Preguntas y Respuestas
Sobre la ley de Dios
¿Es la Ley del Sinaí inmutable y eterna?
Versión: 16-03- 2014
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
El tema de la ley en la Biblia ha sido –y todavía sigue siendo– objeto de gran polémica en el mundo cristiano evangélico. La cual es especialmente provocada por los que defienden a capa y espada que los cristianos deben observar o guardar los Diez Mandamientos que Dios dio a Moisés, en tablas de piedra, en el monte Sinaí (Éxodo 20:3-17; Deuteronomio 5:6-21), hace unos tres mil quinientos años aproximadamente. En realidad, todos los cristianos están de acuerdo en que nueve preceptos de esos diez –o, al menos, sus principios morales ampliados y recogidos en el Nuevo Testamento (Mateo 5:21-48)– son aplicables y obligatorios no solo para los cristianos sino para toda la humanidad. La controversia surge con el cuarto mandamiento de la Ley de Dios que prescribe observar la abstención de toda obra secular en el día sábado, séptimo de la semana (Éxodo 20:9-11; cf. Éxodo 16:4-5,22-30), de acuerdo a un estricto reglamento (Éxodo 35:1-3; cf. 31:14-15).
Reglamento del día de reposo
Éxodo 35:1-3: Moisés convocó a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas: (2) Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. (3) No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo.
En lo que sigue trataremos de explicar por qué la Ley del Sinaí y en especial la observancia del reposo sabático nunca han sido de aplicación al mundo gentil, es decir, los no judíos, y que, además, toda la Ley del AT (la Torá) –no sus principios morales–, quedó abolida en Cristo, tanto para judíos como para cristianos, como se deduce de los siguientes textos:
Efesios 2:13-22: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. (14) Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, (15) aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, (16) y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. (17) Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; (18) porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. (19) Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, (20) edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, (21) en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; (22) en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.
Los cristianos no están vinculados al Antiguo Testamento (AT) en el sentido de que les sean de aplicación y obligatorias las leyes contenidas en el mismo. Otra cosa muy distinta es que consideremos que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, (17) a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
El Antiguo Testamento es imprescindible para entender el Nuevo Testamento (NT), porque en aquel se registra el inicio de la Historia de la Salvación de la humanidad, porque se focaliza hacia el Mesías, el Artífice de la misma. Pero al mismo tiempo, el AT se debe explicar e interpretar desde el NT. Nunca a la inversa.
2. La ley moral natural está grabada en la conciencia de cada ser humano
Sabemos por la experiencia y por la Santa Biblia que los seres humanos somos criaturas morales que tenemos en nuestra conciencia un conocimiento innato del bien y del mal. Lo cual prueba que el Creador ha implantado en sus criaturas humanas la ley moral natural, que es el fundamento de la convivencia y relación entre los humanos, y, también, el espíritu religioso que les induce a creer en la existencia de un Ser supremo que ha creado todo cuanto existe, y por el cual subsisten. Así lo testifica la Palabra de Dios: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:14,15).
También por la experiencia cotidiana de la vida conocemos que los seres humanos somos imperfectos y egoístas, poco capaces de hacer el bien y mucho más predispuestos al mal. La Sagrada Escritura llama pecado a todo tipo de maldad –no solo a los actos sino también a las malignas intenciones del corazón– junto con la ruptura de la relación con Dios. Pecado es también toda infracción de la ley moral (1ª Juan 3:4). La Biblia nos descubre que “no hay justo, ni aun uno;….(12) .todos se desviaron,…No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” […] (23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:10,12, 23); y que … “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (13) Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (Romanos 5:12,13).
Los textos citados explican que la muerte que todos experimentaremos cuando nos llegue la hora es consecuencia del pecado de la Primera Pareja humana y de los pecados personales de cada uno. Todos los seres humanos nacen con una naturaleza egoísta que se rebela contra Dios. Esto es lo que llamamos pecado original, puesto que fue causado por la rebeldía de Adán y Eva contra Dios. Esta naturaleza heredada es pecaminosa y esclava del pecado, es decir, está bajo la ley del pecado que por naturaleza nos hace incapaces de no pecar (Romanos 8:2). Necesita ser regenerada en Cristo Jesús mediante el Espíritu Santo, es decir, cada persona ha de nacer de nuevo para ser liberada de la esclavitud del pecado (Juan 3:5; 8:31-36; Romanos 6:2-8). Se trata de morir al pecado en el hombre viejo y nacer a una nueva vida en la que viva Cristo, y gobierne desde dentro todos los deseos del alma (Gálatas 2:20-21). Entonces, cada creyente es convertido en una nueva criatura (2ª Corintios 5:17).
Romanos 5:18-21: Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. (19) Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. (20) Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; (21) para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Notemos que Romanos 5:13 afirma que “antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado”; y también “…pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Romanos 4:15). De aquí deducimos que hubo un “antes de la ley” en que la humanidad estaba sin ley revelada. La Palabra de Dios nos revela que la ley vino cuatrocientos treinta años después de la promesa que Dios hizo a Abraham de que en su descendencia, es decir, en Cristo, serían benditas todas las naciones (Gálatas 3:16,17). O sea que no hubo ley revelada hasta 430 años después de Abraham, lo que nos lleva a la ley que Dios reveló a Moisés en el Sinaí. Esta ley –los Diez Mandamientos o Decálogo– es la base del Pacto Antiguo (Éxodo 24:3,7; 34:28); por eso es llamada las “palabras del Pacto” o las “Tablas del Pacto” o las Tablas del Testimonio (Éxodo 34:27-29; Deuteronomio 4:13; 9:9; 9:15).
Éxodo 34:27-29: Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (28) Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. (29) Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios.
Deuteronomio 4:13: Y él [Dios] os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.
Deuteronomio 9:9: Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua;
Deuteronomio 9:15: Y volví y descendí del monte, el cual ardía en fuego, con las tablas del pacto en mis dos manos.
3. La Ley del Sinaí es una adaptación de los principios morales universales exclusivamente para un pueblo –Israel–, y como base del Antiguo Pacto. Y tanto dicha Ley como el primer o Antiguo Pacto se cumplen y terminan en Cristo.
Al poco de empezar a desarrollarse al Iglesia primitiva surgieron “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído,… diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5). Estos fariseos convertidos al cristianismo creían que los cristianos estaban obligados a circuncidarse y guardar la Ley de Moisés.
Ahora, es necesario entender que la Ley de Moisés incluye no solo las leyes rituales, civiles y morales sino también la Ley de las tablas de piedra –los famosos diez mandamientos del Decálogo– que es la base del Antiguo Pacto. La Ley de Moisés forma un conjunto o sistema legislativo inseparable o indivisible, que fue dado por Dios para gobierno del Israel antiguo. Por lo tanto, no se pueden abolir ciertas leyes que la componen y pretender mantener vigentes las que legislan en el ámbito moral. Por otra parte eso sería imposible, pues los libros de la Ley –toda la Ley– dependen del principio universal de amor a Dios y al prójimo, y se fundamentan en el mismo (Lv. 19:18; Dt. 6:5; cf. Mt. 22:36-40). Por eso es incorrecto enseñar –como algunos hacen– que en la cruz de Cristo fueron abolidas solo las leyes ceremoniales y civiles, permaneciendo intacta y vigente la Ley de los Diez mandamientos, que es precisamente el fundamento del Antiguo Pacto.
Por otro lado, los mismos defensores del reposo sabático suelen argumentar que la Ley de Moisés no es la Ley de Dios o que no la incluye. Esto es totalmente incierto, pues el AT cita indistintamente “Ley de Moisés”, “Ley de Dios” o “Ley del Señor” para referirse en todos los casos a la misma única Ley: la Ley que fue dada por Dios a Israel en el Sinaí (ver Éx. 18:6; Lv. 26:45-46; Núm. 31:21; Dt. 4:44; Jos. 23:6; 24:26; Lc. 2:22-24, 39; etc.).
Levítico 26:45-46: Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová. (46) Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.
Deuteronomio 4:44: Esta, pues, es la ley que Moisés puso delante de los hijos de Israel.
Josué 23:6: Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra;
Josué 24:26: Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová.
Lucas 2:22-24: Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (23) (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), (24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Lucas 2:39: Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Demostrado que la ley de Moisés es lo mismo que la Ley de Dios (Lucas 2:22-24,39), ahora, nos conviene recordar que el rito de la circuncisión fue la señal del Pacto que hizo Dios con Abraham (Génesis 17:7,10-14), pero siguió siendo de obligado cumplimiento en el AP como señal de pertenencia al pueblo de Dios hasta la muerte de Cristo. Incluso los observadores del reposo sabático aceptan que los cristianos no están obligados a circuncidarse. Pero los judaizantes de la Iglesia primitiva –“algunos de la secta de los fariseos, que habían creído”, reclamaban que los cristianos debían cumplir toda la Ley de Moisés: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5).
En pocas palabras, estos fariseos cristianos creían que el Antiguo Pacto continuaba en vigor, y consecuentemente con ello, exigían que debía cumplirse toda la Ley que configuraba aquel Pacto. Esto es lógico. Lo que no es de recibo es la pretensión de algunos –especialmente, los adventistas–, que se atreven a extraer de la Ley de Moisés, la base del Pacto Antiguo, que son los Diez Mandamientos, exigiendo la observación del reposo del día sábado, que pertenece al Antiguo Pacto. Pero eso no es correcto, pues, o exigimos a los cristianos cumplir con toda la ley de Moisés, como trataron de hacer los judaizantes de la Iglesia primitiva, o abolimos todo el sistema antiguo de la Ley; lo que no caben son medias tintas. Como lo demuestran los siguientes textos, que se refieren al “concilio” en el que los dirigentes de la Iglesia primitiva decidieron que los cristianos no estaban obligados a cumplir nada en absoluto de la Ley de Moisés, incluido por tanto, el reposo sabático que fue la señal del Antiguo Pacto:
Hechos 15:7-11: Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. (8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
Hechos 15:19-21: Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, (20) sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. (21) Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.
Esta fue una perfecta ocasión para que Jacobo dijera también: “escriban a los gentiles que no dejen de observar la Ley de Moisés” –tengamos en cuenta que esta Ley es la que Dios promulgó en el Sinaí–, “y especialmente no se olviden de reposar cada sábado conforme al cuarto mandamiento de la Ley”. Sin embargo, decepcionante y frustrantemente para los judaizantes, dijo:“no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,…Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:19, 21).
Es absurdo e ilógico no reconocer lo evidente: que el primer Pacto o antiguo Pacto (Hebreos 8:7,13; 9:1,15,18; 10:9) –basado en las Tablas de piedra– fue hecho por Dios solamente “con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto” (1 Reyes 8:9; Cf. 2ª Crónicas 6:11). Y, por si esto no fuera suficiente para algunos, Moisés vuelve a recalcar que “Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. (4) Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego” (Deuteronomio 5:2-4). Y al establecer Cristo el Nuevo Pacto con Su muerte y resurrección, “ha dado por viejo al primero” [es decir, cesa toda vigencia del Antiguo Pacto] (Hebreos 8:13). Puesto que la ley del Sinaí era la base del mismo, también desaparece esta Ley que lo fundamentaba.
El error que muchos han cometido es creer que las Tablas de piedra, del Pacto o del Testimonio contienen la Ley moral universal, y por tanto, perfecta e inmutable. Sin embargo, aunque esta ley del Sinaí está fundamentada en los principios universales de la Moral –“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37; Cf. Dt. 6:5), y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39; Cf. Lv. 19:18)–, la letra de los diez mandamientos que la componen no es más que un elemental y básico desarrollo de los citados principios universales, pero adaptados para un pueblo –Israel–, y adecuados para la época en que se desarrollaría el Antiguo Pacto; por lo que solo serían válidos –como afirma San Pablo– “hasta que viniese la Simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19) “la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).
Ejemplos que demuestran la realidad de la anterior aseveración son las redacciones de los siguientes mandamientos:
Segundo mandamiento del Sinaí: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, (6) y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6).
Clara y evidentemente la redacción de este mandamiento, prohibiendo no solo utilizar las imágenes como ídolos –dándoles un culto que solamente corresponde a Dios–, sino también construir o hacer imágenes, era muy adecuado para evitar o tratar de contrarrestar que el Israel antiguo imitara las costumbres de las naciones paganas que le rodeaban, y se fabricara dioses inanimados semejantes a los que tenían dichos pueblos. Sin embargo, el AT registra que Israel, pasó por alto este mandamiento, transgrediéndolo nada más conocerlo (Éxodo 32:1-35), y también en otros momentos a lo largo de su historia cayó igualmente en este tipo de idolatría.
La transgresión no estaba en el hecho de fabricar o construir las imágenes sino en darles culto. Nadie debía hacer ninguna imagen para inclinarse ante ella y honrarla. Reiteradamente Dios ordenó a Israel: “Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. (14) Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. (15) Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios; (16) o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas. (17) No te harás dioses de fundición” (Éxodo 34:13-17).
El peligro está en tener o hacer imágenes creyendo que a través de ellas se obtiene el favor de alguien al que le hemos conferido en nuestro corazón lo que solo corresponde al verdadero Dios. Eso sería superstición e idolatría. Por eso, Dios no se contradice a sí mismo cuando ordena a Su Pueblo: “Harás también dos querubines de oro” (Éxodo 25:18). Pero mejor leer un poco de su contexto:
Éxodo 25:18-22: Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. (19) Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. (20) Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. (21) Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. (22) Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.
La prueba de que la redacción o letra de este segundo mandamiento de la ley de las Tablas de piedra no es inmutable, está en que el Nuevo Testamento no registra ninguna prohibición en cuanto hacer, construir o fabricar imágenes. En el NT se condena solo la idolatría que consiste en dar a la criatura o a las cosas creadas el culto o adoración o preeminencia que solo corresponde a Dios (véase, por ejemplo, Mateo 4:9,10; Hechos 10: 25,26; 17:29; Romanos 1:23-25; 1 Corintios 8:4-11; 10:14, 18-20; 12:2; Efesios 5:5; Fil. 3:18-19; Col 3:5; 1ª Juan 5:21; Ap. 9:20; etc.).
En los siguientes textos veremos que no hay ninguna prohibición a construir o hacer imágenes sino a toda forma de idolatría. Además, para que nadie tenga dudas, el NT explica que idolatría no es solamente dar culto a las imágenes sino también todo tipo de avaricia, culto al cuerpo o al “vientre” o pasiones desordenadas (Col 3:5; Fil 3:19), algo que no contemplaba la letra del segundo mandamiento del Sinaí.
Hechos 17:29: Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.
Romanos 1:23-25: y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. (24) Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, (25) ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
1 Corintios 10:14: Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.
1 Corintios 12:2: Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos.
1 Juan 5:21: Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.
Efesios 5:5: Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Filipenses 3:18-19: Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; (19) el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
Colosenses 3:5: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;
Apocalipsis 9:20: Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;
Cuarto mandamiento del Sinaí. El Antiguo Testamento registra dos versiones del citado mandamiento (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:12-15), perfectamente válidas, quizá complementarias, pero apropiadas para un solo pueblo en la Tierra –Israel– y dirigidas exclusivamente a él, y a ninguna otra nación.
Éxodo 20:8-11: Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11) Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Deuteronomio 5:12-15: Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. (13) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (14) mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. (15) Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.
Este mandamiento le fue dado a Israel junto con el “Maná” (Éxodo 16:4-5,17-29) antes de la entrega de las tablas de la ley en el Sinaí; lo cual redunda en demostrar su exclusividad para este pueblo, si además comprobamos que fue la señal del Pacto entre Dios e Israel (Éxodo 31:13-17).
Éxodo 31:12-17: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo[c] consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. (16) Guardarán, pues, el día de reposo[e] los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. (17) Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.
Notemos que Dios hizo pacto con Noé y le dio como señal el arco iris en las nubes (Génesis 9:13), y más tarde a Abraham, Dios le dio como señal la circuncisión (Génesis 17:10-14). Todo esto deja tener vigencia en el NT, porque todo ello es sombra y figura que se cumplen en Cristo (Col 2:16-17), pues Él es la “buena nueva” (Hebreos 4:2,3) de salvación, y solo mediante Cristo se obtiene el reposo que simboliza el séptimo día (Hebreos 4:2,3); pues al creer en Él se entra en el reposo de Dios (Hebreos 4:9-10), no en el reposo de un día a la semana sino en el reposar de obrar o sea confiar en la salvación obtenida en Cristo, sin las obras de la ley. Por tanto, este precepto no tiene ningún sentido para los cristianos, ni puede ser aplicado a la humanidad, puesto que no se corresponde con ningún principio de la moral universal.
Décimo mandamiento del Sinaí. También el AT registra dos versiones del citado mandamiento (Éxodo 20:17; Dt. 5:21), ambas similares y muy apropiadas para un pueblo de la antigüedad; pero debemos reconocer que, aunque el principio siga siendo válido, la letra o redacción del mismo son totalmente obsoletas.
Éxodo 20:17: No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
Deuteronomio 5:21: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Por lo tanto, concluimos que la ley nueva –el Nuevo Testamento– es más perfecto que la ley del Sinaí, y su abolición está plenamente justificada porque ha sido sustituida por una mejor, y porque ahora servimos a Dios “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).
4. Conclusión
Aunque hasta Moisés no hubo ley moral escrita, la santa Biblia declara que “había pecado en el mundo” (Romanos 5:13). Por otro lado, después que se promulgó la ley, las naciones paganas que rodeaban el antiguo Israel, posiblemente tuvieron conocimiento de esta ley pero no estaban sometidos a ella pues había sido dada exclusivamente para el gobierno de los israelitas, y por tanto, nadie del mundo gentil podía sentirse concernido u obligado a la obediencia de la misma. Sin embargo, tanto antes de la ley como después de la ley, los israelitas que estaban bajo la ley, así como los paganos o gentiles de todas las épocas, que no tenían ley, es decir, todo el mundo, igualmente son juzgados por Dios de pecado (Romanos 3:10,12, 23).
Con todo esto hemos querido demostrar que exceptuando Israel, la humanidad hasta Cristo no estuvo bajo la ley del Sinaí sino bajo la ley moral natural escrita en sus conciencias (Romanos 2:14-16). Luego, Cristo, hace unos dos mil años, derribó “la pared intermedia de separación” que existía entre el pueblo de Israel y el resto del mundo (Efesios 2:14), “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas…y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo” (Efesios 2:15,16). Por tanto, con la muerte de Cristo quedó abrogado el Antiguo Pacto (Hebreos 8:13) y con él todas las leyes que regían bajo el mismo, recogiendo o salvando solo los principios morales eternos de los que dependía toda la ley:
Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Lucas 10:25-28: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? (26) Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? (27) Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. (28) Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
En el Nuevo Pacto, Cristo recoge los principios morales eternos de la ley del Sinaí, los amplifica espiritualizándolos formando una nueva ley moral superior a la del Antiguo Pacto (Hebreos 7:12), en el sentido de su mayor exigencia y amplitud, porque legisla no solo las acciones o actos externos del ser humano sino también las intenciones y pensamientos del corazón. Además, esta nueva ley moral es universalizada porque va dirigida no solo al pueblo de Israel sino a toda la humanidad. Por tanto, la ley nueva es distinta a la antigua, y Cristo establece sus contrastes y diferencias en Mateo 5:21-48. Los cambios más evidentes son:
- El cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que exigía reposar en el día sábado, séptimo de la semana, y abstenerse de toda obra profana, trabajo, encender fuego, cocinar, viajar, llevar cargas, etc., deja de estar vigente a la entrada del Nuevo Pacto (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17). Otra prueba más de la abolición del reposo sabático es que la Iglesia primitiva se reúne en domingo, primer día de la semana (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2). Pero deja de haber mandamiento de reposar un día a la semana por motivos religiosos.
- La letra de los nueve mandamientos restantes cambia, aun cuando se recogen sus principios morales. Por ejemplo, el sexto mandamiento prohíbe matar (Éxodo 20:13), pero Jesús va más allá, condenando también las intenciones, pensamientos y sentimientos, como el enojarse, zaherir, insultar, odiar, etc., al prójimo. El séptimo mandamiento que dice simplemente “no cometerás adulterio” (Éxodo 20:14), Jesús lo eleva o lo espiritualiza hasta el extremo de culpabilizar a “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró en su corazón” (Mateo 5:28).
- Además, Él añade otros mandamientos que no están contemplados en el famoso Decálogo del Sinaí, como por ejemplo: “No resistáis al que es malo…” (Mateo 5:39); “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” (Mateo 5:44).
Los cristianos no se relacionan con la ley de la misma manera que las personas no convertidas a Cristo. Pues a estos la ley les condena porque no quieren cumplir la ley y tampoco pueden. Si estos reconocen sus pecados y su impotencia en cumplirla, y se arrepienten, la ley será el ayo, guía, tutor o pedagogo que los llevará a Cristo (Gálatas 3:24), y la ley habrá cumplido su única misión que consiste en denunciar el pecado (Romanos 3:20). En cambio, los cristianos no están bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14); la ley no les puede condenar porque han muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4) en el Bautismo (Romanos 6:3,4); su relación no es con la ley sino con la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Romanos 8:2). Como hijos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, no son guiados por la ley sino por el Espíritu Santo que mora en ellos (Romanos 8:14,17), y son impulsados no por la coerción de una ley exterior sino por “el amor de Dios…derramado en nuestro corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Los que intentan guardar los Diez Mandamientos como una ley exterior fracasan y caen en el legalismo, que carece de amor. Si no hay amor, la ley no se cumple de ninguna manera, puesto que Dios juzga las intenciones que hay en lo profundo del corazón humano. El que ama cumple perfectamente los mandamientos de la ley moral (Juan 13:34; 14:15,21; 15:11-17; Romanos 13:7-10; Gálatas 5:14; 1 Juan 2:7-11; 3:14-16, 23-24; etc.).
Juan 13:34: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Juan 15:11-17: Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. (12) Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. (13) Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (14) Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (15) Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. (16) No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (17) Esto os mando: Que os améis unos a otros.
Romanos 13:7-10: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (8) No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
Gálatas 5:14: Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El apóstol Juan nos confirma que el mandamiento antiguo es la Palabra que habéis oído desde el principio (1 Juan 2:7), y no la ley del Sinaí que fue abolida junto con toda la Ley (Torá- Pentateuco) con la vida, muerte y resurrección de Cristo.
1 Juan 2:7-11: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. (8) Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. (9) El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. (10) El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. (11) Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
1 Juan 3:14-16: Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (15) Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (16) En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
1 Juan 3:23-24: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. (24) Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
En resumen:
Primero. La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos, es decir, el pueblo de Israel, en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía la ley. Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a un reglamento minucioso, que prohibía, además de trabajar bajo pena de muerte (Éxodo 35:2,3), cocinar, llevar cargas, encender fuego, viajar, etc. Este mandamiento no pertenece a la ley moral natural. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, pero ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto.
Segundo. “Los gentiles que no tienen ley” (Romanos 2:14) darán cuenta a Dios por la ley moral que hay escrita en sus corazones, (Romanos 2:15). Es decir, serán juzgados no por la Ley del Sinaí –que no les concierne–, sino por la ley moral escrita en sus conciencias. Sin embargo, los que rechazan la luz del Evangelio serán juzgados por la ley evangélica, que es dada para toda la humanidad, sin hacer distinción entre judíos y gentiles (Mateo 5:21-48). Esta es la nueva ley que sustituye a la del Sinaí porque es más exigente que la letra de los Diez Mandamientos, porque juzga no solo las acciones u obras sino también las intenciones del corazón. Ya no basta con no matar sino que también hay que evitar enojarse con el prójimo. No basta con “no adulterarás” sino que hay que evitar mirar a la mujer para codiciarla (Mateo 5:22,28). Los mandamientos de Jesús, la ley de Cristo es “amaos unos a otros como yo os he amado” (Juan 13:34-35), incluso “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:42-45).
Tercero. Los cristianos no estamos bajo la ley moral, ni por supuesto la del Sinaí que nunca estuvimos, porque en Cristo hemos muerto a ella (Romanos 7:6); “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). La ley moral –no los Diez Mandamientos– no puede condenarnos porque Cristo la ha cumplido en lugar nuestro (Romanos 8:1; Gálatas 2:16; 3:13).
Cuarto. Los cristianos pertenecemos al Pacto de Abraham. La promesa de bendición a toda la humanidad no viene por el Pacto de la ley, que vino 430 años después (Gálatas 3:8,9,16) sino por la promesa a “la simiente de Abraham”, que es Cristo (Gálatas 3:16), por la que serían benditas todas las naciones. Por tanto, la salvación no es por las obras de la ley sino por la sola fe en Jesús (Gálatas 3:9,10).
Quinto. En el Nuevo Pacto en Cristo queda abolida en su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Efesios 2:15). El cristiano queda solo sujeto a todo lo que manda el Nuevo Testamento, y este recoge todos los principios morales de la ley natural, que estaban no solo en el Decálogo sino especialmente fuera del mismo (Levítico 19:18; Dt. 6:5; cf. Mateo 22:36-40). Sin embargo, el precepto del reposo sabático no es confirmado en ningún lugar del NT, es más, se amonesta a los judaizantes por quererlo guardar, y pretender que lo observen los cristianos (Hechos 15; Gálatas 4:10; etc.). Incluso la Iglesia primitiva, cuando se emancipa de la de los judíos, se congrega en el primer día de la semana, domingo, y no en sábado. No hay precepto en todo el Nuevo Testamento de guardar el reposo sabático, porque era símbolo y figura del reposo que obtiene el cristiano en Cristo, cuando deja de trabajar por su salvación y se acoge por fe a la salvación que Cristo le ofrece sin las obras de la ley (Hebreos 4). El cristiano no está bajo la ley de Moisés sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21), y además, está sujeto a todos los mandamientos que dio Cristo en el Nuevo Pacto.
Sexto. San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático se abroga en Cristo (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17).
Gálatas 4:8-11: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; (9) mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
Colosenses 2:8-17: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (9) Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, (10) y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (11) En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; (12) sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. (13) Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, (14) anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, (15) y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (16) Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, (17) todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
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Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
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