Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Ciclo: Historia del cristianismo

Primera parte

Origen e historicidad de Jesucristo

 
(Conferencia Ámbito Cultural Corte Inglés de 09-02-11)

 

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Con esta conferencia doy comienzo a un ciclo sobre “la Historia el cristianismo”. Consta de cinco partes, que tengo la intención de exponer en sendas cinco sesiones, que se extenderán hasta el mes de mayo del presente año, dos mil once. Estas charlas se conciertan una por mes, excepto que, en el último mes, a fin de terminar el ciclo, presentaré dos conferencias en semanas consecutivas.  Soy consciente que para abarcar los últimos veinte siglos de la historia de la Humanidad, aunque sea referida solo al cristianismo se necesitarían muchas sesiones o cursos, por tanto,  necesariamente he de ser breve, y hablar solo de lo que, en mi opinión, es fundamental, aunque eso signifique dejarse muchísima historia del cristianismo en el tintero.

Hoy hablaremos del cristianismo en general, sus orígenes, y, cómo no, de su fundador: Jesús de Nazaret, su vida y mensaje. Así como, su historicidad. Y reservaremos para la próxima charla, que será DM el dos de marzo, para hablar de la historia de la Iglesia primitiva y sus doctrinas principales. Proseguiremos, en los siguientes meses describiendo la evolución histórica de la Iglesia, las herejías que surgieron ya desde los primeros siglos, los cismas de Oriente y Occidente y la Reforma Protestante y su fraccionamiento en diversidad de denominaciones y organizaciones.

No podemos negar la evidencia de que el cristianismo ha influido poderosamente en toda la Humanidad, aunque especialmente en nuestra civilización occidental, siendo la religión más importante por el número de sus seguidores, que se estiman en más de dos mil millones. El cristianismo ha impregnado todos los estamentos de la sociedad, influyendo muy positivamente en todos los órdenes de la vida durante casi dos mil años, lo que se ha traducido en una mejora evidente de las relaciones y de los derechos humanos y en multitud de progresos de aspectos vitales de nuestra humana existencia.

Su elevada moral y su doctrina de la relaciones del ser humano con Dios y el prójimo, basadas en el amor (Mateo 5:44), incluso hacia nuestros enemigos, supuso una verdadera revolución que, poco a poco, fue transformando la sociedad. La característica fundamental, que debe distinguir a todo auténtico cristiano del que no lo es, la expresó el mismo Jesucristo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). El apóstol Juan, más tarde en su primera epístola, también nos vuelve a recordar esta principal seña de identidad de los cristianos: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1ª Juan 4:7).

Sin embargo, también es cierto que en nombre del cristianismo y creyendo obedecer a Dios, se realizaron auténticas tropelías, desmanes, guerras y persecuciones a fin de imponer por la fuerza un mal entendido cristianismo. La Iglesia cristiana primitiva, perseguida, primero por los judíos, y poco después, por los emperadores romanos, al poco de crecer espectacularmente, y adquirir poder secular y político concedido por los emperadores Constantino y Teodosio a partir del S. IV, pasó a ser la religión del estado, y a convertirse en perseguidora de los paganos, y de todos aquellos que se oponían abiertamente a sus doctrinas, con lo que perdió su pureza original.

No obstante, con todo merecimiento, la vida, muerte y resurrección de Jesús el Cristo creó un hito en la historia de este mundo, pues desde entonces la historia se divide en dos eras que empiezan a contar hacia atrás y hacia delante del año de su nacimiento. Por eso, la actual era en la que vivimos recibe el nombre de “cristiana”. Los cristianos creen que Jesucristo es la garantía de vida eterna y que los llevará a la Canaán celestial.

Lo singular del cristianismo es que el Dios único del judaísmo se muestra o se revela en el Nuevo Testamento (NT) como tres personas perfectamente diferenciadas: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Sin embargo es una única esencia, un único ser.

Por esto, el cristianismo, ha sido y es un «escándalo para los judíos» y también, unos setecientos años más tarde, lo fue y lo sigue siendo para los musulmanes, que no pueden admitir que el Dios único se haya manifestado en la Santa Biblia como tres Personas distintas, que Dios pueda tener un Hijo, o que un hombre tenga la audacia sacrílega de pretender ser «hijo de Dios». (1)

El cristianismo es el único sistema de pensamiento que proporciona una respuesta cabal y completa a las preguntas clásicas de la filosofía (2):

- Quiénes somos
- De dónde venimos
- Adónde vamos

Nuestra cultura, familiarizada con el cristianismo en el que nos hemos desarrollado, formada por la tradición y  la educación que hemos recibido de nuestros padres y educadores, posiblemente nos ha mediatizado, y hecho perder de vista los conceptos esenciales del cristianismo y su significado para nuestras vidas. Por eso vamos a tratar de aclararlos a continuación.

2. ¿Qué es el cristianismo?

La palabra "cristianismo" deriva del vocablo cristiano, que proviene del término griego, Cristo; y este a su vez de la traducción de la palabra hebrea "Mesías", que significa "Ungido" (3). El libro de Hechos de los Apóstoles nos dice que “…Fue en Antioquía donde por primera vez se les dio a los discípulos el nombre de cristianos” (Hechos 11:25-26.). “Es  decir, partidarios o seguidores de “Cristus” (o Crestus). Al inventar este apodo, los gentiles de Antioquía tomaron el título de “Cristo” (ungido) como un nombre propio.” (4). Esto sucedió hacia el año 45 d.C., al extenderse fuera de Palestina. Primeramente, ellos se autodenominaban simplemente los “creyentes en Jesús” (cf. Hechos 5:14), los “discípulos” (Hechos 6:1; 9:1,26), la “Iglesia” (cf Hechos 8,1), o los “seguidores del Camino” (cf. Hechos 9:2). (5).

Como declara el apóstol Pedro: “…vosotros [es decir, los cristianos] sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;”  (1ª Pedro 2:9).

El centro de la religión cristiana es, pues, la persona de Jesús de Nazaret, su vida, su muerte y resurrección. Por tanto, toda enseñanza, y doctrina gira y se fundamenta solamente en Él y sus testimonios.

Por lo cual, para conocer qué es el cristianismo, necesitamos imprescindiblemente conocer la figura de Jesús de Nazaret, sus orígenes, vida y enseñanzas. Pero antes de pasar a exponer todo esto, daremos una breve definición de lo que en nuestra opinión es el cristianismo:

El cristianismo es la religión de los que creen en Jesucristo pero no como un profeta o líder más o menos carismático, sino como el Hijo de Dios, que nace de una virgen llamada María, no de un acto humano sino divino, engendrado por obra del Espíritu Santo (Mateo 1:16,20; Lucas 1:30,34), que vino a anunciar a la humanidad la buena nueva de salvación, la vida eterna en el reino de Dios. Cristo hizo posible nuestra salvación porque murió en lugar de los pecadores para que ellos tuvieran vida eterna en Él, resucitando al tercer día, como señal para que creyesen que con su muerte había vencido a la muerte, y que vendrá al final de los tiempos para llevarlos con Él al Paraíso de Dios (1ª Cor. 15:51-55; 1ª Tes. 4:13-18).

3. Marco geográfico e histórico donde surge el cristianismo

"El cristianismo tuvo su cuna en Palestina, tierra situada entre los reinos del Nilo y del Eúfrates y el Tigris. Y se hallaba en tiempos de Jesús bajo el dominio militar romano, tan odiado por el pueblo, y el gobierno de reyes semijudíos, vasallos de los romanos y nombrados por ellos. La mayor parte de este territorio se repartía entre la región del norte, Galilea, la del sur, Judea con su capital Jerusalén, y Samaría en el centro, situada entre Judea y Galilea. Para que nos demos una idea de su extensión, entre Cafarnaún (o Capernaúm), situada al norte, junto al idílico lago de Genesaret (Tiberiades), y Jerusalén, emplazada en el sur montañoso, hay unos 130 kilómetros en línea recta, distancia que una caravana podía recorrer en una semana" (6).

Hemos dicho que en tiempos de Jesús, Palestina se encontraba bajo el dominio romano. En efecto, Pompeyo el Grande conquistó Jerusalén el 63 a.C., y veintitrés años después el Senado proclamaba a Herodes, rey de Judea, que reinó del 37 a.C. al 4 a.C., por el apoyo que los romanos le prestaron. A su muerte, dividió el reino, creando tres tetrarcas: Filipo (4 a.C. —34 d.C.) a quien donó el territorio al noroeste de Galilea; Arquelao (4 a.C.—6 d.C.) que recibió Judea, Samaria e Idumea y Herodes Antipas (4 a.C.—40 d.C.) que obtuvo Gali­lea y Perea.

4.  Origen del cristianismo

Para entender la fe cristiana es ineludible conocer sus raíces judías, contenidas en la Biblia hebrea, o Antiguo Testamento (AT); lo que es considerado Palabra de Dios, tanto por judíos como por cristianos. Las promesas y profecías anunciadas en el Antiguo Testamento se cumplen en el Hijo de Dios, conocido como Jesucristo, encarnado en el Mesías o el Cristo, como el Dios-Hombre.

La fe judía se basa en la palabra de Dios conservada en la Biblia. El cristianismo tiene su origen en el judaísmo. Sin embargo, la fe cristiana se fundamenta en las palabras, enseñanzas, y vida de Jesús, el Dios-hombre, cuya historia se nos narra en cuatro libros que relatan o presentan el Evangelio (la Buena Nueva) de Jesucristo, desde el punto de vista de cada uno de sus autores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. No son cuatro evangelios sino sólo uno, contado desde la perspectiva de cada autor. El cristianismo es, pues, la «religión de una persona y no de un libro» (7).

Por eso, no podríamos comprender el cristianismo sino vemos que nace de las promesas de Dios a su pueblo Israel. El evangelista Mateo resalta esa profunda relación, cuando en el inicio de su Evangelio nos describe las raíces generacionales de los ancestros de Jesucristo, dice así: “Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:” (Mateo 1:1). También el Evangelio de Lucas refiere esta genealogía, pero empezando con José, y sus ascendientes, pasando por David y Abraham hasta llegar a Adán, hijo de Dios (Lucas 3:23, 32, 34, 38).

¿Qué pretendieron los evangelistas al narrarnos con tanto detalle la genealogía de Jesucristo? Sin duda, hacernos ver que Jesucristo es el Mesías o el Cristo, es decir, el enviado y ungido de Dios que cumple la promesa de bendición que Dios hizo a Abraham y que afectaría a todas las naciones. La promesa que Dios hizo a Abraham hacia el año 1900 a.C. –“Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra,...” (Génesis 22:18; Hechos 3:25; Hebreos 6:13-14; 11:12)–, tiene su cumplimiento en Jesucristo, que es el “descendiente mesiánico”, el “hijo de David”. Esta descendencia o simiente de Abraham, que cumpliría las promesas de Dios, la cita el apóstol Pablo en la epístola que dirige a los Gálatas, identificándola como el propio Cristo (Gálatas 3:16; Cf Gálatas 3:8,9). En los siguientes textos comprobaremos como se relaciona el NT con el AT:

Gálatas 3:8,9: “La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abrahán esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones.” (9) Así pues, los que creen son bendecidos con Abrahán el creyente.”

Gálatas 3:16: “Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: “y a los descendientes”, como si fueran muchos, sino solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.”

La entrada de Jesucristo en la historia de este mundo, estaba perfectamente predestinada por Dios, antes de la fundación del mundo (1ª Pedro 1:18-20:), para que ocurriera no sólo en el momento histórico en que se produjo (Gálatas 4:4: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”), sino para que fuera del linaje de David, como fue José, padre adoptivo, y esposo de la virgen María (Mateo 1:20, Lucas 1:27,32; 2:4). Lucas relata que el ángel Gabriel aparte de afirmar que Jesús, el hijo de la virgen María, sería llamado Hijo del Altísimo (Lucas 1:32) e Hijo de Dios (Lucas 1:35), también afirma que David es padre de Jesucristo. 

Jesucristo es el “descendiente mesiánico”, el “hijo de David”, la simiente de Abraham que cita el apóstol Pablo en la epístola que dirige a los Gálatas, por medio del cual Dios cumpliría las promesas (Gálatas 3:16).

Por otra parte, el profeta Isaías (765-700 a. C), en su libro (Isaías 53), nos anticipa cómo se llevaría a cabo el Plan de Dios, de salvación y rescate de la humanidad perdida. Pero, lo original, inaudito, asombroso y paradójico es que este designio de Dios, se realizaría, más de setecientos años después, por medio de un “siervo sufriente” y “hombre de dolores” (Isaías 53,3) “cordero llevado al matadero” (53,7). Jesús cumple las promesas de Dios al entregarse en lugar de los pecadores: “herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; (Isaías 53:5, 10).

El inicio del cumplimiento de la promesa de bendición a todas las naciones es confirmado con el anuncio de un ángel del Señor dirigido a los pastores que pasaban la noche a la intemperie, en unos campos cercanos a un pesebre de la ciudad de Belén, donde nació Jesús: “En la ciudad de David os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esta será la señal para que lo reconozcáis: encontrareis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” (Lucas 2:9,11; Versión “La Palabra”; 1ª edición, 2010)

“Por eso, Jesucristo constituye, para el Nuevo Testamento, el Amén (la fidelidad) de Dios: “Todas las promesas de Dios tienen su Sí en Jesucristo; por eso es por medio de él que nosotros decimos nuestro Amén” (2Corintios 1,20). Jesús es, así, “el Amén, el Testimonio fiel” (Ap. 3,14). Y el Apocalipsis cierra el Nuevo Testamento destacando ese cumplimiento fiel de las promesas por parte de Dios, en Jesús: La tierra prometida es, en definitiva, “aquellos cielos nuevos y tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra ya pasaron…y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que bajaba del cielo, procedente de Dios” (Ap. 21, 1-2). Allí él “enjugará toda lágrima de sus ojos y la muerte ya no existirá más; ni tampoco llantos, ni gritos, ni penas existirán más, puesto que las cosas de antes ya pasaron” (21,4).” (8)

5. ¿Quién es Jesús de Nazaret?

Jesús de Nazaret, conocido también como Jesucristo, el hombre más importante de la historia de la humanidad, nació en Palestina, hacia el año 4 ó 5 antes de nuestra era, durante el reinado de Herodes el Grande, rey de los judíos (9) (37-4 a.C.) (Mateo 2:1, ss), que fue vasallo y tributario del emperador romano César Augusto (30 a.C. a 14 d.C.). La vida pública de Jesús transcurrió bajo el reinado de su sucesor, Tiberio (14-37 d.C.), y fue ajusticiado, en una cruz, por el procurador imperial Poncio Pilato, alrededor del año 30 de nuestra era.

Como hemos podido comprobar, el Cristo de los cristianos es una persona muy concreta, humana e histórica: el Cristo de los cristianos no es otro que Jesús de Nazaret, un judío o israelita, que nació en Belén de Judea, de una mujer virgen, llamada María que vivía en Nazaret (Galilea) (Lucas 2:4). Es por esto por lo que el cristianismo se basa esencialmente en la historia, y la fe cristiana es esencialmente una fe histórica.

¿Qué dicen las Sagradas Escrituras de Jesús?

Los evangelios de Mateo y Lucas nos relatan que su singular nacimiento y primeros años de vida ocurrieron de la siguiente manera:

Lucas 1:26-35: “…el ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret, un pueblo de Galilea, (27) a visitar a una joven virgen llamada María, que estaba prometida en matrimonio a José, un varón descendiente del rey David. (28) El ángel entró en el lugar donde estaba María y le dijo: ¡Alégrate, favorecida de Dios. El Señor está contigo!  (29) María se quedó perpleja al oír estas palabras, preguntándose qué significaba aquel saludo. 30 Pero el ángel le dijo: No tengas miedo, María, pues Dios te ha concedido su gracia. 31 Vas a quedar embarazada, y darás a luz un hijo, al cual pondrás por nombre JESÚS. 32 Un hijo que será grande, será Hijo del Altísimo. Dios, el Señor le entregará el trono de su antepasado David, 33 reinará eternamente sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin. 34 María replicó al ángel: Yo no tengo relaciones conyugales con nadie; ¿cómo, pues, podrá sucederme esto? 35 El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios Altísimo te envolverá. Por eso, el niño que ha de nacer será santo, será Hijo de Dios. (Versión “La Palabra”; 1ª edición, 2010)

El relato de Lucas se complementa perfectamente con el del evangelista Mateo:

Estaba José pensando en dejar a María secretamente, cuando “…un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:20,21).

Lo poco que sabemos de su niñez se encuentra en el Evangelio según San Lucas. El cual nos dice que cuando el niño cumplió los ocho días le llevaron a  circuncindar, “…y le pusieron por nombre Jesús, el nombre que el ángel le puso antes de ser concebido.” (Lucas 2:21; Versión “La Palabra”), y unos treinta y tres días más tarde sus padres le llevaron al Templo de Jerusalén para presentarle al Señor, y “...ofrecer conforme lo que se dice en la ley del Señor: un par de tórtolas, o dos palominos.” (Lc. 2: 24); Y [...] “Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. (Lucas 2:39)

Lucas sigue contándonos que  “… el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.”(Lucas 2:40; Cf. Lc 2:23-33), como se evidencia en el siguiente episodio que relata más adelante:

 “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; 42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.  (52) Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:41-52).

Luego, la Sagrada Escritura da un salto hasta que comienza su ministerio público, después de ser bautizado por Juan el Bautista. Lucas ubica con gran precisión y muchos detalles, el momento histórico en que este evento tiene lugar:

“En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, 2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, 4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías (…) 21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.(Lucas 3:1-3, 21,22).

Sin embargo, lo singular del cristianismo es que Jesús, no sólo es humano sino también divino. Él es el Hijo de Dios, de la misma sustancia que el Padre (Hebreos 1:3; Juan 1:1-5; Fil 2:6-8; Col. 1:15-19). Es Dios Hijo que se ha hecho hombre escondiendo su divinidad en su humanidad. El Dios único del judaísmo se muestra o se revela en el NT como tres personas perfectamente diferenciadas: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Sin embargo es una única esencia, un único ser.

No obstante, las generaciones de nuestro siglo XXI quizá se habrán preguntado más de una vez, ¿Qué tiene que ver Jesús, un judío que nació hace dos mil años con mi vida? ¿En qué me puede afectar? ¿Qué puede hacer Jesús por mí vida? ¿De qué sirvió que viniese a este planeta y sufriese una muerte tan cruel en una cruz romana?

¿Qué dijo Jesús de sí mismo?

Juan 11:25: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y en otra ocasión:

Juan 14:6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

¿Qué dijeron de Jesús algunos que hablaron con Él?

Juan 4:40-42: Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por la palabra de él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

¿Qué testificó el apóstol Pedro?

Hechos 4:12: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

¿Qué declaró el apóstol Pablo?

1ª Corintios 3: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

Hebreos 12:2:“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”

6. ¿A qué vino Jesús el Cristo a la Tierra?

A) A buscar y salvar la humanidad que se había perdido

Lucas 19:10: “10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

B) Para que tengamos vida eterna y seamos salvos por su muerte.

Juan 3:16,17: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

C) A predicar el reino de Dios, el arrepentimiento de nuestros pecados y a que creamos en el Evangelio.

Marcos 1:14,15: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”

D) A servir y dar su vida en rescate por muchos.

Marcos 10:45: Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

E) A perdonar los pecados de los seres humanos que se arrepienten

Hechos 2:38: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”

F) A destruir a la muerte y el poder del diablo

Hebreos 2:14-18: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. 16 Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. 17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

7. Evidencias de la veracidad histórica de Jesús de Nazaret.

Hoy en día, ya no quedan investigadores serios y neutrales que pongan en duda la historicidad de Jesús de Nazaret; no es un mito, ni una leyenda porque su historia se localiza y data en el espacio y en el tiempo, y son abundantes los testimonios y evidencias de su existencia. Disponemos de evidencias externas e internas que prueban su historicidad.

Las evidencias externas son los testimonios de escritores no bíblicos y ajenos al cristianismo; y las internas, todos los testimonios de los escritores de la Biblia que convivieron con Jesús o con sus testigos oculares y también los testimonios de los llamados primeros Padres de la Iglesia, que vivieron en los primeros siglos de nuestra era.
 
A) Evidencias externas

Los personajes de la antigüedad ajenos al cristianismo, lo que podríamos llamar fuentes paganas y judías, que desde un punto de vista estrictamente histórico han testificado en alguna de sus obras de la existencia de Cristo y de los cristianos, hacia la primera mitad del siglo I d. C., que cabe destacar son:

“Por aquella época apareció Jesús, hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre, fue autor de obras maravillosas, maestro para quienes reciben con gusto la verdad. Atrajo a sí muchos judíos y también muchos gentiles. Este era el Cristo (el Mesías). Habiendo sido denunciado por los primados del pueblo, Pilato lo condenó al suplicio de la cruz; pero los que antes le habían amado le permanecieron fieles en el amor. Se les apareció resucitado al tercer día, como lo habían anunciado los divinos profetas que habían predicho de Él ésta y otras mil cosas maravillosas. De él tomaron su nombre los cristianos, cuya sociedad perdura hasta el día de hoy”.

Algunos críticos y detractores aducen en contra de este importante testimonio que dicha cita carece de valor porque posiblemente se le hayan intercalado algunas frases por los copistas cristianos interesados, las cuales no estarían en el texto original de Josefo. Sin embargo, muchos otros, incluso el racionalista alemán A. Harnack lo consideran genuino, ya que aparece en todos los códices. En cualquier caso, aunque eliminásemos dichas supuestas interpolaciones (señaladas en cursiva en el texto citado arriba),  aun así, el testimonio histórico de Flavio Josefo sobre la existencia de Jesús es lo suficientemente importante como para considerarlo genuino.

Las curaciones y expulsiones de demonios hechas por Jesús fueron confirmadas por fuentes hostiles como las del Talmud, aunque se atribuyeron a poderes malignos relacionados con la brujería (Mateo 12:24; Lucas 11:15: “Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios echa fuera los demonios.”).

B) Evidencias internas

La primera evidencia viene de los cuatro Evangelios, que han demostrado ser precisos ellos mismos.

“Los cuatro Evangelios relatan la vida de Jesús. Los escritores fueron testigos de los hechos. Al escribir no tenían nada que ganar en este mundo, mas que persecución, sufrimiento y muerte. La muerte de Jesús en la Cruz, desde el punto de vista humano hubiese sido el fin del cristianismo. Sin embargo, algo ocurrió que transformó a los apóstoles haciéndoles capaces de comunicar la verdad sobre Cristo por todas partes.

Los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas enseñan la importancia no solo de una vida moral sino de una adhesión a la persona de Jesús.” (http://www.corazones.org/jesus/historicidad_jesus.htm)

Más importantes, si cabe, son los testimonios de San Pablo. Cronológicamente, la primera carta que escribió fue dirigida a los Tesalonicenses en el verano del año 50 d. C. (BJ,1988, Pág. 1644). Para entonces es más que evidente que el cristianismo se fundamenta en el seguimiento de una persona histórica llamada Jesús. Veamos un importante testimonio de Pablo en 1ª Corintios 15:1-7:

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. 3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1ª Corintios 15:1-7).

La experiencia de las apariciones de Jesús resultó determinante para la confirmación de la destrozada fe de algunos como Pedro o Tomás, y otros, como Santiago, el hermano de Jesús.

8. Conclusión

El cristianismo se fundamenta en el Dios hecho carne, Jesucristo, el judío de Nazaret, que nació en Palestina, –unos cuatro o cinco años antes de nuestra era– de una virgen llamada María, por obra del Espíritu Santo (Mateo 1:18-25; Lucas 1:31-35). Su objetivo: salvar a la Humanidad, es decir, rescatarla del pecado, la muerte y el diablo, dándole la promesa de vida eterna en la Canaán celestial. Dios, por su infinito amor, misericordia y justicia eligió entrar a formar parte de la Historia de la Humanidad, para combatir y vencer el pecado –en el mismo lugar donde se había producido–, y reconciliar consigo mismo a los seres humanos pecadores y rebelados contra Él. Para ello, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).

Por tanto, el cristianismo no es, en absoluto, una filosofía ni una mera ética, ni una religión formal sino algo trascendente, la obra de Dios, que tiende la mano a los rebeldes seres humanos, para transformarlos, haciendo que nazcan  a una nueva vida, que al ser reconciliados por Él mismo, les permita llevar una vida en la que reine el amor y la paz. Por eso dijo el mismo Jesucristo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Luego la principal señal de identidad de los cristianos, que nos la recuerda de nuevo el apóstol Juan en su primera epístola, consiste en el amor. Toda persona que no es capaz de amar no ha nacido de Dios ni le conoce: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1ª Juan 4:7).

Sin embargo, el cristianismo puede quedar en una mera teoría, religión o doctrina de las muchas que arrastran a este mundo a la confusión y las tinieblas, sino se cree en Jesucristo con verdadera fe y en Su Santa Palabra, como medio, que el Espíritu de Cristo, es decir, el Espíritu Santo, utiliza para hacer nacer de nuevo a los seres humanos (Juan 3:5; Santiago 1:18; 1ª Pedro 1:23-25).

La práctica del cristianismo (10)

“Lo importante de la religión de Jesús no son los ritos ni las obras externas sino lo siguiente:

"Los cristianos se deben caracterizar por una vivencia ética de libertad,  –pero no de libertinaje– superando la semántica de la ley mosaica: Gálatas 5:1,6, 13,14.

Gálatas 5:1,6: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. […] (6)  porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

Gálatas 5:13-14: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.  (14)  Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

"En Cristo, el creyente se somete al Espíritu Santo. Esto significa una repulsa a las obras de la carne y por producir los frutos del Espíritu. (Gálatas. 5:16-23).

Gálatas 5:16-21: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.  (17)  Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.  (18)  Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.  (19)  Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,  (20)  idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,  (21)  envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Gálatas 5:22-24: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  (23)  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  (24)  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.  (25)  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

"La Ética debe fundamentarse pues no en un código, sino en la guía del Espíritu Santo. Aunque este propósito tenía indudable dificultad se iría consiguiendo, en la medida que fuésemos transformados por Jesús en una nueva criatura" (Gál 6:7-9, 15).

Romanos 8:1-10: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (5)  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.  (10)  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.

Romanos 8:11-17: Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.  (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

2 Corintios 5:14,15, 17-20: Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;  (15)  y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.  […] (17)  De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18)  Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.  (20)  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

 

La segunda parte de este ciclo sobre la Historia del Cristianismo continúa en la próxima sesión titulada:

“2. Jesucristo: único fundamento de la Iglesia”

 

 

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Bibliografía consultada

En este primer apartado me limito a enumerar, a continuación, las principales obras y sus autores que he consultado a fin de asesorarme  para la redacción de este ciclo de conferencias sobre la Historia del cristianismo. Y en el siguiente apartado –“Referencias de la Bibliografía utilizada”– relaciono, mediante numeración entre paréntesis,  los diversos párrafos utilizados en cada conferencia,  con sus autores y obras correspondientes de las que han sido extraídos. En alguna ocasión, puedo haber omitido alguna referencia por  no  haber podido identificar la fuente original, debido a la multiplicidad de obras consultadas.

Alzate Montes, Fray Carlos Mario, O.P. Historia de la Iglesia Moderna
http://www.opcolombia.org/estudio/galicanismo.html

Baker, Robert A. Compendio de la Historia Cristiana. Casa Bautista de Publicaciones
http://ministeriomct.org/Materiales/SegundoSemestre/HistoriadelCristianismoI

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Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.

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Historicidad de Jesucristo ¿Existió Jesucristo?

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Referencias de la Bibliografía utilizada

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo. Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989

(2) Vidal Manzanares, Cesar.  “Por qué  soy cristiano”

(3) En el AT eran ungidos con aceite de oliva u óleo santo los sacerdotes, reyes y elegidos por Dios como un símbolo y señal de consagración a Él, de elección, y de recepción del poder del E. S. para ser capacitados para los cargos o misiones  encomendados por Dios.

(4) Biblia de Jerusalén-1998, comentario a Hechos 11:26

(5) Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.

(6) KÜNG, HANS Profesor de la Universidad de Tubinga, “Ser cristiano”  (Pág. 183). Tercera Edición.  Ediciones Cristiandad, Huesca, 30-32, MADRID.

(7) B. Chenu - F. Coudreau, La fe de los católicos, Sígueme, Salamanca, 1986, pág. 73

(8) ) Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.

(9) El reino de Herodes el Grande llegó a comprender las provincias de Judea, Idumea (al sur), Samaría (centro), Galilea, Perea (Norte) y otras regiones de la zona del Haurán (Biblia de Jerusalén (BJ), 1998, comentario a Mt. 2:1).

(10) Vidal Manzanares, Cesar. “Pablo, el judío de Tarso”,

 

 

 

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