Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

¿Está abolida la ley de Dios? (PrimeraParte)

 

¿Cuál es el día del Señor? ¿Cuál es el cuarto mandamiento?

Versión 07-12-08
 

Carlos Aracil Orts

 

1. Introducción*

Estimado hermano en Cristo, sus tres incisivas preguntas que se interrelacionan son muy importantes, y me han estimulado para redactar este cuarto estudio sobre la ley. No puedo resistirme a responder a las cuestiones que usted me hace, puesto que pertenecí por casi treinta años a una iglesia que predica la vigencia y obligatoriedad del cuarto mandamiento de la ley de Dios, que requiere guardar el reposo sabático del Antiguo Pacto, como señal de fidelidad y pertenencia al pueblo de Dios. Además, le felicito porque están expresadas de una forma clara, sencilla, concisa, concreta y específica. Por tanto, merecerían ser respondidas de la misma manera para tratar de aclarar estas cuestiones sobre las que todavía subyace mucha confusión.

Con respecto a la primera pregunta, la gran mayoría de la cristiandad considera que el día del Señor es el llamado domingo –del latín [dies] dominicus (día del Señor) – en los países de tradición hispana, o Sunday en los de tradición anglosajona. Día del Sol, se le llamaba también a este día en la antigua Roma.

El domingo ha llegado a generalizarse en casi todo el mundo como el día que ocupa el lugar séptimo en la semana, puesto que ese es el lugar que se le da en la mayoría de los calendarios, y así es como lo definen muchos diccionarios. Sin embargo, si el sábado es el séptimo día de la semana, el domingo ha de ser obligatoriamente el primer día.

Más adelante, en este estudio, comprobaremos si la Biblia identifica, con suficiente claridad y sin lugar a dudas, que el día del Señor corresponde al primer día de la semana, o por el contrario, se refiere a otro día distinto. También trataremos de averiguar qué manifiesta respecto a cuál es el día de adoración y culto a Dios para los cristianos, y si sigue vigente, bajo la Nueva Alianza o Nuevo Pacto en Cristo, la obligatoriedad del reposo sabático que ordena el cuarto mandamiento de la ley de Dios (el Decálogo).

El Decálogo, o sea, los diez mandamientos de la ley de Dios o las diez palabras, fue revelado por Dios a Moisés, mediante dos tablas de piedra escritas o grabadas directamente por Dios, por eso se conoce también como las tablas del pacto o del testimonio (Véase Éxodo 31:18; 32:15,16; 34:1; 34:28; Deuteronomio 4:13; 5:2, 3; 9:9-11; 10:4).

El cuarto mandamiento de la ley de Dios (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:12-15), a que se refiere la segunda pregunta, según la Biblia de Reina-Valera de 1960, se transcribe a continuación, aunque en esta versión hay que tener en cuenta que lo traducido como “día de reposo” equivale a  “día de sábado”.

Éxodo 20:8-11

“8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.”

Deuteronomio 5:12-15

“12 Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. 13 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 14 mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. 15 Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.”

A diferencia de la versiónProtestante de Reina-Valera citada antes, la siguiente versión Católica de la Biblia de Jerusalén, 1998, ya  traduce correctamente día de sábadoenlugar de “día de reposo”:

Éxodo 20:8-11

"(8) Recuerda el día del sábado para santificarlo. (9) Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, 10 pero el día séptimo es día de descanso en honor de Yahvé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. 11 Pues en seis días hizo Yahvé el cielo, la tierra y el mar, y todo cuanto contienen, y el séptimo día descansó; Por eso bendijo Yahvé el día del sábado y lo santificó.”

La iglesia Católica, sin embargo, enseña, en su Catecismo (2196, art. 4) que el cuarto mandamiento de la ley de Dios no es el que aparece en cuarto lugar en todas las versiones de la Biblia, incluso en las católicas, como hemos visto antes, sino el que viene a continuación en cualquier versión bíblica: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahvé, tu Dios te va a dar.” (Éxodo 20:12, Biblia de Jerusalén, 1998). Ello se debe a que considera que el primer mandamiento del Decálogo comprende las órdenes dadas por Dios en Éxodo 20:3-5. Es decir, une el primer mandamiento con el segundo, de manera que de los dos hace uno solo. “No tendrás otros dioses fuera de mí, y los versos siguientes (Éxodo 20: 4, 5) que prohíben hacer imágenes o esculturas de tipo religioso y darles culto o postrarse ante ellas, formarían ambos parte del primer mandamiento.

Con lo cual la primera tabla de la ley sólo tendría tres mandamientos, siendo el cuarto mandamiento bíblico de santificar el sábado, pasado al tercer lugar. Esto tiene el inconveniente que los diez mandamientos dados por Dios en el Sinaí quedan reducidos a nueve. La iglesia Católica a fin de configurar, de nuevo el Decálogo, artificialmente,  desdobla el último mandamiento bíblico que está en lugar décimo, transformándolo en dos, con la misma prohibición de no codiciar aunque con algunos matices. 

Como conclusión, pues, diremos que, el cuarto mandamiento de la ley de Dios, forma parte del Decálogo, se encuentra registrado en el Antiguo Testamento de la Biblia, en Éxodo 20:8-11 y Deuteronomio 5:12-15, y se refiere a la obligatoriedad de santificar el día sábado, no realizando ninguna obra o trabajo secular, de acuerdo al reglamento revelado también por Dios (Éxodo 34:21; 35:2; etc.) para el correcto cumplimiento del reposo sabático. Por ejemplo, en este día Dios prohibió, recoger leña, hacer fuego, cocer o preparar la comida al fuego, llevar cargas, vender o comprar, o realizar cualquier tipo de trabajo. Sin embargo, para la iglesia Católica, de acuerdo a su  catecismo, se trata del tercer mandamiento, según se ha explicado anteriormente. Por tanto, para esta denominación el cuarto mandamiento, es el que figura en Éxodo 20:12: “Honra a tu padre y a tu madre...”. 

Con respecto a la tercera pregunta de si están abolidos los mandamientos no es posible dar una respuesta tajante sin hacer previamente una exposición razonada, que abarque todo lo revelado en la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento. Para ello habrá que  distinguir entre la alianza que Dios hizo con Israel, que se llama Antiguo Pacto o Antigua Alianza y el Nuevo Pacto o Nueva Alianza en Cristo.

Consideramos que la cuestión -¿cuál es el cuarto mandamiento?- ya ha quedado contestada. Por tanto, en el cuerpo de este estudio seguiré con el desarrollo de la primera, ¿cuál es el día del Señor?, y con la tercera, ¿están abolidos los mandamientos?.

2. ¿Cuál es el día del Señor?

Como ya hemos expresado anteriormente el domingo es considerado el día del Señor para la gran mayoría de la cristiandad. Sin embargo, la Biblia no le da este título o denominación en ningún lugar, sino que llama simplemente primer día de la semana, a cuando resucitó Cristo, nuestro Señor. Tradicionalmente, la cristiandad ha creído que el día del Señor es el primer día de la semana, llamado domingo en el mundo hispano, porque en él se produjo el evento más grande de la historia de la humanidad, la resurrección de Jesús (Juan 20:1), que supuso la victoria sobre la muerte y la liberación de la esclavitud del pecado, con lo que se completó la obra redentora y recreadora de la humanidad (Juan 11:25; 19:30; 20:1; Romanos 5:17,18; 6:18, 22, 23; 1ª Corintios 15:21, 26, 54-57; 2ª Corintios 5:17; Hebreos 2:14-15; etc.).

La Biblia prueba que Jesús resucitó un primer día de la semana (Juan 20:1), al que más tarde se le denominó domingo. “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.” (Juan 20:19). Los discípulos de Jesús se reunieron en ese mismo primer día de la resurrección, y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro,...” (Juan 20:26 pp.), es decir, el primer día de la siguiente semana (domingo), estaban otra vez reunidos.

Estos textos, por sí solos no demuestran que el día de celebración y adoración de los cristianos pasó a ser exclusivamente el domingo, pues hay que tener en cuenta que la iglesia cristiana primitiva nacía en la tierra de Israel, y la mayoría de los primeros cristianos eran judíos guardadores de la ley del Antiguo Pacto, que incluía la observancia del sábado o séptimo día de la semana. Por lo tanto, no era factible que de la noche a la mañana, abandonasen su costumbre, de muchos años, de reunirse los sábados en las sinagogas, para pasar a reunirse los domingos o primeros días de cada semana.

Durante mucho tiempo, coexistieron como días de reunión y adoración para la primitiva iglesia cristiana, tanto el sábado como el domingo. Sin embargo, con la promulgación del domingo como día de descanso civil (día del Sol para el imperio romano) en el edicto de Constantino I el grande en el siglo IV (año 321 dC), empezó la preponderancia del domingo sobre el sábado, en cuanto al día en que los cristianos debían reunirse para adorar y celebrar el día del Señor. No obstante, la iglesia cristiana primitiva continuó celebrando ambos días, pues esta ley, tenía, en principio, solo un carácter civil, y no desterró la adoración en sábado completamente. Hubo que llegar al año 538, cuando se promulgaron leyes civiles más severas que forzaron a que fuese más viable y conveniente la celebración del día del Señor en domingo.

El Nuevo Testamento no establece la obligatoriedad de guardar u observar el reposo o descanso completo, como lo hacía la ley del Sinaí del Antiguo Pacto, de abstenerse de realizar todo tipo de obras profanas o seculares en un determinado día. Es más, en todo el Nuevo Testamento no aparece, ni una sola vez, mandamiento alguno al respecto.

Pablo así lo enfatiza cuando afirma que nadie puede juzgarnos respecto a que debemos guardar u observar el reposo en un determinado día. Veamos algunos textos que así parecen demostrarlo:

“5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.” (Romanos 14: 5, 6). En estos versículos Pablo deja claro que, en el Nuevo Pacto, Dios no ha establecido un día especial de adoración y culto. En caso contrario, aquí habría sido una excelente ocasión para reafirmar o reiterar la vigencia del reposo sabático del cuarto mandamiento del Decálogo bíblico.

Igualmente, Pablo amonesta a los cristianos judaizantes de que: “(10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11 ) Me temo de vosotros que haya trabajado en vano con vosotros.” (Gálatas 4:10,11). Es decir, les echa en cara que todavía tratan de guardar los días de reposo, entre los que se encuentra el sábado del cuarto mandamiento.

Por si esto no fuera suficiente nos vuelve afirmar en Colosenses 2: 16, 17: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, (17) todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.”. Tanto el mandamiento de reposar el sábado para santificarlo como la fiesta que se celebraba el día de luna nueva y otras festividades solemnes, fueron instituidas por Dios y tenían el mismo rango de ley, por lo que era obligatorio el fiel cumplimiento de las mismas absteniéndose de realizar todo trabajo u obra profana.

Así lo podemos comprobar, por ejemplo, en 2ª Crónicas 31:3: “(3) El rey contribuyó de su propia hacienda para los holocaustos a mañana y tarde, y para los holocaustos de los días de reposo, nuevas lunas y fiestas solemnes, como está escrito en la ley de Jevová.” (Véase además: Núm. 28: 1-29.39; Nehemías 10:33; Ezq. 45:17; 46:1-3; Oseas 2:11; etc.)

En nuestra opinión, como también lo demuestra el testimonio de la historia, y los textos bíblicos arriba citados, en el Nuevo Pacto en Cristo, deja de existir la obligatoriedad del descanso sabático del Antiguo Pacto. Ni Cristo, ni la iglesia primitiva establecen un día especial de reposo y culto. Ya no es necesario guardar el séptimo día de la semana ni tampoco el primero, ni ningún otro, porque el descanso de todas nuestra obras está en la fe en Cristo que nos ha salvado con su muerte redentora. Lo único que puede impedirnos entrar en ese reposo es nuestra incredulidad y desobediencia a Dios, como dice Hebreos 3:13-19; 4:1-16. Entrar en el reposo de Dios no es, pues, observar el descanso del sábado ni del domingo, sino oír, creer y obedecer la Palabra de Dios, aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal e identificarnos con Él.

Puesto que en el Nuevo Pacto no hay ley para el día de adoración y culto, es indiferente el día que los cristianos elijan para reunirse como iglesia. Es igualmente aceptable y válido celebrar ese culto en el primer día de la semana (domingo) o en el séptimo día (sábado), o en cualquier otro día de la semana. Lo importante y esencial no es el día sino que los cristianos se reúnan, estudien y compartan la palabra de Dios, la obedezcan, y testifiquen con su vida y obras “...que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2ª Corintios 3:3). Nuestra misión como cristianos es ser “...embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios.” (2ª Corintios 5:20).

Resulta, pues, inútil e infructuoso enzarzarse en discusiones sobre cuál día, según la Biblia, debe guardarse para el culto espiritual a Dios y descanso de todo tipo de trabajo, puesto que tal día no está establecido por Dios en el Nuevo Pacto. Ya expresamos anteriormente por qué el domingo llegó a convertirse en el día del Señor, creemos que fue merecidamente, porque Jesucristo, es al mismo tiempo, el Creador y Redentor de la humanidad, y fue en el primer día de la semana (domingo) cuando nos rescató de nuestras pecados y abrió el camino de la eternidad para todos.

En el Nuevo Testamento, después de la institución del Nuevo Pacto por Jesús (Lucas 22:20), su muerte y resurrección, encontramos más ejemplos de que los cristianos se reunían en el primer día de la semana (domingo) que en el séptimo (sábado), a pesar de la gran importancia y fuerza de la costumbre que tenía la ley del sábado en el pueblo de Israel. Además, para predicar a los judíos no había otro camino que acudir cada sábado a las sinagogas donde se reunían, véase por ejemplo: Hechos 13:14. En otra ocasión, Pablo se reunió en sábado con gentiles (Hechos 16:13). Se puede, fácilmente, comprobar también que la iglesia cristiana primitiva del Nuevo Testamento se reunía en el primer día de la semana, véase por ejemplo: Hechos 20:7 y 1ª Corintios 16:2. En cualquier caso, estos ejemplos no instituyen ningún día de culto a Dios como mandamiento.

2.1. ¿Declara la Biblia expresamente que el día del Señor es el domingo?

La Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se refiere al día de Jehová, como un tiempo de aplicación del juicio de Dios, y no a un tiempo de celebración de la resurrección de Jesús. Veamos, por ejemplo, los siguientes textos:

En el Antiguo Testamento:

Isaías 2:12

“Porque  día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido.” 

Isaías 13:6

“Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso.

Véase también Jeremías 46:10; Ezequiel 30:3; Sofonías 2:2, 3; Malaquías 4:5.

En el Nuevo Testamento:

1ª Corintios 5:5:

“El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.”

1ª Tesalonicenses 5:2:

“Porque vosotros sabéis que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche;”

2ª Pedro 3: 10-12:

“10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!”

Apocalipsis 1:10:

“(10) Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta.”

Excepto Apocalipsis 1:10, todos los textos arriba citados asocian el día del Señor, no con el primer día de la semana (domingo) en la que la mayoría de la cristiandad celebra el culto de adoración a Dios, sino, precisamente, con el día del juicio de Dios o de la venida de nuestro Señor Jesús. 

¿Por qué, pues, hemos de creer que el apóstol Juan, en ese único texto en el que se describe así mismo como estando en el Espíritu, se estaba refiriendo a un primer día de la semana, (domingo) o un séptimo día (sábado)?

¿Acaso no podría entenderse, también, que él fue trasladado en visión por el espíritu al día del Señor, en el cual se desvelaran todos los misterios y se mostrará no solo el juicio de Dios sino también la salvación de los creyentes?

Dejamos a cada lector deduzca sus propias conclusiones. No obstante, si la Biblia debe interpretarse a sí misma, y puesto que el texto Apocalipsis 1:10, aisladamente no discierne exactamente a qué se está refiriendo con la expresión el día del Señor, es claro que el principio de interpretación nos ha de conducir al resto de textos donde la Biblia  especifica claramente las características que definen el citado día.

En cualquier caso, el autor de este estudio está plenamente convencido que el día del Señor no es en ningún caso el séptimo día de la semana o sábado, puesto que este día no tiene ninguna relevancia en el Nuevo Testamento.

3. ¿Están abolidos los mandamientos?

Nos estamos refiriendo al Decálogo, los diez mandamientos de la ley que Dios escribió con “su dedo” en dos tablas de piedra, y que entregó a Moisés en el monte Sinaí como base del Pacto Antiguo que Dios hizo con su pueblo Israel (Véase Éxodo 24:12; 31:18; 32:15-16; 34:28). También se denominan en la Biblia “las tablas del testimonio” (Éxodo  31:18), o “las tablas del pacto” (Deut. 9:9-11)). De ahí se deduce su vinculación al Pacto Antiguo.

Dios nunca abandonó a su propia suerte a la humanidad. Desde el inicio de la creación de este mundo, después que Adán y Eva rompieron el pacto de obediencia a Dios, inmediatamente, Él les dio la promesa de que habría una liberación final, una victoria del bien sobre el mal. Esto, aunque oscuramente, ya se podía intuir en la declaración de Génesis 3:15.

Después de la rebelión de la humanidad antidiluviana, Dios vuelve a hacer pacto con Noé (Génesis 6:18; 9:8-16), y continua renovando el pacto con Abraham (Génesis 15:7;17:2; véase también Lucas 1:68-80; Gál. 3:16), Isaac (Génesis 17:19; 26:3-5), Jacob (Génesis 28:13-15; Levítico 26:42, 45, 46), hasta que los descendientes de aquellos, que forman su pueblo, Israel, son rescatados de la esclavitud de Egipto. Entonces, Dios se encuentra con un pueblo embrutecido por los muchos años de esclavitud y por la influencia del paganismo que les había hecho olvidar la ley moral que todos llevamos escrita en nuestras conciencias. Con ese pueblo, Israel, Dios confirma el Pacto y las promesas dadas a sus antecesores. Esta alianza se diferencia de las anteriores, entre otras cosas, en que se fundamenta en la ley del Sinaí, que Dios mismo les entregó (Deuteronomio 5: 2,3).

Deuteronomio 5: 2, 3

“2 Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3 No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.”

Esto afirma claramente que el pacto que Dios hizo con los padres o sea los antecesores de Israel, era distinto puesto que no estaba basado en la Ley del Sinaí (Véase además Deuteronomio 4: 13).

Es conveniente recordar que Dios confirma y sella todos los pactos esenciales que establece con su pueblo, mediante determinada señales, que siendo diferentes en cada uno de ellos, sin duda, tienen siempre una función pedagógica adecuada para cada momento de la historia que vive su pueblo. Dichas señales sirven también de recordatorio constante, que hace presente y tangible la relación de pacto y de compromiso que conlleva toda alianza, consiguiéndose de esta manera que el pueblo crea y confíe en la verdad de las promesas de Dios, y que todas ellas, se cumplirán cuando Él lo ha determinado.

Por tanto, Dios materializa, sella o confirma su pacto con Noé mostrándole el arco iris en las nubes: “(13) Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. (Génesis 9:13-17), lo que nos da seguridad del cumplimiento de sus promesas.

Cuando establece el pacto con Abraham, Dios le ordena a él y a toda su descendencia la señal de la circuncisión: “...Y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo.” (Génesis 17:13 úp. Véase también 17:7-14). Esta era la señal de pertenencia al pueblo de Dios.

Más tarde, Dios rescata de la esclavitud de Egipto a los descendientes de Abraham, y renueva el pacto con ellos, sin abolir la circuncisión, les da una nueva señal, que distinguirá a Israel de los otros pueblos. Cada vez que obedecían el mandato de guardar el reposo del sábado o séptimo día de la semana, estaban reconociendo a Dios como Creador del cielo y la tierra, recordando y aceptando su dependencia con Él, al tiempo que aprendían la obediencia a Dios.

Previo a la entrega de la señal del Pacto, al poco de ser rescatado Israel de la esclavitud de Egipto, cuando andaba todavía errante por el desierto, y antes de que le fuese entregada la ley del Sinaí, Dios los educaba en la obediencia, dándoles ya la ley del reposo sabático (Éxodo 16:4, 5, 23-29), como un mandamiento independiente del Decálogo, aunque como sabemos, luego fue insertado en el mismo, ocupando el cuarto lugar en las tablas de piedra. Dios, al tiempo que les daba el maná para su sustento físico, dispuso que debían recoger, diariamente, una porción que fuera suficiente para cada día, de manera que si guardaban lo sobrante para el día siguiente se les pudriría y llenaría de gusanos (Éxodo 16:20). No obstante, les dio la orden especifica que el sexto día de la semana, debían recoger doble a fin de no trabajar en el séptimo día o sábado. Dios hacía semanalmente este milagro de que el maná reservado desde el viernes para el sábado nunca se estropeaba.

Éxodo 16: 22-30

“22 En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés. 23 Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana. 24 Y ellos lo guardaron hasta la mañana, según lo que Moisés había mandado, y no se agusanó, ni hedió. 25 Y dijo Moisés: Comedlo hoy, porque hoy es día de reposo para Jehová; hoy no hallaréis en el campo. 26 Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo; en él no se hallará. 27 Y aconteció que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a recoger, y no hallaron. 28 Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes? 29 Mirad que Jehová os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estese, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. 30 Así el pueblo reposó el séptimo día."

Debemos destacar, por tanto, que el reposo sabático consagrado a Dios, es dado solo al  pueblo de Israel con ocasión del maná como una ley y mandamiento (Éxodo 16:28), y nunca a sus antecesores, Abraham, Noé, etc., y va acompañado siempre de un reglamento de lo que no era lícito hacer en sábado, como cocinar los alimentos o hacer fuego (Éxodo 16:23). Más tarde se convierte en el cuarto mandamiento, y en la señal del Pacto Antiguo.

Observemos en los siguientes versículos de Éxodo 31:12-17, que la señal del Pacto Antiguo que Dios establece con su pueblo Israel coincide con el cuarto mandamiento de la ley de Dios que está registrado, como vimos arriba, en Éxodo 20: 8-11 y en Deuteronomio 5:12-15.

Éxodo 31: 12-17

“12 Habló además Jehová a Moisés, diciendo: 13 Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. 14 Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. 15 Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. 16 Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. 17 Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.”

Cuando el pueblo de Israel cumplía con el cuarto mandamiento, que era la señal del Pacto, significaba que reconocía y aceptaba que había hecho un pacto con el Creador y por lo tanto, le servía de recordatorio permanente de su vinculación y compromiso con Él, y le preparaba para hacer su voluntad. Dios afirma que tanto el cuarto mandamiento como la señal del pacto son para siempre o pacto perpetuo por sus generaciones (Éxodo 31:16, 17). Esto quiere decir, para siempre, mientras tenga vigencia el Pacto Antiguo. Pues, así ocurre, igualmente,  con la señal de la circuncisión: “...Y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo.” (Génesis 17:13 úp. Véase también 17:7-14), que dejó de estar vigente con la inauguración de Nuevo Pacto en Cristo (Hechos 15; Gálatas 5:12, 6, 11; 1ª Cor. 7:19; Rom. 2:28, 29). Desde entonces, la señal de pertenencia al pueblo de Dios, no es la circuncisión sino el bautismo.

Por tanto, es natural y lógico deducir que las señales de los pactos tienen vigencia mientras lo tenga el pacto al que se vinculan. Como cada señal se asocia a un pacto, la permanencia de esta señal y de este mandamiento está asociada a la vigencia del Pacto Antiguo. Si el Pacto Antiguo que hizo Dios con su pueblo Israel es sustituido por el Nuevo Pacto en Cristo (Mateo 26:28; Lucas 22:20), nuestro reposo no está en el séptimo ni en el primer día de la semana sino en la fe en Jesús, en la confianza de que su obra y sus méritos nos salvan, y nada más podemos aportar de nuestra parte, excepto creer en Él (Hebreos 3:11-19; 4:9-11). Ya pierde todo el sentido la señal del sábado y el cuarto mandamiento, pues están vinculados a la dispensación del Antiguo Testamento. En el siguiente punto se prueba con la Biblia que el Pacto Antiguo no está vigente.

3.1. ¿Prueba la Biblia que el Pacto Antiguo está obsoleto y ya no rige para los cristianos?

Dios, en el Antiguo Testamento, mediante el profeta Jeremías, anuncia que: “...Haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (32) No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo marido para ellos, dice Jehová.” (Jeremías 31: 31, 32).
 
Puesto que habla de un Nuevo Pacto, y además Dios dice que no como el pacto que hice con sus padres”, no puede quedar más claro que el Pacto Nuevo sustituye al Antiguo porque, como Dios mismo afirma fue invalidado (Jeremías 31:32). El Pacto Antiguo preparó la venida de Cristo, prefiguraba y era sombra de Cristo y señalaba hacia Él. Por eso declara Jesús mismo; “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.” (Lucas 16:16).

Analicemos también muchos versículos importantes que tenemos en el libro de Hebreos y que citaremos a continuación:

Hebreos 7: 18, 19, 22

18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.”

22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

Hebreos 8: 6, 7

“6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo."

Notemos que claramente la Biblia se refiere a un primer pacto (el antiguo) y a un segundo pacto (el nuevo), que este es mejor que el primero y que el mandamiento anterior, todas las leyes del Pentateuco en que se basa el Pacto antiguo son abrogadas.

A continuación, el autor del libro de Hebreos nos presenta que el anuncio que Dios hizo, mediante el profeta Jeremías, se ha cumplido en Cristo, estableciéndose el Nuevo Pacto.

 Hebreos 8: 6- 13

“8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; 9 No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; 11 Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. 12 Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.”

Y por fin, para que no queden dudas, se nos dice que el Nuevo Pacto ha dado por viejo al primero, con lo que debe desaparecer.

Hebreos 8: 13

 “13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

2ª Corintios 3: 6:

“(6) El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (Véase también, 2ª Corintios 3: 7-17).

4. Conclusión.

El Antiguo Pacto ya no está vigente para los cristianos, pues Cristo cumplió toda la ley, y estableció el Nuevo Pacto, que es superior al Antiguo pues está basado en la ley del amor: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis, unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a otros.” (Juan 13: 34) .

Gálatas 5: 14: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a tu mismo.”

Gálatas 6: 2: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.”

1ª Corintios 9: 20, 21: “20 Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; 21 a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.”

Romanos 13:9-10: “9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Romanos 7: 6: “6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.”

Romanos 6: 14:Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.”

¿Quiere decir esto que los cristianos tenemos licencia para pecar?

La amonestación de San Pablo es: “...Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gálatas 5:16). Solamente si “sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”, pero si hacemos las obras de la carne no heredaremos el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).

Gálatas 2:16-21

“16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. 17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. 18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. 19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. 20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

No estamos bajo la ley cuando hemos muerto a la misma en Cristo, y entonces la ley no tiene jurisdicción sobre nosotros porque hemos muerto al pecado, nacidos de nuevo en Cristo, y guiados por el Espíritu Santo.

¿Están los diez mandamientos de la ley de Dios abolidos?

Los seres humanos no podemos cumplir a perfección lo que exigen los diez mandamientos. Nadie es capaz de cumplir lo que Jesús mandó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende la ley y los profetas”. (Mateo 22: 37-40)

Si fuéramos capaces de ello, en vano sería el sacrificio de Jesucristo en la cruz. El satisfizo con su muerte expiatoria las exigencias de la ley, que nos condenaban. Por eso, el pagó la penalidad de nuestros pecados, y si nos unimos a Él nos dará fuerzas para no practicar el pecado. Y al identificarnos con Él, seremos poco a poco convertidos a su imagen: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu de del Señor.” (2ª Corintios 3:18).

Jesucristo no vino a abolir la ley que nos condenaba a muerte sino a cumplirla y obtener de esta manera la victoria sobre el pecado y la muerte (Ver Mateo 5:17-48). En el conocido sermón del monte, a que se refieren dichos textos de Mateo 5, Jesús contrasta entre la ley del Antiguo Testamento con la nueva ley que va más mucho más allá de la letra. Él muestra, en su amplitud y profundidad, los grandes principios morales encubiertos bajo la letra de las tablas del Sinaí, para que nadie trate de justificarse creyendo que cumple la ley. Muchos creen que están cumpliendo la ley porque quizá no matan ni roban, pero en cuanto no aman a sus prójimos o a sus enemigos ya están transgrediendo la ley. Por esa causa nuestra justificación ante Dios jamás podrá ser hecha porque cumplamos lo que la ley exige.

Los grandes principios morales, pertenecen a la ley natural que Dios implantó en nuestras conciencias, y no han sido, ni serán, abolidos, otra cosa es todo el entramado de leyes que configuraba el Antiguo Pacto, y que Cristo cumpliría con su vida perfecta, sin pecado, y muerte expiatoria.

El Nuevo Testamento, confirma y ratifica todos los mandamientos del Decálogo, excepto el cuarto mandamiento bíblico que se refiere a guardar el reposo del día sábado. Es lógico que sea de esta manera, por lo que hemos explicado antes, puesto que era la señal del Pacto Antiguo, y desaparecido el mismo, ya no tiene sentido alguno. Puesto que el reposo al que señalaba el cuarto mandamiento es el que se obtiene, al reposar en Cristo, de todas nuestras obras que persigan salvarnos por nuestros propios méritos. Nuestro reposo es confiar sólo en la salvación obtenida por Cristo en la cruz (Colosenses 2:16, 17; Hebreos 3:7-4:1-11).

El apóstol Santiago, también confirma que en el Nuevo Pacto siguen vigentes los principios morales de los mandamientos de la ley de Dios, él la llama “la perfecta ley, la de la libertad” (Santiago 1:25), y vuelve a señalar que el cumplimiento de la ley es el amor al prójimo.

Santiago 2: 8-13

“8 Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. 11 Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. 12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. 13 Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”

Santiago afirma que hemos “de ser juzgados por la ley de la libertad”. ¿Qué quiere decir esto? A simple vista, parece una contradicción que se nos juzgue mediante una ley que somos incapaces de cumplir. Dios nunca ha disminuido su nivel de exigencia respecto al cumplimiento de la ley. Los grandes principios de amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo son los mismos en toda la historia del mundo, y por eso ellos serán la base para el juicio de la humanidad.

La ley nos condena irremisiblemente (Romanos 2:12). Ninguna obra buena podemos hacer para salvarnos (Romanos 3:20). Sólo nos queda, reconocer humildemente nuestra condición pecadora y acogernos a Jesús, el que cargó con nuestros pecados y murió por ellos pagando nuestra culpa. Por eso, dice la Escritura “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).

¿Por qué sólo Cristo puede salvarnos?

Porque Cristo murió por todos los pecadores, luego todos hemos muerto en Él y cumplido la condena de la ley. Al aceptarlo a Él como nuestro Salvador, cuando estábamos muertos espiritualmente, renacemos como nuevas criaturas. Pero mucho mejor es que lo leamos según lo explica San Pablo:

2ª Corintios 5: 14, 15, 17-21

“14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”

En este momento, es necesario que hagamos énfasis en el verso 21, que dice que Jesucristo es hecho pecado, para recibir la penalidad que nos corresponde a nosotros, y de esta manera, al aceptar nosotros su sacrificio expiatorio, somos declarados justos en Él, es decir eximidos de la condenación de la ley.

La ley ya no puede esclavizarnos, no estamos pendientes de cumplirla como un legalista, Cristo la ha cumplido perfectamente en mi lugar. Por eso, como diría San Pablo, no estamos sujetos a ella (1ª Cor. 9:20, 21). “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Romanos 7:6).

San Pablo, sigue afirmando, que la ley es buena y santa (Romanos 7:12; 1ª Timoteo 1:8). Por tanto, no debemos temerla, ya no nos pude condenar, si estamos en Cristo. Además, la ley es necesaria para condenar a los malhechores, no es para los justos, los que han muerto a ella en Cristo.

1ª Timoteo 1: 8-11

“8 Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; 9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, 11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.”

Sin embargo, hemos de insistir, que nada podemos hacer para justificarnos ante Dios. Sólo por la fe en que Cristo consiguió en la cruz el perdón de todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros, recibimos la justificación ante Dios. Somos declarados justos, porque Dios “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.” (Colosenses 1:13). Cristo ha conseguido la victoria sobre el pecado y la muerte, y por tanto, nuestro derecho al cielo ya se ha obtenido, nadie nos lo puede arrebatar (Romanos 8:32-39).

Romanos 3:20-31

“20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”

La justicia es por medio de la fe

“21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. 29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. 30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. 31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley."

Romanos 3:20-31

“(1) Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; (2) por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.”.

Con la ayuda de Dios, espero haberle contestado adecuadamente a sus preguntas, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:

carlosortsgmail.com

 

 

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.


Comentarios de los lectores

Hola Carlos, he leído el estudio y me parece bien (se sitúa en un plano en el que pienso que la gran mayoría de evangélicos están de acuerdo).
 
Sólo tengo una observación que hacer y es que pienso que el gran significado del sábado es el de prefigurar lo que será la vida eterna. Es decir: ciertamente la observancia del sábado ha cesado de ser exigible desde el punto de vista ritual, pero se mantiene su importancia desde el punto de vista espiritual.
 
Pienso que el sábado prefigura la existencia de una humanidad liberada del trabajo esclavizante y alienante, del trabajo entendido como pesada afirmación del ego (frente y en contra de Dios y del prójimo) y de su obsesión por la acumulación de poder, riquezas...etc.
 
El verdadero sentido del sábado (sabbat) se revelerá cuando la Humanidad, redimida por Cristo, entre en la Verdadera Tierra Prometida, que será la eternidad feliz y dichosa donde, en el marco de una Nueva Tierra y Cielos, podremos vivir por y para la Gloria de Dios.
 
Pienso que si la Biblia dice que "a los justos sus obras les acompañarán", quiere decir que esa Vida Futura no será de pura inactividad, sino una vida de actividad transfigurada, donde de algún modo podremos cumplir lo mejor de nuestra vocación, sin otro ánimo que el de glorificar a Dios y gozarnos en la comunión con nuestros hermanos (todos elevados a un estado que la Escritura compara con el estado angélico).
 
Bueno...., hasta aquí mi comentario; espero poder haber aportado algo de interés.
 
En la fraternidad cristiana
 
Josep Lluis Mira Conca

 

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