanos 13:1-7: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. (2) De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. (3) Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; (4) porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. (5) Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. (6) Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. (7) Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

Por tanto, si respetamos y obedecemos las leyes humanas, porque así lo manda Dios, mucho más respetaremos y trataremos de obedecer todas las leyes divinas. Para el cristiano todo lo que ordena la Palabra de Dios es ley que debe cumplir, excepto, como es lógico, las leyes del Antiguo Testamento que ya no está vigentes (Ef, 2:15-16; Heb. 7:12,18,22; 8:13), porque fueron abolidas cuando entró en vigor el Nuevo Pacto, en la muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Efesios 2:15-16: aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, (16) y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

Hebreos 7:12,18,22: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; […] (18) Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (19) (pues nada perfeccionó la ley) […] (22) Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Los cristianos estamos bajo la Ley de Cristo (Mt. 5: 3-48; Jn. 13:34-35; Ro. 13:8-10; Gá. 5:13-15; 1 Co. 9:20-21).

Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Romanos 13:8-10: No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Gálatas 5:13-15: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. (14) Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (15) Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.

Si cumplimos la Ley de Cristo que es espiritual estamos cumpliendo sobradamente la letra y el espíritu de la ley de los Diez Mandamientos: Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gá. 5:14). Comprobemos como la ley de Cristo es superior y más espiritual que los mandamientos del Decálogo:

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. (22) Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:21-22). Cumplir el mandamiento de “No matarás” es fácil, pero no lo es evitar enfadarse con el hermano. La Ley de Cristo va mucho más lejos, porque Él conoce la naturaleza humana y sabe que cuando se despierta en nosotros la ira no se sabe hasta dónde puede llegar; por eso al cristiano se le exhorta a imitar a Cristo, y a que sea como Él: “manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29).

En el citado capítulo 5 del Evangelio de san Mateo, Cristo nos va descubriendo los contrastes entre los mandamientos de la Ley del Antiguo Testamento y los de Su nueva Ley, la Ley Evangélica. Así podemos ir citando uno por uno, como, por ejemplo, el siguiente: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. (28) Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:27-28). Claramente la exigencia de Jesucristo no se limita a prohibir la acción externa del adulterio en sí mismo, sino que llega a las mismas intenciones y pensamientos de nuestra mente y corazón.

Si persona que me contactó se refería a la Ley de Cristo – no al Decálogo–, estoy de acuerdo con ella, en que quizá deberíamos reflexionar y poner más énfasis en la citada Ley. Como ella sugería, estudiémosla, pues, y pidamos a Dios la gracia y el poder de Su Santo Espíritu para cumplirla. Veamos ahora parte de lo que Jesucristo desarrolló y reveló de la profundidad de Su Ley:

Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. (39) Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; (40) y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; (41) y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. (42) Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. (43) Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

En líneas generales, estoy de acuerdo en gran parte del comentario y reflexión, que me compartió la persona a la que me referí en la introducción de este estudio. No obstante, discrepo en la primera parte del siguiente párrafo:

“Creo es importante en estas clases de estudios hacer énfasis en conocer la Ley de Dios. De lo contrario las personas no sabrán cuando pecan,  hoy día el énfasis que se hace es sólo en la gracia y la gente no entiende de qué es salvada, conocen solo al Dios de Amor y olvidan que también es el Dios justo que paga a todos de acuerdo a lo que hayan hecho en vida”.

Aunque estoy de acuerdo en su segunda parte, no lo estoy en que, como cristianos, debamos poner el énfasis en “conocer la Ley de Dios”; aunque esta Ley, a la que probablemente se refiera mi contacto, está ampliamente revelada no solo en el Antiguo Testamento, sino especialmente en el Nuevo Testamento. Los cristianos pertenecemos al Nuevo Pacto en Cristo, y no podemos conocer la voluntad de Dios sin conocer las Buenas Nuevas de Salvación, es decir, Su Evangelio de salvación; porque “somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Co. 5:20); reflexionemos leyendo todo el contexto siguiente:

2 Corintios 5:17-21: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Un cristiano es, por el hecho de “estar en Cristo”, “una nueva criatura”; es decir, una persona que ha “nacido de nuevo” (Jn. 3:4). Todos los seres humanos somos nacidos de la carne –somos carne–, y hasta que no nacemos del Espíritu no nos convertimos en seres espirituales (Jn. 3:5-6). El diálogo que sostuvo Jesucristo con Nicodemo un fariseo, “principal entre los judíos” (Jn. 3:1), nos desvela la clave para ser cristiano: nacer de nuevo por obra y gracia del Espíritu Santo:

Juan 3:3-8: Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (4) Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? (5) Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (6) Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (7) No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. (8) El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

Esto debe llevarnos a reconocer que la condición natural de todos los seres humanos es la carnalidad pecaminosa, y si no nacemos de nuevo no podemos “ver ni entrar en el Reino de Dios” (Jn. 3:3,5). De ahí que, el apóstol Pablo, incida en que el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14).

Por consiguiente, al ser humano en su condición natural o carnal, es incapaz de cumplir la ley de Dios: “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Ro. 7:14); “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; (23) pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. (24) ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? (25) Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Ro. 7:22-25).

Incluso después del nuevo nacimiento, a los cristianos se nos insta a: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. (17) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. (18) Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley (Gá. 5:16-18). Leamos también su contexto:

Gálatas 5:16-26: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. (17) Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.(C) (18) Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. (19) Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, (20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, (21) envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (22) Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (24) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. (25) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (26) No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Debemos, pues, deducir de la experiencia personal de san Pablo, narrada en Romanos 7:7-25, –y también admitir–, que nuestra naturaleza carnal o pecaminosa nunca desaparece totalmente. Pero después de nacer de nuevo, la naturaleza espiritual debe ir poco a poco subyugando a la naturaleza carnal pecaminosa; anulando nuestra vieja naturaleza y creciendo en la nueva naturaleza espiritual, como nuevas criaturas en Cristo (2 Co. 5:17; Ef. 4:22-32; Col. 3:1-17).

Efesios 4:17-32: Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, (18) teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; (19) los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. (20) Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, (21) si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. (22) En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, (23) y renovaos en el espíritu de vuestra mente, (24) y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (25) Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. (26) Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, (27) ni deis lugar al diablo. (28) El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. (29) Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. (30) Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (31) Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Colosenses 3:1-17: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. (2) Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (3) Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (4) Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (5) Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (6) cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, (7) en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. (8) Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. (9) No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, (10) y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, (11) donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. (12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; (13) soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14) Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (15) Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. (16) La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (17) Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Se trata de un ejercicio diario de nuestra libertad de la esclavitud del pecado obtenida en el nuevo nacimiento en Cristo, por el Espíritu Santo. Y todo ello se fundamenta en nuestra fe en Cristo –no en la Ley–, pues “el justo por la fe vivirá” (Ro. 1:17); “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él [Cristo], para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (7) Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Ro. 6:6-7). Estos versículos son la clave para comprender como opera Dios en nuestro crecimiento espiritual, después de habernos dado el Nuevo Nacimiento. Él requiere nuestra participación y colaboración activa diaria para que crezca el nuevo hombre en Cristo, sabiendo que nuestro éxito está garantizado porque “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo”. Esto significa que ha muerto al pecado, pero vivimos en Él (Ro. 6:7-8).

¿Cómo ocurre este proceso de crecimiento en Cristo?

Como sabemos, el proceso se inicia cuando Dios, por medio de Su Espíritu nos ha hecho nacer de nuevo, lo que significa, que a partir de ese momento hemos sido “libertados del pecado” (Ro. 6:18); “Porque la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). Es decir, antes de la conversión a Cristo, no teníamos vida espiritual porque “estábamos muertos en nuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1); porque todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (4) Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, (5) aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Ef. 2:3-5).

Puesto que estos textos son solo una pequeña parte que he seleccionado,  es aconsejable leerlos también su contexto en el que están insertos:

Efesios 2:1-10: Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, (2) en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, (3) entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (4) Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, (5) aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), (6) y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (7) para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (8) Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se gloríe. (10) Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Una vez nacidos de nuevo, nuestra salvación está garantizada, porque “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Ro. 8:16-17). Pero ahora ya no tenemos excusa, “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2).  “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. (23) Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:22-23).

Nuestra carrera a la santificación debe empezar en el mismo momento del nuevo nacimiento. Aunque debemos dejar claro que esta condición o naturaleza espiritual no es una obra humana, sino obra de Dios, absolutamente un don de Su gracia. Sin embargo, a partir de esa condición, ya recibida por gracia, es cuando se nos pide que colaboremos con Dios: “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Ro. 12:1); y esto consiste en la “renovación de vuestro entendimiento”. Y, solo entonces, cuando obedecemos a Dios voluntariamente y colaboramos con Él, “comprobaremos cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Ro. 12:2).

Romanos 12:1-2: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (2)  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

4. ¿Celebraba la Iglesia cristiana primitiva sus asambleas semanales en el primer día de la semana (domingo) o en el séptimo día (sábado)?

Esta es la última duda, que me planteaba el escrito citado en la introducción de este artículo, con respecto a si fue el sábado o el domingo, el día semanal en que la Iglesia cristiana primitiva celebraba su reunión semanal.

En concreto, se objetaba que los textos bíblicos citados en el párrafo siguiente de mi estudio publicado en 2012, no podían aducirse como prueba de que la Iglesia primitiva se reuniese en domingo, porque las distintas versiones de la Biblia habían traducido incorrectamente la palabra original griega, transliterada “sabaton”, por “primer día de la semana”, cuando en realidad debió traducirse  “sábado”:

‘Otra prueba más de la abolición del reposo sabático es que la Iglesia primitiva se reúne en domingo, primer día de la semana  (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2).’ (Del artículo: ¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?) (3)

Recordemos aquí la objeción que me hizo la persona que me escribió:

"En estos dos versículos está mal traducido del original griego. Si indaga podrá ver que ambas traducciones  vienen de esta frase en griego: κατὰ μίαν αββάτου, cuya traducción real sería: en uno de los sábados. En ambos versículos que usted menciona está la palabra griega "sabaton"  que es sábado, y no primer día de la semana”.

Ciertamente, en el original griego no aparece “primer día de la semana”, sino “sabaton”, como he podido comprobar en Strong’s Hebrew and Greek Dictionaries (G4521) (4):

G4521: σάββατον (sabbaton sab'-bat-on)

Of Hebrew origin [H7676]; the Sabbath (that is, Shabbath), or day of weekly repose from secular avocations (also the observance or institution itself); by extension a se'nnight, that is, the interval between two Sabbaths; likewise the plural in all the above applications: - sabbath (day), week.

Sin embargo, la gran mayoría de las Biblias –he consultado unas 27 versiones (5)– traducen el término griego “sabaton” por “primer día de la semana” o domingo. Como sería farragoso transcribir aquí los versículos de todas ellas, me limitaré a transcribir los pasajes de Hechos 20:7 y 1 Corintios 16:2, en las tres versiones siguientes:

Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001 (JER 2001*)

Hechos 20:7 (Jer 2001*)  El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, disertaba ante ellos y alargó la charla hasta la media noche.

1 Corintios 16:2 (Jer 2001*):  Los primeros días de la semana, cada uno de vosotros deposite lo que haya podido ahorrar, de modo que no se hagan las colectas precisamente cuando llegue yo.

La Biblia de las Américas (LBLA)

Hechos 20:7 (LBLA)  Y el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo les hablaba, pensando partir al día siguiente, y prolongó su discurso hasta la medianoche.

1 Corintios 16:2 (LBLA)  Que el primer día de la semana, cada uno de vosotros aparte y guarde según haya prosperado, para que cuando yo vaya no se recojan entonces ofrendas.

Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Hechos 20:7 (BLS)  El domingo nos reunimos en uno de los pisos altos de una casa, para celebrar la Cena del Señor. Había muchas lámparas encendidas. Como Pablo saldría de viaje al día siguiente, estuvo hablando de Jesús hasta la media noche.

1 Corintios 16:2 (BLS)  Es decir, que cada domingo, cada uno de ustedes debe apartar y guardar algo de dinero, según lo que haya ganado. De este modo no tendrán que recogerlo cuando yo vaya a verlos.

En primer lugar, el hecho de que existe gran unanimidad en la traducción de “sabaton” por “primer día de la semana”, nos inclina a pensar que no es probable que se equivocaran todos los traductores de estas distintas versiones de la Biblia al traducir “sabaton” por “primer día de la semana”.

No obstante, nuestra obligación es indagar por qué “sabaton” se ha traducido casi por unanimidad por “primer día de la semana, y no por “sábado”.

En segundo lugar, siguiendo con esa investigación, nos daría una luz decisiva y determinante sobre la correcta traducción de la palabra original griega “sabaton”, si pudiéramos aportar otros textos en los que también, el citado término griego, se hubiera traducido igualmente por “primer día de la semana”.

¿Y qué textos podrían ser más adecuados y aclaradores que aquellos que registran el día de la semana en que resucitó Jesucristo?

¿Fue acaso ese día sábado (el séptimo de la semana) o, por el contrario, fue domingo (llamado primer día de la semana u octavo día) (véase Juan 20:1,19,26)?

Juan 20:1-2: El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. (2) Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

Juan 20:19,26: Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.  […] (26) Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.

He podido comprobar que en los pasajes citados arriba del Evangelio de San Juan, también aparece, en el original griego, el término “sabaton”, que se ha traducido, igualmente, por “primer día de la semana”; lo cual es una segunda evidencia de que su traducción ha sido totalmente correcta; pues está plenamente probado, que Jesucristo resucitó el primer día de la semana, es decir, el domingo.

La explicación de por qué existe tanta coincidencia en la traducción de “sabaton” por “primer día de la semana” y no por día sábado, es porque los judíos llamaban sábado a cualquier día festivo; pues éstos días festivos también eran para ellos días de reposo preceptivo, aunque no fueran sábados o séptimos días de la semana.

A continuación, aportaré los textos bíblicos y argumentos que prueban que el domingo que resucitó Jesús era día festivo, también día de reposo o de culto, preceptivo según la Ley del Antiguo Testamento.

La Biblia prueba que Cristo murió en la tarde de un 14 de Nisán, conforme a las Escrituras, que, en el año 30 de nuestra era, coincidió en día viernes (6). El día siguiente, 15 de Nisán, fue la fiesta solemne de los Panes sin Levadura (Lv. 23:6; cf. Jn 19:14, 31,42), que  ese año coincidió en sábado.

Levítico 23:6-8: Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. (7) El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis. (8) Y ofreceréis a Jehová siete días ofrenda encendida; el séptimo día será santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis.

Juan 19:14: Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

Juan 19:31: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

Juan 19:42: Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

El día 14, viernes en que murió Jesús era el “día de la preparación de la pascua”, es decir, la víspera de “aquel día de reposo... de gran solemnidad” (Jn. 19:31). Iba a ser de “gran solemnidad”, porque, ese año, en el día sábado o séptimo día de la semana, día de culto riguroso, se celebraría la Pascua, o sea, el Primer Día de los Panes sin Levadura.Esta fiesta se prolongaba a lo largo de siete días. Además, el día siguiente al día de reposo, el pueblo debía ofrecer las primicias de los primeros frutos de la siega, junto a un cordero de un año sin defecto, en holocausto a Jehová (Lv. 23:7-16).

Levítico 23:9-12, 15-16: Y habló Jehová a Moisés, diciendo: (10) Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. (11) Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá. [o sea, el primer día de la semana o domingo] (12) Y el día que ofrezcáis la gavilla, ofreceréis un cordero de un año, sin defecto, en holocausto a Jehová. […] 15) Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. (16) Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová.

Por tanto, el día que resucitó Jesús era doblemente festivo, día de precepto; en primer lugar, porque era el segundo día de la fiesta de los Panes sin levadura, y en segundo lugar,  porque se celebraba el ofrecimiento de los primeros frutos de la siega y del cordero mencionado arriba.

A partir de ese día, el del ofrecimiento a Dios de la gavilla, había que contar cincuenta días, entonces había que ofrecer el nuevo grano a Jehová. Este símbolo del Antiguo Testamento, prefiguraba ya los primeros frutos que se recogerían con la muerte y resurrección de Cristo. Esto se cumple en el Día de Pentecostés, que celebraron los apóstoles, cuando recibieron el Espíritu Santo; es cuando la Iglesia primitiva recogió los primeros frutos de la predicación del Evangelio y de la resurrección de Cristo.

Otra explicación de por qué se tradujo “sabaton” por “primer día de la semana”, en lugar de por “sábado”, nos la proporciona el Comentario Mundo Hispánico a los pasajes arriba citados del Evangelio de san Juan (20:19, 26) (7):

“La expresión primer día de la semana es literalmente: “Y en el día uno de los sábados”, que significa el domingo, pues el último día de la semana era el sábado. Nótese que Juan emplea un número cardinal (“uno”) en lugar de un ordinal (“primero”), quizás por la influencia semítica. El término semana puede referirse a los días de la fiesta, o al período entre dos sábados. […].
[…]
La expresión Ocho días después (v. 26) se calcula a partir de la quinta aparición en el primer día de la resurrección, o sea, el domingo siguiente. Aparentemente estaban en el mismo aposento alto y habían cerrado las puertas con llave por temor de los judíos (ver v. 19). Un dato muy importante es que Tomás estaba con ellos esta vez. Se repite la descripción de la entrada de Jesús y la salutación, excepto que en el relato del domingo anterior el verbo entró estaba en aoristo y aquí está en el tiempo presente descriptivo y debe traducirse “Jesús entra…
[…]
Algunos opinan que Jesús deliberadamente esperó hasta el domingo siguiente con el fin de establecer ese día como el nuevo “sábado”, es decir, el día señalado para el culto semanal en que celebraban la resurrección de su Señor".

5. Conclusión.

Resumiendo, las “Tablas del Pacto” (Dt. 9:9-11,15,17; 10:1-5; etc.), que son los Diez Mandamientos, son la base del Pacto Antiguo que Dios hizo exclusivamente con su pueblo Israel (Dt. 5:1-22), y que, por consiguiente, solo puede afectar a los receptores de dicho Pacto, pues los cristianos estamos bajo el Nuevo Pacto en Cristo.

Si alguien se coloca bajo el Antiguo Pacto, no podrá recibir los beneficios del Nuevo Pacto, que se fundamenta no en la Ley sino en la sangre de Cristo, que fue derramada (Lc. 22:20) por todos los que serían salvos. Tengamos en cuenta que solo la Ley universal de Dios –fundamentada en el amor, porque Dios es amor (1 Jn. 4:8,16)– es eterna e inmutable, que son dos de los atributos divinos. De esta ley de Dios, inmutable y eterna, dependen todas las leyes del Antiguo Testamento, como ya comprobamos anteriormente:

Mateo 22:34-40: Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. (35) Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

De esa ley eterna de Dios, que nos manda amar, en primer lugar, a Él, “contodo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.[…] y “a tu prójimo como a ti mismo”, surgen todos los demás mandamientos que, en el Antiguo Testamento y solo para el pueblo de Israel, se esquematizaron en diez simples mandamientos, escritos en tablas de piedra, algo externo y material, que es imposible que abarque la inmensidad del espíritu de la ley; porque no basta con evitar la acción externa de matar o golpear, etc., sino que la ley del amor va mucho más lejos, a las intenciones, pensamientos o deseos del corazón y mente. No basta con “no cometerás adulterio” (Éx. 20:14; Dt. 5:18), sino que “la ley de Cristo” (1 Co. 9:20-21) dice: “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró en su corazón” (Mt. 5:28). Esta es la ley de Cristo que todo cristiano guardará, pero guiado por el Espíritu Santo, que le ha hecho nacer de nuevo, transformando su corazón, para morar en él: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, (20) para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios.” (Ezequiel 11:19-20, cf. 36:26-28).

Meditemos en los siguientes textos:

1 Corintios 9:20-21:Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; (21) a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

Romanos 7:4-6: Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. (5) Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. (6) Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Observemos que los cristianos estamos libres especialmente de la ley del Antiguo Testamento, porque solo estamos sujetos a la Ley de Cristo, una ley espiritual interior que nos ha librado de la esclavitud y poder del pecado (Ro. 6:17), no una lista de mandamientos; y, a esto, la Palabra lo llama: “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” que nos “ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). Por eso los cristianos no estamos sin ley, porque no tengamos los Diez Mandamientos, como guía de nuestra vida, sino que estamos bajo “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”, que abarca, y da poder para cumplir, todas las leyes humanas y divinas que están escritas en la Palabra de Dios, pero solo por el por el poder y la gracia del Espíritu de Cristo, morando en cada cristiano. Leamos los siguientes pasajes y reflexionemos; descubramos cuán abarcarte es la ley que Dios exige a los cristianos, aparte de los diez mandamientos.

Romanos 13:1-10: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. (2) De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. (3) Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; (4) porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. (5) Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. (6) Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. (7) Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra (8) No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

¿Comprendemos ahora por qué el cristiano no se limita a observar una ley externa que se limita a diez mandamientos, aunque sean muy importantes mandamientos?

Esto se debe a que ha recibido una revelación mayor, más profunda y amplia, y junto a ella, al Espíritu Santo, que le da el poder para cumplir y le guía a toda la verdad. Sigamos, por favor, reflexionando en los siguientes textos, donde se deja claro que la ley de las tablas de piedra corresponde al “ministerio de muerte grabado con letras en piedras”, y ahora estamos, en un Nuevo Pacto, bajo el ministerio del Espíritu.

2 Corintios 3:2-18: Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; (3) siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. (4) Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; (5) no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, (6) el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. (7) Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, (8) ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? (9) Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. (10) Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. (11) Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. (12) Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; (13) y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. (14) Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. (15) Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. (16) Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. (17) Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (18) Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Creo que lo que antecede puede haber sido una posible respuesta a las preguntas que me formulaba la persona que me escribió: “¿qué hacemos entonces con la ley de Dios?, ¿la dejamos a un lado?, ¿no la estudiamos?” Pero añado, debemos estudiar toda la Palabra de Dios –Antiguo y Nuevo Testamento–, donde está inserta la Ley de Dios, Su Palabra es Ley para todo cristiano, y debemos tratar de cumplir toda Su voluntad que se ha revelado en las Sagradas Escrituras, mediante la gracia que proporciona el Espíritu Santo morando en cada verdadero creyente. Si nos limitamos a los Diez Mandamientos, entonces no seríamos cristianos.

A este respecto, viene bien ahora transcribir aquí unos párrafos extraídos de mí artículo citado al principio de este estudio bíblico:

“Necesitamos ser conscientes que la implantación de los Diez mandamientos en el corazón no da ningún poder para cumplirlos, ni para vencer al pecado. La ley, ya sea externa en tablas de piedra o interna escrita en el corazón del creyente, no tiene más objeto que denunciar los actos pecaminosos del ser humano “…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; (21) para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

El objetivo de la ley es, pues, reavivar las conciencias, y poner en evidencia o descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19), “Por cuanto todos pecaron, y está destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).

Lo que hizo Jesucristo no es anular la ley sino amplificarla y darle el sentido espiritual que va mucho más allá de la letra. Por eso, gracias a Él, durante toda nuestra era, la cristiana, los seres humanos caminan hacia una mayor madurez y perfección, siendo el cristianismo la base de los modernos derechos humanos que la humanidad ha llegado a reconocer aunque no siempre los respeta por causa del pecado y la no conversión a Cristo. Pero Él nos proporciona un mayor conocimiento y luz de la Verdad, y, como consecuencia, también una mayor exigencia y perfección. El contraste con la Ley Antigua es evidente, pues ésta consiste de unos preceptos elementales mínimos de convivencia, pero la Nueva Ley en Cristo va mucho más allá, hasta juzgar incluso las intenciones y pensamientos del corazón, y añade leyes que no se contemplaban en la ley antigua.

Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Sin embargo, mientras el ser humano pretenda cumplir la ley con sus propias fuerzas, a fin de salvarse, independientemente de Cristo, estará bajo condenación. Al aceptar que Cristo ha cumplido la ley y que muere en lugar del pecador recibiendo la penalidad o paga del pecado que le corresponde al pecador, el cristiano queda justificado por gracia. Entonces es nacido de nuevo (Juan 3:5), convertido en nueva criatura por la Palabra de Dios (Santiago 1:18):

2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

A partir de ese momento el cristiano, deja de estar bajo la ley “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Si alguna vez fueron los Diez mandamientos nuestra guía, dejan de serlo, pues ahora nuestra única guía es el Espíritu:

Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”

Gálatas 5:18: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

¿Tiene la Ley Antigua algo que ver con el cristiano? En absoluto ¿Por qué? Porque hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4). Al igual que la mujer casada es libre de casarse con otro cuando muere su marido, así el cristiano es libre de la ley porque ha muerto para ella, y ahora es de Cristo, pertenece a Cristo, no a la ley (Romanos 7:1-6).

Romanos 7: 6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Siendo justificados gratuitamente sin las obras de la ley por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 3:24,25; 5:1), lo que quiere decir que hemos sido declarados justos ante Dios por la sangre de Jesucristo que pagó el precio de nuestra culpa. Él nos ha perdonado todos los pecados, y nos ha dado la salvación y la vida eterna, que ya nadie nos puede quitar. También hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y ahora somos esclavos de Dios y de la justicia para dar frutos de santificación.

Romanos 5:1:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Ahora, pues no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2)” (8).

Romanos 8:1-7: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

***


Esperando haber podido ser útil, quedo a la entera disposición en todo lo que pueda servir al lector.

Afectuosamente en Cristo.

 

PD. Si se quiere profundizar en este tema recomiendo leer alguno de mis  artículos que se relacionan con el tema de la Ley de Dios, que cito en el apartado referencias bibliográficas. (9)

 

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 

 

 

 

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Las abreviaturas de los libros de la Biblia son las consignadas por la versión Reina-Valera, 1960.

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan "parte primera, central o última del mismo ".

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.

BTX: Biblia Textual Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman

N-C: Sagrada Biblia- Nacar  Colunga-1994

JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001

BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995

BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo

NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999,

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

Bibliografía citada

(1) Catecismo de la Iglesia Católica. Números: 2066-2068, 2076, 2079

(2) Los Diez Mandamientos del Catecismo de la Iglesia Católica (Pág. 370).

(3) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. Párrafo extraído del artículo ¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?

(4) Strong’s Hebrew and Greek Dictionaries. Significado de “sabaton” (G4521).

(5) Relación de Biblias consultadas para los textos de Hechos 20:7; 1 Corintios 16:1-2; Juan 20:19, 26: La Biblia de las Américas (LBLA), La Nueva Reina Valera 2000 (NRV2000), Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999), Reina-Valera, 1960 (RV 1960), Reina-Valera, 1995 (RV 1995), Biblia de Jerusalén, 2ª Edición 1976 (BJ76), Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001 (JER 2001*), Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95), Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95), La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP), La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA), La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM), La Biblia Textual (BTX), Dios Habla Hoy –Edición peninsular con deuterocanónicos, 2002 (DHHe (D), La Sagrada Biblia- NT. Edición Universidad de Navarra (EUNSA), El Libro del Pueblo de Dios, Levoratti y Trusso (LPD), Nueva Biblia de Jerusalén de Desclée de Brouwer -1998 (NBJ), Sagrada Biblia- Nacar  Colunga-1994 (N-C), Nueva Reina Valera 1990 (NRV90), Nueva Versión Internacional (NVI), Biblia del Peregrino – Luis Alonso Schökel, 1993 (PER), La Santa Biblia-Martín Nieto (SB-MN), Los Santos Evangelios-Scio de San Miguel (Scío), Spanish Reina Valera 2004 (SRV2004), La Biblia de Oro de Torres Amat actualizada. Terranova Ediciones: (T-AA), Traducción en lenguaje actual (2002) (TLA), NT de Fernando Arcas y Alfonso Fernández  (AF), Biblia en lenguaje sencillo (BLS), El Libro del Pueblo de Dios. Levoratti y Trusso (LPD), Nuevo Testamento de la Biblia Peshsitta en español (NT Peshsitta-ES).

(6) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com:

¿Qué día murió Jesucristo?
¿Hubo dos celebraciones consecutivas de la Pascua en el año de la crucifixión de Jesús?
 Nacimiento-muerte de Jesús y la Profecía de las Setenta semanas de Daniel

(7) Comentario Mundo Hispánico al Evangelio de san Juan (20:19, 26)

(8) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. Párrafos extraídos del artículo ¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?

(9). Para profundizar más sobre la Ley de Dios:

¿El reposo sabático es un mandamiento de Dios?
¿Por qué pregunta si matar es pecado?
¿Se puede alcanzar la vida eterna cumpliendo la Ley moral?
¿Es la Ley del Sinaí inmutable y eterna?
¿Es el amor la base del Nuevo Pacto en Cristo?
¿Por qué Dios reposó en el séptimo día, lo bendijo y lo santificó?
¿Peca el cristiano cuando no se congrega en el día domingo?
¿No fue hecho el día sábado por causa del hombre?
¿Por qué los cristianos no guardan el reposo sabático?
¿Cuáles son los mandamientos de Dios para el cristiano?
¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?
¿Cual es la ley que Dios escribe en el corazón?
¿Cuál es el propósito de la ley de Dios?
¿Estar bajo la Gracia implica licencia para pecar?
¿Es el reposo sabático un símbolo de la salvación en Cristo?
¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?
¿Bajo que ley está la humanidad sin Cristo?
Respuesta a siete argumentos en pro vigencia reposo sabático
¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?
La ley moral cristiana y los dos Pactos
¿Cumplir la ley era la condición de salvación en el A. Testamento?
¿Estará la ley vigente hasta que no pasen el Cielo y la Tierra?
¿Es la ley de Moisés la Ley de Dios?

 

 

 


 

 

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