Preguntas y Respuestas
Miscelánea
¿Por qué no admitimos bien las amonestaciones?
Versión: 12-02-2015
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Estimado hermano Daniel, me alegro mucho que usted sea fiel lector de www.amistadencristo.com. Le agradezco que me haya contactado, y, también, de su amable comentario siguiente:
“Hnos. Soy fiel lector de esta página, deseo me ayuden a comprender por qué algunas personas se molestan cuando el pastor predica algunos temas. Aducen que es para ellas, o que por ellas el pastor está predicando ese tema, y cómo se les puede hacer ver que andan mal o si tienen razón de reclamar”. (Daniel).
Esto que me dice usted, querido hermano, se puede deber a varias causas, siendo la principal la falta de santidad; todos necesitamos “vivir” obedeciendo la Palabra de Dios en todo lo que hagamos, en el hogar, en el trabajo, en la iglesia, y en nuestra relación con los hermanos en la fe, y también en la convivencia de la familia de sangre.
Usted, querido hermano, se pregunta también:
2. ¿Por qué algunas personas se molestan cuando el pastor predica algunos temas, y ellas piensan que él está señalando sus errores o defectos?
¿Cómo se les puede hacer ver a esos hermanos, que se molestan con tanta facilidad, que son ellos los que andan mal? O, por el contrario, ¿Cuándo hay razones para reclamar o protestar por un trato o unas palabras que nos han molestado?
Cuando el pastor predica deberíamos ser lo suficientemente humildes, para hacer un sincero examen de conciencia, para saber si podemos aplicarnos a nosotros mismos sus consejos, predicaciones o amonestaciones.
Sin embargo, en mi opinión, la predicación pública no debería usarse para hacer amonestaciones tan particulares que alguien de los asistentes pudiese sentirse identificado. Cuando la conducta de los hermanos es escandalosa o simplemente soberbia, o atenta contra el amor debido entre hermanos, lo que procede es hablar con los hermanos afectados, y tratar que se pongan en armonía entre ellos y con la Palabra de Dios. Veamos lo que dice la Palabra:
Mateo 18:15-22: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. (16) Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. (17) Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (18) De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. (19) Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. (20) Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (21) Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (22) Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
La protesta o reprensión, cuando nos hemos sentido ofendidos, debe hacerse en privado con la persona, que, en principio, creemos que nos ha molestado. Y en el diálogo subsiguiente, de forma serena y pacifica se analizarán los hechos, y, si realmente ha habido ofensa o conducta agresiva o improcedente, el autor de la misma debería reconocerlo y pedir perdón.
Todo esto puede estar ocurriendo porque todavía, como muy bien declara San Pablo, no nos hemos despojado “del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”; por eso él nos aconseja: “renovaos en el espíritu de vuestra mente, (24) y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). Veamos el contexto:
Efesios 4:22-32: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,(D) que está viciado conforme a los deseos engañosos, (23) y renovaos en el espíritu de vuestra mente, (24) y vestíos del nuevo hombre,(E) creado según Dios(F) en la justicia y santidad de la verdad. (25) Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo;(G) porque somos miembros los unos de los otros. (26) Airaos, pero no pequéis;(H) no se ponga el sol sobre vuestro enojo, (27) ni deis lugar al diablo. (28) El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. (29) Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. (30) Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (31) Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Identifiquémonos con Cristo, y crucifiquemos nuestro viejo hombre en la cruz con Él, y así seremos libres del pecado y siervos de Dios, y andemos en vida nueva (lea, por favor Romanos 6:1-14):
Romanos 6:1-14: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? (2) En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (3) ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? (4) Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.(A) (5) Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; (6) sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (7) Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. (8) Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; (9) sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. (10) Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. (11) Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. (12) No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; (13) ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. (14) Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (6) cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, (7) en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas” (Colosenses 3:5-7).
Leamos, por favor, todo el contexto, y reflexionemos:
Colosenses 3:4-17: Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (5) Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (6) cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, (7) en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. (8) Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. (9) No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, (10) y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, (11) donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. (12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; (13) soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14) Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (15) Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. (16) La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (17) Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Dígame, querido hermano, si tenemos la más maravillosa Palabra de Dios, que el mundo no quiere reconocer y, por el contrario, la desprecia y la ignora ¿por qué no la leemos más y la obedecemos? Si así lo hiciéramos no habría conflictos en las iglesias, y muchos más acudirían a nuestras reuniones, pero no dejemos todo el trabajo al pastor, sino que cada uno predique con la Palabra y con el ejemplo en la iglesia y fuera de la misma.
Efesios 4:11-16: Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, (12) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, (13) hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (14) para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, (15) sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, (16) de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Me despido de usted, dejándole otros hermosos textos de la carta de Santiago, que nos amonestan a obedecer la palabra de verdad:
Santiago 1:21-26: Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. (22) Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (23) Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. (24) Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. (25) Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (26) Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
3. conclusión
¿Qué podemos hacer para que todos seamos cada día más santos y humildes?
Esto, simplemente, se consigue estudiando la Palabra de Dios, practicándola, es decir, viviendo cada día sus principios de amor y fe, obedeciéndola en todo, y orando para ser llenos del Espíritu Santo. Y sobre todo, seguir el ejemplo de Jesucristo, imitarle en Su amor y en Su humildad; el amor y la humildad deben estar presentes constantemente en todo lo que decimos o hacemos, y en nuestra relación con los demás, donde quiera que estemos. Reflexionemos en los siguientes textos del apóstol San Pablo:
Filipenses 2:1-11: Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, (2) completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. (3) Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. (5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese(A) que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo.
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
E.S. = Espíritu Santo
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