Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Sobre la ley de Dios

¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?

 
Versión: 25-08- 2012

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado George, en mi artículo titulado “¿Cuál es la ley que Dios escribe en el corazón?” le expuse que esta ley escrita por Dios en el corazón, necesariamente sería algo distinto a una lista de preceptos implantada en el corazón del creyente, pues ello ya existía en el Antiguo Pacto; y Dios había anunciado en Jeremías 31:31-34, que el Nuevo Pacto no iba ser “…como el pacto que hice con sus padres”.

El Nuevo Pacto no solo cambia la ley del Sinaí, la de las tablas de piedra (Hebreos 7:12; Mateo 5:21-48) sino que la misma implantación de la nueva ley en el corazón del creyente implica y va asociada con una transformación del corazón humano, en el que morará el Espíritu de Cristo, impulsándole a obrar de acuerdo a la ley del amor, dándole el poder o la capacidad interna que antes no tenía para amar a Dios y al prójimo no solo en la letra sino fundamentalmente en el espíritu.

Hebreos 7:12: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;

Usted, querido hermano, según me dice en su último correo, disiente con lo expuesto en el artículo citado arriba, y responde, afirmando lo siguiente:

“La ley que se escribe en el corazón del creyente son los diez mandamientos, no el amor. El amor es el motivo por el cual nos lleva a cumplir su ley”. Note que el amor es la base para guardar los mandamientos.” (George)
 
Juan 14:15 (BLA,1995): Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos,
Juan 14:21 (BLA,1995): El que guarda mis mandamientos después de recibirlos, ése es el que me ama. El que me ama a mí será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.
Juan 15:10 (BLA,1995): Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
 
“Nuevamente, guardar los mandamientos es señal de estar en el amor a Dios a Jesús.” (George)

2 Juan 1:6 (BLA,1995): Y el amor consiste en vivir de acuerdo a sus mandamientos.
 
“Aquí Juan es más claro todavía” (George)

Romanos 7:25 (BLA,1995): ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, nuestro Señor! En resumen: por mi conciencia me someto a la Ley de Dios, mientras que por la carne sirvo a la ley del pecado.

“Interiormente, el hombre nuevo se deleita en la ley de Dios y se somete a ella.” (George)

Romanos 8:4 (BLA,1995): Así, en adelante, la perfección que buscaba la Ley había de realizarse en los que no andamos por los caminos de la carne, sino por los del Espíritu.
Romanos 8:7 (BLA,1995): Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
2 Corintios  3:3 (BLA,1995): siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.
 
“Esta es una clara referencia a los diez mandamientos, no el amor.” (George)

2.  ¿La ley que Dios escribe en el corazón del creyente del Nuevo Pacto son los diez mandamientos?

Puesto que los diez mandamientos son la base del Antiguo Pacto, y pertenecen a él, la primera condición para que se pudiera dar una respuesta afirmativa al enunciado anterior es que los diez mandamientos, en bloque, tal como fueron promulgados en el Sinaí continúen su vigencia en el Nuevo Pacto en Cristo. Esta condición no se cumple, al quedar abolido el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, el que promulga la obligación de observar el reposo en el día sábado, séptimo de la semana

Este mandamiento del reposo sabático, lejos de ser confirmado por Jesús y los apóstoles es poco a poco desautorizado. Jesús aun estando bajo las leyes del Antiguo Pacto, lo que implicaba que seguía vigente todo el reglamento ritual para la observación del sábado, no tuvo reparos, dada su autoridad como Señor del sábado (Marcos 2:28; Lc 6:5), en comenzar a quitar al reposo sabático toda la carga ritual que poseía, pues Él tenía que preparar al pueblo para su gradual desaparición. El reposo sabático, pues, dejaría de tener vigencia a la entrada del Nuevo Pacto, cuando se consumara la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. En ese momento, el reposo sabático, que prefiguraba el descanso de todas nuestras obras y la salvación sólo por los méritos y obra de Cristo, deja de tener sentido (Hebreos 4). Y de ahí en adelante, se obtiene el reposo, no observando un día sino depositando nuestra confianza en el Salvador. Por eso Jesús afirma que su “...Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo... (Juan 5:17). En los siguientes versos se acusa al Señor del sábado, Jesús, de quebrantar el día de reposo. Aunque eso no es cierto, pues Jesús estaba bajo la ley del sábado y cumplió su reposo.

Juan 5: 16-18: “16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

En cuanto a la no vigencia del reposo sabático para los cristianos, San Pablo no puede ser más claro y contundente en los siguientes textos:

Colosenses 2: 16: Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo.”
Romanos 14:5-6: Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.
Gálatas 4:8-10: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Estimado hermano, los judaizantes de la Iglesia cristiana primitiva pretendían que los cristianos guardasen toda la ley de Moisés, no solo la ley de la circuncisión que pertenece a la señal del pacto con Abraham, pero que se mantuvo vigente en el siguiente pacto – conocido como Pacto Antiguo o primer Pacto–, que Dios hizo a través de Moisés.

Este primer conflicto, que se relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles entre los cristianos judaizantes que pretendían que los nuevos cristianos gentiles guardasen la ley de Moisés o sea de la ley del AT, provoca una especie de concilio o reunión de los líderes de la iglesia primitiva. Lo fundamental, que se relata en Hechos capítulo quince, lo destacamos a continuación:

Hechos 15:10-11,19-20,24, 28-29: Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

[…] 19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.

[…] 24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,

[…] 28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

Nadie creo negará que este concilio fue una ocasión propicia para que los apóstoles reivindicaran la necesidad de que los cristianos debían guardar la ley de Moisés y especialmente el reposo sabático. Sin embargo, nada de eso ocurrió, sino solo las citadas leyes del AT –“que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación”– se recomendaron a los cristianos y nada más.

En el Nuevo Testamento, el reposo en sábado, séptimo día de la semana, tras la muerte de Cristo en la cruz, deja de ser un mandamiento. A partir de ese momento, el día en que se reúne la iglesia primitiva es indiferente que sea sábado o domingo, no importa en absoluto. Por supuesto, que deja de ser una “obligación” para convertirse en una “devoción” o celebración. Era lógico, natural y necesario que al principio, la iglesia, formada principalmente por judíos, y durante algún tiempo, se siguiera reuniendo en las sinagogas en el día sábado, puesto que esa era la costumbre de los judíos. Allí, y en ese día, debían los apóstoles y los nuevos cristianos, ya fueran judíos o gentiles, ir a predicar a Cristo. Pero poco a poco, a medida que aumentaba el número de los gentiles que llegaron a formar parte de la iglesia primitiva, se fue escogiendo como día de reunión el primero de la semana o sea el domingo (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2). Por eso, Hebreos 10:24 y 25 no se refiere a cumplir o guardar ningún tipo de ley sabática sino que simplemente recomienda que “nos consideremos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; (25) no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más como veis que aquel día se acerca”. Esto no tiene nada que ver con guardar el reposos sabático del cuarto mandamiento de la ley del Sinaí. Cualquier día es bueno para congregarse, estimularse al amor y a las buenas obras. Esa comunión entre los hermanos y con Dios, es lo único que Él requiere de nosotros (Romanos 13:10; Gálatas 5:14). Veamos como en el NT, ya muy temprano,  la Iglesia primitiva se reúne en el primer día de la semana o domingo.

Hechos 20:7: El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

1ª Corintios 16:1-2: En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. 2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.

Por otro lado, reunirse en sábado a fin de cumplir el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que mandaba a los israelitas guardar el reposo sabático so pena de muerte (Éxodo 20:8-11; 31:15), es tratar de salvarse haciendo las obras de la ley: es ponerse bajo la ley del Antiguo Pacto y rechazar a Cristo. Así lo manifiesta San Pablo:

Gálatas 3:10-14: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

La ley del Sinaí o de los Diez Mandamientos, es la base del Antiguo Pacto, y forma parte del sistema de leyes llamado la Torah, que conforma el Pentateuco. Este Pacto está vinculado únicamente con el pueblo del Israel antiguo. Esto quiere decir que jamás los llamados gentiles, y luego los cristianos tuvieron nada que ver con el citado Pacto.

Regreso al asunto que nos ocupa, que es demostrar que no son los Diez mandamientos los que Dios graba en el corazón del creyente del Nuevo Pacto:

En segundo lugar, se requiere, según lo que Dios había anunciado por medio de Jeremías (31:31-34), que el Nuevo Pacto no sea como el Antiguo: “…haré nuevo pacto…No como el pacto que hice con sus padres”. Nótese la clara y contrastante diferencia entre los dos pactos: el Pacto Antiguo estaba basado en la ley del Sinaí, y el Nuevo en Cristo y su sangre derramada (Lucas 22:20). Por tanto, el Nuevo Pacto es imposible, y sería totalmente absurdo, que consistiera en una continuación del Antiguo, o más de lo mismo, es decir, que los Diez mandamientos se escribieran en el corazón del creyente, de la misma manera que ya se hacía en el Antiguo Pacto.

En tercer lugar, necesitamos ser conscientes que la implantación de los Diez mandamientos en el corazón no da ningún poder para cumplirlos, ni para vencer al pecado. La ley ya sea externa en tablas de piedra o interna escrita en el corazón del creyente no tiene más objeto que denunciar los actos pecaminosos del ser humano “…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; (21) para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

El objetivo de la ley es, pues, reavivar las conciencias, y poner en evidencia o descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19).

Lo que hizo Jesucristo no es anular la ley sino amplificarla y darle el sentido espiritual que va mucho más allá de la letra. Por eso, gracias a Él, durante toda nuestra era, la cristiana, los seres humanos caminan hacia una mayor madurez y perfección, siendo el cristianismo la base de los modernos derechos humanos que la humanidad ha llegado a reconocer aunque no siempre los respeta por causa del pecado y la no conversión a Cristo. Pero Él nos proporciona un mayor conocimiento y luz de la Verdad, y, como consecuencia, también una mayor exigencia y perfección. El contraste con la ley antigua es evidente, pues ésta consiste de unos preceptos elementales mínimos de convivencia, pero la nueva ley en Cristo va mucho más allá, hasta juzgar incluso las intenciones y pensamientos del corazón, y añade leyes que no se contemplaban en la ley antigua.

Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Sin embargo, mientras el ser humano pretenda cumplir la ley con sus propias fuerzas, a fin de salvarse, independientemente de Cristo, estará bajo condenación. Al aceptar que Cristo ha cumplido la ley y que muere en lugar del pecador recibiendo la penalidad o paga del pecado que le corresponde al pecador, el cristiano queda justificado por gracia. Entonces es nacido de nuevo (Juan 3:5), convertido en nueva criatura por la Palabra de Dios (Santiago 1:18):

2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

A partir de ese momento el cristiano, deja de estar bajo la ley “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Si alguna vez fueron los Diez mandamientos nuestra guía, dejan de serlo, pues ahora nuestra única guía es el Espíritu:

Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”

Gálatas 5:18: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

¿Tiene la ley antigua algo que ver con el cristiano? En absoluto ¿Por qué? Porque hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4). Al igual que la mujer casada es libre de casarse con otro cuando muere su marido, así el cristiano es libre de la ley por que ha muerto para ella, y ahora es de Cristo, pertenece a Cristo, no a la ley (Romanos 7:1-6).

Romanos 7: 6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Siendo justificados gratuitamente sin las obras de la ley por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 3:24,25; 5:1), lo que quiere decir que hemos sido declarados justos ante Dios por la sangre de Jesucristo que pagó el precio de nuestra culpa. Él nos ha perdonado todos los pecados, y nos ha dado la salvación y la vida eterna, que ya nadie nos puede quitar. También hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y ahora somos esclavos de Dios y de la justicia para dar frutos de santificación.

Romanos 5:1:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Ahora, pues no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Romanos 8:1-7: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

3. ¿Cuáles son los mandamientos de Jesús?

Usted, estimado hermano, identifica o confunde los mandamientos de Jesús con los Diez mandamientos del Antiguo Pacto. Admito que, Jesús, Dios el Hijo, antes de su encarnación como hombre, fue el que reveló su ley al pueblo de Israel. Toda la Revelación procede tanto del Padre, del Hijo, como del Espíritu Santo. Pero Jesús encarnado nos dio Su Palabra, y ésta son los mandamientos del Nuevo Pacto, que son distintos a la ley del Sinaí que Él mismo promulgó y dio exclusivamente a su pueblo Israel. Él, ahora, añade Su Palabra del Nuevo Pacto, que es ley para todo creyente cristiano. El Nuevo Pacto no se basa en la ley del Sinaí sino en la Palabra y obra, vida y muerte de Jesús.

Usted cita los siguientes textos del Evangelio de San Juan, que son palabras de Jesús, y que vuelvo a transcribir en la versión de la Biblia Reina Valera, 1960:

Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 
Juan 15:10: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 
2 Juan 1:6: Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.

Bastantes creyentes, no solo usted, cuando leen la palabra “mandamientos” en los Evangelios la asocian enseguida con la ley del Sinaí o Diez mandamientos del Antiguo Pacto. Para dichos creyentes parece que los únicos mandamientos que existan sean los de la ley del Antiguo Pacto. Pero eso no se ajusta a la verdad; lo que, luego, trataremos de probar con la Palabra de Dios. Para averiguar a qué mandamientos se está refiriendo nuestro Señor Jesús, basta con leer el contexto de los citados pasajes y veremos que en ningún caso se está refiriendo a la ley de Moisés sino a la nueva ley revelada en el Nuevo Testamento.

Por otro lado, Jesús, en todos estos textos, vincula “mandamientos” con “amor”. Él nos dice que el amor que le debemos se demuestra guardando sus mandamientos (Juan 14:15,21). Lo que significa que nuestra obediencia a Dios no proviene de vencer, mediante actos voluntariosos, las inclinaciones pecaminosas de nuestro corazón carnal, para de esta manera tratar de cumplir la exigencia externa o interna de Sus mandamientos o leyes; sino que procede de un corazón renovado en el que mora el Espíritu de Cristo, cuyo fruto es el amor (Ezequiel 36:26,27; Gálatas 5:22; Romanos 8:9). El cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:10; Gálatas 5:14).

Romanos 8:9: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece;

La auténtica y única válida relación con Dios y el prójimo debe estar basada en el amor de un corazón convertido por Su Espíritu. Por tanto, la nueva ley grabada en el corazón del creyente por el Espíritu Santo es el amor. El nuevo mandamiento es el que hemos tenido desde el principio el “que nos amemos unos a otros” (Juan 13:34,35; Gálatas 5:14-18; 2ª Juan 1:5).

Juan 13:34-35: (NBJ, 1998): Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.

2 Juan 1:5-6: (NBJ, 1998): Y ahora te ruego, Señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros.  (6)  Y en esto consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor.

Gálatas 5:14-18  (NBJ, 1998): Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  […] (16)  Os digo esto: proceded según el Espíritu, y no deis satisfacción a las apetencias de la carne.  (17)  Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí tan opuestos, que no hacéis lo que queréis.  (18)  Pero, si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

La conducta de todo ser humano sino está regida por la ley del amor se convierte en legalista y fría. Y solo se pueden guardar válidamente los mandamientos de Dios si hay amor grabado en el corazón convertido por el Espíritu Santo.
 
Si ahora leemos también el contexto de los versículos del Evangelio de San Juan citados arriba comprobaremos que los mandamientos a los que se refiere Cristo son Su Palabra y el amor. Solo se puede amar a Jesús si Su Espíritu mora en nosotros y ha grabado en nuestro corazón la ley del amor:

Juan 14:21-24: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  (22)  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?  (23)  Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Nótese que es la “palabra de Jesús” la que hay que guardar y no los Diez mandamientos.

Juan 15:10-12: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Juan 15:17: Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En este texto de Juan 15:12, 17, Jesús no deja lugar a dudas de cuál es su principal mandamiento: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Como podemos constatar no hay en ninguna ocasión referencia a la ley del Antiguo Pacto. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”.

Otros mandamientos que nos reveló nuestro Señor Jesús y que podemos destacar de entre toda Su Palabra son, por ejemplo, los siguientes:

Mateo 28:18 -20:Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

La ley del Antiguo Testamento solo servía para dar a conocer el pecado (Romanos 3:20). Sin embargo, los mandamientos de Jesús, las palabras que Él nos ha hablado “son espíritu y son vida” (Juan 6:63). El siguiente mandamiento de Jesús – “Permaneced en mí, y yo en vosotros”– es  fundamental para poder guardar sus mandamientos y así permanecer en su amor:

Juan 15:4-11:Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: “si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Y no la ley del Sinaí que pertenece al Antiguo Pacto, que por su naturaleza no da ningún poder. Es un mero conocimiento del pecado, unas exigencias mínimas, que están ampliamente superadas con la nueva ley de Cristo y Su Evangelio de la Gracia:

Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17); “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

4. Conclusión

Dios ha grabado en la conciencia de todos los seres humanos el conocimiento del bien y del mal. Esto es la ley natural, “escrita en sus corazones” (Romanos 2:15). Para que esa ley nunca pudiera borrarse del corazón, Dios promulgó la ley del Sinaí, hace unos tres mil quinientos años, y como mil quinientos años después, Cristo, la renovó y amplificó, aboliendo algunos mandamientos, como, por ejemplo, el del reposo sabático, que no pertenece a la ley natural, y añadiendo otros, como se ha podido comprobar en Mateo 5:21-48. Esta es la ley de Dios por la que somos juzgados y condenados, de acuerdo al conocimiento del bien y del mal que han adquirido nuestras conciencias. Nadie ha podido cumplir esta ley a la perfección, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. (Romanos 3:23). Cuando se acepta a Cristo y Su muerte expiatoria en lugar de la muerte que justamente merecemos por nuestros pecados, Él paga la penalidad de nuestras transgresiones, “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.” (Romanos 3:24). A partir de ahí ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romanos 6:14). La ley ya no puede condenarnos (Romanos 8:1). Y “estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).

La ley que Dios escribe en el creyente del Nuevo Pacto en Cristo no puede ser los Diez Mandamientos del Antiguo Pacto, por las siguientes razones:

Primera, el Nuevo Pacto tiene una nueva ley moral superior a la del Antiguo Pacto (Hebreos 7:12), en el sentido de su mayor exigencia y amplitud, porque legisla no solo las acciones o actos externos del ser humano sino también las intenciones y pensamientos del corazón. Por tanto, la ley nueva es distinta a la antigua, y Cristo establece sus contrastes y diferencias en Mateo 5:21-48. Los cambios más evidentes son:

Segunda, se requiere, según lo que Dios había anunciado por medio de Jeremías (31:31-34), que el Nuevo Pacto no sea como el Antiguo: “…haré nuevo pacto…No como el pacto que hice con sus padres”. Nótese la clara y contrastante diferencia entre los dos pactos: el Pacto Antiguo estaba basado en la ley del Sinaí, y el Nuevo en Cristo y su sangre derramada (Lucas 22:20). La ley de los Diez mandamientos ya estaba escrita en el corazón del creyente del Antiguo Pacto (Salmos 37:31; 40:8; 119:10-11). Y esto no resultó suficientemente eficaz. De ahí que Dios prometiera que el nuevo Pacto sería distinto al anterior.

Tercera, necesitamos ser conscientes que la implantación de los Diez mandamientos en el corazón no da ningún poder para cumplirlos, ni para vencer al pecado. La ley ya sea externa en tablas de piedra o interna escrita en el corazón del creyente no tiene más objeto que denunciar los actos pecaminosos del ser humano “…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;  (21)  para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

El objetivo de la ley es, pues, reavivar las conciencias, y descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19).

Cuarta, la implantación de los Diez mandamientos en el corazón del creyente del Nuevo Pacto no serviría para que éste alcanzara el nivel moral muy superior, que exige Cristo en Su nueva ley. Puesto que la letra de la ley antigua es muy inferior al espíritu de la nueva ley, y, por otro lado, no abarcaría los nuevos preceptos, de amor a los enemigos, no resistencia al malo, etc., por todo ello, creo que la ley que Dios escribe en el corazón no es una lista de preceptos, más o menos extensa, que sería interminable, sino que lo que Dios implanta en el corazón es el principio universal del amor, el cual cumple toda las leyes morales (Romanos 12:10; Gálatas 5:14), y es la base de su carácter, pues Dios es amor (1ª Juan 4:8). Esta ley de amor  que, en adelante, regulará la conducta de todo cristiano es fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22), que mora en el creyente, y que le va transformando de día en día, hasta la santificación.

Quinta, los mandamientos de Cristo, a los que Él alude en diversas ocasiones en los escritos del apóstol Juan (Juan 14:15,21; 15:10; 2 Juan 1:6), no se refieren a la ley antigua del Sinaí. Sino al amor de unos con otros, a creer en Él como Salvador, a permanecer unido a Él como único medio de dar frutos de amor (Juan 15:4-7). Jesús mismo identifica cuál es Su principal mandamiento, pues de él depende toda la ley: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12; 13:34,35; compárese con Romanos 13:10; Gálatas 5:14; 6:2; 1 Corintios 9:21). Jesús también nos da otros mandamientos como, por ejemplo, los siguientes:

Guardar estos mandamientos es una señal de que le amamos, pero le amamos porque el Espíritu Santo, por medio de Su Palabra nos ha hecho nacer de nuevo y ha implantado en nuestro corazón la ley del amor. La ley antigua no daba poder alguno sobre el pecado sino solo su conocimiento, pero el “Evangelio, […] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;”  (Romanos 1:16). Obedecer Su Palabra es amar a Dios en Jesús.  
 
Ahora, pues, no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Los cristianos reconocemos que la oposición y lucha entre lo carnal y lo espiritual puede durar toda la vida. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). Antes de la conversión a Cristo éramos esclavos del pecado. Ahora, Su Palabra, que es la Verdad,  y su permanencia en ella nos ha hecho libres (Juan 8:31).

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

La obediencia a Su Palabra nos transforma de día en día a Su semejanza, y el “hombre viejo carnal” disminuye hasta morir, al tiempo que crece Cristo en nosotros, hasta que solo viva Cristo en nosotros, y podamos decir como San Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:20-21).

 

 

 

Quedo a su disposición. Bendiciones

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

BLA, 1995 = Biblia Latinoamericana, Revisión de 1995.

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento


 

 

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