Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

¿Quiénes serán salvos?

 

Versión 06-04-2009

 

 

Carlos Aracil Orts

 

Introducción*

Estimado Alfonso, con respecto a la pregunta que planteas y que reproduzco a continuación, comprendo bien que no pueda ser exhaustiva, pues sería muy difícil enumerar todas las clases de creencias de tipo religioso que existen en el mundo, incluyendo también las no cristianas. No obstante, he de deducir y suponer que ahora deliberadamente nos referimos sólo a las personas que creen que Dios existe, y que tienen una buena relación con Él, pero no hablamos del resto, ni mucho menos de los ateos, porque ¿qué definiríamos como un buen ateo o agnóstico? 

“¿Cuál es la diferencia, a ojos de Dios, entre un buen testigo de Jehová, un buen evangélico, un buen mormón, un buen católico, un buen adventista, un buen anglicano, un buen pentecostal, un buen ortodoxo, un buen bahai o un buen musulmán?” (Pregunta de Alfonso)

Aquí también cabría preguntarse qué es ser bueno en cada creencia o denominación religiosa. Vamos a suponer que nos referimos a todas aquellas personas que viven con absoluta sinceridad y coherencia, a las enseñanzas, normas y leyes que contienen cada una de las religiones citadas, teniendo una aceptable buena relación con Dios.

Aunque ya me imaginaba por donde iban “los tiros”, agradezco tu aclaración que me  confirma que con esta pregunta te estás refiriendo a que si todas estas personas de distinta religión tienen las mismas o distintas posibilidades de salvación ante Dios. Quizá, podríamos formular la pregunta de una manera más general como por ejemplo:

¿Todos lo creyentes en Dios, de cualquier tipo de religión que se trate, incluso las no cristianas y los que no profesan ni practican ninguna religión,  sin son sinceros y llevan vidas coherentes con sus creencias y sus conciencias, tienen las mismas posibilidades de salvarse?

No cabe duda que la pertenencia a una u otra denominación tiene su importancia, pues afecta al conocimiento de la verdad de Dios (Juan 17:3) y por tanto, influye en la relación que tendremos con Él, y también en la conducta que observemos. Sin embargo, en mi opinión, ese condicionamiento no es determinante para la salvación, y ésta es independiente de la iglesia o religión con la que nos identifiquemos. Parece que está superada la idea de que hay que pertenecer a la iglesia que dice ser, o que se cree es la verdadera para poder salvarse.

Bajo mi punto de vista, hay tres premisas claves en el proceso de la salvación de los seres humanos:

- La salvación de los seres humanos es posible sólo gracias a la Encarnación, vida y muerte expiatoria de Jesucristo (Mateo 1:21; Marcos 10:45; Juan 3:16; 1ª Juan 2:2).

- Nadie puede ser salvo si no nace de nuevo. Me estoy refiriendo a la conversión sin la cual tampoco habrá salvación (Juan 3:5; Sal. 90:3; 1ª Reyes 8:46-50; 2ª Crónicas 7:14; Jer. 18:11; 31:18; Isaías 55:7; Joel 2:12; Hechos 3:19; 3:26; 14:15; 26:18, 20; Ezequiel 18:30-32).

- La conversión o sea el nuevo nacimiento proviene de Dios por medio de su Palabra y de su Santo Espíritu (Hechos 11: 21, 23; 21:1; 3:26; Juan 6:44; Fil 2:12, 13; 2ª Tim. 1:9; Tito 3:3-7; Sant. 1:18).

2. Dios exige la misma condición a todo el mundo para ser salvado.

Puesto que Dios no hace acepción de personas (Romanos 2:11), la condición para salvarse es la misma para todo el mundo, el cumplimiento perfecto de la ley moral: ama y vivirás. Todos los seres humanos llevamos grabadas en nuestras conciencias la ley del amor (Romanos 2:15). No obstante, por estar nuestra naturaleza humana contaminada por el pecado, tendemos a su infracción, y cada vez que transgredimos esa ley nuestra conciencia se va cauterizando, endureciendo o insensibilizándose, de manera que muchos de sus principios quedan anulados u olvidados. Dios, para que nadie la olvidase, la escribió en tablas de piedra hace unos cuatro mil años, y la reveló a este mundo quedando registrada, en lo que todos conocen como el Antiguo Testamento. Cristo la resumió así:

Mateo 22:37-40 (ver además Mt. 19:17-22; 5:44-48; Mr. 12:30-31; Lc. 10:27; etc.).

“37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” 

Todo el Antiguo Pacto dependía de, o estaba basado en, la ley del amor. Por eso, San Pablo aclara que Dios dio la ley para que todo el mundo sin excusa posible quedara bajo su juicio:

Romanos 3:19, 20

 “19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

Todo el sistema de leyes, del que la ley de los Diez Mandamientos del Sinaí formaba parte, y que constituía la legislación exclusiva para el pueblo de Israel en el Antiguo Pacto, en Cristo queda abolido con la instauración del Nuevo Pacto (Hebreos 8:13; 10:1, 9; 2ª Corintios 3:3-18)

¿Estuvo la Humanidad sin ley moral desde Adán hasta Moisés, puesto que Dios se la entregó a este último en tablas de piedra en el Sinaí?

Los principios que constituyen la ley moral siempre han estado grabados en la conciencia del ser humano. La corrupción y decadencia moral a que había llegado la Humanidad en tiempo de Moisés, hizo necesario que Dios la restaurara en forma externa escribiéndola en tablas de piedra y entregándosela a Moisés, como base del Antiguo Pacto que inauguraba. Por eso, el apóstol Pablo afirma que la ley (la del Sinaí): “...fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa...” (Gálatas 3:19 pi). Notemos que está ley sólo estaría vigente hasta que viniese “la simiente, la cual es Cristo.” (Gálatas 3:16 úp).

¿Qué ley, en el Nuevo Testamento, restaura Cristo, la Ley del Sinaí o los principios de la ley moral que Dios grabó en la conciencia de los seres humanos?

Jesucristo no vino a abolir la ley o los profetas (Mateo 5:17), es decir, el Antiguo Testamento, sino a cumplir todo lo revelado en el mismo, puesto que era necesario que Él cumpliese no sólo todo lo que estaba predicho sobre Él mismo, sino también, de forma perfecta, la ley moral que el mismo resumió en los versos citados anteriormente de Mateo 22: 37-40.

La ley moral que Jesús instaura, establece o restaura no es la ley del Sinaí de los Diez Mandamientos, sino los principios de la ley moral grabada en los seres humanos. Por eso, Él hace un fuerte contraste entre la ley dada en el Sinaí y los principios morales que son de aplicación a toda la Humanidad (Véase Mateo 5: 17-48). Estos son los principios morales exigibles a todos los seres humanos, y porque no podemos observarlos a la perfección, fue necesario que Cristo los cumpliera y muriese por nosotros recibiendo el castigo que nos corresponde por nuestra culpa.

A continuación, y para no ser exhaustivos, citaremos unos pocos versículos como ejemplo del contraste que Jesucristo hace entre la ley moral del Antiguo Pacto y los principios morales inamovibles que siempre han estado vigentes y por los que la Humanidad será juzgada por Dios.

Mateo 5:27, 28, 43-48

“27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”

¿Quiénes están bajo la ley?

Todo el mundo, porque todos hemos pecado. (Romanos 3:9-13: “...todos están bajo pecado,... No hay justo ni aun uno...”). Todos estamos bajo la condenación de la ley (Romanos 3:19) hasta que nos acogemos a la gracia de Dios por medio del sacrificio de su Hijo (Romanos 5:1; 6:14). A partir de ese momento, “... ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu. (Romanos 8:1).

Sin embargo, debemos saber: “...que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (Gálatas 2:16; véase también Gálatas 3:10-13; Romanos 3:28). Si los seres humanos fuésemos capaces de cumplir a la perfección la ley moral, la salvación vendría mediante el perfecto cumplimiento de la ley, lo cual habría hecho inútil el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz.

3. ¿Quién se salvará, entonces, si todos han pecado?

Dios declara tajantemente, en Ezequiel 18, que el alma que pecare morirá, y se refiere, sin duda, a la muerte segunda, la eterna, pues, de la primera muerte, nadie se salva, ni justos ni injustos (Este tema lo trato en el estudio: ¿Por qué Cristo es el único que puede salvarnos de la muerte?. www.amistadencristo.com**). Este capítulo de Ezequiel 18, entre otras cosas,  contradice frontalmente a los que sostienen que el alma del ser humano es inmortal. Puesto que, el que peca puede morir mediante la muerte segunda (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8), debe quedar, pues, meridianamente claro que la inmortalidad o vida eterna se obtiene sólo como un regalo mediante la fe en Cristo (Romanos 6:23).

Debido a la condición pecaminosa del hombre, nadie ha cumplido ni puede cumplir perfectamente la ley moral. Por eso, Cristo, la justicia de Dios y nuestra justicia (Romanos 3:21-26; 1ª Corintios 1:30; Jeremías 23:5, 6), tuvo que venir a cumplir la totalidad de la ley y a morir en nuestro lugar. La salvación de los seres humanos, pues, sólo es posible gracias a la Encarnación, vida y muerte expiatoria de Jesucristo.

¿Cómo era salvada la Humanidad antes de Jesucristo? ¿Pueden salvarse todos los que creen sólo en Dios y no en Cristo?

“Porque la paga del pecado es muerte, mas el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). En toda la historia de la Humanidad la salvación sólo es posible por Cristo, pues “ya estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (1ª Pedro 1:20).

A continuación, sólo citaremos unos pocos versículos del capítulo 18 del libro de Ezequiel, pero se recomienda leerlo en su totalidad:

Ezequiel 18:4-9

“4 He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.

5 Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia; 6 que no comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni violare la mujer de su prójimo, ni se llegare a la mujer menstruosa, 7 ni oprimiere a ninguno; que al deudor devolviere su prenda, que no cometiere robo, y que diere de su pan al hambriento y cubriere al desnudo con vestido, 8 que no prestare a interés ni tomare usura; que de la maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero entre hombre y hombre, 9 en mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor.”

Antes de Cristo y para los que creen en Dios pero no en Cristo, o sea, de un modo general, el Señor nos responde que el que guarda todos sus mandamientos, y obra rectamente, éste es justo, y por tanto, vivirá, es decir recibirá la vida eterna. Ya hemos visto que esto no es posible, y que el hombre ineludiblemente peca. Por tanto, aquí interviene la misericordia de Dios y mediante su Plan de salvación en Cristo, el hombre es restaurado cuando se arrepiente y se convierte. Es decir, independiente de que aquí en la Tierra tenga una vida más o menos corta, para luego morir, cuando el ser humano se convierte, Dios le promete la vida eterna, que realmente obtiene sólo mediante la resurrección, cuando Cristo regrese a la Tierra por segunda vez en gloria (1ª Corintios 15:51-57; 1ª Tesalonicenses 4: 13-18).

Ezequiel 18:20

 “20 El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.”

La ley es la misma para todos. Dios nos mide con la misma vara: “el alma que pecare, esa morirá”. Sin embargo, si todos hemos pecado todos merecemos la muerte: ¿Quién, pues, se salvará?

Sólo se salvarán los que se arrepientan y se conviertan a Dios:

La salvación es concedida por Dios a las personas que reconocen su pobreza espiritual (Mateo 5:3) y tienen la actitud ante Dios como la que mostró el publicano, cuando oraba a Dios en el templo diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador”, en contraposición con el fariseo que se consideraba justo ante Dios, enorgulleciéndose de sus buenas obras (Lucas 18:10-14). Jesús afirmó que el publicano fue justificado ante Dios y no así el fariseo: “...Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (Lucas 18:14 úp).

Ezequiel 18:21-24; 30-32

“21 Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. 22 Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá. 23 ¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? 24 Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá.

30 Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. 31 Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? 32 Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.

Las criaturas no podemos juzgarnos unas a otras, y menos a Dios. Sin embargo, Dios, puesto que conoce todos los condicionamientos, pensamientos, intenciones y motivaciones de cada persona, juzgará con justicia a todos, y los salvados serán aquellos cuya conversión sea genuina o auténtica. Él sabe si hemos rechazado a Cristo o dejado voluntariamente de conocer la verdad, o si no somos coherentes con lo que creemos, prefiriendo o amando más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Juan 3:18-21; Véase también Juan 5:40; Romanos 1:11-16).

¿Tienen todas las personas de este planeta las mismas posibilidades de salvación?

No podría decir si son exactamente las mismas posibilidades en todos los casos, pero si creo que Dios da las suficientes ocasiones u opciones a cada uno a lo largo de su vida, para que su destino final sea el que ellos mismos han querido elegir. En cualquier caso, tengo la absoluta seguridad que nadie de los que Dios quiere que sean salvos se perderá (Juan 3:27; 6:37, 44).

Por supuesto, que las creencias son importantes. Si éstas son verdaderas, se caminará en luz, y será mucho más difícil extraviarse. Además, en tanto en cuanto se vive en la Verdad y para la Verdad se es mucho más libre (Juan 8:31-32).

Las posibilidades de salvación, que tiene una persona con fe en Cristo como su salvador personal y que vive coherentemente con esa fe, no pueden ser, de ninguna manera, diferentes de las de otra persona con las mismas características. Si ese otro creyente es igualmente auténtico y sincero cristiano, entonces, no importa a que religión o denominación pertenezca.

¿El destino eterno de las personas que todavía no han escuchado la predicación de la Palabra de Dios depende especialmente de la obra misionera de los cristianos?

La obra misionera de predicación de la Palabra de Dios es muy importante, porque libera a las gentes de la esclavitud del pecado y del temor a la muerte (Romanos 6:17; Hebreos 2:14, 15), librándonos de la potestad de las tinieblas y trasladándonos al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13). [Jesús] “Os digo  que si éstos callaran, las piedras clamarían” (Lucas 19:40). Si nosotros, los cristianos callamos las piedras testificarán en nuestro lugar. Además, Jesús dijo ...os lo enviaré [el Espíritu Santo]. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:7úp, 8).

Sin embargo, la salvación no depende de nosotros, es don de Dios por medio de Jesús. “Él [Dios], de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18).

Apocalipsis 7:10

“Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

Filipenses 2:13:

“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”

Juan 6: 37-40, 44

“37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Efesios 1:11-14:

“11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. 13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”

Muchos son los llamados, mas pocos escogidos.

La llamada de Dios es, pues, a través de la predicación de su Palabra. En la época actual en que vivimos, es muy difícil que alguien quede aislado de tal manera que nunca haya oído hablar de las buenas nuevas de salvación. No obstante, como hemos visto, Dios es poderoso, si entra en su voluntad, para convertir a esas personas, que no han recibido la verdad, por medio de su Espíritu Santo.

Mateo 20: 16:

“Así, los primeros serán postreros, y los postreros primeros; porque muchos son los llamados, mas pocos escogidos.

Aquí es conveniente que recordemos la parábola del sembrador (Mateo 13:3; Lucas 8:4-15). Muchísimos son los que han escuchado la Palabra, pero en algunos, por diversos motivos, los afanes de este mundo, las pruebas y aflicciones o por las riquezas y placeres de esta vida, la semilla de la Palabra no arraiga y por tanto no da buen fruto: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia. (Lucas 8:15). Luego nuestra responsabilidad es ser sensibles a la bondad de la Palabra de Dios, para así convertirnos y dar frutos de justicia.

El evangelio de la salvación: Cristo, la justicia de Dios es nuestra justicia, sólo por Él somos salvos.

Cristo, la justicia de Dios, es nuestra justicia si estamos en Él (Jeremías 23:5,6; cf. 1ª Corintios 1:30; Romanos 3:21). Por tanto, ya hemos sido justificados gratuitamente por su gracia, lo que quiere decir que ya somos salvos (2ª Corintios 5:21; Romanos 3:21, 22, 24-27). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu.” (Romanos 8:1). Es más, el Padre “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, (14) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:13,14).

4. ¿Tiene Dios actualmente un PUEBLO que se corresponda con una organización religiosa definida?


Con toda seguridad me atrevo a afirmar que Dios, en la actualidad, no tiene un pueblo que se corresponda con una organización, denominación o iglesia específica. El pueblo de Dios desde la muerte de Cristo en la cruz es su iglesia (Efesios 1:11-22), a la que amó y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25, 30, 32; 2:11-26). Cristo es cabeza del cuerpo que es su iglesia. Por tanto, todos los cristianos sinceros de todo el mundo conforman esa nación santa y pueblo adquirido por Dios mediante la sangre preciosa de su Hijo (1ª Pedro 1:18-20; 1ª Pedro 2: 9,10).

1ª Corintios 12:12-14

“12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. 14 Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.”

Todos los fieles cristianos de todo el mundo, con independencia de que pertenezcan o no a una determinada iglesia o denominación, configuran el Cuerpo de Cristo, y por tanto, como afirma el apóstol Pedro en su primera epístola, son “nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1ª Pedro 2:9):

1ª Pedro 2:9, 10

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”

5. ¿Por qué existen tantas denominaciones cristianas con doctrinas tan dispares?


“La Biblia puede contener la Verdad (primero habría que definir qué Biblia, si la judía, la católica o la protestante), pero con la Biblia en la mano unos predican a un Dios que es capaz de mantener a muchos de sus hijos en los tormentos eternos del infierno, mientras que otros lo consideran una aberración. Unos afirman que debemos orar por los muertos y otros lo niegan, unos defienden el alma inmortal y otros la niegan; unos dicen que Cristo es Dios y otros que no lo es; unos dicen, acogiéndose a Pablo, que la salvación se alcanza solamente por la fe, mientras que otros, con Santiago, señalan que sin buenas obras no es posible la salvación. Unos dicen que los capítulos 1 - 11 del Génesis no hay que interpretarlos literalmente, mientras que otros dicen que son relatos históricos; unos piensan que se puede comer de todo, pero otros piensan que no, etc., etc., etc. De creencias distintas se pueden derivar conductas y actitudes muy distintas. Calvino envió a Miguel Servet a la hoguera por sus creencias antitrinitarias. Y cuando lo hizo pensaba estar haciendo un servicio a Dios (que siempre hablamos de la Inquisición, olvidándonos que los protestantes también quemaban a los herejes, las brujas, etc. )”. (Comentario de Alfonso).

Querido Alfonso, es cierto que no hay uniformidad en las creencias doctrinales de las distintas religiones o confesiones cristianas, siendo esa la principal causa de que la Iglesia de Cristo esté dividida. Sin embargo, es mucho más importante lo que nos une que lo que nos separa. Todos juntos formamos el Cuerpo de Cristo, por quien Él se entregó (Efesios 5:25). “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1ª Corintios 3:11). “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2ª Corintios 5:14, 15).

El objetivo de todos los cristianos es o debería ser “...que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (14) para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  (Efesios 4:13, 14).

¿Cómo conseguiremos, pues, llegar a esa unidad de la fe?  Sólo si tenemos puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra de Dios. (Hebreos 12:2).

En general, nos atrevemos a afirmar que la división existente en el mundo cristiano evangélico o también llamado protestante, es más aparente que real. Puesto que el hecho de que existan muchas denominaciones dentro del evangelismo no implica que haya diferencias doctrinales esenciales sino que, en la mayoría de los casos, se trata sólo de aspectos menores y de matiz, siendo coincidentes en lo fundamental. Las confesiones evangélicas tienen como única fuente de autoridad la sola Biblia (2ª Timoteo 3:15-17; 4:1-3), y su sistema organizativo es parecido a la primitiva iglesia cristiana del siglo I dC. Las iglesias locales gozaban de su propia autonomía, siendo sus líderes personas elegidas, por los mismos miembros, por su preparación y cualidades cristianas (1ª Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-10; Efesios 4:11).

La multiplicidad de confesiones cristianas evangélicas no es en sí mismo un hecho negativo, pues su autonomía organizativa sirve para adaptarse mejor a las necesidades de cada localidad. Por el contrario, resulta improcedente, inadecuado e impropio, que apoyándose en la misma Biblia se enuncien y defiendan doctrinas variopintas, que  contradicen su espíritu y la interpretación global de la misma, aunque, afortunadamente, esto no suele abundar.

En la medida que los cristianos se fundamenten únicamente en las Sagradas Escrituras, haciendo una lectura imparcial y global de las mismas, sin prejuicios, ni ideas preconcebidas, no pretendiendo que la Palabra de Dios apoye necesariamente cualquier deseo de su corazón, y por supuesto, dejando aparte toda doctrina que no provenga de las fuentes inspiradas, es decir, considerando sólo los libros que conforman el Canon bíblico, su unidad y coincidencia doctrinal aumentará.

Las divergencias doctrinales importantes surgen, no dentro del Protestantismo, sino entre éste y el Catolicismo. No obstante, aun a pesar de la aparente unidad del Catolicismo también conviven en su interior diversas corrientes o movimientos, que estando de acuerdo en lo principal, discrepan en algunos puntos doctrinales.

El gran apóstol Pablo ya nos previene de que esto sucedería: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, (4) y apartarán de la verdad el oído y de volverán a las fábulas.” (2ª Timoteo 4: 3, 4).

Creo que se estará de acuerdo en que todas las religiones cristianas nacen o derivan de la iglesia cristiana primitiva. La cual fue fundada por los apóstoles, discípulos y seguidores de Cristo, dirigidos por el Espíritu Santo (Efesios 2:19-22; 1ª Corintios 3:10, 11). La iglesia primitiva del primer siglo de la era cristiana, tenía como únicas fuentes doctrinales, la Biblia hebrea, o sea el Antiguo Testamento, y las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles, lo que configuró el llamado Nuevo Testamento, que quedó completado en la segunda mitad del siglo primero.

Para comprender por qué existe esa disparidad de doctrinas entre el Catolicismo y el Protestantismo, primero de todo, necesitamos averiguar de dónde ha extraído la iglesia Católica sus creencias doctrinales. Ya sabemos, porque anteriormente así lo hemos afirmado, que todas las iglesias Protestantes o Evangélicas se basan en la misma y única fuente de autoridad, que es la Biblia que denominaremos Evangélica para diferenciarla de la Biblia Católica. Necesitamos, pues, conocer en que consisten esas diferencias, y cuál de las dos Biblias se ajusta al Canon de la Biblia hebrea o judía.

¿Qué diferencias existen entre la Biblia Protestante, Católica y hebrea o judía?

Como casi todo el mundo conoce, la Santa Biblia se compone de dos partes perfectamente diferenciadas: Antiguo y Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento es la Biblia hebrea, o sea, la Revelación dada por Dios a su pueblo elegido Israel, y de la que fue fidelísimo depositario el mismo (Romanos 3:1,2). Nos referimos a la única Biblia que tenían Jesucristo, sus discípulos, la mayoría de los que habitaban Israel en ese tiempo, y los cristianos durante buena parte del siglo I dC (Mateo 23:35).

Los treinta y nueve libros que componen la Biblia hebrea (la de Jesucristo y los judíos de Palestina) fueron escritos, en sus idiomas originales hebreo y arameo por los profetas y diversos autores divinamente inspirados por el Espíritu Santo, durante un periodo de unos mil años, que abarcaron, aproximadamente, desde el año mil cuatrocientos AC hasta el año cuatrocientos AC. Con ellos quedó cerrado el Canon del Antiguo Testamento, porque Dios así lo quiso, pues no suscitó profetas en ese periodo cercano al nacimiento de Cristo. En ese periodo de tiempo de cuatrocientos años AC, no hubo nueva revelación de parte de Dios.

Hacia el año 325 AC, en que Palestina sufrió la invasión de Alejandro el Magno, en el pueblo de Israel, donde se ansiaba tener nueva revelación de Dios, y  bajo la influencia de la cultura helenística, se escribieron siete libros piadosos, algunos de ellos directamente en idioma griego, pero que nunca fueron considerados divinamente inspirados por los mismos judíos.

Pues bien, la Biblia católica sólo se diferencia de la Protestante en el Antiguo Testamento, puesto que aquélla, recoge esos siete libros que el pueblo judío elaboró en una época de fuerte influencia helenística, en la que Dios permaneció en silencio, para invitar a su pueblo a que meditara en la Palabra revelada y completada, la cual predecía la nueva dispensación que se establecería en Israel con la cercana venida del Mesías.

¿Cuáles son esos siete libros no inspirados incluidos en la Biblia Católica y que la Biblia Protestante no recoge?

Estos libros que incluyen las Biblia católicas, que no son considerados inspirados ni por los judíos ni por los cristianos primitivos, ni por los Protestantes, se realizaron en el periodo helenístico de alrededor de unos 400 años antes de Cristo en el que no hubo revelación, y son los siguientes:

Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Macabeos I y II.

Los cuales fueron llamados deuterocanónicos, porque la Iglesia Católica los incluyó posteriormente en el Canon del Antiguo Testamento, de forma oficial en el año 1546, en la IV Sesión del Concilio de Trento. Igualmente, también se aprobaron como deuterocanónicos algunos textos sueltos en los libros de Ester y Daniel, que a continuación enumeramos y detallamos. Esta modificación posterior del Canon que tenía la iglesia primitiva, ocurrió porque la iglesia Católica se basó en la Biblia hebrea llamada de los Setenta o Septuaginta, que se trataba de una traducción al griego de la Biblia original hebrea pero añadiendo los citados libros no inspirados. Más adelante, ampliaremos detalles sobre esta traducción griega de la Biblia hebrea realizada en Alejandría.

Versículos deuterocanónicos insertados o añadidos en los libros de Daniel y de Ester:

Además, durante ese citado periodo de influencia helenística, los traductores al griego de los textos inspirados escritos en sus idiomas originales, también,  añadieron algunos versículos a los libros de Daniel y Ester, que, por supuesto, no aparecían en los textos originales más antiguos. En algunas Biblias católicas se identifican perfectamente porque se les llama deuterocanónicos, y a veces están escritos con distinto tipo de letra, o de alguna manera que los distingue y separa de los originales. Los detallamos a continuación:

- Se han intercalado 66 versículos entre los 23 y 24 del capítulo 3 del libro de Daniel, correspondientes al cántico de los tres hebreos.
- Se ha añadido el capítulo 13 entero al libro de Daniel, que refiere la historia de Susana.
- Se ha adicionado, además, el capítulo 14 al libro de Daniel que cuenta las historias de Bel y el Dragón.
 - Se han insertado varios versículos a siete capítulos del libro de Ester (Capítulo 1:1a-1r; Capítulo 3: 13a- 13f; Capítulo 4:8a, 17a-17z; Capítulo 5: 1a-1f, 2a; Capítulo 8:12a-12v; Capítulo 9:19a; Capítulo 10:3a-3l).

La Biblia de Jerusalén, versión 1998, los distingue y los separa añadiendo a la numeración del versículo una letra del abecedario, y con tipo de letra cursiva, excepto para los capítulos 13 y 14 de Daniel, que, simplemente, se añaden al final de dicho libro, sin resaltarlos de forma especial.

¿Cómo se infiltraron estos siete libros y textos sueltos, llamados Deuterocanónicos porque fueron aprobados por la Iglesia Católica después de estar el Canon cerrado?

Los citados libros y textos sueltos provienen de la traducción al griego de la Biblia hebrea (Antiguo Testamento) realizada en Alejandría, la cual es muy antigua, pues se inició en el siglo III AC. Uno de los nombres que recibe es Biblia de los LXX (Setenta), llamada así porque la tradición atribuye a que fueron 72 sabios los que intervinieron, de forma independiente, lográndose en 72 días, traducciones coincidentes. De ahí, que también sea conocida como la Septuaginta.

Procede, como dijimos antes, de Alejandría, porque la traducción se efectuó en esa ciudad, debido a que los muchos judíos residentes hablaban griego, y ya estaban en desuso los idiomas arameo y hebreo en que se escribió la Biblia original. Por esa razón recibe también el nombre de Biblia Alejandrina o Canon Griego.

Debido al clima o ambiente poco riguroso y escrupuloso que existía en Alejandría en los siglos III-II AC en que se elaboró la traducción de la Biblia hebrea al griego, se incluyeron los siete libros y textos sueltos que no eran inspirados, puesto que no existían en la Biblia hebrea original que usaban los habitantes de Israel del tiempo de Jesús.

¿Qué libros contiene la Biblia hebrea, la que conocía y usaba Jesús y el pueblo judío de su tiempo?

En primer lugar, describiremos los libros del Antiguo Testamento de las Biblias Protestantes actuales, que son los mismos que hay en las Biblias Católicas excepto los siete libros y textos deuterocanónicos citados anteriormente. Los listaremos en el orden en que se incluyen en las Biblias. No obstante, hemos de tener en cuenta que este orden no es cronológico, pues, no siempre lleva relación con la fecha de redacción de cada libro.

En segundo lugar, citaremos el testimonio más antiguo del primer siglo de nuestra era,  el del autor judío Flavio Josefo, con respecto a la composición de la Biblia hebrea, y comprobaremos que, aunque en orden distinto, y con distinta agrupación de los libros, estos son coincidentes con el Canon conocido y aceptado de la Biblia hebrea, que se corresponde con la Biblia que usaba Jesús y los judíos de Palestina de su tiempo.

Antiguo Testamento de la Biblia Protestante (Biblia hebrea sin los libros deuterocanónicos).

El Antiguo Testamento, que fue escrito por más de 30 autores diferentes durante un periodo de unos 1000 años, empezando aproximadamente en el año 1400 AC y terminando hacia el año 400 A.C, se compone de 39 libros que cabe agrupar de varias maneras, atendiendo a su contenido, pero que aparecen en las Biblias Evangélicas en el orden que se expresa a continuación:

Antiguo Testamento de la Biblia Protestante actual (clasificado por grupos)

Pentateuco o
Ley (Torah)

Libros Históricos

Sapienciales- Poéticos

Profetas mayores

Profetas menores

1. Génesis

 6. Josué

18. Job

23. Isaias

28. Oseas

2. Éxodo

 7. Jueces

19. Salmos

24. Jeremías

29. Joel

3. Levítico

 8. Rut

20. Proverbios

25. Lamentac.

30. Amós

4. Números

 9. 1ª Samuel

21. Eclesiastés

26. Ezequiel

31 Abdías

5. Deuteronomio

10. 2ª Samuel

22. Cantares

27. Daniel

32. Jonás

 

11. 1ª Reyes

 

 

33. Miqueas

 

12. 2ª Reyes

 

 

34. Nahum

 

13. 1ª Crónicas

 

 

35. Habacuc

 

14. 2ª Crónicas

 

 

36. Sofonías

 

15. Esdras

 

 

37. Hageo

 

16. Nehemías

 

 

38. Zacarías

 

17. Ester

 

 

39. Malaquías

 

Biblia hebrea (Antiguo Testamento) según el testimonio de Flavio Josefo, el historiador judío del siglo I de nuestra era.

Flavio Josefo, en su libro Respuesta a Apión (libro I,8), escribió lo siguiente:

“No tenemos entre nosotros (como los griegos) una innumerable muchedumbre de libros, discordantes entre sí y contradiciéndose unos a otros, sino solamente veintidós, que constituyen los registros de todos los tiempos pasados y en los que tenemos justos motivos para creer que son divinos.” (La negrita y el subrayado no están en el original.)

Estos veintidós libros, que según Flavio Josefo constituyen la Biblia hebrea o Antiguo Testamento, se corresponden con los treinta y nueve libros que contiene el Antiguo Testamento de la Biblia Protestante.

Biblia hebrea (Antiguo Testamento) según el testimonio de Flavio Josefo

Ley (Torah) Profetas primeros Profetas segundos Hagiógrafos
1. Génesis 6. Josué 10. Isaias 14. Salmos
2. Éxodo 7. Jueces y Rut 11. Jeremías y Lamentaciones 15. Proverbios
3. Levítico 8. Samuel 12. Ezequiel 16. Job
4. Números 9. Reyes 13. Los doce (profetas) 17. Cantares
5. Deuteronomio     18. Eclesiastés
      19. Ester
      20. Daniel
      21. Esdras y Nehemías
      22. Crónicas

¿Por qué no coinciden en número?

Simplemente porque se agruparon de forma diferente y en otro orden. Al parecer, los siguientes libros que actualmente se encuentran separados, originalmente estaban unidos:

Jueces y Rut, 1ª y 2ª Samuel, 1ª y 2ª Reyes, Jeremías y Lamentaciones, los doce profetas menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías), Esdras y Nehemías, y 1ª y 2ª Crónicas.

Si estos veintidós libros que conforman el Canon según Flavio Josefo los contamos de forma separada, de acuerdo a la distribución que se ha hecho posteriormente, comprobaremos que suman treinta y nueve libros, que son los que aparecen en el Antiguo Testamento de cualquier Biblia Protestante.

El testimonio del propio Jesucristo también confirma que el último libro de la Biblia hebrea es Crónicas.

Veamos la declaración de Jesús en Mateo 23:35, con relación a Génesis 4:8 y 2ª Crónicas 24:20, 31:

Mateo  23:35:

“Para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del inocente Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el Santuarios y el altar.” (Biblia de Jerusalén, 1998).

Génesis 4:8

“Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos fuera.” Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.” (Biblia de Jerusalén, 1998).

2ª Crónicas 24:20, 21

“20 Entonces el Espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Joadá, que, presentándose delante del pueblo, les dijo: “Así dice Dios: ¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahvé? No tendréis éxito; pues por haber abandonado a Yahvé, él  abandonará a vosotros.” 21 Mas ellos  conspiraron contra él, y por mandato del rey lo apedrearon en el atrio del templo de Yahvé.” (Biblia de Jerusalén, 1998).

Jesucristo en Mateo 23:35 se está refiriendo a dos asesinatos descritos en la Biblia, cuya relevancia radica en que el de Abel se encuentra registrado en Génesis (4:8), primer libro de la Biblia, y el de Zacarías, en 2 ª Crónicas (24:20,21) que representa el último libro del Canon bíblico judío. Demostrando así la propia Sagrada Escritura que los siete libros deuterocanónicos no existían en la Biblia que usaban Jesús y los judíos de su tiempo.

La declaración anterior es confirmada por el comentario al versículo de Mateo 23:35 que incluye la Biblia de Jerusalén, versión de 1998, en su pie de página:

Comentario al versículo de Mateo 23:35 de la Biblia de Jerusalén, versión de 1998

Probablemente se trata del Zacarías de 2ª Crónicas 24:20-22. Su asesinato es el último que se refiere en la Biblia (2ª Crónicas es el último libro del Canon judío), mientras que el de Abel, Gen 4:8, es el primero...”

6. Conclusión

La naturaleza humana ciertamente está totalmente contaminada por el pecado, porque así lo demuestra nuestra experiencia diaria, y lo confirma la Palabra de Verdad, la cual afirma contundentemente, “...que todos están bajo pecado, (10) Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;... (Romanos 3:9úp, 10). La ley moral que Dios ha grabado en nuestras conciencias, y que además ha revelado al mundo, nos condena irremisiblemente, y todos estamos bajo el juicio de Dios (Romanos 3:19, 20). Por lo tanto, todos los que quieran salvarse, primeramente deben considerarse perdidos, o sea reconocer que no pueden cumplir la ley moral, no pueden ser justos por mucha voluntad que pongan en hacer obras buenas y piadosas y de justicia. Suponiendo que pudiéramos hacer multitud de obras piadosas, de nada servirían para obtener la salvación. Cuando me considero perdido, y comprendo que la paga del pecado es muerte, sólo, entonces, acepto la vida eterna como un regalo que Dios me da mediante Cristo Jesús. (Romanos 6:23).
 
En mi opinión, no existe ninguna religión que posea toda la Verdad. El pertenecer a una u otra confesión cristiana no es determinante para la salvación. Como Jesucristo es el camino, la verdad y vida, lo más importante es reconocer, aceptar y asumir interiormente lo que Jesús le dijo [a Tomás]: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). En la medida que seamos coherentes con esa Verdad, que representa y es Jesús, seremos salvos.

No obstante la pertenencia a una u otra denominación puede tener mucha importancia, pues afecta al conocimiento de la verdad de Dios (Juan 17:3) y por tanto, influye en la relación que tendremos con Él, y también en la conducta que observemos. En tanto en cuanto creamos y obedezcamos a la Verdad que es Jesús seremos más libres. Por eso Jesús nos dijo: “...Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; (32) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31 úp, 32). Cuando aceptamos esa verdad somos liberados de la esclavitud del pecado y del miedo a la muerte (Romanos 6:17, 18, 22; Hebreos 2:14,15). Sin embargo, la idea de que hay que pertenecer a una determinada iglesia, que dice ser, o que se cree es la verdadera, para poder salvarse, es totalmente errónea.

Todo el mundo, pues, puede acceder a la salvación, si toma consciencia de su estado caído y perdido, y se acerca a Dios con la actitud del publicano: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (14) Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (Lucas 18:13, 14).

Bajo mi punto de vista, hay tres premisas claves en el proceso de la salvación de los seres humanos:

- La salvación de los seres humanos es posible sólo gracias a la Encarnación, vida y muerte expiatoria de Jesucristo (Hechos 4:12; Mateo 1:21; Marcos 10:45; Juan 3:16; 1ª Juan 2:2; Juan 14:6; 1ª Corintios 3:11).

Hechos 4:12: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”

- Nadie puede ser salvo si no nace de nuevo. Me estoy refiriendo a la conversión sin la cual tampoco habrá salvación (Juan 3:5; Sal. 90:3; 1ª Reyes 8:46-50; 2ª Crónicas 7:14; Jer. 18:11; 31:18; Isaías 55:7; Joel 2:12; Hechos 3:19; 3:26; 14:15; 26:18, 20; Ezequiel 18:30-32).

Juan 3: 5:

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”

Ezequiel 18:20pp, 27

 “(20) El alma que pecare esa morirá;... (27) y apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma.”

- La conversión o sea el nuevo nacimiento proviene de Dios por medio de su Palabra y de su Santo Espíritu (Hechos 11: 21, 23; 21:1; 3:26; Juan 6:44; Fil 2:12, 13; 2ª Tim. 1:9; Tito 3:3-7; Sant. 1:18).

Santiago 1:18:

“Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”

Aunque cualquier ser humano haya cometido graves errores, pecados y delitos a lo largo de toda su vida, bajo la influencia de múltiples circunstancias que sólo Dios conoce, puede llegar a tener un momento de luz y arrepentirse, como le ocurrió a uno de los dos malhechores que fueron crucificados con Jesús.

Lucas 23: 39-43

“39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

¿Quieres ser salvo? Sé como el publicano, no hagas como el fariseo que se consideraba suficientemente justo ante Dios. No seas como el malhechor, que, padeciendo el martirio de la cruz aun injuriaba a Jesús. Seamos como el buen “ladrón” que reconoció su culpa y se convirtió aun cuando no le dio tiempo de hacer buenas obras para probar su fe, sin embargo, en ese mismo momento, Jesús le aseguró que era salvo y gozaría de la vida eterna en el paraíso.

Puesto que hay distintas interpretaciones bíblicas que conducen a doctrinas distintas ¿Cómo podemos saber cuál es la verdadera y cuál la errónea?

Anteriormente hemos afirmado que, en general, no existen diferencias doctrinales esenciales entre las iglesias Evangélicas o también llamadas Protestantes, siendo sólo de matiz, o menores aspectos, y a veces se hace énfasis sobre determinada doctrina queriendo destacarla de las demás, en detrimento de otras que podrían ser igual o más importantes. También, por supuesto, caben en todas las denominaciones religiosas existentes, errores e interpretaciones sesgadas de las Sagradas Escrituras, pero creemos que esto representa más bien la excepción de una minoría.

Sin embargo, es cierto que hay puntos doctrinales muy importantes que separan a las iglesias Protestantes de la Iglesia Católica. Esto es debido, a que ésta elabora su catecismo doctrinal o fe Católica, fundamentándose no sólo en la Santa Biblia, sino también en otras dos fuentes, que considera con la misma autoridad, que se corresponden con la Tradición y el Magisterio extraordinario infalible del Papa cuando habla ex cathedra, y el magisterio ordinario de sus Obispos cuando existe unanimidad entre ellos.

Es comprensible y a nadie puede extrañar que en el Catolicismo existan doctrinas que el mismo considera vitales, pero que son inadmisibles o totalmente incompatibles con la fe evangélica. La fe Católica, además de situar al mismo nivel de autoridad, la Tradición, el Magisterio de la Iglesia y la misma Biblia, se basa en un Antiguo Testamento o Biblia hebrea que incluye libros que no estaban en el Canon original de la Biblia que usaban Jesús y los judíos de su tiempo, a los cuales llama deuterocanónicos, pero que más bien deberían denominarse pseudocanónicos o apócrifos.

A continuación intentaremos hacer un breve resumen, sin pretender que sea exhaustivo, de las peculiaridades y diferencias más discordantes que caracterizan al Catolicismo, y que, por tanto, jamás podrán asumirse por los Protestantes:

- La Estructura sacerdotal jerárquica, que tiene concentrada la máxima autoridad en el Sumo Pontífice, el Papa, que además de considerarse infalible en algunas ocasiones, se arroga el título de Vicario de Cristo en la Tierra, y de Santo Padre.

- La exaltación de la virgen María, hasta el extremo de tenerla casi en pie de igualdad con el Padre y el Hijo. El dogma de que la virgen María tuviera una naturaleza sin pecado como la de Eva antes de la caída, cuando esto sólo es cierto para Cristo. Su asunción al cielo, etc.

- La doctrina del Purgatorio, lugar donde los espíritus de los muertos son llevados para purificarse de sus pecados, y poder acceder más tarde al Cielo.

-La obligatoriedad de la confesión auricular con un sacerdote.

- La transubstanciación que se produce del cuerpo de Cristo, durante el sacrificio de la Misa.

- La salvación mediante la fe y las obras. El proceso de justificación identificado con el de santificación.

Etc., etc.
 
¿Cómo podemos reconocer dónde está la Verdad?

Ya hemos dicho que la verdad es Cristo (Juan 14:6), y se encuentra en su Palabra, las Sagradas Escrituras. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan 17:17). Para reconocer la verdad, no hay otro procedimiento que el que nos declara Jesús: Escudriñad las Escrituras; porque en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí ;” (Juan 5:39). Permanecer y aceptar a Jesús como salvador personal es la verdad (Juan 8:31-33).

El apóstol San Pablo afirma: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;...” (Romanos 1:16)

Efesios 1: 13 (Véase también 2ª Timoteo 3:15-17, Santiago 1:18):

“13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”

¿Por qué muchos se perderán?

“...Por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. (2ª Tesalonicenses 2:10 úp). No quisieron recibir la verdad. La oyeron y la rechazaron porque no amaban la verdad.

Hoy en día prácticamente todo el mundo tiene acceso a la Santa Biblia. Es nuestra responsabilidad, investigar, apreciar y amar la bondad de la Palabra de Dios. Ella nos sana y nos salva. Si lo hacemos con sinceridad de corazón, deseando ardientemente conocer y hacer la voluntad de Dios, caminaremos por los caminos de rectitud que Él nos ha trazado en la misma, y avanzaremos día a día en el conocimiento de la verdad y en la santificación de nuestras vidas. Si se desea se puede ver, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, como Dios se preocupó de que el fiel Cornelio conociera toda la verdad que le haría libre y salvo (Hechos 10). También en este mismo libro se nos relata la entrañable historia del etíope que iba en su carro leyendo al profeta Isaías, y como no podía entender, Dios le envió a Felipe, quien le explicó lo que no comprendía, y cuando el etiope escuchó la Palabra, dijo: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Así de sencillo, esa fe sencilla, le salvó (Hechos 8:26-39).

Si queremos salvarnos acudamos a la Biblia, y si no entendemos, Dios llamará a otro “Felipe” que nos explique lo que no podemos comprender. Dios nunca nos deja solos, ni nos abandona.

Tú, querido Alfonso, me preguntas:

¿Cómo podemos saber que ese “Felipe” que nos habla de la Palabra de Dios está diciendo la verdad?
 
Muy sencillo, ¿Qué dice la Biblia?: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Isaías 8:20). ¿Qué ley? La ley del amor. ¿Qué testimonio? El de Jesucristo, y todos los profetas, empezando por Moisés, siguiendo por el de todos los apóstoles de Jesús.

¿Significa que he de creer todo lo que me predican sin más averiguación o investigación por mi parte?

De ninguna manera. Todo lo que me predican, lo pasaré por el filtro de la Palabra de Dios y comprobaré, con mi entendimiento, y mi sentido común si la interpretación de la Biblia que me dan es correcta o por el contrario no lo es. Es mi responsabilidad cotejarlo todo a través de la Sagrada Escritura, y no dejarme llevar por todo viento de doctrina, “porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, (4) y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2ª Timoteo 4:3,4).

Nuestra actitud debería ser semejante a la que tuvieron los habitantes de la ciudad de Berea, que cuando el apóstol Pablo y Silas les predicaban la Palabra, ellos escudriñaban las Escrituras para comprobar que lo que les decían correpondía con la Biblia:

Hechos 17:11

“11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. 12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.

No seamos ya niños fluctuantes que son llevados por cualquier tipo de doctrina, sino que cotejemos si lo que nos predican se ajusta a la Palabra de Dios.

Efesios 4:14, 15.

“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, (15) sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es cabeza, esto es, Cristo.”

¿El Dios Verdadero, que se revela en la Santa Biblia se puede sentir adorado por los creyentes de religiones no cristianas?

Como siempre dejemos que sea la Sagrada Escritura la que responda:

Juan 4:22-24

“22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
 
Dios no puede ser adorado más que en espíritu y en verdad. Con la mentira, la falsedad, la maldad, la hipocresía, la falta de sinceridad, no se puede adorar a Dios.  No obstante, sólo Dios, en última instancia, que ve en lo profundo del corazón y conoce perfectamente las verdaderas motivaciones e intenciones de cada persona, podrá juzgar quiénes son los que le adoran adecuadamente, porque realmente sean sinceros y coherentes con lo que creen.

 

*******

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 

 

 

 

 

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

**En el menú Soteriología de esta Web, se encuentra también el estudio citado que se relaciona con el tema tratado en el presente artículo.

 

 

<Anterior> <Arriba> <Siguiente>

 

Usted es el visitante: