Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

 

¿Qué es la unción del Espíritu Santo?

 

 

Versión: 05-05-12

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Abel, le agradezco sus nuevos comentarios y preguntas, esta vez suscitados por el pasado artículo que le dediqué –“¿Cuándo recibe un cristiano el Espíritu Santo?”–, porque me dan la oportunidad de aclarar, matizar y ampliar lo que expresé en el citado estudio bíblico.

Puesto que sus comentarios son extensos, voy a ver si soy capaz de sintetizarlos en preguntas que abarquen todas las dudas que a usted le surgieron al leer el artículo mencionado arriba.

"Dios lo bendiga, hermano Carlos:
Antes que todo su artículo es muy completo, lo que me llevó a releer varias veces. Y es una bendición. Pero, tengo nuevas dudas. Y esto es con respecto al bautismo del Espíritu Santo, la unción, los dones espirituales y el bautismo en agua". (Abel)

A continuación iré desglosando por párrafos el resto de su último escrito del pasado uno de mayo, para tratar de aclararle sus dudas con la ayuda del Espíritu Santo el Autor de la Biblia. Aunque dedicaré el siguiente estudio bíblico exclusivamente para tratar de responder a su última pregunta: “¿El Bautismo en agua salva?

2. ¿El bautismo del Espíritu Santo fue solo para la Iglesia de los apóstoles?

Usted, querido hermano Abel, cita con mucho acierto el siguiente párrafo –"El bautismo del Espíritu tiene por objeto o propósito recibir dones sobrenaturales para la predicación del Evangelio”– extraído de la conclusión del artículo redactado por mí, que mencioné al principio. Comprendo que dicho párrafo le haya ocasionado alguna perplejidad cuando lo leyó. Admito que mi afirmación está equivocada, y le pido disculpas a usted, y a todos los que la leyeron y les pudo confundir. Pero, veamos, primero, sus comentarios, y luego trataré de explicarme mejor.

“Leí en su conclusión:

"El bautismo del Espíritu tiene por objeto o propósito recibir dones sobrenaturales para la predicación del Evangelio. Pero el don del Espíritu Santo es dado a todo creyente, en todo tiempo, como sello y garantía de salvación (Efesios 1:13-14; 4:30)". (del artículo: ¿Cuándo recibe un cristiano el Espíritu Santo?)

Entonces, si el bautismo del Espíritu Santo fue sólo a los apóstoles y a los gentiles, en referencia al poder de Dios para hacer milagros, señales y prodigios, entonces, ¿cómo se interpreta éste versículo?:

Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu (1ª Corintios 12.13).

Ya que, según he sido enseñado, el bautismo del Espíritu Santo lo tenemos todos, y la 'bebida del Espíritu' es con referencia a la vida eterna o a la salvación" (Abel).

En el día de Pentecostés del año 30 de nuestra era fue derramado, de forma visible, el Espíritu Santo en cumplimiento de la promesa del Padre que se encuentra en el Antiguo Testamento (AT), en Joel 2:28. El apóstol Pedro así lo testifica cuando cita “…lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne...” (Hechos 2:16,17).

Hechos 2:2-4: Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;  (3)  y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  (4)  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Juan el Bautista, en los cuatro Evangelios, declara enfáticamente que, aunque el bautiza en agua, el que viene después de él, o sea Jesús, “bautizará en Espíritu Santo” (Mateo 3:11; Cf. Marcos 1:8; Lucas 3:16 y Juan 1:33). El Bautismo en el Espíritu Santo es exclusivo de Jesús. Nadie si no Él tiene la autoridad para administrarlo.

¿Por qué sabemos que este Bautismo en el Espíritu Santo, anunciado por Juan el Bautista en los citados textos se refiere al derramamiento del Espíritu Santo del día de Pentecostés (Hechos 2:1-4,16-18)?

Sencillamente, porque el mismo Jesús así lo confirma con sus propias palabras en los siguientes textos:

Lucas 24:49: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

Hechos 1:4-5: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.  (5)  Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Si todas las Sagradas Escrituras son dignas de crédito porque fueron inspiradas por el Espíritu Santo, parece como que las palabras pronunciadas por Cristo Jesús merecerían ser objeto de una especial importancia y consideración. Él, con absoluta claridad, confirma lo siguiente:

En resumen, el derramamiento del Espíritu Santo como manifestación visible y sobrenatural fue único, para cumplimiento de la promesa del Padre, y solo para la iglesia de los apóstoles. En adelante, las futuras generaciones, tendrían a su disposición el don del Espíritu Santo, que recibirían cuando se arrepintieran de sus pecados y creyeran al Evangelio (Efesios 1:13,14).

Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Cristo ha continuado enviando el Espíritu Santo a su Iglesia, en todas las épocas, pero ya sin que fuese manifestado de forma visible. La impartición de dones milagrosos, por parte del Espíritu Santo, ya sea directamente o por medio de la imposición de manos de los apóstoles, terminó o cesó con la muerte del último apóstol, y posiblemente mucho antes. No obstante, los dones ordinarios siempre han existido en la Iglesia, porque el Espíritu Santo reparte a cada uno en particular como Él quiere (1ª Corintios 12:11).

1ª Corintios 12:8-10: Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;  (9)  a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. (10)  A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.

De todos estos dones que el Espíritu Santo daba a la Iglesia de Cristo, solo han quedado los que no implican un poder milagroso o espectacular, porque, una vez consolidada la Iglesia, la voluntad de Dios no es usar lo sobrenatural para convertir a las personas sino solo la acción del Espíritu Santo sobre sus conciencias, usando solo la Palabra de Dios como único medio para llegar a ellas y hacer que se arrepientan o endurezcan sus corazones.  “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.  […]  Y dio dones a los hombres.  […] (11)  Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,” (Efesios 4:7-12). Pero mejor es que lo leamos en un contexto más amplio, para comprender mejor la Palabra de Dios:

Efesios 4:1-7: Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,  (2)  con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,(A)  (3)  solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;  (4)  un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;  (5)  un Señor, una fe, un bautismo,  (6)  un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.  (7)  Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. 

 Efesios 4:8-16: [...] Y dio dones a los hombres.  […] (11)  Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,  (13)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;  (14)  para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  (15)  sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  (16)  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Mi declaración –"El bautismo del Espíritu tiene por objeto o propósito recibir dones sobrenaturales para la predicación del Evangelio”– es errónea, porque, sin darme cuenta, identifiqué el derramamiento del Espíritu Santo, que se produjo en el día de Pentecostés del año 30 de nuestra era, como una exclusiva impartición de los dones o poderes sobrenaturales del Espíritu Santo sobre los discípulos de Cristo. Eso es cierto solo en parte, puesto que es verdad que en ese evento el Espíritu Santo impartió el don sobrenatural y milagroso de hablar en lenguas: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2: 4). Pero olvidé decir que lo más importante del día de Pentecostés fue el don del Espíritu Santo mismo, Su Persona.

Nótese que el texto citado se refiere a dos hechos distintos, aunque parezcan uno solo: 1) Ser lleno del Espíritu Santo; 2) “Hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2: 4). El primero es el don del Espíritu Santo (Su Persona) enviado por Cristo mismo, y el segundo es el don de lenguas que imparte el Espíritu Santo “a cada uno en particular como Él quiere” (1ª Corintios 12:11).

Mi error, injustificable e inexcusable, consistió en olvidarme de lo principal y  dejarme deslumbrar por lo milagroso: el don de lenguas que el Espíritu Santo otorgó a los discípulos en ese día, algo secundario, aunque necesario para la predicación con poder del Evangelio, cuando se trataba de proclamarlo a una variopinta diversidad de personas de muchas nacionalidades, que estaban en Jerusalén y que se describen en el verso 9, como “Partos, medos, elamitas, etc.” (Hechos 2:9).

Me quedé con lo anecdótico, accesorio y temporal, es decir, con el poder sobrenatural y milagroso que fue el don de lenguas, otorgado por el Espíritu Santo, en contadas ocasiones, para específicos fines temporales, y solo a la Iglesia de los apóstoles; ignorando lo fundamental, el verdadero, auténtico y único bautizo del Espíritu Santo, que consiste en el don del Espíritu Santo enviado por Cristo en el día de Pentecostés sobre sus discípulos, como cumplimiento de la promesa del Padre; y como primicias, y garantía de que también todos los cristianos lo recibirían a partir de entonces, pero no ya de forma visible sino como evidencia de que Cristo mora en sus corazones y como arras de salvación. A partir de Pentecostés, todos los creyentes en Cristo que se arrepienten de sus pecados y creen  “la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación”, son “sellados con el Espíritu Santo de la promesa,”

Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Esta es una verdad fundamental en el cristianismo, pues “…si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9 úp), etc. Nadie es un cristiano auténtico si Cristo no vive en Él mediante el Espíritu Santo (Romanos 8:1,2). Esta fue la experiencia de San Pablo –“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20)–, y la de todos los cristianos cuyo cuerpo es “el templo del Dios viviente” (2ª Corintios 6:16; Cf 1ª Corintios 3:16; 6:19).

1 Corintios 6:19: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?

3. Qué es la unción en el Antiguo Testamento, su significado en el Nuevo y su relación con el Bautismo en agua y del Espíritu Santo.

 A continuación, usted, se pregunta por el significado de la unción en los cristianos. Sus palabras son las siguientes:

“¿Cómo entra el concepto de la unción?

Porque, reitero, según en lo que había sido enseñado, la unción es la que otorga el poder, no el bautismo. 

Hechos 10.38: "cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él".

Lucas 4.18-19: el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19. a predicar el año agradable del señor.

2 Corintios 1.21: "y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios",

Es decir, se unge para un propósito. ¿Es una unción de poder o es una unción de santificación?

Pues he comprendido que en el AT a los sacerdotes se ungían para santificarlos para la obra de un servicio. Y lo mismo sucede con los creyentes, ya que el griego, la palabra usada en los tres pasajes citados, es "crio" con relación a una unción sacerdotal o ritual.” (Abel)

Como usted, querido hermano, muy bien explica, en el Antiguo Testamento (AT), Dios había dado instrucciones muy precisas para su adoración en el santuario terrenal que ordenó construir a su pueblo, Israel. Entre ellas estaba la unción de los sacerdotes, profetas, reyes, personas o cosas para consagrarlos para un uso y propósito santos. Esta unción era el medio físico o señal ordenado por Dios para señalar y designar a determinadas personas que Él elegía para realizar importantes funciones o misiones, las cuales, en ese acto visible, eran elegidas y consagradas o santificadas para Su servicio.

No obstante, la unción iba más allá de las personas, pues también eran ungidos los elementos y utensilios del Santuario terrenal que eran usados en las ceremonias ordenadas en la ley que Dios entregó a Moisés en el Sinaí.  Dios mismo les había detallado los ingredientes que compondrían la mezcla de aceites especiales para la unción, incluso las proporciones de aceite de oliva y de varias especias de que debería estar compuesto. Leámoslo:

Éxodo 30:22-33: Habló más Jehová a Moisés, diciendo: (23) Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta,  (24)  de casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin.  (25)  Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa.  (26)  Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio,  (27)  la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso,  (28)  el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base.  (29)  Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado.  (30)  Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes.  (31)  Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por vuestras generaciones.  (32)  Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros.  (33)  Cualquiera que compusiere ungüento semejante, y que pusiere de él sobre extraño, será cortado de entre su pueblo.

Este tipo de unción era para el AT. En mi opinión, en el Nuevo Pacto en Cristo, la unción, en cuanto que es un signo visible que representa la elección y consagración para el servicio de Dios, se corresponde con el Bautismo en agua de Cristo. Puesto que también éste es una señal visible del inicio de una nueva vida, apartada del mal y consagrada al servicio de Dios. Sin embargo, el Bautismo en agua, va más allá, al simbolizar, la muerte al pecado, y la regeneración espiritual que ha experimentado el creyente al ejercer fe en Cristo y en Su Palabra. El Bautismo en agua es la manifestación visible de que el creyente ha recibido la unción espiritual o metafórica del Bautismo del Espíritu Santo.

Semejantemente a como era derramado el aceite de la unción sobre las cabezas de los sacerdotes, profetas y reyes elegidos por Dios para su servicio, así se derramó el Espíritu Santo en forma visible –“lenguas repartidas, como de fuego” (Hechos 2:3). Sin embargo, para la mayoría de los cristianos de la Iglesia de los apóstoles, y para los de todas las épocas, la unción del Espíritu Santo, que es el don de su Persona,  se imparte al creyente de forma invisible, y pasa a morar en su interior en el momento de su conversión y Bautismo en agua (Hechos 2:38,39; 1ª Corintios 3:16; 6:19; 2ª Corintios 6:16-18).

Jesús fue bautizado en agua por Juan el Bautista, no para arrepentimiento de pecados, pues Cristo nunca pecó, sino para cumplir con el mandato de Dios de que los sacerdotes y profetas fueran ungidos como señal visible de consagración y dedicación a su servicio. Cristo no fue sacerdote según la tribu de Leví, sino según la orden de Melquisedec (Hebreos 6:20; 7:11-28). Y como tal sumo sacerdote fue ungido, de forma visible, por el Espíritu Santo, al principio de su ministerio. Cristo se ofreció a Dios como sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado (Hebreos 9:26) y “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo” del “tabernáculo” celestial, “habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:11,12), y desde allí (el Santuario celestial), sentado “a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hebreos 8:1), vive “siempre para interceder” por nosotros (Hebreos 7:25). Por tanto, como sacerdote, Dios y hombre, también es el único mediador entre Dios y los hombres (1ª Timoteo 2:5; Hebreos 8:6). Y todos los cristianos tenemos “libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de  Jesucristo” (Hebreos 10:19-25).

¿Cuándo y cómo fue ungido Cristo?

Por la razón citada antes, al comienzo de su ministerio terrenal, Jesús fue ungido no con el aceite de la unción sino con el mismo Espíritu Santo que descendió sobre Él en forma corporal, visible “como paloma”, nada más salir del agua donde fue bautizado por Juan (Mateo 3:16; Cf. Marcos 1:10; Lucas 3:22 y Juan 1:33).

Mateo 3:16-17: Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.  (17)  Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.

Lucas 3:21-22:  Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,  (22)  y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

El ungimiento de Jesús por medio del Espíritu Santo está predicho en el AT en Salmos 45:7, Isaías 61:1 y Daniel 9:24. Jesús mismo, cuando iniciaba su ministerio, estando en Nazaret, testificó que las citadas profecías que lo predecían fueron cumplidas en Él (Lucas 4:18-21; véase además Hechos 4:27; 10:38; Hebreos 1:9).

Lucas 4:16-21: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo  entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.  (17)  Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: (18)  El Espíritu del Señor está sobre mí,  Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;  Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;  A pregonar libertad a los cautivos,  Y vista a los ciegos;  A poner en libertad a los oprimidos;  (19)  A predicar el año agradable del Señor.  (20)  Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.  (21)  Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

¿Cómo son ungidos los cristianos y con que propósito?

La unción espiritual o simbólica de los cristianos es el bautismo del Espíritu Santo, que se recibe cuando uno se convierte a Cristo y se bautiza en agua (Hechos 2:38,39).

Hechos 2:38-39: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.  (39)  Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Se recibe por la sola fe en Cristo, sin las obras de la ley (Gálatas 3:2,14). Nadie que no sea creyente e hijo de Dios puede recibir el Espíritu Santo. El medio que Dios usa para hacer que nazcamos de nuevo y seamos sus hijos es Su Palabra (Santiago 2:18,21-23; 1ª Pedro 1:23-25); y entonces el Espíritu Santo inicia la morada en el creyente, el cual se convierte en templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 3:16; 6:19; 2ª Corintios 6:16).

Gálatas 4:6-7: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!  (7)  Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.

El don del Espíritu Santo es la única garantía de vida eterna del cristiano. Es el sello de salvación de todos los creyentes en Cristo (Efesios 1:13,14). El Espíritu Santo nos da acceso al Padre (Efesios 2:18), poder de vencer al pecado y al diablo, vida espiritual (Juan 6:63; Romanos 8:11), nos guía a toda la verdad (Juan 14:26; 16:13), nos regenera y renueva (Tito 3:5). “[…] Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo no es de Él” (Romanos 8:9).

Romanos 8:16: El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

Dios unge a todos los cristianos auténticos y fieles con el Espíritu Santo, como señal y sello de que somos suyos, sus hijos, y como garantía de salvación (2 Corintios 1:21,22, Efesios 1:13,14). El poder que da a los cristianos no es milagroso, sobrenatural, como el que dio a algunos cristianos de la Iglesia apostólica, sino el poder de permanecer unido a Cristo, de discernir la verdad del error, vencer al mal y a todo tipo de pecado con el bien, a obrar con justicia, etc. “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2ª Corintios 3:17).

2 Corintios 1:21,22: Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios,  (22)  el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

1ª Juan 2:20,25-29: Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. […] (25)  Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.  (26)  Os he escrito esto sobre los que os engañan. (27) Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.  (28)  Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.  (29)  Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.

4. ¿Cuándo recibe el cristiano el bautismo del Espíritu Santo, antes de bautizarse en agua o después?

Empezaremos viendo lo que nos dice el AT y luego seguiremos con el NT.

Antiguo Testamento

A fin de no extendernos demasiado, nos limitaremos a un ejemplo: el del rey Saúl, que como sabemos fue el primer rey de Israel. Hasta entonces el pueblo era regido por Dios por medio de sus jueces y profetas, pero Israel rechazó este tipo de gobierno teocrático y quiso ser como las demás naciones y pidió un rey. Dios en su misericordia les eligió al más idóneo, aunque les advirtió de las consecuencias de su decisión. Él mostró al profeta Samuel al que había elegido para que gobernara su pueblo, para lo cual le ordenó que le ungiera (1ª Samuel 9:15-17):

1 Samuel 9:15-17: Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado al oído de Samuel, diciendo: (16)  Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mirado a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí.  (17)  Y luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: He aquí éste es el varón del cual te hablé; éste gobernará a mi pueblo.

Por tanto, cumpliendo las órdenes de Dios, lo primero que hizo Samuel fue ungirle derramando sobre su cabeza el aceite de la unción:

1 Samuel 10:1: Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?

Luego le profetizó que le ocurriría lo siguiente:

1 Samuel 10:6-7: Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre.  (7)  Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo.

Y poco después se cumplió en Saúl todo lo que le había predicho Samuel:

1 Samuel 10:9-10: Aconteció luego, que al volver él [Saúl] la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día.  (10)  Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él [Saúl]; y el Espíritu de Dios vino sobre él [Saúl]  con poder, y profetizó entre ellos.

¿Qué podemos deducir de aquí si equiparamos la unción que recibió Saúl con el bautismo en agua del NT?

Pues, simplemente, que primero fue la unción, y luego recibió el Espíritu de Dios (1ª Samuel 10:1,10). Vamos ahora al NT.

Nuevo Testamento

Jesús es bautizado en agua y recibe el Espíritu Santo

Como ya vimos antes, al comienzo de su ministerio terrenal, Jesús fue bautizado en agua por Juan, “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. (17) Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”  (Mateo 3:16; Cf. Marcos 1:10; Lucas 3:22 y Juan 1:33).

Aquí también pudimos observar, que el orden de los eventos es el mismo que en el AT. Es decir, primero, Jesús es bautizado en agua, y luego es ungido con el Espíritu Santo.

¿Cuándo reciben el Espíritu Santo los samaritanos bautizados en agua en el nombre de Jesucristo (Hechos 8:5-19)?

Estos textos son algo difíciles de entender, pero no obstante, aquí el orden es el mismo que antes, primero el Bautismo en agua, y luego el del Espíritu. En los versos 14 al 16 se nos dice que, aunque habían sido bautizados en agua en nombre de Jesucristo por Felipe, “aún no había descendido [el Espíritu Santo] sobre ninguno de ellos” (Hechos 8:16).

En mi opinión, el don del Espíritu Santo se recibe cuando uno se arrepiente, o sea, se convierte y ejerce fe en Cristo y en su Palabra, pero esta realidad se manifiesta o exterioriza y se materializa en el Bautismo en agua. Creemos, por tanto, que los samaritanos bautizados ya eran salvos, puesto que habían creído la Palabra de verdad, el Evangelio de salvación, y por eso ya habían sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13,14). Lo que se les añade, mediante la imposición de manos de los apóstoles Pedro y Juan no es el sello de salvación, puesto que ya lo tenían, sino un poder sobrenatural o don del  Espíritu Santo como el que había recibido Felipe o los mismos apóstoles. Pues como vimos, en el día de Pentecostés se superponen dos promesas. Por un lado, el bautismo del Espíritu Santo dado por Jesucristo y por otro, la recepción de un poder que procede del mismo Espíritu Santo, y que Él da como quiere y a quien quiere (1ª Corintios 12:11).

¿Cuándo reciben el Espíritu Santo Cornelio y su casa (Hechos 10:1,34-48)?

Sin embargo, aquí el orden se invierte, pues cuando el apóstol Pedro apenas había terminado de predicarles la Palabra de Dios, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso (Hechos 10:44-46), y a continuación Pedro “mandó bautizarles en el nombre de Jesús” (47-48). Por tanto, la condición esencial para recibir el Espíritu Santo es la fe en Cristo y en Su Evangelio. Solo los que han sido adoptados por Dios como hijos pueden recibir el Espíritu Santo: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo…”(Gálatas 4:6). Por eso, “respondió Jesús [a Nicodemo]: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

Sin embargo, salvo excepciones que puedan haber, el creyente convencido nunca rehuirá bautizarse, pues es un mandamiento de Dios, que deberá obedecer, no para salvarse, porque la salvación es un don gratuito, no por obras, sino porque como salvo que ya es, debe también demostrar su fe haciendo la voluntad de Dios, obedeciendo sus mandamientos (Santiago 1:22-25; 2:18).

¿Cuándo reciben el Espíritu Santo los doce creyentes de Éfeso referidos en Hechos 19:1-7)?

Estos creyentes habían sido bautizados con el bautismo en agua de Juan el Bautista, y ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo. Aquí el orden es el normal primero son bautizados en el nombre de Jesús y luego “vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hechos 19:6).

La pregunta que formula Pablo a los de Éfeso nos da una pista importante en Hechos 19:2:

Hechos 19:2-5: les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.  (3)  Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.  (4)  Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.(A)  (5)  Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Se nos ocurre pensar que si el apóstol Pablo les preguntó –“¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”– es porque el Espíritu Santo se recibe cuando “…habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”. (Efesios 1:13-14)

¿La diversidad de dones espirituales que se citan en 1ª Corintios 12:1-13, 28-31 fueron solo para la Iglesia apostólica?

Si no le he comprendido mal, querido hermano, ésta viene a ser la pregunta que usted se hace en los siguientes comentarios que me dirigió:

"Entonces, los dones espirituales aparte de lo sucedido en Pentecostés y con Cornelio, ¿no es forzado decir que los mismos solo se dan por imposición de manos? porque si es solo por imposición de manos, entonces, esto si seria argumento al cesacionismo, al menos en el tiempo del NT porque pensé que el caso de Pentecostés y Cornelio fueron las únicas excepciones en que se otorgaban dones espirituales. Los demás, eran por vía transmisión manual por parte de los apóstoles. […]

Y si solo fue por imposición de manos para conferir dones, ¿porque Pablo dice que hay que procurar los mejores dones?

1 Corintios 12.31. "procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente".

Se supone que él único que lo distribuye según como quiere, es el Espíritu Santo. 

Quiero aclararle, yo no abogo por el movimiento carismático o neopentecostal; pues no estoy de acuerdo con los muchos desórdenes de la iglesia y muchos de esos disturbios son de procedencia dudosa. Pero creo que hay excepciones, raras excepciones, en que algunos evidencian tener dones espirituales, siempre en cuando, dentro de los lineamientos bíblicos". (Abel)

Y también usted, en líneas generales se ha respondido a sí mismo. Los dones espirituales son repartidos a los creyentes, por el Espíritu Santo, “a cada uno en particular como Él quiere” (1ª Corintios 12:11), no solo a la Iglesia apostólica sino a la Iglesia de todas las épocas. Sin embargo, los dones milagrosos que el Espíritu Santo repartió directamente a los discípulos en el día de Pentecostés, y más tarde a Cornelio y su casa, o a través de la imposición de las manos de los apóstoles exclusivamente, fueron prerrogativa solo de la Iglesia apostólica; porque Dios quiso que la misma tuviera esos poderes como señal de su procedencia divina y para que la Iglesia se consolidase, creciera y se expansionara pronto por todo el mundo conocido en aquella época.

La historia de la Iglesia pos-apostólica así lo demuestra. Por tanto, los medios que Dios provee para la conversión y salvación de las personas, no son por lo general milagrosos, sino que se basan solo en la predicación de Cristo y de Su Evangelio. Esto no es incompatible para que el Espíritu Santo permanentemente dote a su Iglesia, el Cuerpo de Cristo, de innumerables dones espirituales, pero no con poder de hacer milagros. Otra cosa es que Dios, en casos especiales, atienda las oraciones de los creyentes, produciéndose verdaderos milagros, pero nunca con visos de espectacularidad, sino privadamente. El mayor milagro de todos es la conversión de un pecador, y ello es hecho por la Palabra de Dios, sin usar ningún don milagroso y sobrenatural.

Por mi experiencia creo que Dios en la actualidad no imparte el don de hacer milagros espectaculares y de hablar en lenguas, salvo raras excepciones que puedan existir.  Por tanto, cuando algunos grupos cristianos dicen poseer estos dones sobrenaturales de hacer milagros de sanación espectaculares y de hablar en lenguas extrañas, sería necesario demostrar que provienen de Dios; pues el apóstol Juan nos dice: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1).

También el mismo Jesucristo nos advierte que en los últimos tiempos, “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  (23)  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22).

Las advertencias de Jesús son muchas, y nadie debería dejarse engañar por los falsos profetas y hacedores de milagros por el poder de Satanás. “…inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, (10) y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. (11) Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, (12) a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:8-12).

Mateo 7:21-23: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  (22)  Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  (23)  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Mateo 24:24-27: Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.  (25)  Ya os lo he dicho antes.  (26)  Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.  (27)  Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.(F)

2 Corintios 11:14-15: Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.  (15)  Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.

2 Tesalonicenses 2:8-12: Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca,(C) y destruirá con el resplandor de su venida;  (9)  inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,(D)  (10)  y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.  (11)  Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,  (12)  a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

5. Conclusión

En resumen, el derramamiento del Espíritu Santo como manifestación visible y sobrenatural fue un evento único, en cumplimiento de la promesa del Padre, profetizada por Joel y por Cristo, y solo para la Iglesia de los apóstoles. En adelante, las futuras generaciones, tendrían a su disposición el don del Espíritu Santo, que recibirían cuando se arrepintieran de sus pecados y creyeran al Evangelio (Efesios 1:13,14).

Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Desde el Día de Pentecostés, en que el Espíritu Santo se derramó para el inicio de la Iglesia apostólica, como primicias, ha estado disponible en su Iglesia, mediante Cristo, en todas las épocas, pero ya sin que fuese manifestado de forma visible a nadie sino solo morando en el corazón de cada verdadero cristiano. La impartición de dones milagrosos, por parte del Espíritu Santo, ya sea directamente o por medio de la imposición de manos de los apóstoles, terminó o cesó con la muerte del último apóstol, y posiblemente mucho antes. No obstante, los dones ordinarios siempre han existido en la Iglesia, porque el Espíritu Santo reparte a cada uno en particular como Él quiere (1ª Corintios 12:11).

1ª Corintios 12:8-10: Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;  (9)  a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. (10)  A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.

De todos estos dones que el Espíritu Santo daba a la Iglesia de Cristo, han permanecido los que no implican un poder milagroso o espectacular; porque, una vez consolidada la Iglesia, la voluntad de Dios no es usar lo sobrenatural para convertir a las personas, sino la acción ordinaria del Espíritu Santo sobre sus conciencias, usando solo la Palabra de Dios como único medio para llegar a ellas y hacer que se arrepientan o endurezcan sus corazones (Juan 12:48; 16:7-14).

Juan 12:48: El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.

Efesios 4:7-12: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.  […]  Y dio dones a los hombres.  […] (11)  Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.

Ahora, quizá debemos preguntarnos ¿Se ha acortado la mano de Dios? ¿Es Dios menos poderoso y pródigo en milagros ahora que en el pasado?

La respuesta es obvia. Dios es el mismo. Es inmutable, pero  adapta sus dones según cree conveniente y mejor para bien de la humanidad  y para que Él mismo reciba toda la gloria que se merece “por el gran amor con que nos amó”, (Efesios 2:4) y se entregó por nosotros (Gálatas 2:20).

Hebreos 13:8-9: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.  (9)  No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas.

Grandiosos son todos los privilegios y poderes que Cristo logró para la humanidad, pues venció al pecado, al diablo y a la muerte, pero el principal es que por la sola fe tenemos “libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de  Jesucristo” (Hebreos 10:19-25). Es decir, por su vida, muerte, resurrección e intercesión, tenemos garantizado el perdón de pecados, o sea la justificación ante Dios, la victoria sobre el mal y finalmente, la vida eterna en el Paraíso de Dios.

Sin embargo, Dios no ha olvidado nuestra situación de precariedad y de debilidad que nos acompaña mientras vivimos en este mundo. Por eso, Jesús mismo nos insta a pedir en su nombre, en oración fervorosa todo lo que necesitamos para desarrollar nuestra vida de manera armoniosa, llena de amor a Dios y a los demás, no siendo egoístas buscando lo propio, sino con miras siempre de dar gloria a Dios, el que se entregó y murió por nosotros. Y Él que es infinitamente generoso y misericordioso, si oramos con fe no dudando nada, nos dará en cada momento de nuestra vida aquello que necesitamos. Porque “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:27).

Si de verdad tenemos fe creamos en la fuerza de la oración,  el gran poder que Dios ha puesto siempre a disposición del creyente sincero, sin necesidad de imposición de manos, ni de impartición de carismas milagrosos por parte del Espíritu Santo.

Lucas 11:9-13 (Mateo 7:7-11): Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.  (10)  Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.  (11)  ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?  (12)  ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?  (13)  Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Mateo 21:22 (Mr 11:24): Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Juan 14:13-14: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  (14)  Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Juan 15:7-8: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.  (8)  En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16).

Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Él no ha acortado su mano para bendecirnos y ayudarnos en todo lo que necesitemos. Él sigue haciendo multitud de milagros de sanidad a las personas y de todo tipo para que su obra de Redención, su plan de salvación de la humanidad se lleve a cabo, cuanto antes. No desesperemos, pues nuestra redención está cerca (Lucas 21:28).

A falta de los dones milagrosos espectaculares que Dios concedió en el pasado para un objetivo muy concreto, como la identificación de la Iglesia que procede de Él, su consolidación y crecimiento, ahora y siempre tenemos a nuestro alcance todo el poder de Dios mediante al oración eficaz del justo. Él nos pide que oremos unos por otros, y especialmente por los débiles y enfermos, y ha dado un signo visible, como es la unción a los enfermos, no porque Dios no  obre igualmente la sanación sino empleamos esta señal, sino para que tengamos más confianza en sus promesas. Ahora bien, acatemos con sumisión y humildad su voluntad, no tratemos de imponerle a Dios nuestros deseos. Pensemos que Él siempre obrará con justicia, y, aunque no lo parezca de momento, a la larga, cualquiera que sea su respuesta será en todos los casos lo mejor para todos.

Multitud de sanaciones milagrosas Dios ha hecho y está haciendo constantemente en respuesta a la oración fervorosa y constante de los creyentes. Pero, Él nos responde en la intimidad, sin algaradas, sin espectacularidad, en privado, sin apenas testigos, Dios sigue obrando grandes milagros hasta que seamos arrebatados al cielo con Él, en su segunda venida (1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Santiago 5:14-16: ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.  (15)  Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.  (16)  Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

 

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

 

 

 

 

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