Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

¿Cuál es la ley del pecado y de la muerte?

 

¿Existen dos leyes, la espiritual y la que nos lleva a la muerte?

 

Versión 10-12-10

 

Carlos Aracil Orts

 

1. Introducción*

Estimada hermana en Cristo, te felicito por las preguntas tan interesantes e importantes que me planteas en tu último correo, y, también, porque compruebo que te ocupas de estudiar las Sagradas Escrituras,  alimentándote de ellas como “pan de vida” y Palabra de Dios, “...las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús...” (2ª Timoteo 3:16,17).

Los importantes interrogantes te surgieron al leer los siguientes versículos del capítulo siete de la Epístola que San Pablo dirigió a los Romanos:

Romanos 7:21-25: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”.

Y no pudiste sino preguntarte a ti misma lo siguiente:

“¿Existen dos leyes, una, espiritual, y, otra, la que nos lleva a la muerte? En romanos 7:25 Pablo habla de que entiende que tiene que someterse a la ley de Dios pero su humanidad le lleva a someterse a la ley del pecado ¿Qué ley es ésa? ¿Es una tercera ley o Pablo habla de la ley de Moisés por medio de la cual nos enteramos del pecado que tenemos dentro de nosotros y vamos y nos sometemos bajo la gracia del Señor para no ser mas esclavos de esta ley?"

 ¿A cuántas leyes se refiere el gran apóstol Pablo en esos pocos versículos de Romanos 7:21-25?

¿Se trata de una única ley o de varias leyes?

¿Existen dos leyes, una espiritual –la ley de Dios-–, y otra, –la ley del pecado–  que nos lleva a la muerte? (Romanos 7:25).

¿Es la ley del pecado una tercera ley o se trata de la ley de Moisés? ¿Cuál es la ley del pecado y de la muerte?

En el cuerpo de este estudio trataremos de responder estas cuestiones.

 2. Qué significa el término ley en la Biblia

En el mundo y la naturaleza existen muchas leyes, unas de origen humano y otras de creación divina. Todo lo existente está regido por leyes naturales.

La palabra “ley” tiene varias acepciones. Citaremos sólo algunos significados como ejemplos que obtenemos de los diccionarios1:

Lo que aquí nos interesa saber es qué significa generalmente el término “ley” en la Biblia, y, por extensión, a qué se está refiriendo San Pablo, cuando nombra la palabra ley, ya sea con “apellidos” o sin ellos. Para ello, en primer lugar, recurriremos a lo que declaró el mismo Cristo.

¿A qué se refería Jesucristo cuando habló de la ley? Veamos:

Mateo 5:17: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” (Biblia de Jerusalén, 1998).

Mateo 22:37-40: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Éste es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”.

Lucas 16:16,17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él, (17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.”

Lucas 24:44: “... era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos..

Todas estas declaraciones registradas en los Evangelios de Mateo y Lucas proceden del mismo Jesucristo. Creo que nadie pone en duda, que aluden al Antiguo Testamento o Biblia hebrea. Sin embargo, habla en singular cuando se refiere a la ley. No dice “las leyes” ¿Por qué lo hace así, si Dios reveló muchos tipos de leyes al pueblo de Israel?

Además de los Diez mandamientos, Él les dio también otras muchas leyes (Éxodo 24:3), que Moisés después escribió en el llamado libro de la Alianza (o del Pacto: Éxodo 24:4, 7), o libro de la Ley (Deut. 29:21; 30:10; 31:26). Este libro es el que Dios mandó que se colocara al lado del arca del Pacto o Alianza (Deuteronomio 31:26). Es el libro de la ley de Moisés (Josué 1:8; 8:31,34; 23:6); pero, al mismo tiempo, también es el libro de la ley de Dios (Josué 24: 26).

¿Qué contiene el libro de la ley de Moisés o de Dios? 

Contiene “el Código de la Alianza o del Pacto”, es decir todas las leyes que Dios consideró necesarias para que su pueblo Israel no sólo conquistara Canaán sino para su establecimiento como pueblo, las relaciones entre unos y otros, y para su gobierno teocrático3. En los versículos citados hay, junto con leyes morales que siguen teniendo vigencia, otras leyes que no la tienen en absoluto. Por ejemplo:

Ejemplos de leyes abolidas, no están vigentes porque ya no tienen sentido, y tampoco en el Nuevo Testamento se recogen sus principios:

Éxodo 20:24-26: Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. 25 Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás. 26 No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él.

Éxodo 21:22-25: Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. 23 Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, 24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, 25 quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.

Éxodo 23:14-17:  Tres veces en el año me celebraréis fiesta. 15 La fiesta de los panes sin levadura guardarás. Siete días comerás los panes sin levadura, como yo te mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en él saliste de Egipto; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías. 16 También la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo. 17 Tres veces en el año se presentará todo varón delante de Jehová el Señor.

Ejemplos de leyes cuyos principios siguen vigentes porque el Nuevo Testamento recoge su espíritu:

Éxodo 23:12: Seis días trabajarás, y al séptimo día reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu sierva, y el extranjero.
Éxodo 20:23: No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.
Éxodo 23:7: De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío.
Éxodo 22:22: A ninguna viuda ni huérfano afligiréis.
Deuteronomio 10:12-13: Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; 13 que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?

Excepto Éxodo 23:12, que no es una ley estrictamente moral sino una ley humanitaria, que ordena el descanso semanal más adecuado para la naturaleza del ser humano (Génesis 2:2,3), necesario para mantener en buenas condiciones su salud, el resto son  leyes morales, cuyos principios son asumidos en el Nuevo Testamento.

Como podemos comprobar, el Código contenido en el libro de la ley de Moisés no hace distinción alguna entre leyes morales o ceremoniales. No hay dos leyes, como afirman algunos: La ley ceremonial o ritual y la ley moral o Diez mandamientos. ¿Se puede considerar acaso todo el contenido del citado libro como leyes ceremoniales cuyos principios han quedado totalmente obsoletos y por tanto, correspondieron a la época de Moisés, hasta la muerte de Cristo y ya no son necesarias ni aplicables en las sociedades en que vivimos? En nuestra opinión, creemos que no sería correcto. El libro de la ley contiene además de los Diez mandamientos, cientos de leyes morales y también otras muchas leyes ceremoniales o rituales, como las que describimos arriba.

En los versículos de los Evangelios de Mateo y Lucas citados arriba, Jesucristo, cuando nombra “La ley y los profetas”, o bien “La ley, los profetas y los Salmos” se está refiriendo al Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), es decir, lo que los judíos consideran el corazón de su Biblia, lo que ellos llaman la Torá, y, también, al resto de los libros que componen el AT. O sea que Jesús está afirmando que todo el Antiguo Testamento da testimonio de que Él es el Mesías y que ha venido a cumplir la ley (la Torá) y lo que han predicho los profetas acerca de Él.

Ahora os propongo que en esas frases de Jesús sustituyamos la palabra “ley” por el concepto que normalmente entendemos los que estamos familiarizados con las religiones Católica y Adventista. Seguramente, que la mayoría identificaríamos “ley = Diez mandamientos”, el famoso Decálogo que Dios entregó a Moisés en dos tablas de piedra (Éxodo 20:1-17).

Mateo 5:17: “No penséis que he venido a abolir la Ley [los Diez mandamientos] y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” (Biblia de Jerusalén, 1998).

Mateo 22:37-40: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Éste es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley [los Diez mandamientos] y los profetas.”.

Lucas 16:16,17: La ley [los Diez mandamientos] y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él, (17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.”

Lucas 24:44: “... era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés [los Diez mandamientos], en los profetas y en los salmos..

¿Te parece que se entendería mejor o peor? En mi opinión, es evidente que Jesús cuando nombra la ley no se está refiriendo a los Diez mandamientos sino a toda la ley, el Pentateuco o Torá. Por otro lado la Biblia no hace tampoco distinción entre la ley de Moisés y la ley de Dios, ambas son la misma ley (Éxodo 13:9-13;21:1-11; Lv. 26:46; Núm. 19:1-2; 31:21; Dt. 4:44; 30:10; Josué 8:31,34; 23:6; 24:26; Lucas 2:22-24,39; Hebreos 10:28; 1ª Cor. 9:9; etc.).

3. Identificando la ley a la que hemos muerto mediante el cuerpo de Cristo.

Romanos 7:1-3: ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.

En estos versículos 1-3 citados arriba, el apóstol Pablo trata de hacernos ver que la ley en general, cualquier ley, sólo tiene vigencia o domina sobre el hombre mientras éste vive. Con esta finalidad nos presenta una ilustración práctica: la esposa (y suponemos que también sería válido a la inversa en nuestra época) está sujeta a la ley del marido, es decir, se deben fidelidad mutuamente por el vínculo del matrimonio mientras vivan. El que se une a otra persona mientras el matrimonio subsiste, adultera. Sin embargo, cuando uno de los cónyuges muere, queda libre de esa ley y puede casarse con otra persona. La muerte del marido, que simboliza a Cristo, significa nuestra muerte porque Él ha sufrido en su cuerpo la penalidad de la ley que nos correspondía a cada uno de os seres humanos que se unen a Cristo. Si hemos muerto en Él, estamos libres de la ley en el sentido de que ya no puede condenarnos, aunque no la cumplamos a la perfección.

Romanos 7: 4-5: Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.

Igualmente sucede con la ley moral o Diez mandamientos (el contexto nos dice que se trata de esa ley específica: No codiciarás, -Romanos 7:7). Dicha ley no tiene vigencia para los cristianos porque hemos muerto a la misma a través del cuerpo de Cristo que cumplió la ley a la perfección por nosotros y murió en nuestro lugar, sin haber cometido pecado, porque Dios “lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2ª Corintios 5:21; ver también Romanos 8:3,4).

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
Romanos 7:7: ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás, (Cf. Éxodo 20:17)
Romanos 7:12: De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
Romanos 8:3-4: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Todos estos textos, aunque aparece varias veces la palabra “ley”, sin más, o sea, sin “apellidos”, se refieren a la misma ley, que no cabe confundir con ninguna otra ley. la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. (Romanos 7:12)

¿Qué ley santa tan importante fue la que Dios escribió en tablas de piedra, en el monte Sinaí, y en medio de un impresionante estruendo, humo, relámpagos y con sonido de la bocina? (Éxodo 20:17; 24:12; 31:18)

Antes de unirnos a Cristo estábamos en la carne y bajo la ley de Dios (Romanos 7:5). Sirviendo al pecado. Ahora, hemos muerto en Cristo y somos de Él. Estamos bajo su gracia, libres de la ley y del pecado y siervos de Dios (Romanos 6:16-22). Cuando estábamos en la carne, el pecado que está en nosotros, por medio de la ley, revivía (Romanos 7:9-22); en primer lugar, despertando nuestra conciencia de su letargo; y en segundo lugar, excitando nuestro deseo hacia lo prohibido, provocando una rebelión contra Dios en nuestra vieja naturaleza, a favor de satisfacer los deseos de la carne. La ley no puede hacer otra cosa que acusarnos de ser pecadores, denunciar a nuestra conciencia su incumplimiento en pensamientos y/u obras, sin darnos el poder necesario para vencer al pecado que mora en nosotros.

El problema, pues, consiste en que, el ser humano, no puede ser fiel a Dios y a la ley por más que lo desee o lo procure, si antes no pasa de ser carnal a espiritual. Mientras el hombre o la mujer viven según su naturaleza carnal “no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”; “por cuanto los designios (las tendencias) de la carne son enemistad contra Dios” (Romanos 8:7). El cristiano, en cambio, cuando muere la naturaleza carnal, el viejo hombre (Efesios 4:22-24), muere asimismo a la ley y al pecado, “... mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.” (Romanos 7:4).

En definitiva, quedamos libres de la ley de Dios porque morimos a ella por medio del cuerpo de Cristo muerto en la cruz, en lugar nuestro.  “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 7:4). El objetivo de la ley es evidenciar nuestros pecados para conducirnos a Cristo. “De manera que la ley ha sido nuestro ayo (o pedagogo5), para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.”  (Gálatas 3:24-27).

Cuando ejercemos fe en Cristo, como nuestra justicia (1ª Corintios 1:30; Romanos 3:21-26), -“Porque somos sepultados juntamente con él [Cristo], para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;” (Romanos 6:4-5)-, entonces la ley y el pecado dejan de tener poder sobre nosotros, porque ha muerto “... nuestro viejo hombre [que] fue crucificado juntamente con él [Cristo], para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” (Romanos 6:6). “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14). Sin embargo, tengamos en cuenta que mientras tanto no nos apropiemos de la muerte de Cristo, seguiremos bajo la condenación de la ley divina, y la ley de la fe no tendrá efecto en nuestra vida (Romanos 3:27). Es imposible y totalmente incompatible estar con Cristo y al mismo tiempo estar bajo la Ley.  “Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.” (Romanos 7:5). De este texto deducimos que antes de morir con Cristo estábamos en la carne (7:5), sin el poder de Cristo para vencer al pecado. En este momento se hace necesario que comprendamos bien que es “estar en la carne”.

¿Qué significa estar en “la carne”, vivir o andar en la misma según Pablo?

En primer lugar, debemos averiguar qué quieren decir las Sagradas Escrituras cuando emplean el término “carne”. ¿Se están refiriendo sólo al substrato material que compone todo organismo humano o por el contrario, “carne” simboliza el ser humano en su totalidad, resaltando la debilidad de su naturaleza  caída (Mateo 26:41)? Dejemos que la Santa Biblia hable:

Génesis 6:3: Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán  sus días ciento veinte años.
Zacarías 2:13: Calle toda carne delante de Jehová; porque él se ha levantado de su santa morada.
Jeremías 25:31: Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a espada, dice Jehová.

Con los textos citados arriba queda meridianamente claro que la Escritura llama “carne” al ser humano en su totalidad.

Luego si todos estamos hechos del mismo tipo de “carne” ¿Qué mal hay en estar o vivir en la carne? ¿Podemos vivir en otro medio distinto de la “carne”? Todos somos seres humanos caídos. Esto quiere decir, que todos hemos pecado y tenemos en nuestra naturaleza el germen del pecado, o sea la tendencia al pecado, por el pecado de Adán. El mal entró en el mundo por la actuación de un hombre (Romanos 5:12). Por tanto, la responsabilidad del pecado en el mundo se debe a la propia voluntad humana (Romanos 5:12-14). El estigma del pecado lo llevaremos en nuestra carne hasta que muramos o seamos transformados a la semejanza de Cristo resucitado cuando Él venga en gloria (1ª Tesalonicenses 4:13-18). Porque nuestra carne es débil (Mateo 26:41).

“Estar en la carne” significa que no somos capaces de dominar los apetitos desordenados sino que ellos toman nuestro control y resultamos esclavizados por nuestro propio egoísmo y por querer satisfacer a toda costa nuestros deseos pecaminosos. En este punto, debemos aclarar que las concupiscencias a que aludimos no se limitan a las sexuales, como “... son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia”, sino también a la “idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas”; (Gálatas 5:19-21).

Por tanto, en ese “estar en la carne” están implicados nuestros propios pensamientos naturales, voluntad (deseo) natural egoísta y capacidad natural humana, condicionada por los apetitos que anteriormente citamos. Por otra parte, tenemos que dejar claro que, la “carne”, entendiendo en este caso el substrato material que forma nuestro organismo o cuerpo humano no es mala ni pecaminosa. “Jesucristo tomó nuestra misma carne cuando se encarnó, y no había pecado en Él.

“La relación entre el pecado y la carne no es ni inherente ni necesaria; es accidental, determinada por un hecho histórico y capaz de desaparecer por la actuación del Espíritu Santo, siendo sin embargo cierto, que no está en nuestra mano el poder superarlo sin ayuda, lo que implica la necesidad del Salvador.”6

De ninguna manera podemos caer en un dualismo entre “carne” y espíritu, rechazando, como lo hacían los gnósticos, a la materia como portadora del mal, y teniendo al espíritu puro como el único bien posible.

Estar en la carne” también es confiar en nuestras propias fuerzas para vencer el mal y la tentación. Intentar cumplir la ley como una norma exterior a nosotros mismos. Tratar de justificarse por medio de hacer las obras de la ley (Gálatas 3:16).

El apóstol Pablo nos presenta otro claro ejemplo de actuación carnal en el siguiente texto:

1ª Corintios 3:3: ...porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?

 Como dijimos antes, situarnos bajo la ley es no dejarse guiar por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18), y no acogerse a su poder sino confiar en nosotros mismos. Ello produce las obras de la carne que hemos visto antes e impide dar los frutos del Espíritu. (Gálatas 5:22-25). El Espíritu Santo y “la carne” están en oposición. Donde impera “la carne” no reina el Espíritu. (Gálatas 5:16,17). Veamos los textos que apoyan lo que afirmamos:

Gálatas 5:16-18: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

Gálatas 5:13: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. 14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

La clave del triunfo del cristiano es vencer a la carne por medio del Espíritu Santo. Él nos conduce al bien y da poder para crucificar a nuestro viejo hombre, con sus apetitos y pasiones ilícitas. Sólo Cristo pudo vencer al poder del pecado, y sólo Él por medio del Espíritu Santo nos capacitará para la victoria final. Si no tenemos el Espíritu de Cristo no somos de Él. A continuación citamos los pasajes que respaldan lo que hemos aseverado:

Romanos 8:9,10: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.

Romanos 6:6-8: sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;

Gálatas 3:19-21: Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. 20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; (4) porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,...” (2ª Corintios 10:3,4).

4. ¿Cuáles son la ley del pecado y de la muerte y otras citadas en Rom. 7: 21-25 y 8:1-3?

En el contexto inmediato, Romanos 7:14-20, Pablo narra su vivencia; pero no sabemos exactamente, si se refiere a la que tuvo como creyente judío, o la que experimentó después de su conversión a Cristo. En cualquier caso, se trata de una experiencia bastante común de los cristianos en general, quizá muy coincidente con la de mayoría de los cristianos legalistas.  En el fiel cristiano es, pues, normal que exista durante toda su vida una lucha entre lo carnal y lo espiritual; entre el hombre exterior o viejo y el ser interior; el yo carnal (la totalidad del ser: emociones, pensamientos, instintos, etc.) se opone al yo espiritual, o sea a la parte espiritual y racional de nuestra mente (la zona de la conciencia y/o consciencia). Por eso, el Apóstol nos advierte que “si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:13). El hombre interior, que se deleita en la ley de Dios (22), quiere hacer el bien pero se enfrenta al yo carnal, donde mora el pecado, entonces su yo consciente se da cuenta que “el mal está en mí/[él]” (7:21). Esa ley que está en mis/[sus] miembros se rebela contra la ley de su/mi mente, y le lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis/[sus] miembros. (7:23]. Analicemos las Leyes citadas por san Pablo en Romanos 7:21-25 y Romanos 8:1-4:

Romanos 7:21-25: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”.

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

 En efecto, el apóstol Pablo habla de las siguientes leyes:

Ahora bien, ¿Qué medio utiliza el Espíritu Santo para librarnos de la ley del pecado y de la muerte y de la ley que nos condenaba? Este medio es, sin lugar a duda, el Evangelio, “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.” (Romanos 1:16).  A continuación algunos textos que prueban esta afirmación:

Romanos 1:16,17: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Nuestro Salvador Jesucristo, quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio

2ª Timoteo 1:10: pero que ahora ha sido manifestada [la gracia] por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,

5. Conclusión

La ley de Dios o de Moisés, ambas son la misma ley,  santa, justa y buena, “porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” (Romanos 3:20). La ley no puede salvarnos porque no tiene poder en ella misma. Sólo puede condenarnos, y hacernos sentir morir, porque acrecienta el pecado de la conciencia dormida de dos maneras. Una evidenciando nuestros pecados y despertando nuestra aletargada conciencia. Y dos, excita el deseo hacia lo prohibido, provocando una rebelión de la carne contra el Espíritu. “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; [la cual es Cristo]” (Gálatas 3:19pp. Cf. 3:15-17);  y para conducirnos a Cristo.  “De manera que la ley ha sido nuestro ayo (o pedagogo), para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25 Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.”  (Gálatas 3:24-27).

Venida la fe, y una vez en Cristo, la Ley ya no tiene potestad alguna porque hemos muerto por medio del cuerpo de Cristo (Romanos 7:4,6). “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” (2ª Corintios 5:14,15). La justicia perfecta que exige la ley se cumple en Jesucristo, y al convertirse en pecado por nosotros, salda nuestra deuda con la ley, con su muerte vicaria en la cruz por los pecadores: “21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2ª Corintios 5:21). Por medio del cual “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio del Señor Jesucristo.” (Romanos 5:1).

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1-4).

Las Sagradas Escrituras hablan de tres leyes: La primera es común para toda la humanidad, la ley del pecado y de la muerte. Todos hemos pecado y todos merecemos la muerte. Esta ley que está en nuestros miembros, es decir, en nuestra carne, es la ley del pecado que nos transmitió Adán, o sea la tendencia carnal por la que todos pecamos. Jesús se refiere también en Juan 8: 34 a la misma ley cuando nos habla de la esclavitud del pecado: “...aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.”.

La segunda es la ley de Dios, que afecta a todos los que la conozcan y no la obedezcan a la perfección sino están en Cristo. En caso de que estuvieran sin ley, su conciencia les acusará o defenderá sus razonamientos (Romanos 2:15, 16).

La tercera es la ley del Espíritu de vida, la única que puede librarnos del pecado y de la muerte y de la condenación de la ley de Dios. Todo el mundo puede acogerse a esta ley obedeciendo al Evangelio mediante la fe en Jesucristo.  Los cristianos, deben someterse a la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, siendo obedientes mediante la fe, a Cristo y a su Evangelio, que “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.” (Romanos 1:17). Ésta es la ley de la libertad (Santiago 1:21-25; 2:12). “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; (32) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31,32). Luego conocer la verdad y permanecer en su palabra (que es la verdad: Juan 17:17) nos hace libres. Considerémonos hijos de Dios si estamos en Cristo:

Romanos 8:12-17: Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Para que podamos decir como el apóstol Pablo:

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)

Con la ayuda de Dios, espero haber contestado adecuadamente a sus preguntas, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:

carlosortsgmail.com

 

Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com

 

 

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2003
2http://es.wikipedia.org

3Éxodo 20:22 – 23:19; véase además Deuteronomio10:12-20; 11:13;12:6,13-32; Capítulos: 13-25; etc.

4El régimen de la ley, al prohibir el pecado, no conseguía más que dar sentencia de muerte contra el hombre transgresor (ver Ro. 7:7. Esta es la sentencia que Dios suprime, ejecutándola en la persona de su Hijo: después de haberle “hecho pecado”, 2 Cor. 5:21, “sometido a la Ley”, Ga 4:4, y “maldito” por ella, Ga. 3:13, le entregó a la muerte en cruz, clavando en el leño y destruyendo en su persona el documento que contenía nuestra deuda y nos condenaba. (Comentario a Colosenses 2:14: Biblia de Jerusalén, 1998)

5Una vez que el pedagogo ha llevado a los niños al maestro, concluye su cometido. Este era el cometido preparatorio, esencialmente temporal, de la Ley, realizado ya por la fe en Cristo y por la gracia, Rom. 6.14-15+; ver Mt 5.17+. (Comentario a Gálatas 3.24; Biblia de Jerusalén, 1998,

6www.enciclopediacatolica.com/utiles/mail/mail.php

 

 

 

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