Amistad en Cristo - Carlos Aracil Orts

Ciclo: Historia del cristianismo

Quinta parte

Los Cismas y el Protestantismo

 
(Conferencia Ámbito Cultural Corte Inglés de 16-05-11)

 

 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Al principio de este ciclo, que hoy termina, dijimos que el cristianismo no es una religión de origen y hechura humanos; por tanto, no se fundamenta en instituciones de este tipo, como son el papado o persona humana de San Pedro, ni depende necesariamente de ninguna organización o denominación religiosa, Católica o Protestante. Por el contrario, se basa en un hombre excepcional, llamado Jesús de Nazaret, conocido también como Jesucristo, de cuyo origen divino da testimonio toda la Sagrada Escritura, especialmente, el Evangelio, en sus cuatro versiones, y el resto del NT, que quedó completado en el siglo I, no más allá del año 70 d.C.

De la humanidad de Jesucristo y de su existencia histórica como ser humano pocos dudan. De su divinidad existen muchas pruebas en la Biblia que ahora no daría tiempo de abordar, como son todos los portentosos milagros que realizó a lo largo de su ministerio; entre ellos las curaciones instantáneas de enfermos, resurrecciones de muertos, alimentación de los cinco mil, etc. Ahora nos basta con aportar el testimonio de San Pablo en su carta a los Filipenses que testifica de la divinidad de Cristo, cuando cita lo siguiente: “el cual [Cristo], siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:6-11).

Este hombre tan importante, mediante el cual la humanidad es salvada del pecado y de la segunda muerte, entró en la historia de este mundo, como cualquiera de nosotros, pero sin pecado. En las pasadas charlas, también, aportamos pruebas de la historicidad de Jesús de Nazaret, citando algunos historiadores del siglo I d.C. y sus obras, entre las que destaca por su imparcialidad histórica, Antigüedades judías del historiador judío Flavio Josefo, cuyo testimonio, no sospechoso de parcialidad, sin duda, evidencia que Jesús realmente existió. En efecto, hoy día nadie bien documentado pone en duda su historicidad.

Así pues, la historia testifica y confirma el relato bíblico de que Jesús de Nazaret, nació en Palestina, hacia el año 4 ó 5 antes de nuestra era, durante el reinado de Herodes el Grande, rey de los judíos (1) (37-4 a.C.) (Mateo 2:1, ss), que era vasallo del  emperador romano César Augusto (30 a.C a 14 d.C.). La vida pública de Jesús transcurrió bajo el reinado de su sucesor, Tiberio (14-37 d.C.), y fue ajusticiado, en una cruz, por el procurador imperial Poncio Pilato, alrededor del año 30 de nuestra era.

Por tanto, la fe cristiana es una religión histórica y no un programa ético o una filosofía. Jesucristo efectuó la redención de la Humanidad cuando murió en la cruz en un lugar específico del mundo, Palestina, en un tiempo concreto de la historia, es decir, cuando Pilato era prefecto de Judea. Al respecto, es de gran importancia que este hecho histórico se haya recogido en el Credo apostólico, que a muchos se nos ha enseñado desde muy pequeños “…Padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado.. .y al tercer día resucitó de los muertos…”.

En las primeras charlas de este ciclo, explicamos por qué el cristianismo satisface las necesidades fundamentales del ser humano y le da sentido a la vida.

Dijimos, en primer lugar, que el ser humano tiene un deseo infinito de vivir, pero pronto toma consciencia de que la muerte es algo inevitable, y que más pronto o más tarde le llegará. Sin embargo, su situación de impotencia ante la misma, de total perdición, deja de serlo cuando se cree de todo corazón lo que dijo San Pablo en Romanos 5:12, y, también en 1ª Corintios 15: 20-23: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. 21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.”

El evento más extraordinario e importante de la historia de este mundo, la resurrección de Cristo, es el mismo corazón y esencia del Evangelio, las Buenas Nuevas de Salvación. Este maravilloso suceso ha sido probado por el testimonio de multitud de testigos como lo declara el mismo apóstol Pablo en la primera carta que escribió a los Corintios (15: 1-9): Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. 3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.” (1ª Corintios 15: 1-9).

Así pues, el cristiano por su fe en la resurrección de Cristo, ya no teme más a la muerte, pues su confianza en Él, le da plena esperanza de vida eterna. (Hebreos 2:14-18).
En segundo lugar, la vida del cristiano adquiere pleno sentido, pues, al reconocer su inconsistencia, levedad y vanidad de vanidades de la misma, se enfoca hacia el bien común, y a procurar la felicidad de sus semejantes. En tercer lugar, este desprendimiento de sí mismo, soluciona todos los problemas de convivencia humana, al desterrar poco a poco el egoísmo de su vida.

El cristianismo no solo brinda una estructura moral y leyes morales específicas, sino también el poder para hacer lo correcto. El ateo o agnóstico depende de sus propias fuerzas para hacer lo correcto. Quienes se someten a Dios tienen el Espíritu Santo que santifica sus voluntades y vidas, haciéndoles capaces de vencer al pecado, dando como resultado la armonía con la ley moral y voluntad de Dios.
Por último, el cristianismo es la religión que nos reconcilia con Dios y nos hace sus hijos mediante su Hijo Jesucristo.

En la pasada sesión hablamos del periodo medieval de la Iglesia (siglo V-XV), que comprende, aproximadamente, según la mayoría de los historiadores, desde la caída del imperio romano de Occidente (476), hasta la caída del Imperio Bizantino, o Romano de Oriente (1453). No obstante, dada la gran extensión de ese periodo de aproximadamente mil años y de los muchos eventos que sucedieron durante el mismo, en la charla pasada solo pudimos llegar hasta las puertas del cisma de Oriente (finales del siglo X). Y tratamos los siguientes apartados:

Por tanto, en la sesión de hoy hablaremos del cisma de Oriente, Occidente y de la Reforma Protestante. Para ello, será bueno recordar algunos antecedentes que dimos en la pasada sesión, pero que son importantes, para poder entender la formación,  primeramente, del cisma de Oriente (1054) y, tres siglos más tarde, el de Occidente (1378-1417).

2. Antecedentes de los cismas

La coronación de Carlomagno, emperador de Occidente en Navidad del año 800, por el Papa, en Roma, aunque consolida fuertemente la supremacía del Papa, pontífice y soberano de Roma, causa la irritación de los bizantinos por considerar que Roma, al consagrar a un emperador franco, se había apartado de la verdadera tradición imperial romana que había heredado Constantinopla (Bizancio). En adelante, “es la Iglesia la que dirige la sociedad, y los poderes civiles están a su servicio” (3). “El Papa convertido en soberano pontífice de los estados pontificios, comenzó a querer ser, no sólo cabeza de la Iglesia sino del mundo. Y en el siglo XIII sometió incluso al poder real” (4).

“Pues bien, en Occidente, y a espaldas de la Iglesia de Oriente, se fue pasando, a lo largo de la edad media, de la unión entre poder temporal y poder eclesiástico a una concepción de la cristiandad como regida, en primer lugar por el Papa, de quien el mismo emperador y los reyes eran ante todo súbditos, según la doctrina de las “dos espadas". Pero el poder imperial, que estaba de acuerdo en recibir la consagración de mano del Papa, no estaba muy conforme con sentirse súbdito suyo en lo referente a los propios derechos imperiales.”(5)

3. El Cisma de Oriente

De los diversos desencuentros y conflictos que desde el siglo IV al VIII hubo entre la Iglesia Occidental y Oriental respecto a ritos, doctrina y poder (mínimo de cinco), es destacable el movimiento iconoclasta (destructores de imágenes o iconos) que inició el emperador bizantino León III, el Isaúrico de 726-730, continuado por sus sucesores, hasta que la muerte del emperador Teófilo en el año 842 y el ascenso al trono de su viuda Teodora, dieron fin al conflicto, condenando a los iconoclastas. El conflicto se produjo entre los defensores de la iconolatría (doctrina que preconiza el culto a las imágenes) y los partidarios de la iconoclasia (doctrina de la destrucción de las imágenes que intentaba evitar la superstición del pueblo).

Como hemos dicho, este nuevo conflicto, conocido como movimiento iconoclasta o “la querella de las imágenes”, surgió en Oriente, en el siglo VIII, durante el reinado del emperador bizantino León III (717-741), el cual prohibió y mandó destruir las imágenes religiosas de las iglesias de Oriente, lo que provocó que las ya tensas relaciones entre Oriente y Occidente, -entre el papado y el imperio bizantino-, se empeoraran.

Etimológicamente, el término iconoclasta se refiere a quien practica la iconoclasia, esto es a quien destruye pinturas o esculturas sagradas (iconos). Un ejemplo de iconoclasia se encuentra en la tradición bizantina, sobre todo con León III, que ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, la Virgen María y, especialmente, los santos (6).

El conflicto surgió entre los iconoclastas (o partidarios de la destrucción de las imágenes), y los partidarios del culto a las imágenes de los santos. Los iconoclastas eran el emperador León III, la familia imperial, la nobleza y, en parte, el alto clero. Y en oposición a estos, los monjes, el clero y el pueblo.

“En Bizancio la afición a las imágenes había acabado en una multiplicación desorbitada de las mismas, y lo que en Occidente se estimaba como elemento decorativo e instructivo, terminó por convertirse en objeto de veneración por sí mismo. La idolatría estaba a un paso.” (7)

Este clima ya precismático y de confrontación entre la Iglesia romana y la bizantina desembocó en el año 1054 con la excomunión, por el papa, del patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario. Este había reavivado las antiguas rencillas, haciendo una campaña antilatina y resaltando las discrepancias de menor importancia que existían con Roma, lo que motivó que el Papa León IX, le enviara una delegación con la sentencia de excomunión que fue depositada sobre el altar de la Iglesia madre de Santa Sofía, ante todos los fieles y el clero reunidos. Lo cual provocó que todo el pueblo se pusiera del lado del patriarca Cerulario y contra Roma. Una semana después, fue el patriarca Cerulario quien promulgó el decreto de excomunión contra Roma, consumándose así la ruptura cismática. En realidad, más que ruptura hubo distanciamiento progresivo entre las sedes de Roma y Constantinopla que acabó dividiendo la cristiandad en oriental y occidental. En el año 1204 se acentuó la animadversión mutua por la presencia de los cruzados en Constantinopla y su saqueo durante la cuarta cruzada. La ruptura quedó consumada definitivamente después de la conquista de Constantinopla por los turcos en el año 1453. (8)

Los motivos de esta ruptura, como hemos comprobado, fueron diversos, pero sin duda, los tres citados estuvieron en el origen de las disputas. Debido a que las iglesias de Oriente –Antioquía, Jerusalén y Constantinopla-  empleaban como lengua litúrgica para sus ritos el griego, siempre consideraron al latín que se usaba en Roma y en el resto de Occidente, como una lengua bárbara. Por otra parte, los emperadores orientales, en varias ocasiones, intentaron que el patriarca de Constantinopla tuviera la primacía sobre el obispo de Roma, lo que causó que se rompieran relaciones cinco veces con Roma, a lo largo de los siglos IV al VIII. Además, existían algunas pequeñas divergencias doctrinales en matices: la iglesia Oriental no admitía la cláusula o fórmula del “Filioque”, que Carlomagno (794) había pedido que se integrara en el credo de Nicea (325): “Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit” (“Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo”). En cambio, consideran que la expresión correcta es: “El Espíritu Santo procede del Padre a través del Hijo”, o bien de acuerdo con Juan 15:26, la frase correcta sería: El Espíritu Santo que procede del Padre y es enviado al Hijo”. Otras discrepancias fueron los temas dogmáticos referentes a la comprensión del “purgatorio”, que los orientales no consideraban como un “lugar”, sino como un “estado” de purificación previo al acceso definitivo a Dios, y otras de menor importancia como la utilización de pan ázimo en la misa o el ayuno del sábado. (9)

4. El Cisma de Occidente

Antecedentes

El papa Inocencio IV (1243-1254) extremó los postulados de la teocracia formulados por sus antecesores hasta hacer del pontífice el dominus universalis (señor universal). Consideró que toda la autoridad le pertenecía “por naturaleza y potencia”, aunque podía no ejercer directamente la potestad civil delegando sus funciones (a los reyes y al emperador). Esta doctrina del “poder directo”, no prevaleció por las repercusiones que podría tener su aplicación, y se prefirió la del “poder indirecto”, relegándose a un segundo plano la teocracia a partir de la segunda mitad del siglo XIII.

Contra la curia romana se lanzaron violentas impugnaciones por parte de los imperialistas y de quienes veían con malos ojos el institucionalismo y centralismo crecientes del papado.

No obstante, Bonifacio VIII (1294-1303), continuó con la línea anterior, y dos años después de celebrar el primer jubileo en Roma con multitud de peregrinos, en la Bula Unam Sanctam, reafirmaba la unidad de la Iglesia diciendo: “Estamos obligados a creer y mantener que hay una sola Iglesia católica y apostólica... y fuera de ella no hay salvación ni perdón de pecados”. Otros dos aspectos de esta Bula fue reafirmar la infalibilidad pontificia y el de la coexistencia de los dos poderes, secular y eclesiástico, supeditado aquél a éste (fruto de la doctrina del “poder indirecto”). He aquí sus palabras: “En la Iglesia y en su potestad, hay dos espadas: la espiritual y la temporal... Una y otra espada, pues, están en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Mas ésta ha de esgrimirse a favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesia misma. Una por la mano del sacerdote, otra por la mano del rey y de los soldados, si bien a indicación y con el consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual....(10)

Huyendo de la inseguridad que había en Roma los papas trasladaron su sede a Aviñón. En esa etapa, Siete fueron los Papas, todos de origen francés, que residieron en Aviñón durante sesenta y ocho años, desde Clemente V (1305-1314) hasta Gregorio XI (1370-1378). Aunque el destierro y estancia voluntaria de los papas en Aviñón durante este periodo llamado “cautiverio babilónico” (1309 y 1377) estuvo mal visto por la cristiandad, la realidad es que los papas disfrutaban de una gran suntuosidad y lujo en los magníficos palacios de su propiedad de Aviñón, lo que echaron de menos cuando regresaron a Roma por lo que más tarde decidirían construir los no menos suntuosos palacios vaticanos.

El conocido como gran cisma de Occidente, dividió a la cristiandad, es decir al "Catolicismo Romano", durante, al menos, 39 años, desde 1378 hasta 1417. El cisma consistió en que durante ese periodo citado hubo dos papas rigiendo simultáneamente a la Iglesia, y que se excomulgaron mutuamente, pretendiendo cada uno de ellos ser el legal representante del Primado de San Pedro, y por tanto, de la Iglesia. Uno con sede en Roma y el otro en Aviñón. Esta división y enfrentamiento se mantuvo, durante el periodo citado, al sucederse papas romanos y franceses en las respectivas sedes, cuando se producían las muertes de sus predecesores. A fin de solucionar el conflicto, “la Iglesia”, haciendo uso de sus legítimos derechos, convocó el concilio de Pisa celebrado en el 1409, en el que se decidió rechazar la autoridad de los dos papas existentes y elegir a un tercero, que fue el griego Alejandro V, que al morir, después de un pontificado de un año (1409-1410), fue sucedido por Juan XXIII (Baltasar Cossa), el cual fue depuesto por corrupción en 1415, en el concilio de Constanza. Sin embargo, esto lejos de solucionar el cisma lo empeoró, pues al no abdicar los papas cismáticos previamente elegidos, desde entonces hubo tres: el de Roma, el de Aviñón, y el de Pisa.

 “El Gran Cisma de Occidente, además de disminuir la autoridad ya harto menguada del Pontificado, fragmenta a la Iglesia Católica. Los fieles vivieron 39 años, en perplejidad, sin saber quien era el verdadero Vicario de Cristo. El descrédito del papado aumentó el poder de las Iglesias nacionales, del mismo modo que la debilitación de la idea monárquica pontificia produjo el triunfo de la idea conciliar en el gobierno de la Iglesia, al que se pretenderá dar, más que una forma republicana, una monarquía de tipo constitucional y federal” (11).

El concilio de Pisa abría en la historia de la Iglesia una etapa de gobierno democrático, conocida con el nombre de era conciliar, que duraría unos cuarenta años. Durante este periodo cualquier concilio de la Iglesia tendría más autoridad que el papa y podría, si fuera necesario, destituirlo. Sin embargo, esta posición, desgraciadamente, pronto quedó derrotada, y el papado volvió adquirir el anterior poder absoluto que siempre había caracterizado a la supremacía papal.

“El cisma concluyó con la elección en cónclave de Martín V, la muerte del último Papa cismático, Benedicto XIII (Papa Luna) en 1422, y la renuncia de su sucesor Clemente VIII (Gil Muñoz -1423-1429), que reconoció al Papa Martín V”. (12)

Con respecto al periodo de estancia de los papas en Aviñón y al Cisma de Occidente, el Dr. Antonio Bentué, Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile escribe lo siguiente:

"Pero el fin de la edad media y los siglos del Renacimiento no fueron de mayor acercamiento de la Iglesia papal al Evangelio. En el siglo XIV hubo el gran cisma de Occidente, con los papas de Avignon, en cuyos palacios la fastuosidad iba en aumento, como puede verse hasta hoy día al visitar sus dependencias. Al retomar el papado su sede en Roma, los papas del siglo XVI llevaron al máximo la pomposidad mundanal del Vaticano. Fue así que, cuando el papa León X, en 1517, encargó al arzobispo de Maguncia la predicación que llamaba a los fieles a comprar la Bula papal que les permitiría “ganar la indulgencia plenaria” del Año Santo para, así, poder el Papa juntar el dinero necesario para terminar la construcción de los palacios vaticanos, un joven religioso agustino, Martín Lutero escribió sus famosas “Noventa y cinco tesis sobre el valor y la eficacia de las indulgencias”, que fue determinante para la ruptura principal del cristianismo occidental, conocido como Reforma Protestante" (13).

5. Precursores de la Reforma Protestante

“Entre sus precursores más antiguos destaca Pedro Valdo (1140 ? - 1217), que impulsó el movimiento cristiano de los Pobres de Lyón, conocidos como valdenses. Eran predicadores itinerantes y ofrecían la Biblia al pueblo. Los cuales sobrevivieron de las persecuciones papales refugiados en los Alpes hasta 1545, en que fueron masacrados  por orden de Francisco I (Rey de Francia de 1515-1547). Pueblo con bastantes semejanzas a los valdenses fueron los albigenses, cuya denominación deriva de Albi, ciudad situada en el suroeste de Francia. Son también conocidos como cátaros. Fueron exterminados en la cruzada albigense, también conocida como cruzada cátara o cruzada contra los cátaros. Esto fue un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1209 y 1244, por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía de los Capetos (reyes de Francia en la época), con el fin de reducir por la fuerza el catarismo, un movimiento religioso calificado como herejía por la Iglesia católica y asentado desde el siglo XII en los territorios feudales del Languedoc, favoreciendo la expansión hacia el sur de las posesiones de la monarquía capetana y sus vasallos (14).

Más tarde, los más importantes fueron los teólogos Wyclif (1320-1384), profesor en la universidad de Oxford, y Jan Hus (1370-1415), decano de la facultad de Teología de Praga, que escandalizados por el  lujo, por los derechos y privilegios del clero, por las intervenciones políticas y militares del papado, exigieron reformas profundas en la Iglesia. “Sobre todo, pusieron en discusión el poder del papa y del clero de interpretar la Escritura. Así, Wyclif rechazó el dogma de la transubstanciación…”(15)

“Como Wiclef, Huss empezó a predicar que el hombre no alcanzaba la salvación por el cumplimiento de la ley sino por la fe. Que la Iglesia debía fundamentarse en Cristo y no en Pedro. Que el único pontífice auténtico era Jesucristo y que su vicario no era indispensable para el gobierno de la Iglesia. El Papa no sólo no es infalible sino que a veces es un verdadero anticristo y sus decretos no obligan más que cuando están acordes con la Sagrada Escritura y con la ley de Cristo, siendo el propio fiel quien debe juzgar dicha conformidad.

“Los extremos apuntados por Wiclef y Huss serian manejados luego por los reformistas, de aquí su importancia. Huss, al conceder al fiel la posibilidad de examinar por sí mismo los decretos pontificios antes de adherirse a ellos y considerarse obligado a acatarlos, formulaba el principio del libre examen o de la razón individual que haría suyo, sin saberlo, Lutero. Todos los fieles, añadía, tienen el derecho de leer e interpretar la Biblia y de comulgar bajo las dos especies (utraquismo). El concilio de Constanza condenó sus escritos (24 junio 1415) y le invitó a retractarse. Huss contestó que “ofendería su conciencia y la verdad” si lo hacía, y el concilio le privó de su condición sacerdotal por hereje (6 de julio) y le condenó a morir en la hoguera. Sus últimas palabras, entre las llamas, fueron: “¡Cristo, hijo del Dios vivo, tened piedad!”(16).

6. La Reforma protestante.

“La Reforma Protestante, también conocida como “El protestantismo” es  principalmente la protesta cristiana, en nombre del Evangelio, contra los escándalos de una cristiandad y de una Iglesia que seguían unos comportamientos contrarios a la enseñanza de Jesucristo. Este nombre sólo se le empezó a dar a la Reforma en 1529, cuando seis príncipes y catorce ciudades libres de Alemania, en la dieta de Spira (Alemania), elevaron una solemne protesta contra las exigencias católicas representadas por el emperador Carlos V” (17).

Esta Dieta, que consistía simplemente en una asamblea de tipo legislativo donde se reunían representantes civiles y eclesiásticos bajo el mando del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, fundamentalmente reafirmaba el edicto de la Dieta de Worms de 1521, en el que se proscribía creer y enseñar las doctrinas luteranas.

“Alemania no era un Estado fuertemente centralizado, sino un conjunto de estados gobernados por príncipes, que reunidos formaban el Sacro Imperio Romano Germánico, con un emperador (Carlos V) con relativo poder. Alemania era prácticamente un estado feudal, donde la Iglesia poseía la tercera parte de las tierras” (18).

“La Reforma Protestante fue un movimiento reformador religioso en la Europa cristiana del siglo XVI, que comenzó en el año 1517 cuando el monje católico alemán Martín Lutero publicó sus 95 Tesis contra la Venta de Indulgencias promovidas por el Papa, donde criticaba las prácticas inmorales de la Iglesia Católica” (19).

“En un sentido amplio del término, protestantismo es cualquiera de los grupos cristianos surgidos en Europa Occidental que se separaron de la iglesia romana a partir del ex-monje agustino Martín Lutero, fundador de las iglesias luteranas, y de Juan Calvino, fundador del movimiento calvinista” (20).

Causas de la Reforma Protestante

Las causas son muchas y variadas, a saber: religiosas, sociales, culturales, políticas, etc. Pero más que hacer una prolija enumeración de todas ellas, lo cual es imposible obviamente, nos bastará con reconocer el derrotero que siguió la Iglesia desde Constantino I el Grande, en adelante.

Como hemos podido comprobar, la Iglesia, desde la época constantiniana en que alcanzó el poder político al unirse con el Estado, pasó de ser perseguida a perseguidora, primeramente, de los paganos, y, más tarde, de todo aquel que se atreviese a disentir abiertamente de las creencias oficiales.

La Inquisición

“Fue bajo el pontificado de Gregorio IX (1227-1241) que creó el tribunal de la Inquisición, o del “Santo Oficio”, teniendo con ello también un recurso tremendo para someter a quienes se apartaban de la fe católica tal como el papado la entendía. Más tarde, en 1252, el papa Inocencio IV asignó a la misma Inquisición el derecho a emplear la tortura como medio para hacer confesar a los herejes, ¡hasta matar sus cuerpos para poder, así, salvar sus almas!” (21).

“Para acabar con la herejía, el concilio de Tolosa creó, en 1229, los inquisidores de la fe. Como lo indica su nombre, los inquisidores estaban encargados de hacer averiguaciones acerca de la fe, es decir sobre las creencias de las personas. Tenían la facultad de encarcelar a los sospechosos. El expediente se hacía secretamente, ya sea por meras sospechas, ya por simples denuncias que provocaban los mismos inquisidores y cuyos autores permanecían cuidadosamente ocultos. El acusado no se confrontaba ni careaba jamás con sus acusadores, ni tenía abogado que lo defendiese. Para obligarlo a confesar, los inquisidores, poniendo en vigor un abominable uso romano, podían someterlo a cuestión de tormento o tortura; así, por ejemplo, lo dejaban varios días sin comer o bien le aplastaban los dedos en un torno, o le hacían tragar por fuerza enormes cantidades de agua. Después de haberle obligado a confesar, el inquisidor pronunciaba solemnemente la sentencia. El hereje que se arrepentía, era condenado al emparedamiento, es decir a prisión perpetua o temporal. Si el acusado se negaba a hacer enmienda honorable, o si era relapso, es decir que reincidía en la herejía de que había abjurado, lo quemaban vivo. El cuidado del suplicio se confiaba al brazo secular o lo que es lo mismo, a los laicos, agentes del rey o del señor” (22).

Los papas, a lo largo de los siglos, acumularon poder y riquezas, ambicionaron que los reyes y emperadores fueran sus súbditos y les debieran obediencia, al pretender que el poder temporal o material debía ser regido por el espiritual o religioso. La jerarquía eclesiástica estuvo más preocupada por administrar y acrecentar sus propiedades y mantener su estatus y privilegios con el poder civil, que por predicar a los fieles el puro Evangelio de Jesús. El cual pronto se fue sustituyendo por ritos litúrgicos en latín, que los fieles no podían entender, y por la tradición eclesiástica en el uso del magisterio papal.

“Hubo incluso varios concilios que reconocieron la necesidad de reformas e intentaron promoverlas (el de Constanza en 1414-1418 y el de Basilea en 1431-1449). En 1417, el papa Martín V condenó la simonía (compra y venta de cargos eclesiásticos) (23) y la acumulación de beneficios. El cardenal Juliano Cesarini, en 1436, en el concilio de Basilea, había proclamado la urgencia de «reformar la Iglesia en su cabeza y en sus miembros...» (24).

“Pero las diversas exhortaciones, las reformas abortadas, las condenas por herejía no habían logrado más que hacer aparecer como más intolerable la situación de la Iglesia en el siglo XVI y más indispensable su vuelta a la «sencillez primitiva». La Reforma que va a nacer de esta doble reacción surgió casi en el mismo momento en tres lugares distintos: Alemania con Lutero, Suiza con Zwinglio y Francia con Calvino. (25)

La pomposidad y magnificencia que los papas habían tenido en Aviñón, la quisieron trasladar al Vaticano con la construcción de los palacios Vaticanos y la basílica de San Pedro en Roma cuyo coste trataría de sufragar el papa León X, en 1517, mediante la venta de “indulgencias”. Al comprar esta bula papal los fieles obtendrían indulgencia plenaria, o sea, el perdón de todos sus pecados, e incluso la liberación de almas del purgatorio para que fueran al cielo con Dios. Para eso encargó al arzobispo de Maguncia la predicación que llamaba a los fieles a comprar la Bula papal que les permitiría “ganar la indulgencia plenaria” del Año Santo. (26)

En el mismo año 1517, un joven religioso agustino, Martín Lutero (1483-1546), nacido en Eisleben (Sajonia), siendo profesor en Sagrada Escritura de la Universidad de Wittenberg, reaccionó contra las “indulgencias”, negando su valor y eficacia de las mismas, escribiendo las famosas “Noventa y cinco tesis” que clavó sobre la puerta de la Iglesia de Wittenberg (31-10-1517), cuyo contenido al expandirse rápidamente por todo el imperio llevó a la gran división del cristianismo occidental, entre católicos y los que más tarde serían conocidos como Protestantes. A esta ruptura iniciada por Lutero se le llamó Reforma Protestante, como ya hemos dicho antes. (27)

La reacción de Lutero, primeramente protestando ante las autoridades eclesiásticas,  denunciando el engaño de las indulgencias y la evidente manipulación de la “fe popular” que tenía por objeto obtener ganancias económicas para el Vaticano, que acabó fijando en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis, estuvo completamente justificada. Puesto que, algunos enviados papales como el dominico Fray Juan Tetzel, a fin de obtener más ventas, llegó al colmo de la corrupción, al proclamar la indulgencia papal de todos los pecados, aplicable, incluso, a las “almas del purgatorio” con la siguiente frase escandalizante: “Apenas un dinero cae y suena en la alcancía, sale el alma del purgatorio hacia el paraíso” (Citado en Joan Busquets, ¿Quién era Martín Lutero?, Salamanca, Ed.Sígueme, 1986, p. 125). (otra traducción dice así: “¡Tan pronto como el dinero cae en esta caja, vuela el alma al cielo! Carlos Cid y Manuel Riu, pág. 450).

Durante unos tres años estuvo el papa, presionando de diversas maneras a Lutero para que se retractara. Finalmente Él fue convocado por la Dieta de Worms de 1521 para que se retractara de sus famosas tesis. Del 16 al 18 de abril Lutero habló delante de la asamblea, pero en vez de abjurar, defendió con energía y argumentos su posición reafirmándose en todo lo que había publicado.

“La Dieta de Worms de 1521 fue una asamblea de los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico, presidida por el recién nombrado emperador Carlos V. Se llevó a cabo en Worms, Alemania, del 28 de enero al 25 de mayo de 1521” (28).

En dicha Asamblea, Lutero se defendió afirmando con valentía:

"A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho— me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén".

Sin embargo, en el Edicto de Worms que surgió de la Dieta se declaró desterrado del Imperio a Lutero y se ordenaba destruir sus escritos.

“El anuncio papal de la Dieta recogió las violentas denuncias presentadas en el Edicto de Worms, promulgado el 25 de mayo de 1521. En el mismo se catalogaba a Lutero como un delincuente y se prohibía la lectura y posesión de sus escritos. Además autorizaba a cualquiera a matar a Lutero sin sufrir consecuencias penales. El edicto fue un acto que provocó gran inquietud entre los pensadores y dirigentes más moderados, y en particular en Erasmo de Rotterdam.

“No obstante el salvoconducto para acudir y regresar desde el lugar del encuentro, que le fue concedido a Lutero gracias a la mediación de su protector el príncipe Federico III, elector de Sajonia, que teóricamente garantizaba a Lutero un regreso seguro, se incluyó en el Edicto que Lutero fuera prestamente arrestado y condenado. Es por eso que con el fin de protegerlo, el príncipe Federico lo apresó en el camino a casa y lo escondió en el Castillo de Wartburg. Durante el período que estuvo en Wartburg, Lutero inició la traducción de la Biblia al alemán” (29).

Breve vistazo al pensamiento de Martín Lutero

 “Siendo ya adulto, Lutero escribió: "Me estremecía y me ponía pálido al oír mencionar el nombre de Cristo, porque me habían enseñado a considerarlo como un juez encolerizado. Nos habían enseñado que nosotros mismos debíamos hacer propiciación por nuestros pecados; que no podemos compensar suficientemente nuestras culpas, sino que es necesario recurrir a los santos del cielo, y clamar a María para que interceda a nuestro favor desviando de nosotros la ira de Cristo."(30).

También escribió lo siguiente acerca de la gran transformación que experimentó su vida en ese tiempo: "Deseando ardientemente comprender las palabras de Pablo, comencé a estudiar su epístola a los Romanos. Sin embargo, noté que en el primer capitulo consta que la justicia de Dios se revela en el Evangelio (vs. 16, 17). Yo detestaba las palabras: 'la justicia de Dios', porque, conforme me enseñaron, yo la consideraba como un atributo del Dios Santo que lo lleva a castigar a los pecadores. A pesar de vivir irreprensiblemente como monje, mi conciencia perturbada me mostraba que era pecador ante Dios. Así, yo detestaba a un Dios justo, que castiga a los pecadores... Tenía la conciencia intranquila, en lo íntimo mi alma se sublevaba. Sin embargo, volvía siempre al mismo versículo, porque quería saber lo que Pablo enseñaba. Al fin, después de meditar sobre ese punto durante muchos días y noches, Dios en su gracia infinita me mostró la palabra: “El justo vivirá por la fe.” Vi entonces que la justicia de Dios, en este versículo, es la justicia que el hombre piadoso recibe de Dios mediante la fe, como una dádiva.”

De esa forma el alma de Lutero se libró de su esclavitud: El mismo así lo escribió "Entonces me sentí recién nacido, y en el paraíso. Todas las Escrituras tenían ahora para mí otro significado; las escudriñaba para ver todo cuanto enseñan sobre la “Justicia de Dios". Antes, esas palabras eran odiosas para mí; ahora las recibí con el más intenso amor. Ese versículo fue para mi la puerta de entrada al paraíso."

Reclamación esencial de la Reforma Protestante

Las creencias fundamentales que distinguen al protestantismo son la sola fe, sola gracia, sola Escritura, solo Cristo y sólo a Dios la gloria (conocidos en latín como sola fide, sola gratia, sola Scriptura, solus Christus, soli Deo gloria).

Martín Lutero durante los años de profesor de Sagrada Escritura de Wittenberg, de constante lectura de la Biblia, desarrolló su pensamiento teológico que se fundamentaba en tres principios básicos:

Sola gracia, sola fe, sola Escritura.

En consecuencia, sobran la Tradición y magisterio eclesiásticos, los sacramentos, la jerarquía y la organización externa de la Iglesia.

Dios es el único que puede perdonar y salvar al hombre. Dios da su justicia por medio de la fe en Jesucristo (Romanos 3:21-24). “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (23) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,”. Por tanto “... el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Lutero descubre que Dios, Padre de Jesucristo, es un Dios de amor. Él resumió la naturaleza del cristiano con la frase: Simul justus et peccator, que significa que el cristiano se sabe a la vez «siempre pecador», «siempre penitente» y «siempre justo» por su fe en Cristo salvador.
 
“En consecuencia, no son ni los méritos de los hombres, ni las misas, peregrinaciones y otras prácticas religiosas las que salvan al pecador. Éste sólo puede reconocer la misericordia de Dios por la pureza de su vida moral, especialmente en las funciones que ejerce.

“La Iglesia es una comunidad espiritual cuya cabeza es Cristo. Él es su único maestro, y no un papa que no puede, por ningún título, proclamarse representante suyo.

“Todos los fieles son sacerdotes. Y los ministros, delegados por la comunidad, presiden solamente la plegaria, la administración de los sacramentos y la predicación. No hay más que dos sacramentos: el Bautismo y la Cena, signos que recuerdan las promesas de Dios robusteciendo la fe”. (32)

¿Cuál es la diferencia entre católicos y protestantes?

“Hay muchas y muy importantes diferencias entre católicos y protestantes. Mientras que ha habido algunos intentos a lo largo de muchos años recientes, de encontrar un terreno común entre los dos grupos, el hecho es que las diferencias prevalecen, y ellas son tan importantes en la actualidad como lo fueron al principio de la Reforma Protestante. A continuación veremos un breve resumen de algunas de las diferencias más importantes”.(33)

“Aparte de lo mencionado, los Protestantes se diferencian de los católicos en que no creen las siguientes doctrinas: purgatorio, papado, infalibilidad papal, oraciones a los muertos, intercesión de los santos, asunción de María, inmaculada concepción de María, virginidad perpetua de María, libre albedrío, purgatorio, o que el matrimonio, unción de los enfermos, la confesión auricular, la confirmación y la ordenación sacerdotal sean sacramentos, el traspaso de los poderes de los apóstoles a sus supuestos sucesores, etcétera” (34).

Es nuestra esperanza que cada uno entienda y crea que sus “obras de justicia” no pueden justificarlos, o santificarlos (Isaías 64:6). Es nuestra oración que todos, en vez de eso, pongan su fe solamente en el hecho de que somos “… justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en Su sangre...” (Romanos 3:24-25). Dios nos salva, “no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por Su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” (Tito 3:5-7).

Denominaciones Protestantes o evangélicas

“Los calvinistas o hugonotes fueron también llamados "protestantes", al igual que los anabaptistas, presbiterianos, bautistas y otros. Hoy día, los términos protestantes y protestantismo se utilizan entre los medios profanos y católicos en referencia a quienes se autodenominan "cristianos evangélicos" y a las sectas pseudocristianas surgidas de ellos, y abarcan a los ya llamados "protestantes": luteranos, calvinistas, anabaptistas, y a bautistas, presbiterianos, pentecostales, cristiadelfianos, testigos de Jehová, adventistas, metodistas, nazarenos, menonitas, mormones, Luz del Mundo, "Asambleas de Dios", y todo el cúmulo de "iglesias cristianas" sin denominación específica, entre ellas la "Iglesia de Cristo Rey", "Iglesia Príncipe de Paz", "Iglesia del Buen Pastor", "Iglesia de Dios Maranatha", "Amigos de Israel", "Iglesia de la Revelación de Cristo Jesús" y otros.(35)

7. Conclusión

En esta, quinta y última conferencia del ciclo sobre la Historia del Cristianismo, hemos visto los  diversos desencuentros y conflictos que desde el siglo IV al VIII hubo entre las Iglesias Occidental y Oriental, incluso el movimiento iconoclasta, conocido también como “la querella de las imágenes”, que surgió en Oriente, en el siglo VIII, durante el reinado del emperador bizantino León III (717-741); el cual prohibió y mandó destruir las imágenes religiosas de las iglesias de Oriente, lo que provocó que las ya tensas relaciones entre Oriente y Occidente, -entre el papado y el imperio Bizantino-, se empeoraran. Este clima ya precismático y de confrontación entre la Iglesia romana y la bizantina desembocó en que, en el año 1054, los dirigentes espirituales de ambas iglesias, el Papa y el patriarca de Constantinopla,  Miguel Cerulario, se excomulgaron mutuamente. Esta separación se acentuó por la presencia de los cruzados en Constantinopla y su saqueo durante la cuarta cruzada, en el año 1204. La ruptura quedó consumada definitivamente después de la conquista de Constantinopla por los turcos en el año 1453. (36)

El conocido como gran cisma de Occidente, dividió a la cristiandad, es decir al "Catolicismo Romano", durante, al menos, 39 años, desde 1378 hasta 1417. El Cisma consistió en que durante ese periodo citado hubo dos papas rigiendo simultáneamente a la Iglesia, y que se excomulgaron mutuamente, pretendiendo cada uno de ellos ser el legal representante del Primado de San Pedro, y por tanto, de la Iglesia. Uno con sede en Roma y el otro en Aviñón. Esta división y enfrentamiento se mantuvo, durante el periodo citado, al sucederse papas romanos y franceses en las respectivas sedes, cuando se producían las muertes de sus predecesores.

El terrible periodo de la Inquisición comenzó “bajo el pontificado de Gregorio IX (1227-1241) que creó el tribunal de la Inquisición, o del “Santo Oficio”, teniendo con ello también un recurso tremendo para someter a quienes se apartaban de la fe católica tal como el papado la entendía. Más tarde, en 1252, el papa Inocencio IV asignó a la misma Inquisición el derecho a emplear la tortura como medio para hacer confesar a los herejes, ¡hasta matar sus cuerpos para poder, así, salvar sus almas!” (37). Este nefasto y cruel sistema de la Inquisición se prolongó varios siglos más, aunque fue disminuyendo progresivamente de poder al tiempo que se debilitaba el papado, hasta que Napoleón Bonaparte hizo prisionero al papa Pio VII en el año 1809 (38).

En el año 1517, un joven religioso agustino, Martín Lutero (1483-1546), nacido en Eisleben (Sajonia), siendo profesor en Sagrada Escritura de la Universidad de Wittenberg, reaccionó contra las “indulgencias”, negando su valor y eficacia de las mismas, escribiendo las famosas “Noventa y cinco tesis” que clavó sobre la puerta de la Iglesia de Wittenberg (31-10-1517), cuyo contenido al expandirse rápidamente por todo el imperio llevó a la gran división del cristianismo occidental, entre católicos y los que más tarde serían conocidos como Protestantes. A esta ruptura iniciada por Lutero se le llamó Reforma Protestante, como ya hemos dicho antes. (39)

Las creencias fundamentales que distinguen al protestantismo son la sola fe, sola gracia, sola Escritura, solo Cristo y sólo a Dios la gloria (conocidos en latín como sola fide, sola gratia, sola Scriptura, solus Christus, soli Deo gloria).

En consecuencia, sobran la Tradición y magisterio eclesiásticos, los sacramentos, la jerarquía y la organización externa de la Iglesia.

Dios es el único que puede perdonar y salvar al hombre. Dios da su justicia por medio de la fe en Jesucristo (Romanos 3:21-24). “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (23) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,”. Por tanto “... el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Lutero descubre que Dios, Padre de Jesucristo, es un Dios de amor. Él resumió la naturaleza del cristiano con la frase: Simul justus et peccator, que significaque el cristiano se sabe a la vez «siempre pecador», «siempre penitente» y «siempre justo» por su fe en Cristo salvador.
 
“En consecuencia, no son ni los méritos de los hombres, ni las misas, peregrinaciones y otras prácticas religiosas las que salvan al pecador. “La Iglesia es una comunidad espiritual cuya cabeza es Cristo. Él es su único maestro, y no un papa que no puede, por ningún título, proclamarse representante suyo.

“Todos los fieles son sacerdotes. Y los ministros, delegados por la comunidad, presiden solamente la plegaria, la administración de los sacramentos y la predicación. No hay más que dos sacramentos: el Bautismo y la Cena, signos que recuerdan las promesas de Dios robusteciendo la fe”. (40)

¿Cuál es la diferencia entre católicos y protestantes?

“Hay muchas y muy importantes diferencias entre católicos y protestantes. Mientras que ha habido algunos intentos a lo largo de muchos años recientes, de encontrar un terreno común entre los dos grupos, el hecho es que las diferencias prevalecen, y ellas son tan importantes en la actualidad como lo fueron al principio de la Reforma Protestante. A continuación veremos un breve resumen de algunas de las diferencias más importantes”.(41)

“Aparte de lo mencionado, los Protestantes se diferencian de los católicos en que no creen las siguientes doctrinas: purgatorio, papado, infalibilidad papal, oraciones a los muertos, intercesión de los santos, asunción de María, inmaculada concepción de María, virginidad perpetua de María, libre albedrío, purgatorio, o que el matrimonio, unción de los enfermos, la confesión auricular, la confirmación y la ordenación sacerdotal sean sacramentos, el traspaso de los poderes de los apóstoles a sus supuestos sucesores, etcétera” (42).

Es nuestra esperanza que cada uno entienda y crea que sus “obras de justicia” no pueden justificarlos, o santificarlos (Isaías 64:6). Es nuestra oración que todos, en vez de eso, pongan su fe solamente en el hecho de que somos “… justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en Su sangre...” (Romanos 3:24-25). Dios nos salva, “no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por Su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” (Tito 3:5-7).

 

 

 

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

 

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

 


Bibliografía consultada

En este primer apartado me limito a enumerar, a continuación, las principales obras y sus autores que he consultado a fin de asesorarme  para la redacción de este ciclo de conferencias sobre la Historia del cristianismo. Y en el siguiente apartado –“Referencias de la Bibliografía utilizada”– relaciono, mediante numeración entre paréntesis,  los diversos párrafos utilizados en cada conferencia,  con sus autores y obras correspondientes de las que han sido extraídos. En alguna ocasión, puedo haber omitido alguna referencia por  no  haber podido identificar la fuente original, debido a la multiplicidad de obras consultadas.

Alzate Montes, Fray Carlos Mario, O.P. Historia de la Iglesia Moderna
http://www.opcolombia.org/estudio/galicanismo.html

Baker, Robert A. Compendio de la Historia Cristiana. Casa Bautista de Publicaciones
http://ministeriomct.org/Materiales/SegundoSemestre/HistoriadelCristianismoI

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Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.

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Historia de la Iglesia  (Edad Antigua y Edad Media) (Hijos de la divina voluntad-Católicos) http://www.divvol.org/conocimiento/especiales/historia/guion_3_1_1.htm#Section_3

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Sanders, Robert K. ¿Qué es la Iglesia?   Tomado de Truth or Fables  Traducción de Román Quirós M.

Schultz, Samuel J. Habla el Antiguo Testamento. Un Examen Completo de la Historia y la Literatura del Antiguo Testamento.

Smith, Dr. William. Entre Los Dos Testamentos

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Vidal Manzanares, Cesar. “Pablo, el judío de Tarso”,

Vidal Manzanares, Cesar.  “Por qué  soy cristiano”

Wade, Rick. La pertinencia del cristianismo: Una apologética. www.ministeriosprobe.org

Zahner, R.C. El cristianismo y las grandes religiones de oriente.

Referencias de la Bibliografía utilizada

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) El reino de Herodes el Grande llegó a comprender las provincias de Judea, Idumea (al sur), Samaría (centro), Galilea, Perea (Norte) y otras regiones de la zona del Haurán (Biblia de Jerusalén, 1998, comentario a Mt. 2:1).
(2) http://www.portalplanetasedna.com.ar/constantino.htm
(3) Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 125). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989
(4) Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 127). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989
(5)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 198). (Cf. Textos, n. 10.B/12). La doctrina de las Dos Espadas es el nombre con el que se conoce la teoría de la supremacía del poder espiritual (el del Papa) sobre el temporal (el del emperador), y que puede remontarse a finales del siglo V.
(6)http://es.wikipedia.org/wiki/Iconoclasta.
(7) ttp://www.fortunecity.es/bohemio/alternativa/121/8114_Guerra_Iconoclasta.htm 
(8)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.
(9)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.
(10) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 438-439). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(11) El gran Cisma de Occidente. http://www.conocereislaverdad.org/grancisma.htm
(12) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 444). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(13)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 200).
(14) http://es.wikipedia.org/wiki/Cruzada_albigense
(15)  Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 134). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989. Según este dogma, la sustancia de pan y vino se convierte en la sustancia del cuerpo y sangre de Jesucristo.
(16) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 448). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(17)  Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 134). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989.
(18) http://www.historialuniversal.com/2010/09/reforma-protestante.html
(19) http://www.historiacultural.com/2010/09/causas-de-la-reforma-protestante.html

(20) http://www.teologia.com.es/index.php/Protestantismo

(21)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 200).
(22) http://www.la-historia.com.ar/historia_edadmedia90.asp
(23) La simonía es el tráfico de las cosas santas, por ejemplo de los sacramentos pagados. Un beneficio es la renta de una parroquia, de un obispado, etc , dados por el rey.
(24)  Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 134). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989.
(25)  Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 135). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989.
(26)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 200).
(27) Ibid.
(28) http://es.wikipedia.org/wiki/Dieta_de_Worms
(29) http://es.wikipedia.org/wiki/Dieta_de_Worms
(30) http://www.angelfire.com/pe/jorgebravo/reforma.htm
(31) Cid y Riu, Carlos y Manuel. Historia de las religiones (Pág. 449). Editorial Óptima, Barcelona, 2003.
(32)  Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 136). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989.
(33)http://www.gotquestions.org/espanol/diferencias-catolicos-protestantes.html

(34) http://www.teologia.com.es/index.php/Protestantismo

(35) http://es.wikipedia.org/wiki/Protestantismo
(36) Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones.
(37)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 200).
(38) http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_VII
(39)Bentué, Antonio,  Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Introducción a la Historia de las religiones (pág. 200).
(40)  Samuel, Albert. Para comprender las religiones en nuestro tiempo (Pág. 136). Editorial Verbo Divino, Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra) – España 1989.
(41) http://www.gotquestions.org/espanol/diferencias-catolicos-protestantes.html

(42) http://www.teologia.com.es/index.php/Protestantismo

 

 

 

 

 

 

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