Preguntas y Respuestas
Comentarios al libro El verdadero Ser de Dios
Capítulo 2
2. ¿Es el Espíritu Santo una Persona Divina?
Versión: 16-08- 2022
Carlos Aracil Orts
2. ¿Es el Espíritu Santo una Persona Divina?
En el presente estudio seguiré el siguiente orden: primeramente transcribiré, para cada cita extraída del libro del autor, los textos bíblicos y los argumentos aportados por el mismo, que según su criterio avalan sus conclusiones; y en segundo lugar, haré mis comentarios, presentando igualmente los textos y argumentos bíblicos que respaldan mi interpretación.
Primero de todo, es necesario partir de un principio de interpretación de las Sagradas Escrituras que es aceptado en general por la mayoría de los intérpretes y eruditos: no interpretar de forma aislada los textos o pasajes bíblicos, sino en su contexto inmediato y en el más amplio. De modo que los mismos deben formar un mosaico en armonía, sin que pueda haber contradicciones entre ellos. La Biblia debe interpretarse a sí misma, de manera que lo registrado sobre un tema o asunto de forma específica en una parte no se tome de forma aislada sino que se añada a lo registrado en otras partes sobre el mismo tema o doctrina. Así se puede deducir del siguiente pasaje:
Isaías 28:10-11,13: Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; (11) porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo, […] (13) La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos.
Aplicando este principio, debemos recopilar todos los textos o, al menos, los más definitorios, registrados en la Biblia, sobre el Espíritu Santo e interpretarlos de manera que compongan ese mosaico armonioso, complementándose entre sí, discerniendo entre lo que le califica como una Persona divina de lo que es una cualidad o característica de su Ser o de su misión, pero sin descartar nada de lo que la Palabra de Dios nos ha revelado sobre el Espíritu Santo.
Por tanto, ¿por qué descartar que el Espíritu Santo sea una Persona divina, por el mero hecho que la Biblia lo describa también como “la promesa del Padre”, “poder de lo alto”, “un bautismo”, “el don de Dios”, “el Espíritu de Cristo”, “un sello” o “la unción del Santo”, etc.? No basta, como hace el autor, escribir las iniciales de Su Nombre –espíritu santo– en minúsculas para que deje de ser una Persona divina.
Cita nº 7 (Capítulo 5) (pp.34-36)
5. El espíritu santo (p.34-52)
“Así que, [Jesús resucitado] exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. (34) Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, (35) Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” (Hechos 2:33-35)
Y si Jesús se encuentra “a la diestra de Dios”: ¿dónde se halla entonces la persona del Espíritu Santo?
El pasaje forma parte del primer discurso público de Pedro pronunciado inmediatamente después de haberse transformado en una bendita realidad «la promesa del Padre». Pedro venía de estar reunido con unas ciento veinte personas, en «el aposento alto, juntos y unánimes.» (Hechos 1:12-15)
[…]
[…] La cita asimismo implica la dualidad de Dios al decirse que Jesús fue «exaltado a la diestra de Dios». (pp.34-36) (7)
Comentario a la cita nº 7
El autor ha iniciado sus argumentos para exponer su interpretación bíblica consistente en defender que el Espíritu Santo no es una Persona divina –en oposición a la creencia mayoritaria del cristianismo que sostiene lo contrario–, apoyándose en este pasaje del libro de Hechos de los Apóstoles (2:33-35), citado arriba.
Y se pregunta: “Si Jesús se encuentra ‘a la diestra de Dios’, ¿dónde se halla entonces la persona del Espíritu Santo?” (Cita nº 7, p. 34)
La respuesta es obvia: Dios es un Ser espíritu puro (Jn. 4:24) que mora en el “Tercer Cielo” (2 Co. 12:2), que le fue revelado al apóstol Pablo; es un lugar en el universo al que, seguramente, Jesús también se refirió cuando dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay” (Jn. 14:2). Pero, además, Dios –las tres Personas divinas– posee la cualidad de la omnipresencia o ubicuidad, es decir, Él es capaz de estar presente en todo el universo que Él mismo ha creado; lo que no hay que confundir, como hace el panteísmo, con que Dios forme parte de todo, y todo lo que existe, criaturas y materia sean chispas que proceden de Él.
Por tanto, el Espíritu Santo se encuentra donde está Dios, porque es una Persona Dios, y habita también en todos los creyentes en Cristo. No obstante, si lo que el autor quiere es encontrar algún texto bíblico que nos especifique dónde se halla en concreto, tenemos que recurrir a “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (Ap. 1:1).
Según mi interpretación –y la de otros muchos intérpretes– de algunos textos del libro de Apocalipsis, se deduce que el Espíritu Santo aparece bajo el símbolo de “los siete espíritus que están delante de su trono” (Ap. 1:4; cf. 3:1; 4:5; 5:6). Tengamos en cuenta que el número siete es un símbolo que significa plenitud y perfección; por lo que no se debe interpretar literalmente en el sentido que el Espíritu Santo consista a su vez de siete espíritus.
Como este tema lo abordé en mi obra Comentario al Apocalipsis (pp. 36-38) (8), cito a continuación los párrafos de la misma que lo tratan:
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; (5) y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, (6) y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Ap. 1:4-6)
Observemos que el apóstol Juan usa una fórmula de salutación parecida a la que suele encabezar algunas epístolas evangélicas, porque tiene una parte común a las mismas; es la que contiene una oración que pide para los hermanos “gracia y paz”, y era usada con frecuencia por los apóstoles, San Pablo (Ro. 1:7; Gá. 1:3; Ef. 1:2; Col. 1:2; 1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:2; etc.) y San Pedro (1 P. 1:2; 2 P. 1:2), e incluso por el mismo apóstol Juan (2 Jn. 3). Veamos algunos ejemplos:
2 Tesalonicenses 1:2: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
1 Pedro 1:2: elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
[nota: aquí también aparecen las tres Personas divinas que conforman la divinidad cristiana.]
2 Juan 1:3: Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor.
En la mayoría de estas salutaciones los apóstoles nombran solo al Padre y al Hijo como fuentes de la citada bendición, excepto en la Primera Epístola de San Pedro, en la que aparecen las tres Personas de la Deidad. Sin embargo, el mero hecho de que no sea nombrado el Espíritu Santo, que usualmente ocupa el tercer lugar como Persona de la Deidad, no puede significar que realmente Él no participe igualmente en comunión con el Padre y con el Hijo. Además, esta salutación del Apocalipsis difiere de las Epístolas en la forma de designar a Dios el Padre de forma indirecta –“el que es y que era y que ha de venir”–, al Espíritu Santo, como “los siete espíritus que están delante de su trono”–; y, en tercer lugar, nombra a Jesucristo –que en la fórmula Trinitaria normalmente ocupa el segundo lugar–, con el objeto de seguir hablando de Él; porque, como se observa, empieza por aplicarle los tres títulos siguientes: “el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra”. (1:4).
Notemos que el hecho de que “gracia y paz” procedan, en grado de igualdad, del Padre, de los siete espíritus y del Hijo, nos impide interpretar a “los siete espíritus” como siete ángeles, porque eso equivaldría equiparar a las criaturas celestiales de Dios en pie de igualdad con la Divinidad, como capaces de proporcionar “gracia y paz” a los humanos, de la misma manera que solo Dios puede conceder estas bendiciones. Por esta importante razón –identificar a los siete espíritus como siete ángeles, resultaría una discordancia absoluta contraria a la fórmula Trinitaria bíblica que se registra en varios textos del Nuevo Testamento, como, por ejemplo, en la Primera Epístola de Pedro (1:2), y en la Segunda Epístola a los Corintios: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Co. 13:13; cf. 1 P. 1:2).
Los tres restantes textos del libro de Apocalipsis donde se vuelven a citar “los siete espíritus de Dios” son: Ap. 3;1; 4:5 y 5:6, los presento y comento más abajo:
En el mensaje a la iglesia de Sardis (Ap. 3:1), Jesucristo mismo se presenta como “El que tiene los siete espíritus de Dios”, lo que significa que Él posee la plenitud el Espíritu Santo; veamos el texto completo:
“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. (Ap. 3:1)
“Si Jesús se encuentra ‘a la diestra de Dios’, ¿dónde se halla entonces la persona del Espíritu Santo?” (Cita nº7, p. 34)
La respuesta a la pregunta anterior que se formulaba nuestro autor, está en la Biblia, específicamente en su último libro: El Apocalipsis, también llamado La Revelación de Jesucristo”. Comprobémoslo:
“Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. (Ap. 4:5)
También este texto nos confirma que el Espíritu Santo está “delante del trono de Dios”; y por último, disponemos del siguiente texto:
“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra (Ap. 5:6)
Este versículo es muy interesante, porque nos habla de la actividad del Espíritu Santo “por toda la tierra” (Ap. 5:6); y del Cordero de Dios, que es Jesucristo, de quien procede el Espíritu Santo, que Él envió a este planeta en el Día de Pentecostés del año 30 d.C.; lo que históricamente ocurrió a los diez días de haber ascendido Jesucristo al Cielo, después de haber estado “durante cuarenta días hablándoles [a sus discípulos, posteriormente a Su resurrección] acerca del Reino de Dios” (Hch. 1:3 úp).
Por otro lado, el periodo de tiempo, de cincuenta días, que transcurre desde el domingo de la resurrección de Jesús hasta el Día de Pentecostés, en el que Él envió al Espíritu Santo, estaba ya establecido en la Ley del AT. Recordemos que la citada festividad de Pentecostés se celebraba ineludiblemente cincuenta días después de que el pueblo de Israel, obedeciendo la ley de Dios, ofreciera “una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega” (Lv. 23:10-16); y la ley establecía que “el sacerdote debía mecer la gavilla delante de Jehová”, “el día siguiente del día de reposo sábado” (Lv. 23:11); y desde este día, “contareis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová” (Lv. 23:15-16). Al cumplimiento exacto de ese numero de días era cuando se debía celebrar la festividad de Pentecostés, y “el nuevo grano”, que se ofrecía a Dios, simbolizaba a los que serían salvos por la predicación llevada a cabo por los discípulos de Jesús en el día de Pentecostés, por el descenso del Espíritu Santo sobre ellos.
La “gavilla primicia de los primeros frutos” (Lv. 23:10 úp) prefiguraba las primicias de resucitados fruto de la victoria que obtuvo Cristo sobre la muerte con su resurrección, que se produjo, como estaba previsto que fuese, “el día siguiente del día sábado” (Lv. 23:11). Jesucristo –después de su resurrección del domingo, primer día de la semana, y de haber estado Él “durante cuarenta días hablándoles acerca del Reino de Dios” (Hch. 1:3)– “fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos [de sus discípulos]” (Hch. 1:9); y como el día de Pentecostés ocurrió diez días después de la ascensión de Jesús al cielo, Él, en ese mismo Día, cumpliendo así su promesa – que coincide con la del Padre: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lc. 24:49; cf. Hch. 1:5, 8)– envió el Espíritu Santo.
Hechos 1:1-9 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, (2) hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; (3) a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. (4) Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. (5) Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. (6) Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (7) Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; (8) pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. (9) Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
Hechos 1:10-11: Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, (11) los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
Cita nº 9 (sigue capítulo 5: El espíritu santo) (pp.34-36)
En una ocasión, un hermano adventista me dijo que la Biblia llama a las cosas por su nombre. Tenía razón. ¿Y cómo define la cita al espíritu santo? Pues como una promesa, no como una persona Dios: es “la promesa del Padre.” […]
[…]
“Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo [Jesús] enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:48-49)
[…]
La Palabra de Dios es maravillosa. Jesús, el Maestro, llama al espíritu santo «la promesa de mi Padre» y «poder de lo alto».
«Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: La cual, les dijo, oísteis de mí; pues Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el espíritu santo dentro de pocos días. Entonces los que estaban reunidos, le preguntaban, diciendo: Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel? Y Él les dijo: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero recibiréis poder cuando el espíritu santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» (Hechos 1:4-8)
De nuevo el «espíritu santo» es «la promesa del Padre» y «poder» (del griego dúnamis).
«Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del espíritu santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.» (Hechos 2:33)
El «espíritu santo», además de una promesa, es una bendición que es derramada sobre apóstoles y discípulos de Cristo Jesús cual bautismo. La cita asimismo implica la dualidad de Dios al decirse que Jesús fue «exaltado a la diestra de Dios». (pp. 34-36) (9)
Comentario a la cita nº 9
El Espíritu Santo es una Persona divina, además de ser “la promesa del Padre”, que “derramaría sobre toda carne” (Joel 2:28-32), por Jesucristo, después de Su ascensión al Cielo.
Al Espíritu Santo se le llama “la promesa del Padre” porque Dios prometió, primeramente mediante el profeta Joel que lo “derramaría sobre toda carne” (Joel 2:28-32), y Jesús confirmó eso mismo cuando dijo a sus discípulos: “enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros” (Lc. 24:49; cf. Hch. 1:4).
Hechos 1:4-5: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. (5) Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
El evangelista Lucas también nos revela que Jesús, “hasta el día en que fue recibido arriba”, dio “mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido” (Hch. 1:2); o bien, como traducen otras versiones de la Biblia, Jesús, “lleno del Espíritu Santo”, o “por el poder del Espíritu Santo”, dio “mandamientos a los apóstoles que había escogido”.
Que el Espíritu Santo sea una Persona divina no es incompatible con que se le conozca, o se le identifique, también por algunas de sus funciones, como por ejemplo: don, sello, bautismo, poder, etc. Es un don que Dios otorga a los creyentes, cuya función es sellarlos, bautizarlos, que significa regenerarlos, y darles el poder de vencer al pecado, y de ser santos; y cuando se le recibe y se le acepta como el don de la Gracia de Dios, entonces, el Espíritu Santo, hace morada en cada creyente, haciendo de éste su “templo” (véase 1 Co. 3:17; 6:19-20; 2 Co. 6:16).
Cita nº 10 (Capítulo 5: El espíritu santo) (pp.36-37)
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; (15) los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; (16) porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. (17) Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. (18) Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, (19) diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. (20) Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.” Hechos 8:14-20
Entonces el espíritu santo es un bautismo y «el don de Dios», muy importante esta última definición. (pp.36-37) (10)
Comentario a la cita nº 10
El Espíritu Santo es “el don de Dios” (Hch. 2:38-39) por excelencia, porque su Persona divina es enviada por el Padre y el Hijo para que more en todo creyente, y le sea dada vida espiritual, gratuitamente.
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (39) Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:38-39)
Si el Espíritu Santo no fuera una Persona divina, la Escritura no podría afirmar que Él reparte los dones espirituales a los creyentes (1 Co. 12:4-13); porque un “don” es una cualidad que procede de una Persona con poder para darla: “…el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Co. 12:11)
1 Corintios 12:3-31: Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo. (4) Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. (5) Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. (6) Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. (7) Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. (8) Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; (9) a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. (10) A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. (11) Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
Cita nº 11 (Capítulo 5: El espíritu santo) (pp.37-38)
Mientras Pedro aún hablaba estas palabras, el espíritu santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje. Y todos los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del espíritu santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios. Entonces Pedro dijo: ¿Puede acaso alguien negar el agua para que sean bautizados éstos que han recibido el espíritu santo lo mismo que nosotros? Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos unos días.» (Hechos 10:44-48)
De nuevo el espíritu santo como un don y un bautismo que es derramado a semejanza del agua. También se aprende que el bautismo del espíritu es superior al del agua y la distinción entre el bautismo dado a Israel por medio de Juan el Bautista y el entregado a la Iglesia primera «en el nombre de Jesucristo», acompañado por el don del espíritu santo. Tampoco debemos confundir las definiciones bíblicas del espíritu santo con las consecuencias de haber recibido dicho don. Estoy buscando las definiciones dejando de lado los efectos de «la promesa del Padre» en aquella generación. Por ejemplo, en Hechos 13:52 leemos: «Y los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del espíritu santo.» El espíritu santo es lo que busco definir mientras que el gozo una consecuencia de poseerlo. Pablo escribió:
«y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del espíritu santo que nos fue dado.» (Romanos 5:5)
El amor de Dios derramado en nuestros corazones define en verdad la naturaleza de lo que él, en hebreo, ruaj hakodesh ('soplo santo') es. (pp.37-38) (11)
Comentario a la cita nº 11
El Espíritu Santo es la Persona divina que produce el nuevo nacimiento del creyente (Jn. 3:3,5-8), dándole vida espiritual (Ef. 2:5) o lo que es lo mismo, regenerándolo (Tito 3:5-6), haciéndole capaz de amar a Dios y al prójimo; y eso es lo que significa ser bautizado con el Espíritu Santo.
Recibir el don del Espíritu Santo implica ser “liberado de la esclavitud del pecado” (Ro. 6:3-14,17-18) y “ser guiado a toda la verdad” (Jn. 16:13; cf. Ro. 8:9-17). En esto consiste la Promesa del Padre que Jesús llevó a cabo, desde el Cielo, enviándoles el Espíritu Santo a sus discípulos en el día de Pentecostés, cincuenta día después de su resurrección del domingo 16 de Nisán del año 30 d.C.; y esto fue el cumplimiento de la Promesa del Padre, y de la de Jesús mismo: “…vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” (Hch. 1:5). Exactamente este acontecimiento ocurrió diez días después de la ascensión de Jesús al Cielo, pues Él estuvo cuarenta días después de su resurrección “hablándoles acerca del Reino de Dios” (Hch. 1:3). Por eso, poco antes de su ascensión al Cielo, Él les da más detalles, concretándoles en qué consistiría “la promesa del Padre”: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” (Hechos 1:8).
Notemos que, especialmente en Pentecostés, la recepción del Espíritu Santo fue acompañada de “poder” para sus discípulos en particular, a fin de que pudieran llevar a cabo la obra evangelizadora inicial en la Iglesia incipiente. Si el Espíritu Santo no es una Persona sino solo un “poder” las palabras pronunciadas por Jesús contendrían una intolerable redundancia: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el poder”; ver también el siguiente texto, que hace imposible identificar al Espíritu Santo como un mero poder:
1 Corintios 2:4: y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder.
Cita nº 12 (Capítulo 5: El espíritu santo) (p.38)
«Sin embargo, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por medio del cual existimos nosotros.» (1ª Corintios 8:6)
Este versículo es muy claro: aunque no define lo que el espíritu santo es, sí nombra a las personas Dios en nombre de las cuales habla el apóstol omitiéndose a la supuesta tercera persona de la Trinidad. Por el contrario se perfila a un Dios binario como en muchos otros lugares de las Escrituras. (p.38) (12)
Comentario a la cita nº 12
El argumento empleado por el autor, en la presente cita nº 12, no tiene consistencia alguna, porque cuando en un texto aparecen en pie de igualdad Dios Padre y Dios Hijo, no necesariamente debe nombrarse o incluirse también al Espíritu Santo, la tercera Persona de la Deidad.
Como dije al principio de este epígrafe, ningún pasaje de la Biblia debe interpretarse aisladamente, sino que una doctrina bíblica se fundamenta en la adición de todos los textos referidos a un mismo tema, y tomando su sentido o significado del conjunto de los mismos.
En el presente caso, no es difícil demostrar que el Espíritu Santo es una Persona divina, no solo porque existen textos en las que son nombradas las tres Personas en pie de igualdad, como veremos a continuación, sino porque la Palabra de Dios describe al Espíritu Santo con las propiedades o cualidades esenciales que le define como una Persona: Él consuela, enseña, (Jn. 14:15-26), “inspira a los santos hombres de Dios” (2 P. 1:19-21), escudriña (1 Co. 2:10-13), habla (Hch. 8:29), da su parecer (Hch. 15:28); intercede (Ro. 8:26 úp); etc.
Un texto importante es el de la gran Comisión (Mateo 28:19)
El Espíritu Santo es considerado por el propio Jesucristo como una Persona puesto que lo sitúa al mismo nivel que el Padre y de sí mismo:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” (Mateo 28:19).
Notemos que Jesús se refiere a las tres Personas divinas “en el nombre”, en singular, a pesar de la pluralidad de Personas Divinas; en ello está implícito el concepto de que Dios es un solo Ser, pero existe en las tres Personas distintas nombradas arriba.
Otro versículo en que aparecen perfectamente delimitadas y perfiladas las Tres Personas divinas se encuentra en la doxología del final de la Segunda Epístola a los Corintios:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).
Y también aparecen las tres Personas divinas que conforman la divinidad cristiana en el siguiente texto del apóstol Pedro:
1 Pedro 1:2: elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
Cita nº 13 (Capítulo 5: El espíritu santo) (pp.39-41)
«En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el espíritu santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.» (Efesios 1:13,14)
«Y porque sois hijos, Dios ha enviado el espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!» (Gálatas 4:6)
El espíritu santo es «el sello de Dios y el espíritu del Hijo», y es en virtud del enorme esfuerzo hecho por Jesucristo, por su victoria sobre el engaño satánico, que nosotros tenemos derecho a ser hechos «hijos» [Jn. 3:3] en el don de Dios. Y no existe otro sello que el espíritu el cual se obtiene por la fe en singular. (p.39)
«Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.) Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva.» (Juan 4:7-10)
Precioso. De nuevo el espíritu santo como el don de Dios y agua viva en acorde con la idea de que es una bendición o un bautismo. (p.40)
«Y en el último día, el gran día de la fiesta [Tabernáculos], Jesús puesto en pie, exclamó en alta voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva”. Pero Él decía esto del espíritu, que los que habían creído en Él habían de recibir; porque el espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado.» (Juan 7:37-40)
De nuevo el espíritu santo como una bendición que se recibe y hace saltar de lo más profundo del corazón «ríos de agua viva.»
«Y vosotros tenéis la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis [Algunos mss. antiguos dicen: vosotros sabéis todo]… Y en cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero así como su unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como os ha enseñado, permanecéis en Él.» (1ª Juan 2:20,27) (p.41)
El espíritu santo es un ungimiento, una unción. El apóstol Juan poseía un máster en espíritu santo pues por él llegó el discurso exclusivo de Jesucristo al respecto, el de la última cena. Y hacia el final de su vida, Juan escribió la anterior cita dando testimonio del cumplimiento de las siguientes palabras de Cristo:
«Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Pero el Consolador (Lit., ayudante), el Espíritu Santo (Lit., espíritu santo), a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.» (Juan 14:25-26) (pp. 39-41) (13)
Comentario a la cita nº 13
El Espíritu Santo es “el sello de Dios” (Ef. 1:13-14; cf. 4:30), porque Él crea en el creyente “una nueva criatura” (2 Co. 5:17) “conforme a la imagen de Su Hijo” (Ro. 8:29), y es la señal y la unción de pertenencia a Dios y a su pueblo. Es lo que convierte al creyente en hijo de Dios por adopción (Ro. 8:15-17; Ef. 1:5).
Dios Padre y Dios Hijo son representados en este planeta Tierra por el Espíritu Santo. Porque si Él no fuera una Persona divina ¿cómo podría Jesús haber dicho “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:20 úp)? Cristo vive en cada cristiano por Su Espíritu, que es el Espíritu Santo (1 Co. 3:16; 6:19; 2 Co. 6:16).
La Biblia revela que el Espíritu Santo procede tanto de Dios Padre como de Dios Hijo; de ahí que se le llame indistintamente “el Espíritu de Cristo" (Ro. 8:9), "el Espíritu de Dios" (Is. 42:1-4; Mt. 12:18; 2 Co. 3:3) o simplemente "el Espíritu" (Mt. 4:1; Mr. 1:12; Lc. 4:1; Mt. 12:31; Jn. 1:32; 3:5,6; 3:34; 7:39; Hch. 8:29; 10:19; 16:7; Ro. 8:16,26,27; 1 Co. 2:4, 10,13; 12:4,13; 2 Co. 1:22); y también recibe los nombres de “el Espíritu de verdad” (Jn. 14:17; 15:26) y “el Espíritu del Señor” (Hch. 5:9; 8:39; 2 Co. 3:17; Gá. 3:2,5, 14; 4:6); etc.
Juan 14:15-31: Si me amáis, guardad mis mandamientos. (16) Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: (17) el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. (18) No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. […] (26) Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Solo porque el Espíritu Santo es una Persona divina posee, en su naturaleza, propiedades, características y atributos que solamente pertenecen a las personas, y a Dios.
- A) El Espíritu Santo tiene una voluntad y un parecer.
“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias.” (Hechos 15:28)
- B) El Espíritu Santo enseña
“Porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.” (Lucas 12:12)
- C) El Espíritu Santo habla:
“Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.” (Hechos 8:29)
- D) El Espíritu Santo prohíbe
“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;” (Hechos 16:6)
- E) El Espíritu Santo intercede en nuestras oraciones y nos ayuda en nuestra debilidad.
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Romanos 8:26)
- F) El Espíritu Santo puede ser contristado.
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Efesios 4:30)
- G) Se puede pecar contra El Espíritu Santo
“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. (Mateo 12:31)
- H) Se puede mentir al Espíritu Santo.
“Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.” (Hechos 5:3-4)
Además, cuando la Biblia afirma que los cristianos somos “el templo del Dios viviente” (2 Co. 6:16; cf. 1 Co. 3:16), y “el Espíritu Santo mora en nosotros/vosotros” (1 Co. 3:16), ¿no significa ello que Dios –las tres Personas divinas– habita en el cristiano mediante el Espíritu Santo, puesto que, al ser una Persona divina es la única que puede representar a las otras dos: el Padre y el Hijo? Nada ni nadie en absoluto puede representar a Dios sino una Persona de su misma naturaleza, como es el Espíritu Santo.
Cita nº 14 (Capítulo 5: El espíritu santo) (pp.50-51)
*Resumiendo, que en el Nuevo Testamento el espíritu santo es la promesa del Padre, poder de lo alto, un bautismo, el don de Dios, el amor de Dios en nuestros corazones, el espíritu de Cristo, un sello o la unción del Santo, las vestiduras de Jesús, pero nunca una persona Dios. Por tanto jamás aparecerá sobre el trono de Dios ni tampoco recibirá la adoración de la creación, y el Apocalipsis es «La revelación de Jesucristo que Dios le dio.» [Ap. 1:1)] Y siendo, pues, una revelación: ¿por qué no se le hace caso?
Es un ejercicio interesante revisar todas las introducciones de las cartas del Nuevo Testamento a partir del libro de Hechos de los apóstoles. En ellas los apóstoles introducen sus palabras aludiendo a las personas Dios en nombre de quienes hablan. ¿Encontraremos en ellas al Espíritu Santo de la Trinidad? Le invito a que usted mismo haga dicha comprobación, no le llevará demasiado tiempo. Verificará que en la mente de los apóstoles se encontraba alojado un concepto binitario de Dios, no una tríada. (pp. 50-51) (14)
Comentario a la cita nº 14
En conclusión: El Espíritu Santo es una Persona divina, como se ha probado arriba.
Porque Él reúne todas propiedades y características que le corresponden a las personas, pues Él habla, enseña, consuela, intercede, etc., por tanto es una Persona, y es también divina porque solo una Persona Dios puede conocer a otra Persona divina; y esto es lo que hace el Espíritu Santo: “todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Co. 2:10)
El Espíritu todo lo escudriña, “aun lo profundo de Dios”
1 Corintios 2:10-13: Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. (11) […] nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. (12) Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, (13) lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
Si fuera solo “poder de lo alto”, fuerza o influencia, “promesa del Padre”, “un bautismo”, “el don”, etc., no sería una Persona; y aunque así se le ha descrito, además, Él, como Persona divina, posee todas las características que la definen como tal y los atributos de Dios.
Aparte de algunas cualidades del Espíritu Santo que ya he enumerado arriba, es necesario destacar lo siguiente:
Jesús, el Hijo que nació de la Virgen María fue engendrado en su seno por El Espíritu Santo (Mateo 1:20-21).
Un poder por sí mismo no realiza nada sino hay detrás una Inteligencia que lo usa.
El Espíritu Santo inspiró todas las Sagradas Escrituras a “los santos hombres de Dios” (2 P. 19-21); esta obra inmensa solo se puede llevar a cabo por una Persona que tenga los mismos atributos que la Deidad.
Todas las Sagradas Escrituras fueron inspiradas por Dios (2ª Timoteo 3:16); y el apóstol Pedro afirma claramente: “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2ª Pedro 1:21). Luego queda probado que la acción de todos los profetas verdaderos y el Antiguo Testamento entero es obra del Espíritu Santo. Más tarde, años después del día Pentecostés, los escritores del Nuevo Testamento fueron guiados a toda la verdad, y se les recordaron todas las cosas de la vida y obra de Jesús por medio de la inspiración del Espíritu Santo en sus vidas. Leamos también su contexto:
2 Pedro 1:19-21: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Solo una Persona Dios pudo haber realizado tan magna Obra.
Si el Espíritu Santo es solo el poder de Dios, el siguiente texto resultaría intolerablemente redundante.
1 Corintios 2:4: y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
El concepto que tiene el autor del Ser de Dios, formado solo por dos Personas, el Padre y el Hijo, y no una trinidad de Personas, no se sostiene bíblicamente; y de ningún modo es válido su argumento empleado, de que la Tercera Persona, el Espíritu Santo no haya sido nombrado por los apóstoles en la salutación del encabezamiento que suele haber en todas las epístolas del Nuevo Testamento. Por la misma razón que expresé en la cita nº 12. Pero aun así he encontrado esta salutación en que el apóstol Pedro presenta a las tres Personas divinas:
1 Pedro 1:2: elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
Notemos que: aquí también aparecen las tres Personas divinas que conforman la divinidad cristiana.
Otro texto en que aparecen perfectamente delimitadas y perfiladas las Tres Personas divinas se encuentra en la doxología del final de la Segunda Epístola a los Corintios:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).
El Espíritu Santo, como es una Persona divina, está más allá de la comprensión humana. Dios se ha revelado a sí mismo en su Palabra, y sólo nos pide que le creamos, no que intentemos entenderlo todo.
El presente estudio bíblico titulado Comentarios al libro El verdadero SER de DIOS se compone de los siguientes capítulos cuyos enlaces muestro a continuación:
- 0.Prólogo
- 1. Introducción
- 2. ¿Es el Espíritu Santo una Persona Divina?
- 3. Jesucristo es la misma Persona del Verbo de Dios
- 4. Conclusión
- 5. Epílogo
Espero que todo ello sea de edificación en la fe para el lector y quedo a su disposición en lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com
Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
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Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
El autor, del libro El verdadero SER de DIOS, ha recurrido preferentemente a La Biblia de las Américas (LBLA), excepto cuando expresamente indica otra versión diferente.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
AP = Antiguo Pacto
NP = Nuevo Pacto
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)
pp, pc, úp referidas a un versículo bíblico representan "parte primera, central o última del mismo ".
Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:
NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.
BTX: Biblia Textual
DHHe (D): versión Dios habla hoy con Deuterocanónicos
Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman
N-C: Sagrada Biblia- Nacar Colunga-1994
JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001
BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995
LBLA: La Biblia de las Américas
BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo
NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999
LPD: El Libro del Pueblo de Dios, Levoratti y Trusso
SB-MN: . La Santa Biblia-Martín Nieto
SRV2004: Spanish Reina Valera 2004
Bibliografía citada
(1) Batalla Bautista, José Manuel. El verdadero SER de DIOS (El segundo testimonio nº 3) (Spanish Edition) (pp. 66). Edición de Kindle.
(2) Ibid. p. 112
(3) Ibid. p.51
(4) Ibid. p.35
(5) Ibid. p.36
(6) Ibid. p.51
(7) Ibid. pp.34-36
(8) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. Comentario al Apocalipsis (pp. 36-38)
(9) Batalla Bautista, José Manuel. El verdadero SER de DIOS (El segundo testimonio nº 3) (Spanish Edition) (pp.34-36). Edición de Kindle.
(10) Ibid. pp.36-37
(11) Ibid. pp.37-38
(12) Ibid. p.38
(13) Ibid. pp.39-41
(14) Ibid. pp.50-51
(15) Ibid. pp.54-65
(16) Lacueva Lafarga, Francisco. Curso Práctico de Teología bíblica. Editorial Clie (p.264)
(17) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, Grand Rapids, Michigan, 1949 (p. 99)
(18) Ibid. p. 100
(19) Lacueva Lafarga, Francisco. Curso Práctico de Teología bíblica. Editorial Clie (pp.264-265)
(20) Ibid. p. 265
(21) Batalla Bautista, José Manuel. El verdadero SER de DIOS (El segundo testimonio nº 3) (Spanish Edition) (p.66). Edición de Kindle.
(22) Lacueva Lafarga, Francisco. Curso Práctico de Teología bíblica. Editorial Clie (p.11)
(23) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, Grand Rapids, Michigan, 1949 (p. 94)
(24) Lacueva Lafarga, Francisco. Curso Práctico de Teología bíblica. Editorial Clie (p.38)
(25) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, Grand Rapids, Michigan, 1949 (p. 93)
(26) Batalla Bautista, José Manuel. El verdadero SER de DIOS (El segundo testimonio nº 3) (Spanish Edition) (pp.90-95). Edición de Kindle.
(27) Ibid. p.96
(28) Ibid. pp.97-98
(29) Ibid. pp.98-99
(30) Ibid. p.99
(31) Ibid. p.105
(32) Ibid. p.106
(33) Ibid. p.107
(34) Ibid. p.107
(35) Lacueva Lafarga, Francisco. Curso Práctico de Teología bíblica. Editorial Clie (pp.307-308)
[…] Entonces la decisión, como los demás actos de una agencia operativa, pertenece a la naturaleza con la que se hace. Y, como la voluntad es una agencia operativa, por fuerza hay que sostener que en Cristo hay dos voluntades en una sola Persona.
C) Así como la voluntad es una agencia operativa, la conciencia es una agencia cognoscitiva. Queda así planteada otra difícil cuestión: ¿Hay en Cristo una sola conciencia personal o dos conciencias naturales? En otras palabras, ¿se percataba Cristo, durante toda Su vida mortal, de que era al mismo tiempo, Dios y hombre? Responde Ryrie (o.c., pag. 251): ≪Su Persona se percataba siempre de Sí mismo en cuanto a Su deidad y esa Persona crecía en autoconciencia con respecto a Su humanidad≫ (p. 307)
[…]
Puestas así las premisas, podemos responder así a la pregunta sobre si en Cristo hay dos conciencias y sobre si es consciente de Su Deidad con la conciencia humana, y de Su humanidad como perteneciente a Su Persona con la conciencia divina.
Respondo que hay un solo sujeto que es consciente de ambas cosas, que es consciente de Su Deidad con su conciencia divina y de Su humanidad con su conciencia humana, y que el paso de una conciencia a otra es normal dentro de la unión hipostática, a no ser que la comunicación se vea interceptada por una actuación extraordinaria del Espíritu Santo, como ocurrió en el Calvario durante «el desamparo de Dios». (308)
(35b) La Naturaleza de Cristo...
[http://www.vidaeterna.org/esp/preguntas/union_hipostatica.htm]
¿Qué es la Unión Hipostática?
Unión hipostática
Es un término técnico que designa la unión de las dos naturalezas, divina y humana, en la persona de Jesús. Cristo es Dios en la carne (Juan 1:1,14; Col. 2:9; Juan 8:58; 10:30-34; Heb. 1:8). El es plenamente Dios y plenamente hombre (Col. 2:9); así, tiene dos naturalezas, la de Dios y la humana. Decididamente, no es "mitad Dios, mitad hombre". Nunca perdió su divinidad, ni hubiese podido hacerlo.
Continuó existiendo como Dios cuando se encarnó y agregó la naturaleza humana a Su eterna naturaleza divina (Fil. 2:5-11). Consecuentemente, en Jesucristo está la "unión, en una sola persona, de una plena naturaleza humana y una plena naturaleza divina".
Jesús como Dios es adorado (Mat. 2:2,11; 14:33). |
Jesús como hombre adoró al Padre (Juan 17). |
Se le ora (Hech 7:59). |
Oró al Padre (Juan 17:1). |
No tuvo pecado (1 Ped. 2:22; Heb. 4:15). |
Fue tentado a pecar (Mat. 4:1). |
Es omnisciente (Juan 21:17). |
Creció en sabiduría (Luc. 2:52). |
Da vida eterna (Juan 10:28). |
Pudo morir (Rom. 5:8). |
En El habita la plenitud de la Deidad (Col.2:9). |
Tiene un cuerpo de carne y hueso (Luc 24:39). |
(36) Concilio de Calcedonia - Wikipedia, la enciclopedia libre
(37) ¿Cómo puede Jesús ser Dios y hombre? | Desiring God
(38) Batalla Bautista, José Manuel. El verdadero SER de DIOS (El segundo testimonio nº 3) (Spanish Edition) (p.108-109). Edición de Kindle
(39) Ibid. p.110
(40) Ibid. p.110
(41) Ibid. p.110
(42) Ibid. p.110
(43) Ibid. p.111
(44) Ibid. p.112
(45) Ibid. pp.112-113
(46) Ibid. p.141
(47) Ibid. pp.148-149
(48) Ibid. p.149
(49) Ibid. p.149
(50) Ibid. p.149
(51) Ibid. pp.149-151
(52) Ibid. p.151
(53) Ibid. p.152
(54) Ibid. pp.152-153
(55) Ibid. p.153
(56) Ibid. p.157
(57) Ibid. pp.160-161
(58) Ibid. pp.210-232
(59) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. ¿Jesucristo es Dios hecho carne?
(60) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. ¿Qué es el Bautismo del Espíritu Santo?
(61) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. ¿Subsisten en Jesús dos personas, divina y humana?
(62) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, ps. 98-99. Grand Rapids, Michigan, 10/08/1949
(63) Ibid. pp. 99-100
(64) Ibid. pp. 100
(65) Ibid. p. 101
(66) Nota aclaratoria sobre la Trinidad económica, 062_jungel.PDF (seleccionesdeteologia.net)
(67) Berkhof, Luis, Teología Sistemática, pp. 53-54. Grand Rapids, Michigan, 10/08/1949
(68) Ibid. p. 54
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