Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Preguntas y Respuestas

Sobre la Ley

 

¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?

Versión 07-03-2011

 

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Querida hermana Elena, me alegra saber que estás siendo valiente al dar testimonio del Evangelio y la gracia que nuestro Señor Jesús nos ha dado, para que también puedan nuestros prójimos gozar de la libertad y la paz que nosotros tenemos en Cristo por la sola fe, sin las obras de la ley. Se nota que estudias, meditas y te alimentas de la Palabra de Dios, pues la pregunta que me haces es excelente e inteligente:

“Tengo una pregunta: la ley es nuestro ayo para [conducirnos a] Cristo, pero ¿es la ley del Sinaí el ayo también para los gentiles o el ayo para ellos es la ley escrita en sus corazones? No sé si vas a entender la pregunta, sino escríbeme, te la plantearé de otra forma !Un fuerte abrazo en Cristo!” (Elena).

Tu pregunta está muy clara. La he entendido perfectamente. Ese ayo al que aludes en tu pregunta es citado por San Pablo en la epístola a los Gálatas:

Gálatas 3:24: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

Pablo compara la función de la ley con la de un ayo, tutor o pedagogo, cuya misión era corregir, guiar y proteger al heredero entre tanto no hubiera alcanzado la edad de emancipación. El niño aunque heredero del padre, estaba sometido a la autoridad del tutor, que constantemente le corregía y le indicaba lo que estaba bien y mal, al igual que lo hace la ley moral. Esta, constantemente, descubre nuestras imperfecciones y nuestras transgresiones. Por más que nos empeñemos en cumplir todos los mandamientos, siempre hay uno o más que nos es imposible guardar; y aunque logremos alguna vez satisfacer todos los requerimientos y exigencias de la ley en cuanto a la letra, o sea, externamente, haciendo uso de todo el poder de nuestra voluntad, realmente nunca cumpliremos el espíritu de la misma con nuestras propias fuerzas. Porque, como dice Pablo, “sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.” (Romanos 7:14).  Veamos lo que exige la ley según Jesucristo:

Mateo 5: 21,22, 27,28, 31,32, 38-48: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; […] 27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. […] 31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. […] 38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. 43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Voy, pues, a tratar de responder a tu interesante pregunta “¿es la ley del Sinaí el ayo también para los gentiles o el ayo para ellos es la ley escrita en sus corazones?”. Para lo cual, también debemos preguntarnos: ¿Bajo qué ley estaban todos los gentiles, es decir, todos los habitantes de las naciones no judías en cada época de la historia de la humanidad?

Por lo tanto, en la realización de este estudio, consideraremos las etapas o épocas que forman hitos en la visión bíblica de la historia de nuestro mundo, en lo que se refiere a la ley moral. Al respecto, la primera época va desde la creación de Adán y Eva por Dios hasta la promulgación de la ley en el monte Sinaí; la cual se compone de la ley de los Diez mandamientos escritos con el dedo de Dios sobre las dos tablas de piedra (Éxodo 24:12; 31:18), y el conjunto de leyes contenidas en el libro de la ley; todo lo cual es conocido como la “Torah” por los judíos, y se encuentra en los cinco primeros libros de la Biblia que se atribuyen a Moisés como autor (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). La segunda época o etapa de la historia bíblica, se extiende desde el momento en que Moisés recibió la ley hasta Cristo. Y la última etapa, desde los días de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo al cielo, hasta el fin del mundo.

2. Qué tipo de ley moral tuvo la humanidad desde Adán hasta Moisés.

Según la Biblia, en concreto, San Pablo, en el capítulo tres de su epístola a los Gálatas, afirma que la ley vino cuatrocientos treinta años después del pacto que Dios hizo con Abraham y que incluía la promesa de que, de su simiente o descendencia, vendría Cristo, por el cual serían benditas todas las naciones de la Tierra (Génesis 12:3; 22:18; Gálatas 3:8,9,16,17). Sigue diciendo el apóstol, que la ley “…fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”; o bien según la versión “La Palabra”, 1ª edición, 2010: [la ley]“…Se añadió con el fin de señalar lo que era pecado hasta el momento en que llegara Cristo, el descendiente prometido…” (Gálatas 3:19). Por tanto, si la ley no fue dictada por Dios hasta 430 años después de Abraham, luego se infiere lógicamente que no había habido ley moral escrita hasta Moisés.

Eso mismo viene a decir Pablo en la epístola a los Romanos capítulo cinco: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”. Hubo pues un “antes” de la ley, en que no existía la ley, y San Pablo añade “pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. (14) No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés,…”.

¿Cómo es posible que no hubiera ley alguna y aún así reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, es decir, en esa larga etapa, que se extiende desde el inicio de la creación hasta Moisés? Si no había ley tampoco se hubiera podido inculpar de pecado, y por tanto, no podría haber muerte como consecuencia del pecado. No obstante, el apóstol Pablo, acababa de declarar “…la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Ro. 5:12, úp). Por tanto, necesariamente debemos llegar a la siguiente:

3. Conclusión

Primero, Dios creó al ser humano con una conciencia capaz de distinguir entre el bien y el mal. Es lo que llamamos la ley natural escrita en la conciencia de todo ser humano por Dios mismo. Adán y Eva tenían perfectamente claro, que debían obediencia y amor a Aquel que les había dado la vida y todo cuanto tenían. Igualmente, Caín sabía que no debía matar a su hermano Abel, porque eso estaba mal, y Dios le reprendió y castigó por ello. Por tanto, de Adán a Moisés no existió ley externa, sino únicamente la ley moral natural escrita en el corazón de cada ser humano, que es común a toda la humanidad, en todos los tiempos. De la misma habla Pablo en Romanos 2:15: “mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,”.

Segundo, el pecado es algo más que obrar en contra de esa ley natural. El pecado no existe solo desde el momento en que se comete el acto transgresor, sino mucho antes. El pecado está en la misma naturaleza del ser humano, heredada de Adán (Salmo 51:5). La rebelión de Adán contaminó de tal manera la naturaleza humana que todos sus descendientes heredan esa misma naturaleza egoísta, rebelde y enemiga de Dios, a lo que llamamos “pecado original”, por que viene de la Primera Pareja humana. Este pecado o esta contaminación pecaminosa del ser humano es la causa de que todos pequemos, y que merezcamos la muerte, “porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23). Por eso declara San Pablo:

Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”

La inclinación al mal de la humanidad antediluviana fue tal que “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” (Génesis 6:5)

Génesis 6:11-13: Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. (12) Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. (13) Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.

Tuvo Dios que enviar un diluvio para acabar con la violencia y todo tipo de corrupción que se había extendido sobre toda la tierra. Pero antes advirtió al mundo antediluviano del juicio venidero por medio de Noé, pregonero de justicia (2ª Pedro 2:5), para que se arrepintiesen, pero no lo hicieron. Todo esto nos lleva a la conclusión que el ser humano no es capaz de cumplir los requerimientos de la ley de Dios, por la pecaminosidad de su naturaleza. Luego, nadie puede ser justificado ante Dios haciendo o cumpliendo las obras de la ley: “…por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (Gálatas 2:16 úp; Cf. Romanos 3:20). Entonces, nos preguntaremos, si nadie puede cumplir la ley de Dios ¿por qué Dios nos lo exige a todos?

Precisamente Dios dio la ley a Moisés, para que esta evidenciara las muchas transgresiones que cometemos los seres humanos. Pues la ley natural de la conciencia, en muchos casos se había borrado o corrompido, acomodándose al pecado, y ya no delataba adecuadamente todas nuestras transgresiones. Por tanto, “la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Romanos 5:20). El propósito de la ley es darnos a conocer el pecado (Romanos 3:20); que reconozcamos que somos pecadores y que nos arrepintamos. Y al comprender que por nuestras propias fuerzas y voluntad somos totalmente impotentes para guardarla, al sentirnos condenados por nuestros pecados, porque nada podemos hacer para evitarlos o compensarlos, somos impulsados a buscar a Jesús “porque el salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

De este modo, la ley es el ayo que nos conduce a Cristo. De aquí, que la ley no sirve más que para que reconozcamos nuestra condición de pecadores. No nos ofrece ninguna solución para salir de esta situación. Sin embargo, la solución al pecado viene de Cristo, al que “por nosotros [Dios] hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2ª Corintios 5:21).  “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” (Romanos 5:17; Cf. 1ª Corintios 15:22). El Plan de salvación de Dios fue vencer el pecado desde dentro de nosotros, de la única forma que se le puede vencer, dándonos la gracia y el poder mediante Cristo viviendo en nosotros; de manera que al morir nuestro viejo ser nace una nueva criatura reconciliada con Dios (2ª Corintios 5:17-20; Cf. Juan 3:5) y en armonía con la ley. 

Cuando Dios lo consideró oportuno promulgó la ley del Sinaí, que fue la base del pacto antiguo con su pueblo Israel, y por tanto, solo a este pueblo le concernía. No obstante, esta divina revelación realizada con un portentoso despliegue sobre el monte Sinaí del poder sobrenatural de Dios (Éxodo 19:18-20), aparte de impactar a todo el pueblo que lo contemplaba, también influyó en todas las naciones gentiles que rodeaban a Israel. Algunas de ellas reconocieron al Dios de Israel como el verdadero y único Dios, como por ejemplo, el imperio babilónico, cuando reinó Nabucodonosor, etc. De alguna forma, por el testimonio de Israel, las naciones gentiles de su tiempo, empezaron a temer al Eterno, y a conocer su ley, por lo que muchos fueron llevados al arrepentimiento y la conversión a Dios.

Todo el mundo está bajo la ley de Dios y bajo su juicio de condenación, hasta que se arrepienta y se allegue a Cristo, y entonces Él le salva, justificándole de todos sus pecados. Tanto si conocemos la ley de Dios como si solo nos guiamos por la ley natural escrita en nuestra conciencia, seremos juzgados por nuestra fidelidad y coherencia de nuestros actos de acuerdo al conocimiento de la voluntad de Dios que cada uno tenga.

Romanos 2:11-16: “porque no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”

Por tanto, el ayo, tutor o pedagogo que nos lleve a Cristo será aquello que nos convenza de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7-11). Este es el Espíritu Santo, que utiliza, o bien la ley escrita en nuestros corazones, o la ley escrita en tablas de piedra para convencernos de que somos pecadores, y de que si no acudimos a Cristo pereceremos eternamente, porque nadie pude cumplir la ley, si Dios, mediante Cristo, no está con él.

Santiago 4:17: Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

 

Un fuerte abrazo

Bendiciones

 

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

 

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*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra vesión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

 

 

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