La Ley que fue clavada en la cruz
Versión 10-02-10
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Estimado hermano en Cristo, agradezco el laborioso y completo estudio titulado “¿Realmente fue abolida la ley de Dios en la cruz?” que usted me ha enviado. He procedido a leerlo detenidamente, y ahora me dispongo a responderlo.
Primero de todo, expresarle que comprendo y respeto las creencias de las que usted participa como miembro de la iglesia Adventista del Séptimo Día, de las que no voy a pretender disuadirle, ni convencerle para que las rechace. Como posiblemente ya sabrá, hermano, yo también he sido adventista del séptimo día durante veintiocho años, y, por eso, me identifico bien con lo que usted siente y piensa respecto de la ley del Antiguo Testamento (AT), la que Dios entregó, escrita en dos tablas de piedra, a Moisés en el monte Sinaí.
Por ese motivo, en el cuerpo de este estudio, voy a compartir con usted parte de mi experiencia religiosa con la iglesia Adventista del Séptimo Día. Además, en los siguientes apartados trataremos de probar, entre otras cosas, que el reposo sabático ya no es un mandamiento en el Nuevo Pacto. Para ello dejaremos que la Sagradas Escrituras se interpreten así mismas, en el desarrollo de cada epígrafe:
- El reposo de Dios del séptimo día de la creación.
- ¿Qué ley moral ha regido siempre para todos los gentiles, los que no son judíos?
- A qué se refiere la Sagrada Escritura cuando habla de la ley y a quién fue dada.
- ¿Qué ley o leyes fueron clavadas en la cruz de Cristo, y, por tanto, abolidas?
- Conclusión
Para ello vamos a presentar textos bíblicos y argumentos que intentarán demostrar que los cristianos no nos regimos por la ley de las tablas de piedra del AT sino “...por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2).
2. Mi experiencia religiosa con la iglesia Adventista del Séptimo Día.
Cuando el Pastor adventista me dio el estudio bíblico sobre el mandamiento de cumplir el reposo sabático, me indicó expresamente que él mismo incluía abstenerse de escuchar la radio, ver la televisión, estudiar o leer cualquier cosa que no fuera religiosa. Desde ese mismo momento, cada vez que transgredía el reposo del sábado, por ejemplo, viendo en televisión un programa que me gustaba mucho y que se emitía todos los viernes por la noche, experimentaba un claro sentimiento de culpa, pues creía, a pies juntillas, que lo que me había dicho el citado Pastor era toda la verdad, y que, por tanto, al hacer lo malo conscientemente, estaba desobedeciendo a Dios, y pecando voluntariamente (Santiago 4:17: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.”). Sin saberlo, estaba sintiendo en mi carne lo que el apóstol San Pablo dice en Gálatas 3:10-13.
Gálatas 3:10-13:“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
El mandamiento de reposar el sábado consiste en abstenerse absolutamente de todo tipo de trabajo secular durante las veinticuatro horas de ese día, el séptimo de la semana (Éxodo 20:8-11; 35:2,3; 31:12-17; Deuteronomio 5:12-15). Con la particularidad que el inicio y fin de ese día, iba variando a lo largo de todo el año, ajustándose a la luz solar, pues debía regirse en todo por lo que la santa Biblia establece para los límites de los días. Por tanto, el reposo “absoluto” que era exigido, debía empezar inexorablemente a la puesta de sol del viernes y terminar a la misma hora el sábado de tarde, ni un minuto antes ni después.
Éxodo 35:2,3: “ Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. 3 No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo.”
Asuntos seculares como vender o comprar, preparar las comidas o hacer fuego, viajar, etc., de acuerdo a la ley de Dios del Antiguo Testamento estaban totalmente prohibidos durante todas las horas del sábado.
Números 15:32-35: “Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. 33 Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; 34 y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. 35 Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. 36 Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.”
Aunque la iglesia Adventista se tomaba muy en serio el mandamiento de cumplir el reposo sabático de acuerdo a las enseñanzas del Antiguo Testamento, que yo sepa, nunca obedeció a Dios hasta el extremo de apedrear a nadie por el mero hecho de no guardar este reposo. Faltaría más. La pena máxima a la que se exponían los transgresores habituales del reposo sabático era a la expulsión de la membresía de la iglesia.
Más tarde, una vez bautizado, escuché sermones en los que se nos amonestaba por hurtar tiempo al día sábado, al hacer obra no adecuada para ese día, pocos minutos después de ponerse el sol un día viernes, lo cual podía suceder, en los meses invernales cerca de las seis de la tarde. O por pasear por la ciudad, viendo los escaparates de las tiendas desde fuera, poco antes de finalizar el sábado. Para no transgredir el mandamiento, esa actividad, o cualquier otra secular, no podía realizarse durante las horas nocturnas del viernes, ni, naturalmente, en las horas del día solar del sábado. La prohibición de no trabajar en sábado, ni hacer ninguna obra secular, se dificultaba en extremo en los meses invernales, al tener que acortar la jornada laborable del viernes. Había que abandonar el puesto de trabajo, antes que oscureciera, lo que ocurría en muchos viernes invernales antes de la seis de la tarde. Por tanto, los adventistas, se encuentran con graves problemas de conciencia para respetar inexcusablemente y estrictamente los límites horarios del sábado, de puesta de sol del viernes a puesta de sol del sábado, pues de lo contrario sus conciencias les acusarán de haber cometido pecado, y se exponen a ser expulsados como miembros de iglesia.
Para los adventistas, la ley del AT de las tablas de piedra era el centro de su predicación, a la que todo miembro debía estar muy atento y mirarse en ella como en un espejo, a fin de detectar si su conducta era de acuerdo a la voluntad de Dios. Recuerdo que cuando yo me contemplaba en esa ley, iba recorriendo todos los mandamientos desde el primero hasta el décimo, preguntándome si quizá estaría fallando en alguno. No obstante, de forma externa me parecía que los estaba cumpliendo, pues yo no tenía dioses ajenos al Dios verdadero, no me hacía imágenes ni me inclinaba ante ellas para honrarlas, tampoco tomaba el nombre de Dios en vano, pues nunca juraba, ni usaba su nombre de forma irreverente. En cuanto al cuarto mandamiento, acuérdate del día de reposo, sábado, para santificarlo, tenía que reconocer que no lo cumplía de manera perfecta, aún siendo para los adventistas el principal mandamiento, el centro de la ley, sobre el que la profetisa, fundamento de los adventistas, Ellen G. White, había visto en visión que resplandecía sobre todos los otros.
Con respecto a la segunda tabla de la ley, la que se refiere al prójimo, tampoco me iba del todo mal, pues yo no maltrataba a mis padres, ni mataba, ni cometía adulterio, ni robaba, ni mentía, ni codiciaba los bienes y la mujer de mi prójimo. En fin, no era un cristiano perfecto, pero tampoco era un mal chico. Lo peor es que luego el apóstol Santiago echaba por el suelo todo mi optimismo y mi ánimo, cuando me decía: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” (Santiago 2:10). Yo era culpable, al menos, por no respetar el sagrado reposo del sábado como era preceptivo hacerlo según la ley del AT.
Por tanto, para mí guardar el reposo sabático, tal y como lo prescriben las normas y reglamentos dados por Dios al pueblo de Israel, representó una verdadera y pesada carga difícil de soportar, lo cual me entristecía y hacía muy infeliz, porque me sentía culpable, al darme cuenta que no era capaz de cumplir esta ley en toda la profundidad y extensión que la iglesia Adventista demandaba prescribiendo tantas prohibiciones, en coherencia con el mandato de Dios a Israel.
3. El reposo de Dios del séptimo día de la creación
Los adventistas creen haber encontrado la prueba bíblica infalible de la vigencia de guardar el reposo sabático, que ordena el cuarto mandamiento de la ley de las tablas de piedra del Sinaí (Éxodo 20:8-11; Deut. 5:12-15), en los versículos dos y tres, del capítulo dos del libro de Génesis. Alegan que este es un mandamiento universal que fue dado en el principio del mundo, que, por tanto, afectaría a toda la Humanidad, y no sólo al pueblo de Israel. Sin embargo, la citada ley del Sinaí fue promulgada unos dos mil quinientos años después de la creación, y vinculaba solo al pueblo judío.
Génesis 2:2,3: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. (3) Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.”
El cuarto mandamiento de la ley del Sinaí lo encontramos expuesto en dos libros distintos de la ley. El Decálogo aparece primero en Éxodo 20:8-11, cuando Moisés se presenta ante Dios en el monte Sinaí. En segundo lugar, el mandamiento del reposo sabático es recordado en Deuteronomio 5:12-15, pero en esta ocasión las razones que se dan para que el pueblo los guarde son: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.”. Claramente diferentes a las dadas en Éxodo 20:11: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.”
Primera versión del cuarto mandamiento sobre reposar el sábado
Éxodo 20:8-11: “8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Segunda versión del cuarto mandamiento (Deuteronomio 5:12-15)
Deuteronomio 5: 12-15: “Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. 13 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 14 mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. 15 Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.”
La cuestión que nos planteamos es la siguiente: ¿Promulgó Dios un mandamiento para toda la Humanidad, en el momento cuando acabó la creación del mundo y bendijo y santificó el séptimo día de la semana?
¿Quiso Dios, verdaderamente que todos los seres humanos se abstuvieran de realizar toda obra secular en ese día, a la manera que más tarde fue legislado para dicho día para el pueblo de Israel?
Realmente no encontramos que Dios al bendecir y santificar ese día esté ordenando a los seres humanos que obligatoriamente tienen que reposar las veinticuatro horas de ese día, de puesta de sol a puesta de sol. No hay legislación ni mandato alguno a los seres humanos en ese acto de bendecir y santificar el séptimo día. Como ya hemos visto la promulgación de la ley ocurrió, varios miles de años después, hacia el año 1450 a.C. No se ha registrado en la Santa Biblia que los antediluvianos y los patriarcas desde Abraham hasta Moisés guardaran el reposo del séptimo día. Además santificar un día a la semana no corresponde a ningún mandamiento de la ley moral natural, o al sentido del bien y del mal que poseemos los seres humanos.
Aunque está clarísimo que en este texto de Génesis 2:2,3 no hay mandamiento alguno de parte de Dios para que la Humanidad guarde este día de reposo, no cabe duda que Dios nos está tratando de enseñar algo con su ejemplo. Quizá, para darnos una pauta para el uso inteligente, adecuado y beneficioso del tiempo, puesto que el Creador conoce lo que más conviene a su criatura. El día séptimo es distinguido con una bendición que los otros seis días de la semana no reciben. Además, dicho día séptimo es santificado. ¿Qué significa santificado? Santificar es poner aparte para uso sagrado, es decir para un uso no profano. Sin embargo, la Biblia no habla más del séptimo día hasta Éxodo 16:4-32, donde, con el episodio del Maná, Dios, les prepara para la obediencia del reposo sabático. Y esto sucedió antes de dar a su pueblo Israel en el Sinaí sus leyes. Por tanto, por esta razón y por otras que aportaremos más tarde, deducimos que los patriarcas, Noé, Abraham, Isaac, etc., no tenían este mandamiento.
La razón que se nos da, para bendecir y santificar el día séptimo, es “porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.”. Parece como si Dios quisiera que hiciéramos nosotros lo mismo después de seis duros días de trabajo, a la vez que, la celebración del descanso en ese día séptimo de la semana, sirviese para que no olvidásemos que Él es el Creador.
Dios hace toda su obra creadora, distribuyéndola en seis días, como para darnos ejemplo, de cuál debe ser la duración del ciclo semanal de trabajo para los seres humanos. Luego descansa en el séptimo día para mostrarnos con su ejemplo que es bueno que le imitemos, descansando de nuestras labores diarias un día de cada siete. Si así lo hacemos, ese tiempo del séptimo día es bendecido y santificado por Dios. Sin embargo, el descanso de Dios en el séptimo día de su creación, no se limita a ese día séptimo de “mañana y tarde” o sea de veinticuatro horas, que para nosotros, irremisiblemente, se repite cada semana, después de seis duros días de trabajo.
El tiempo cuenta para los seres humanos, pero no para Dios porque es eterno e infinito. Él, que por definición, no puede cansarse, no obstante, hace distinción entre el tiempo ocupado en su labor creadora, y el dedicado al descanso u otra actividad distinta a la citada. En mi opinión, con el único fin de enseñarnos con su ejemplo, lo más beneficioso para nosotros.
Descansar un día a la semana, ya sea el séptimo u otro cualquiera, sin duda, puede ser beneficioso para la salud física, psíquica y espiritual, siempre que se respeten estas tres manifestaciones del ser humano, pero esto no tiene nada que ver con el cuarto mandamiento de reposar el sábado, dado sólo al pueblo de Israel.
No ponemos en duda que descansar un día de cada siete es conveniente para la salud física, psíquica y espiritual de los seres humanos, especialmente cuando ese día de descanso se utilice para realizar actividades distintas del resto de la semana, y que contemplen, además del descanso físico y psíquico, una dedicación especial a hacer el bien al prójimo, y a crecer en el amor a Dios y a nuestros semejantes. Sin embargo, lo que debatimos aquí es si en el Nuevo Pacto, todavía sigue vigente el cuarto mandamiento de la ley de Dios que exige el descanso del sábado, o de un día a la semana, y que su transgresión fuera equiparable a la de cualquier otro de la ley de Dios.
La ley del Sinaí o de los Diez Mandamientos, es la base del Antiguo Pacto, y forma parte del sistema de leyes llamado la Torá, que conforma el Pentateuco. Este Pacto está vinculado únicamente con el pueblo de Israel antiguo. Esto quiere decir que jamás los llamados gentiles, y luego los cristianos tuvieron nada que ver con el citado Pacto.
Jesús, aun estando bajo las leyes del Antiguo Pacto, lo que implicaba que seguía vigente todo el reglamento ritual para la observación del sábado, no tuvo reparos, dada su autoridad como Señor del sábado (Marcos 2:27,28; Mateo 12:8; Lucas 6:5), en comenzar a quitar al reposo sabático toda la carga ritual que poseía, pues Él tenía que preparar al pueblo para su gradual desaparición como mandamiento (Marcos 2:23-26; Mateo 12:1-8; Lucas 6:1-5).
El reposo sabático, pues, dejaría de tener vigencia a la entrada del Nuevo Pacto, cuando se consumara su muerte expiatoria en la cruz. En ese momento el reposo sabático, que prefiguraba el descanso de todas nuestras obras y en la salvación sólo por los méritos y obra de Cristo, deja de tener sentido (Colosenses 2:14,16,17; Gálatas 4:9-11) . Y de ahí en adelante, se obtiene el reposo, no observando un día a la semana, sino depositando nuestra confianza en el Salvador (Hebreos 4:4-9). Por eso Jesús afirma que su “...Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo... (Juan 5:17; Mateo 12:1-8), siendo acusado por los judíos de quebrantar el sábado. Deducimos, pues, de estos textos, que Jesús ha empezado a quitar al reposo sabático toda la carga ritual de prohibiciones que existían en el AP.
A continuación transcribimos los textos que se relacionan con esta cuestión, y observaremos que Jesús no confirma el reposo del séptimo día como un mandamiento, como estaba legislado en el Antiguo Pacto. Por el contrario, el se limita a ratificar la bondad del reposo sabático para los seres humanos, pero, en ningún caso, establece el “shabbat” como una obligación para todo creyente.
El mandamiento de reposar el sábado era sombra de la salvación en Cristo
Colosenses 2:14-17: “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. 16 Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, 17 todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.”
San Pablo amonesta a los Gálatas por querer seguir guardando los días de descanso, no sólo las fiestas solemnes anuales que también son ley de Dios sino el reposo del séptimo día de la semana, en cuanto mandamiento que deja tener vigencia en Cristo.
Gálatas 4:9-11: “mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.”
Jesús desmitifica el reposo sabático quitándole el aspecto de ritual sagrado de reposo. Los judíos que le observaban juzgaron que el quebrantaba el reposo sabático (Juan 5:18). Él declara que tiene toda la autoridad y es Señor del sábado. Por eso, lo pone en su justo lugar, como un día de descanso hecho para el hombre, para su beneficio, pero le quita toda la carga de mandamiento de la ley del Sinaí.
Juan 5: 16-18: “16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Mateo 12: 5-8: “5 ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? 6 Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. 7 Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; 8 porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.”
Marcos 2:27, 28: “27 También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. 28 Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.”
Lucas 6:5: “5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.”
En los textos citados arriba, además de recalcar la autoridad de Jesús sobre el sábado, como no podía ser de otra forma, puesto que Él mismo es Dios, “...todo fue creado por medio de Él y para Él” (Colosenses 1:16, úp.), también nos expresan que “el día de reposo fue hecho por causa del hombre” (Marcos 2:27). ¿Qué quiere decir esto? No parece muy difícil deducirlo: Para los seres humanos es bueno reposar de las obras de los días de trabajo, al menos, un día de cada siete, y recordar que Dios es el Creador.
La Biblia de Jerusalén, 1998, traduce Marcos 2:27, 28: Y [Jesús] les dijo: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado”, (28) De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado.”.
¿Es, pues, una institución divina el sábado, y “debemos” reposar en él para seguir su ejemplo? Aunque, literalmente, la Cristiandad no reposa en sábado, sino en domingo, excepto unas pocas denominaciones cristianas que consideran el sábado o séptimo día de la semana como un mandamiento de la ley de Dios.
En mi opinión, de esos textos tampoco podemos deducir ningún mandamiento para reposar en sábado. Quizá, sólo que el reposo del sábado fue necesario para el hombre y cumplió su misión de prefigurar el descanso de todas nuestras obras en Cristo, incluso, en el sentido, que reposar un día de cada siete es muy conveniente para la salud física, psíquica y espiritual, esto último siempre que el tiempo se dedique a Dios con fe, y a hacer el bien al prójimo.
Sin embargo, Cristo nos dice “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (29) llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas;(30) porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. ( (Mateo 11: 28-30). Luego nuestro reposo no está en observar un determinado día, ya sea sábado o domingo sino en confiar en Jesús y en la salvación obtenida por Él, en el Calvario.
¿Qué simboliza el reposo de Dios del séptimo día de la creación según el libro de Hebreos?
Hasta hora, creo que hemos sido honestos, basándonos en nuestro entendimiento, tratando de interpretar el propósito que tuvo Dios para bendecir y santificar el séptimo día. Por ello, presentamos argumentos, como los beneficios físicos, psíquicos y espirituales que creemos que nos reportaría seguir su ejemplo, aunque nunca como un mandamiento. Sin embargo, el libro de Hebreos descubre y nos revela un aspecto respecto al reposo de Dios en el séptimo día que nunca hubiéramos podido imaginar, sino hubiese sido revelado en Su Palabra.
Observemos, que todos los días de la creación, excepto el séptimo llevan la coletilla:“y fue la tarde y la mañana el día ...”. Es como si Dios nos quisiera decir, que Él, acabada su creación en el tiempo, entra en su descanso, el cual no se limita sólo a ese día séptimo de veinticuatro horas sino que se extiende a la eternidad, gozando de los frutos de su creación.
¿Cuál es el reposo de Dios que no pudo alcanzar Israel y que se nos insta a que entremos nosotros?
¿Es la Tierra prometida, la nueva Jerusalén, el Paraíso, o simplemente significa creer en Jesús como nuestro salvador personal, o ambas cosas a la vez?
¿Qué dice la Biblia al respecto?
Hebreos 3:7, 8, 11-19:
“7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 8 No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, [...]11 Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.
12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15 entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
16 ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17 ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.
Hebreos 4:1-3
“1 Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: “Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.
En mi opinión, lo que deduzco de estos textos, es que entrar en el reposo de Dios es sinónimo a entrar en la salvación que viene por oír con fe el evangelio, la buena nueva de la palabra de Dios. Por eso el autor del libro de Hebreos afirma: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo”.
Luego entrar en el reposo o descanso de Dios no consiste en observar “el shabbat”, o en reposar o descansar de nuestro trabajo diario un determinado día a la semana, sino en creer y obedecer “la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación” (Efesios 1:13,14). Pero sigamos los razonamientos de Hebreos 4: 4-11:
Hebreos 4:4-11: “Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. 5 Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. 6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7 otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. 9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.”
Hebreos 4:4 es un texto clave, porque relaciona claramente el reposo de Dios de todas sus obras en el séptimo día con el que experimentan los creyentes cuando entran en ese reposo que ha inaugurado Jesucristo “mediante la ofrenda de su cuerpo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:10 úp). “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” (Hebreos 10:14). “Este es el pacto que haré con ellos...(17) añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” (Hebreos 10:16 pp., 17).
Ahora tenemos libre acceso para entrar al “Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo.” (Hebreos 10:19 úp). Ha sido abierto, pues, “el camino nuevo y vivo” a través de su sacrificio expiatorio (Hebreos 10:20). [El Padre] “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, (14) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:13, 14).
San Pablo declara que desde el momento que depositamos nuestra confianza en la redención de nuestros pecados efectuada por Jesucristo, somos trasladados al reino de su amado Hijo. Utiliza el participio pasado del verbo, indicando que es algo ya conseguido, alcanzado en el pasado. Por tanto, cuando creímos, y depositamos nuestra confianza en Cristo como nuestro Salvador, fuimos trasladados a su reino. Si somos capaces de creerlo, esto es lo que significa entrar en el reposo del séptimo día de Dios, obtenido gracias a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.
Al Creador se le honra amándole, es decir obedeciendo sus buenas nuevas (o sea el NT) de salvación, y amando al prójimo como a uno mismo. Guardar el sábado, como si fuera un mandamiento de Dios es un legalismo inútil, y en sí mismo no honra al Creador, sino va acompañado de verdadero amor al prójimo. Pero yo lo respeto. No hay nada malo en reposar e ir a la iglesia a dar culto a Dios. Sin embargo, nadie debería ser esclavo del sábado, tratando de seguir el reglamento del AT, y estando pendiente de los límites variables del mismo que imponen las distintas estaciones astronómicas. Cristo dijo que la verdad nos haría libres (Juan 8:31-32). Si usted, querido hermano, cree que es más libre guardando el sábado a la manera que lo exigía Dios al pueblo de Israel, hace bien en ser fiel a su conciencia, pero debe saber que Dios no se lo pide, así no le honra. Ni tampoco lo deshonra, siempre que no crea que esa obra es necesaria para la salvación. La salvación es independiente de las obras de la ley (Gál. 2:16-21).
Gálatas 5:1: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo del esclavitud.”
Gálatas 3:2-5: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 3 ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 4 ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. 5 Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”
4. ¿Qué ley moral ha regido siempre para todos los gentiles, los no judíos?
¿Estuvo la Humanidad sin ley hasta que fue promulgada por Dios en el Sinaí hacia el 1450 a. C.?
El apóstol San Pablo declara: “Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa pecado.” (Romanos 5:13).
¿Con qué ley moral se rigen los millones de personas de todas las épocas que no han pertenecido al pueblo judío, ni tienen nada que ver con él?
Todo el mundo tiene dentro de sí un sentido moral, un conocimiento de lo que es bueno y malo, una conciencia que le indica que no debe robar, matar, mentir, ni hacer daño a nadie. Esto, sin duda, es la ley natural que todos llevamos escrita en nuestros corazones (Romanos 2:15). Sin embargo, está conciencia se cauteriza y se endurece a fuerza de repetir las malas acciones, hasta llegar un momento en que ya no nos remuerde cuando obramos mal. Por tanto, somos responsables de ese endurecimiento, y de no hacer lo bueno: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” (Santiago 4:17).
Romanos 2:5-11: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; 9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
Romanos 2:12-16: “12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”
San Pablo afirma claramente que los gentiles “que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, (Romanos 2:14,15).
Por eso dice San Pablo que antes de la ley escrita en tablas de piedra, había pecado, pero no por esa ley, porque todavía no se había promulgado, y por tanto no existía, sino por la ley que todos llevamos escrita en nuestros corazones, que nos hace discernir entre lo que está bien de lo que está mal, la cual, cuando la transgredimos nos inculpa de pecado, y nos remuerde la conciencia. Inferimos, pues, que no existió ley escrita hasta que se promulgó en el Sinaí y ésta fue dada exclusivamente para el pueblo de Israel como base del pacto, pero nunca vinculaba a los gentiles que siguieron bajo la ley de sus conciencias.
No obstante, los Adventistas siguen sosteniendo que algún tipo de ley escrita tuvo que haber, puesto que Dios testificó que“...oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.” (Génesis 26:5).
Génesis 26:4,5: “Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, 5 por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”
¿Qué precepto, mandamientos, estatutos y leyes recibió Abraham de Dios?
La Sagrada Escritura no lo desvela, por tanto, nadie debería afirmar que se trata de la ley del Sinaí. Sin embargo, de lo que registra Génesis, podemos deducir cuáles era esos mandamientos, estatutos y leyes. Observemos, pues, los actos y la conducta de Abraham. Él edificó altares a Jehová (Génesis 12:7,8), dio los diezmos de todo a Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo (Génesis 14:18-20), y lo más importante de todo, Dios hizo pacto con él, y le dio la circuncisión como señal del pacto y de pertenencia al pueblo de Dios. El libro de Génesis no registra que Dios entregase a Abraham otros mandamientos que los citados.
Más tarde, cuando Dios renueva el pacto con Moisés, la circuncisión sigue siendo la marca física que simboliza la pertenencia al pueblo elegido, pero ya no es señal del pacto. Ya no se trata del pacto basado en la fe de Abraham sino el pacto basado en la ley. Dios, les da una nueva señal, que resulta ser, el guardar el día sábado del cuarto mandamiento de la ley (Éxodo 31:12-17). Ambas señales, la circuncisión y el guardar el sábado son proclamadas por Dios como pacto perpetuo, para siempre (Génesis 17:13; Éxodo 31:16,17). Como todos sabemos la circuncisión fue abolida en el Nuevo Pacto (Gálatas 2:3,4; 5:1-6; Hechos 15:1,5;11, 20, 24, 28,29).
¿Por qué si la señal de la circuncisión acabó con el Antiguo Pacto, la señal del sábado tiene que perdurar, si ya no estamos en ese Pacto Antiguo, ni nunca hemos estado?
La circuncisión: la señal del pacto con Abraham
Génesis 17:1-8: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. 2 Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. 3 Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: 4 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. 5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. 6 Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.
Génesis 17:9-14: "Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. 11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. 12 Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. 13 Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. 14 Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.
El reposo del sábado: la señal del pacto con Moisés.
Éxodo 31:12-17: “Habló además Jehová a Moisés, diciendo: 13 Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. 14 Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. 15 Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. 16 Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. 17 Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.”
Resumimos, por tanto, que cuando Dios, en la creación, bendijo y santificó el séptimo día no estableció ninguna ley de reposar en ese día. Esa ley vino al menos dos mil quinientos años más tarde, y fue dada exclusivamente para el pueblo judío, como señal del Pacto Antiguo. La ley escrita en tablas de piedra, recuerda y recoge los grandes principios morales naturales, pero adaptándolos a las necesidades del pueblo judío, hasta que Cristo muriera en la cruz (Efesios 2:15; Gálatas 3:19). Cristo desarrolla y desvela el alcance espiritual de la ley (Mateo 5:17-48). La cual ya no basta cumplir de forma exterior como en el AT, sino con el corazón y los pensamientos (Mateo 5:46-48). Es necesario amar a los demás, incluso a los enemigos, no es suficiente con no hacerles daño. A diferencia de la ley de Cristo y la ley moral natural que son eternas, no lo es la ley escrita en tablas de piedra; y puesto que los cristianos no estamos vinculados al Antiguo Pacto, sólo nos obliga el Nuevo Testamento y allí no se prueba la vigencia del descanso sabático sino todo lo contrario (Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:14-17). El reposo sabático es una sombra de la salvación en Cristo (Hebreos 3:7; 4:1-11). Es, pues, un mandamiento ceremonial que se cumple en Cristo.
5. A qué se refiere la Sagrada Escritura cuando habla de la ley.
El Decálogo, los diez mandamientos dados por Dios a Moisés en dos tablas de piedra, es parte indivisible e inseparable del resto de la Revelación que Moisés recibió de Dios, la Torá o Pentateuco. Los cinco primeros libros del AT, que se atribuyen a Moisés su autoría, componen el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. A través de todo el AT son conocidos simplemente como la ley o la Torá para los judíos, o la ley de Moisés. Ella es el corazón del AT. Por eso, Jesucristo y los judíos de su tiempo, para referirse al Antiguo Testamento (AT), hablaban de la ley y los profetas (Mateo 5:17; Lucas 16:16).
Mateo 5:17: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” (Biblia de Jerusalén, 1998).
Lucas 16:16,17: “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él, (17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.”
Las Sagradas Escrituras no hacen distinción entre ley moral y ley ceremonial o ritual. No hay, pues, dos leyes sino una sola: la Ley que abarca el contenido del Pentateuco. No podemos afirmar, por tanto, que lo que está abolido es la ley ritual o ceremonial y no la ley moral, porque toda la Torá es una ley moral. Un error que usualmente se comete, especialmente por los adventistas, consiste en identificar, la palabra “ley” que tantas veces aparece en la Santa Biblia, con la ley de los diez mandamientos del Sinaí, la de las tablas de piedra, cuando, en realidad, la mayoría de las veces, se está refiriendo al todo, no sólo a una parte sino al conjunto, al libro de la ley (la Torá).
Los lectores, si desean mayor confirmación o profundizar más, pueden comparar los dos ejemplos referidos arriba, en los que es el propio Jesucristo el que cita el Antiguo Testamento como la ley y los profetas, con los siguientes textos, que no transcribimos por no hacer demasiado extenso este estudio: Mateo 7:12; 11:13; 12:5; 22:36,40; 23:23; Lucas 2:22,23,24,27,39.
Evidentemente en los textos transcritos, Jesucristo no se está refiriendo al Decálogo, sino a la totalidad de la ley, que como hemos visto abarca todo el Pentateuco. Además, en este texto de Lucas 16:16, se nos está diciendo que la ley y los profetas, es decir, prácticamente todo el AT, tendrían vigencia hasta Juan, pues a partir de entonces ya no se predicaría la ley sino el reino de Dios. Jesucristo vino a cumplir todo lo que prefiguraba el AT, por eso dice que más fácil es que pasen el cielo y la tierra a que se frustre una tilde de la ley, porque Él, sin duda cumplió absolutamente todo lo que la ley y los profetas dicen que haría el Mesías.
Lucas 24:44-49: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; 46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Y vosotros sois testigos de estas cosas. 49 He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”
Cuando la Escritura habla de la ley en general, no se refiere usualmente a una de las leyes que la componen como es la ley de las tablas de piedra, sino a la totalidad de la ley, o sea la Torá entera, el Pentateuco. La ley es, pues, un conjunto inseparable, compuesto de muchas y distintas leyes, como son, por ejemplo: leyes sobre los esclavos (Éxodo 21:1-11), leyes sobre actos de violencia ((Éxodo 21:12-25), entre la que se encuentra la conocida como ley de Talión: “Más si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, (24) ojo por ojo, diente por diente... etc.” (Éxodo 21:23-24). Leyes sobre responsabilidades de amos y criados ((Éxodo 21:26-36), Leyes sobre la restitución (Éxodo 22:1-15), Leyes humanitarias (Éxodo 22:16-31; 23:1-13), de las que destacamos “seis días trabajarás, y al séptimo reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu sierva, y el extranjero.” (Éxodo 23:12), la ley del holocausto (Levítico 6:9), de la ofrenda, del sacrificio expiatorio, del sacrificio por la culpa, leyes sobre la guerra, etc., etc. No se puede abolir unas leyes y dejar otras, pues todas ellas forman el conjunto llamado “la ley” que conforma el Antiguo Pacto.
¿A qué único pueblo sobre la Tierra dio Dios la ley como base del Antiguo Pacto?
O expresado de otra forma: ¿Qué pueblo hizo pacto con Dios y se comprometió a guardar la ley como base del mismo?
Éxodo 24:3,7,8 (véase también Deuteronomio 4:13): “Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. [...] (7) Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.
La ley fue dada exclusivamente para el pueblo judío (Deuteronomio 5:1-33; Levítico 26:46): “Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3 No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.” (Deuteronomio 5:2,3). Ningún pueblo gentil estaba obligado a cumplir esta ley. Ellos se regían por la ley moral natural que estaba escrita en sus conciencias.
Levítico 26:46: “Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.”
La ley dada en dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios (Éxodo 31:18) es el corazón y la base del Antiguo Pacto, donde se sintetizaban las palabras del pacto al que los israelitas decidieron adherirse, prometiendo obedecer todos los mandamientos contenidos en las mismas (Éxodo 24:3,7). No en vano son llamadas y conocidas por todo el pueblo judío como las tablas del testimonio (Éxodo 31:18; 32:15), las tablas del pacto (Deuteronomio 9:9; 9:11; 9:15; Hebreos 9:4) o las palabras del pacto (Éxodo 34:28). Nunca los gentiles tuvieron nada que ver con las mismas (Romanos 2:14-16; 2ª Corintios 3:3-18):
Romanos 2:14-16: “14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.” .
La ley de Moisés, la ley de Jehová, la ley de Dios, la ley del Señor son términos que se usan indistintamente para designar la ley del Antiguo Pacto, y se refieren a la misma ley, toda la ley o una parte de ella.
A lo largo de la Sagrada Escritura encontramos multitud de textos que citan la ley de alguna de las maneras expresadas arriba refiriéndose en todos los casos a la totalidad de la revelación que Dios dio a Moisés, o bien, a una parte de la misma. El libro de la ley que redactó Moisés, contiene todos los estatutos, mandamientos y leyes que Dios le dio, y que el pueblo estaba obligado a obedecer y guardar. Vamos a ver unos ejemplos:
Malaquías 4:4 (Véase además Hechos 13:39; 15:5,10,19-21,24, 28,29: “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.”
1ª Reyes 2:3: “Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas;”
2ª Crónicas 31:3: “3 El rey contribuyó de su propia hacienda para los holocaustos a mañana y tarde, y para los holocaustos de los días de reposo, nuevas lunas y fiestas solemnes, como está escrito en la ley de Jehová.”
Lucas 2:21: “Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. 22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor 23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), 24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos. [...]
(27) [...] Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: [...]
39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.”
Como hemos podido comprobar la ley de Moisés es la ley de Jehová y viceversa. No hay diferencia. Se trata de la misma ley, y se refiere no sólo a los diez mandamientos de las tablas de piedra sino a toda la ley del Pentateuco.
Lo que acabamos de decir es aplicable al libro de la ley de Jehová, o libro de la ley de Dios o libro de la ley de Moisés. También es llamado el libro del pacto. En todos los casos se trata del mismo libro y de la misma ley y se usa indistintamente, de una forma u otra.
El libro del pacto = libro de la ley de Jehová = libro de la ley de Dios = Libro de la ley de Moisés = libro de la ley = La ley = el Pentateuco:
2ª Crónicas 17:9: “Y enseñaron en Judá, teniendo consigo el libro de la Ley de Jehová, y recorrieron todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo.”
Éxodo 24:7,8: “7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.”
Deuteronomio 28:58,59: “Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS, 59 entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas;”
Deuteronomio 30:10: “cuando obedecieres a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; cuando te convirtieres a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.”
Deuteronomio 31:24-26: “24 Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, 25 dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: 26 Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti.”
Josué 8:31-32: “31 como Moisés siervo de Jehová lo había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras enteras sobre las cuales nadie alzó hierro; y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz. 32 También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de Israel.”
2ª Reyes 14:6: “6 Pero no mató a los hijos de los que le dieron muerte, conforme a lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, donde Jehová mandó diciendo: No matarán a los padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.”
2ª Crónicas 34:14: “Y al sacar el dinero que había sido traído a la casa de Jehová, el sacerdote Hilcías halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés.”
Nehemías 8:8: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.”
Creo que con esos pocos ejemplos hemos comprobado que, independientemente que la Santa Biblia denomine libro de la ley de Moisés o libro de la ley de Dios, siempre se está refiriendo a la misma ley del Antiguo Testamento que Dios reveló a Moisés en el Sinaí. No obstante, si el lector lo desea, puede encontrar muchas más pruebas de lo que afirmamos, en los siguientes textos: Éxodo 13:9; Números 19:2;31:21; Deuteronomio 4:44; 30:10; 31:9,12,26; Josué 1:7,8; 8:31,32,34; 22:5; 23:6; 24:26; 1ª Reyes 2:3; 2ª Reyes 14:6; 21:8; 22:8; 1ª Crónicas 22:12; 2ª Crónicas 12:1; 17:9; 23:18; 30:16; 31:3,4; 33:8; 34:14; 35:26; Esdras 3:2; 7:6,10,12,14,21,25,26; Nehemías 8:1-3,8,14,18; 9:3,13,14; 10:29.
¿Dónde se colocaron las tablas y el libro del pacto?
Las dos tablas del pacto se colocaron dentro del arca del testimonio o del pacto (Éxodo 25:10-22; Deuteronomio 10:5; 31:26; Hebreos 9:4), y el libro de la ley o del pacto se colocó al lado del arca: “Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti.” (Deuteronomio 31:26). No obstante, ya hemos visto que todas las leyes estaban incluidas en el libro del pacto o libro de la ley de Dios.
¿Por qué las tablas de la ley se colocan dentro del arca y el libro de la ley al lado de la misma?
¿Fue el propósito de Dios expresarnos de esta manera que los diez principios morales de las dos tablas son eternos, y los estatutos y leyes contenidos en el libro de la ley son efímeros y caducos y sólo válidos hasta que Cristo viniese y los aboliera con su muerte en la cruz?
En mi opinión, las tablas de la ley de Dios se colocaron, separadamente del libro de la ley de Dios, dentro del arca de la alianza, porque representaban la síntesis del pacto, donde se condensaban los principios morales de los que dependía toda la ley, como así lo testifica el propio Jesucristo (Mateo 7:12; 22:33-40).
Mateo 7:12: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.”
Mateo 22:34-40: “Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Los principios que contienen la ley moral de Dios son inmutables y eternos, y éstos, ratificados por Jesús, se encuentran en el libro de la ley de Moisés, precisamente fuera de las tablas de la ley (Véase Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18). Por tanto, han regido, rigen y regirán por la eternidad.
6. ¿Qué ley fue clavada en la cruz de Cristo, y, por tanto, abolida?
Cuando Cristo murió en la cruz, cumpliendo toda la ley, y todo lo que el Antiguo Testamento decía de Él, no fue abolido ningún principio moral fundamental. Su muerte no invalida la ley sino que la confirma, como dice San Pablo en Romanos 3:31. “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” (Romanos 7:12).
La ley moral nos condena y nos da a conocer que somos pecadores (Romanos 3:20). Por eso dice San Pablo “...que todos están bajo pecado, (10) Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;...[...](23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” (Romanos 3:9,10,23). Cristo tuvo que morir en nuestro lugar pagando el rescate por nuestra liberación de la condenación de la ley (Romanos 8:1-4), “porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.” (Romanos 8:3).
Romanos 5:20,21: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”.
¿Qué ley, pues, fue clavada en la cruz de Cristo, y, por consiguiente, abolida? (Colosenses 2:14; Efesios 2:15)
Colosenses 2:14: “14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,”
Efesios 2:15: “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,”
¿Qué fue abolido en la cruz, todo el libro de la ley, la Torá, incluyendo las tablas del pacto? O ¿Sólo una parte, como afirman los adventistas, la llamada ley ceremonial o ritual aunque las Sagradas Escrituras sólo se refieran a la totalidad de la ley, y nunca pueden ser abolidas a discreción ciertas partes de la misma y dejar intactas otras, haciendo una selección artificiosa e inviable?
Si como afirman los adventistas, Cristo sólo abolió en la cruz la ley ceremonial, pero en ningún caso la ley moral que está sólo en las tablas según ellos, ¿Cómo clasificamos a los dos grandes mandamientos de los que depende toda la ley y los profetas (Palabras de Jesús en Mateo 22:40)? ¿Cómo ley moral o ritual, ya que se encuentran, fuera de las tablas de piedra, en los libros de Deuteronomio y Levítico?
Otra posibilidad que se me ocurre, es que podríamos recorrer el Pentateuco del principio al fin, y crear dos grupos de leyes, e ir colocando, a nuestro criterio, lo que nos parece ley moral aun lado, y la ceremonial al otro, para luego abolir estrictamente todo lo que tiene un cariz de ser ceremonial. ¿No les parecería esta solución un tanto artificiosa e imposible de llevar a la práctica sin transgredir las más elementales normas de interpretación bíblica?
Los mandamientos de Dios son todos morales. ¿Puede dar Dios algún mandamiento inmoral? Por tanto, la voluntad de Dios y sus leyes no se hallan exclusivamente en las tablas de la ley sino a lo largo de toda la Torá. Veamos unos ejemplos en Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, comparándolos con lo que contestó Jesús a aquel intérprete de la ley, en Mateo 22:34-40:
Deuteronomio 6:5: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.”
Levítico 19:18: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”
Cuando aquel intérprete de la ley le preguntó a Jesucristo, para tentarle, “...diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende la ley y los profetas”. (Mateo 22: 37-40). Esto está en el libro de la ley de Moisés, o de Dios o de Jehová o del Señor, como se quiera, pues todo significa lo mismo. Puesto que lo único que les interesa a los adventistas es salvar las tablas de la ley, que están guardadas en el arca del pacto, porque ellas tienen el cuarto mandamiento de reposar el día del sábado, el libro de la ley de Moisés no importa que haya sido clavado en la cruz, pues de alguna manera ellos han sido capaces de salvar de la “quema” todo lo que había de moral en él, dejando, solo, por supuesto, lo que es ritual, y así todos contentos.
Si toda la ley y los profetas, es decir, casi todo el Antiguo Testamento, depende de estos dos grandes mandamientos que resumen la ley de Dios no podemos clavarlos en la cruz, ¿o sí? La cuestión es que, siendo Dios inmutable, necesariamente deben permanecer por toda la eternidad sus principios morales en los que se basa su carácter y su forma de gobernar a sus criaturas. Estos principios de amor estuvieron vigentes en el Antiguo Pacto, y lo están en el Nuevo Pacto, y por la eternidad. La exigencia de Dios al hombre siempre ha sido la misma, pero su revelación no se ha completado hasta Cristo.
Lo que quedó clavado en la cruz de Cristo, no son los grandes principios morales de amor citados antes sino todo el régimen de la ley, todo el sistema legal, entramado de leyes que componían el Antiguo Pacto, toda la “letra” que mata. Todo eso fue abolido en la cruz, incluidas las tablas de piedra, porque en Cristo se deja atrás el ministerio de muerte y condenación grabado con letras en piedras, y es inaugurado el ministerio del Espíritu y el ministerio de justificación (2ª Corintios 3:3-17), “porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más lo que permanece.” (2ª Corintios 3:11)
2ª Corintios 3:3-18: “siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. 4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. 7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, 8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? 9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. 10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. 11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. 12 Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; 13 y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. 14 Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. 15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Querido hermano en Cristo, queridos hermanos adventistas, parafraseando a Pablo, quiero preguntaros con amor ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar (Gálatas 4:9úp)?
¿Por qué todavía os empeñáis en guardar cada sábado, séptimo día de la semana, de puesta de sol del viernes a puesta, de sol del sábado, siendo tan estrictos, que sois capaces de interrumpir toda tarea secular para no hurtar ni un segundo al día de reposo de la ley, y os ajustáis en todo lo que podéis a las instrucciones y reglamentos de la ley de Dios, excepto en matar al transgresor del reposo sabático, como Dios requería en el Antiguo Pacto, aunque Él no os pide nada semejante? (Gálatas 4:9-11).
¡Despertad queridos hermanos adventistas! ¡Quitaos el velo que os impide contemplar la gran Salvación que tenemos en Cristo! Puesto que “a libertad fuimos llamados” (Gálatas 5:13). “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2ª Corintios 3:11). Si permanecéis en Cristo y en su palabra, “...conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:31). “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo...” (Hebreos 10:19), ¿por qué queréis estar bajo la ley? “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” (Gálatas 5:1).
2ª Corintios 3:14-17: “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. 15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.”
Estad firmes en la libertad
Gálatas 5:1-7: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. 2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. 4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. 5 Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; 6 porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. 7 Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? 8 Esta persuasión no procede de aquel que os llama.”
Romanos 7:6: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.”
¿Aun queremos ser esclavos de la ley tratando de guardar el sábado en todo su reglamento y los otros nueve mandamientos como están escritos en la ley?
¿Necesitamos todavía mirarnos en la ley como si no tuviéramos en nosotros la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y la muerte. (Romanos 8:2)”?
¿A qué Pacto pertenecen los cristianos? ¿Qué les vincula del Antiguo Pacto?
El apóstol San Pablo hace un bello simbolismo para distinguir entre los dos pactos, comparándolo con dos mujeres, el primero o sea, el del monte Sinaí que se representa por la esclava Agar, la Jerusalén actual, da hijos para esclavitud. El segundo pacto, es decir, el Nuevo Pacto en Cristo, simbolizado por otra mujer, la iglesia cristiana, o sea, la Jerusalén de arriba, proporciona hijos que gozan de la libertad, porque en Cristo están libres de la ley. Veámoslo como lo narra San Pablo en Gálatas 4:21-5:1-13.
Dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud;
Gálatas 4:21-31: “Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? 22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 24 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. [...]28 Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29 Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. 30 Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. 31 De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Los cristianos no somos hijos del Pacto del Sinaí, sino de la promesa que Dios hizo a Abraham.
Génesis 22:18 (ver también 12:7): “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz.”
Gálatas 4:28: “Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.”
Como sabemos Dios prometió a Abraham que tendría un hijo en su senectud, y que a través de él, por la simiente de sus descendientes vendría Cristo en la carne y, por ello, serían benditas todas las naciones de la Tierra. Abraham, al ver que envejecía y que el hijo de la promesa no llegaba, se precipitó, procreando a Ismael, hijo de la esclava Agar. Sin embargo, la bendición prometida no tenía que ver nada con él, sino que vino más tarde cuando Dios milagrosamente hizo que la estéril Sara concibiera y tuviera el hijo de la promesa tan esperado, que se llamaría Isaac (Romanos 4:1,11-25).
Por eso, San Pablo afirma que somos como Isaac, pues pertenecemos a la promesa que Dios hizo a Abraham, no nacemos de la esclava, ni tenemos nada que ver con el primer pacto, el de las Tablas de piedra del Sinaí, sino que nacemos de la Jerusalén de arriba, la celestial, es decir, al nacer de nuevo, formamos parte del cuerpo de Cristo, que es su iglesia, y somos adoptados como hijos y herederos de las promesas de Dios:
Todos los creyentes en Cristo somos, pues, hijos de la promesa que Dios hizo a Abraham, y pertenecemos al pacto de Dios con Abraham. Por ese motivo, nunca hemos estado bajo la ley del Sinaí (Ver Romanos 4:1,11-25; Gálatas 3:6-9; 15-19).
Gálatas: 3:6-9: “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.”
Gálatas: 3:10-14: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
Gálatas 3:15-18: “Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.
Gálatas 3:15-18 (versión Biblia de Jerusalén, 1998): “Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla. (16) Pues bien, a las promesas fueron hechas a Abraham, y a su descendencia. No dice: ‘Y a los descendientes’, como si fueran muchos, sino a uno solo, ‘a tu descendencia’, es decir, a Cristo. (17) Y digo yo: un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada. (18). Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa.”
Gálatas 3:23-29: “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”
Gálatas 4:1-7: “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. 3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”
6. Conclusión
En las Sagradas Escrituras, la ley es el Pentateuco o Torá o sea, los cinco primeros libros de la Santa Biblia. La ley es, pues, un entramado o sistema de leyes, sobre la que se fundamenta el Antiguo Pacto, y, por tanto, es indivisible o inseparable en sus partes. También se llama ley de Dios a cualquiera de sus partes aunque no se refieran al Decálogo de las tablas de piedra. La ley de Moisés es equivalente a la ley de Dios y nunca se refiere sólo a los diez mandamientos del Sinaí sino a todo el libro de la ley. Hemos citado varios textos en el cuerpo de este estudio para demostrarlo y que ahora no vamos a volver a repetir en su totalidad (ver por ejemplo Mateo 5:17; 7:12; Lucas 16:16; 2:21-24,27; etc., etc.)
La revelación de la ley entera y, en especial, la ley en tablas de piedra supuso un gran avance para el estado degradado en que estaban las conciencias de los israelitas, después de más de 400 años de esclavitud. De esta forma llegaron a distinguir claramente lo que era pecado de lo que no lo era. Es una revelación de la ley de amor adaptada a la época anterior de Cristo, pero que era imperfecta en tanto y en cuanto que no estuviera implantada en el corazón, pues los preceptos era posible cumplirlos de forma aparente y externa, uno por uno, como hacían los fariseos, pero mientras no tuviesen amor en su corazón, no servía de nada, pues el cumplimiento de la ley es el amor. Con Cristo se completa la revelación y es cuando nos damos cuenta que la ley es espiritual, y nosotros carnales, vendidos al pecado (Romanos 7:14), y no se puede cumplir, de forma externa, es decir, sin un corazón convertido y entregado a Cristo.
La ley fue añadida a causa de las transgresiones, “hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa...” (Gálatas 3:19; ver también: 3:15-18). Los cristianos nunca tuvimos nada que ver con la ley ni el Antiguo Pacto que fue hecho sólo para los judíos o pueblo de Israel. Pertenecemos al pacto que hizo Dios con Abraham, y somos, por tanto, hijos de la promesa. Nuestra madre no es Agar que simboliza la Jerusalén actual, que da hijos para esclavitud sino la Jerusalén de arriba que es libre, el Cuerpo de Cristo: “De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.” (Gálatas 4:31). “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.” (Gálatas 3:26).
Gálatas 4:6-11: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. 8 Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.”
Romanos 4:13-24: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. 15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. 16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros 17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. 18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. 19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; 22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia. 23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, 24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
El Nuevo Pacto no es como el Antiguo y lo sustituye completamente.
Dios mismo declara en el libro del profeta Jeremías que el Nuevo Pacto que hará con la casa de Israel y Judá no será como el Antiguo, que se fundamentaba en un sistema de leyes escritas –el ministerio de muerte grabado con letras en piedras, y el ministerio de condenación (2ª Corintios 3:7,9)- sino en el ministerio del espíritu; “...porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” (2ª Corintios 3:6; ver además Romanos 7:6). Se recomienda leer el capitulo tres entero de 2ª Corintios.
¿En que se iba a diferenciar fundamentalmente el Pacto antiguo del Nuevo?
En que una vez cumplida la ley por Cristo, éste régimen y sistema de la ley que compone y fundamenta el Antiguo Pacto desaparecería (Hebreos 8:13), y en su lugar, Dios implantaría su ley de amor en los corazones de los creyentes. Es decir, nos haría nacer de nuevo por la Palabra y el Espíritu (Juan 3:5). Los principios eternos de amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo nunca dejan de estar vigentes porque se trata de la ley moral natural. Dejan de existir como letra del Antiguo Pacto (2ª Corintios 3), pero siguen existiendo espiritualizados conforma a la ley de Cristo (Mateo 5:21-48). No pueden ser abrogados. Lo que se abroga es todo el sistema legal que fundamentaba el Antiguo Pacto y que en el Nuevo ya no es necesario porque Cristo, la Palabra de Dios nos ha dado una revelación superior y nos ha espiritualizado. Por eso Dios ya lo anuncia en el libro de Ezequiel y en Jeremías. Veámoslo:
Ezequiel 11:19,20: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, 20 para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios.”
Jeremías 31:31-34: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”
El cumplimiento de la promesa de Dios anunciada en Jeremías 31:33 se cumple a la perfección con el nuevo pacto en Cristo, y se encuentra confirmado en Hebreos 8:10:
Hebreos 8:10: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, declara el Señor: Pondré mis leyes en sus mentes, y las escribiré en sus corazones y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.”
Los cristianos pertenecemos al nuevo Pacto, no tenemos nada que ver con el Antiguo, sino que somos el fruto y cumplimiento de la promesa que Dios hizo a Abraham, de que en él serían benditas todas las naciones (Gálatas 3:14-24; Génesis 15:6;17:2,4,7,8; 22:17-18; Romanos 4:12-25).
[El] “...Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.” (Hebreos 8:13). El Antiguo Pacto y todas sus leyes fueron clavadas en la cruz. (Efesios 3:12-20). Los cristianos estamos bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21). La ley del amor que es infundida en nuestros corazones por “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús...” (Romanos 8:2; 13:8-10).
Romanos 7:6: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.”
Para los cristianos son ley todos los mandamientos que Jesús y sus apóstoles nos dieron en la totalidad del Nuevo Testamento, y no sólo en el evangelio según San Mateo, capitulo cinco. El cumplimiento de los requerimientos de la ley de Dios, la ley en general, no la de las tablas de piedra del Sinaí, sino la ley moral del amor, revelada en toda su amplitud por Cristo, implican ser perfecto, “como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mateo 5:48).
La condición y exigencia de Dios a todos los seres humanos en todas las épocas, para que pudieran ser salvos es que fueran santos así como Él es santo (Levítico 11:44,45; 19:2; 1ª Pedro 1:15, 16; Hebreos 12:14).
1ª Pedro 1:15,16: “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”
Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”
Querido hermano, usted me pregunta si me creo perfecto y sin pecado. Le respondo que me considero muy imperfecto y pecador, más aun, no soy fuerte ni física ni psíquicamente. Soy vulnerable y débil, y he sido más orgulloso y vanidoso de lo que soy ahora. Ahora soy más humilde, reconozco mi pecaminosidad, al contemplar la santidad de Dios, por eso me he acogido a la justificación y perdón de mis pecados en Cristo.
1ª Corintios 1:27-32: “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. 30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 32 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Ahora, no necesito mirar la ley para reconocerme pecador. Ahora sólo miro a Jesús, “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. (Romanos 4:25; Tito 3:5-9). La ley ya no tiene poder sobre mí, porque, aplicándome la Palabra de Dios, “he muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que sea de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que lleve fruto para Dios.”(Romanos 7:5 parafraseado; véase también 2ª Corintios 5:14-21). “(6) pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Romanos 7:6). “Porque el pecado no se enseñoreará de mí; pues no estoy bajo la ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14, parafraseado). Ahora, pues, “justificado por la fe, tengo paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;” (Romanos 5:1, parafraseado).
Si usted, apreciado hermano, no es capaz de comprender que los cristianos estamos bajo el régimen del Espíritu y no bajo el régimen de la letra, ruegue a Dios, para que su entendimiento sea iluminado y el velo de Moisés le sea quitado por Cristo (2ª Corintios 3:13-16).
¿Puede alguien en este mundo ser perfecto, y cumplir a la perfección la exigencia de la perfecta ley, la de la libertad (Santiago 1:25;2:12), la de amar al prójimo como a sí mismo y a Dios sobre todas las cosas y con todo nuestro corazón?
Si nuestra respuesta es afirmativa, entonces ¿Para qué tuvo que morir Cristo por nuestros pecados, “pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:19; ver también Tito 3:5-9)?
Gálatas 2:16-21: “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. 17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. 18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. 19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. 20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.”
Querido hermano, usted, en su último correo de 06-02-10, me plantea la siguiente interesante ecuación matemática: 10 – 1 # 9 (diez menos uno es distinto de nueve). A fin de tratar de demostrar, con la epístola del apóstol Santiago, que: 10 – 1 = 0 (diez menos uno es igual a cero).
Naturalmente, usted se fundamenta en Santiago 2:10 que afirma: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.”. Es decir, cualquiera que guarda los diez mandamientos de la ley de Dios menos uno, es como si no hubiese cumplido ninguno de ellos. Es totalmente cierto, lo que afirma el apóstol Santiago y, por tanto, también lo que usted declara, excepto en algunos matices, que diré a continuación:
La ley moral de Dios no tiene diez preceptos sino básicamente sólo dos: Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende la ley y los profetas”.
El amor no se evalúa cumpliendo nueve o diez mandamientos o seiscientos trece. Si yo cumplo aparentemente los diez mandamientos de las tablas del Sinaí, o de las tablas del corazón, me da igual, y, parafraseando a San Pablo, “no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (1ª Corintios 13:1úp-3). El cumplimiento de la ley es el amor, “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Gálatas 5:14). “El amor no hace mal al prójimo así que el cumplimiento de la ley es el amor.” (Romanos 13:10).
Estimado amigo, puesto que no estamos bajo el régimen de la ley, “si somos guiados por el Espíritu no estamos bajo la ley” (parafraseado de Gálatas 5:18). Sin embargo. Si dejo, voluntariamente, de ser obediente, no sólo a los nueve principios morales fundamentales, sino a cualquier otro mandamiento de la Palabra de Dios en el Nuevo Pacto, “transgresor me hago” (Gálatas 2:18 úp). “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. ” (Gálatas 5:22,23).
1ª Juan 3: 9: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.”
1ª Juan5: 18: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.”
1ª Juan 3: 5,6: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.”
Cristo nos ha dado potestad para ser hechos hijos de Dios, y por tanto, para no practicar el pecado.
Juan 1:12,13: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
¿Son sólo diez los mandamientos que debe obedecer el cristiano en el Nuevo Pacto?
El apóstol Juan nos dice cual es el mandamiento de Dios: “23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. 24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.” (1ª Juan 3:23,24).
Juan 14:15: “Si me amáis guardad mis mandamientos.”
1ª Juan 5: 1-5: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos (3) Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
¿A qué mandamientos se está refiriendo Cristo que debemos guardar para demostrarle nuestro amor? ¿A las tablas de la ley del Sinaí?
Si ya finalizando, este estudio aun creemos que Cristo se está refiriendo a las tablas del Sinaí, poco puedo ya decir al respecto. No digo que las tablas de la ley no contengan los principios morales fundamentales, pero no están todos desarrollados como con Cristo. Es una ley adaptada al tiempo en que se promulgó.
No obstante, sin necesidad de recurrir a la ley de las tablas de piedra, el Nuevo Testamento, para que nadie se confunda, deja claro que el verdadero amor no hace mal a nadie, sino bien a todos, y no se puede amar si no se tiene al Espíritu Santo en el corazón. Ser fiel y obediente a la Palabra de Dios revelada en el Nuevo Testamento, significa mucho más que la obediencia a ley del Sinaí (los diez mandamientos). Aparte de la amplitud, profundidad espiritual que Cristo dio a los principios morales contenidos en dicha ley, Él dio nuevos mandamientos que no contemplaba la ley de las tablas de piedra como citaremos a continuación. Por ejemplo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:19,20; Marcos 16:15,16)
No obstante, la fidelidad del cristiano es obra de Dios para que nadie se jacte, y a Él debemos darle toda la gloria de nuestra conversión y nacimiento en Cristo, y al don y poder del Espíritu Santo que recibimos para vencer el pecado. Nada hay en el ser humano de que pueda vanagloriarse, y menos de hacer las obras de la ley. Nuestra obra es creer con fe verdadera a Cristo y todas sus promesas, y esto también es don de Dios (Efesios 2:8; Hebreos 12:2).
Mateo 5:43-48: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”
Además están todos los mandamientos que nos dieron los apóstoles (ver, por favor, los capítulos 12 y 13 de Romanos). Para no ser muy extensos citaremos sólo unos pocos ejemplos:
Romanos 12:12,13: “gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; 13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.”
Romanos 13:1,2,7,8: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. [...] 7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. 8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.”
Gálatas 5:16: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”
Efesios 5:18: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.”
Hechos 2:38: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
La ley en el nuevo pacto no conserva el mandamiento de guardar el reposo del sábado, por varios motivos:
A) Reposar un día de cada siete nunca ha sido un principio moral, sino una necesidad biológica, psicológica, social, y, si se quiere, también espiritual. Fue preconizado por Dios cuando reposó en el séptimo día de toda su obra. Y Cristo nos explicó que había sido hecho por causa del hombre, es decir, porque era para su bien, pero nunca como un mandamiento. El mandamiento vino miles de años más tarde, y fue dado exclusivamente al pueblo judío, como señal entre él y Dios. El Nuevo Testamento no lo ratifica sino que, por el contrario, afirma que fue sombra del reposo de la salvación en Cristo. (veáse Colosenses 2:16-17; Gálatas 4:9-11; Hebreos 4:1-11). No es verdad en absoluto que Colosenses 2:16, se refiera exclusivamente a los sábados mensuales y anuales, pues de ser así en el texto se produciría una redundancia inexplicable.
B) Cristo no lo reivindicó en absoluto sino todo lo contrario (véase Mateo 12:1-8). Tampoco los apóstoles, cuando los fariseos que se habían convertido a Cristo quisieron que los cristianos guardasen la ley de Moisés. Esta fue su respuesta a aquellos judaizantes:
Hechos 15:10,11: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.”
Hechos 15:28,29: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.”
Aquí se presentó una magnifica ocasión para recordar el reposo sabático de la ley de Dios, pero no lo hicieron. ¿Por qué? Porque ya no existía ninguna obligación, y los cristianos ya habían empezado a reunirse en el primer día de la semana (Hechos 20:7), y no porque fuese obligado reunirse en ese u otro día de la semana. Ya dejó de haber mandamiento de reposar un día a la semana (Romanos 14:5,6).
No vale el argumento de que Jesús y los apóstoles asistiesen a la sinagoga en sábado, puesto que eran judíos, y estaban sujetos al Antiguo Pacto. Si en el libro de Hechos de los Apóstoles encontramos que Pablo asistía a esas reuniones era a fin de evangelizar a los judíos, y porque todavía estaba incipiente la formación de la iglesia primitiva entre los gentiles.
El siguiente argumento que usted da para sostener que Jesús en Mateo 24:20 estaba reafirmando el mandamiento de reposar en sábado no es válido en absoluto.
Mateo 24:20: “Orad, pues, que vuestra huída no sea en invierno ni en día de reposo [Sábado]”.
Transcribo su argumento y comentario que hace sobre este texto:
“(Todos los que hemos vivido en países con estaciones de inviernos muy frías sabemos lo difícil y peligroso que seria una huida bajo esas condiciones y sin preparación alguna, el 99% moriría en el intento, así de peligroso seria huir en un día Sábado, porque estaríamos pisoteando un precepto Divino y Santo de la Ley de Dios en el cual El Altísimo nos ordena reposar, y el porcentaje de morir como resultado de esta transgresión es del 100%). No hay salvación posible.”
¿Cree usted, querido hermano, que en el supuesto que el reposo del sábado fuese un mandamiento que estuviese vigente para los cristianos, la obligación de guardarlo debiera llegar hasta el extremo de exponer y entregar la vida física a la muerte con tal de no perder la vida eterna?
¿Usted se ofrecería en holocausto entregando su vida, si fuera necesario, con tal de no transgredir el reposo sabático si tuviese que realizar un viaje durante las horas del día sábado, a pesar que con esa huida usted podría preservar su vida presente?
No necesito esperar su respuesta, para deducir que usted estaría dispuesto a todo, hasta morir, si fuese necesario para no transgredir un solo mandamiento de la ley de Dios. Eso está muy bien, demostraría integridad moral, siempre que usted estuviera obedeciendo una orden de Dios, pero ¿si no fuera así, y sólo se tratara de un mandamiento de hombres? ¿Haría usted bien en ese caso?.
Cristo Jesús sufrió hasta la muerte, y muerte de cruz, terriblemente cruenta. Como cristianos debemos permanecer fieles a Él, imitadores de Él, y ser capaces de entregar nuestra vida, si fuese necesario, por Él, en defensa de la verdad, y por la victoria sobre el pecado. Como nos dice Hebreos 12:4: “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo el pecado;”. Nunca deberíamos ceder al pecado y a la tentación, transgrediendo ningún mandamiento del Nuevo Testamento. Ni siquiera para salvar la vida, pues las palabras de Jesús, son muy claras al respecto: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará (Lucas 17:33; véase también Mateo 10:39; 16:25; Marcos 8:35; Lucas 9:24). Sin embargo, Jesús habla de ser fiel a Él y al evangelio. Nos ordena no ceder en nuestra fidelidad y obediencia por temor a perder la vida presente, pues ello significaría cobardía, y los cobardes no van al cielo (Apocalipsis 21:8).
Lástima que usted sacrificaría su vida en vano, pues el reposo sabático nunca fue un mandamiento para los cristianos. Que yo sepa, ningún esclavo cristiano, en el tiempo de los emperadores romanos jamás tuvo que entregar su vida por negarse a trabajar en sábado. Como esclavos ellos tenían que trabajar todos los días de la semana siempre que sus amos, no cristianos, se lo exigieran. Tampoco los mártires romanos de los primeros siglos tuvieron que sufrir martirio por negarse a trabajar en sábado, sino que era por motivos mucho más serios e importantes, como la lealtad a Cristo y a sus enseñanzas y a las de los apóstoles, como cuando, “...Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios.” (Hechos 4:19)
Jesucristo, en Mateo 24:20, no está diciendo a sus discípulos que si precisaran huir en día sábado, les valía más no hacerlo, a fin de cumplir uno de los reglamentos del reposo sabático que consistía en no recorrer más de determinada distancia, que también estaba estipulada en el mismo (Hechos 1:12úp). Pues se enfrentarían al dilema, entre tener que “profanar gravemente” el reposo sabático para salvar su vida presente, cometiendo un pecado tal que no podría ser perdonado, lo que equivaldría a perder el derecho a la vida futura, la eterna, y mantenerse firmes en el cumplimiento de la ley, no huyendo, o sea, no realizando ningún viaje, aunque eso supusiese la pérdida de la vida presente, con tal de no perder la futura.
Esto es totalmente absurdo, por calificarlo de una manera suave. ¿No lo cree usted también así, a la vista de estos argumentos? Quizá podamos entender mejor las palabras de Jesús, si hubiéramos sabido que Él, les pidió que rogasen al Padre para que la huida no fuera en sábado, porque en ese día se cerraban todas las puertas de la muralla que protegía a la ciudad de Jerusalén, y por tanto salir de la ciudad sería mucho más difícil, por motivos obvios.
Usted también afirma en su correo que los diez mandamientos son el sello de Dios para los cristianos. Solamente le diré que eso no es bíblico. El sello de Dios es el Espíritu Santo implantado en la mente y corazón del creyente (Efesios 1:13,14; Véase además Efesios 4:30; 2ª Corintios 1:22). (Véase también, Apocalipsis 7:2,3;9:4). Los sellados son todos aquellos “...que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Apocalipsis 7:14 úp).
Efesios 1:13,14: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
Querido hermano en Cristo, con este estudio que he redactado ex profeso para usted serán nueve los estudios bíblicos sobre la ley y el sábado que he publicado en mi web www.amistadencristo.com. Me gustaría que este fuese el último, para poder dedicar mis energías, que son escasas, a otros temas, también muy importantes, que todavía quedan por explicar de la Santa Biblia. No es posible recoger en un solo artículo todos los argumentos sobre el tema tratado, por lo que recomiendo que lea también los otros ocho estudios que tratan acerca del sábado y la ley, si se quiere tener una mayor visión global y más profunda del tema.
Con la ayuda de Dios, espero haber contestado adecuadamente a sus preguntas, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:
carlosortsgmail.com
Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
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