Preguntas y Respuestas
Miscelánea
Por qué no soy adventista
Versión: 02-02- 2012
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Estimado hermano Javier, también a mí me alegra saludarte. En tu último correo de 22-01-2012, me haces unas sugerencias, consideraciones o críticas respecto al “debate interreligioso” que estoy teniendo con mi amigo Andrés desde el pasado 27-12-2011, las cuales me sorprenden un tanto, y temo que no las acabo de entender de forma completa. Por eso, creo que me sobrevaloras cuando das por hecho que seré “buen entendedor”. No obstante, voy a tratar de comentar tu lacónico escrito que transcribo entero a continuación, pues se trata de unas cinco líneas.
Hermano Carlos un gusto saludarte, con respecto al comentario de tu amigo Andrés, seria bueno para el Evangelio que le contaras en que consiste la verdad íntegra y no a medias, ya que tu fuiste adventista igual que como yo aun lo soy, las columnas de la verdad es una buena lección, espero no se te hayan olvidado. Chao hermano querido y espero tu regreso, fuimos enviados a dar la buena nueva de Cristo y no de hombres y mujeres (a buen entendedor...) (Javier).
Como podemos ver tu escrito es muy escueto, y precisa leer entre líneas, o sea, casi adivinar o interpretar unas afirmaciones poco concretas o específicas. No obstante, está bastante claro que, en primer lugar, me das el consejo de que le cuente a mi amigo Andrés “la verdad íntegra y no a medias”. Con ello parece que, corrígeme si me equivoco, das por hecho que los tres artículos del “Debate interreligioso”, con los que respondí a mi amigo Andrés, contendrían solo una verdad a medias. En principio, tu consejo o sugerencia solo se entendería si hubieras leído los tres artículos del “debate”, mencionados antes. Pues de lo contrario sería una incoherencia de tu parte, y, una sugerencia sin fundamento, pues no tendrías elementos para enjuiciar mi respuesta a Andrés. En cualquier caso, me estás recomendando que le cuente a mi amigo Andrés "la verdad íntegra", que, al parecer, en tu opinión se relaciona o se sustenta en “las columnas de la verdad”.
Junto con ello, también entreveo una insinuación velada de que me he apartado de la verdad íntegra, al dar solo “verdades a medias”. En mi opinión, esta insinuación de tu parte, que no pruebas de ningún modo, es grave, pues presentar una verdad a medias puede ser peligroso, porque puede significar estar mezclada de mentiras o encubrir u omitir aspectos fundamentales de la verdad.
En segundo lugar, expresas tu deseo o esperanza de que regrese. Como en la línea anterior mencionas mi condición de ex adventista, infiero, casi sin lugar a dudas, que te estás refiriendo a que vuelva a la fe del adventismo del séptimo día.
En tercer y último lugar, haces la afirmación obvia, que comparto totalmente, de que como cristianos “fuimos enviados a dar la buena nueva de Cristo”. Sin embargo, añades, como contraste y aclaración algo que también es obvio, pero, en este caso, es innecesario y que no estoy seguro de interpretar correctamente a no ser que insinúes una velada crítica a mis artículos sobre el debate interreligioso. Como luego pones entre paréntesis lo de “a buen entendedor”, aunque puede que no lo sea tanto, me siento impulsado a pensar que me haces una crítica encubierta de que el que suscribe no predica a Cristo, sino a hombres y mujeres, antes que a Él. En cualquier caso, esto no lo voy a tener en cuenta, pues sería otra afirmación gratuita de tu parte, ya que no especificas ni concretas dónde predico de “hombres y mujeres” en lugar del Evangelio de Cristo.
Por tanto, en el cuerpo de este artículo, me limitaré, en primer lugar, a comentar lo que entiendo por la Verdad (con mayúsculas) que salva. En segundo lugar, trataré de interpretar lo que tú denominas “verdad íntegra”, y que seguramente se refiere a la pretensión adventista de estar en posesión de la máxima y única verdad revelada. Por último, me referiré a tu ilusoria esperanza de que regrese a la Iglesia adventista, convencido que es la Iglesia “remanente”, la única que tiene el “…Evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,…” (Apocalipsis 14:6).
2. Qué es la Verdad
En el mundo existen muchas cosas que son verdad y muchas verdades seculares. Pero aquí solo nos interesa la Verdad que nos conduce a vida eterna y nos hace libres del pecado (Juan 5:39; 8:31-36). La Verdad que salva de la muerte. Esa Verdad (con mayúscula) es la que la perdida humanidad necesita para caminar haciendo el bien y ser salvada para vida eterna. Creo que en todos mis artículos he tratado de presentar esa Verdad, y si en algún caso he podido equivocarme y desvirtuar la misma de alguna manera ruego sean bondadosos conmigo y tengan a bien corregirme.
a) La Palabra de Dios es la verdad
- Jesús así lo afirma en Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”
- Las Escrituras dan testimonio de Jesús, y Él nos manda escudriñarlas porque en ellas tenemos la vida eterna. (Juan 5:39).
- Las Sagradas Escrituras nos pueden hacer sabios para la salvación. (2ª Timoteo 3:15).
- "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, (17) a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra." (2ª Timoteo 3:16,17; ver también 2ª Pedro 1:19-21)
b) Cristo es la verdad
- Jesús mismo es la verdad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).
- Seremos juzgados por su Palabra: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48)
- Cristo tiene la autoridad sobre todo lo creado. Él es la única cabeza sobre la iglesia que es su cuerpo. “y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, (23) la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:22,23).
- Solamente a Él debemos oír. (Mateo 17:5; Hechos 3:22)
- La ley y los profetas (o sea el Antiguo Testamento) eran hasta Juan. “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan en por entrar en él” (Lucas 16:16; Juan 1:17)
- Cristo dio su Palabra a sus apóstoles, y por el Espíritu Santo fueron conducidos a toda la verdad. (Juan 17:8, 14, 18); Juan 14:25,26; Juan 16:12,13.
- Todo aquel que es de la verdad oye su voz (Juan 18:37, 38).
d) El Evangelio de nuestro Señor es verdad que salva.
En primer lugar, necesitamos saber de qué se nos va a salvar. Cristo Jesús no podrá hacer nada por nosotros sin antes reconocer que estamos perdidos sin Él. Jesús dijo en Lucas 5:32: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.”
¿Cuál será el final para todo aquel que se crea autosuficiente y no reconozca que es pecador? Sólo el juicio de Dios, la condenación y muerte eterna. Por tanto, debemos reconocer nuestra condición de pecadores. Aceptar lo que dice la Biblia sobre el pecado y los pecadores; comprender que pecadores no son sólo algunos, que manifiestamente transgreden la ley de Dios (1ª Juan 3:4; Gálatas 5:19-21), robando o matando, sino que todos somos culpables de pecado. Así lo afirma enfáticamente toda la Biblia y especialmente San Pablo en los siguientes versos de Romanos 3:9-13 y 5:12:
Romanos 3:9-13: “9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”
Romanos 3:23: Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
Romanos 5:12: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
c) La verdad nos hará libres.
Para que la verdad nos haga libres debemos reconocer que cuando pecamos somos esclavos del pecado.
- La verdad nos hace libres de la esclavitud del pecado:
- El pecado esclaviza.
- El pecado nos conduce a la muerte eterna.
Ya hemos visto que el pecado no es algo que no tenga nada que ver con nosotros o que no nos afecte, sino que debemos reconocer nuestra parte de responsabilidad, y no engañarnos a nosotros mismos, es decir, admitir que no somos perfectos y ser sensibles a nuestros errores y debilidades de la carne: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. (1ª Juan 1:6).
Juan 8:31-34: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
También San Pablo lo afirma magistralmente en:
Romanos 6:16- 22: “16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Ahora somos conscientes y comprendemos la gravedad del pecado, pues su paga o castigo es la muerte eterna. Así se declara en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Este regalo de la vida eterna que Dios nos da supuso para Él pagar un alto coste para rescatarnos, “…no con cosas corruptibles, como oro y plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,” (1ª Pedro 1:18úp. 19).
1ª Pedro 1:18-22-25:“18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro y plata, (19)sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. 22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
e) La palabra de verdad es "el evangelio de vuestra salvación”. Esto es lo que necesitamos conocer y obedecer para ser salvos. Como vemos, San Pedro y San Pablo lo confirman hasta la saciedad.
Efesios 1:13: “13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
- El Evangelio es poder de Dios para salvar al pecador.
Romanos 1:16: “16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
f) Nuestra responsabilidad es conocer, creer y obedecer la verdad del Evangelio de nuestro Señor.
- Consecuencias de no obedecer la verdad
- Una vez comprendida y sabida la verdad es imprescindible obedecerla para obtener sus beneficios.
2ª Juan 9-11: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.”
Romanos 1:25-32: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
El apóstol San Pedro dice en 1ª Pedro 1:22, 25 que nuestras almas se purifican por la obediencia a la verdad, siendo esta verdad “la palabra que por el evangelio es anunciada”.
Con los textos bíblicos presentados hasta aquí, no debería quedar duda de que la Verdad salvadora no es la mezcla del Evangelio de nuestro Señor Jesús con la ley de Moisés, sino que solo y únicamente el Evangelio salva y no la ley. Por tanto, conozcamos y aceptemos todo el Nuevo Testamento. La única ley que salva es “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. (Romanos 8:2). Pero es mejor que veamos un poco de contexto para entender definitivamente que los creyentes en Cristo somos salvos, porque Él nos ha librado del pecado y de la muerte con su resurrección, y solo podemos caminar unidos a Él mediante su Espíritu que rige nuestras conciencias y nuestra vida entera.
Romanos 8:2-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
3. Lo que entiende la Iglesia adventista como “verdad íntegra”.
Leamos de nuevo tu siguiente comentario, querido hermano, y trataré de explicar mi interpretación de lo que quieres decirme, pero que no te has atrevido a hacerlo claramente.
“...con respecto al comentario de tu amigo Andrés, sería bueno para el Evangelio que le contaras en que consiste la verdad íntegra y no a medias, ya que tu fuiste adventista igual que como yo aun lo soy, las columnas de la verdad es una buena lección, espero no se te hayan olvidado...(Javier).
Querido Javier puede que con ese consejo, de que cuente “la verdad íntegra y no a medias”, pretendas decirme, de forma velada, que estoy dejando de predicar la ley del Sinaí, la de las tablas de piedra, y su cuarto mandamiento de guardar el reposo del sábado o séptimo día de la semana, y que eso significa predicar "la verdad a medias". No es difícil para mí, que he sido adventista, llegar a esta conclusión porque ciertamente la Iglesia adventista hace mucho énfasis en los Diez mandamientos del Antiguo Testamento, especialmente en el cuarto, sobre el cual vuestra profetisa Ellen White vio en visión que resaltaba con un resplandor sobre todos los otros1. La verdad íntegra para la Iglesia Adventista es, pues, el Decálogo de las tablas de piedra del Antiguo Testamento y el Evangelio.
Casi con toda seguridad a esto le llamas “las columnas de la verdad”, que para ti y la Iglesia adventista constituyen “la verdad íntegra”. En el correo, que me escribiste el 26-12-2011, me las enumerabas. Las cuales, según me dices, son cinco, a saber:
-Dios es la verdad (Salmos 31:5)
-Jesús es la verdad (Juan 14:16)
-La Palabra de Dios (Juan 17:17)
-El Espíritu Santo (Juan 16:13)
-Los mandamientos (Salmos 119:86)
(Javier)
No tengo nada que objetar a esos textos de la Biblia. Son verdaderos, como toda la Biblia. Pero la verdad no se sustenta en lo que afirman cinco textos, sino en toda la Biblia ¿por qué solo esos cinco y no otros muchos? La Biblia no dice en ningún lado que la verdad se fundamente en cinco columnas, y que una de ellas sea “los mandamientos”. Sin embargo, la Palabra de Dios si dice clara y firmemente que “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1ª Corintios 3:11). Este es el único fundamento y no los mandamientos. Éstos no salvan a nadie, pero, sí, Jesús, “la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. (12) Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:11,12).
Para mí la verdad íntegra es la Palabra de Dios encarnada en Cristo y que se revela en la Biblia. Él vino, precisamente, a cumplir la ley, toda la ley, y todo el AT, no solo los Diez mandamientos, y a mostrarnos el camino al Padre, al que se llega no por las obras de la ley sino por la fe en Jesús (Juan 4;42; 5:24,40; 6:47; 7:35,39; 8:51; 10:14,28; 14:6; etc.).
Los adventistas cada vez que leen la palabra “mandamientos” en el Nuevo Testamento (NT) piensan en la ley del Sinaí del Antiguo Testamento (AT). Sin embargo, para Jesucristo, los mandamientos del Nuevo Pacto en Él no son los del AT, aunque coinciden en los principios morales básicos de la ley moral natural, que consisten, esencialmente, en amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:37-40). La ley moral de Dios es eterna pero no así la del Sinaí, que se circunscribe a un solo pueblo de la Tierra y a un determinado tiempo hasta que viniera la promesa que es Cristo (Gálatas 3:16,19; 4:4-7, 21-31). Tuvo su fin y cumplimiento en Cristo (Romanos 10:4-10; 7:6,7). Los mandamientos a que se refiere Jesús son su Palabra, todo lo que contiene el NT. No seremos juzgados por la ley del Antiguo Testamento sino por las Palabras de Cristo. Veamos solo unos pocos textos que lo confirman:
Juan 12:47-50: Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. (48) El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. (49) Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. (50) Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.
En adición a todos estos argumentos, comprobemos que la comisión de nuestro Señor Jesús no fue que sus discípulos predicasen la ley del Antiguo Testamento mezclada con el Evangelio, sino que el mandato fue “…que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). Veamos a continuación, en los Evangelios, cuál fue la comisión de nuestro Señor Jesucristo, es decir, lo que encargó Cristo a todo el que se considere su discípulo:
Mateo 28:19,20: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Marcos 16:15,16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (16) El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Lucas 24:44-47: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46) y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Nótese que todos estos textos transcriben palabras declaradas por Jesús, y, Él, en ningún caso se refiere a la ley del AT, sino a las Buenas Nuevas de Salvación, el perdón de pecados y la vida eterna, que se obtienen por la sola fe en el Salvador del mundo, sin las obras de la ley (Romanos 3:27; 4:4,5; 6:14; Gálatas 2:16-21; etc.). Ya hemos dicho que la fe solo se demuestra obedeciendo el Evangelio y no a la ley del AT (Santiago 2:17-24; Cf. Efesios 2:8,9). No hay contradicción alguna entre lo que afirma Santiago y lo que declara Pablo. Ambas afirmaciones se complementan. Pero de ahí no deduzcamos que la salvación consiste en fe más obras, sino que las obras buenas son el resultado necesario de la verdadera fe y conversión a Cristo. Pues sin esa conversión no habitará el Espíritu Santo en nosotros, y por tanto no seremos de Cristo, es decir, verdaderos cristianos (Romanos 8:9).
Por tanto, debo declarar, con dolor, pero con firmeza y claridad que el evangelio que predica el adventismo del séptimo día está contaminado, es, pues un evangelio falso, “un evangelio diferente” como dice Pablo en Gálatas 1:6-9, puesto que se centra en la ley, que los seres humanos somos incapaces de cumplir por nosotros mismos. Cristo la cumplió, y, por eso, con su muerte expiatoria, pudo pagar la deuda que los seres humanos hemos contraído por transgredirla. El verdadero Evangelio es el que presenta a Cristo como única solución para el pecado, y no la ley. El movimiento adventista que se identifica así mismo con el “ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra” (Apocalipsis 14:6) no puede estar más alejado de la realidad, si reconocemos que no predica el Evangelio puro de Cristo.
Gálatas 2:16: Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
Romanos 3:26-28: Con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (27) ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. (28) Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
3. Por qué no volvería a ser adventista del séptimo día.
Aunque a ti, Javier, no te conozco, sé cómo piensan los adventistas en general. De ahí que no me resulte difícil intuir cuál es tu ideología como buen adventista militante que eres, puesto que, además, asumes el honroso cargo de diácono de la Iglesia adventista del séptimo día.
Los adventistas se enorgullecen de ser la Iglesia remanente de los últimos tiempos, la única que guarda “los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.” (Apocalipsis 14:12), y consideran a todas las otras denominaciones cristianas como “Babilonia” (Apocalipsis 14:8), que representa confusión. Como dijimos arriba, para ellos la palabra “mandamientos” no significa otra cosa que la ley del Sinaí de las tablas de piedra, el famoso Decálogo que Dios entregó a Moisés en ese monte, que fue la base del Antiguo Pacto. El apóstol Pablo, sin embargo, se refiere a “un Nuevo Pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica” (2ª Corintios 3:6). Y califica el Antiguo Pacto, como “ministerio de muerte grabado con letras en piedras”, lo que es una clara alusión a la ley del Sinaí. Y lo califica, también, como “ministerio de condenación” (2ª Corintios 3:7,9), del cual se afirma claramente “que perece”, y que “lo que permanece” es el Nuevo Pacto en Cristo (2ª Corintios 3:11; véase también Hebreos 8:13).
Los estimados hermanos adventistas no se dan cuenta que esos mandamientos del Antiguo Pacto han sido superados por los del Nuevo Pacto en Cristo, la nueva ley de Cristo, la ley del amor (Mateo 5:43,44, Juan 13:34,35; Gálatas 6:2; 1ª Corintios 9:21), y la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Romanos 8:2).
Por si esa pretenciosa reivindicación de ser los únicos que cumplen enteramente el Decálogo fuera poca cosa, van mucho más allá cuando se atreven a proclamar que las palabras “espíritu de profecía” que aparecen al final de Apocalipsis 19:10 se refieren a Ellen G. de White, profetisa, a la que se le reconoce tener dicho espíritu de profecía, y cuyos escritos son considerados por los adventistas como del mismo rango que el de los profetas y demás autores bíblicos. Veamos los textos completos donde se apoyan para sostener semejante pretensión:
Apocalipsis 12:17: Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.
Apocalipsis 14:12: Aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
Apocalipsis 19:10: Entonces me postré a sus pies para adorarle, pero él me dice: "No, cuidado; yo soy un siervo como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. A Dios tienes que adorar." El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. (BJ, 1998).
Los adventistas se identifican completamente con estos textos citados arriba, hasta el extremo de creerse que los mismos se refieren a ellos, como los únicos entre toda la cristiandad “que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”. Se sienten privilegiados y seguros de que interpretan correctamente toda la Biblia porque tienen el “espíritu de profecía” encarnado en la profetisa Ellen White, norteamericana del siglo XIX-XX (1827-1915). Sin embargo, el reconocimiento de Ellen White como su profetisa les ha abocado a aceptar como verdades doctrinales lo que no son otra cosa que errores manifiestos, que desvirtúan totalmente el espíritu del auténtico cristianismo, y que se apartan de la correcta interpretación de la Biblia. Estas erróneas doctrinas les arrastran a un peligroso legalismo, que les impide, en muchos casos, gozar de la gracia de Dios, de la verdadera felicidad, que consiste en sentirse en paz con Dios, totalmente perdonados, justificados, y con la seguridad de la salvación eterna (Romanos 5:1). No son conscientes de que intentando guardar el reposo del día sábado según el mandamiento de la ley que Dios dio a Moisés en el Sinaí se están colocando voluntariamente bajo la maldición de la ley (Gálatas 3:10-13), y se obligan a cumplir a la perfección los otros nueve.
Gálatas 3:10-13: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; (12) y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición […]
La inseguridad y zozobra que sufren es consecuencia de que, a fin de tener la salvación eterna, dependen del fiel cumplimiento de los diez mandamientos, especialmente el que ocupa el cuarto y último lugar, de la primera tabla de piedra. Sutilmente, caen en el legalismo porque creen que la salvación depende de la fe, pero también del cumplimiento fiel de toda la ley (Santiago 2:10). Es decir, fe más obras, pero no la sola fe como descubrió Lutero, principal líder de la Reforma Protestante, y como, también, afirma toda la Biblia, que la salvación es solo por medio de la fe (Romanos 1:17; 5:1; Efesios 2:8: etc.).
Sin embargo, es en el citado cuarto mandamiento, que exige guardar el reposo sabático, donde ellos concentran todos sus vanos esfuerzos, tratando de que sea un descanso perfecto, el cual nunca lograrán, porque el reposo perfecto consiste en confiar en Cristo, que ha obtenido la victoria por nosotros (Hebreos 4:1-10). Creer esa Buena Nueva, el Evangelio de nuestra salvación es entrar en el verdadero reposo, porque dejamos de depender de nuestras propias y débiles fuerzas, para confiar solo en la justicia perfecta de Cristo (Jeremías 33:16; 1ª Corintios 1:30).
¿Qué tendría que ocurrir para que regresara al adventismo?
Primero de todo, he de aclarar que el que suscribe sigue siendo adventista, si con este término queremos expresar solo la firme creencia y esperanza en el advenimiento glorioso de Jesucristo que aparecerá al fin del mundo para resucitar a los muertos, y que junto con los que vivan en aquel tiempo, serán transformados en seres incorruptibles e inmortales y trasladados al cielo (Mateo 16:27;24:27; 25:31; Lucas 17:24; 21:27; Juan 5:28,29; Hechos 1:11; 1ª Tesalonicenses 4:13-18; 1ª Corintios 15:51-57; 2ª Pedro 3:9; etc.). Esta doctrina es totalmente evangélica, y, por tanto, cristiana, pues esa fue la bienaventurada esperanza de la Iglesia cristiana primitiva y sigue siendo la de todos los cristianos. El libro de Apocalipsis termina con la promesa de Jesús de que “Ciertamente vengo en breve”, y la respuesta fervorosa del apóstol Juan diciendo: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20). Luego, en ese aspecto todos los cristianos deberíamos ser adventistas.
Sin embargo, otra cosa muy distinta significa ser adventista del séptimo día. Este nombre fue dado con la aprobación de la profetisa Elena G. White. Pero, en mi opinión, si ser cristiano ya implica ser adventista ¿para qué bautizar así a la Iglesia de Cristo? Además, si el séptimo día, sábado, no tiene ninguna relevancia (Colosenses 2:16,17), por supuesto, no más que el primer día de la semana, ¿por qué mantener este apellido o llamar así a la Iglesia? Solo serviría para confusión de los creyentes.
Por tanto, para que, el que suscribe, volviera a la Iglesia adventista del séptimo día, ésta tendría que dejar de llamarse del “séptimo día”, y debería, además eliminar las siguientes doctrinas que figuran en su Teología, y que, en mi opinión, están totalmente equivocadas, las cuales analizamos en el siguiente epígrafe.
4. Doctrinas erróneas de la Iglesia adventista del séptimo día.
En este artículo, que ya va siendo algo extenso, no cabe analizar con profundidad todas las incorrectas interpretaciones que la Iglesia adventista ha hecho de ciertas partes de la Biblia, preconizadas y apoyadas por su profetisa, Elena G. de White, pero, al menos, es necesario citar cuáles son estos errores, para que los que aun están en ellos puedan investigar por sí mismos y encontrar la verdad.
4.1. El mandamiento de guardar el reposo del sábado, día séptimo de la semana.
Este mandamiento, no pertenece a la ley moral natural, y nunca ha estado vigente para los gentiles ni para el mundo cristiano en general.
El mandamiento de reposar el sábado, que fue dado solo para el pueblo de Israel, consiste en abstenerse absolutamente de todo tipo de trabajo secular durante las veinticuatro horas de ese día, el séptimo de la semana (Éxodo 20:8-11; 35:2,3; 31:12-17; Deuteronomio 5:12-15). Con la particularidad que el inicio y fin de ese día nunca son fijos, puesto que varían a lo largo de todo el año al ajustarse a la luz solar. Pues los límites de los días en la Biblia se establecen de puesta de sol a puesta de sol. Por tanto, el reposo “absoluto” que se exige a los fieles adventistas es que abandonen todo lo que están haciendo que sea secular desde la hora de iniciar el reposo sabático, a la puesta de sol del viernes, hasta el fin del sábado de tarde, con la puesta de sol, ni un minuto antes ni después.
Éxodo 35:2,3: “Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. 3 No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo.”
Asuntos seculares como vender o comprar, preparar las comidas o hacer fuego, viajar, etc., de acuerdo a la ley de Dios del Antiguo Testamento estaban totalmente prohibidos durante todas las horas del sábado.
Números 15:32-35: “Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. 33 Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; 34 y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. 35 Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. 36 Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.”
Aunque la Iglesia adventista se toma muy en serio el mandamiento de cumplir el reposo sabático de acuerdo a algunas enseñanzas del Antiguo Testamento, que yo sepa, nunca obedeció a Dios hasta el extremo de apedrear a nadie por el mero hecho de no guardar este reposo. Faltaría más. Perdonadme la ironía. La pena máxima a la que se exponen los transgresores habituales del reposo sabático es a ser expulsados como miembros de la iglesia.
Durante mi permanencia en la Iglesia adventista escuché sermones culpabilizantes, en los que se nos amonestaba por hurtar tiempo al día sábado, y de hacer obra no adecuada para ese día, pocos minutos después de ponerse el sol, en un día viernes; lo cual podía suceder en los meses invernales cerca de las seis de la tarde. O por pasear por la ciudad, viendo los escaparates de las tiendas desde fuera, poco antes de finalizar el sábado. Para no transgredir el mandamiento, esa actividad, o cualquier otra secular, no puede realizarse durante las horas nocturnas del viernes, ni, naturalmente, en las horas del día solar del sábado. La prohibición de no trabajar en sábado, ni hacer ninguna obra secular, se dificulta en extremo en los meses invernales, al tener que acortar la jornada laborable del viernes. Hay que abandonar el puesto de trabajo, antes que oscurezca, lo que ocurre muchos viernes invernales antes de la seis de la tarde. Por tanto, los adventistas, se encuentran con graves problemas de conciencia para respetar inexcusablemente y estrictamente los límites horarios del sábado, de puesta de sol del viernes a puesta de sol del sábado, pues de lo contrario sus conciencias les acusarán de haber cometido pecado, y se exponen a ser expulsados como miembros de iglesia.
Para los adventistas, la ley del AT de las tablas de piedra con cierta frecuencia era el centro de su predicación; se nos decía que todo adventista debía estar muy atento y mirarse en ella como en un espejo, a fin de detectar si su conducta estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. Recuerdo que cuando yo me contemplaba en esa ley, iba recorriendo todos los mandamientos desde el primero hasta el décimo, preguntándome si quizá estaría fallando en alguno. Aunque, de forma externa me parecía que los estaba cumpliendo; pues, me parecía que no tenía dioses ajenos al Dios verdadero, no me hacía imágenes ni me inclinaba ante ellas para honrarlas, tampoco tomaba el nombre de Dios en vano, pues nunca juraba, ni usaba su nombre de forma irreverente. En cuanto al cuarto mandamiento, acuérdate del día de reposo, sábado, para santificarlo, tenía que reconocer que no lo cumplía de manera perfecta, aun siendo para los adventistas el principal mandamiento, el centro de la ley, sobre el que la profetisa, fundamento de los adventistas, Ellen G. White, había visto en visión que resplandecía sobre todos los otros.
4.2. La marca de la bestia y el sello de Dios (Apocalipsis 13:14-18; 7:3)
Ahora veremos como el primer error de considerar el mandamiento del reposo en día sábado aplicable a los cristianos trajo consigo otras falsas interpretaciones. La primera de ellas es que, según los adventistas, la “marca de la bestia” consiste en guardar el reposo del mandamiento el día domingo, en lugar del sábado que es cuando Dios lo promulgó en el Sinaí, hace unos 3.500 años. Pero, esa marca no será una realidad hasta que los gobiernos mundiales dicten una ley que imponga la cesación de toda obra secular en domingo, y a todos los que la desobedezcan se les recortarán las libertades más básicas, como las de “comprar” y “vender” (Apocalipsis 13:17). Evidentemente esta interpretación es totalmente absurda, porque parte de creer que el cuarto mandamiento que ordena el reposo en día sábado es una ley vigente y que Dios la sigue exigiendo a toda la humanidad como prueba de fidelidad a Él.
En contraposición a la marca de la bestia está el “sello de Dios” que recibirán todos los que sean capaces de obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 4:19). Es decir, todos los que a pesar de la persecución civil apoyada por la bestia y su imagen (Apocalipsis 13:8,11-16) que se resistan a recibir la marca de la bestia guardando el reposo en día domingo, y cumpliendo con el reposo sabático recibirán el sello de Dios. Creo que esta interpretación no necesita comentarios. Y por si alguna duda pudiera quedar, la Biblia la esclarece con rotundidad: el sello de Dios es recibir el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13) y de ninguna manera cumplir con un mandamiento de reposar en sábado que nunca ha existido para el pueblo gentil y cristiano.
Efesios 1:13,14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
4.3. La profecía de las 2.300 tardes y mañanas, el año 1844 d.C. y el juicio investigador.
Para comprender como llegaron los adventistas a la sofisticada e increíble interpretación no bíblica de que, en 1844, Cristo iniciaba un juicio investigador a la humanidad, en el Lugar Santísimo del Santuario celestial es necesario conocer un poco la historia del adventismo.
Este movimiento surge de la predicación de Guillermo Miller2, militar, granjero y predicador laico, que empezó a predicar, a partir del año 1831, que Cristo aparecería por segunda vez en gloria para rescatar a los suyos hacia el 22 de octubre del año 1844. De varias denominaciones cristianas de EE.UU. salieron miembros que se unieron a Miller. Cuando llegada la fecha señalada no vino Cristo se llevaron un gran chasco, pues muchos habían dado toda su fortuna a la causa. Como consecuencia muchos abandonaron el adventismo, pero los que quedaron, liderados fundamentalmente, por Elena de White formaron el adventismo del séptimo día.
Guillermo Miller cometió muchos errores pero esencialmente no hizo caso de la advertencia del mismo Jesucristo, que dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino solo mi Padre” (Mateo 24:36; Marcos 13:32). El adventismo del séptimo día que surgió del movimiento “millerista” continuó estudiando la profecía de los 2.300 tardes y mañanas para tratar de encontrar dónde se había equivocado Miller. Al final, con ayuda de las visiones de la señora White llegaron a la conclusión de que en el año 1844 no tenía que venir Cristo a la Tierra, sino que el evento consistió en que Él pasó de un departamento del Santuario celestial a otro llamado “el Lugar Santísimo” donde daría comienzo el juicio investigador a la Humanidad.
Los adventistas interpretan que la llamada por ellos profecía de los 2.300 días (Daniel 8:14), se refiere en lenguaje profético a 2.300 años, que empiezan a contar desde el año 457 a.C., y tiene su cumplimiento, por tanto, en el año 1844 d.C. ¿Qué ocurre en este año? Ningún evento que se pueda ver o comprobar físicamente. Los adventistas, siempre amparados por Elena de White, afirman que en ese año 1844, el 22 de octubre, Cristo dejó el Lugar Santo, para pasar al Lugar Santísimo del Santuario celestial, donde comienza la tarea de purificación del Santuario y el juicio investigador a la humanidad, empezando por los creyentes (1ª Pedro 4:17).
Aquí se vuelve a cumplir lo de que un error de partida lleva a otros muchos. Desentrañar esta cadena de errores es laboriosa y merece dedicarle un estudio entero. Lo cual acabo también de hacer y publicar en esta misma web con el mismo título de este epígrafe.
5. Conclusión
Querido Javier, la Verdad que salva es Cristo y su Palabra. Es la que nos hace libres (Juan 8:31-36). Es decir, Él es el único que puede librarnos de la esclavitud del pecado, que es la situación que todo ser humano se halla antes de conocerle y aceptarle como su Salvador personal. La salvación es lo que ha conseguido Él al tomar nuestra naturaleza humana y dar su vida en rescate por cada uno de los que aceptan su sacrificio expiatorio en la cruz (Marcos 10:45; Juan 3:14-16; etc.). “No es por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9). “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda” (Romanos 4:4). Es decir, necesitamos reconocer, “que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16). “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10; Cf. Santiago 2:10). “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).
Tú, querido hermano, como adventista del séptimo día, crees que guardas todos los mandamientos porque cumples con el precepto del reposo sabático ¿Es esa toda la seguridad que tienes de salvarte? Pues, si así piensas estás tremendamente equivocado, pues nadie puede cumplir la ley a la perfección, y, por tanto, en el momento que transgredas solo en un punto por pequeño e insignificante que te parezca eres culpable de todos y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). Sin embargo, el que no confía en si mismo, porque es consciente de que por ser pecador nunca cumple la ley, se acoge a la gracia de Dios, y se considera justificado por la fe y en paz con Dios porque Cristo ha muerto por él, y ha pagado la deuda de sus pecados (Romanos 5:1). Esta es la Buena Nueva de salvación. Esto es lo que nos salva, y no guardar el reposo sabático. El Evangelio eterno, que el apóstol Juan vio que tenía el “ángel para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6), no es el mismo que predican los adventistas, pues ellos predican la ley mezclada con el Evangelio, y el Evangelio es la justificación por la sola fe.
La "verdad íntegra", como tú dices, querido hermano no consiste en el Evangelio más la ley, en la fe más las obras sino solo en la fe: “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Con lo anterior pienso que he contestado a lo que me aconsejabas sobre predicar la “verdad íntegra y no a medias”:
Hermano Carlos un gusto saludarte, con respecto al comentario de tu amigo Andrés, seria bueno para el Evangelio que le contaras en que consiste la verdad íntegra y no a medias, ya que tu fuiste adventista igual que como yo aun lo soy, las columnas de la verdad es una buena lección, espero no se te hayan olvidado. Chao hermano querido y espero tu regreso, fuimos enviados a dar la buena nueva de Cristo y no de hombres y mujeres (a buen entendedor...) (Javier).
Por lo demás, hermano, agradezco tu buena intención cuando dices que esperas mi regreso a la Iglesia adventista, porque sé que lo dices pensando que es mucho mejor estar en la Verdad que en el engaño o en el error, pues la Verdad nos hace libres.
Sin embargo, ¿cómo podría yo volver al adventismo del séptimo día si predica un Evangelio diferente al de nuestro Señor Jesús?
Quedo a tu disposición. Bendiciones
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
1. [ …] Vi en ellas [las tablas de piedra] los diez mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, y en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los otros seis. Pero el cuarto mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fue puesto aparte para que se lo guardase en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria (Pág. 33). […] El cuarto mandamiento estaba rodeado de una aureola de gloria y brillaba en él una luz mucho más viva que en los otros nueve (Pág. 255). “Primeros Escritos” de Elena G. de White. Publicaciones Interamericanas. Pacific Press Publishing Association. Mountain View, California. EE.UU. de N.A.
2. William Miller (1782-1849) fue un predicador laico, metodista, masón, militar, agricultor y jefe cívico local en Low Hampton, en el este de Nueva York. Estudiante de la historia y la profecía, a partir de sus estudios comenzó a predicar en el inminente segundo advenimiento de Cristo.
Es considerado como el fundador del Movimiento Adventista (también conocido como Movimiento Millerista), de los años 1830 y 1940 en Norteamérica. Entre sus descendientes espirituales directos existen varias religiones, incluyendo la Iglesia Adventista del Séptimo Día y movimientos posteriores que se fundaron con la inspiración directa del énfasis de Miller en la profecía bíblica, incluyendo el Movimiento de Estudiantes de la Biblia ó Russellitas, actualmente conocidos como los Testigos de Jehová. [http://es.wikipedia.org/wiki/William_Miller_(predicador)]
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