Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

¿Dictó Dios una ley imposible de cumplir?

 

Versión 22-12-10

 

Carlos Aracil Orts

 

1. Introducción*

Estimado hermano Enrique, no ha representado ninguna molestia responderte. Por el contrario ha sido una verdadera satisfacción contestar a tus inteligentes reflexiones y comentarios sobre la ley. Yo también estoy aprendiendo constantemente gracias a vuestras interesantes preguntas, que me estimulan a estudiar más la Santa Biblia.

Desde mi posición de cristiano independiente, es decir no vinculado a ninguna organización o denominación, puedo decir, que en la redacción de estos estudios bíblicos, no me mueve ningún tipo interés partidista, ni deseo egoísta de convencer, con mi interpretación de la Biblia, que procuro sea objetiva, a otros. Por el contrario, intento estar abierto a las ideas y reflexiones que me presentan, para llegar, mediante la investigación imparcial de la Biblia, a un mayor y mejor entendimiento de la misma, respetando y sopesando todos los puntos de vista, comparándolos con la fuente revelada, por si se pudieran extraer de los mismos verdades que posiblemente me habrían pasado desapercibidas.

Sin más preámbulos paso a continuación a tratar de responder a tus objeciones a la anterior respuesta que te envié con fecha 19-12-10 y que titulé “¿Es eterna la ley de Dios del Antiguo Testamento?”, publicada también en www.amisatdencristo.com.

Me gustaría ser capaz con la ayuda de Dios de aclarar tus dudas que me planteas en el correo que me enviaste con fecha 20 de diciembre de 2010. A continuación, voy a proceder de la siguiente manera: iré transcribiendo pequeños párrafos de tu correo, a los que adjuntaré mi comentario, hasta completar todos los párrafos del mismo.

2. ¿No es buena la ley de Dios? ¿Dictó Jesús una nueva Ley?

“Muchas gracias por tomarte la molestia de responder, pero lo único que alcanzo a comprender es que: sí hay un nuevo pacto y que la ley no es buena ya, lo que me lleva a pensar (aunque no lo defines claramente) es que Jesús sí dictó una nueva ley,"

Siento mucho no haber sabido expresarme lo suficientemente claro. Sin embargo, no recuerdo haber escrito que la ley de Dios o de Moisés (ambas son la misma ley), no sea buena para la salvación de los seres humanos. Esto debió ser una conclusión a la que llegaste porque yo, quizá, no me expliqué adecuadamente. Aunque la ley no nos puede salvar sino sólo denunciar nuestros pecados (Romanos 3:20), eso no significa que sea mala. El malvado soy yo, no la ley que me muestra como soy. “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; (1ª Timoteo 1:8). “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” (Romanos 7:12). “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.” (Romanos 7:14).

1ª Timoteo 1:8: “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; 9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, 11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.”

Creemos, por el contexto de los anteriores versículos citados, que el apóstol Pablo se está refiriendo a la ley específica, escrita en tablas de piedra, revelada por Dios a Moisés en el monte Sinaí, que forma parte de la ley o Torá, base del Pacto Antiguo.

Si San Pablo afirma sin lugar a dudas que la ley es buena, justa y santa, ¿quién soy yo o cualquier otra persona para decir lo contrario? ¿Acaso no respetamos la Palabra de Dios? ¿Con qué autoridad o razonamiento humano podemos negar la declaración divina?

Nuestra misión, evidentemente, no es contradecir la Palabra de Dios sino tratar  de aclarar por qué es buena la ley, pues ella sirve, entre otras cosas, para denunciar nuestros pecados, y para condenarnos.

¿Para qué sirve la ley o para qué se promulgó si el mundo estuvo sin ley escrita más de 2500 años?

El apóstol Pablo nos responde que “...fue añadida a causa de las transgresiones...” (Gálatas 3:19). En la época de Moisés y anterior (hace más de 3500 años), muchos seres humanos habían empezado a cauterizar sus conciencias de tal manera que casi ya no eran capaces de percibir la maldad del pecado. Por eso “...la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” (Romanos 5:20,21).

¿Es mala la ley porque denuncia el pecado? No, al contrario. Si no hubiera ley externa sino sólo la interna, la escrita por Dios en la mente de todos los seres humanos (Romanos 2:15), la  humanidad tendría mucho menos conciencia de pecado, lo que igualmente la conduciría a la muerte eterna. La ley no tiene poder para librarnos de pecar, pero nos denuncia cada vez que la transgredimos, y eso es bueno, si nos sirve para rectificar.
 
¿De qué sirve la ley aparte de condenar nuestros pecados?

Sirve de mucho. Pues si no fuese por la ley, pensaríamos que no tenemos pecado o que es tan insignificante que haciendo alguna obra buena lo podemos compensar. La ley hace que nos veamos pecadores, y sin solución humana para vencer al pecado. Sólo entonces, en el momento que nos humillamos ante Dios y reconocemos nuestra impotencia, es cuando Dios nos lleva a su Hijo Jesucristo, que nos libra de todo pecado y nos justifica, haciéndonos  idóneos para el reino de los cielos. (Juan 6:44; 1ª Juan 1:7; 1ª Pedro 1:18-20; Hebreos 10:10,12,14).

La ley, pues, ha sido nuestro ayo (pedagogo) para llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24). Por eso, en Cristo, la ley y el pecado han perdido su poder y dominio. Sólo reina Cristo en nuestros corazones (Gálatas 2:19-21), “así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo también heredero de Dios por medio de Cristo.” (Gálatas 4:7). Sin embargo, todo el que no está en Cristo está bajo la ley, y ésta le condena irremisiblemente. El cristiano no mira la ley sino a Cristo que ha pagado la penalidad de la ley (Gálatas 3:13; Romanos 8:1-3; 2ª Cor. 5:21). Para él es como si no existiera la ley, porque ha muerto a la misma, mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4). “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. 14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Gálatas 5:13).

¿Dictó Jesús una nueva Ley?

Esta misma pregunta, creo haberla contestado claramente, bajo el epígrafe del mismo título, en ni anterior estudio  ¿Es eterna la ley de Dios del Antiguo Pacto? Por tanto, trataré de no repetir lo que dije allí. Ignoro cómo llegaste a la conclusión, de que Jesús promulgó una nueva ley, distinta a la antigua, si por tus propias ideas o basándote en lo que yo afirmaba.

Si admitimos que todos los principios morales, que Cristo saca a relucir en el sermón del monte recogido en el Evangelio de San Mateo, capítulo cinco, ya estaban en la ley antigua, ¿en qué consistiría la novedad?

Él mismo dijo que toda la ley y los profetas, o sea todo el Antiguo Testamento se resumía en estos dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:37-40).

Cuando Jesús dice: “un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado.. (Juan 13:34), ¿En dónde radica su novedad? Puesto que ese mandamiento ya era conocido en la Ley de Moisés. En mi opinión, su originalidad consiste en que nadie había tenido hasta entonces tal amor capaz de morir por sus enemigos, los que le ultrajan y persiguen.

¿Abolió Jesús, en el famoso sermón de monte, toda la ley antigua?

Ciertamente no fue así. En primer lugar, Él no se refirió sólo a algunos mandamientos escritos en las Tablas de la ley de Dios sino también a varios preceptos de la ley, la Torá o Pentateuco. Respecto a los primeros, en absoluto los abolió sino que nos explicó el alcance de los mismos. Por ejemplo, cuando Jesús, explicó el sexto mandamiento de la ley de Dios, que dice: “No matarás”, lo amplió, haciéndonos ver, el alcance espiritual que encerraba dicho principio moral. La letra del mandamiento escrito no prohibía enojarse o insultar a otras personas. Sin embargo, el principio moral que Cristo reivindicó iba mucho más allá de lo que expresaba la ley antigua (véase Mateo 5:21-48).

No obstante, Jesús, abolió, claramente, varios preceptos de la ley, la Torá o Pentateuco. Por ejemplo, repudiar a la esposa o divorciarse (Mateo 5:31,32), la ley de Talión (Mateo 5:38-42), etc. Jesús nunca pretendió realizar una lista exhaustiva de todos los mandamientos contenidos en la ley (Torá), para decirnos los que seguían vigentes y los que se abolían, sino a enseñarnos la ley del amor. Todos los principios morales de la ley antigua se conservan en el Nuevo Testamento, y son citados por los apóstoles, en más de una ocasión. El mandamiento del reposo sabático fue la señal del Antiguo Pacto, y quedó abolido por ser sombra y figura de Cristo, y del reposo que obtendríamos por la fe en Él (Colosenses 2:16,17; Gálatas 4:9-11).

3. ¿Promulgó Dios una ley imposible de cumplir?

Primero, tus palabras y luego mi comentario:

“Debo decirte que por alguna razón no estoy de acuerdo contigo, no me convencen tus argumentos, si la palabra misma dice, [que] su yugo es fácil y ligera es su carga, Dios jamás pondrá sobre tus hombres algo que no puedas hacer, y aquí me surge una nueva pregunta: ¿entonces, creó Dios una ley para que el hombre no la cumpliera? Nos hizo trampa para [que] cayéramos fácilmente.

Creo [que] lo dictado por Dios a Moisés en la Ley es la palabra de Dios revelada al hombre, que los profetas fueron voceros de esa ley al pueblo de Israel, y que los apóstoles, incluyendo a Lucas y a Pablo fueron lo mismo en el primer siglo.

Jesús creo que no vino a cambiar nada sino a demostrar que sí se podía cumplir y justo vino a desenmascarar a dioses y sacerdotes humanos que habían, aún hoy en día, creado leyes humanas y Jesús vino precisamente a eso a botar por el suelo los argumentos humanos que aun hoy en día se utilizan como terrorismo espiritual para amedrentar a los hombres y vivir un evangelio de miedo y temor, mostrando a un Dios castigador.

Si Dios es nuestro creador y nuestro Padre celestial, parece razonable que nos creara para que le amásemos a Él, por todo lo que significa para nosotros como criaturas, y también que amáramos a nuestro prójimo. Pues de lo contrario la convivencia humana sería imposible. Cristo nos recordó los dos grandes mandamientos que resumen la Ley del Antiguo Testamento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:37-40). Comparemos la ley antigua con la del Nuevo Testamento:

Mateo 5:43-47: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”

Ahora, te pregunto ¿Qué es más fácil cumplir la ley antigua o la supuestamente nueva? ¿Se trata de la misma ley desarrollada y llevada a la plenitud o son dos leyes distintas? ¿Pueden los seres humanos cumplir a la perfección esta ley? Si me respondes afirmativamente, entonces te pregunto: ¿Para qué tuvo que tomar cuerpo humano el Hijo de Dios y morir en la cruz por nuestros pecados? O por qué el apóstol Pablo afirma: “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:21).

La justicia de Dios exige el cumplimiento perfecto de todo lo que demanda la ley sin ofender en un punto. Sin embargo, los seres humanos caídos desde el pecado de Adán, heredan una voluntad y deseos inclinados al pecado, lo que les impide vencer por sí mismos, sin la gracia de Dios. Dios no puede rebajar su propia justicia perfecta, y por el mismo motivo, no puede aceptar a nadie que no disponga de esa justicia. Todo ser humano es pecador, esclavo del pecado, porque ha pecado, y transgrede la ley constantemente (Romanos 3:9,10,23; 6:20), e incapaz de no pecar. ¿Cómo resuelve Dios el problema de no pasar por alto el pecado y ser, a la vez, justo y misericordioso con el pecador? La Palabra responde: Condenando al pecado en la carne (Romanos 8:3úp). ¿En qué carne, en la de todos los hombres? No. Sino que, Él mismo, en la persona de su Hijo Jesucristo, se hace hombre, se humilla hasta lo sumo, abandonando su posición celestial como Dios y asume nuestra misma condición terrenal, excepto sin pecado (Fil 2:6,7), obtiene la victoria sobre el pecado y la muerte, y ofrece su vida, recibiendo la muerte en una cruz, la que nos correspondería a cada uno de nosotros por nuestros pecados.

¿Alguien puede seguir pensando que Dios nos hizo trampa dictando una ley, más o menos arbitraria con el único propósito de que fuera tan difícil que nadie pudiera cumplirla y con el solo objeto de condenarnos, para luego decir que nos había salvado?

La necesidad de la muerte del Hijo de Dios para vencer al pecado me hace pensar que éste existe y es mucho más grave de lo que imaginamos. Igualmente existe una verdadera lucha espiritual entre los deseos de la carne y los del Espíritu de Dios, y “...contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12).

Estoy de acuerdo contigo en tu párrafo siguiente, porque está respaldado por la Palabra de Dios (Mateo 11:28-30; 1ª Corintios 10:13):

su yugo es fácil y ligera es su carga, Dios jamás pondrá sobre tus hombres algo que no puedas hacer.”

Mateo 11:28-30: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”

1ª Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”

Si Dios mediante su gracia nos lleva a Jesús, obtendremos descanso para nuestras almas y paz para con Dios, porque reposamos de todos nuestros intentos de cumplir la ley por nuestras propias fuerzas, y nos acogemos a su gracia. Entonces, y sólo en ese momento, entramos en el reposo de Dios (Hebreos 4:1-11), y sentiremos que “su yugo es fácil y ligera su carga”, porque nuestra confianza ya no está centrada en nosotros sino en Él.

Con respecto a tu siguiente párrafo, no tengo nada que objetar, pues opino lo mismo que tú.

“Creo [que] lo dictado por Dios a Moisés en la Ley es la palabra de Dios revelada al hombre, que los profetas fueron voceros de esa ley al pueblo de Israel, y que los apóstoles, incluyendo a Lucas y a Pablo fueron lo mismo en el primer siglo.”

Sin embargo, al párrafo que citas a continuación es necesario hacerle algunas matizaciones:

“que Jesús no vino a cambiar nada sino a demostrar que sí se podía cumplir y justo vino a desenmascarar a dioses y sacerdotes humanos que habían, aún hoy en día, creado leyes....”

Jesús vino a cumplir las promesas del AT y la ley que nos condenaba y no podíamos cumplir, y a mostrarnos el camino al Padre. No vino a decirnos: “¡Mirad! Si yo puedo cumplir la ley vosotros también podréis.” Si Jesús no fuese más que un ejemplo a seguir para nosotros pecadores, de nada serviría. Si basta con proponerse con todas nuestras fuerzas cumplir la ley para así conseguirlo, en vano murió Cristo (ya lo dijimos arriba y citamos Gálatas 2:21, para apoyar lo que afirmamos). Aunque Jesús no vino a cambiar nada sino a cumplir el AT, de hecho cambió muchas cosas, entre ellas, las que dijimos al citar el sermón del monte de Mateo, capítulo cinco, y al establecer el Nuevo Pacto, el Antiguo desaparece en cuanto a su vigencia normativa, pero no como Palabra de Dios, útil para enseñar, para redargüir, para corregir, etc. (2ª Timoteo 3:16).

En cuanto a los últimos párrafos de tu correo, que cito a continuación, no voy a comentar mucho más, pues en varios estudios sobre la ley, publicados en la web www.amistadencristo.com,  he aportado textos bíblicos que demuestran que el Pacto Nuevo no es una renovación del Antiguo (Hebreos 8:13), si no el cumplimiento del mismo, de todas las promesas profetizadas excepto la que se refiere a la restauración de este planeta, y el comienzo de una nueva relación con Dios basada sólo en la fe en Cristo y el Espíritu Santo reinando en nuestras vidas, sin las obras de la ley.

“Creo que no existe nuevo pacto, solamente la renovación de un pacto ya existente en el cual se le quitó a los hombres potestades que mal utilizaron en contra de los hijos de Dios y ahora se mostró como nuestro único y suficiente intercesor entre el Padre y los hombres.”

No puedo compartir, este párrafo tuyo:

“Porque es Abraham el Padre de la fe, por que creyó en esa Ley, y la puso por obra, no hay fe sino cumplimos sus preceptos y los ponemos por obra.”

Abraham no creyó en ninguna ley, pues la ley se dictó cuatrocientos años después (Gálatas 3:17; Génesis 15:13; Éxodo 12:40,41). Él creyó en la promesa de Dios, y “le fue contado por justicia” (Génesis 15:6; Romanos 4:3; Gálatas 3:6). Es decir, fue justificado o sea salvado, no por las obras de la ley, (pues todavía no se había dictado la ley de Moisés), sino por la ley de la fe (Romanos 3:27). Te aconsejo que leas todo el capítulo cuatro de Romanos, y si después de leerlo sigues pensando que la fe viene de cumplir la ley, entonces lee, por favor, Gálatas 3:10-14. Y si después de leer todo esto, sigues pensando que hay que hacer las obras de la ley para salvarse, nada más puedo decirte.

Romanos 4:13-25: Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. 15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros 17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. 18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. 19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; 22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia. 23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, 24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Gálatas 3:10-14: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Y tu último párrafo:

“La Palabra de Dios es para siempre. Disculpa mi exceso de ignorancia, pero soy reo de lo que creo hasta que no se me demuestre lo contrario.
Bendiciones.”

Es bueno ser fiel a lo que uno cree con toda firmeza, pero es mejor abrirse a la verdad de Dios, comparando lo que uno cree con la Sagrada Escritura. Me despido con lo que dijo Jesús a los judíos que habían creído en Él:

Juan 8:31-36: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”

4. Conclusión

La ley fue dictada por Dios cuatrocientos treinta años después de Abraham, en tiempos de Moisés hacia el 1500 a.C. Hasta entonces los seres humanos sólo se regían por “la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles, sus razonamientos.” (Romanos 2:15). “Fue añadida a causa de las transgresiones...” (Gálatas 3:19), debido a la alarmante cauterización de las conciencias, que cada vez más ignoraban lo pecaminoso de ciertos actos humanos. Por eso “...la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” (Romanos 5:20,21). Dios, a través de su Ley, demanda una justicia perfecta a los seres humanos, que éstos no pueden cumplir porque han heredado por el pecado de Adán una tendencia o inclinación al mal, que les impide por sus propias fuerzas cumplir la ley. Como consecuencia todos son pecadores y destituidos de la vida eterna (Romanos 3:9,10,23). La infinita sabiduría, misericordia y amor de Dios, le condujo a decretar un Plan de Salvación para la caída y rebelde humanidad, desde antes de la creación del mundo. Este Plan consistió fundamentalmente en ser “...rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.” (1ª Pedro 1:18-21).

El Plan de salvación, tiene mucha lógica divina y un infinito amor de Dios que se entrega a sí mismo a la muerte por nosotros, el cual ninguna mente humana hubiera sido capaz de imaginar; porque si por un hombre entró el pecado, la condenación y la muerte (Adán) a toda la humanidad, por otro hombre (Cristo, el postrer Adán), "por su justicia, vino  a todos los hombres la justificación de vida." (Romanos 5:12-21) “(21) para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 5:21).

1ª Corintios 15:21-26: Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. 25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

Si los seres humanos pudiéramos salvarnos por nuestras buenas obras, no hubiera hecho falta el sacrificio de Cristo, como dice Pablo “...pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:21).

La ley es buena, justa y santa porque nos descubre el pecado y nos conduce a Cristo como lo hace un ayo o pedagogo que tutela a un niño (Gálatas 3:24). Al ver nuestra pecaminosidad, y darnos cuenta que no podemos vencer al pecado por nuestras propias fuerzas acudimos a la gracia que se dispensa mediante Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Entonces “libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.. [...] (22) Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida eterna. (Romanos 6:18,22). Entonces, la Ley deja de condenarnos y quedamos libres de ella porque hemos muerto a la misma por medio del cuerpo de Cristo (Romanos 7:4,6).

 

Con la ayuda de Dios, espero haber contestado adecuadamente a tus reflexiones, no obstante, si deseas hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:

carlosortsgmail.com

 

Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com

 

 

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

 

 

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