Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Miscelánea

Debate interreligioso 2: Doctrinas no bíblicas fruto de la Tradición

 
Versión: 08-01- 2012

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

En el primer artículo de este debate –“Debate interreligioso 1: Revelación vs. Tradición” – denunciamos que la Tradición católica ha sido fuente de múltiples doctrinas no bíblicas que han pervertido la pureza del Evangelio de Jesucristo. En este segundo artículo del “Debate interreligioso” continúo respondiendo al correo de mi querido amigo Andrés del pasado 27-12-2011. La idea de este debate, que te debo a ti, Andrés, surge por los comentarios que me dirigiste en el citado correo, referidos al artículo “Por qué no soy católico”, que yo había publicado en esta misma Web, poco antes de esa fecha. En esos comentarios al citado artículo me refieres, aparte de definirte como un católico “progresista”, tus puntos de vista sobre algunas doctrinas católicas, que yo calificaba de no bíblicas desde mi creencia, que toda doctrina cristiana debe respaldarse e inferirse desde la sola Palabra de Dios sin mezcla de Tradición. Entendiendo por ésta, toda la literatura religiosa que elaboraron los llamados “Padres de la iglesia” u otros escritores religiosos, desarrollada desde principios del siglo II de nuestra era en adelante, y de la que han derivado determinados dogmas de fe, que poco a poco han llegado a ser aceptados por el Magisterio de la Iglesia.

Aunque para mí resulta evidente, antes de seguir adelante, quizá sería conveniente que distinguiéramos claramente entre Revelación y Tradición. La Revelación está contenida solo en los libros que la Tradición judía y cristiana han considerado como canónicos, porque sus representantes han analizado sus escritos y comprobado que sus autores son “santos hombres de Dios inspirados por el Espíritu Santo” (2ª Pedro 1:21). Ahora, creo que no sería procedente que nos cuestionáramos qué libros son los que deben formar parte del canon sagrado, si faltan o sobran algunos, pues esta tarea ya la hicieron los Padres de la Iglesia de los primeros siglos. Por otro lado, también debemos tener confianza en la acción del Espíritu Santo para salvaguardar y preservar todo lo que Él inspiró y quiso revelarnos a los creyentes.

A este respecto, notemos que el Nuevo Testamento quedó completado antes de finalizar el siglo I de nuestra era; y hasta la muerte del último apóstol, Juan, alrededor del año 100 d.C., no había ningún problema en discernir lo que era auténtica Revelación de Dios de lo que era simplemente literatura apócrifa. Pues cualquier libro que no llevase la impronta de los escritores evangélicos era fácilmente reconocido y considerado no inspirado. Más tarde, entre los siglos II a IV d.C., empezó a proliferar mucha literatura apócrifa, apareciendo nuevos “evangelios y epístolas”, los cuales por la fecha tardía de su redacción, fueron fácilmente detectados como falsos. Ese fue el motivo que impulsó a que Atanasio, en el año 350 d.C., realizara una primera recopilación o reconocimiento formal del canon del Nuevo Testamento; es decir, aquellos libros inspirados, que por ser redactados por los discípulos y apóstoles de Jesús, les correspondía tener toda la autoridad e inspiración divina, y que la Iglesia reconoció como única guía autorizada en asuntos de fe y práctica. Estos son los mismos 27 libros que componen los actuales Nuevos Testamentos de las Biblias tanto católicas como evangélicas.

Aclarado lo anterior, pasaremos a presentar el objeto de este articulo que es contrastar tus puntos de vista “progresistas” sobre las doctrinas católicas no bíblicas, con la postura oficial de la Iglesia, y con lo que dice la Palabra de Dios al respecto. Utilizaremos, por tanto, el Catecismo de la Iglesia católica para presentar dichas doctrinas, luego, tus puntos de vista o declaraciones, y acto seguido, aplicaremos  la Biblia para discernir si son verdaderas o falsas.

Las doctrinas católicas que entendemos que no se pueden sostener a la luz de la Santa Biblia, y que vamos a analizar con detalle son:

La transustanciación, el sacramento de la confesión o penitencia, el sistema sacerdotal de organización jerárquico, la infalibilidad papal, la doctrina del Purgatorio, la concesión y venta de indulgencias para el perdón de los pecados, las oraciones y misas por los difuntos, la concepción inmaculada de María, el culto a María, la ascensión o asunción de María al cielo, la virgen María corredentora y mediadora entre los hombres y Cristo, María, virgen antes del parto, en el parto, y después del parto, etc.

En el resto de tu correo, que en este estudio bíblico respondo, explicas desde tu punto de vista de católico progresista como entiendes las citadas doctrinas católicas. Sin embargo, tu criterio, al ser liberal se aparta, por lo general, de la explicación oficial formulada por la Iglesia católica en su Catecismo. Esto hace que nuestras respectivas creencias se acerquen, y hasta puedan coincidir en algunos puntos. A continuación vamos a contrastar tu forma de entender las citadas doctrinas con la forma oficial, y a juzgarlas con la Palabra de Dios, que en mi opinión, debe ser la norma de suprema autoridad que decida la verdad o falsedad de cualquier doctrina cristiana.

2.0. La Eucaristía, Santo Sacrificio, Santa Misa, Comunión, etc.

La Iglesia católica ha convertido el sacrificio de la misa y la Eucaristía en centros del fervor, devoción y hasta de adoración por sus feligreses, suplantando el verdadero y único sacrificio de Cristo en la cruz, que es el que nos salva realmente. Cristo estableció, en la última cena, cuando estaba celebrando la Pascua del rito judío, en la que se comía pan ácimo y un cordero sacrificado para este fin, un rito de conmemoración, para que recordáramos siempre su sacrificio vicario por nosotros. El cual consistió en lo siguiente, según San Lucas: “tomó luego pan [por supuesto, sin levadura, porque ésta representa impureza], dio gracias, lo partió y lo dio diciendo; “Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío.” (20) ‘De igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo': “Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros” (Biblia de Jerusalén, 1998).

Queda perfectamente claro que las especies del pan y del vino (sin fermentar) son símbolos de su cuerpo y sangre, que serían entregados como señal y recordatorio del Nuevo Pacto o Alianza, entre Él y los creyentes (Lucas 22:13-20). Sin embargo, la Tradición católica ha ido mucho más allá, de lo que es un sencillo y emotivo rito del sacrificio de Cristo por la humanidad pecadora, al pretender que Cristo, en este acto, daba a los discípulos, y, por tanto, a los que se supone son sus sucesores, los sacerdotes, el poder, mediante la invocación del Espíritu Santo, de convertir las especies de pan y vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, realmente el Ser entero, la Persona divina total del Verbo encarnado, lo que se conoce como la Transustanciación.

Sin embargo, el propio Jesucristo, cuando instituyó su última cena como señal del nuevo pacto en Él, no transformó esas especies en su cuerpo y su sangre, sino se limitó a decir: “haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19), ¿por qué “pensar más de lo que está escrito”? (1ª Corintios 4:6). Pero, veamos, primero, como lo explica el Catecismo de la Iglesia católica:

1367 [...] “En este divino sacrificio que se realiza en la misa, este mismo Cristo, que se ofreció a sí mismo una vez de manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera no cruenta” (Cc, de Trento: DS 1743). (Catecismo de la Iglesia católica).

1371. El sacrificio  eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos “que han  muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados” (Cc. De Trento: DS 1748), para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo. (Catecismo de la Iglesia Católica).

1374 [...] “En el santísimo sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (Cc. De Trento: DS 1651). “Esta presencia se denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen ‘reales’, sino por excelencia, porque es sustancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente” (MF 39). (Catecismo de la Iglesia Católica).

1377 [...] “Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Cc, de Trento: DS 1641).” (Catecismo de la Iglesia Católica).

Tu interpretación de la transustanciación

En cuanto a la transustanciación del pan en cuerpo de Jesús, debo darte la razón y disiento con la interpretación “oficial” de la iglesia: en esto ha ocurrido una distorsión a lo largo del tiempo. La realidad está en que, cuando Jesús dice “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”, el “Esto” no hace referencia al pan en sí sino al pan partido y compartido. Es Jesús el que se parte y se reparte. Es su último acto de servicio. La iglesia católica (su jerarquía) pretende que el pan se transforma en Jesús cuando en realidad el gesto es el contrario: es Jesús el que se transforma en pan, pero no hay tal transustanciación sino el partirse y repartirse (entregarse). Por ello el evangelista Juan, último en escribir su evangelio, omitió este pasaje y se centró en el del lavatorio de los pies, donde sin dudas Jesús dejó clarísima su voluntad: el mayor de todos es el que sirve a todos. El error llevó a algo que a Jesús nunca se le ocurrió: que lo adorasen. (Andrés).

Lo que dice la Palabra de Dios: Las palabras de Jesús cuando instituyó la Eucaristía

Lucas 22:17-20: Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

La interpretación del apóstol Pablo de las palabras de Jesús

1ª Corintios 10:16,17: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? 17 Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.

1ª Corintios 11:23-26: Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

Si la Palabra de Dios lo declara y lo interpreta tan claramente ¿por qué la Tradición católica ha ido tan lejos al “pensar más de lo que está escrito” (1ª Corintios 4:6) máxime cuando no hay ningún apoyo bíblico?

1ª Corintios 4:6: Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

3.0. El sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación (Catecismo de la Iglesia Católica, 1486).

Lo que explica el Catecismo de la Iglesia Católica sobre este sacramento de la Confesión, Conversión, Penitencia o Reconciliación.

1440 El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11) (Catecismo de la Iglesia Católica).

1486 El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación (Catecismo de la Iglesia Católica).

La jerarquía eclesiástica católica se atribuye el poder de perdonar los pecados de los fieles católicos. Se basa en los siguientes textos del Evangelio de Mateo y de Juan y en la segunda epístola a los Corintios:

Mateo 16:19: Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Mateo 18:15-20: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Mateo 28:16-20: Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 20: 21-23: Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. 22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.

2ª Corintios 5:18-20: Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

Lo que la jerarquía católica deduce e interpreta de los citados textos bíblicos está redactado en su Catecismo en los puntos 1444, 1445, 1461, que transcribimos a continuación:

1461 Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20:23; 2 Cor. 5:18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en nombre del padre y del hijo y del Espíritu Santo”. (Catecismo de la Iglesia Católica).

1444 Al hacer participes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a simón Pedro; “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos; y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16:19)). “Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza (cf Mt 18:18; 28:16-20), recibió la función de atar y desatar dada a Pedro (cf Mt 16:19)” (LG 22). (Catecismo de la Iglesia Católica).

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica).

Tu interpretación del sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación:

Respecto de la necesidad de confesión, esta surge desde el Espíritu de la comunidad creyente, como todas las que tú llamas doctrinas no bíblicas. El sentido es reconocer el Don de Dios. Si Dios nos ama por sobre todas las cosas, si Dios es amor, no puede ofenderse. Si no se ofende, no tiene necesidad de perdonar. En ese contexto, la confesión no sería necesaria. La iglesia católica, entiendo, lo ve como un signo de reconocimiento de ese amor incondicional de Dios. Dios no necesita de nuestra confesión: somos nosotros los que necesitamos acercarnos a ese Dios perdón y misericordia para reflejarnos en Él y renovar nuestro espíritu. Personalmente creo que no es necesario un sacerdote intermediario. (Andrés).

Lo que dice la Palabra de Dios

Querido Andrés, aunque comparto contigo que no necesitamos un sacerdote intermediario para confesar nuestros pecados a Dios (1ª Juan 1:7-10), no consigo entender el argumento en que te basas para no sentirte obligado por el sacramento de la confesión. Aduces, que por el hecho de que Dios nos ama incondicionalmente, ya no puede ser ofendido por nuestros pecados, y si no se ofende, no tiene necesidad de perdonar, y por eso no precisamos confesarle nuestros pecados. Siento mucho decirte que este argumento para evadir la confesión con un sacerdote no me parece serio, ni riguroso. Como vimos arriba, el Catecismo de tu Iglesia en el número 1440, dice: El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia”. En este caso, quizás, estoy más de acuerdo con tu Iglesia que contigo. Pues las ofensas a Dios que causaron el pecado de la Primera Pareja, y posteriormente los pecados de todos los seres humanos, hicieron necesario que Dios mismo, en la persona divina de su Hijo, se encarnara y entregara su vida en la cruz para salvar nuestras vidas (Juan 3:16; 2ª Corintios 5:19). El pecado es, pues, algo gravísimo que implica mucho sufrimiento a todos los seres humanos sin excepción, y también su solución, que se llevó a cabo por Cristo, nuestro Salvador y Redentor, no sin mucho sufrimiento, mediante el derramamiento de su sangre hasta su cruel muerte en una cruz (Marcos 10:45; Romanos 5:10; 2ª Corintios 5:14; Tito 3:4-7).

Las ofensas a Dios por nuestros pecados no se pueden compensar con ningún tipo de obras buenas ni penitencias que podamos hacer, sino que requieren la muerte del ofensor (Romanos 6:23).

Dios nunca ha requerido que paguemos la deuda de nuestros pecados por medio de diversos tipos de penitencias (Romanos 3:24). Si así fuera el sacrificio de Cristo hubiera sido inútil (Gálata 2:20,21). Las ofensas a Dios por nuestros pecados no se pueden compensar o satisfacer con ningún tipo de obras buenas ni penitencias que podamos hacer, sino que requieren la muerte del ofensor: “Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23; BJ, 1998). Por eso Cristo, sin pecado, recibió la muerte que correspondía a los pecadores: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2ª Corintios 5:21; véase además 5:14,15).

La muerte vicaria de Cristo salda nuestra deuda con el pecado. Lo que no puede conseguir ninguna de nuestras obras de justicia ni penitencias. Él es nuestra justicia.

Nadie fuera de Dios mismo podía pagar la deuda del pecado. Para que la justicia de Dios se cumpliera era condición imprescindible que todos recibieran la justa condena de muerte eterna que merecían por sus actos. De aquí, que el sacrificio de Cristo en la cruz, la muerte que recibió y que no merecía, sustituye a nuestra muerte (Romanos 8:3; 2ª Corintios 5:14,15); y por eso, Él es llamado la justicia de Dios y nuestra justicia (Salmo 85:10; Romanos 1:17;3:21-26; 5:18; 1ª Corintios 1:30; Cf. Jeremías 23:6; Malaquías 4:2), porque por Él recibimos la salvación y vida eterna. “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.” (Salmo 85:10). “En quien [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14) Veamos a continuación, unos pocos pasajes que así lo confirman:

Jeremías 23:6: En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y este es el nombre con que te llamarán: “Yahvé, justicia nuestra. (BJ, 1998)

1ª Corintios 1:30: De él [Dios] os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual  hizo  Dios para nosotros sabiduría de Dios, justicia, santificación y redención; (BJ, 1998)

Dios no requiere penitencia por nuestro pecado sino solo arrepentimiento

Dios no requiere de nosotros ningún tipo de penitencia para perdonar nuestros pecados sino solo sincero arrepentimiento (Mateo 4:17; Marcos 1:15; 6:12; Lucas 13:3; Hechos 2:38; 3:19); Es un mandamiento de Dios para todos los seres humanos (Hechos 17:30,31). Nadie puede recibir la aprobación de Dios si antes no se ha arrepentido de todos sus pecados, y acepta la única justicia posible, que Dios ha dispuesto para declarar inocente al pecador: la que Cristo obtuvo al morir en nuestro lugar. Veamos los textos bíblicos que respaldan lo que hemos afirmado:

Mateo 4:17: Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

Hechos 3:19: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;

Hechos 17:30,31: Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón [Cristo] a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

Arrepentirse significa convertirse. Es un cambio de vida y de voluntad, que recibimos cuando obedecemos de corazón al Evangelio de nuestro Señor Jesús (Romanos 6:17; 2ª Corintios 5:17). A partir de ahí, “el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14), y “ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:22,23)

Los cristianos evangélicos “somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:10), el cual es nuestro sumo sacerdote.

Los cristianos no precisamos de un sacerdote que medie entre Dios y el hombre para que nuestros pecados sean perdonados. Por supuesto, no necesitamos confesar nuestros pecados a un sacerdote para que nos diga: “Yo te absuelvo de tus pecados”. De ninguna manera, pues, debemos confesar nuestros pecados para que sean perdonados a ningún sacerdote ni a ningún otro ser humano sino solo a Dios (1ª Juan 1:7-9: “...Él [Cristo] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”). La Palabra de Dios es clara cuando afirma que “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, [...] 14 ...con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. 15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: 16 Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, 17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.” (Hebreos 10:12-17).

Los creyentes en Cristo tenemos “libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10:19).  “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:14-16). Por todos estos textos y otros muchos, los evangélicos creemos, con la fe requerida por Dios, que “somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:10).

Los cristianos evangélicos creemos que son inútiles y desagradables a los ojos de Dios los múltiples sacrificios diarios que los sacerdotes ofrecen a Dios mediante las misas (Hebreos 10:8).

Por tanto, son totalmente inútiles y desagradables a los ojos de Dios los múltiples sacrificios diarios que los sacerdotes ofrecen a Dios mediante las misas (Hebreos 10:8; Apocalipsis 17:4-6). Nuestros pecados no necesitan ningún tipo de penitencia para ser saldados, pues Cristo ha saldado todas nuestras ofensas en la cruz.  “Porque con una sola ofrenda [Cristo mismo] hizo perfectos para siempre a los santificados”. (Hebreos 10:14). Entendemos que esa perfección o justicia es la que Cristo nos otorga por la fe en su sacrificio redentor, la cual nos da derecho o nos habilita para la vida eterna y la entrada en el Paraíso que Dios tiene reservado para los justos en Cristo. Debemos tener claro, que en nuestras vidas terrenales nunca seremos perfectos ni totalmente justos en un sentido real y absoluto. Esa es la tarea de toda la vida, caminar diariamente bajo la Gracia de Dios en Cristo, teniendo como “fruto la santificación” (Romanos 6:22; 2ª Corintios 5:17), siguiendo “la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. (Hebreos 12:14). Nuestra perfección es la justicia que obtenemos por la fe en Cristo, pero no es la nuestra sino la suya, que por la fe nos la apropiamos, y ello nos da la gracia de Dios para renovarnos cada día y perseverar en la santificación diaria hasta el fin de nuestras vidas.

Romanos 6:20-23: Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

La Tradición católica interpretó que Jesucristo dio poder a los apóstoles para perdonar los pecados, basándose principalmente en el texto de Juan 20:23.

Juan 20: 23: A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.

La interpretación bíblica nunca se realiza a partir de un texto aislado, sino que se ha de tener en cuenta toda la Biblia para que no caigamos en contradicción con su espíritu. Todo el mundo cristiano reconoce que solo Dios tiene el poder para perdonar los pecados, incluso la jerarquía católica, porque solo Dios es capaz de ver el interior de nuestro corazón, y solo Él sabe si nuestro arrepentimiento es sincero. Por eso, la doctrina católica se encarga de remarcar, que los sacerdotes perdonan los pecados de sus feligreses en nombre de Dios:

1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre. (Catecismo de la Iglesia Católica).

1461 Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20:23; 2 Cor. 5:18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en nombre del padre y del hijo y del Espíritu Santo”. (Catecismo de la Iglesia Católica).

La Palabra de Dios afirma que solo Dios puede perdonar los pecados

Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús lo tenían muy claro, porque cuando vieron, que Él perdonaba los pecados, se preguntaron con asombro y perplejidad “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Marcos 2:7; Lucas 5:21). Examinemos detenidamente el contexto y veamos que Jesús fue el único hombre que tenía poder para perdonar pecados, porque además de ser el Hijo del hombre era también el Hijo Dios, de la misma sustancia que el Padre (Dios igualmente). Por eso pudo decir: “[...] el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6; Marcos 2:10;Lucas 5:24).

Lucas 5:20-24: Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. 21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? 22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

Cristo no delegó el poder de perdonar los pecados a sus apóstoles.

Eso estaría en contradicción con todo el espíritu de la Biblia, y además es razonable que no lo hiciera, porque solo Dios es capaz de ver el interior de nuestro corazón, y solo Él sabe si nuestro arrepentimiento es sincero. Ningún sacerdote tiene ese poder, ni puede tenerlo, por tanto, su perdón aunque sea en nombre de Dios no tiene ninguna validez para Dios. Las palabras que Cristo dirigió a Pedro “a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19), no significan el otorgamiento, solo al apóstol Pedro, de un poder único e ilimitado. Porque más adelante, Jesús hace la misma declaración, pero esta vez otorgando esa misma atribución a todos sus discípulos: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:18). Estoy totalmente de acuerdo con la interpretación que hace el Catecismo de la Iglesia católica sobre estas palabras atar y desatar.

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica).

La gran comisión que Jesús encomendó, realmente, a sus discípulos es “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.” (Lucas 24:47; véase también Mateo 28:19,20 y Marcos 16:15-6).

Mateo 18:19,20: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Marcos 16:15,16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Nótese bien que no les encargó que perdonaran los pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, sino que hicieran discípulos predicándoles el Evangelio, que consiste esencialmente en predicar las “buenas nuevas” de salvación, o sea que “se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:47).

A la luz de todo lo anterior podemos entender que Jesús, en Juan 20:23, no podía estar contradiciéndose a sí mismo, dando a sus discípulos la autoridad o potestad de perdonar los pecados aun que fuera en su nombre, cuando ese poder es solo prerrogativa de Dios.

Si esto es así, ¿qué significa la declaración de Jesús “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20: 23)?.

Ya hemos visto que la Palabra de Dios atribuye a Él solo la potestad de perdonar los pecados. Pero a los discípulos les manda lo que es la misión fundamental de la Iglesia, o sea, que prediquen y enseñen el Evangelio, que consiste en predicar la justicia de Cristo, el perdón de los pecados por medio de la conversión a Él. La consecuencia de esa predicación solo puede dar dos resultados, según Marcos 16:16: El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Pues esto mismo es lo que afirmó Jesús cuando se dirigió a los once discípulos, después de su resurrección, en aquella ocasión que registra el Evangelio de Juan: que la misión de evangelizar dada a los discípulos, pero que por extensión corresponde a la Iglesia entera, es decir a todo bautizado, implicaría que unos aceptarían a Cristo, por lo que sus pecados serían perdonados, pero no por los discípulos sino por Dios, en ese acto de fe y arrepentimiento. De otra parte, estarían los que rechazaban el mensaje de salvación, por lo que sus pecados no eran borrados, pues no habían aceptado, el sacrificio de Cristo, que es lo único que puede borrar nuestros pecados.

Por eso Jesús declara que a unos les serían remitidos o perdonados sus pecados y a los otros, les serían retenidos, es decir, no perdonados. El cometido de los discípulos no era en ningún caso remitir o retener los pecados de nadie, sino que esto era una consecuencia de su predicación evangélica, que es la única  autoridad que la Iglesia ha recibido de Cristo. Toda la Iglesia de Cristo, no solo la jerarquía católica, ha recibido de Cristo “el ministerio de la reconciliación”, que consiste que todos los reconciliados con Dios por medio de Cristo sean “embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2ª Corintios 5:20). Esta es nuestra misión, la de toda la Iglesia de Cristo, reconciliar al mundo con Dios mediante las buenas nuevas de salvación, el perdón de los pecados y la vida eterna.

Marcos 16:15,16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado

2ª Corintios 5:18-20: Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

4.0. Doctrinas católicas de las Indulgencias, las misas por los difuntos, el Purgatorio y la intercesión de los santos difuntos.

Con respecto a la doctrina de las indulgencias estoy de acuerdo contigo, Andrés, y, por tanto, me adhiero totalmente a lo que tú expresaste:

El tema de la venta de indulgencias es un disparate que no merece ni la pena profundizar. Con Jesús no tiene nada que ver. (Andrés)

Respecto de oraciones y misas por los muertos, creo que es una forma de recordarlos, de  sentirnos más cercanos a ellos. En vida, podíamos demostrarles nuestro amor mediante diversos actos. En su muerte, ¿por qué no podemos hacerlo?. La muerte es un paso a un estado diferente, pero nuestros padres, hermanos, tíos, primos, amigos, que han muerto siguen siendo ellos, siguen existiendo en el seno del Padre, desde nuestra fe. (Andrés)

Respecto del purgatorio, creo que no es un dogma sino una idea teológica que no aparece explícita en la Biblia pero queda implícita en varios pasajes. No quiero extenderme en esto, ya que al no ser un dogma, puede aceptarse o no. (Andrés)

Aunque consideras que la doctrina del Purgatorio no es un dogma de fe para los creyentes católicos, a mi entender sí lo es, por estar recogida y reglada en el Catecismo de la Iglesia católica. Ésta junto con las doctrinas de las oraciones y misas por los muertos y la doctrina de la intercesión de los santos difuntos –que no mencionas porque tampoco yo hablé de ella en el artículo “Por qué no soy católico” –  no podemos ignorarlas porque forman parte de las creencias católicas, de la misma manera que pertenecen otras, como, por ejemplo, la del sacrificio de la misa. Todas van unidas, son dogmas de fe para los católicos, y ningún católico que esté orgulloso de serlo, renunciará a ninguna de ellas, y lo que de ninguna manera podrían hacer ellos es elegir, como si de un menú se tratase, las que más les gustan y desechar el resto.

El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a estas doctrinas de la siguiente manera (la negrilla y el subrayado no están en el original):

La intercesión de los santos

955 "La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49). (Catecismo de la Iglesia Católica).

956 La intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad...no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad" (LG 49): (Catecismo de la Iglesia Católica).

No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida (Santo Domingo, moribundo, a sus hermanos, cf. Jordán de Sajonia, lib 43). (Catecismo de la Iglesia Católica).

Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba). (Catecismo de la Iglesia Católica).

958 La comunión con los difuntos. "La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones ‘pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados' (2 M 12, 45)" (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor. (Catecismo de la Iglesia Católica).

La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia

1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia (Pablo VI, const. ap. "Indulgentiarum doctrina", normas 1-3). (Catecismo de la Iglesia Católica).

Qué son las indulgencias

"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos". (Catecismo de la Iglesia Católica).

"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente" (Catecismo de la Iglesia Católica).

"Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC, can. 992-994) (Catecismo de la Iglesia Católica).

Las penas del pecado

1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena (Cc. de Trento: DS 1712-13; 1820). (Catecismo de la Iglesia Católica).

1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra- un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes" (Pablo VI, ibid). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado. (Catecismo de la Iglesia Católica).

Obtener la indulgencia de Dios por medio de la Iglesia

1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad (cf Pablo VI, ibid. 8; Cc. de Trento: DS 1835). (Catecismo de la Iglesia Católica).

1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados. (Catecismo de la Iglesia Católica).

II LA PURIFICACION FINAL O PURGATORIO

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. (Catecismo de la Iglesia Católica).

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador: (Catecismo de la Iglesia Católica).
[...]
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: (Catecismo de la Iglesia Católica).
[...]
I EL JUICIO PARTICULAR

1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno con consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros. (Catecismo de la Iglesia Católica).

1022 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Cc de Lyon: DS 857-858; Cc de Florencia: DS 1304-1306; Cc de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Benedicto XII: DS 1000-1001; Juan XXII: DS 990), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Benedicto XII: DS 1002). (Catecismo de la Iglesia Católica).

Lo que dice la Palabra de Dios

1ª Pedro 5:4: Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
2ª Pedro 2:9;3:7: sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;
Mateo 25: 31,32,46: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; [...] 46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
2ª Timoteo 1:12: Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

2ª Timoteo 4:1-8 (cf. Apocalipsis 11:18;20:12): Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. 6 Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. 7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Juan 12:31: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.

5. Conclusión

En el artículo citado al principio –Por qué no soy católico – traté, además, de otras doctrina católicas no bíblicas, como son el sistema sacerdotal de organización jerárquico, la infalibilidad papal, la concepción inmaculada de María, el culto a María, la ascensión o asunción de María al cielo, la virgen María corredentora y mediadora entre los hombres y Cristo, María, virgen antes del parto, en el parto, y después del parto. Y otras, como la diferencia existente entre los católicos y evangélicos respecto a la justificación por la fe y la santificación del cristiano. Aunque, tú, Andrés, presentas tu punto de vista sobre todas estas doctrinas también, ajustándote con precisión al guión del artículo antes citado, puesto que fueron tratadas allí, y dada la extensión del presente artículo, me limitaré en los comentarios.

Aprecio tu posición abierta, que al apartarse bastante de la fe tradicional católica, hace posible una mayor concordia entre un católico y un evangélico. De hecho estamos totalmente de acuerdo en algunos puntos, en otros con algunos matices, y en el resto aun tenemos que seguir trabajando y estudiando juntos para llegar a un acuerdo. A continuación tratamos de resumir lo principal de este artículo.

La confesión no debe ser a través de un sacerdote, ni de ningún ser humano, sino directa a Dios, en la intimidad de la oración de fe (1ª Juan 1:7-9). Solo Dios puede perdonar pecados, porque solo Él ve en el interior de cada persona, y Él es el ofendido. Los apóstoles y discípulos no recibieron la potestad de perdonar pecados en nombre de Dios, sino que “se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:47). La orden y facultad que Dios da a sus discípulos no son, pues, las de perdonar los pecados sino las de predicar el Evangelio y el perdón de los pecados, que es el resultado de aceptar las buenas nuevas de salvación en Cristo. Este es el mandamiento de Dios: [...] id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; [...]” (Mateo 28:18-20).

Marcos 16:15,16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Lucas 24:46,47: y [Cristo] les dijo: "Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día 47 y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén” (BJ, 1998).

El perdón de los pecados o la remisión de los mismos, así como la retención de los pecados (Juan 20:23) es una consecuencia de nuestra decisión de aceptar a Cristo o de rechazarle. A todos los creyentes en Cristo se nos ha encargado por Dios el ministerio de reconciliación, y no solo a los pastores. (2ª Corintios 5:19, 20). A los que rechazan creer en el Evangelio de salvación le son retenidos los pecados. Esto no tiene nada que ver con la confesión a través de un sacerdote; pues, el perdón de los pecados, es una acción directa entre Dios y los seres humanos, que se lleva acabo cuando hay verdadero arrepentimiento o sea conversión, y se acepta a Cristo, nuestra justicia, el que saldó nuestra deuda muriendo en nuestro lugar.

Por otra parte, debemos aclarar que la Palabra de Dios afirma que el creyente cristiano, el que ha aceptado la salvación en Cristo y ha sido bautizado, “no practica el pecado”. Esto mismo es lo que afirma el apóstol Juan: “todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” [...] (1ª Juan 3:9). Esto quiere decir, que el cristiano auténticamente convertido a Cristo, ya no peca voluntariamente. El apóstol Juan aclara que “Todo aquel que permanece en Él [Cristo] no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.” (1ª Juan 3:6). En mi opinión, los sacerdotes se atreven temerariamente a perdonar multitud de pecados de sus feligreses en nombre de Dios, sin advertirles que para los pecados voluntarios reiterados “ya no queda más sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:26).

Hebreos 10:26,27: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.

Hebreos 6:4-6: Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.

El Papa no es infalible de ningún modo, como no lo es cualquier ser humano. En eso también estamos casi de acuerdo, pues tú aún le concedes cierta infalibilidad en determinadas circunstancias. Por lo menos eso me ha parecido entender de tus comentarios.

La transustanciación no se puede apoyar en la Biblia. En el cuerpo de este estudio hemos visto que Cristo instituyó la Eucaristía, para que fuese una conmemoración de su vida y muerte por nosotros, pero no convirtió las especies del pan y el vino, en su cuerpo y sangre derramada. Tampoco lo hicieron los apóstoles, ni ningún discípulo de Jesús después de su resurrección (Lucas 22:17-20; 1ª Corintios 10:16,17; 1ª Corintios 11:23-26).

1ª Corintios 11:23-26: Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

Tu siguiente opinión coincide con la mía.

La organización sacerdotal de la iglesia no se corresponde con la de la iglesia primitiva (Andrés).

Respecto al purgatorio, tú crees que no es un dogma, pero el catecismo de la iglesia católica lo presenta como tal. A lo largo de este estudio hemos probado que los libros canónicos de la Biblia hebrea y el Nuevo Testamento, no respaldan la existencia de un lugar intermedio entre el cielo y el infierno llamado Purgatorio, y la Palabra de Dios es muy clara porque afirma que Cristo “[...] habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,..” (Hebreos 1:3 úp). Inventar el Purgatorio es no confiar en el poder purificador del sacrifico de Cristo.

Tu siguiente opinión es muy valiente y no precisa comentarios de mi parte.

“El tema de la venta de indulgencias es un disparate que no merece ni la pena profundizar. Con Jesús no tiene nada que ver”. (Andrés).

Respecto de oraciones y misas por los muertos. Respeto tu opinión, pero creo que es una tarea inútil y no grata para Dios, pues en el supuesto que las almas de los difuntos estuvieran en el cielo no necesitarían de nuestras oraciones ni de las misas. Estas se hacen por si acaso hubieran ido a parar al Purgatorio a fin de reducir el tiempo de estancia en el mismo. Ya hemos visto que todo esto no tiene apoyo bíblico alguno sino todo lo contrario.

[...] creo que es una forma de recordarlos, de  sentirnos más cercanos a ellos. En vida, podíamos demostrarles nuestro amor mediante diversos actos. En su muerte, ¿por qué no podemos hacerlo?. La muerte es un paso a un estado diferente, pero nuestros padres, hermanos, tíos, primos, amigos, que han muerto siguen siendo ellos, siguen existiendo en el seno del Padre, desde nuestra fe (Andrés).

Respecto a los dogmas marianos, que no comentaré porque ya fueron tratados en el artículo citado anteriormente, coincidimos bastante. Por tanto me limitaré a transcribir tus comentarios:

En cuanto a los dogmas marianos, te daré mi parecer. Yo pienso que estos dogmas no responden a una necesidad, ni forman parte de la estructura de la fe católica, como sí lo son los que los católicos rezamos en nuestro credo sino que son producto del “mal uso” de la infalibilidad papal que ya hemos comentado. (Andrés)

La inmaculada concepción de María es una forma de decir que, si su Hijo es el Dios-con-nosotros, el Mesías, el salvador del mundo, su madre debía estar a la altura de tales circunstancias. (Andrés)

Respecto del culto de María, tengo que darte la razón en que, desde la piedad popular muchas veces, y desde la misma iglesia a veces, se ha antepuesto a María o se la ha puesto mejor dicho como camino para llegar a Dios. Y muchas veces ese camino ha terminado en ella misma, transformándose en centro de piedad y devoción. Yo lo veo como una deformación cuando María no es camino sino meta. Y muy a pesar de ella. (Andrés)

El dogma de la Asunción de María al cielo es otra muestra de lo comentado respecto de la inmaculada concepción. (Andrés)

María, mediadora y corredentora. La explicación que tú das es un poco rebuscada, pero sí, es un poco parte del culto a María que comenté más arriba. (Andrés)

María virgen antes, durante y después del parto. Es parte de la elevación que se ha hecho de la figura de María. Por supuesto que es un título, no una realidad, ya que Jesús nació como todo hombre. (Andrés)

María es para los católicos una figura muy importante, al igual que José, aunque este parece haber desaparecido pronto de la escena, no sé si porque falleció pronto (lo más probable) o porque no pegaba con la figura divina de Jesús, o una mezcla de ambos. Lo cierto es que Jesús, hasta eso de los 30 años, fue creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia de Dios de la mano de ellos. Es muy lógico entonces que se resalte su figura de mujer y madre. No son lógicas las desviaciones surgidas de elevar la figura de María a la par de Jesús. (Andrés)

Querido amigo Andrés, aquí concluye este artículo, y también podríamos haber dado por terminado este debate si no hubiera leído unos comentarios de gran trascendencia e importancia, que haces al final de tu escrito y que no puedo dejar sin responder. Estos comentarios, que a continuación transcribo, son muy graves porque ponen en entredicho el corazón del Evangelio de Jesús, y me descubren que todavía hay mucha distancia, quizá, nos separan todavía “años luz”.

A propósito de tu escrito, me extraña sobremanera que sigas hablando de personajes mitológicos como Adán y Eva y del “pecado original” de la forma que lo haces. (Andrés)

El tema de la justificación “paulina” es una interpretación que hace Pablo del misterio de la muerte de Jesús en la cruz basada en el “Dios del Antiguo Testamento”. Se opone al Dios de Jesús, al Dios de los evangelios. Y remite a un Dios que necesita sufrimiento y muerte para saciar su apetito. Es una visión pesimista e incompatible con el Dios amor. Es un paso que nunca dio el genial Pablo (conocer al Dios de Jesús) y esto fue así porque Pablo no conoció otra cosa que la muerte y resurrección de Jesús. El Jesús de los evangelios fue posterior a Pablo. (Andrés)

Me reservo dar la respuesta adecuada, que merecen estos comentarios en el próximo artículo, dada la extensión del presente escrito, bajo el título siguiente:

Debate interreligioso 3: ¿justificación 'paulina' vs. Evangelio?"

 

 

Quedo a tu disposición. Bendiciones

 

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

 

 

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