Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Sobre la salvación (Soteriología)

 

¿Qué bien haré para tener la vida eterna?

 
Versión 23-03-13

 

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Estimada hermana Trini, en su correo del día 16 de marzo me planteaba algunas de sus inquietudes y dudas. Con el anterior estudio –¿Qué simboliza el Árbol de la Vida?– traté de responder su pregunta al respecto. El resto de consultas que me formulaba en el mismo correo, al referirse a distintas doctrinas cristianas, deberé abordarlas en estudios separados con objeto de no mezclar temas dispares.

No obstante, dado que algunas de ellas ya las he desarrollado en su correspondiente estudio bíblico, me limitaré a darle una breve explicación y remitirle a los citados estudios, por si desea una mayor profundización en cada tema en particular.

Con respecto a su pregunta sobre la salvación de Adán y Eva presento mi opinión en el estudio que corresponde al siguiente vínculo:

¿Tuvieron acceso Adán y Eva al sacrificio redentor de Cristo?

Otros enlaces relacionados con Adán y Eva son los siguientes:

¿Qué tipo de pecado cometieron Adán y Eva?
¿Son Adán y Eva personajes mitológicos?
¿Qué tipo de muerte sufrieron Adán y Eva cuando pecaron ?

Por supuesto, concuerdo con usted, que si Adán y Eva “mostraron arrepentimiento puede ser que Jehová los resucite como a todos”.

¿Todo el mundo será resucitado incluso Adán y Eva para vida eterna?

Jesucristo habló de dos resurrecciones: la resurrección de vida y la resurrección de condenación o juicio (Juan 5:28,29; Cf. Hechos 24:15). La primera es para vida eterna, con cuerpos glorificados. Pero la segunda, será con cuerpos de “carne y sangre” o sea, los mismos que tenían cuando murieron. Importa poco si éstos aparecerán rejuvenecidos o con la misma apariencia en que murieron; no está revelado. Su destino es la muerte eterna por fuego que les envía Dios desde el cielo (Apocalipsis 20:9-10). Le indico algunos enlaces relacionados con este tema:

¿Tenía el pueblo de Israel esperanza en la Resurrección?
¿Es el bautismo la primera resurrección?
¿Serán simultáneas las resurrecciones de vida y de juicio?
¿Habrá dos resurrecciones distanciadas por un tiempo de mil años?
El Reino de Dios y el Milenio
El dispensacionalismo y el Milenio

Usted, también se pregunta que, puesto que en esta vida nadie alcanza la total perfección, cuando todos los resucitados vivan en el Paraíso celestial ¿habrá allí discusiones y cosas semejantes? ¿Puede nuevamente aparecer el pecado en el Paraíso?

¿De qué depende que las personas consigan la vida la vida eterna? Es decir, ¿qué se debería hacer para ser salvado para vida eterna?

A continuación trataremos de responder a estas preguntas.

2. Puesto que en esta vida nadie alcanza la total perfección, cuando todos los resucitados vivan en el Paraíso celestial ¿habrá allí discusiones y cosas semejantes?¿Puede nuevamente aparecer el pecado en el Paraíso?

Como usted muy bien dice la vida eterna depende, en primer lugar, de nuestro arrepentimiento: este fue el mensaje de Cristo: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 13:3; Cf. Marcos 1:15; etc.). Y, en segundo lugar, de nuestra fe auténtica y coherente en Jesús, nuestro Salvador. La salvación es un don gratuito (Efesios 2:8,9; Romanos 3:24), no es por las obras de la ley (Romanos 3:28; Gál.2:16) sino por la sola Gracia, por medio de la fe (Romanos 5:1).

Ciertamente, tiene usted razón, que cuando uno muere, difícilmente habrá llegado a la perfección total del carácter. Pero eso no importa, si uno está en Cristo es una nueva criatura (2 Corintios 5:17). El sacrificio de Cristo cubre todas nuestras imperfecciones (Hebreos 10:10,14), y nos hace santos, pero no debemos olvidar nunca, que separados de Él nada podemos hacer (Juan 15:1-12). El cristiano solo vence al mundo y al pecado por el poder del Espíritu Santo mediante la Palabra de Dios. O sea, debemos poder decir lo mismo que san Pablo:

Gálatas 2:20-21: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Me pregunta si “¿Podría dar lugar a que en el cielo las personas discutieran y cosas semejantes?”

Las personas salvadas, que serán o bien resucitadas y transformadas o solo transformadas porque vivan en el momento de la Parusía de nuestro Señor, serán arrebatadas al encuentro con Jesús y morarán con Él en el cielo (Juan 14:2-3; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), durante el milenio (Ap. 20:1-10), y después de este periodo habitarán la Tierra Nueva (Ap. 21).

La transformación del cuerpo carnal en cuerpo espiritual o glorioso, semejante al de Cristo glorificado, incluye, sin lugar a dudas, la perfección y total santidad. Lo que al hombre le ha faltado en su corta vida para alcanzar la santidad y perfección, Dios lo suple, y con su poder lo proporciona a todos convirtiéndolos en criaturas perfectas. Puesto que se trata de una recreación total de la naturaleza humana, será superior a la original que tuvieron Adán y Eva, pues en el cielo nadie será capaz de volver a pecar, así como Dios no puede pecar.

No se preocupe, estimada hermana por esto, porque si aquí, con todas nuestras imperfecciones que tenemos y que nos rodean, cuando permanecemos en Cristo, tenemos paz dentro de nosotros y para con los otros, cuanto más en el Cielo donde hay total perfección.

3. ¿De qué depende que las personas consigan la vida la vida eterna? Es decir, ¿qué se debería hacer para ser salvado para vida eterna?

Hubo un joven –rico para más señas– que se acercó a Jesús para formularle una pregunta parecida a la que nos ocupa y que tanta importancia tiene para todo el mundo:

Mateo 19:16-19: Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?  ?  (17) Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.  (18)  Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. (19) Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Marcos 10:17: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? (18)  Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.  (19)  Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.

Lucas 18:18: Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. (20) Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

La pregunta de este joven –¿qué haré para heredar la vida eterna? O ¿qué bien haré para tener la vida eterna? – estoy seguro que interesa a mucha gente. Y supongo que mucho más la respuesta de Jesús: guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).

En primer lugar, nótese que, en los tres Evangelios, Jesús enumera solo cinco mandamientos de los seis que componen la segunda tabla de la ley del Sinaí (Éxodo 20:12-17). Sin embargo, san Mateo recoge además otro mandamiento – “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18)–, que no pertenece a la citada ley pero que está contenido en lo que los judíos llaman “la Torá”, que no es otra cosa que la parte del AT que tanto los judíos como Jesús mismo denominan “la Ley”, es decir, los cinco libros del Pentateuco, escritos por Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Asimismo, san Marcos, añade a los cinco mandamientos otro que tampoco se corresponde con ningún mandamiento del Decálogo: “No defraudes”.

Por supuesto, el hecho de que Jesús enumerase solo cinco mandamientos de los diez que componen la ley de las tablas de piedra, y dos que no corresponden a la misma pero sí a la Torá, –que contiene más de seiscientos mandamientos– no significa que el resto de mandamientos no estuviesen vigentes, y fueran, igualmente, su cumplimiento estricto condición necesaria e imprescindible para obtener la vida eterna. Jesús no pretendió ser exhaustivo, pero el joven rico, como cualquier persona con sentido común, pudo comprender a qué ley se refería Él.

Al respecto, Jesús afirma que “de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Estos dos mandamientos son el corazón de la Biblia hebrea porque revelan que la relación de amor de los seres humanos entre si y a Dios es la única que Él acepta.

Sigamos comprobando como todo gira alrededor de la ley del amor a Dios y al prójimo:

Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:  (36)  Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  (37)  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

El Evangelio de san Lucas nos narra un episodio semejante al del joven rico que acabamos de comentar. Pero en esta ocasión fue “un intérprete de la ley [que] se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? (Lucas 10:25).

Lucas 10:25-29: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?  (26)  Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?  (27)  Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.  (28)  Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.  (29)  Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

Tanto al joven rico como a este intérprete de la ley, Jesús, igualmente, les remite a la ley. El cumplimiento perfecto de la ley es la condición eterna e inmutable que Dios siempre ha requerido a los seres humanos para que merezcan o alcancen la vida eterna. Pero que nadie entienda que se trata de una mera obediencia externa a nueve o diez o seiscientos mandamientos de la ley moral que ocasionalmente se hayan podido haber cumplido; sino que se trata de que todos nuestros pensamientos, intenciones, conducta y acciones estén motivados por el amor, y que seamos capaces de amar “al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:25-29). Y esta forma de vivir o estilo de vida que Dios exige para ser salvo no debe limitarse a cortos periodos de tiempo sino que se refiere a la vida entera, desde el nacimiento hasta la muerte de cada persona. Así lo declaró Jesús en el Sermón del Monte: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).

¿Existe o ha habido alguien en este mundo que no haya transgredido aunque sea una sola vez la ley de Dios?

¿Es injusto Dios porque exige con Su ley un nivel de perfección y santidad que nadie en este mundo puede alcanzar?

¿Debería ser Dios más condescendiente y pasar por alto algunas transgresiones de Su ley? ¿Quién es capaz de hacer todas las cosas que la ley de Dios exige?

Dios, que es amor y tres veces santo, quiere que Sus hijos sean semejantes a Él. Por tanto no puede jamás rebajar la exigencia de Su ley de amor, pues Su voluntad es santa e inmutable, y Él no puede dejar que los pecados de los hombres queden impunes. Dios nos ha revelado Su ley para que sepamos que todos somos pecadores –“…por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20)–, y todos estamos “destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9-12, 23). “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase;” (Romanos 5:20), es decir, para que nuestra conciencia nos acusara de ser pecadores, y al darnos cuenta que en nosotros mismos no tenemos poder para vencer el pecado, nos arrepintiéramos y acudiéramos a Cristo. “De manera que la ley ha sido nuestro ayo [pedagogo o tutor], para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).

Por tanto, la misión de ley moral es, primero, reavivar el pecado que como seres carnales tenemos, y, segundo, condenarnos por ello. Es imposible viviendo en la carne cumplir la ley de Dios. “Vivir en la carne” es dejarse llevar por las tendencias de la vieja naturaleza pecaminosa, que todavía no ha sido regenerada por el Espíritu Santo:

Romanos 8:5-9: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Resumiendo, la ley exige una justicia perfecta, que a los humanos les es imposible alcanzar. Por eso afirma san Pablo “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él [Dios]” (Romanos 3:20 p.p.). “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). El apóstol Pablo no se cansa en insistir en esta gran verdad que tanto cuesta entender a muchas personas:

Gálatas 2:16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Si Dios exige un cumplimiento perfecto de la ley moral, es decir una justicia perfecta en nuestro modo ser y obrar, y esto no es posible para el ser humano ¿cómo, pues, se alcanza la vida eterna?

Este es el maravilloso e inimaginable Plan de Dios para la salvación de la Humanidad: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,  (5)  para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.  (6)  Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).

Esta es la clave de nuestra salvación. Dios tuvo que tomar cuerpo humano y entrar en nuestro planeta Tierra, en un momento determinado de nuestra historia, “para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45 úp.). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).

Marcos 10:45: Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

2 Corintios 5:17-21: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.  (18)  Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  (21)  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Para ello, Él tenía que cumplir a la perfección la justicia que exige la ley de Dios. Es decir, debía ser santo desde su nacimiento (Lucas 2:35), y vivir una vida santa e impecable hasta su muerte. Pues si Jesús no hubiese sido sin pecado (1 Pedro 1:18-20; Hebreos 4:15) no podría haber sido nuestra Justicia (Jeremías 23:6, 1ª Corintios 1:30):

Jeremías 23:5-6: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  (6)  En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

1 Corintios 1:30: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Él entregó Su vida por nosotros, su muerte a cambio de vida eterna para todos los que creen en Él y aceptan Su sacrificio vicario. “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:4).

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Dios mismo, en la Persona de Cristo, ha cumplido perfectamente la justicia que exige Su ley, y no solo eso sino que también ha pagado con su muerte la penalidad que la ley nos exigía a nosotros como transgresores de la misma (Romanos 3:21-27; 6:23). Si los seres humanos pudiéramos obtener la vida eterna obedeciendo de forma perfecta Su ley no habría habido necesidad de que Él se hiciera hombre, para observarla a la perfección, y luego ofrecer Su vida para pagar con ella el precio de nuestras transgresiones. Pues, según la Escritura, el pecado no debía quedar impune (Romanos 6:23; Hebreos 9:22); Dios no podía pasar por alto el pecado y ser justo a la vez. Por eso dice la Palabra que ahora se ha manifestado “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3:21-26). Dios ahora puede perdonar nuestros pecados sin cometer injusticia porque Él mismo cargó con nuestra culpa y aceptó la muerte que correspondía al pecador (Isaías 53).

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 3:21-26: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;  (22)  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,  (23)  por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,  (24)  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,  (26)  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

De esta forma excelsa Dios es justo y a la vez misericordioso con los pecadores, gracias a que Cristo Jesús, “siendo en forma de Dios […] (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:6-8).

En el libro de los Salmos (85:10) hay un hermosísimo texto que nos describe sin igual belleza cómo Dios pudo conjugar Su justicia con Su misericordia; cómo pudo sin dejar de aplicar la justicia de Su ley, ser misericordioso perdonando a los pecadores sus múltiples transgresiones de Su ley.

Salmos 85:10: La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.
Romanos 5:8-10: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  (9)  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  (10)  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

4. Si la vida eterna no se alcanza cumpliendo la ley de Dios ¿cómo se obtiene o consigue?

Como hemos visto antes, la ley exige una justicia perfecta, que a los humanos no les es posible alcanzar. Por eso afirma san Pablo “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él [Dios]” (Romanos 3:20 p.p.). “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). El apóstol Pablo no se cansa en insistir en esta gran verdad que tanto cuesta entender a muchas personas:

Gálatas 2:16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Si Dios exige un cumplimiento perfecto de la ley moral, es decir una justicia perfecta en nuestro modo ser y obrar, y esto no es posible para el ser humano ¿cómo, pues, se alcanza la vida eterna? La respuesta está en Cristo, pues Él ha vencido al pecado, la muerte y el diablo, y con su resurrección ha ganado la vida eterna para todos los que se arrepienten de sus pecados y depositan en Él toda su confianza; es decir, creen firmemente que Él ha cumplido la justicia de la ley y, además, ha muerto por ellos, pagando la penalidad de sus transgresiones. Cuando el creyente ejerce esa fe, entonces, Dios le justifica, o declara justo, que quiere decir, que Él le imputa o atribuye la justicia de Cristo, y, a partir, de ahí ya es salvado para siempre, pues, el mismo Cristo dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna. (48) Yo soy el pan de vida.” (Juan 6:47,48). Y el apóstol Pablo, igualmente, declara: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).

El proceso de salvación de todo ser humano se desarrolla en los siguientes pasos:

Primero. Dios, por medio de Su Palabra, el Evangelio de salvación, llama al arrepentimiento y a creer en esas Buenas Nuevas:

Marcos 1:14-15: Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, (15)  diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Lucas 13:3: Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Segundo.

Las conciencias son reavivadas por la ley moral de Dios, la ley evangélica, o sea la ley de amor de Cristo. Esta ley es el ayo [pedagogo o tutor] que nos lleva a Cristo (Gálatas 3:24); y este reavivamiento, produce convencimiento de pecado, y de que nada se puede hacer por uno mismo para ser aceptos a Dios excepto aceptar el regalo de Dios de “vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23 úp.).

Nuevamente la Palabra de Dios nos presenta la decisiva  pregunta –¿qué debo hacer para ser salvo?  (Hechos 16:30-33)–, y con ella la respuesta, que se encuentra en estos textos del libro de los Hechos de los apóstoles, cuando Pablo y Silas, son excarcelados milagrosamente de la cárcel de Filipos, y su carcelero les formula la citada pregunta, que es contestada por ellos con esta sencilla respuesta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Así de simple es acogerse a la salvación de vida eterna.  “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” ( Apocalipsis 22:17).

Hechos 16:30-33: y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?  (31)  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.  (32)  Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.  (33)  Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.

La salvación, y por tanto, la vida eterna, se obtiene solo mediante la fe sin las obras de la ley (Romanos 3:24: Efesios 2:8,9), y la fe se consigue por la Palabra de Dios: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. (Romanos 10:17).

Romanos 10:8-17: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: (9)  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (10)  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (11) Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. (12)  Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;  (13) porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.  (14)  ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  (15)  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!  (16)  Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?  (17)  Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

Tercero. El bautismo: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

Cuando hemos cumplido estos pasos y decidimos bautizarnos entonces los creyentes son renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23).

Santiago 1:18: Él [Dios], de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

Y, entonces, se cumple la condición de entrada en el Reino de Dios, que es el Nuevo Nacimiento:

Juan 3:5-6: Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  (6)  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

5. ¿Cuál es la ley de Cristo o la ley evangélica para los cristianos?

Todavía hay algunas organizaciones religiosas que afirman que todo el mundo debería cumplir los preceptos de la ley del Sinaí, la de las tablas de piedra, incluido el guardar el reposo sabático del cuarto mandamiento de la citada ley (Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 5:1-21). Esta pretensión es absurda porque jamás los gentiles han estado bajo esa ley, sino bajo “la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15).

Desde el principio del mundo a los que no tenían ley de Dios escrita, Él los juzga por sus conciencias. Pero nadie ha podido salvarse si no se arrepiente de sus pecados, y gracias a que Cristo pagó con Su vida la penalidad de sus pecados. Esto es válido incluso para los que no han conocido a Cristo,  o no lo tienen por Salvador. En mi opinión, todos los que se arrepientan de sus pecados, y vivan coherentemente con su conciencia podrán salvarse, porque Cristo murió también por ellos aunque lo ignorasen.

Romanos 2:12-16: Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;  (13)  porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. (14)  Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,  (16)  en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

Como hemos visto antes, la Torá, o sea, la Ley –todo el Pentateuco– se basa en, o depende de, y contiene los principios morales de la ley de Dios, que no solo son –como lo consideran algunos– la ley de los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra. Jesucristo en el Sermón del Monte (Mateo 5), recoge esos principios morales, que son inmutables, no solo algunos de los contenidos del Decálogo (Éxodo 20:2-17; Deuteronomio 5:1-21) sino los de toda la Torá. Pero además los espiritualiza para que dejen de ser solo letra, pues los mandamientos deben cumplirse no solo externamente sino con el corazón (Romanos 7:6; 2ª Corintios 3:2-17). Es decir, por ejemplo, Él dijo: “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Por tanto, no basta con no cometer el acto de adulterio sino que también se transgrede cuando uno explaya su pensamiento y su deseo en aquello que prohíbe la ley, como el mirar con codicia a una mujer. Además, Jesús amplificó y aumentó la ley del AT cuando mandó “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los os ultrajan y os persiguen; (Mateo 5:44). Por tanto, los que se quedan anclados en el AT, parece que no quieren recibir la nueva luz que Cristo y toda la Palabra revelada del NT arrojan, siendo, además que el Antiguo Pacto está obsoleto Hebreos 8:13), y pertenecemos a un Nuevo Pacto en Cristo (Lucas 22:20; etc.).

Jesús no dio una nueva ley moral sino que desarrolló la ley moral del AT, y le dio el auténtico alcance. Ya hemos hablado de Mateo 22:37-39 donde Jesús dice que de dos mandamientos depende o se resume toda la ley del AT: el amor a Dios y al prójimo. Y en Juan 13:34,35 declaró: “Un nuevo mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”. Por tanto, debemos seguir su ejemplo y amar como Él nos amó.

Los cristianos no nos regimos por el AT sino por todo lo que se ha relevado en el NT, y, sobre todo a éste debemos obediencia. Los mandamientos de Cristo no se circunscriben solo a los principios morales contenidos en la ley del Sinaí sino que son muchos más, como los que citamos a continuación:

Mateo 28:18 -20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

Juan 15:4-11:Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Juan 15:12-17: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En mi opinión, los mandamientos a los que se refiere Jesús son su Palabra. Nos manda –es  decir, sus mandamientos son- que permanezcamos unidos a él  y a su Palabra. Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: “si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32)

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17), “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

6. Conclusión

El carácter de Dios se refleja en Su universal ley de amor y es Su voluntad inmutable que sus criaturas se relacionen entre sí y con Él mediante esa ley de amor; “el que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1ª Juan 4:8,16). Dios no puede rebajar Su Norma por razones obvias, y exige un perfecto cumplimiento de Su ley, no de forma externa y legalista sino con el corazón, de manera que todas nuestras intenciones, pensamientos y obras estén motivados por amor. Todo el mundo ha transgredido Su ley. Nadie cumplió jamás la justicia que demanda ésta. Según la Biblia, confirmado por nuestra experiencia, todos somos pecadores (Romanos 3:9-12,23). Pero, Dios ha de ser justo, por tanto, no puede dejar sin penalidad a los transgresores, porque eso sería injusto. De hecho, Dios dice que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23 pp.), “y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).

Dios se introduce en el mundo, y se hace hombre “para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45 úp.).

 “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).

 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,  (5)  para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.  (6)  Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).

El Plan de Dios es maravilloso e inimaginable porque por su medio, Él logra ser a la vez justo y misericordioso. Dios es justo, porque en la Persona de Cristo cumple a la perfección la justicia que exige Su ley. Es decir, debía ser santo desde su nacimiento (Lucas 2:35), y vivir una vida santa e impecable hasta su muerte. Pues si Jesús no hubiese sido sin pecado (1 Pedro 1:18-20; Hebreos 4:15) no podría haber sido nuestra Justicia (Jeremías 23:6, 1ª Corintios 1:30). Y, por tanto, Él se convierte en Nuestra Justicia:

Jeremías 23:5-6: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  (6)  En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

1 Corintios 1:30: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Él entregó Su vida por nosotros, su muerte a cambio de vida eterna para todos los que creen en Él y aceptan Su sacrificio vicario. “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:4).

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Dios mismo, en la Persona de Cristo, ha cumplido perfectamente la justicia que exige Su ley, y no solo eso sino que también ha pagado con su muerte la penalidad que la ley nos exigía a nosotros como transgresores de la misma (Romanos 3:21-27; 6:23). Si los seres humanos pudiéramos obtener la vida eterna obedeciendo de forma perfecta Su ley no habría habido necesidad de que Él se hiciera hombre, para observarla a la perfección, y luego ofrecer Su vida para pagar con ella el precio de nuestras transgresiones. Pues, según la Escritura, el pecado no debía quedar impune (Romanos 6:23; Hebreos 9:22); Dios no podía pasar por alto el pecado y ser justo a la vez. Por eso dice la Palabra que ahora se ha manifestado “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3:21-26). Dios ahora puede perdonar nuestros pecados sin cometer injusticia porque Él mismo cargó con nuestra culpa y aceptó la muerte que correspondía al pecador (Isaías 53).

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 3:21-26: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;  (22)  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,  (23)  por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,  (24)  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,  (26)  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

De esta forma excelsa Dios es justo, y a la vez misericordioso con los pecadores, gracias a que Cristo Jesús, “siendo en forma de Dios […] (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:6-8). Es decir, el cargó con la penalidad de nuestra transgresión (Isaías 53), para que nosotros pudiéramos ser declarados justos, y tener derecho a la vida eterna.

Romanos 4:24-25: sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada [la justicia que es por la fe], esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,  (25)  el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

En el libro de los Salmos (85:10) hay un hermosísimo texto que nos describe sin igual belleza cómo Dios pudo conjugar Su justicia con Su misericordia; cómo pudo sin dejar de aplicar la justicia de Su ley, ser misericordioso perdonando a los pecadores sus múltiples transgresiones de Su ley.

Salmos 85:10: La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.

Romanos 5:8-10: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  (9)  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  (10)  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28)

Romanos 3:26-28: con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.  (27)  ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.  (28)  Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Los cristianos estamos libres de la ley porque hemos muerto al pecado sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  (7)  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.  (8)  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; (Romanos 6:6-8).

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Si los cristianos estamos libres de la ley ¿quiere decir que tenemos licencia para pecar? O como muy bien pregunta san Pablo:

¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? (Romanos 6:1, Recomendamos leer hasta el versículo 22.)

Romanos 6:1-8: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  (2)  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  (3)  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  (4)  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (5)  Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;  (6)  sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  (7)  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.  (8)  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;

A todos los que creen en Cristo como su Salvador, Dios les hace nacer de nuevo, y desde ese momento mora el Espíritu Santo en cada uno de ellos (Juan 16:13; Efesios 1:13-14; 1ª Corintios 3:16;6:19), y reciben la capacidad de pecar y no pecar. Es decir, por la Gracia de Dios, si no la rechazan, son preservados de pecar. La ley no proporciona poder para vencer el pecado pero sí la Gracia de Dios por medio de la Palabra y el Espíritu Santo.

Romanos 6:1-18,22: Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.   (15)  ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.  (16)  ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?  (17)  Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. […]  (22)  Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Los cristianos no estamos libres de cometer pecados involuntariamente, pero si permanecemos unidos a Cristo no pecaremos (1ª Juan 3:6), y desde luego, de ninguna manera practicaremos el pecado (1ª Juan 3:9):

1 Juan 3:5-11: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. (6) Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. (7) Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.  (8)  El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  (9)  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.  (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.  (11)  Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

Y si alguna vez pecamos “Si confesamos nuestros pecados, él [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

1 Juan 1:6-10: Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;  (7)  pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.  (8)  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.  (9)  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.  (10)  Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Aunque los cristianos estemos libres de la ley  no por eso debemos abusar de la Gracia de Dios, pues la verdad nos ha hecho libres del pecado. Por tanto, no se nos puede ocurrir pecar voluntariamente. Dios nos advierte que “si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,  (27)  sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26,27; comparase con Hebreos 6:4-8).

Hebreos 6:4-8: Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,  (5)  y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,  (6)  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.  (7)  Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;  (8)  pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,(A) y su fin es el ser quemada.

Hebreos 10:26-29: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,  (27) sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. (28)  El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. (29) ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

Espero haberle aclarado sus dudas, no obstante, quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

 

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

 

*******

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 

 

 

 


 

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra vesión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

 

<Anterior> <Arriba> <Siguiente>