Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Sobre la ley de Dios

¿Por qué pregunta si matar es pecado?

 
 
Versión:12-09- 2016

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado Pedro, me alegro que me haya contactado, y le agradezco sus comentarios, pero no puedo entender que, si usted es cristiano, me formule las siguientes  preguntas:

“Hola, ¿cómo está? Me parecen muy interesantes los estudios bíblicos que usted maneja y quisiera hacerle una pregunta. Si yo soy cristiano pero tengo a una persona que me molesta la vida, ¿puedo yo matarla y acabar con mi problema? ¿Es esto pecado y me puedo perder por eso? Gracias por su pronta respuesta” (Pedro).

He intentado comprender qué ha pretendido usted al plantearme las siguientes preguntas:

2. ¿Puedo matar a una persona y acabar con mi problema? ¿Es esto pecado y me puedo perder por eso?

Aunque su escrito es amable, correcto y educado, sus preguntas no son serias sino que parece que usted bromea, e incluso trata de hacerme objeto de una burla.

Por un momento he pensado no responderle, porque esas preguntas quizá no merecían ser atendidas, porque son unas preguntas impropias –no ya de un cristiano– sino también de cualquier pagano. ¿Qué le dice su conciencia cuando se pregunta si puede resolver sus problemas acabando con la vida de las personas? Porque supongo que usted tiene una conciencia que le permite distinguir entre el bien y el mal. Si tomara en serio sus preguntas pensaría que tiene usted conciencia de un psicópata, si es que ellos la tienen de algún tipo.

Sin embargo, no puedo creer que usted lo sea, sino que, por el contrario, quizá solo sea un legalista que está haciendo una broma de mal gusto. Deduzco esto por las opiniones que usted amablemente aportó a la breve encuesta que se solicita en la página de “Contacto” de www.amistadencristo.com.

Es muy significativo que, en la citada encuesta, usted me escribiese que “La sección más interesante es” “Sobre la Ley de Dios”, y “Sugiero como tema de su interés”: “la ley de Dios”. Por tanto, no me cabe ninguna duda que usted tiene un gran interés en la Ley Antigua, la que Dios le dictó a Moisés en el Sinaí, lo que no es malo en sí mismo, siempre que no se convierta en legalismo; porque “sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente” (1 Ti. 1:8). Pero leamos este pasaje en su contexto porque la Palabra de Dios siempre se entiende mejor que un solo texto aislado.

1 Timoteo 1:8-11: Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; (9)  conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, (10) para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, (11) según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.

Notemos, que esta ley moral a la que se refiere san Pablo no es la ley de los Diez Mandamientos del Sinaí, porque es mucho más abarcante, pues no se limita a condenar a los que transgreden los citados mandamientos, sino que va mucho más allá, porque cita a los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, (10) para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina (1 Ti. 1:9-10). De acuerdo en que algunos de estos conceptos ya están comprendidos en la Ley del Sinaí, aunque de una manera muy general; pero aquí, además, se refiere específicamente, a muchos que no condenaba la ley Antigua como por ejemplo; “los irreverentes y profanos,.. los fornicarios, … los sodomitas, … los secuestradores, …, y … cuanto se oponga a la sana doctrina”.

La fuerte obsesión que usted ha manifestado por la Ley de Dios, me recordó a unos amigos adventistas del séptimo día que, cuando oyen a alguien decir, la ley de Moisés – la que Dios le dio en el monte Sinaí– está abolida para los cristianos, arguyen: “Entonces ¿ahora ya podemos matar y robar?”

Pero ¡qué barbaridad! ¿Acaso no existe más ley moral que la que recibió Moisés en el Sinaí? ¿No existió, antes de dicha la ley, la ley moral natural que todos ser humano lleva inscrita en su conciencia (Ro. 2:12-16)? ¿No se da cuenta, querido hermano, que los cristianos servimos “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Ro. 7:6), y, no estamos bajo la Ley Antigua –la del Sinaí– “sino bajo la Ley de Cristo” (1 Co. 9:21) del Nuevo Pacto? El Pacto Antiguo fue abolido (Heb. 8:13), con todas sus leyes y sustituido por el Nuevo en Cristo, cuyas leyes están contenidas en el NT. Veámoslo:

2 Corintios 3:6-18: el cual [Dios] asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. (7) Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer,  (8)  ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?  (9)  Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación.  (10)  Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente.  (11)  Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. (12)  Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; (13) y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. (14) Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. (15) Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. (16) Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. (17)  Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.  (18) Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

¿Ignora usted que la ley de Cristo va mucho más lejos que la ley del Sinaí, que se limitaba a prohibir matar? ¿Se queda usted solo con la letra de la Ley Antigua, olvidando cuál es el espíritu de la ley evangélica, que discierne hasta las intenciones, deseos y pensamientos del corazón o la mente (Heb. 4:12)? Lea, por favor, todo el capítulo cinco del Evangelio de san Mateo, y especialmente los textos 21-26:

Mateo 5:21-26: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. (22) Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. (23) Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, (24) deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (25) Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.  (26)  De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

¿Qué le parece, se conforma usted con cumplir la Ley Antigua –“No matarás”– o se convierte usted en un auténtico cristiano, nacido de nuevo, y, entonces, cumple la Ley de Cristo de, incluso, amar a sus enemigos (Mt. 5:44-46)?

Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

¿Ignora usted lo que prometió Dios por medio del profeta Jeremías (31:31-34), lo cual se cumplió en el Nuevo Pacto en Cristo? Lea Hebreos 8:7-13 y 10:15-20.

Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (32) No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. (33) Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

¿No sabe usted, que en el Nuevo Pacto en Cristo, los cristianos no son guiados por la ley del Sinaí sino por el Espíritu Santo que mora en ellos (lea Ro. 8:14), y, por supuesto, por todo el NT, que es también ley para los cristianos?

Romanos 8:14-17: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

3. Conclusión

Usted me expresó en su escrito que la sección más interesante de www.amistadencristo.com es “Sobre la Ley”. Entonces, habrá podido comprobar que en dicha sección he tratado este tema muchas veces, y, además he recopilado varios artículos para componer el libro “La relación del cristiano con la Ley moral”. Para terminar lea también el capítulo 15 del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pero si usted es un adventista, como parece, tendrá que pedir la ayuda del Espíritu, para que le sea abierto el entendimiento y el velo del Antiguo Pacto le sea quitado por Cristo, “pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará, porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 3:16,17).

Me temo que mientras no suceda ese milagro, no sacará nada en claro de leer el citado capítulo de Hechos, pues argumentará que ahí se está refiriendo solo a “las leyes ceremoniales o rituales”, ¡craso error!, porque la Ley Antigua no se puede dividir, y, decir que una parte se abroga y otras siguen vigentes; o todo está vigente o nada. Por tanto, la Ley de Moisés se refiere a toda la Ley Antigua y nadie tiene autoridad para entresacar lo que le conviene o lo que cree sea aplicable a los cristianos, excepto los apóstoles, como así lo hicieron durante el primer concilio de Jerusalén.

No seguiré dando más argumentos, pues conozco bien a los adventistas, porque este servidor de usted también lo fue, y sé que sirve de bien poco para ellos la evidencia bíblica, pues los adventistas quedaron fijados a los Diez Mandamientos y no son capaces de ver que la Ley de Cristo es más perfecta que la letra de la ley Antigua; no me refiero a los principios morales de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, que son inmutables y eternos, y sobre los que se basa la Ley Antigua: Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40).

Aunque sea brevemente, no me resisto a comentar algunos versículos de Hechos 15, que le recomendé que leyera:

Hechos 15:1,5: Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. […] Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

Estos fariseos, que habían creído en Cristo, se parecían a los adventistas de nuestra época, porque pretendían que los cristianos guardasen la Ley de Moisés para ser salvos. Los adventistas niegan que la Ley de Moisés incluya al Decálogo de las tablas de piedra (Dt. 9:9,11,15), cuando, precisamente, éste era el corazón del Antiguo Pacto; comprobémoslo: “y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras…Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra (Dt. 4:12-13; cf. 9:9,11,15).

Por tanto, es evidente que los Diez Mandamientos pertenecen al Antiguo Pacto, porque son la base del mismo, y forman parte inseparable de la Ley de Moisés, el Pentateuco. Así lo identificó Jesús, cuando dijo: era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc. 24:44). Leámoslo en su contexto:

Lucas 24:44-49: [Jesús, después de su resurrección] “les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46) y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (48) Y vosotros sois testigos de estas cosas. (49) He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

La Ley de Moisés es equivalente a, o sinónimo de, la Ley del Señor, o lo que es lo mismo, la Ley de Dios (véase Lc. 2:22,23). De manera que, anulado el Antiguo Pacto (Heb. 8:13) –al ser inaugurado, y sustituido por el Nuevo en Cristo (Lc. 22:20), y cambiado el sacerdocio levítico por el del orden de Melquisedec– Cristo es ahora nuestro sacerdote– y, por tanto, “necesario es que haya cambio de ley….queda, pues, abrogado  el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia” (leer Heb. 7:11-28). Pero sigamos analizando más textos de Hechos 15. Veremos a continuación como los dirigentes de la Iglesia cristiana primitiva se reúnen en Jerusalén –a modo de su primer concilio– a fin de dirimir si los cristianos debían guardar la Ley de Moisés o no.

Hechos 15:6-10: Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. (7) Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. (8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

Las palabras del apóstol Pedro evidencian que los creyentes judíos, para ser cristianos, no necesitaban guardar la Ley Antigua sino que solo tenían que creer “la Palabra del Evangelio”, así como nosotros mismos debemos hacer, para purificar nuestros corazones por medio de la fe y recibir el Espíritu Santo (Hch. 15:7-9). A los adventistas se les podía formular la misma pregunta que hizo Pedro a los fariseos cristianos: “¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?”. Pero sigamos leyendo:

Hechos 15:11,19: Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. […] Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,  (20)  sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. (21)  Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.

Notemos que, en este importante concilio de la Iglesia primitiva de Jerusalén, se determina prescribir unos mandamientos, que es lo único que se debe guardar de la Ley Antigua: que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (Hch. 15:20); “Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hch. 15:21). Fijémonos, que el Apóstol no manda que la Iglesia guarde el día reposo –sábado o séptimo día de la semana– sino que prevé que los judíos no convertidos a Cristo seguirían guardando este día, según la Ley Antigua, y reuniéndose en la sinagogas. Pero no hay mandato alguno a la Iglesia de Cristo para que cumpla la Ley de Moisés, sino todo lo contrario.

Hechos 15:24-27: Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, (25)  nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, (26)  hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (27) Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo.

Queridos hermanos, no permitamos que nadie quiera judaizarnos y obligarnos a guardar la Ley de Moisés, que incluye el Decálogo, con su día de reposo judío, que fue la señal de su Pacto con Dios (Éx.31:13-18), según los reglamentos prescritos en el Antiguo Testamento; pero que no son vinculantes para el pueblo cristiano: Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15:28-29).

 

Afectuosamente en Cristo

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 

 

 

 

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento


 

 

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